Archivo de la categoría ‘Cotilleando a…’

Tres cuentos: un ‘serial killer’, el inventor de Kelloggs y Mata Hari

"Diferencias entre los gigantes y los guerreros" (grabado escandinavo de 1555)

«Diferencias entre los gigantes y los guerreros» (grabado escandinavo de 1555)

El subtítulo de esta entrada debería ser: cuando el cuento es una historia y la historia es el cuento.

«Que la historia hubiera copiado a la historia ya era suficientemente pasmoso; que la historia copie a la literatura es inconcebible«, escribió Borges en uno de sus cuentos. Quizá la belleza de la frase oculte su falsedad: la historia es, casi siempre, una fantasía y no un «tinglado invulnerable», como apuntó Pío Baroja con su cantábrica certeza. La historia es una suma de falsedades interpretadas para construir un recuento, término que, no por casualidad, implica una suma o sucesión de cuentos.

Aunque el grito de la historia nace con cada humano y tal vez condiciona el calado o el rumbo de sus pasos, la historia que nos cuentan, que nos dejamos contar, que pervertimos y moldeamos con buenas o discutibles intenciones, es a menudo una cadena de ficciones.

Perry Smith y Dick Hickock, los verdaderos asesinos de "A sangre fría", retratados en 1960 en la cárcel por Richard Avedon

Perry Smith y Dick Hickock, los verdaderos asesinos de ‘A sangre fría’, retratados en 1960 en la cárcel por Richard Avedon

Kipling sostenía que «si la historia fuese contada en forma de cuentos, nadie la olvidaría». Creo ciegamente en esa idea , que veo confirmada en los Episodios Nacionales de Galdós, quizá el mejor reportero de  la historia de España, los libros del gran Balzac y las páginas de estremecedora realidad-no-del-todo-real de  A sangre fría (Truman Capote, 1966), Despachos de guerra (Michael Herr, 1977), La canción del verdugo (Norman Mailer, 1980) y otros libros del género que los departamentos universitarios, con su gusto por el gregarismo terminológico, llaman no ficción y yo prefiero considerar periodismo literario, así como también en muchas novelas de ficción pura a la que nadie puede discutir la condición de históricas —paradigma contemporáneo: Vida y destino, de Vasili Grossman, donde la mucha sangre derramada en Stalingrado ahoga al lector con más fuerza que las cifras estadísticas del horror: entre tres y cuatro millones de muertos—.

Soldados del ejército ruso en la batalla de Stalingrado, 1943

Soldados del ejército ruso en la batalla de Stalingrado, 1943

Pero el cuento puede ser perverso y la historia es a menudo trastornada con excusas ideológicas (propaganda), por motivos económicos (publicidad) o porque le da la gana al narrador o a la sucesión de narradores (adulteración, falsificación). Hace dos días dimos en este blog un ejemplo palmario: la gran mentira de Henry David Thoreau, que redactó como teoría filosófico-social sobre el ascetismo y la vida simple su experiencia en una serie de picnics burgueses y bien abastecidos en una cabaña al alcance de la casa de mamá.

Para comprobar la abundancia de malos cuentos históricos y la manipulación grosera que a menudo hemos terminado creyendo como verdadera o convirtiendo en historia oficial, tomemos a un serial killer, un fabricante de cereales y una espía. Ninguna de sus historias ha sido contada según los hechos, pero todas ellas son un atractivo cuento.

El 'castillo del crimen' de H.H. Holmes en una ilustración del Chicago Tribune de 1895

El ‘Castillo del crimen’ de H.H. Holmes en una ilustración del Chicago Tribune de 1895

1. La prensa inventó a finales del siglo XIX al primer serial killer de los EE UU, H.H. Holmes. En la fabulación del personaje —un tipo claramente perverso pero no del calibre que sugieren las hemerotecas— trabajaron dos pájaros de cuidado: los millonarios editores y enemigos  Joseph Pulitzer, que dejó en su testamento los fondos para un premio dedicado al periodismo de investigación que nunca ejerció en vida, y Randolph Hearst, inventor de la prensa amarilla e inspiración del déspota ególatra Ciudadano Kane del cine.

Para vender más diarios como objetivo único, los dos se la jugaron a la misma carta: intentar convencer a la opinión pública de que Holmes era «el mayor asesino de la era moderna» y «el más perverso de los criminales de la historia»  —los entrecomillados son titulares textuales de sendos periódicos de Pulitzer y  Hearst, respectivamente. Que las pruebas y las investigaciones policiales señalaran en otra dirección no provocó en los editores más que un deseo creciente de seguir redactando una trama sangrienta, loca, paradójica y excesiva. Una gozada literaria pulp entregada al público como si fuese real.

Fotos policiales de H.H. Holmes

Fotos policiales de H.H. Holmes

Holmes era un personaje perfecto: guapo, ojos azules, bien educado, con don de palabra y gentes. Sus apetitos también cuadraban (estafador de viudas, vividor, galante, frecuentador de burdeles…) y el escenario tampoco necesitaba retoques: Chicago durante la Feria Mundial de 1893, visitada por 26 millones de personas extasiadas ante la magia de la novedosa luz eléctrica y otras fantásticas promesas de la inventiva y el progreso humanos —la poderosa poética del recinto ferial sirvió de modelo para la Ciudad Esmeralda del reino mítico de Oz e inspiraría con una nueva idea, los parques temáticos, a un trabajador de la feria llamado Elias Disney, futuro padre de todos sabemos quién—.

La policía logró probar cuatro de los crímenes de Holmes, pero los diarios atribuyeron al Archiasesino, como le llamaban, hasta doscientos. Hearst, que tenía 32 años y una ambición sin freno para derrotar al imperio de Pulitzer, contrató detectives privados, aprobó pagos a cambio de testimonios falsos y montó teorías perfectamente documentadas como la del Castillo del crimen, una pensión realmente regentada por Holmes durante la Feria Mundial y en la que no se encontraron ni siquiera pruebas circunstanciales delictivas, aunque, según los libelos de Hearst, la casa era un laberinto malévolo, con trampas, pasillos escamoteados, lóbregas cámaras de tortura y artilugios capaces de hacer desaparecer cadáveres.

Holmes asesinando a un niño en una ilustración de un diario de la época

Holmes asesinando a un niño en una ilustración de un diario de la época

Cuando Holmes fue ahorcado, en mayo de 1896, el circo mediático había exprimido al personaje y sus múltiples sombras. Dos días antes de la ejecución, el New York Journal de Hearst publicó una «confesión detallada» firmada por el asesino a cambio de 7.500 dólares: incluía desde abortos a tráfico de cadáveres y, desde luego, crímenes sanguinarios de mujeres, niños y ancianas a lo largo de todo el territorio de los EE UU. El documento era falso y fue redactado por un plumilla a las órdenes del magnate.

La historia real sale perdiendo de calle y la novela sobre Holmes del fabricante de best sellers Erik Larson The Devil in the White City —que será protagonizada en la anunciada versión cinematográfica por Leonardo DiCaprio— se basa en el cuento fabricado por los editores sin vergüenza.

John Harvey Kellogg

John Harvey Kellogg

2. La «defecación sin represión» del señor Kellogg. El caso de John Harvey Kellogg (1852-1943) es el de un hombre perturbado y fundametalista que ha pervivido como patriarca de una marca, los cereales Kellogg, asociados a los valores positivos de la nutrición sana.

El fundador de la empresa, médico, vegetariano y devoto seguidor de los dogmas de fe adventista del Séptimo Día, tenía una opinión muy concreta sobre el origen de todos los trastornos físicos (el funcionamiento de los intestinos) y el método para curarlos: cagar bien y cuanto hiciese falta.

«Defecación sin represión», uno de sus lemas, no era el más radical. También predicaba el ayuno sexual («el sexo es la cloaca del cuerpo humano»), llevar una dieta vegetariana estricta («el consumidor de carne se ahoga en un mar de sangre»), abstinencia tabáquica («el hígado es el único obstáculo entre el fumador y la muerte») y evitar las novelas románticas, los colchones de plumas —no me pregunten por qué— y la masturbación («el asesino silencioso de la noche»).

Will Keith Kellog en un anuncio de sus cereales

Will Keith Kellogg en un anuncio de sus cereales

En una campaña de ansia evangelizadora sobre las virtudes de la defecación, el doctor Kellogg se dedicaba a administrar enemas con carácter universal en la clínica Battle Creek Sanitarium, que pagaban las arcas de la iglesia adventista.

Tenía el último grito en maquinarias para lavativas, entre ellos un ingenio alemán que podía inyectar 57 litros de agua en los intestinos de una persona en segundos. Tras el enema, el agotado paciente debía beber un cuarto de litro de yogur y recibir otro tanto por el recto en un segundo enema. Kellogg aseguraba que el tratamiento daba lugar a un intestino “relimpio” y en caso de fallo echaba la culpa a la «masturbación secreta» del paciente.

No está claro si el invento de los Corn Flakes debe atribuirse a John Harvey o a su hermano Will Keith, más diestro con el tratamiento, fabricación y comercialización de alimentos (John Harvey quería llamar a los cereales Sanitas). De lo que no cabe duda es de la ocultación histórica de la obsesiva ideología de los adventistas Kellogg y su coprofilia. Del mensaje sobre la importancia de la puntualidad intestinal sólo quedan esas referencias indirectas y rayanas con la danza contemporánea —la mano que se mueve gentilmente a unos centímetros del vientre— de las muchachas Kellogg que dicen desear estar en forma desde una situación cercana a la delgadez.

¿La empresa de cereales? Como un reloj. El año pasado facturó en ventas más de 1.000 millones de euros.

Mata Hari

Mata Hari

3. La tinta invisible era espermicida. «Mi madre, gloriosa bayadera del templo de Kanda Swany, murió a los catorce años, el día de mi nacimiento. Los sacerdotes me adoptaron y me pusieron Mata Hari, que quiere decir pupila de la aurora«, señalaba en sus declaraciones a los periodistas y el público. Añadía que de la diosa Siva había aprenido los ritos secretos de la danza. Desde luego, mentía.

Mata Hari (1976-1917) era una convulsa fábrica de libelos. Abría la boca para engañar y la madeja de embustes terminó por colocarla ante un pelotón de fusilamiento, convertida, sin prueba alguna, en la espía más famosa de la historia. Tenía 41 años pero parecía veinte más vieja.

Mata Hari

Mata Hari

Había nacido en Holanda, se llamaba Margaretha Geertruida Zelle y se había casado a los 19 con un militar al que conoció a través de los anuncios de contactos de un diario («oficial del Ejército necesita compañía»). Se marchó con él a Java y, bajo el uniforme del que se había enamorado («amo a los militares, prefiero ser la amante de un oficial pobre que de un banquero rico«, declaría más tarde ante el tribunal), descubrió  a un hombre autoritario e irascible.

Regresó a París convertida en Mata-Hari, bailarina exótica de striptease, y sedujó a los franceses con la falsa personalidad de una oriental voluptuosa que perseguía «la perdición de los hombres y de los sabios».

Tras unos años de intentos vanos por labrarse un nombre como actriz —su técnica de baile era muy pobre, no pasaba de unos cuantos pases de manos y giros de pelvis—, empezó a ganarse la vida como cortesana y amante mantenida de oficiales.

Fue apresada por los ingleses bajo la acusación de espiar en favor de los alemanes en los primeros meses de alta paranoia de la I Guerra Mundial. La sometieron a un examen físico humillante —decían que podía esconder documentos en su sexo— e intentaron probar que dos pequeños frascos que llevaba consigo eran de tinta invisible para pasar mensajes al enemigo cuando en realidad se trataba de cremas espermicidas para evitar el embarazo.

Luego decidieron que el lugar donde podría guardar los secretos era en los pechos, porque alguno de sus muchos compañeros de cama declaró que no se quitaba un pequeño corsé para hacer el amor. «Tiene los pechos pequeños y se avergüenza de la palidez de sus pezones«, escribió el encargado de redactar el informe.

Última foto de Mata Hari, poco antes del fusilamiento

Última foto de Mata Hari, poco antes del fusilamiento

En un proceso militar en el que la acusada no tenía derecho a pedir la comparecencia de testigos civiles que declarasen a su favor, fue condenada a muerte pese a que ninguna acusación pudo ser probada. Sólo se comprobó que había sido tanteada por los servicios de espionaje franceses, a los que pasó, en prueba de buena voluntad, algunas informaciones durante una estancia en Madrid. Todo parece indicar que la sentencia fue un aviso a navegantes en un momento complejo en el que el devenir de la contienda era impredecible.

La fusilaron el 15 de octubre de 1917 al amanecer. Se negó a que le vendasen los ojos y atasen las manos. El cadáver, que nadie reclamó, fue entregado a la facultad de Medicina de París para que los estudiantes practicasen cirugía.

Cuarenta años después, el fiscal militar que se encargó de ejercer la acusación en el proceso contra Mata Hari dijo en una entrevista: «No encontramos evidencias de ningún tipo de que aquella mujer fuese una espía».

Ni un gramo de glamour en el mito y demasiada melancolía en la historia real.

Ánxel Grove

La iracunda y genial ‘fea’ Bette Davis

Bette Davis en 'Los ricos están con nosotros' (1932)

Bette Davis en ‘Los ricos están con nosotros’ (1932)

«Era bella, pero no una belleza. Hay una diferencia. Hoy  pienso que era guapa. Entonces, no, y siempre me quise parecer a otra persona». Su rostro era particular y no encajaba en los cánones de belleza de la industria del cine. Hasta sus últimos años de vida Bette Davis (1908-1989) no supo reconocer su belleza.  Incluso con setenta años confesaba que odiaba cuando mencionaban una y otra vez sus «ojos saltones» como característica principal de su rostro.

Provocaba sensaciones intensas en todo el que la conocía. Muchos la pintan como una mujer insoportable, cruel, cínica. Sus ataques de ira comenzaron cuando tenía dos años como respuesta a la tensión que había entre sus padres y nunca supo abandonar el comportamiento obsesivo y los arranques de genio de los que hablan todos los que la rodearon.

Bette Davis en una foto de promoción

Bette Davis en una foto de promoción

Los testimonios más extremos son seguramente los de su hija, B.D. (Barbara Davis) Hyman, que escribió en los años ochenta el libro My Mother’s Keeper (El guarda de mi madre), una biografía en la que destacaba los problemas con el alcohol, las amenazas de suicidio frente a la niña cuando ésta tenía ocho años… La resentida hija dibuja a la estrella de Hollywood como una neurótica, manipuladora y malvada que canalizaba la rabia abusando de los que estaban más cerca de ella: «Podía haberlo escrito y enviado a mi madre sin publicarlo. No lo hubiera leído. No va a escuchar nada que no quiera (…), así que me decidí por el único camino que sentí que podía llegar a ella: la opinión pública. Lo que puede ver el mundo es lo más importante para mi madre y esta es, en esencia, una carta pública para ella».

Davis se casó cuatro veces, enviudó de su segundo marido y se divorció de los otros tres. «No fueron lo suficientemente hombres para ser el señor Bette Davis», dijo en una entrevista.

Los papeles de mujer peligrosa, malvada y sin escrúpulos la convirtieron en una de las actrices más apreciadas de Hollywood.

En el Cotilleando a… de esta semana repasamos cinco películas de la carrera de Bette Davis, la actriz que hizo de sí misma un personaje temible y a la vez atractivo, que supo ser fiera y también reirse de sí misma en medio de la creciente perfección hollywoodiense.

