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Coronavirus: el miedo a confiar de nuevo en los demás

La pistantrofobia consiste en una desconfianza extrema y generalizada hacia otras personas. Este miedo irracional se asocia con experiencias pasadas o recientes en las que hemos aprendido, de forma directa o indirecta, que confiar en los demás es peligroso para nosotros.

Sí, tal y como podemos imaginar, la pandemia por coronavirus también ha contribuido a incentivar este tipo de fobias. Cuando nos vemos ‘obligados’ a evitar la intimidad, nos distanciamos de los demás física o emocionalmente, y de esta manera, también nos alejamos de nuestras propias necesidades o emociones, ‘enfriando’ todas las relaciones afectivas posibles, pensando incluso que es muy cansado socializar.

De esta manera entramos en un bucle de pesimismo defensivo y, con la negatividad por delante, no nos plantemos que nuestras relaciones sociales nos sirven de un apoyo fundamental, ahora más que nunca. Es cierto que con este panorama tenemos que relacionarnos de otra manera, todos tenemos la nostalgia de tiempos pasados más sencillos y, a veces, se hace muy cuesta arriba no abandonar nuestro mundo social y meternos en nuestra burbuja, pero en ningún caso es una buena opción.

En general, algunos de los siguientes indicios pueden hacernos sospechar que tendemos hacia la pistantrofobia:

  • Miedo a que se produzcan relaciones estrechas o intensas, previendo que resultará en traición o decepción.
  • Mantener relaciones superficiales para evitar involucrarse emocionalmente.
  • Evitar situaciones en las que el nivel de relación pueda ser alto o llegar al compromiso.
  • Estilos de relación desde la evitación, manteniéndose cerrados o distantes.
  • Poner cuidado en que los otros no conozcan del todo su personalidad, como de protegerse.

La búsqueda de apoyo social y el sentimiento de pertenencia son necesidades básicas en todo ser humano y es por ello que, en ocasiones, estas situaciones de aislamiento y distanciamiento pueden generar serios problemas en la vida diaria (agotamiento mental, ansiedad y rumiaciones persistentes).

Tomar conciencia de la importancia de las relaciones sociales para el bienestar e incluso la supervivencia de todos nosotros será fundamental para superar este miedo irracional, te puede interesar: «Se hizo el silencio. Las 22 claves psicológicas para entender la pandemia«.

 

Referencias bibliográficas:
González, M. (2020). ¿Tienes miedo a confiar en los demás? Podrías sufrir pistantrofobia. Madrid: Revista Bienestar
Flores-López, M.; Serrano-Ibáñez, E.R.; Maestre, C.R.; López-Martínez, A.E.; Ruiz-Párraga, G. T.; Esteve, R. (2019). Pesimismo defensivo, optimismo y adaptación al dolor crónico. Psicología Conductual, 27(2), 325-340.
Ortiz, I. (2017). Pistantrofobia. El temor excesivo a confiar en las personas. PsicólogosOnline

 

 

Hafefobia: el nuevo miedo de la pandemia

Una fobia es un tipo de trastorno de ansiedad. Esto significa que causa un gran sufrimiento para las personas que lo padecen cuando deben enfrentarse al estímulo fóbico, o simplemente cuando lo imaginan; habitualmente el estímulo ‘culpable’ no suele estar muy presente en la vida diaria (determinados animales, grandes alturas…), pero en otras ocasiones ocurre todo lo contrario y resulta bastante limitante para quien lo padece.

La hafefobia es uno de estos casos, ya que se describe como un terror desmesurado y persistente al contacto físico con los demás, a pesar de que este miedo ha existido antes de la pandemia, es ahora, por el miedo al contagio, cuando más se está manifestando su incidencia.

Este trastornos desencadena una serie de respuestas tanto cognitivas (pensamientos de muerte u otros asociados a consecuencias que se perciben como catastróficas), fisiológicas (taquicardias, sensación de ahogo, sudoración, sensación de tener una “bola en el estómago”, tensión muscular, entre otros) o conductuales (evitación del estímulo, huida o escape) para reducir la sensación desagradable.

Es importante aclarar que no todas las personas que actualmente mantienen distancia física y evitan el contacto con los demás, padecen o padecerán en el futuro hafefobia.

La mayoría evitamos el contacto físico pero deseamos tenerlo y volveremos a la interacción habitual cuando la situación se normalice y sea segura para todos, lo cuál no quiere decir que nos aislemos socialmente ni limite nuestra actividad diaria, simplemente ahora las interacciones deben ser de otra forma para mantener nuestra seguridad y la de los demás ante un posible contagio.

