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¿De dónde proviene la expresión ‘Pasar las de san Amaro’?

En mi afán de buscar el origen de ‘expresiones viejunas’, en esta ocasión os traigo al blog la locución ‘Pasar las de san Amaro’, la cual fue muy popular durante mucho tiempo y que en las últimas décadas prácticamente ha dejado de utilizarse, aunque de vez en cuando se escucha decirla alguien (normalmente de edad avanzada) para hacer referencia a alguien que está pasando por una mala racha y continuas penalidades.

¿De dónde proviene la expresión ‘Pasar las de san Amaro’?

La expresión hace referencia a un personaje surgido en la Edad Media y que protagonizó una leyenda que se hizo muy popular a partir del siglo XIV, la cual se transmitía oralmente, trasladándose la historia de una generación a otra.

Dicho relato explicaba que el tal ‘san Amaro’ se convirtió en un perpetuo peregrino en busca del ‘Paraíso terrenal’, por lo que estuvo vagando a lo largo y ancho del planeta durante trescientos años, pasando numerosas vicisitudes y contratiempos a lo largo de todo aquel tiempo.

De ahí que, a raíz de aquella famosa leyenda medieval, surgiera la expresión ‘Pasar las de san Amaro’ (en ocasiones también en la forma ‘Pasarlas como san Amaro’) como clara referencia a aquel que vive continúas desgracias o un cúmulo de desafortunados acontecimientos.

 

 

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¿De dónde surge la expresión ‘Ser el rey de Roma y estar por encima de la gramática’?

Se utiliza la expresión ‘Ser el rey de Roma y estar por encima de la gramática’ como referencia a aquel individuo que, queriendo demostrar su superioridad o autoridad ante los demás, se salta las normas o leyes, como si algo le facultase para hacerlo.

¿De dónde surge la expresión ‘Ser el rey de Roma y estar por encima de la gramática’?

No se trata de una locución demasiado popular y está en desuso desde hace un tiempo (es de las que yo denomino como ‘expresiones viejunas’).

Para encontrar su procedencia debemos situarnos en el siglo XV en el que se celebró, entre el 5 de noviembre de 1414 y el 22 de abril de1418, el conocido como ‘Concilio de Constanza’, una asamblea ecuménica convocada por Segismundo de Luxemburgo, Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, quien pretendía que se pusiera fin al cisma (división) que existía desde el año 1378 en la Iglesia católica y motivo por el cual en aquel momento la institución religiosa contaba con tres papas al unísono (Juan XXIII, Gregorio XII y Benedicto XIII).

El emperador Segismundo de Luxemburgo (que había sido elegido como ‘rey de los Romanos’ en 1410), al ser uno de los impulsores de aquel concilio tuvo un papel destacado, ofreciendo un discurso en el que utilizó algunas frases en latín, cometiendo algún que otro error y siendo advertido de ello por uno de los cardenales presentes.

Fue en aquel momento en el que (según relatan algunas crónicas) el emperador Segismundo soltó su famosa sentencia (también en latín): ‘Ego sum romanus et super grammaticam’, traducido literalmente como ‘Soy romano y estoy por encima de la gramática’ y que pasó a la historia en la forma ‘Soy el rey de Roma y estoy por encima de la gramática’.

 

 

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¿De dónde surge la expresión ‘Buscar a María por Rávena’?

En mi afán de buscar y recuperar lo que se conoce como ‘expresiones viejunas’, añado a mi lista la locución ‘Buscar a María por Rávena’, la cual se utilizaba antiguamente para designar el acto de realizar una búsqueda que puede ser muy dificultosa o casi imposible de lograr (algo así como ‘buscar una aguja en un pajar’).

¿De dónde surge la expresión ‘Buscar a María por Rávena’?

Curiosamente esta expresión surge de un error de traducción, ya que esta no debería de ser ‘Buscar a María por Rávena’ sino ‘Buscar el mar en Rávena’.

Originalmente la locución surgió en latín en la forma ‘Ravennae maria quaerere’, que significaba literalmente ‘Buscar el mar en Rávena’, ya que el ‘maria’ al que hace referencia no es el nombre de mujer sino una de las muchas denominaciones que existían antiguamente para referirse al mar.

La población de Rávena se encuentra en noreste de Italia y está separada del mar Adriático varios kilómetros, aunque en la Edad Media tuvo un importante tránsito marítimo gracias al acceso fluvial a través del río Candiano (desde el siglo XVIII gracias al canal Corsini).