"Mala hermana", 1931

«Mala hermana», 1931

1. Mala Hermana (The Bad Sister) (Hobart Henley, 1931). Con poco más de 20 años, tras una incipiente carrera en los teatros de Broadway, un cazatalentos de los Estudios Universal propuso a Davies a acudir a una prueba en Hollywood. Su debut fue en la película Mala Hermana, interpretando a Laura, la hermana dócil y sensible de Marianne Madison (la protagonista) una joven guapa y malcriada que se enamora de un estafador.

El insulso personaje era todo lo contrario a la mujer con carácter de sus papeles más famosos: la presencia en la pantalla era desvaída y poco satisfactoria, The New York Times la calificó de «lúgubre» y The Boston Post de ser «consciente de la cámara» en todo momento. Bette, de 23 años, acudió al preestreno con su madre en un cine de San Bernardino (California). Transcurrida menos de media película, huyó de la sala llorando.

El film de Universal fue el primero de los seis fracasos de Bette, a la que se referían en los estudios como asexual, de aspecto raro, de algún modo fea. En una entrevista de 1938, Bette recordó que hasta el jefe de maquillaje la criticó hasta destrozar su autoestima: «Tus pestañas son demasiado cortas, el color del pelo es indescriptible y la boca es demasiado pequeña. La cara es la de una pequeña holandesa gorda y el cuello es demasiado largo». El sello terminó por no renovarle el contrato.

"Cautivo del deseo", 1934

«Cautivo del deseo», 1934

2. Cautivo del deseo (Of Human Bondage) (John Cromwell, 1934) le dio la oportunidad de escapar de los roles femeninos convencionales. Davis vio en el personaje de la camarera Mildred Rogers una oportunidad para dar rienda suelta a las emociones violentas de su carácter. Casada entonces con su primer marido, Harmon Nelson, ella era la que ganaba el dinero mientras él intentaba en vano tener éxito como músico. La situación era cada vez más tensa y la actriz lo ridiculizaba en público y lo acusaba de ser tacaño, aburrido, vanidoso y egoista.

Para hacerse con el rol de camarera cruel en Cautivo del deseo, de la productora RKO, Davis puso todas sus energías en convencer a los estudios Warner para poder hacer la película. En el proceso descubrió que estaba embarazada y decidió abortar para no echar a perder sus planes: ya había actuado en 22 títulos y tenía la certeza de que el papel de Mildred Rogers era su última oportunidad de ser la actriz que deseaba.

El personaje le dio confianza en sí misma. La cruda y despiadada mujer que maltrataba verbalmente al inocente Philip Carey (que arruina su vida en el intento de ser amado) representaba el lado más oscuro y fascinante de las capacidades interpretativas (y de la cara menos amable) de Bette Davis.

"Jezabel", 1938

«Jezabel», 1938

3. Jezabel (Jezebel) (William Wyler, 1938). Davis y el director Wyler conectaron a pesar de lo que se podía esperar. Los dos tenían arranques de mal genio y eran de un perfeccionismo enfermizo y eso fue precisamente lo que equilibró la relación, que pronto se convirtió en sentimental.

Ambientada en los años anteriores a la Guerra Civil estadounidense,  Jezabel cuenta la historia de una caprichosa belleza sureña de Nueva Orleans (Bette Davis) comprometida con un banquero (Henry Fonda). Ante la negativa de él a acompañarla a comprar un vestido para uno de los bailes más importantes del año, ella se venga adquiriendo un vestido de noche rojo y rompe la estricta norma de vestir de blanco en la fiesta. Tras el escándalo, él pone fin al compromiso y ella se niega a pedir perdón, pensando que su prometido volverá desesperado a sus brazos. Davis ganó con el papel el segundo Oscar de su carrera a la mejor actriz protagonista. El primero había sido con Peligrosa (Dangerous) (Alfred E. Green, 1935).

Foto de promoción de "Jezabel"

Foto de promoción de «Jezabel»

Volvía a interpretar a la mujer soberbia y antipática en un rodaje plagado de retrasos. Su relación con Wyler durante el rodaje, cuando ella todavía estaba casada, la alteraba y le producía reacciones psicosomáticas: le salió un enorme grano que paró el rodaje durante semana y media, sufrió una contractura en la pierna… Cuando Jezabel llegaba a su fin, ambos hablaban de trabajar juntos de nuevo en una versión de Cumbres borrascosas (la novela de Emily Brontë) en la que Bette haría de Cathy, pero al final el proyecto escapó de las manos de Warner y los amantes se separaron sin remedio.

Dos días después del último día del rodaje, ella descubrió que estaba embarazada del director y abortó de nuevo. Las precauciones que tomó para que su marido no se enterara de la aventura desaparecieron con el siguiente romance, esta vez con el magnate Howard Hughes, con el que se dejó ver impunemente ante Nelson hasta que pidió el divorcio alegando un trato cruel.

Con Gary Merrill en "Eva al desnudo" (1950)

Con Gary Merrill en «Eva al desnudo», 1950

4. Eva al desnudo (All about Eve) (Joseph L. Mankiewicz, 1950). La historia de cómo Eve Harrinton (Anne Baxter) intenta poco a poco usurpar el trono (y la vida) de la estrella del teatro Margot Channing (Bette Davis) recrea el mundo de envidias, traiciones y rumores del mundo del espectáculo.

El director Edmund Goulding advertía a Joseph Mankiewicz sobre la decisión de elegir a Bette Davis como protagonista de Eva al desnudo: «Esa mujer te destruirá, te convertirá en un fino polvo blanco y soplará. Eres guionista, querido. Ella llegará al escenario con un paquete gordo de papel amarillo y lápices. Escribirá y entonces ella, y no tú, dirigirá. Ya lo verás» .

Pero la actriz llegaba en son de paz. A punto de terminar su contrato con Warner (la productora con la que llevaba casi dos décadas), no tenía nada clara su renovación. Tenía 41 años y se veía desterrada del cine. El guión y el papel le fascinaron, la forma de fumar y apagar con nerviosismo los cigarrillos, la mirada comunicativa y la voluntad de afearse sin problemas si el guión lo pedía mezclaban a la persona con el personaje.

Recién divorciada de William Grant Sherry (un tipo violento y peligroso con el que tuvo una relación destructiva), todavía con un guardaespaldas que la protegía a ella y a su única hija, Bette se enamoró de Gary Merrill, el actor que interpretaba a Bill Sampson, director de teatro y pareja del personaje de Bette. Él, casado, se divorció y la pareja se convirtió en matrimonio. Adoptaron dos niños y se divorciaron diez años después, en 1960.

Con Joan Crawford en "¿Qué fue de Baby Jane?" (1962)

Abofeteando a Joan Crawford en «¿Qué fue de Baby Jane?», 1962

5. ¿Qué fue de Baby Jane? (What ever happened to Baby Jane?) (Robert Aldrich, 1962). «¡Tiene la mejor propiedad de California! Yo quise comprarla y me la quitó. Si piensa que voy a interpretar a esa estúpida perra en silla de ruedas, ya sabe lo que le espera». Esa fue la respuesta de Davis cuando la actriz Joan Crawford le entregó una copia del guión de ¿Qué fue de Baby Jane?

Al final fue Crawfrod la que interpretó a Blanche Hudson, la antigua estrella de cine que se había quedado parapléjica y al cuidado de su hermana, la perturbada Jane, que había sido una estrella infantil y una mala actriz de cine. «A veces me he esforzado por verme lo peor posible, a veces me superaba y eso dolía. Eso empeoró cuando me hice mayor. Cuando me vi por primera vez como Baby Jane, lloré«, admitía Davis años más tarde.

"¿Qué fue de Baby Jane?" (1962)

«¿Qué fue de Baby Jane?», 1962

Crawford tuvo la valentía de ofrecerle el papel a una de sus mayores enemigas. Bette Davis siempre manifestó su odio hacia ella, incluso tras la muerte de la actriz. «Puede que exista un cielo, pero si Joan Crawford está allí, no voy», dijo en varias ocasiones. Se rumoreaba que Crawford, bisexual, se había insinuado a Davis y ella la había rechazado con desprecio, pero parece ser que la raíz de la enemistad fue un hombre: Franchot Tone, un actor del que Davis se enamoró durante el rodaje de Peligrosa. Crawford era entonces una de las mujeres más deseadas de Hollywood y le costó poco cautivar a Tone, al que invitó una noche a cenar y recibió desnuda en su casa. Se casaron nada más finalizar el rodaje de Peligrosa. «Se ha acostado con todas las estrellas de MGM, menos con Lassie», decía Davis. «Pobre Bette. Da la impresión de que no fue feliz ni un solo día en toda su vida», contestaba Crawford.

Davis y Crawford en "¿Qué fue de Baby Jane?"

Davis y Crawford en «¿Qué fue de Baby Jane?»

Con ese historial de puyas y rencores, las dos estrellas se encontraron en el set de Baby Jane, en un rodaje tenso que sometía a todo el equipo. Hubo incluso agresiones físicas: en la escena en que Jane patea a su hermana en el suelo, hubo una patada más fuerte que las demás. A Crawford le tuvieron que dar tres puntos.

La película fue un éxito de taquilla y Bette Davis fue nominada al Oscar, pero Joan Crawford, no, y ante la visión de ver a su rival recoger el premio, hizo todo lo que pudo. Se puso en contacto con las otras tres actrices nominadas para poder recoger el premio en caso de que cualquiera de ellas ganara. Anne Bancroft se hizo con el premio y Joan, triunfante, recibió la estatuilla.

Helena Celdrán

¿Sería Woody Guthrie un indignado de cien años?

"Woody at 100" (Folkways, 2012)

‘Woody at 100’ (Folkways, 2012)

El sábado que viene, 14 de julio, algo drástico debería suceder en cada corazón honrado. Los centenarios no son nada más que congregaciones de días, excusas para colocarte una cinta en la pechera y creer que el deber está cumplido, pero este centenario merece tener altura pentecostal, porque el sábado se cumple un siglo del nacimiento de Woody Guthrie, cantante de la acción directa, voz de los manos sucias, cronista de los sin nada, contradictorio, preso de una agitación emocional permanente, indomesticable visualizador de la tierra reseca y el cielo espeso, hambriento de justicia, archivista para la posteridad del elenco de traidores, déspotas, fascistas y explotadores…

Una canción es lo que está mal y cómo solucionarlo o / Quién esta hambriento y dónde tiene la boca o / Quién está desempleado y dónde está el trabajo  o / Quién está arruinado y dónde está el dinero o / Quién lleva una pistola y dónde está la paz. Bajó el prisma dialéctico que adquirió por la ciencia infusa de los caminos y sin pasar por la contaminación  universitaria, Guthrie supo ver que todo conflicto se desarrolla entre dos polos: opresores y oprimidos. Se entregó a dar voz a los segundos.

Woody Guthrie

Woody Guthrie

En el convencimiento de que casi nada ha cambiado y que a los platillos de la balanza se les ha seguido añadiendo más culpa que inocencia, resumimos la estancia sobre la tierra —con minúscula, por favor, la de todos— de Woody Guthrie, «un hombre al que le daba igual tener diez dólares o diez centavos en el bolsillo», como le definió un amigo, porque las finanzas no eran lo suyo y sabía que no nos han dejado caer en mitad de la historia para practicar el ahorro según los criterios de los bancos o la caridad recomendada desde los púlpitos, sino el desapego material.

Cuando culminó su corta vida (54 años) tenía más hacienda que el más secular de los caciques: varios miles de canciones (no hay un recuento oficial, porque se tiene la certeza de que compuso muchas sin preocuparse por registrarlas como suyas) y cuatro guitarras. Sobre cada uno de los instrumentos, Woody había colocado una consigna que aún debería ser el santo y seña que permita la entrada en el baile: This Machine Kills Fascists (Esta máquina mata fascistas).

Casa natal - Foto: Walter Smalling, 1979

Casa natal – Foto: Walter Smalling, 1979

1. Como todos los puros, rústico. Woodrow Wilson Woody Guthrie nació en el centro geográfico del estado de Oklahoma (la etimología es exacta como una foto: okla humma significa gente roja en muskogi, la lengua de los pobladores primarios, los indios choctaw) el 14 de julio de 1912. En el árbol genealógico del niño, bautizado en honor al político demócrata Woodrow Wilson (pronto elegido presidente del país), hay antepasados cuyos nombres de pila también son parte de la canción: Jeremiah, Aliza, Izadore…, filiaciones de musicalidad matinal y olor a tizne. Contemplado en una street view virtual, el pueblo natal, Okemah, todavía luce almacenes y calles que nacen para perderse en las praderas. Cuando nació Woody, Okemah era un lugar joven, fundado sólo diez años antes y bautizado en honor al Jefe Okemah, un indio algonquino que creía que todo, lo orgánico y lo inorgánico, tiene vida propia y está conectado. Los blancos pagaron a los indios 50 dólares por cada acre de tierra (4.047 metros cuadrados). Cada circunstancia de la vida de Woody está esperando una guitarra.

Woody (izquierda), su hermano George y sus padres en el porche de la casa de Okemah

Woody (izquierda), su hermano George y sus padres en el porche de la casa de Okemah

2. Nora, la madre, era una mujer trágica. Padecía —aunque sin saberlo— la enfermedad de Huntington, una degeneración nerviosa hereditaria y mortal que puede conllevar actitudes dementes y que en el pasado era conocida como baile de San Vito por los movimientos incontrolados y espásticos que provoca. Nora tenía el ánimo desvencijado y en los descensos era peligrosa: incendió la casa de la familia, fue la responsable de un fuego accidental provocado por una estufa que mató a su hija Clara en 1919 y en 1927 intentó quemar a su marido, Charley, que resultó gravemente herido y tuvo que ser hospitalizado. Nora fue internada en un manicomio y murió tres años más tarde. Woody heredó el cromosoma causante de la enfermedad.

3. Charley, el padre especulador de terrenos. Charley Guthrie era un hombre industrioso y con buena mano para los negocios. Llegó a ser propietario de una treintena de lotes de terreno en la zona de Okemah y se las arreglaba para vivir de la compraventa y el chalaneo especulativo. Como es habitual entre los de su especie y porque andaba sobrado de labia, quiso meter baza en política, siempre desde el bando demócrata. Solía participar en la organización de discursos al raso —los stomp speeches que se celebraban bajo la sombra de un árbol—, a los que llevaba como compañía a Woody. El niño era todos oídos.

Los cuerpos de Laura y Lawrence Nelson cuelgan del puente, Okemah, 1911

Los cuerpos de Laura y Lawrence Nelson cuelgan del puente. Okemah, 1911

4. El linchamiento de negros. Los mítines políticos no eran los únicos encuentros en los que participaba Charley Guthrie. El terrateniente demócrata había participado en la multitud asesina que linchó, en mayo de 1911, a Laura Nelson, de 35 años, y su hijo Lawrence, de 15, granjeros negros y pobres acusados de matar a un agente del sheriff. Los cuerpos fueron colgados de un puente cerca de Okemah. Con el tiempo, el fanatismo de Charley se acentuó: no le bastaba con ser un vigilante y entró como hermano en un capítulo local de Klu Klux Klan. Woody escribió una canción sobre el linchamiento en el que había colaborado su padre: sostiene que la turbamulta también asesinó a un segundo hijo de la mujer, un bebé.