Sin embargo, a pesar de que las personas que padecen hafefobia también desean tener contacto, el miedo que experimentan es tal que su única manera de gestionarlo es evitando por completo la interacción social incluso aunque ésta pueda ser segura. Y esta es una conducta muy peligrosa que puede desencadenar en otros trastornos más severos, como la depresión.

En este último caso es fundamental solicitar la ayuda de un profesional para gestionar de manera más adaptativa esta ‘nueva realidad’ pandémica.

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Cuando el asco se convierte en enfermedad

El asco es una de las reacciones emocionales en las que las sensaciones fisiológicas son más intensas y visibles. Estas respuestas que produce la emoción de asco tienen muchas similitudes con las respuestas del miedo, ambas incluyen la evitación y/o escape, y no en pocas ocasiones las emociones de miedo y de asco suelen ir juntas (muchas fobias se caracterizan por reacciones tanto de miedo como de asco).

El sistema más basico del asco se originó de forma primitiva a los alimentos, productos corporales y ciertos animales transmisores de suciedad (comida en mal estado, restos orgánicos de desecho, saliva, heces, orina, sudor, ratas, gusanos, etc). Este poderoso sistema de repulsión se adaptó a otros tipos de entidades amenazantes derivando en otras manifestaciones del asco. Una de ellas viene dada por aquello que nos recuerda a nuestro origen y naturaleza animal, como el sexo, la muerte, la falta de higiene, o las violaciones de la envoltura corporal (vísceras, amputaciones, etc.).

Otro tipo es el asco interpersonal, o repugnancia hacia otras personas, como los extraños, los extranjeros, los mendigos, etc. Un tercer tipo adicional al asco esencial es el asco moral (por violaciones de las normas morales o de la divinidad). Si el asco actúa para prevenir la contaminación y la enfermedad, y si implica a entidades amenazantes tan dispares, incluidas las dimensiones interpersonal y moral, cabe pensar que el asco juega un papel importante en el origen y manifestación de diversos trastornos psicológicos.

Autores como Phillips no sólo sugerían que el asco jugaba un papel importante en psiquiatría, sino también que este papel podía afectar a diferentes trastornos mentales. En este sentido existen líneas de investigación muy interesantes. En primer lugar, se demostró la implicación del asco como causa y mantenimiento de las fobias a los animales habitualmente denominados «repugnantes» (arañas, ratas, gusanos, etc).

Una segunda línea fue propuesta por Page, al asociar el asco con el inicio de las fobias a la sangre-inyecciones-daño (SID) y al desmayo. Hoy sabemos que en los individuos con fobia SID, la exposición a la sangre, mutilaciones o heridas suele desencadenar intensas reacciones de náusea, aversión y asco, a veces en ausencia completa de reacciones de miedo.

Un tercer tipo de vinculación psicopatológica del asco ha sido con el trastorno obsesivo-compulsivo (TOC). Diversas investigaciones recientes han constatado que ciertos tipos de pacientes con TOC (aquellos en los que predominan las obsesiones de limpieza y/o las compulsiones de lavado), suelen experimentar sentimientos de asco, más que sentimientos de miedo o ansiedad, asociados a los objetos «contaminantes». Las fobias y el TOC son los trastornos cuya relación con el asco ha sido claramente demostrada.

Otros trastornos mentales vinculados a emociones de asco son los trastornos alimentarios y las disfunciones sexuales. No es de extrañar que se sospeche de un papel importante del asco en los trastornos alimentarios, ya que en éstos son frecuentes los síntomas de asco hacia la comida y hacia el propio cuerpo.

Finalmente, algunos datos recientes indican que la sensibilidad al asco interfiere con el placer sexual y parece estar implicada en varias disfunciones sexuales relacionadas con el deseo sexual (deseo sexual hipoactivo, etc.), la excitación sexual y la aversión al sexo y el vaginismo.

El asco podría estar implicado en muchos otros trastornos mentales, aparte de los aquí indicados, nos encontramos ante una nueva frontera que afecta y podría revolucionar todo lo estudiado hasta el momento sobre Psicología Clínica y de la Salud, ya que si esto es así, deberían reinventarse los tratamientos y terapias orientadas a la superación de fobias, tradicionamente enfocadas en exclusiva a la emoción de miedo.

 

 

*Referencia:

Revista de Psicopatología y Psicología Clínica: Sandín, B., Chorot, P., Santed, M.A., Valiente, R.M., y Olmedo, M. (2008). Sensibilidad al asco: Concepto y relación con los miedos y los trastornos de ansiedad. Revista de Psicopatología y Psicología Clínica, 13, 137-158.