A pesar de no tener un acceso directo al mar, Rávena llegó a convertirse en uno de los principales puertos comerciales de su época auspiciado por la Serenísima República de Venecia. Una serie de inundaciones, a finales del siglo XVI, provocaron que se limitara aquel paso fluvial hacia el mar, surgiendo la mencionada locución ‘Ravennae maria quaerere’.

Una mala interpretación llevó a confundir el término mar con el nombre María, cambiándolo en la traducción.

Cabe destacar que en ‘El Quijote’ aparece esta expresión (pronunciada por Sancho Panza) con un pequeño cambio y de la siguiente manera: […] Y más, que así será buscar a Dulcinea por el Toboso como a Marica por Rávena, o al bachiller en Salamanca […], pero cabe destacar que la ‘Marica’ a la que hace alusión no es la forma despectiva usada para referirse a un hombre afeminado u homosexual, sino que es el diminutivo del nombre ‘María’ que se utilizaba en aquella época para llamar de ese modo y de una manera familiar a muchas mujeres.

 

 

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¿De dónde surge la expresión ‘Ser como el sastre del campillo’?

Esta es otra de aquellas expresiones que están prácticamente en desuso (catalogadas como ‘expresiones viejunas’) y que, de tanto en tanto, os traigo a este blog para explicaros su origen.

¿De dónde surge la expresión ‘Ser como el sastre del campillo’?

En esta ocasión os hablaré de ‘Ser como el sastre del campillo’, una expresión que fue bastante usada antiguamente y que se utilizaba para señalar a aquellas personas dadas a entregarse en cuerpo y alma en ayudar a los demás, hacer infinidad de favores y, además, poniendo todo de su parte (incluido el coste económico que eso le podría suponer).

Pero en realidad esta es una locución que ha ido sufriendo diversos cambios a lo largo del tiempo y que, mediante la transmisión oral, se ha ido modificando, pudiendo encontrarnos que es bastante diferente a como se pronunciaba originalmente.

Referida como ‘ser’, ‘eres’ o ‘es’ la expresión ‘como el sastre del campillo’ está extraída de otra más larga que decía: El sastre del campillo, que cosía de balde y ponía el hilo’.

Pero esta tampoco fue su forma inicial, debido a que en originalmente no hacía referencia a ‘campillo’ sino a ‘cantillo’, el cual no es una localidad, sino el modo en el que se denominaba a las encrucijadas o cruces de varios caminos, un lugar en el que varios siglos atrás solían colocarse diferentes profesionales de diversos gremios (herreros, carpinteros, mesoneros e incluso sastres) y que prestaban sus servicios a los viajeros que por allí transitaban.

Incluso, podemos encontrar versiones de la expresión en el que originalmente no se utilizaba el término ‘sastre’ sino ‘alfayate’ de igual significado pero que se utilizó en España durante la presencia musulmana. Por ejemplo, Íñigo López de Mendoza y de la Vega (marqués de Santillana) en el siglo XV incluyó en su obra ‘Refranes que dicen las viejas tras el fuego’ la expresión en la forma: El alfayate del cantillo, hacía la costura de balde y ponía el hilo’.

También podemos encontrar que Sebastián de Covarrubias, en su ‘Tesoro de la lengua castellana o española’ (1611) lo incluyó de las siguientes cuatro maneras: El alfayate de las encrucijadas cosía de balde y ponía el hilo de su casa’, ‘El alfayate del Cantillo hacía la obra de balde y ponía el hilo’, ‘El sastre de Campillo, ponía de su casa el hilo’  e incluso ‘El alfayate de la Adrada que ponía el hilo de su casa’.

Por último, en el ‘Libro de refranes y sentencias de Mosén Pedro Vallés’ (1549) aparece del siguiente modo: El sastre de la encrucijada / que pone / el hilo de su casa’.

 

 

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¿De dónde surge la antiquísima expresión ‘Eres como el reloj de Pamplona’?

Esta es otra de aquellas expresiones que están prácticamente en desuso (catalogadas como ‘expresiones viejunas’) y que, de tanto en tanto, os traigo a este blog para explicaros su origen.

¿De dónde surge la antiquísima expresión ‘Eres como el reloj de Pamplona’?

En esta ocasión se trata de la expresión que dice ‘Eres como el reloj de pamplona’ y que era utilizada para hacer referencia a aquella persona que no cumple las promesas e incluso a quienes empiezan algo (un trabajo, una conversación…) y no lo terminan.