Alumnos del instituto de Okemah. Woody es el primero por la derecha de la fila de abajo, 1926-1927

Alumnos del instituto de Okemah. Woody es el primero por la derecha de la fila de abajo, 1926-1927

5. Harmónica en el bolsillo. Woody no tenía demasiado interés en la educación que le querían transmitir en las aulas. Iba a clase con la harmónica en el bolsillo, hacía novillos cada vez que podía y en clase era el payaso, siempre dispuesto a montarla con tal de provocar unas carcajadas e interrumpir a los latosos docentes. Era demasiado bajo (medía 1,65 metros de adulto) y enclenque para jugar al fútbol americano o el baloncesto, pero iba a los partidos, ayudaba con el utillaje y ligaba con las chicas. Desde pequeño hacía trabajillos a cambio de unas monedas: repartía periódicos, lustraba zapatos, limpiaba sótanos, recogía utensilios que nadie quería e intentaba venderlos… También bailaba, cantaba y tocaba la harmónica en la calle mayor de Okemah. No tenía más remedio que buscarse la vida porque su padre, cuyos negocios de terrenos habían quebrado, se había largado a Pampa, en Texas, donde el boom del petróleo prometía oportunidades. Charley se llevó con él a los dos hijos pequeños, Mary Jo y George, pero dejó en Okemah a los mayores, Woody y Roy. «Tenéis edad para vivir por vosotros mismos», les dijo.

Tormenta de polvo en Pampa (Texas), 1930

Tormenta de polvo en Pampa (Texas), 1930

6. Gorki y la Biblia en la pampa. «Tres grandes catástrofes azotaron las llanuras del norte de Texas en 1929: las tormentas de arena, la Depresión y yo», escribiría Woody en la autobiografía de 1934 Bound for Glory [hay traducción española: Rumbo a la gloria, Global Rhythm Press, 25 euros]. Su padre le mandó llamar para que se trasladase a Pampa, un pueblo bautizado no por casualidad en honor a la región homónima argentina: 360 grados de horizonte sin un sólo alivio para los ojos, y Woody —que tenía 17 años— se puso a hacer todo lo que le encargaban: servía leche merengada en una fuente de soda, se encargaba del mantenimiento de un caserón-patera para braceros, aceptaba trabajos como pintor de brocha gorda, limpiaba coches, traficaba con alcohol casero… Vivía en la zona pobre de la ciudad, Little Juárez, donde abundaban los sin futuro que vagaban en busca de un bocado. Su humor se escindía entre la actividad frenética de los días buenos y la soledad huraña de los malos. Cuando la sombra le embargaba iba a la biblioteca pública a leer —sus libros favoritos eran La Madre [PDF], de Gorki, y la Biblia— o se quedaba en su cuchitril, fumando un cigarrillo de liar tras otro —siempre de la marca Bull Durham— y dibujando caricaturas o acuarelas. También hizo cursos por correspondencia sobre conocimientos básicos de leyes, medicina, religión y literatura. Lo quería saber todo pero tenía prisa y, como si supiera que los bocados han de ser rápidos cuando tienes poco tiempo por delante, no quería ahondar en ningún discutible conocimiento que estuviese encerrado en un papel.

The Pampa Jr. Chamber of Commerce Band (Guthrie, primero por la izquierda), 1936

The Pampa Jr. Chamber of Commerce Band (Guthrie, primero por la izquierda), 1936

7. Escucha e imitación. Durante sus años texanos Woody aprendió a tocar la guitarra. Le enseñó Jeff Guthrie, medio hermano de su padre y gran intérprete de violín, que no daba crédito al talento natural del chico y lo rápido que aprendía, deseando imitar el finger picking de Maybelle Carter, de la Carter Family. Con Jeff y con otros grupos locales, Woody tocó en fiestas granjeras, celebraciones públicas y bodas. Nunca aprendió solfeo ni técnicas de notación: tocó por imitación hasta que desarrolló su propio estilo.

8. «Pensábamos en cómo respirar». El 28 de octubre de 1933 Woody Guthrie se casó con Mary Jennings, de 17 años, una chica de campo tímida y seducida por el don de la palabra y la invención que atesoraba aquel músico sin futuro. La primera hija, Gwendolyn, nació en 1935. Luego llegarían Sue (1937) y Bill (1939) [los dos primeros heredaron la enfermedad de Huntington y murieron prematuramente, a los 41 años; Bill falleció en un accidente automovilístico a los 23]. Eran malos tiempos para sostener a una familia: la Gran Depresión que se inició con el crack de la bolsa de 1929 y la quiebra posterior del sistema bancario configuró un paisaje de pobreza, hambre y desempleo (25%) desconocido en los EE UU. Para empeorar las cosas, la Great Dust Bowl (gran tormenta de polvo) arruinó 400.000 kilómetros cuadrados de tierras de cultivo entre 1931 y 1937 en el sur del país. «No pensábamos en qué comer, pensábamos en cómo respirar», escribió Guthrie.

Primeras "canciones y baladas" de Alonzo M. Zilch, 1935

Primeras «canciones y baladas» de Alonzo M. Zilch, 1935

9. «Lector sicológico». Woody se dejó llevar por la aflicción y se entregó a la bebida. Paseaba por las calles descalzo, con la ropa rota y sucia, hasta que amanecía, regresaba a casa y se echaba a dormir la mona. Lo sacó del arroyo su madrastra, Betty Jean McPherson, con la que se había casado Charley Guthrie en 1931. La mujer, una convencida espiritualista y teosofista, hizo leer a Woody algunos panfletos de Robert Collier, precursor de la autoayuda mediante el pensamiento postivo y el desarrollo de la voluntad. Woody se tomó el asunto tan en serio que durante unos meses, aprovechando su desenvoltura y labias naturales, montó una consulta en su casa a la que llamaba The Guthrie Institute for Psychical Research. Atendía él mismo a los pacientes bajo el heterónimo de Alonzo M. Zilch, «psychological reader» (lector sicológico). Bajo esa misma identidad registró sus primeras canciones. Durante esta época leía con fruición El profeta, el libro del místico libanés Jalil Gibran.

Refugiados de la Dust Bowl en San Fernando, California. Foto: Dorothea Lange, 1935

Refugiados de la Dust Bowl en San Fernando, California. Foto: Dorothea Lange, 1935

10. Canciones por un plato de sopa. En 1937, como otros cientos de miles de desesperados y arruinados sin nada por perder, Woody decidió poner rumbo al oeste. No llevaba ni un dólar en el bolsillo. Durante el camino hacia California, su destino, montó como polizón en trenes, hizo jornadas a pie, trabajó lavando platos y fregando suelos, cambió un plato de sopa por unas cuantas canciones, conoció a mucha gente y anotó sus historias. En California se encontró con el racismo anti okie —por originario de Oklahoma, como se llamaba despectivamente a todos los desplazados por la pobreza— y tuvo que trabajar como obrero, pero un golpe de suerte le llevó a entrar en la emisora populista de Los Ángeles KFVD, donde conducía el show musical Woody and Lefty Lou con la cantante Maxine Crissman. A los pocos meses de llegar trajo a Mary y los niños. Hasta 1940 trabajó como locutor-cantante y se convirtió en el portavoz de los okies y otros outsiders en el sur de California. Estrenó en antena muchas de las canciones que había compuesto en el camino, desoladoras crónicas de carencia y pobreza que luego se reunieron en su primer álbum, Dust Bowl Ballads (1940) [Dust Bowl Blues, Tom Joad, Dust Bowl Refugee, Dust Can’t Kill Me, Blowin’ Down This Road, Dust Pneumonia Blues…]

Woody y Lefty Lou ante los estudios de XELO, en Tijuana, 1938

Woody y Lefty Lou ante los estudios de XELO, en Tijuana, 1938

11. Copyleft en los años treinta. Durante los shows en la radio —que continuó transmitiendo desde la border blaster ubicada en Tijuana (Méxixo) XELO, cuya señal llegaba hasta Canadá—, Woody repartía entre los asistentes copias de las letras de las canciones y los acordes. Las octavillas culminaban con esta declaración precursora del procomún que algunos creen un producto derivado de la cultura geek del siglo XXI: «Esta canción está registrada en los EE UU bajo copyright por un periodo de 28 años y cualquiera que la cante sin nuestro permiso será considerado un buen amigo, porque nos importa un comino. Publícala. Escríbela. Cántala. Muévela. Nosotros la escribimos, eso es todo lo que queríamos hacer».

La sección 'Woody Sez' del semanario comunista "The Daily Worker"

La sección ‘Woody Sez’ del semanario comunista «The Daily Worker»

12. «Soy un rojo». En California hizo buenas migas con un par de militantes del Partido Comunista de los EE UU, el periodista Ed Robin y el actor Will Geer, actuó en actos del grupo político y firmó entre 1939 y 1940 la columna de opinión Woody Sez (Woody dice) en el semanario oficial de los comunistas, The Daily Worker. Opinaba sobre la actualidad pero escribía con faltas de ortografía que imitaban el acento hillbilly e incluía un dibujo o cómic. También redactó para una revista socialista una serie de reportajes de denuncia sobre las indignas condiciones de vida en los hoovervilles —por el presidente Herbert Hoover—, los campamentos donde los okies eran obligados a instalarse cuando llegaban a California. Aunque Guthrie fue espiado por el FBI durante la caza de brujas como presunto militante comunista, el cantautor nunca llegó a formalizar su afiliación al partido, aunque tampoco desdijo que era un fiel compañero de viaje. «No soy un comunista, pero sí un rojo», contestó cuando le preguntaron.

Woody y su primera esposa, Mary, con los tres hijos de la pareja (Gwen, Sue y Bill) frente a su casa en Los Ángeles, 1941

Woody y su primera esposa, Mary, con los tres hijos de la pareja (Gwen, Sue y Bill) frente a su casa en Los Ángeles, 1941

13. Un «pequeño bastardo» en Nueva York. Por invitación de Geer, Woody viajó a Nueva York en 1940. Los círculos de folkloristas le recibieron como «el vaquero de Oklahoma» —pese a que tenía miedo a los caballos y no se atrevía a montarlos— y los izquierdistas le convierten en un héroe pese a que no existían grabaciones de sus temas, que eran transmitidos de un intérprete a otro y que nadie en Nueva York conocía. En la gran ciudad, donde Woody vivió con pocas interrupciones desde entonces, cantó allá donde fue invitado. En el primer concierto, organizado para recaudar fondos para los refugiados de la República Española recién derrotada por el fascismo franquista, interpretó Jarama Valley (Pese a que hayamos perdido la Batalla del Jarama / Volveremos para liberar este valle). En otra actuación, en defensa de John Steinbeck, a quien la derecha estadounidense acusaba de «socialista» y «antipatriota» por la novela Las uvas de la ira (1939) —basada en los okies escapados de las dust bowls—, Woody salió a escena rascándose el pelo enmarañado con la púa de la guitarra y sosteniendo el instrumento sobre el hombro, como si fuera un rifle: «¡Dios! El metro para llegar aquí estaba tan abarrotado que ni siquiera podías caerte. Tuve que cambiar dos veces de tren y en ambas salí de los vagones con zapatos diferentes». Tras escucharle cantar las baladas sobre las nubes de polvo y la tragedia de los desplazados, Steinbeck expresó su pasmo: «Tuve que escribir una novela para explicarlo y este pequeño bastardo lo cuenta mejor en unos cuantos versos».

Woody Guthrie en Nueva York

Woody Guthrie en Nueva York

14. Archivando a Woody. En el concierto, con la adrenalina igualmente disparada por la expresiva sinceridad de Woody, la penetrante humildad narrativa de sus letras, la pureza formal redentora de las viejas canciones tradicionales y el componente existencial de las peripecias de tragedia y dominación que en todas latía, estaban Pete Seeger, el veleidoso padrino del folk entendido como material para tesinas universitarias —ejemplo de su visión: hasta 1993, cuando publicó una autobiografía, no repudió en público su apoyo fanático al régimen genocida de Stalin—, y el musicólogo Alan Lomax, que no dejó escapar aquella joya y al cabo de unos días ya había metido en un estudio de grabación al «vaquero de Oklahoma». Aunque sólo se publicaron en disco unas cuantas —el resto se archivaron en la Biblioteca del Congreso y no fueron editadas hasta 1964, cuando el folk era un buen producto comercial y Woody estaba internado en un manicomio—, el cantautor no se amilanó y entró en una fase de creatividad creciente: compuso un disco temático, Ballads of Sacco and Vanzetti, una crónica casi periodística basada en las actas del proceso judicial amañado que terminó con la condena a muerte de dos anarcosindicalistas [parte 1, parte 2, parte 3; parte 4; parte 5]; escribió 21 canciones en un mes de encierro, entre ellas tres de sus piezas más conocidas —Roll On Columbia, Pastures of Plenty  y Grand Coulee Dam—…

Woody Guthrie, agachado, con Alan Lomax, 1946

Woody Guthrie, agachado, con Alan Lomax y la hija de éste, 1946

15. Contra la propiedad privada. En febrero de 1940, Woody terminó en una sola tarde This Land is Your Land, una respuesta a la patriotera y complaciente oda God Bless America que compuso Irving Berlin y han cantado todos los cazurros y cazurras prosistema. La pieza de Woody, socializante, optimista y peleona, fue repudiada por los poderes fácticos por algunos versos que se consideraron una llamada a la colectivización, la eliminación de la propiedad privada y a la revuelta para conseguir la justicia social: Mientras caminaba encontré un cartel / Que decía: Propiedad Privada / Pero el reverso estaba en blanco / Ese reverso fue hecho para ti y para mí (…) En las plazas de las ciudades, a las sombras de los campanarios / En las oficinas de ayuda social, he visto a mi gente / Hambrienta, esperando, preguntando / ¿Es esta tierra para ti y para mí?.

Woody Guthrie y Marjorie Mazia, 1945

Woody Guthrie y Marjorie Mazia, 1945

16. Cathy de las mil danzas. En noviembre de 1945 Woody se casó con Marjorie Mazia, una bailarina de danza moderna nacida en 1917 en una familia de judios emigrados de Rusia. Se habían liado dos años antes y la primera mujer de Guthrie pidió el divorcio tras enterarse del asunto. Con Marjorie, que trabajaba como profesora en la escuela de Marta Graham, Woody vivió los momentos más felices y reposados de su vida. Se establecieron en una casa cerca de Coney Island y el mar, en la avenida Mermaid, donde él no dejaba de teclear poemas, reseñas y esbozos de canciones en una máquina de escribir. Tuvieron cuatro hijos, una de las cuales, Cathy, la favorita de Woody («Cathy de las mil danzas», la llamaba), murió electrocutada a los cuatro años en un accidente doméstico que envió al músico a una depresión aguda de seis meses. Los otros tres hijos son Joady, Nora y Arlo, que es cantante.

Woody Guthrie

Woody Guthrie

17. Contradictorio pero antifascista. Woody merece el respeto de que no obviemos  sus contradicciones, que fueron las mismas de la izquierda occidental. Apoyó a Stalin mientras este mantuvo el pacto de no agresión con Hitler y defendió el pacifismo y la no intervención estadounidense en la II Guerra Mundial. Cuando quedaron claras las intenciones del nazismo, quiso reparar la inocencia alistándose en el ejército, pero no le quisieron y se tuvo que conformar con estar unos años en la marina mercante. Al contrario que algunos de sus compañeros en el colectivo Almanac Singers —defensores de la idea de que «el comunismo es el nuevo americanismo»—, Woody descreyó pronto y se situó en el más ámplio y humana militancia del antifascismo. «Mis ojos han sido mi cámara de fotos para ver el mundo y mis canciones han sido los mensajes que he ido repartiendo por los patios de atrás, las escaleras de incendios, las ventanas cerradas y las habitaciones a oscuras, y ahora sé que el fascismo es tener miedo», escribió en 1948.

