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¿Por qué nos entra hambre después de tomar unas copas?

A todos nos ha pasado alguna vez: salimos a disfrutar de una noche con amigos, tomamos unas copas y, de repente, nuestro estómago comienza a rugir con ferocidad, teniendo la imperiosa necesidad de comer algo (ya sea de un puesto de comida callejero o acabando con las existencias de nuestra nevera).

¿Por qué nos entra hambre después de tomar unas copas?

¿Qué hay detrás de este fenómeno? Aunque la relación entre el alcohol y el apetito es compleja y multifactorial, estudios científicos sugieren posibles explicaciones para que esto ocurra, señalando que la respuesta podría residir en el curioso papel de la proteína AgRP en nuestro cerebro, un neuropéptido encargado de regular el comportamiento alimentario de las personas y que se, según los mencionados estudios, se activa en el cerebro tras la ingesta de alcohol.

Cuando ingerimos alcohol, nuestro hipotálamo, una región cerebral encargada de regular el apetito, puede activar la producción de la molécula de ácido agouti-relacionada (AgRP), incitándonos a comer. Pero eso no es todo. El alcohol también disminuye nuestras inhibiciones, llevándonos a optar por alimentos menos saludables que normalmente evitaríamos. Es por eso que un puesto de comida callejera a altas horas de la noche nos puede resultar tentador e incluso todas aquellas chucherías o alimentos procesados que tenemos en la nevera o despensa y que, en situaciones normales, solemos evitar consumir.

Además, el alcohol deshidrata nuestro cuerpo, y la deshidratación a menudo se confunde con el hambre, lo que puede llevarnos a aumentar la ingesta de alimentos sin necesidad.

 

 

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Fuente de consulta: Nature
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¿Sabes a qué hace referencia el término ‘calamocano’?

¿Sabes a qué hace referencia el término ‘calamocano’?

‘Calamocano’ es un término con el que, en la época del Siglo de Oro (Francisco de Quevedo lo utilizó en varias de sus obras), se referían a quien estaba borracho o embriagado e incluso a aquel que ha perdido sus facultades físicas o mentales a causa de la ingesta de alcohol.

Esto hizo que dicho vocablo también se convirtiera en sinónimo de  chochear.

En la actual edición del diccionario de la RAE se le da al término ‘calamocano’ las siguientes acepciones: ‘Dicho de una persona: Que está algo embriagada’ y ‘chocho (que chochea)’.

El origen etimológico es incierto, aunque hay ciertos lingüistas que apuntan como una posible procedencia el antiguo término en euskera  ‘kalamanka’ cuyo significado era  gandul,  holgazán.

 

 

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¿De dónde surge decir ‘tener mala uva’ para indicar que alguien tiene mal carácter?

A través de la cuenta en Instagram de este blog (@yaestaellistoquetodolosabe2) me llega un mensaje de Jesús Martín en el que me pregunta de dónde surge decir ‘tener mala uva’ para indicar que alguien tiene mal carácter.

De dónde surge decir ‘tener mala uva’ para indicar que alguien tiene mal carácter

Siglos atrás la bebida alcohólica más popular, al alcance de más personas y con la que solían emborracharse la mayoría, era el vino. Esto originó que el término ‘uva’ (fruta con cuyo zumo fermentado se realizaba el vino) fuese uno de los muchos sinónimos para referirse a una persona borracha.

De dónde surge decir ‘tener mala uva’ para indicar que alguien tiene mal carácterAsí lo recoge el tomo VI del Diccionario de Autoridades de 1739 (el primer diccionario oficial publicado por la RAE) con la siguiente acepción: Por alusion llaman al borracho’.

Pero cabe destacar que, originalmente, la mencionada ‘mala uva’ no se refería a una posible mala calidad de la fruta con la que se había elaborado cierto caldo sino a los ‘malos borrachos’, aquellos individuos que tenían mal beber y que tras la ingesta de alcohol su carácter se volvía malhumorado, violento y/o agresivo.

 

 

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Cuando se tenía el convencimiento que beber alcohol (en este caso vino) era beneficioso para la salud

Desde hace un tiempo a esta parte muchos son los especialistas en salud y nutrición que advierten de los peligros que supone la ingesta de alcohol y han descartado por completo aquella vieja recomendación (camuflada en consejo médico) que indicaba que una copa de vino con las comidas era saludable.

Cuando se tenía el convencimiento que beber alcohol (en este caso vino) era beneficioso para la salud

Y numerosas son las (erróneas) publicaciones que encontramos en las que hablan de los beneficios antioxidantes e incluso anticancerígenos de la cerveza o cómo el whisky es un perfecto vasodilatador y que aquellas personas que sufrieran del corazón o tuvieran mala circulación sanguínea mejorarían su saludo tomándose una copa de vez en cuando.

Está más que demostrado que el consumo de alcohol (por moderado que sea) afecta nocivamente tanto a la estructura como la función del cerebro (Informe Mundial de Situación sobre Alcohol y Salud de la OMS).

Pero hubo un tiempo en el que el consumo de alcohol estaba instalado en el día a día de cualquier persona e incluso se le daba de beber a muchos niños de corta edad; por ejemplo existía la costumbre de dar una copita de quina (vino dulce) para abrirles el apetito, el mojar el chupete de un bebé en anís para que dejase de llorar (sobre todo cuando le estaban saliendo los primeros dientes) o en las celebraciones navideñas se les servía un ‘culín’ de cava (por aquel entonces llamado genéricamente champán) para que brindasen con los mayores.

Días atrás, navegando por la red, me encontré con un antiquísimo artículo del 31 de enero de 1927, en el que en el periódico “El Eco de Valdepeñas” se alababa las virtudes del vino y se intentaba demostrar (amparándose en una publicación de una revista científica de Berlín) que este caldo no era nocivo para la salud y en el que se podía leer cosas como que:

[…]un hombre normal bien equilibrado, que se alimente bien y haga vida activa puede emborracharse hasta 2.000 veces en un período de diez a doce años sin comprometer su salud de una manera seria[…]

Eso sí, más adelante el mismo artículo indicaba que “una vez superadas las dos mil borracheras se empieza a correr un gravísimo peligro”.

Me llamó mucho la atención ese artículo, lo pegué en una imagen (citando la fuente, evidentemente) y lo compartí a través de mi cuenta de twitter, suscitando muchísimas reacciones.

 

 

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Fuente de consulta e imagen: El Eco de Valdepeñas / Organización Mundial de la Salud (OMS)