Por Concha Cánovas – Experta en Energías Renovables
La ausencia de política energética durante estos últimos años nos ha llevado no solo a continuar con uno de los principales problemas de España en materia energética como es nuestra brutal dependencia exterior de los combustibles fósiles, muy superior a la media de los países de la Unión Europea; sino que también hemos conseguido que, por primera vez, nuestro saldo neto comercial de electricidad haya sido importador al haber cambiado de signo nuestra tradicional exportación de electricidad a Portugal.
La consideración de las energías renovables como activos estratégicos en Portugal y el cumplimiento de su Plan Nacional de Acción de Energías Renovables es la base del éxito de su política energética y donde reside la principal diferencia con España donde venimos incumpliendo la Planificación Renovable 2015‐2020 tal y como ha denunciado la propia Comisión Nacional del Mercado de la Competencia (CNMC) cuando señala que los 700 MW renovables adjudicados en la subasta de 2016, más los 3.000 MW establecidos para la próxima convocatoria, “representan menos de la mitad de los aproximadamente 8.500 MW de potencia renovable adicional considerada en la Planificación″.
Portugal se ha fijado como objetivo, además de generar en 2020 el 60% de su energía eléctrica a través de fuentes renovables y el 80% en 2030, aprovechar la explotación de sus recursos naturales más allá de sus fronteras y poder evacuar más allá de los Pirineos su excedente de generación solar y eólica. Excedente que, en la medida que España continúe con su moratoria renovable sin desarrollar su potencial, se consumirá antes de llegar a los Pirineos, es decir en nuestro país, como lo demuestra el que en 2016 y estos primeros meses de 2017 haya cambiado su tradicional saldo importador de electricidad con España por el de exportador.
A diferencia de España donde medidas trascendentales y retroactivas para el sector renovables se han adoptado manteniendo al margen a los inversores afectados, la apuesta de nuestro país vecino por las renovables se ha basado en la constante búsqueda de soluciones comunes de consenso como ha sido, entre otras actuaciones, el “acuerdo de adhesión voluntario con los promotores renovables” cuando por efecto de las crisis económica la demanda eléctrica no evolucionó al ritmo previsto en la planificación, o el reconocimiento de la venta de excedentes para las unidades de pequeña producción de autoconsumo. Lo que se ha traducido en un incremento ininterrumpido del peso de las energías renovables desde 2005, llegando a instalarse en Portugal un 50% más de potencia renovable que en España en estos tres últimos años a pesar de que su consumo eléctrico es inferior al de la cuarta parte de España.
Para conocer más en detalle los efectos macroeconómicos que esta política en energías renovables ha tenido en Portugal les remito a este enlace, del que a modo de ejemplo quiero destacar que la contribución al PIB de cada empleo renovable es un 70% superior a la media, como se puede observar en el siguiente gráfico.
Frente a estos resultados en Portugal, la reflexión que nos deberíamos hacer en España es hacia donde nos lleva esta postura que podríamos llegar a calificar de reaccionaria ante las energías renovables, con un tratamiento tan diferente al de nuestros vecinos, al mismo tiempo que estamos apostando por el refuerzo de nuestras interconexiones eléctricas internacionales? Las consecuencias, de continuar con esta política restrictiva en energías renovables, no pueden ser peores para España ya que supondrá un incremento de nuestras importaciones de recursos renovables, creándose riqueza y empleo en estos terceros países por exportarnos unos recursos renovables que a nosotros nos sobran pero no explotamos y con unas nefastas implicaciones tanto económicas como sociales, además de continuar aumentando nuestra ya elevada vulnerabilidad energética.