Arlo Guthrie, Woody Guthrie y Marjorie Mazia en el hospital de Brooklyn, 1966

Arlo Guthrie, Woody Guthrie y Marjorie Mazia en el hospital de Brooklyn, 1966

18. Una cucharada de agua con azúcar. Los últimos años de Woody fueron tan penetrantes como el resto de su vida. En 1952 Marjorie pidió el divorcio porque él se había convertido en un alcohólico irresponsable que gastaba el dinero del alquiler y la comida en los bares del barrio y, aún peor, sufría ataques de violencia que ponían en peligro a los niños. Los médicos diagnosticaron esquizofrenia y se equivocaron. Woody volvió a errar: se casó con la bohemia Anneke Van Kirk, tuvieron una hija, Lorinna Lynn, y vivieron en un autobús adaptado como casa en Florida. En 1953 sufrió quemaduras graves en el brazo derecho por la explosión accidental de una bombona de gas y quedó impedido para tocar la guitarra. Al año siguiente regresó a Nueva York y firmó un divorcio amistoso con su tercera esposa. A la niña la entregaron en adopción y, como tantos hijos de Woody, moriría prematuramente, a los 19 años, en un accidente de coche. Desde 1956 el gran cantautor vivió hospitalizado en varios psiquiátricos de Nueva York, con esporádicas altas para pasar en casa los fines de semana. La enfermedad de Huntington, finalmente comprobada por los médicos, avanzó hasta desbaratarle los movimientos y la coordinación e impedirle hablar. Marjorie le cuidó durante este tiempo. Muchos amigos y fans le iban a ver, entre ellos un jovencito que le veneraba llamado Bob Dylan, pero Woody no siempre era amable con las visitas. Woody falleció el 3 de octubre de 1967, tras beber un cucharada de agua con azúcar y escuchar, con los ojos cerrados, como el capellán del hospital rezaba: «El Señor es mi pastor».

"Woody at 100" (Folkways, 2012)

«Woody at 100» (Folkways, 2012)

19. Nuevo cofre retrospectivo en Folkways. La obra de Woody Guthrie es amplísima, tan difícil de abarcar como necesaria para mantener cierto nivel de fe en la capacidad de autoredención del género humano. Lo mejor para quienes opten por el acercamiento está en el catálogo de la discográfica Folkways, que debería ser Patrimonio de la Humanidad. La colección de cuatro discos The Asch Recordings es apabullante (149 temas grabados entre 1944 y 1948), pero acaba de ser editado el cofre Woody at 100: The Woody Guthrie Centennial Collection, donde, además de las 57 canciones de los tres discos [todas pueden escucharse en streaming aquí] —entre ellas 21 inéditas y las recientemente descubiertas primeras grabaciones de 1939 en la radio KFVD—, hay un libro de 150 páginas con ensayos, obra gráfica pintada por Guthrie y muchas fotos. Una audición complementaria que permite atisbar la exorbitante obra musical y poética del okie es la serie de tres discos Mermaid Avenue, donde el grupo Wilco y Billy Bragg ponen música a letras que Guthrie dejó escritas pero sin musicar.

Woody Guthrie, 1958 (Woody Guthrie Foundation and Archives - Foto: Lou Gordon)

Woody Guthrie, 1958 (Woody Guthrie Foundation and Archives – Foto: Lou Gordon)

20. ¿Indignado a los 100? Esta foto nunca se había publicado hasta 2004, cuando apareció en la biografía definitiva de Woody, Ramblin’ Man (Ed Cray, W.W. Norton & Company). Está datada en 1958, al comienzo del tercer año de internamiento hospitalario del músico y siete años antes de la muerte. Pese a que en la imagen se adivina la cruel enfermedad degenerativa que padecía, la mirada incadescente parece rebatir el daño y me atrevo a aventurar que propone una respuesta a la pregunta que encabeza esta entrada: ¿sería Woody Guthrie un indignado de cien años? Aventuro que el rústico vendedor de diarios, pintor de brocha gorda, campesino, trovador ambulante, polizón, sintecho, pinchadiscos, agitador asambleario, columnista de un diario comunista, limpiazapatos, payaso de instituto, hombre con los genes rotos y padre de tantos hijos muertos responde con la mirada, como antes con la máquina de escribir, que sí, que siempre, que no hay otra dignidad que la indignada… «No me gustan las canciones que te hacen pensar que no eres bueno. No me gustan las canciones que te hacen pensar que has nacido para perder, que estás destinado a perder, que no eres bueno para nadie, que no sirves para nada, que eres demasiado viejo o demasiado joven o demasiado gordo o demasiado flaco o demasiado feo o demasiado esto y lo otro. No me gustan las canciones que se burlan de nosotros, de nuestra mala suerte, de nuestra vida desgraciada. Estoy aquí para luchar contra esas canciones hasta mi último aliento, hasta mi última gota de sangre. Estoy aquí para cantar canciones que probarán que este es nuestro mundo sin que importe cuánto y cuan fuerte nos hayan golpeado».

Ánxel Grove

La Hermandad Prerrafaelita, una rebelión contra la tiranía victoriana

Elizabeth Siddal, Rossetti,Millais y Jane Burden

Siddal, Rossetti,Millais y Burden

En el constreñido ambiente artístico victoriano, a mediados del siglo XIX el realismo era la única opción válida. Alfred Tennyson era el poeta laureado del momento, con su lírica de versos políticos sobre batallas y sucesos históricos que convertían la poesía en un género documental más que en un arte.

Con el desarrollo industrial, una clase media emergente, con escasos conocimientos artísticos, necesitaba unos cánones que juzgaran con facilidad cualquier creación literaria, escultórica o pictórica, clasificar toda obra como si se tratara de un insecto, un mineral o la pieza de una máquina. El realismo era sinónimo del orden burgués y crear algo de utilidad social y moral era un deber.

La Hermandad Prerrafaelita se fundó en Londres en 1848, con Dante Gabriel Rossetti, William Holman Hunt y John Everett Millais como primeras figuras. Eran estudiantes de arte en la Royal Academy of Arts y habían decidido poner fin a la mal entendida influencia de Rafael y Miguel Angel en el arte, a la eterna sucesión de obras manieristas que saturaban el panorama de la época.

Su apuesta era volver al color, al detalle y a las composiciones anteriores al Renacimiento, al espíritu medieval y mítico del pasado, con una técnica realista que sin embargo retaba las convenciones con una atmósfera poética que daba a los personajes un aura mágica. La belleza, sin reparar en el fin, era lo más importante.

El Cotilleando a… de esta semana es para la Hermandad Prerrafaelita, con una selección de cinco cuadros, renovadores y rebeldes, del movimiento que constituyó la primera vanguardia artística de la historia.

'Ophelia' - John Everett Millais

‘Ophelia’ – John Everett Millais

1. Ophelia – John Everett Millais (1829-1896). El color y la textura de las algas parecen tapizados en lugar de vegetación. Las diminutas flores brillan como joyas sobre el cadáver de Ofelia, la amada suicida del príncipe Hamlet, el protagonista de la tragedia de Shakespeare.

Los prerrafaelistas eran fieles a pintar del natural y Millais no era una excepción: comenzó en el verano de 1851 a retratar el río Ewell, cerca de Kingston-upon-Thames (ahora un suburbio del sudoeste de Londres) en sesiones que duraban todo el día.

La fragilidad de Ofelia la personificó Elizabeth Siddal (1829-1862), que escribió poesía y pintó además de ser modelo de Millais, Walter Deverell, Dante Gabriel Rossetti y William Holman Hunt. Siddal posó durante el invierno, tumbada en una bañera calentada con lámparas de aceite. En una ocasión se apagaron y el agua se enfrió, la chica no dijo nada y el artista, abstraído y finalizando el cuadro, no prestó atención al detalle. La sufrida musa cogió un resfriado cercano a la neumonía y su padre reclamó al artista 50 libras esterlinas como compensación por los gastos médicos.

'Beata Beatrix' - Dante Gabriel Rossetti

‘Beata Beatrix’ – Dante Gabriel Rossetti

2. Beata Beatrix – Dante Gabriel Rossetti (1828-1882). Elizabeth Siddal mantuvo un romance de una década con Rossetti y fue esposa del pintor sólo durante dos años, hasta 1862, cuando ella murió de una sobredosis de láudano, el preparado a base de opio utilizado como panacea en el siglo XIX. El pintor se inspiró en su esposa para representar a Beatriz, el amor platónico de Dante Alighieri. La pintura —realizada un año después de la muerte de Siddal—, ilustra la Vita Nuova (1292-93), la primera obra del italiano, en la que explica su amor platónico por Beatriz, que traspasa su estátus de ser humano y es ante los ojos del poeta una criatura celestial y redentora de pecados.

'Queen Guenevere' - William Morris

‘Queen Guenevere’ – William Morris

3. Queen Guenevere – William Morris (1834-1896). Fue pintor, escritor, diseñador textil, artesano, activista político… William Morris se rebeló siempre contra el desarrollo industrial. Creó el movimiento Arts and Crafts (Artes y oficios) como reacción a los productos creados en masa, para recuperar procesos artesanos de orígenes que se remontaban a la Edad Media y estaban en peligro de desaparecer. Los patrones decorativos del tocador de la reina, las tallas y los trabajos de marquetería, el diseño del vestido o el manuscrito en el que se adivina una letra dorada son detalles que delatan el amor del artista por el detalle exquisito.

La reina Ginebra es Jane Burden, el ideal de belleza  del arte prerrafaelista (1839-1914). Posó también para Rossetti y parece ser que estaba enamorada de él, pero el pintor ya había encontrado a Siddal. Burden se casó con Morris en 1859, un año después de posar para este cuadro, el único óleo que el artista finalizó. La nueva señora Morris tenía una educación básica y tras el matrimonio recibió clases privadas. Demostró ser una ávida lectora y una talentosa pianista, aprendió casi a la perfección francés e italiano. El escritor irlandés George Bernard Shaw la utilizó como inspiración para la obra de teatro Pygmalion (1912), que cuenta como la florista Eliza Doolittle es educada por el profesor de fonética Henry Higgins, que logra tras grandes sacrificios una transformación que borra su pasado obrero.

Ford Madox Brown - 'The Last of England'

Ford Madox Brown – ‘The Last of England’

4. The Last of EnglandFord Madox Brown (1821-1893). No llegó a pertenecer a la Hermandad Prerrafaelita, pero se mostraba en contra del academicismo en el arte, colaboró en la empresa de diseño de Morris y fue gran amigo de Rossetti. Seducido por la idea de la emigración a causa de la falta de éxito y de ingresos, Brown fue a Australia a visitar al escultor prerrafaelista Thomas Woolner, que se había marchado de Inglaterra en 1852 y había encontrado el éxito en las antípodas. El cuadro, realizado entre 1852 y 1855, muestra a una pareja de emigrantes de clase media —el pintor y su esposa Emma— que se despiden de Inglaterra. Brown resalta que, a diferencia de las clases sin cultura, que se alegran de marcharse, los emigrantes formados son conscientes de lo que pierden y por eso miran hacia atrás con melancolía. El artista finalmente no abandonó su país.

John Everett Millais - 'Blind Girl'

John Everett Millais – ‘Blind Girl’

5. The Blind Girl – John Everett Millais. Una muchacha ciega descansa en un prado. En su cuello lleva escrito el mensaje «Compadézcase de la ciega», en el regazo tiene una concertina, el instrumento que utiliza para pedir dinero. Millais complementa la hermosura desvalida de la joven y su guía, una niña que podría ser su hermana, con la belleza del paisaje de pastos y nubes negras en el que la tormenta intensifica el olor de la hierba y el brillo del sol provoca un doble arcoiris.

Fiel a la tradición prerrafaelista de incluir a esposas, amantes y amigos entre los personajes de los cuadros para dotar a las escenas de autenticidad, la modelo es Effie Millais (1828-1897), la mujer del artista, que abandonó al crítico John Ruskin (con el que nunca consumó el matrimonio porque él no la consideraba deseable) para casarse con Millais.

El cuadro es una alegoría de los sentidos, intensificados en una persona que no puede ver, pero sí sentir la belleza sublime del escenario con una quietud que incluso provoca que una mariposa se pose tranquila en su hombro. La niña que acompaña a la protagonista muestra la inquietud infantil de quien no necesita descansar. Cuando se expuso por primera vez, en 1856, muchos señalaron que el doble arcoiris invierte el orden de los colores. Millais había pintado ambos con la misma progresión y a raíz de la crítica cambió el detalle para darle veracidad científica.

Helena Celdrán

Beatles 17 – Rolling Stones 10

Arriba, The Beatles (1968). Abajo, The Rolling Stones (1967)

Arriba, The Beatles (1968). Abajo, The Rolling Stones (1967)

Nueve ingleses con más importancia cultural que Dickens y la Encyclopaedia Britannica. Nueve músicos que reinterpretaron el legado doliente del blues, la embestida sexual del rock and roll y el brillo inmediato del pop para construir algo que, de tan nuevo y bravo, estallaba en las manos de los mayores y hacía diabluras bajo las sábanas de los adolescentes. Los Beatles y los Rolling Stones.

Este año se cumple medio siglo de dos sucesos bautismales: la edición del single de debut los Beatles (5 de octubre de 1962) y la primera actuación de los Rolling Stones (12 de julio de 1962) —que se hacían llamar The Rollin’ Stones, con apóstrofe—.

La efeméride en estéreo viene bien para revivir una de las batallas incruentas más reiteradas: Liverpool contra Londres, scouse contra cockney, provincia contra capital, Mersey contra Támesis…

En la certeza de que la guerra es absurda porque ambos grupos son fascinantes, pero admitiendo que la rivalidad existió y existe —¿quién no ha intervenido en un fructífero combate de café sobre el asunto?—, voy a desplegar una decena de campos de debate a la luz de los cuales desarrollaré otra vez el enfrentamiento. Como demanda el clima del momento futbolístico, en cada asunto otorgaré tres puntos al ganador y ninguno al perdedor. En caso de empate, uno para cada uno.

Todo listo para el clásico infinito: Beatles contra Rolling Stones.

Primeros 'singles' de los Beatles (1962) y los Rolling Stones (1963)

Primeros ‘singles’ de los Beatles (1962) y los Rolling Stones (1963)

1. Ventas. Primero, sobre todo para sacarnos de encima el pegajoso tacto del maldito papel moneda, vamos con el dinero.  Según los datos disponibles, que no siempre son exactos —hay mucha caja negra en esta historia—, los Beatles ganan de calle a los Rolling Stones (y a todos los demás), con 250 millones de discos vendidos y certificados, cantidad a todas luces recortada: una aproximación más objetiva estaría entre los 600 millones y el billón los 1.000 millones de unidades. Los Rolling Stones están bastante más abajo: 89,5 millones certificados y 200 millones reales. Beatles: 3 puntos.

