Veo en la excelente Amazings (si no tenéis esa publicación online entre vuestras favoritas, estáis tardando) el post Historia de una estatua de brillante entrepierna.
Os dejo un fragmento:
En el cementerio Père Lachaise de París, sobre la sepultura de un joven periodista y escritor, hay una estatua tumbada y extraordinariamente dotada un poco más abajo de la cintura. En la tumba están los huesos de un jovenzuelo que murió de un disparo en la víspera de su boda.
La estatua que debía presidir la tumba fue encargada al escultor Amédée-Jules Dalou, y el artista, en un arrebato de realismo, decidió representar la escultura tal y como quedó el periodista en el momento justo de su muerte: tumbado boca arriba y con una portentosa erección que se adivina bajo la tela del pantalón.
No se sabe en qué momento ni quién extendió la superchería de que frotar, besar o rozarse con la bragueta de la estatua asegura la fertilidad de la tocadora. El resultado es que todo el bronce de la estatua ha adquirido el lógico color oscuro menos la zona de la bragueta, que brilla de forma insultante de tanto y tan continuado rozamiento.
Aquí hay pruebas de que las hay que tocan. Aquí de que las hay que besan.Y no dudo que hay muchas que se encaraman y refrotan, aunque de eso no he encontrado fotos.
La imagen que ilustra este post es de Francisco J. González.
Me gustaría que compartáis conmigo otras leyendas sobre la fertilidad que circulen por ahí.