En realidad la frase está acortada y originalmente se decía en la forma ‘Eres como el reloj de Pamplona, que apunta pero no da’ (también dirigido a una tercera persona –‘Es como el reloj de…’– e incluso sin alusión personal –‘Como el reloj de…’).

Esta locución se originó como clara referencia al reloj de sol que se instaló en la fachada de la torre sur de la Catedral de Pamplona (a la derecha de la imagen) a inicios del siglo XVI, pero las campanas (que debían de ser tocadas manualmente) no fueron instaladas hasta el último cuarto de aquel mismo siglo, por lo que aunque el reloj apuntaba la hora no la daba (o sea, no tocaba la campana).

En aquel tiempo era imprescindible ese toque de campana para ir recordando a los feligreses las ‘horas canónicas’, las cuales consistían en la división de la jornada en varias partes y que servía para señalar, sobre todo, las horas o momentos destinados a los rezos religiosos.

El hecho de que se instalara el reloj de sol, pero no hubiese sido terminada la instalación de las campanas hasta muchas décadas después, es lo que hizo que sugieran este tipo de expresiones para hacer referencia a aquello que está o queda inacabado.

 

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Fuente de la imagen: Wikimedia commons
Fuentes y más info: catedraldepamplona.comcampanersrelojesdesol.info

¿De dónde proviene la expresión ‘Temblar como un azogado’?

Esta es otra de aquellas expresiones que están prácticamente en desuso (catalogadas como ‘expresiones viejunas’) y que, de tanto en tanto, os traigo a este blog para explicaros su origen.

¿De dónde proviene la expresión ‘Temblar como un azogado’?

‘Temblar como un azogado’ se ha utilizado durante muchísimo tiempo para indicar que una persona está excesivamente nerviosa (a causa de algún motivo como frio, miedo, tensión…) y a causa de ese estado se le ve temblorosa y convulsionada.

Se trata de una locución antiquísima que ya aparece en el capítulo XIX de la primera parte de ‘El Quijote’ (1605):

[…]A cuya vista Sancho comenzó a temblar como un azogado, y los cabellos de la cabeza se le erizaron a don Quijote, el cual, animándose un poco, dijo:

—Esta, sin duda, Sancho, debe de ser grandísima y peligrosísima aventura, donde será necesario que yo muestre todo mi valor y esfuerzo.[…]

El término ‘azogado’ hacía referencia a las personas que trabajaban con mercurio (también llamado ‘azogue’ por su etimología del árabe hispánico ‘azzáwq’) y que solían enfermar a causa de estar en contacto con este metal. Dicha dolencia, entre los muchos síntomas que presentaba, estaba la sobreexcitación, temblores, convulsiones, espasmos o alteraciones del sistema nervioso y era muy común entre los mineros e incluso sombrereros que usaban ese elemento químico para procesar el fieltro con el que realizaban los sombreros.

Esta enfermedad también fue conocida con el término ‘hidragirismo’ (un cultismo que provenía del latín ‘hydrargy̆rus’: mercurio).

 

 

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Fuente de la imagen: needpix
Fuentes de consulta: etimologias.dechile.net / rae / cvc.cervantes.es / Abecedario de dichos y frases hechas de Guillermo Suazo Pascual

¿De dónde proviene la antigua expresión ‘¡Anda y que te cure Lola!’?

A través de la página en Facebook de este blog, recibo un mensaje de Lola Sanmartín en el que me pregunta sobre el origen de una antigua expresión que a menudo le repetía su madre ‘¡Anda y que te cure Lola!’ (la cual llamaba su atención por nombrar a alguien que se llamaba como ella).

¿De dónde proviene la antigua expresión ‘¡Anda y que te cure Lola!’?

Esta expresión está prácticamente en desuso (es de las que yo suelo catalogar como ‘expresiones viejunas’ y de las que ya os he hablado en varias ocasiones).

Algunas son las fuentes que indican que dicha locución procede de una canción argentina (milonga) que llevaba por título ‘Anda que te cure Lola’ y que se hizo muy popular a mediados del siglo XX. Fue compuesta en 1947 por Luis Rafael Caruso ‘Carusito’, un célebre compositor y director de orquesta.

