Con Carlo Ancelotti tengo que admitir que tengo sensaciones encontradas. Al fin y al cabo es el hombre que llevó a las vitrinas del Real Madrid la ansiada Décima, nada menos. Y eso son palabras mayores. Pero una temporada en blanco en el conjunto madridista es demasiado sea quien sea el entrenador.
Ancelotti llegó al Real Madrid después de una auténtica guerra civil y lideró una transición dulce solo enturbiada por la suplencia en Liga de Casillas, lo que desembocó en un debate continuo en la prensa.
El balance de su primera temporada no pudo ser más positivo, con una Copa y una Champions, pero conviene recordar que de no ser por ese milagroso cabezazo de Sergio Ramos en Lisboa, probablemente la aventura de Carletto en Chamartín hubiera durado apenas un año. La Liga estaba en el bolsillo a pocas jornadas del final, y los tropiezos finales ante Valladolid, Valencia y Celta provocaron que la Liga se decidiera en el Camp Nou entre Barça y Atlético.
Con la Décima en el bolsillo, un inicio arrollador convirtió a los blancos en favorito a todo. En diciembre todo lo que no fuera aspirar al triplete era un insulto, solo se hablaba de si era el mejor equipo de la historia tras una espectacular -y a la postre inútil- racha de victorias. Como si los grandes títulos se decidieran en invierno.
Y del mejor equipo de la historia (sin comentarios) al año en blanco pasaron apenas cuatro meses y medio. Tiempo en el que Ancelotti hizo que el equipo llegara fundido al tramo final de la temporada, con sus jugadores clave cargados de minutos y varios de ellos lesionados. Cayeron James, Bale, Benzema, Pepe y, sobre todo, Modric, el verdadero alma de este equipo. 12 meses después, no se había aprendido nada de la temporada anterior, cuando el equipo también llegó demasiado justo y con varios lesionados al tramo final del año. La Décima lo borró todo.
Probablemente gran parte de la ‘culpa’ de esta destitución la tenga el Barça. Ver como un año después de la Décima el Barça está a solo dos pasos de lograr el triplete, ese hito que se le sigue resistiendo al Real Madrid, es muy duro en el conjunto blanco, y Florentino ya sabemos que no destaca por su paciencia.
Las comparaciones son odiosas, y ver cómo ha gestionado Luis Enrique su equipo, el estado de forma de Messi, Neymar y Suárez, y por el contrario observar el tramo final de Bale y a Benzema lesionado, da que pensar. También lo hace la manera de defender del Barça, presionando arriba y como un equipo, frente a varios jugadores del Madrid defendiendo con pasotismo, esperando tranquilamente a que el balón arriba.
Y finalmente tenemos el tema de Casillas. El ruido que provocó su suplencia en la primera temporada hizo que Carletto decidiera aplacarlo con la solución fácil, la de colocar a Iker como titular. Su más que evidente baja forma, por momentos escandalosa, no hizo reaccionar a Ancelotti, un hombre poco dado a los cambios. Le aguantó hasta las últimas consecuencias, y éstas fueron que los milagros siempre sucedieron en la portería contraria. Las grandes paradas llegaron justo enfrente de Casillas, protagonizadas por Oblak, Buffon, Bravo o Diego Alves.
Conclusión: no había ahora decisión acertada. O se echaba al entrenador de la Décima o se mantenía a un técnico que había cometido demasiados errores en la gestión del equipo. O no hay proyecto o no se toman decisiones. Que el tiempo juzgue, de momento toca mirar a Florentino. Estos días urge un repaso a su gestión.