El verano es el territorio de Florentino Pérez. Donde mejor se desenvuelve. Da igual que el año anterior el equipo haya fracasado o triunfado, el presidente del Real Madrid siempre ha tenido la gran virtud de ilusionar al madridismo con fichajes impactantes que, al menos a priori, mejoraban considerablemente el equipo. O con alguna cara nueva que hiciera olvidar cualquier frustración pasada.

Florentino presentando a James Rodríguez (EFE).

¿Que el Barça ganaba todos los títulos posibles? Se traía a Kaká, Cristiano, Benzema o Xabi Alonso. ¿Más decepciones? Mourinho al Bernabéu. ¿La Décima no llega? El mejor jugador de la Premier (Gareth Bale) para Chamartín. Su modelo ha sido muchas veces cuestionado, pero Florentino nunca ha renunciado a ese estilo de fichar a los que consideraba los mejores futbolistas del momento, sin importar si el equipo necesitaba un jugador de esas características o no.

Este verano no empezó distinto. El mediocentro del campeón del mundo y uno de los mejores centrocampistas del momento para empezar, y después una de las grandes estrellas del Mundial. Toni Kroos sí era una necesidad del equipo, más aún al precio que se fichó. No así James Rodríguez, un jugador comprado a precio de Balón de Oro que aún no ha demostrado estar cerca de esa condición, ni cerca.

Sin embargo, la llegada del colombiano provocó la salida de Di María, que exigió un merecido aumento que acabó con su salida (millonaria, eso sí) del club. Y después llegó la fulgurante marcha de Xabi Alonso, un palo inesperado para la afición.

El último día de mercado ha llegado Chicharito, un jugador que viene a cubrir el rol de Álvaro Morata, el de delantero suplente de Benzema. En resumen, dos hombres clave en la consecución de la ansiada Décima dejan el club y los nuevos fichajes dejan muchas dudas, especialmente James (no ofrece ni de lejos el trabajo de Di María) y Chicharito, que no es más que un complemento.

Sí, queda claro. Florentino ha fallado esta vez en su especialidad, ilusionar al aficionado del Real Madrid. De la Décima al caos van apenas tres meses.

14 de mayo de 2003, el Real Madrid viajaba a Turín en el partido de vuelta de las semifinales de la Champions con una ventaja de 2-1. Era el equipo de los Galácticos, el de Ronaldo, Figo, Zidane, Roberto Carlos y Raúl, campeón de Europa la temporada anterior y gran favorito para levantar su décimo trofeo. La aún ansiada Décima.

Figo en el lanzamiento de penalti que le detuvo Buffon.

Enfrente estaba un equipo con el entonces mejor portero del mundo (Buffon, que le paró un penalti a Figo), una defensa prodigiosa, un medio del campo poderoso y una delantera con gol y mucho talento. Precisamente fue el trío atacante el que marcó la diferencia y el 3-1 final con tantos de Del Piero, Nedved y Trezeguet dejó fuera de la final de la Champions al conjunto blanco.

Ese partido fue el principio del fin del denominado Madrid de los Galácticos, el desencadenante de una decisión que con la perspectiva que da el tiempo se antoja inexplicable. Vicente del Bosque fue destituido a final de la temporada después de que ganara ‘solo’ dos Champions y dos Ligas, una Intercontinental, una Supercopa de España y una de Europa en tres temporadas y media.

Florentino consideraba que una plantilla semejante debía arrasar y lograr todos los títulos en juego y que reunir a los mejores jugadores del mundo era garantía total de éxito. El escaso glamour de Del Bosque (¿?) hizo el resto y el salmantino fue destituido un día después de que el Real Madrid ganara el título de Liga en 2003.

No se puede decir que el presidente blanco haya aprendido que fichar a los mejores del mundo, como si se el fútbol fuera un videojuego, no es garantía de éxito, pues lo sigue haciendo, pero al menos su paciencia con los entrenadores ha mejorado. Sabe que destituir a Del Bosque fue el mayor error que ha cometido desde que manda en el club y que es una decisión que le perseguirá siempre.