Pero en realidad esta canción no fue la que originó la expresión, sino que fue utilizada para titularla de ese modo debido a la popularidad que por aquella época tenía la locución, debido a que existe constancia de que un siglo antes ya era común decirla.

La expresión era dicha para contestar a alguien que se lamentaba continuamente o se comportaba de forma quejicosa (por encontrarse mal de salud, estar bajo de ánimos o sufrir de desamores) y andaba reclamando atención y cuidados.

Cuando se le decía ‘¡Anda y que te cure Lola!’ o en la forma ‘¡Anda a que te cure Lola!’ se estaban refiriendo a que fuera a encomendarse a la Virgen de los Dolores (Lola es una de las diferentes formas que hay para referirse a alguien que se llame Dolores).

Esta virgen es de las más veneradas por aquellas personas solicitas de consuelo y auxilio para los contratiempos y enfermedades.

 

 

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Fuente de la imagen: Wikimedia commons

¿De dónde surge la expresión ‘Armarse un toletole’?

‘Armarse un toletole’ significa tumulto, confusión o griterío popular y se trata de una expresión que tiende a estar en desuso, siendo etiquetada como ‘viejuna’ (al tratarse de una locución muy antigua y que tan solo pronuncian las personas de más edad. En este blog he explicado el origen de unas cuantas y al pie de este post encontrarás los enlaces).

¿De dónde surge la expresión 'Armarse un toletole'?

Puede encontrarse escrita en la forma ‘toletole’ o ‘tole-tole’ y el diccionario de la Rae la incorpora como ‘tole’, dándole como acepción: ‘Confusión y griterío popular’ y ‘ Rumor de desaprobación, que va cundiendo entre las gentes, contra alguien o algo’.

Su primera aparición en el diccionario de la Academia fue en 1843 en la forma ‘tole, tole’, con el siguiente significado: ‘Voces tomadas del latín, que en nuestro castellano se usan para significar confusión y griterio popular. Clamor popularis’. En la edición del diccionario publicado en 1869 aparece la entrada con una sola ‘tole’ y se le añade a la acepción lo siguiente: ‘rumor de desaprobación que va cundiendo entre las gentes, contra alguna persona o cosa’.

El origen etimológico de ‘tole’ lo encontramos en el latín ‘tolle’ cuyo significado es ‘quita’, ‘fuera’, ‘aparta’.

Y es que la expresión surge de un pasaje de la Biblia (concretamente en Juan 19:15), donde se explica el momento en el que Poncio Pilatos presentó frente a los judíos a Jesús y estos contestaron ‘¡Fuera, fuera, crucifícale!, que en la forma latina era: ‘Tolle, tolle, crucifige eum’.

Fue a partir de la lectura que se hacía de este pasaje bíblico en las misas dominicales (cuando éstas eran realizadas en latín) lo que originó que, con el tiempo, los feligreses asociaran la declamación ‘tole, tole’ (tolle, tolle) que hacía el sacerdote como un sinónimo de griterío, confusión, alboroto, bulla o jaleo, de ahí que surgiese la expresión ‘Armarse un toletole’ para indicar el griterío popular.

 

 

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¿De dónde proviene la expresión ‘Cuatro putas y un tambor’?

A través de Twitter recibo una consulta de @DvitoreS_ en la que me pregunta de dónde viene la expresión ‘cuatro putas y un tambor’.

¿De dónde proviene la expresión ‘Cuatro putas y un tambor’?

Esta es una de esas expresiones que están prácticamente en desuso (y a las que yo suelo referirme a ellas como ‘expresiones viejunas’) y como tal su origen es algo incierto y se pierde en el tiempo.

Durante bastante tiempo (y aquellos que aún la usan) se decía con la intención de señalar que en lugar había pocas personas (viene a ser como decir que ‘hay cuatro gatos’ e incluso la tan utilizada ‘no ha venido ni el Tato’).

