A la espera de los primeros debates políticos, continuamos con la ronda de candidatos a la presidencia de nuestro país que asisten al programa de entretenimiento de El Hormiguero. Ya anteriormente analizamos a un incómodo pero convincente Abascal y a un relajado aunque combativo Errejón.
Anoche Pablo Casado marcaba la diferencia, hablo siempre en términos de comunicación. Junto con Albert Rivera e Iglesias, Casado domina la comunicación política y lo sabe. Argumenta con una seguridad pasmosa, controla los términos que utiliza, escoge las palabras perfectas para exponer sus ideas y aporta datos, muchos datos, proyectos, de una manera racional y convincente con su lenguaje corporal. Faceta en la que vimos más perdido a Abascal, por ejemplo.
Su cuerpo es dinámico en la expresión y aunque su discurso se asienta en la dialéctica lógica y racional, sabe cómo introducir cuñas emocionales para conectar con el espectador, habla de su familia, ensalzando la relevancia que tienen para él su mujer y sus hijos, incluso sus padres, a la hora de consultar sobre decisiones importantes. Y también lo hace cuando alude a temas primordiales y comprometidos como la corrupción. En ese caso abandona la parte racional (que no funcionaría) y se entrega a los conceptos más emocionales y sentimentales.
El presentador alude a la asociación del Partido Popular con una lista interminable de juicios y «de historias» que tienen pendientes. Pablo Casado no dejó pasar el momento y recalcó: «que tienen pendientes esos sinvergüenzas«. Casado recordó que cuando se presentó a presidir el Partido Popular una de las primeras cosas que dijo fue que iba a ser «inflexible» con cualquier persona que hubiera usado el PP para enriquecerse. Y añade: «La corrupción es la peor lacra y la peor traición que la política puede hacer a sus votantes».
No había mejor respuesta que ésta, cambia su rol y pasa a formar parte del malestar, responde tajante y con garra emocional y subraya que él mismo ha sido ‘víctima’ de esta situación, ya que llegó a recibir amenazas de querellas por parte de los propios corruptos de su partido. Y lo dijo con tristeza en el rostro, desde luego es el tema que más impacto emocional le causa.
Ahora bien, la procesión iba por dentro, porque sudó, sudó muchísimo, a pesar de su eterna sonrisa y afable actitud ante las mordientes preguntas de Motos no se encontraba en un momento dulce, su fisiología le jugó una irremediable mala pasada. El estrés es el mayor desencadenante de la sudoración excesiva. Los nervios y la ansiedad aumentan el ritmo cardíaco y la temperatura corporal, así que el organismo intenta regular esta alteración mediante la sudoración. Y eso es lo único que no pudo controlar.