Por José Luis García – Área de Energía y Cambio Climático de Greenpeace
Este mes de marzo, un movimiento de personas de todos los rincones del planeta se pone en pie para hacer frente al cambio climático: un movimiento que exige liberar al planeta de la tiranía de los combustibles fósiles.
Cada vez más personas, comunidades, países, sufren las consecuencias del cambio climático, y no están dispuestas a permanecer impasibles hasta que esos impactos hagan su tierra inhabitable. Con el lema común de “Break Free”, una ola mundial de personas se levanta contra las energías sucias que causan el cambio climático. Unimos fuerzas para proteger a las comunidades vulnerables de los sucesos meteorológicos extremos y de las corporaciones del petróleo, carbón o gas que envenenan nuestro aire, ocupan nuestra tierra y secuestran a nuestros gobiernos. Es un movimiento ciudadano pacífico, unido y decidido a acabar con la era de la energía sucia y a empujar una transición justa a un futuro más limpio y sostenible.
La realidad del cambio climático exige una reacción inmediata y ambiciosa: para evitar sus peores consecuencias, no hay que permitir que el calentamiento global supere 1,5ºC, tal como ha quedado recogido en el Acuerdo de París. Es el gran reto de nuestro siglo. Puede parecer algo de un futuro lejano, pero un niño o niña que nace hoy, aún estará en la escuela en 2030, y puede seguir viviendo en el año 2100. Las decisiones que tomemos hoy determinarán si estas personas y sus hijos e hijas heredarán un planeta habitable.
Los datos científicos indican que más del 80% de las reservas conocidas de carbón, la mitad de las de gas y un tercio de las de petróleo deben dejarse bajo tierra para evitar un calentamiento de 2ºC. Para no superar 1,5ºC, no puede abrirse ni una nueva mina de carbón, ni pozo de petróleo ni de gas. Las centrales térmicas tienen que tener fecha de caducidad, empezando por las de carbón, que en nuestro país deberían estar cerradas todas en 2025.
Los responsables del problema están claros: son las empresas que extraen y queman esos combustibles fósiles, en su mayoría para obtener energía, los gobiernos que lo permiten e incluso subvencionan, y los inversores que con su dinero alimentan el negocio. Las víctimas son también conocidas: todos los seres vivos sufrimos las consecuencias, pero entre las situaciones de mayor vulnerabilidad encontramos a mujeres y poblaciones indígenas.
Aunque las energías renovables están creciendo rápidamente en cada vez más países, todavía son muchos los que se aferran a los viejos combustibles fósiles. La codicia de las corporaciones energéticas no es algo lejano. También en nuestro país vemos cómo empresas eléctricas, petroleras, carboneras y gasistas utilizan todos los resortes para dirigir las decisiones políticas a donde les conviene. Así hemos visto cómo el Gobierno ha frenado en seco el crecimiento de las energías renovables, justo cuando empezaban a interferir con los intereses de las compañías eléctricas. Las puertas giratorias funcionan muy bien para sus intereses.
El movimiento “Break Free” comienza cuando las personas rechazan seguir siendo víctimas y exigen protección para sus vidas, sus familias y sus derechos. Defienden sus tierras y sus bosques, su alimento y su agua, y buscan soluciones de energía limpia compatible con sus necesidades y no a costa de ellas.
Este mes veremos cómo la ciudadanía se levanta por todo el mundo, para exigir de forma pacífica que las decisiones políticas no sean las que convienen a las empresas de energía sucia, sino que se atengan a los compromisos reflejados en el Acuerdo de París. La fuerza de la gente quiere asegurar un mundo con energía sostenible en el que se respeten los derechos humanos y las libertades, incluida la de elegir energía limpia.
Es nuestra oportunidad de tomar el futuro del planeta en nuestras manos. Es el momento de poner freno al control de las multinacionales de la energía sucia sobre nuestra economía, sobre nuestra política y sobre nuestro medio ambiente. Es el momento de liberarnos de los combustibles fósiles.