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Pasito a pasito, cachito mío

Ya llegó el momento de la verticalidad. Julia, a sus diez meses y medio, no quiere otra cosa más que estar de pie y avanzar pasito a pasito bien agarrada a nuestras manos.

Su universo se ha ampliado enormemente, ya puede recorrer la casa de juguete en juguete.

De hecho es ahora cuando parece estar animándose a gatear un poco.

Pero lo que realmente le gusta es caminar tambaleante sujeta a un adulto de confianza.

Es decir, que también llegó el momento de encorvarnos para facilitar las exploraciones de un bebé que no llega mucho más allá de nuestras rodillas. Todo un mico bípedo.

Claro que, como bien dice su abuela, puede estar así meses hasta que se decida a dar sus primeros pasos sin manos de seguridad.

Por cierto, con su hermano no sacamos mucho partido a un arnés pensado para tales fines. A ver si lo amortizamos con Julia.

Otra cosa: el día de la resonancia magnética llegó y pasó. Y como me habían dicho, no fue tan malo como parecía. El peque se ha portado como un campeón. Ha sido muy paciente y no ha protestado más que al final, cuando ya estaba harto y con razón de ayunos, túneles raros y vías en la mano.

¿Tienen las embarazadas andares de pato?

Ayer sacasteis el tema en los comentarios y no me he podido resistir a recogerlo en el post de hoy.

¿Es un tópico que las embarazadas tengan andares de pato?

Pues no sabría responder ni con un sí ni con un no.

Llamarlo «andares de pato» me parece una exageración de las gordas.

Pero es cierto que la forma de caminar varía de una manera muy característica.

Cuando ya tenemos una buena barriga el centro de equilibrio de desplaza, cambia la el ángulo de la columna vertebral y además nos fatigamos antes y perdemos agilidad.

En unos casos es más obvio que en otros, pero en todas nosotras se produce un cambio importante.

Eso sí, esa nueva forma de andar no tiene por qué ser desagradable, menos elegante o dar impresión de torpeza.

Os dejo un fragmento de un artículo sobre el tema de Educasexo.com

Como el centro de gravedad se sitúa más hacia delante, las mujeres embarazadas tienen que echarse hacia atrás y cambiar su forma de andar para poder moverse en condiciones de seguridad.

“Esto genera tensiones en algunas partes de la columna vertebral que no suelen estar bajo presión cuando la mujer no está embarazada” según la antropóloga Whitcome.

La clave parece ser la forma en la que se unen en los huesos vertebrales que se protegen la espina dorsal.

Estas juntas de unión (discos intervertebrales) se cargan de tensión cuando el cuerpo se echa hacia atrás. Pero el tamaño de los discos entre las vértebras en la última parte de la columna es mucho mayor en las mujeres que en los hombres.

Esto sugiere que la mayor superficie de rozamiento en el sexo femenino es una adaptación para disminuir la presión en el embarazo. Además la forma de las vértebras en las mujeres se estrecha hacia la parte posterior creando una especie de cuña que facilita el arqueo de la espalda.

Las mujeres tienen también tres de estas vértebras, mientras los hombres sólo presentan dos.

Lo que sí me parece un tópico de Hollywood es esa imagen típica de una embarazada avanzando con las manos en los riñones.

Fijaos bien, las manos de una embarazada ociosa suelen estar acariciando su vientre.