
Florentino Pérez y Zidane el día de la dimisión del galo (EFE).
Lo más indignante de la peor semana de la historia reciente del Real Madrid no me parece lo ocurrido, sino que no se haya hecho algo para evitarlo. Que se haya mirado a otro lado. Había pistas sobre que una debacle así podía ocurrir, pero se prefirió ignorarlas.
La dimisión de Zidane fue un punto clave, pero no la causa. Lo que ha sucedido en el club blanco no ha sido por la marcha del galo, ni tampoco (o no todo) por la posterior de Cristiano, pero el bueno de Zizou lo supo ver a tiempo.
Cuando le preguntaban si prefería ganar Liga o Champions, sorprendía el francés con que era la Liga lo que quería, algo contrario a la tradición del club… y a su propio palmarés. Y es que Zidane pensaba en el día a día, en lo largas que se le hacían las semanas después de derrotas bochornosas por la falta de hambre y por el evidente desgaste de la plantilla.
Señaló la eliminación copera ante el Leganés como su peor momento por ello, y ese día tuvo claro que el equipo no daba para más, que podía hacer un esfuerzo corto, un esprint como el que le llevó a ganar de nuevo la Liga de Campeones, pero que la plantilla exigía una renovación para la que él no se veía con fuerzas. O que simplemente prefería no hacer por el lazo afectivo de quienes tanto habían dado al Real Madrid.
Y mientras Zidane se iba y después lo hacía Cristiano a cambio de 100 millones, una cantidad con la que hoy en día no puedes fichar ni a Coutinhos o Dembélés, en las altas esferas blancas se pensó que todo iba bien, que el equipo era tricampeón de Europa, que si los goles no los metía CR, los haría Bale, y que Isco sería por fin indiscutible para ser el líder de ese nuevo proyecto.Y que Asensio tendría más minutos para explotar definitivamente.
El que más conocía al equipo dejó claro en rueda de prensa lo que le pasaba a este Real Madrid envejecido y cebado de éxito. Se vendió el Ferrari pensando que en breve se podría estropear y que bien estaba sacar una buena suma por él. Y a cambio, la nada. Del deportivo a coger el autobús, de golpe. Un entrenador con la vitrina vacía de títulos y escaso carisma, un par de fichajes de relleno, un proyecto de futura estrella… y de nuevo al ruedo.
A Florentino es justo reconocerle los éxitos logrados todos estos años, pero lo que está claro es que no ha sabido ver venir lo que iba a pasar pese a los numerosos indicios que había. Y también es evidente que ya no es aquel que revolucionó el mundo del fútbol en 2009 fichando a cracks sin medida, hasta él se ha acomodado. De Cristianos y Kakás a Odriozolas y Marianos. Lo que necesita ahora el Madrid es ese Florentino desbocado de hace diez años. Veremos si sigue con fuerzas para ello o a los blancos les espera una larga y dura travesía del desierto.