Pero hay que destacar que mucho antes de que se utilizara con esa intención, la expresión ‘cuatro putas y un tambor’ se decía para hacer referencia al ruido y alboroto producido en algún lugar. Esto se sabe porque la locución está extraída de otra más larga que decía:

‘Cuatro putas y un tambor, arman un ruido atroz; pero menos, sin disputa, el tambor que las cuatro putas’

La búsqueda por encontrar el origen de la expresión original me llevó hasta el libro ‘Un viejo maestro de lengua: el refranero’ publicado en 2017 por Juan-Pablo García-Borrón Martínez. Tras contactar con el profesor García-Borrón en la Universidad de Barcelona, éste me indicó que lo había recogido del ‘Refranero General Ideológico’ de Luis Martínez Kleiser, publicado en 1953 y tras hacerme con un ejemplar (de gran tamaño y cerca de 800 páginas conteniendo 65.083 refranes) encontré que la única referencia que se hacía en ese voluminoso libro a la mencionada expresión era ‘Más de 21000 refranes castellanos no contenidos en la copiosa colección del maestro Gonzalo Correas allegolos de la tradición oral y de sus lecturas’ que el célebre paremiólogo sevillano Francisco Rodríguez Marín publicó en 1926, no hallando referencias que me llevaran más atrás ni a una explicación sobre el hecho que pudo haber originado el mencionado refrán.

 

 

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Diez expresiones viejunas que posiblemente nunca has escuchado (y que antiguamente fueron muy famosas)

Un gran número de expresiones y términos que utilizamos coloquialmente hoy en día son heredadas del lenguaje y forma de hablar de nuestros antepasados. De hecho, muchas de ellas se han ido transmitiendo por vía oral de una generación a otra hasta llegar a nosotros, teniendo centenares de años de antigüedad.

Diez expresiones viejunas que posiblemente nunca has escuchado (y que antiguamente fueron muy famosas)

Sin embargo otras se han quedado por el camino y aunque antiguamente estuvieron en boca de muchísimas personas las nuevas generaciones no las han adoptado y jamás las han escuchado decir. Sobre una decena de estas últimas va mi post de hoy…

Expresión cuyo origen se le atribuye a la Reina Católica, Isabel de Castilla, y que era utilizada para señalar alguna intención o amenaza oculta. O sea, cuando alguien hacía o decía una cosa malintencionadamente disfrazándola de otra.

Se utilizaba para señalar a un individuo a quien le había salido alguna cosa mal (a causa de una acción equivocada o simple mala suerte) y acababa renunciando a conseguir el propósito, abandonándolo y/o dejando perder lo que ya había conseguido.

Significaba literalmente ‘acampar un ejército’ y se refería al lugar exacto en donde se levantaban las tiendas de campaña militar en la que se guarecían los altos mandos (como los generales e incluso el propio rey). Se usaba para indicar el punto en el que alguien iba a instalarse a vivir provisionalmente durante un tiempo.

Expresión que durante largo tiempo fue utilizada para referirse a aquella persona que se las daba de ilustrada y sabia y que por el contrario no dejaba de ser un ignorante presuntuoso.

Se utilizó durante muchísimo tiempo para señalar la entereza, soberbia y actitud orgullosa que sigue manteniendo aquel que está atravesando por un momento difícil y adverso.

Se conocía como ‘refitolear’ al hecho de andar curioseando e inmiscuyéndose en los asuntos de los demás. Refitorero era como se le conocía al fraile que estaba al cuidado del refectorio, nombre que se le daba a la sala en la que los religiosos se reunían para comer en los monasterios. Ese fraile solía curiosear en las conversaciones de los allí presentes.

El significado de esta expresión es el de intentar desviar la atención sobre un asunto del que no conviene hablar y que se hable de otros mucho más superfluos y livianos. Se originó a raíz de una anécdota acontecida en la Antigua Grecia protagonizada por el militar ateniense Alcibíades Clinias Escambónidas  (siglo V a.C.) quien cortó el rabo a su mascota con el fin de que se hablase de este incidente y no de la corrupción de su gobierno.

Antiguamente fue ampliamente utilizada para referirse a aquel que debía pasar la noche en el cuartelillo (o una temporada en la cárcel) tras haber sido detenido. Hacía referencia a la estatua que representaba al Arcángel Miguel que coronaba el edificio que albergaba la cárcel de la Corte junto a la Plaza Mayor de Madrid durante el reinado de Felipe IV.

Se utilizaba para referirse a una persona que aparentemente no era demasiado lista o no destacaba por su inteligencia y que, inesperadamente, daba un consejo con la solución que resolvía algún problema. Proviene de una parábola del Antiguo Testamento, concretamente en ‘El libro de los números’ (22-24).

Significaba literalmente ‘tener que pagar algo de mala gana’. Se conocía como faltriquera al bolsillo de las prendas de vestir, pero también se usaba este término para llamar así al rudimentario bolso de tela (e incluso un simple paño) en el que se guardaba y/o envolvía el dinero.

 

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