John Lennon y Mick Jagger, 1968

John Lennon y Mick Jagger, 1968

2. Conciencia. Asunto peliagudo que abordo con la necesaria retranca —hablamos de personas multimillonarias, es decir, contaminadas por la necedad de la sobreabundancia— y siguiendo la definición marxista de la conciencia de clase (tener claro que las relaciones sociales se mueven por antagonismos, sean económicos, políticos, culturales…). Me tocó vivir —apunte defensivo: conjugo el verbo vivir con derecho, desde 1964 escuché a ambos grupos en tiempo presente, no soy un recién llegado en estos altares— la sensación de que los Beatles eran los chicos buenos y los Rolling Stones los pillastres. A medida que me saqué de encima la propaganda de la mercadotecnia entendí que la ecuación estaba contaminada: los primeros eran los verdaderos parias —clase baja, infancias complejas, hogares disfuncionales, necesidad de ganarse la vida desde bien pronto, emigración a Hamburgo para tocar en sesiones eternas en burdeles…—, mientras que los Rolling Stones procedían de familias con ingresos estables, estudiaban Artes y no necesitaban sudar para comprar los discos de blues estadounidense que veneraban. Ninguno de ambos grupos fue un ejemplo de coherencia con la comunidad: los Beatles criticaron en una canción (Taxman, escrita por George Harrison) el modelo progresivo de gravar a los ricos con impuestos para pagar las necesidades sociales y los Rolling Stones emigraron en los años setenta a la Costa Azul francesa para huir de las cargas fiscales. Ambos grupos actuaron en países gobernados por dictadores (los Beatles, en la España de Franco y las Filipinas de Marcos, y los Rolling Stones en la Polonia del estalinista Gierek y en el Israel del sionismo belicoso y excluyente por la vía de las balas)… Empate. Un punto para cada uno.

Richards, Jagger, Lennon y McCartney

Richards, Jagger, Lennon y McCartney

3. Personajes / Personas. Los Beatles eran material químico de extrema efectividad, elementos complementarios: la rabia primaria de John Lennon perdía las aristas de la jactancia gracias a la inteligencia musical de Paul McCartney —el más músico de los cuatro beatles se mire por donde se mire— y la blandenguería emocional de éste era tamizada por la ironía casi cínica del primero. En los Rolling Stones el equilibro era más inestable y dependía en exceso de Mick Jagger, un tipo cerebral, muy inteligente, competitivo y codicioso. Su socio de confianza, Keith Richards, es un animal de extraordinaria vitalidad y gran cultura musical, pero incapaz, como ha demostrado en solitario, de dar forma sin la ayuda de Jagger a un proyecto coherente. A Brian Jones, lo sacó de enmedio la intemperancia cuando empezaba a despuntar como voz disonante ante el gobierno de Jagger & Richards. Los actores secundarios beatles (Harrison, Ringo Star) y stones (Bill Wyman, Charlie Watts, Mick Taylor y Ronnie Wood) son de parecido carácter: prescindibles y ensombrecidos. Quizá merezca una cierta consideración Harrison, pero su aportación a los Beatles fue tan discreta —una canción por disco, aunque a menudo muy buena— y tan mediocre su obra en solitario que no cuenta a la hora de medir efectos globales. Dadas las derivas de todos los actores principales —McCartney y Jagger convertidos en nobles domesticados y hombres de negocios de maletín y corbata; Lennon, en un cadáver venerado con ciego fanatismo, y Richards, en una caricatura para películas de piratas—, empate. Un punto para cada uno.

"Let It Be" (The Beatles, mayo de 1970), "Let It Bleed" (The Rolling Stones, diciembre de 1969)

«Let It Be» (The Beatles, mayo de 1970), «Let It Bleed» (The Rolling Stones, diciembre de 1969)

4. Música. En cantidad ganan los Rolling Stones por una tosca cuestión temporal: llevan cinco décadas tocando y han editado como grupo 26 álbumes de estudio. La carrera de los Beatles fue muy corta en duración (1962-1970) y concisa en resultados: 12 álbumes. También en lo musical hay demasiado cliché y lugar común en la liza. Ni los Beatles fueron los apóstoles de la psicodelia, ni los Rolling Stones el coro de la revuelta callejera por el camino del rock and roll, entre otras cosas, según creo, porque los Beatles tocaban mejor rock and roll (por ejemplo, Yer Blues) que los Rolling Stones y éstos, por muy bien que se manejasen como twisters lascivos (Can’t You Hear Me Knockin’), jamás fueron capaces de elaborar viajes sonoros que compendiaban una época (Tomorrow Never Knows). Los stones sabían que eran inferiores musicalmente y, después de mucho emular a los Beatles, sólo fueron capaces de desarrollar su mejor versión cuando éstos se separaron. Beatles: 3 puntos.

"The Beatles" (The Beatles, noviembre de 1968) - "Beggar's Banquet" (The Rolling Stones, diciembre de 1968)

«The Beatles» (The Beatles, noviembre de 1968) – «Beggar’s Banquet» (The Rolling Stones, diciembre de 1968)

5. Letras. No estamos aquí en un territorio en el que hayan brillado ninguno de los dos contendientes. Las letras de los Beatles son malas de solemnidad (ñoñas, tontorronas, dignas de intérpretes de canción ligera…) y no soportan una lectura ni siquiera benevolente hasta Rubber Soul (1965). Incluso después, McCartney siguió adelante con su estilo de letrista de barraca de atracciones (paradigma: Obladi Oblada) o apostolado mariano (Let It Be…) y Lennon con los ejercicios escolares de libre asociación bajo los que subyacía un deseo muy pueril de ser considerado Artista (Hapiness Is a Warm Gun). Jagger y Richards empezaron casi peor, con clonaciones fallidas de lamentos negros (Heart of Stone) o aullidos de macho dominante (Under My Thumb), pero mejoraron con el tiempo y, entre 1968 y 1974, escribieron excelentes letras de canciones con economía de medios y ninguna petulancia: poesía apocalíptica (Sympathy for the Devil), volcánica (Gimme Shelter) y saturnal (Sister Morphine). Rolling Stones: 3 puntos.

Desde la izquierda, Eric Clapton, John Lennon, Mitch Mitchell y Keith Richards (1968)

Desde la izquierda, Eric Clapton, John Lennon, Mitch Mitchell y Keith Richards (1968)

6. Influencia. En ambos casos, enorme y difícil de evaluar. Entiendo que en el caso de los Rolling Stones la sombra que proyectan hacia el futuro es menos musical que relacionada con eso que llaman actitud, es decir, pasarela —con peripatéticas reencarnaciones como las de Pereza o algunos otros grupitos de barrio—, mientras que el sonido beatle ha estado muy presente en las últimas décadas. Por otra parte, como ha escrito el periodista Robert Greenfield (libre de sopechas de favoritsmo: es estoniano de pies a cabeza y autor del libro Viajando con los Rolling Stones), los Beatles pertenecen al género de artistas «únicos y revolucionarios» que no aparecen como «constreñidos por su tiempo». La huella que dejaron en la sociedad del siglo XX es incomparablemente mayor que la de los Rolling Stones, que con el paso de los años ha terminado por ser un canto a la buena vejez derivada de la gimnasia (Jagger) o de la heroína y los médicos privados (Richards). Beatles: 3 puntos.

"Revolver" (The Beatles, 1966) y "Exile on Main St." (The Rolling Stones, 1972)

«Revolver» (The Beatles, 1966) y «Exile on Main St.» (The Rolling Stones, 1972)

7. Mejores discos. Para mi gusto los vértices más elevados de las carreras de los grupos enemigos son Revolver (1966) y Exile on Main St. (1972). En el primero los Beatles rompieron con el pop-rock de cuatro compases de la beatlemanía y se abrieron a la experimentación y las canciones circulares, sin principio ni final definidos. El álbum doble de los Rolling Stones, grabado en un ambiente de disoluta corrupción en un antiguo cuartel de las SS en el sur de Francia, es el disco de rock más sucio de la historia: el ambiente y sus errores son tangibles en el resultado y convierten el álbum en un documento vivo, alejado de toda pose. Por el riesgo y el atrevimiento, se llevan el triunfo. Rolling Stones: 3 puntos.

"Please Please Me" (The Beatles, 1963) y "Bridges to Babylon" (The Rolling Stones, 1997)

«Please Please Me» (The Beatles, 1963) y «Bridges to Babylon» (The Rolling Stones, 1997)

8. Peores discos. El debut de los Beatles, Please Please Me (1963), y el último disco de los Rolling Stones durante la década de los noventa, Bridges to Babylon (1997), son piezas a destruir o, como poco, a evitar. Los de Liverpool, producidos como si de una rondalla se tratase, suenan débiles y culminan aproximaciones vergonzantes a canciones tocadas antes por The Shirelles, The Cookies y los Top Notes, grupos que les derrotaban en alma y sentimiento —aunque, al parecer, el público blanco no lo sabía, acaso porque falta de costumbre o interés en escuchar a grupos negros—. El de los Rolling Stones es una estafa cuya venta y difusión pública debería tener cabida en el Código Penal. La jugada de contratar a productores modernos (The Dust Brothers) le salió mal a Jagger & Richards —por otro lado, distanciados y sólo amarrados por el ansia de dólares derivada de la marca registrada— y las canciones son amaneradas y merecedoras de pedradas contra los ejecutantes. Empate: un punto para cada uno.

"Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band" (The Beatles, junio de 1967) y "Their Satanic Majesties Request" (The Rolling Stones, diciembre de 1967)

«Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band» (The Beatles, junio de 1967) y «Their Satanic Majesties Request» (The Rolling Stones, diciembre de 1967)

9. Virtudes y pecados. Entre las primeras, la más trascendente: hacernos felices y poner música a los mejores años posibles (ahora lo sabemos: sólo nos aguarda el abismo). Los Beatles eran un referente y cada disco, un chispazo anímico. Ellos ponían la iluminación y los Rolling Stones se encargaban del ruido. Los pecados no son menos abundantes. En el casillero de los Rolling Stones: la tétrica pasividad con que Jagger se enfrentó al asesinato de un asistente al concierto de Altamont de 1969, acuchillado por un ángel del infierno contratado como gorila; el intento de robo a cara descubierta del blues You Gotta Move, grabado por el grupo sin mencionar a su autor, Mississippi Fred McDowell; la perversa poética con la que afrontaron la desgraciada muerte de Brian Jones, al que habían expulsado del grupo por, entre otras cuestiones, celos profesionales; su descarado copismo de los Beatles… Éstos pecaron de prepotentes con sus ambiciones cinematográficas y de mecenazgo; cayeron en las redes del falso gurú Maharishi Mahesh Yogui, al que Harrison apoyó de por vida; Lennon se dejó embaucar por la pseudo artista Yoko Ono, una vividora de la subvención, y practicó un izquierdismo muy de boutique pero descerebrado —donaciones dinerarias al IRA incluidas—; manipularon sus biografías oficiales para entrar dentro de la corrección Cirque du Soleil para niños y adultos que venden los herederos —las aficiones de Lennon por la heroína y el maltrato físico a su primera mujer fueron borrados de las cronologías—; las operaciones de mejora estética de McCartney y su sofocante omnipresencia… Empate: un punto para cada uno.

Respetables Señores Iconos

Respetables Señores Iconos

10. Cincuenta años después. La cubierta del mensual Uncut es algo más que una portada de revista: es también la manifestación de una tragedia y el acta de una derrota entreguista. Ninguno de esos dos cantamañanas —que deberían regalar al mundo, ya que no dejaron bellos cadáveres, el alivio de una inmediata jubilación— hubiera aparecido bajo el titular «100 iconos del rock y el cine en la música y las películas que cambiaron nuestro mundo» si les restase algo de respeto por lo que fueron y significaron los Beatles y los Rolling Stones. No reniego de los caminos que me mostraron, pero ¿queda algo del recorrido de aquellas sendas de liberación o han sido inutilizadas? Creo que no me toca responder, pero en el enfrentamiento del futuro sigo apostando por los Beatles, menos cómodos, más rebeldes —pese al cordero Sir McCartney— que los orgullosos pijos Rolling Stones. Beatles: 3 puntos.

Resultado final: Beatles, 17 – Rolling Stones, 10

Ánxel Grove

Hopper en todas partes

Edward Hopper - "Autorretrato" (1925-1930)

Edward Hopper – «Autorretrato» (1925-1930)

Hombre de pocas palabras y grandes silencios —descreido, tal como puso de manifiesto en su obra, de las capacidades comunicativas del lenguaje—, el pintor Edward Hopper (1882-1967) quizá sea uno de los artistas con la sombra más alargada del siglo XX. La huella de Hopper puede aparecer en una película de Win Wenders, un disco de Tom Waits, un episodio de los Simpson o CSI, una gira de Madonna, un videojuego japonés y, desde luego, en centenares de cuadros de artistas de los últimos treinta años.

Pintó poco (366 óleos) y hasta los cuarenta años vivió con la angustia de no encontrar qué transmitir. «Es muy duro decidir qué quiero pintar. Tardó meses en encontrar el tema. Todo llega muy lento«, escribió por entonces.

Sus dramáticos y a la vez bellísimos cuadros, bosquejos de una realidad en tensión, tardaron en ser estimados, como si Hopper pintase para el público que le aguardaba en el futuro. En vida fue un pintor reconocido, pero no una súperestrella —algunas de sus obras maestras las vendió por 3.000 dólares, cotización de artista de segunda fila— y en Europa ni siquiera se sabía de su existencia hasta que la exposición Edward Hopper: The Art and the Artist, organizada por el Whitney,  estuvo en 1980 en Londres, Düsseldorf y Amsterdam y encendió la fiebre.

Cubierta de Time (agosto, 1995) con un cuadro de Hopper y el titular "El blues del siglo XX"

Cubierta de Time (agosto, 1995) con un cuadro de Hopper y el titular «El blues del siglo XX»

A partir de entonces, Hopper es casi un lugar común al que acuden incluso quienes nunca pisan un museo. Hay en sus escenas vacías una espera suspendida, detenida mientras algo, eso es indiscutible, está a punto de suceder. No es casualidad que la revista Time haya elegido en 1995 uno de sus cuadros para analizar la epidemia de las «enfermedades modernas» derivadas de la soledad: el estrés, la depresión, la ansiedad…

El reconocimiento a este pintor espartano y esencial llegó en 1980, trece años después de que Hopper dejase de respirar, a los 85, con el corazón muy cansado, mientras dormía en un sillón de su estudio de Nueva York.

Su viuda describió así la escena final: «Tardó un minuto en morir. Sin dolor, sin sonidos, con los ojos serenos, abiertos, felices. Era hermoso en la muerte, como un personaje de su pintor favorito, El Greco«.

Al mismo tiempo que en España se exhibe la más completa muestra de Hopper celebrada nunca en el continente europeo — Hopper, en el Museo Thyssen de Madrid hasta el 16 de septiembre—, intentemos rastrear el legado de un pintor que, mientras el mundo se entregaba al aplauso del pop art y su artificio, recomendaba volver a la sencillez de la narración, porque, como escribió en 1953 en su único statement conocido, «la pintura sólo volverá a ser grande cuando trate sobre la vida con mayor detalle y menos oblicuamente«.

Izquierda, "Nighthawks" (Edward Hopper, 1942). Derecha, "Boulevard of Broken Dreams" (Gottfried Helnwein, 1987)

Nighthawks (izquierda) y Boulevard of Broken Dreams.

Nighthawks (Halcones nocturnos, 1942) es el cuadro más conocido de Hopper y el que más homenajes ha recibido. La soledad de los cuatro protagonistas, el a-nadie-le-importa-nadie que se trasluce en el desentendimiento de los habitantes del bar, la uterina cápsula de cristal iluminada en la noche urbana no permiten la indiferencia. El artista austriaco Gottfried Helnwein firmó 45 años después una parodia que convierte la palpitación existencial de la obra en un editorial sobre el sueño americano. El bulevar de los sueños rotos reemplaza a los anónimos personajes de Hopper por James Dean, Elvis Presley, Humphrey Bogart y Marilyn Monroe.

