Que la del Santiago Bernabéu es una afición exigente no es ningún secreto. Que algunos se pasan de frenada ya en demasiadas ocasiones es algo que quedó bastante claro ayer con esos silbidos a un chaval de 19 años que lo da todo cada vez que salta al campo.
Existe un sector del público que acude al estadio que parece llevar al extremo ese ‘yo pago, hago lo que me da la gana’. Una especie de ‘el cliente siempre tiene la razón’ mal entendido. Más que nada porque esa última frase es un absurdo.
Vinícius es un chaval de solo 19 años que cuando tenía 18 se echó a sus espaldas un equipo moribundo y que fue capaz de sacar una sonrisa a una afición al borde de la depresión y que iba de cabreo en cabreo ante una de las peores temporadas que se recuerdan.
El premio a esa valentía ha sido esos pitos que dan vergüenza ajena cuando las cosas no le han salido. Del brasileño se pueden decir muchas cosas pero nunca, nunca que se esconde. Ha sido objeto de mofa constante por las aficiones rivales y pese a ello él lo sigue intentando, nunca se rinde, siempre confía en sus posibilidades.
Es posible que Vinícius tenga hoy más cosas de Robinho (que ojo, no lo hizo tan mal como la gente ahora quiere vender) que de Neymar. Pero lo último que se merece es recibir pitadas de un sector del público que parece haberse acostumbrado en exceso al caviar y que no sabe distinguir entre la exigencia alta y el comportamiento rozando lo estúpido.
Verle llorar soltando toda la presión que ha tenido encima debería hacer reflexionar a más de uno.