Hace ya bastante tiempo os hablé del delicioso olor de tu bebé, probablemente el mejor aroma del mundo.
Armandilio en su último post me ha hecho reflexionar sobre la otra cara de la moneda: el olor a madre.
Os pongo algún fragmento:
Hace un tiempo Miriam, mi mujer, me sorprendió con una pregunta: «¿Tú recuerdas el olor de tu madre como algo especial?» Y yo, que destaco por tener una increíble carencia de olfato sólo pude responder que «no» (con cara de bobo).
Sin embargo esta conversación se amplió con otras personas y muchas coincidieron en que sí recordaban el olor de su madre y que este recuerdo, el oler prendas de sus madres u olerla a ella directamente les producía un sentimiento de calidez y de seguridad.
o cierto es que la lógica de este fenómeno tan “animal” es aplastante. Los niños nacen con un olfato muy desarrollado y superior al que tenemos los adultos. Este nivel de desarrollo se explica desde la necesidad de asegurarse un alimento adecuado lo antes posible.
A las 24 horas de haber nacido (que es cuando les hicieron los estudios, por lo que quizá sea antes) los bebés son capaces de mostrar rechazo a ciertos alimentos en base a su olor.
Es tal el instinto de supervivencia que se aferran al olor de su madre como si les fuera la vida (bien, de hecho, prácticamente les va la vida). Para que veáis unas muestras de sus capacidades os dejo algunos ejemplos:
* Si una mujer se lava uno de los dos pechos, el bebé preferirá mamar del que mantiene el olor corporal de su madre, el que no ha sido lavado.
* Si a un bebé se le coloca a un lado un objeto con el olor de su madre y al otro un objeto con el olor de otra mujer el bebé gira la cabeza hacia aquel que preserva el olor de su madre. En este caso hablamos del olor de su madre, no exclusivamente del olor a leche materna.
* Cuando un bebé amamantado tiene hambre de noche, es capaz, aunque no tenga luz, de dirigirse al pecho y empezar a mamar guiado por su olfato.
Una vez sus capacidades motrices van perfeccionándose y el resto de sentidos van cogiendo protagonismo el olfato se va perdiendo por desuso.
Yo no tengo un gran olfato pero sí que recuerdo el olor de mi madre. Lo reconozco perfectamente. Recuerdo ese olor en mi infancia. Y hoy día es, junto con mis hijos y mi marido, probablemente el único olor humano que reconocería con los ojos cerrados.
Y será así toda mi vida.
Es curioso que cada ser humano tenga su propio olor pero ya no seamos capaces de distinguirnos de esa manera. No me extrañaría que fuéramos el mamífero que más ha renunciado a esa forma de reconocimiento.
También es curioso que este sentido se active especialmente durante la maternidad.
Armandilio también cuenta en su post que se recomienda a los padres limitar el uso de perfumes cuando tienen un bebé. Algo que yo he hecho por instinto con mis dos hijos. También os lo conté en su momento, y muchas de vosotras en los comentarios también lo habíais vivido.
Resulta hermoso pensar que nuestros hijos nos recordarán, también, por nuestro olor.
¿No os parece?