Desde arriba a la izquierda, en el sentido de las agujas del reloj, obra de Red Grooms, imagen de 'Los Simpson', póster de la serie 'CSI' y fotograma de la película "Pennies from Heaven"

Desde arriba a la izquierda, en el sentido de las agujas del reloj, dibujo de Red Grooms, imagen de Los Simpson, póster de la serie CSI y fotograma de la película Pennies from Heaven.

Otras cuatro apariciones en productos de la cultura popular reciente de Nighthawks. El dibujo de Red Grooms, de 1980, urbaniza el cuadro mediante la adición de detalles —basura, gatos callejeros, vehículos…— e incluye una caricatura de Hopper: el cliente que nos mira de frente con un cigarrillo en la mano. Herbert Ross, el director de Pennies from Heaven (Dinero caído del cielo, 1981) quiso emular la visión de Hooper en toda la película: el ambiente pesa más que la acción, los detalles innecesarios son eliminados. Los personajes de Los Simpson han frecuentado en más de un capítulo el bar crepuscular. También los forenses de la serie CSI.

Fotograma de El final de la violencia (arriba, izquierda) y tres fotos de Win Wenders.

El cineasta que admite sin reparos su deuda con Hopper es el alemán Win Wenders, para quien «los cuadros de Edward Hopper son siempre el comienzo de una historia. En una de sus gasolineras esperas que llegue un coche en cualquier momento y que la persona sentada al volante tenga una herida de bala en el estómago. Así empiezan las películas estadounidenses». El director ha citado al pintor en muchas ocasiones pero nunca con tanta claridad como en la escena del bar de la película El final de la violencia (1997), que recrea los verdes, azules, rojos y amarillos de brillo atenuado de Nighthawks. La obra de Wenders como fotógrafo —en el montaje de arriba hay tres ejemplos— bien podría servir como cuaderno de campo del pintor.


Camino a la perdición (arriba, izquierda), cubierta de un disco de Tom Waits (arriba, derecha), Rojo obscuro (abajo, izquierda) y Texhnolyze.

Hopper y su sentido epifánico de la normalidad es la base del patrón estético de Camino a la perdición (2002), la película existencialista de gansters de Sam Mendes, que se basó en los cuadros del primero para trazar el formato de realización y fotografía. También hay citas nada veladas al pintor en algunos discos de la primera época de Tom Waits, como Nighthawks at the Dinner (1975), la serie de animación cyberpunk japonesa Texhnolyze y la película trash de Dario Argento Rojo Obscuro (1975).

House by the Railroad. En el centro, imágenes de Psicosis y Gigante. A la derecha, póster de Días de Cielo.

La mujer de Hopper, Jo Hopper (1883-1968), que se encargaba de registrar con mimo todos los movimientos y obras del pintor, escribió que el óleo House by the Railroad (1925) obsesionó durante meses a su marido como metáfora de los males del progreso y el abandono de los valores del viejo mundo en el que había crecido. La solitaria casa victoriana juega un papel central en tres grandes películas: en Gigante (George Stevens, 1956), es la mansión de un millonario hacendado; en Psicosis (Alfred Hitchcock, 1960) es la vivienda materna del protagonista, Norman Bates, y en Días del cielo (Terrence Malick), el escenario de un drama rural.

Morning in a City (izquierda) y Great American Nude No. 48.

La mujer de Hopper fue su única modelo. Cuando la pintó desnuda en Morning in a City (1944), Jo se quejó: «Prefiere mi culo a cualquier otra parte de mi anatomía». En 1963 el artista pop Tom Wesselmann (1931-2004), que admiraba a Hopper más que a ningún otro artista contemporáneo, firmó un homenaje explícito al maestro: interior urbano, ventana abierta hacia la ciudad, mobiliario convencional y una figura femenina expectante.

 Summer in the City (izquierda) y Blue Girl on Black Bed.

La tensa escena de Summer in the City, un cuadro pintado en 1949, fue improvisada por Hopper en un mediodía en que la luz iluminaba de modo muy crudo su apartamento de Nueva York. Llamó a Jo para que se desvistiese a toda prisa y adoptase una pose hosca («está en la naturaleza de los animales estar tristes tras el amor», anotó ella). El primer título del cuadro fue, precisamente: Triste Après l’Amour, pero a Hopper no le gustaban las evidencias directas y decidió cambiarlo. El escultor George Segal (1924-2000) retomó la escena en 1976, aunque dando a la figura masculina un aspecto más relajado.

Four Lane Road (izquierda) y Seven Hoppers in Bermuda Island.

El artista neodadaísta japonés Ushio Shinohara (1932) opina que Hopper es una síntesis de los EE UU y que sus cuadros son como haikus: «palabras pequeñas, grandes significados». En muchos de sus cuadros abigarrados y tremendistas, Shinohara ha combinado citas plásticas de obras de Hopper. En Seven Hoppers in Bermuda Island (1987) hay una referencia directa a siete cuadros del estadounidense, entre ellos Four Lane Road (1952), que Hopper vendió a una galería por 6.000 dólares cinco años después de pintarlo.

 Room in Brooklyn (izquierda) y Folding Chair.

Otro artista entusiamado con Hooper es Alex Katz (1927). El cuadro Room in Brooklyn que el primero pintó en 1932 prefigura Folding Chair, que Katz terminó en 1959. La luz inclemente, el espacio dominante del suelo en la composición y el papel central de los ventanales proyectan una obra en la otra.

Cuatro hoppers contemporáneos.

Los cuadros del montaje de arriba constatan la vigencia de Hopper y lo hopperesco —el adjetivo existe en inglés—. El de la izquierda y el de arriba en el centro, son de artistas españoles: Gonzalo Sicre Maqueda (1967) y Ángel Mateo Charris (1962), respectívamente, organizadores de una exposición en homenaje a Hopper celebrada en Valencia en 1997. Ambos pintores viajaron a los EE UU para visitar los lugares que pintó Hopper, cuya geografía plástica encuentran similar a la de Cabo de Palos. En el centro, abajo, cuadro de Martin Mull, a quien la crítica ha llamado «el Hopper del blanco y negro». A la derecha, Nuit nº 17 (2001), del francés Jacques Monory (1924).

Ánxel Grove

¿Qué queda de ‘God Save the Queen’ 35 años después?

Primera edición en single de "God Save the Queen"

Primera edición en single de "God Save the Queen"

Sediciosa y bárbara. God Save the Queen, el himno de ruptura y rebelión de los Sex Pistols, acaba de cumplir 35 años y no sufre ningún síntoma de esclerosis.

Al contrario, cuadra con la miseria político-económica presente, pone en su lugar a las familias reales de tanta utilidad social como las figuritas de Lladró, condensa una respuesta adecuada a la patología social del miedo, traza la historia de la prosperidad edificada en torno al hedonismo de uno y la miseria de los demás y proclama exigencias que nunca deberían languidecer y que, como escribió alguien, «ningún gobierno podrá cumplir jamás» porque, como nos demuestran a diario, los gobiernos son antagónicos con la idea de humanidad.

Treinta y cinco años después God Save the Queen habla del futuro. De muy pocas canciones se puede decir lo mismo.

Por el tiempo agotado en que nada ha cambiado, por los años en que todo deberá cambiar, acaso con la misma violencia que subyace en la canción y su escenografía ético-anarquista, vamos a hablar hoy de God Save the Queen, el Juicio Final en tres minutos y veinte segundos. ¿Sentencia? Culpables, desde luego.

Para empezar piensen en cómo nos va, en el diametro de la rendición, en la superficie del dominio, en los ángulos del maltrato, en el círculo del hambre y la sed… Eleven el volumen de su equipo y consideren qué ha sucedido desde 1977 hasta hoy, en los últimos 35 años, mientras escuchan como suena nuestro pasado, que también es presente y porvenir… Si lo permitimos.

John Lydon, 1975

John Lydon, 1975

1. Los delincuentes. Steve Jones (21 años, guitarra), analfabeto, hijo de una peluquera y un boxeador amateur. A los 14 lo internaron en un reformatorio por gamberro. Iba, según él mismo, «camino del crimen y la cárcel». Paul Cook (20, batería), ayudante de electricista y colega de Jones. Glen Matlock (20, bajo), dependiente de un sex-shop —lo echaron del grupo en 1977 porque «le gustaban demasiado los Beatles» y le reemplazó un tal Sid Vicious (20), yonqui y zopenco—. John Lydon (20, cantante), al que Jones bautizó como Johnny Rotten, Juanito el Podrido, por su mala relación con la higiene dental, un pandillero fracasado que se convertiría, como escribió Greil Marcus, en «el único cantante verdaderamente aterrador que ha conocido el rock and roll»: pronunciaba las erres como si le rechinasen los dientes y tenía mirada de lunático, te pulverizaba con los ojos. Había empezado a llamar la atención en 1975, mientras paseaba por las calles pijas de Londres con una camiseta de Pink Floyd sobre la que había garabateado una frase con más poder que el manifiesto de mil intelectuales: «I hate» (Yo odio). También escupía a los hippies. Era un espantajo de las cloacas.

Malcolm McLaren ante la tienda "Sex", 1975

Malcolm McLaren ante la tienda "Sex", 1975

2. El consigliere. Los paseos provocadores de Lydon eran, en realidad, un trabajo. Le pagaba como hombre-póster Malcolm McLaren (1946-2010), descendiente de judíos sefardíes portugueses, exestudiante de arte, aspirante a anarquista y socio de la diseñadora de ropa para falleras modernas Vivien Westwood en la tienda-boutique Sex (que antes se había llamado Let It Rock y Too Fast to Live too Young to Die y después sería bautizada como Seditionaries). El mismo zig zag que McLaren aplicaba a las marcas lo padecía en el el ánimo: era un desequilibrado que quería estar en todas partes y al mismo tiempo. Ayer, teddy boy; hoy, situacionista; mañana, lo que venda… Al final dió en el clavo. Había estado en Nueva York, visto a los Ramones y descubierto las posibilidades comerciales de la fealdad y la confrontación. Regresó a Londres convencido de que la nueva belleza necesitaba ser asquerosa, ofensiva y asustar a los burgueses. No iba más allá: dinero fácil y rápido («sacar pasta del caos», era su eslogan de operaciones). Reclutó a cuatro golfos, les concedió el derecho a gritar, ayudó en la búsqueda de nombre —antes de dar con el de Sex Pistols barajaron Le Bomb, Subterraneans, Beyond, Teenage Novel, Kid Gladlove, y Crème de la Crème— y añadió algo de background intelectual al asunto. «Si la aventura sale mal, os vuelvo a contratar como hombres-póster», prometió para tranquilizar los ánimos.

Sex Pistols, 1976

Sex Pistols, 1976

3. El lugar del crimen. En 1975, cuando McLaren clonó el punk yanqui en el Londres del aburrimiento, el Reino Unido era un país en desmantelamiento, con la cantidad de desempleados creciendo a tanta velocidad como la grosería de la inmisericorde brecha social y los servicios públicos en perpetuo recorte por mor de la política privatizadora del neoliberalismo. En 1977 deciden festejar, con el barco a punto de naufragar y las condiciones de vida ya hundidas, el Jubileo de Plata de la Reina Isabel II (25 años en el trono). Se organizan fastos millonarios, similares a los celebrados hace unos días por los 60 años en el sillón de la monarca —que, según Forbes, es la 23ª mujer más rica del mundo, con una fortuna personal declarada de 600 millones de euros—.

Single de "God Save the Queen", editado por Virgin

Single de "God Save the Queen", editado por Virgin

4. La munición. El 27 de mayo de 1977 la discográfica Virgin Records pone a la venta el single de los Sex Pistols con God Save the Queen en la cara A y Did You No Wrong en la B —antes de que la banda firmara con la disquera, la empresa A&M había editado algunos ejemplares (se asustaron del contenido de la canción y pararon el proceso) como el que aparece al principio de esta entrada: se tiene conocimiento de que existen una docena y es el disco más valioso en las subastas: 12.000 libras esterlinas, unos 15.000 euros—. El single es el más censurado de la historia: no sólo la BBC, sino también las radios independientes, se niegan a emitir el tema; los almacenes lo boicotean, la prensa seria editorializa lo mismo que la amarilla y habla de «afrenta» y «atentado moral» contra el himno nacional del Reino Unido del que se mofan los Sex Pistols… El grupo organiza una gira por el Támesis en un barco alquilado (el Queen Elizabeth). La policía carga y hay apaleados y detenidos. Se debate sobre los Sex Pistols en el Parlamento. A Rotten le ataca en la calle un skin y le deja secuelas permanentes en una mano. Cuando le preguntan cómo solucionaría los problemas del país, Rotten responde: «Resolvedlos vosotros. Es vuestra puta culpa, esclavos, putos cabrones«. El single y su mensaje de profundo y desolador asco calan en la sociedad: el disco se convierte en el más vendido, pero las empresas mediáticas lo ocultan en las listas de éxitos con maniobras grotescas como dejar en blanco la casilla del título de la canción o simplemente subir al número uno a la que ocupaba el segundo puesto, una balada de Rod Stewart que se titula, para completar el ridículo, I Don’t Want To Talk About It (No quiero hablar sobre eso).

Póster de la revuelta de mayo de 1968 en París y cartel de los Sex Pistols (Jamie Reid, 1977)

Póster de la revuelta de mayo de 1968 en París y cartel de los Sex Pistols (Jamie Reid, 1977)

5. El testimonio. La letra de la canción de los Sex Pistols, traducida al español, dice: Dios salve a la Reina / El régimen fascista / Te han convertido en un idiota / Una bomba h en potencia // Dios salve a la Reina / No es un ser humano / No hay futuro / En el sueño de Inglaterra // Dios salve a la Reina / Que no te digan lo que quieres / Que no te digan lo que necesitas / No hay futuro, no hay futuro  / No hay futuro para ti // Dios salve a la Reina / Sabemos lo que decimos, tío / Adoramos a nuestra Reina / Que Dios la salve // Dios salve a la Reina / Porque los turistas son dinero / El torso de nuestro personaje / No es lo que parece // Dios salve a la Reina / Dios salve la historia / Dios salve tu demencial desfile // Dios salve a la reina / Señor, ten piedad / Todos los crímenes se pagan / ¿Cuando no hay futuro / Cómo puede haber pecado? // Somos las flores en el cubo de la basura / Somos el veneno de tu maquinaria humana / Somos el futuro, tu futuro // Dios salve a la Reina / Sabemos lo que decimos, tío / Adoramos a nuestra Reina / Que Dios la salve //  Dios salve a la Reina / Sabemos lo que decimos, tío / No hay futuro / En el sueño de Inglaterra // No hay futuro , no hay futuro / No hay futuro para ti / No hay futuro , no hay futuro / No hay futuro para mí.

Edición de lujo y tirada limitada de "God Save the Queen", 2012

Edición de lujo y tirada limitada de "God Save the Queen", 2012

 6. ¿RIP?. Los Sex Pistols nacieron para morir deprisa. Fueron una refrescante maldición. Como una versión en reverso de un embarazo, estuvieron nueve meses entre nosotros, del 4 de noviembre de 1976, fecha de publicación de su primer disco, el single Anarchy in the UK / I Wanna Be Me; al 14 de enero de 1978, cuando actuaron por última vez en público —actuar es un verbo demasiado condescendiente, ya no se soportaban entre sí—. Fue en San Francisco (EE UU) [aquí está el concierto completo] y Rotten acabó el show hablando cara a cara a la audiencia: «¡Ah, ja, ja, ja! ¿Alguna vez os habían engañado? Buenas noches». El resto ha sido muy triste: la muerte anunciada de Vicious, convertido en un más que presunto asesino; actuación de los músicos como mercenarios sin rumbo —con excepción de los muy aconsejables primeros álbumes de PIL, la banda de Lydon—; una reunión crowdfunding en 2007-2008 en la que tocaron como si ellos mismos no hubieran negado la posibilidad de futuro; vulgares pleitos por los derechos de las canciones ante una justicia a la cual nos aconsejaron maldecir; el lanzamiento de un agua de colonia con el nombre de la banda («pura energia, combinada con aroma a piel, heliotropo y pachuli») y, hace unas semanas, durante el nuevo jubileo de Isabel II, la reedición de lujo de 3.500 ejemplares de God Save the Queen en vinilo de siete pulgadas de la que se ha descolgado Lydon diciendo que «socava todo aquello por lo que lucharon los Sex Pistols». Treinta y cinco años después de la canción ante la que nadie era capaz de sonreir, ¿qué queda? Quizá el mensaje esencial de un joven gandul que no se cepilla los dientes, se siente «vacío», quiere «destruir a los transeúntes» y aconseja, como vomitando: «Sean irresponsables. Sean irrespetuosos. Sean todo lo que esta sociedad detesta (…) Te aseguro que no me odias tanto como yo te odio a ti«. Suficiente, ¿no?

Ánxel Grove

Un repaso al detalle por las pesadillas fantásticas del Bosco

'El carro de heno'

'El carro de heno'

En el panorama artístico de los Países bajos, El Bosco (1450-1516) irrumpió con una colección de símbolos caótica y espeluznante, más propia de las crisis existenciales del siglo XX que de la armonía canónica del arte flamenco.

En 2016 se cumplirán 500 años de su muerte y el artista aún sigue despertando la curiosidad de cualquiera que ve sus pinturas. ¿Cómo es posible que una mente del siglo XV ideara imágenes como la de un pez con piernas, un rostro que parece nacer de un árbol, un barco volando o dos orejas pegadas entre sí y empuñando un cuchillo? Aunque maestros como Jan van Eyck (1395-1441) ya habían demostrado la grandeza de la pintura flamenca antes de que El Bosco naciera, nadie le había dado al arte el giro de pesadilla fantástica que el pintor desarrolló, como llegado de otro planeta.

'Extracción de la piedra de la locura'

'Extracción de la piedra de la locura'

Los críticos se han atrevido verlo como un surrealista del siglo XV que sacó a relucir todo aquello que albergaba en el subconsciente. Otros ven indicios de las prácticas esotéricas de la Edad Media, una fijación por la brujería, la alquimia y la astrología. El historiador del arte Wilhelm Fraenger (1890-1964) lanzó una teoría que aún tiene peso: el pintor era miembro de una secta herética del medievo, los Hermanos del Libre Espíritu, de carácter panteísta, promotora de la promiscuidad sexual y que buscaba alcanzar la pureza de Adán antes de ser desterrado del paraíso. No hay pruebas de que sea cierta la militancia.

De su vida no se sabe casi nada. Jeroen Anthoniszoon van Aeken se hacía llamar Hieronymus Bosch (El Bosco). A la muerte de su padre, sólo el hermano mayor de la familia (Goossen van Aken, también pintor) podía firmar con el apellido paterno. El artista eligió el pseudónimo de Bosch en honor a su ciudad natal, Bolduque (en neerlandés, ‘s-Hertogenbosch o Den Bosch), en el sur de Holanda, a unos 80 kilómetros de Amsterdam.

Parece ser que pintaba de modo directo, con los colores —vivos y contrastados de un modo inusual— todavía mojados y sin crear capas para construir matices en los tonos, pero sí planeaba las escenas de modo exhaustivo antes de  posar el pincel sobre la superficie del lienzo.

Detalle de 'El carro de heno'

Detalle de 'El carro de heno'

Los micromundos de sus cuadros, paneles y trípticos son abrumadores. En conjunto parecen un rompecabezas de mil piezas. De cerca, cada pequeño habitante de la escena podría ser un cuadro en sí mismo. El Cotilleando a… de esta semana es para El Bosco, no con intención de comentar el contexto ni la grandeza de su carrera, sino para fijar la atención en una selección de media docena de detalles de los miles que pueblan sus grandes obras:

1. Los animales humanoides que tiran del carro están en la tabla central del tríptico El carro de heno, fechado entre 1500 y 1502, pero según estudios recientes parece que realizado en 1516. La obra es una de las numerosas pinturas de temática religiosa del Bosco y alude a la condición efímera de la riqueza y el placer (el heno), con guiños a la lujuria, la vanidad y el engaño.

Detalle del infierno de 'El jardín de las delicias'

Detalle del infierno de 'El jardín de las delicias'

El teólogo, historiador y poeta fray José de Sigüenza  los interpretó a finales del siglo XVI como símbolos de los vicios. El pez, el oso, el león, el lobo, el pájaro… Todos tienen un gesto inexpresivo que los acerca al animal y los aleja del humano, pero las posturas son propias de hombres tirando de un gran peso.

2. El ave rapaz coronada con una olla de oro y engullendo a un humano del que sólo queda ya una pierna está en la parte inferior del lado derecho del tríptico de El Jardín de las delicias (1480-1490), la obra más famosa del Bosco. El pájaro de pico ganchudo se ha interpretado como satanás devorando a los condenados sentado en un retrete dorado y defecando a las víctimas en un agujero negro en el que vomitan y defecan monedas unos humanos descoloridos y sufrientes.

Esa zona dedicada al martirio, que recuerda a las espeluznantes (y novedosas) escenas del Infierno de la Divina Comedia descritas por Dante Alighieri, destaca por la viveza de sus personajes demoníacos, la mayoría basados en criaturas y objetos de la naturaleza y de la vida cotidiana y no inventados como simples monstruos fantásticos.

Detalle de 'El Juicio Final'

Detalle de 'El Juicio Final'

3. La criatura con patas de anfibio que sujeta una sartén, fríe a un humano sufriente del que sólo se ven la cabeza, una mano y una pierna.

El Bosco hace un planteamiento del cuerpo humano que aparece ante el espectador actual como un comienzo del cubismo, mostrando una anatomía fragmentada y desordenada 420 años antes de que Picasso iniciara su camino hacia la abstracción.

La bruja cocinera observa entretenida la tortura de un humano condenado a beber orina de un gigantesco barril que no deja de llenarse.  El detalle pertenece a la parte inferior izquierda del panel central del tríptico El Juicio Final, creado poco después de 1482.

Detallle de los incendios de 'El Juicio Final'

Los incendios de 'El Juicio Final'

4. Los incendios del panel derecho de El Juicio Final (el del infierno) se desarrollan en una masa oscura sólo interrumpida por violentas explosiones de luz que bien podrían haber servido de inspiración para las obras más brillantes del pintor romántico inglés J.M.W. Turner. El Bosco reduce las figuras humanas a  dinámicas siluetas y monigotes que expresan agitación y pavor a pesar de su falta de detalles.

El Bosco ilustró paisajes incendiados en varias de sus obras no sólo por la asociación bíblica del fuego con el infierno y el apocalipsis, sino por un hecho biográfico significativo que marcó al artista. En 1463 un terrible incendio redujo a cenizas la ciudad de ‘s Hertogenbosch, en la que el pintor pasó toda su vida. Profundamente conmovido, nunca desechó la imagen de su convulsa mente creativa.

'Cristo llevando la cruz'

'Cristo llevando la cruz'

5. Cada rostro del cuadro Cristo llevando la cruz (1503-1504) podría ser un poderoso retrato en sí mismo. Los colores vivos contrastan con las muecas de las caras distorsionadas por los peores sentimientos humanos, que retan a los cánones de belleza del Renacimiento.

La maldad no reside en un demonio, una gárgola ni una serpiente, sino que emerge de cada personaje que se burla, odia y desprecia al Jesús de gesto triste, pero armónico. La otra cara bondadosa es la de Santa Verónica, una figura apócrifa de la que se dice que limpiaba con su pañuelo el sudor de Cristo en la travesía y que luego descubrió el rostro del crucificado dibujado sobre la tela .

Detalle de 'Las tentaciones de San Antonio'

Detalle de 'Las tentaciones de San Antonio'

6. Las Tentaciones de San Antonio, datado en torno a 1501, es una sobrecarga lisérgica de perversiones. Al contrario que otros trípticos, no representa el sufrimiento de las almas condenadas, sino de una sola persona, un santo ermitaño que consigue mantener la compostura a pesar de lo diabólico de un mundo que se abalanza sobre él con lujuria y maldad.

El detalle más daliniano tal vez se encuentre en la parte superior del panel izquierdo: San Antonio, amenazado por un demonio que sujeta una rama, reza tumbado mientras surca el cielo sobre un sapo desmayado panza arriba.

Helena Celdrán

El injusto olvido de Prince

Prince

Prince

Con sólo 153 centímetros de altura pero la furia de un gigante, ha alcanzado la categoría de mito viviente, casi una leyenda: productor, compositor; músico capaz de tocar cualquier instrumento excepto los de viento —la guitarra, como casi nadie en la actualidad [vean el sobrecogedor solo de este vídeo, una versión de Radiohead, a partir del mínuto 6:50; o de este otro, una de los Beatles, a partir del 3:24]—; renovador del género de la música de baile, que no fue la misma desde su llegada; inventor de técnicas de estudio y tratamiento del sonido de las que todos estaban pendientes para copiarlas; referencia incontestable durante los años ochenta y autor de una veintena de discos de estudio y muchos más proyectos que no cristalizaron o editó bajo seudónimos…, es casi imposible reducirle a un texto introductorio como pretende ser esta entrada.

Acaso en estos tiempos amnésicos hayamos olvidado los discos sorprendentes y narcóticos que Prince n0s regaló entre 1981 y 1988. Tal vez nos hayamos quedado con las peloteras contractuales que le llevaron a adoptar un extraño símbolo como nombre, a actuar con la palabra «esclavo» pintada en la cara y a las risas que provoca la mención de sus seudónimos-disfraz: El Artista antes Conocido como Prince (las siglas en inglés parecen pensadas para que no duerman los niños: TAFKAP) o El Artista…

No es justo.

La semana que viene, el día 7 de junio, Prince cumple 54 años. Sin más pretensión que el homenaje, hemos reunido una serie de circunstancias, apuntes  y referencias sobre el personaje y la obra, ambas candentes, imposibles de evitar, necesarias.

Prince Rogers Trio (el padre de Prince, al piano)

Prince Rogers Trio (el padre de Prince, al piano)

1. Hijo de príncipe. Prince Roger Nelson, nacido en Mineápolis (EE UU), fue bautizado en honor al grupo de jazz Prince Rogers Trio, en el que tocaba el piano su padre, John L. Nelson, un músico vocacional obligado (siete hijos) a trabajar como empleado en una empresa de accesorios industriales y olvidarse de la música. En el piano del padre el crío aprendió a tocar.

2. Funk precoz. A los siete años, Prince compuso una pieza con título premonitorio, Funk Machine.

3. Primer apodo, Skipper (jefe, capitán).

Prince, alias 'Gazoo'

Prince, alias 'Gazoo'

4. Segundo, en el instituto: Gazoo, como el aliénigena cabezón de Los Picapiedra. ¿Motivo? Juzguen ustedes viendo la foto de la izquierda.

5. I’m lovin’ it. La familia no nadaba en la abundancia. Prince iba a veces a un McDonalds para consolarse oliendo el fast food.

6. ¿Epiléptico? En sus escasas entrevistas Prince ha declarado que nació epiléptico, pero que se curó de la enfermedad. No hay constancia de que la información sea cierta.

7. Burlas. En el instituto lo pasó mal. Era objeto de burlas por su baja estatura y la ropa llamativa que vestía. Prince se defendía: no eludía los enfrentamientos físicos.

8. Grand Central. La primera banda, a los 13 años, con compañeros de instituto. Versiones de Sly & the Family Stone y los Jackson 5.

9. Soul y rock. Nunca fue un músico racial exclusivista. Le gustaban Parliament, Funkadelic, James Brown y Miles Davis, pero también Carlos Santana, Jimi Hendrix, los Beatles, Led Zeppelin, Joni Mitchel y Todd Rundgren.

10. En 1975 montó el primer grupo con pretensiones profesionales, 94 East. Grabaron un single y algunas demos que fueron reeditadas años más tarde.

"For You" (Prince, 1976)

"For You" (Prince, 1978)

11. 27 instrumentos. El debut de Prince fue For You, editado en abril de 1978. En las notas interiores, el artista alardeaba que él mismo tocaba los 27 instrumentos que suenan en la grabación. No mentía.

12. «No me vendas como negro». Fue su petición artística a Wea, la primera discográfica con la que tuvo contrato.

13. Grupo de jovencitos. Descontento con el sonido del primer disco, busca un grupo estable, se muda a una casita en las afueras de Mineápolis, consigue una grabadora de cuatro pistas y empieza a experimentar. El guitarrista Dez Dickerson, el teclista Dr. Fink y el batería Bobby Z se convierten en sus aliados de confianza. Ninguno tiene más de 23 años.

"Dirty Mind" (Prince, 1980)

"Dirty Mind" (Prince, 1980)

14. Lascivia y provocación. Tras un disco de transición (Prince, 1979), lanzan Dirty Mind (1980), uno de los discos más importantes de su época —pese a la portada—: la música disco toma aliento de la ruptura propuesta por el punk y la new wave, el funk se cruza con el rock and roll. Temáticamente, una sola emoción: lascivia. Una de la canciones, Head, remite a una felación; otra, Sister, a un incesto; otra, Do It All Night, a placer descontrolado…

15. Cerca del Dakota. Prince estaba a pocas manzanas del edificio Dakota de Nueva York cuando John Lennon fue asesinado, en diciembre de 1980.

16. La megaestrella. La década de los años ochenta es de fertilidad y grandes discos: Controversy (1981), con una oda a la masturbación; el doble álbum 1999 (1982), con piezas contra las armas nucleares y el sadomasoquismo; Purple Rain (1984); los sicodélicos Around the World in a Day (1985) y Parade (1986); la obra cumbre Sign ‘O’ the Times (1987) y Lovesexy (1988). Durante esta etapa no había nadie capaz de hacerle sombra a Prince, cuyos shows en directo, además, eran lo más salvaje y eléctrico de la música pop, un maridaje del sudoroso ritmo de James Brown con la amplitud astral de Jimi Hendrix.

17. Dieta. Durante estos años locos se alimentaba de espaguetis y zumo de naranja.

Prince

Prince

18. Peligroso. La letra sexualmente explícita —menciona la frase «me estaba masturbando con una revista»— del tema Darling Nikki de Prince llevó a Tipper Gore, entonces esposa del vicepresidente de los EE UU Al Gore, a fundar el Parents Music Resource Center (Centro de Recursos Musicales de Padres), que publicó en 1985 su lista de las Filthy Fifteen (Quince Asquerosas), canciones que, en opinión de la organización, debían ser censuradas.

19. Amoríos. Prince ha estado liado con Kim BasingerCarmen Electra, Madonna, Vanity, Sheila E., Susanna Hoffs, Anna Fantastic, Sherilyn Fenn, Susan Moonsie y Apollonia 6.

Prince y Mayte García

Prince y Mayte García

23. Baile del vientre. Se ha casado y divorciado dos veces. Con su primera mujer, Mayte García, nacida en Puerto Rico, estuvo casado entre 1996 y 2001. Se conocieron en España, durante una gira de él, que quedó seducido por la forma en que ella bailaba la danza del vientre —había ganado un concurso de televisión en los EE UU como la especialista más joven, ¡con 8 años!. La colocó en el cuerpo de baile de sus actuaciones —tapándola bastante— y tuvieron un hijo, Boy Gregory, que nació con una enfermedad grave, el síndrome de Pfeiffer, que le impedía respirar y le causó la muerte pocos días después del parto.

24. Por la Biblia. Con su segunda mujer, Manuela Testolini, estuvo casado entre 2001 y 2006. Se conocieron en un grupo de estudios bíblicos.

25. Protegida. Su última pareja es su protegida Bria Valente (nacida Brenda Fuentes), a quien le ha compuesto canciones.

26. Testigo. Desde 2001 Prince es Testigo de Jehová.

27. Sin cirugía. Por respeto a los dogmas de su religión —que prohiben las transfusiones de sangre—, Prince se ha negado a ser operado de la cadera, donde necesita una prótesis. Tiene los huesos muy desgastados por la violencia de sus bailes en directo, le anunciaron los médicos hace varios años.

Prince en directo, 2010

Prince en directo, 2010

28. Sin himnos. Por la misma razón (mandato de fe), Prince ya no canta en directo ninguno de sus himnos sexuales, entre ellos el Darling Nikki que tan poco gustaba a la señora Gore.

29. Prince es vegetariano. En 2006 le votaron como «el vegetariano más sexy».

30. Cuestión de nombres. Antes de autobautizarse como O ( + > —caracteres ASCCI para representar el símbolo que adoptó como nombre en 1993— había utilizado un gran cantidad de heterónimos para alejarse de la tiranía de los contratos: Jamie Starr, The Kid, Christopher Tracy, Alexander Nevermind, Joey Coco, Tora Tora, Camille, St. Paul, Eric Brazil, Purple Yoda…

Foto de promoción del último disco de Prince "20Ten" (2010)

Foto de promoción del último disco de Prince "20Ten" (2010)

31. Estajanovista. Dicen que es incansable. Cuando se mete en el estudio no sale hasta que no da por terminado lo que tiene en la cabeza. Durante la edición de la película Purple Rain, el director le dijo que le vendrían bien un par de canciones más de este y aquel tono. A la mañana siguiente Prince llegó con el par de temas, grabados, arreglados y producidos en una noche.

32. E-Policía. En los últimos años se ha convertido en un celoso perseguidor de la difusión libre de sus trabajos. Paga millones de dólares a la compañía inglesa Web Sheriff para que obligue a servicios de vídeo como YouTube a retirar cualquier obra que le pertenezca. Es dificilísimo encontrar canciones de Prince e incluso quien difunda fotos del artista corre el peligro de ser demandado.

33. Sin web. Prince es quizá el único músico de primera fila sin web oficial. En 2010 cerró la última, LotusFlow3r.com, y declaró: «Internet se ha acabado. No veo por qué debo ofrecer mi música a iTunes o a cualquier otro. No me pagan un adelanto y, encima, se cabrean porque me niego… Sea como sea, todas estas computadoras y gadgets digitales no son buenos. Llenan tu cabeza de números y eso no puede ser bueno para nadie».

Prince en directo en Australia, el 11 de mayo de este año

Prince en directo en Australia, el 11 de mayo de este año

34. Disco gratis con el diario. Es personal e innovador en sus decisiones sobre distribución: ha firmado contratos de venta exclusivos con la cadena de híperalmacenes Target para ofrecer alguno de sus nuevas grabaciones a precio de ganga —el álbum triple LotusFlow3r (2009) a 4,99 dólares—. Unos años antes, en 2007 distribuyó el disco Planet Earth gratis con el periódico inglés The Mail on Sunday. El diario vendió 2,3 millones de ejemplares y tuvo que imprimir una edición extra de 600.000. No trascendió cuanto le pagó al artista.

35. Mejor que Miles (según Miles). Prince, que ha vendido 80 millones de discos en todo el mundo, fue considerado por la revista Time una de las cien personas más influyentes del mundo en 2010; los oyentes de la BBC le votaron como el octavo mejor guitarrista de los últimos 30 años; el festival de Jazz de Montreux le invitó a ser cabeza de cartel en la edición de 2009… Un último detalle que debería bastar: Miles Davis, el músico que cambió cuatro veces el rumbo de la música pop, el jazz y el rock durante el siglo XX y cuyo ego sólo era superado por su genio, consideraba que Prince era el único artista contemporáneo que le ganaba en creatividad.

Ánxel Grove

El silencio de Picasso, el fingimiento de Modigliani, la desfachatez de Kiki de Montparnasse…

Siempre nos quedará París. La frase, un tópico del cine trasladado con frecuencia a la vida cotidiana, retiene algo de verdad. Durante casi un siglo, la capital francesa fue también capital cultural del mundo occidental.

La bonanza había comenzado con el impresionismo de Van Gogh, Monet, Manet, Degas y Renoir, pero la llama estaba lejos de apagarse: quedaba el siglo XX, la vanguardia, la confusión, la ruptura con la tradición que tan segura parecía. Picasso desafió la percepción visual con el cubismo; Apollinaire y después Breton retaron el significado de las palabras.

Los barrios de Montmartre y Montparnasse dejaron de ser simples colinas para funcionar como imán de las mentes más despiertas del mundo. La mezcla producía personajes excéntricos, hambre, miseria, demonios personales, la oposición a la burguesía a la vez que una necesidad de nutrirse de su sensibilidad, el deseo del burgués de participar aunque fuera un poco de la locura de ser pobre…

El Cotilleando a… de esta semana es un repaso por la vida en París de siete artistas de la bohemia del siglo XX. Algunos coincidieron en el tiempo de manera desigual, otros fueron grandes amigos. La capital francesa fue hasta la II Guerra Mundial una narrativa continua de personajes que se entrelazaron, influyeron unos en otros y propiciaron un microclima frágil pero constante que cambió las concepciones artísticas más básicas de la historia del arte.

El joven Picasso en París

El joven Picasso en París

1. Pablo Picasso (1881-1973) llegó a París con 19 años, para la Exposición Universal de 1900. Les Derniers Monet (un cuadro que tapó tres años después con La Vie) fue elegida para representar a España en el evento. No sabía mucho de Francia ni planeaba quedarse demasiado tiempo, pero tampoco veía  una salida clara para su arte en España. Al final se quedó para siempre en territorio francés. El pintor catalán Isidre Nonell le dejó su estudio en la Rue de Gabrielle, en el barrio de Montmartre.

Picasso solía guardar silencio en las reuniones sociales, ocultando su rudimentario francés, y se valía de la mirada para comunicar sus impresiones. Tenía relaciones con muchas de sus modelos y frecuentaba burdeles , pero cuando se enamoraba era sumamente posesivo y celoso, una característica que conservó toda su vida.

Inició su famoso período azulmelancólico y doloroso — entre 1901 y 1904. El detonante del cambio radical en su pintura fue el suicidio de uno de sus grandes amigos españoles en París, el pintor Carlos Casagemas, enamorado de Germaine, una de las amantes ocasionales de Picasso que posaba habitualmente para él. Ella rechazó a Casagemas y a pesar de los esfuerzos de Picasso para que olvidara a la chica, su amigo seguía obsesionado con ella. Casagemas organizó una cena para siete en un restaurante e invitó también a la modelo. Tras lanzar un discurso en francés comunicando que volvía a España para siempre, ella no mostró reacción alguna. En un arranque de desesperación el anfitrión disparó a la chica y tras fallar, se pegó un tiro en la frente. Picasso se sintió culpable de la muerte, se recluyó en su estudio e iluminado con una pequeña lámpara de gas, comenzó a pintar con fiereza.

Amedeo Modigliani antes de su 'transformación'

Amedeo Modigliani antes de su 'transformación'

2. Amedeo Modigliani (1884-1920). El pintor y escultor italiano se instaló en París en 1906. De familia rica venida a menos, Modigliani trataba de preservar su dignidad burguesa, cuidaba su vestuario en todo lo posible y decoró su humilde estudio con reproducciones de pinturas renacentistas y cortinas de felpa. Cuando se relacionaba con el grupo de artistas bohemios de la vanguardia parisina, parecía más bien que se disfrazaba de pobre.

Un año después de vivir en Montmartre sufrió una tranformación: de ser un artista academicista que miraba de reojo el mono de trabajo de Picasso, pasó a renegar de sus obras más canónicas y convertirse en un adicto al alcohol y las drogas, en parte para cubrir los efectos de la tuberculosis que sufría. La enfermedad, crónica y contagiosa, era sinónimo en Francia de aislamiento social y Modigliani se valió de todo aquello que justificara los síntomas y además le ayudara a desprenderse de su timidez.

Apollinaire herido de metralla

Apollinaire herido de metralla

3. Gillaume Apollinaire (1880-1918). El poeta era uno de los personajes más populares del barrio de Montparnasse. Cautivó al joven Picasso con una verborrea de cultura y curiosidad innata. Era capaz de hablar de Nerón, componer una estrofa de cuatro versos, interesarse por la construcción de un muro, describir el aroma de algún suculento plato y sacar tres libros diferentes de sus bolsillos en la misma conversación. Era un burgués bien vestido capaz de hablar de los asuntos más escatológicos tras emitir un discurso de corte académico.

Escribió novelas pornográficas y caligramas, recuperó como crítico literario las obras del Marqués de Sade, perteneció al dadaísmo… Apollinaire luchó en la I Guerra Mundial y fue herido de metralla en la cabeza. Milagrosamente no murió, pero nunca se recuperó totalmente. Fue durante su convalecencia cuando acuñó el término surrealismo. Murió con 38 años víctima de la Gripe Española, una de las epidemias más virulentas de la historia, que terminó con la vida de 50 a 100 millones de personas en sólo dos años.

Kiki de Montaparnasse retratada por Man Ray en 'Noire et blanche'

Kiki de Montaparnasse retratada por Man Ray en 'Noire et blanche'

4. Alice Prin (Kiki de Montparnasse) (1901-1953). De hija ilegítima nacida en un pueblo de la Borgoña a reina de Montmartre. Kiki de Montparnasse era una superviviente nata, descarada y audaz, que cautivaba ya desde la adolescencia por su mezcla de vulgaridad, valentía y sensibilidad. Se convirtió en la musa por excelencia, posó para el japonés Tsuguharu Foujita, el dadaista y surrealista Francis Picabia, el escultor aragonés Pablo GargalloMan Ray también cayó a sus pies. La conoció en 1921 cuando ella montaba un escándalo en una terraza de París. El camarero se negaba a atender a Kiki y a una amiga porque, al no llevar sombrero y estar solas, se les podía confundir con prostitutas. Ella puso un pie descalzo sobre la silla y otro sobre la mesa, vociferando que no vendía sus atributos, que ni ella ni ningún conocido suyo volverían a ir al negocio. Cuando terminó el discurso dio un salto para bajar, calculando el vuelo de su vestido para que se adivinara que no llevaba ropa interior. «¡Sin sombrero, sin zapatos y sin bragas!», exclamó.

Man Ray, fascinado, la observaba desde otra mesa. Tardó poco en proponerle que posara para él. El fotógrafo le hizo cientos de retratos, entre los que hay obras maestras como Noire et blanche y Le violon d’Ingres. Durante seis años fueron inseparables.

Man Ray

Man Ray

5. Man Ray (1890-1976). El fotógrafo estadounidense pasó 20 años en Montparnasse. Con Picasso, Max Ernst, André Masson, Jean Arp y Joan Miró expuso su obra en la primera exposición surrealista de la historia, que se celebró en 1925 en la galería Pierre de París. Junto a los retratos clásicos de personajes como Gertrude Stein y James Joyce, Ray exploró más tarde —junto a su otra musa y compañera artística Lee Miller— la parte más vanguardista de la fotografía con solarizaciones y fotos sin cámara (poniendo los objetos directamente sobre papel fotográfico). Su relación con Kiki de Montparnasse se tornó obsesiva y turbulenta por ambas partes. Los dos eran terriblemente celosos y posesivos y todo el vecindario se enteraba de sus escandalosas peleas.

En 1929 Lee Miller, una modelo estadounidense  recién llegada a París, le pidió a Man Ray ser su asistente. Miller demostró pronto su talento como fotógrafa. Se enamoraron. En la última discusión de pareja con Kiki, en un bar, Ray escapaba bajo las mesas del restaurante mientras la Reina de Montmartre le tiraba platos.

Gertrude Stein (1905-6) - Pablo Picasso

Gertrude Stein (1905-6) - Pablo Picasso

6. Gertrude Stein (1874-1946). Según el crítico de arte del New York Sun Henry McBride (1867-1962), la escritora, poeta y mecenas tenía el don de «coleccionar genios en lugar de obras de arte. Los reconocía de lejos». De familia rica, llegó a París en 1903 con su hermano Leo, también amante del arte, y vivió allí hasta el final de sus días. Pronto comenzaron una colección que llegó a ser de las más notables del mundo. Adquirieron obras de autores como Cézanne, Renoir, Braque, Gauguin y Matisse, pronto se fijaron en Picasso. Gertrude Stein y el pintor congeniaron desde el primer momento. Él encontraba fascinante el aspecto masculino de la millonaria y pidió retratarla. La primera sesión, posando sentada en un sillón medio desarmado, entusiasmó tanto a Stein que decidió volver a diario y permanecer varias horas inmóvil si era necesario para que Picasso capturara su imagen. Tras 90 sesiones, el pintor tiró los pinceles y la toalla y dijo: «Te he dejado de ver cuando te miro». Sólo había pintado la cara y la borró, dejando consternada a la mecenas estadounidense. Picasso pasó unos días en el pueblo catalán de Gosol y cuando volvió se puso frente a lo poco que quedaba del cuadro fallido. Sin ver a su modelo, la retrató de nuevo. El rostro parecía una máscara, la piedra fundacional de Las señoritas de Aviñón: había pintado su primera obra cubista.

Aunque Stein apoyó a grandes artistas y su gusto e intuición eran refinados, había algo reprochable en el modo en que trataba a las piezas de su colección. Las paredes de su casa, en la Rue de Fleurus, estaban plagadas de cuadros de gran calidad, pero apiñados sin demasiado acierto. Para colmo, los artistas acudían a reuniones en casa de los Stein y podían atestiguar los estropicios. Georges Braque ardía por dentro al ver cómo sus obras se ahumaban poco a poco por estar colgadas sobre la chimenea. Picasso se dio cuenta de que dos de sus cuadros habían sido barnizados para que brillaran más: tardó varias semanas en calmarse y volver a la vivienda de la mecenas.

André Breton retratado por Man Ray

André Breton retratado por Man Ray

7. André Breton (1896-1966). El poeta y escritor francés, también ávido coleccionista de cualquier manifestación artística, redactó el Manifiesto Surrealista en 1924 definiendo el movimiento como un «automatismo psíquico puro, por cuyo medio se intenta expresar, verbalmente, por escrito o de cualquier otro modo, el funcionamiento real del pensamiento. Es un dictado del pensamiento, sin la intervención reguladora de la razón, ajeno a toda preocupación estética o moral». Se peleó con la mayoría de los artistas surrealistas y se sintió con derecho de excluirlos del grupo. Breton era conocido entre la bohemia por sus arranques de cólera, los insultos y las bofetadas en público a cualquiera que lo provocara. Las causas eran de lo más subjetivo. Dirigirle la palabra a su exmujer Simone o no ser lo suficientemente comunista para atender a todas las reuniones del Partido Comunista francés, al que se afilió en 1927, podían ser motivo de abofeteo.

Helena Celdrán