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Archivo en línea de ‘Eros’, la revista que Robert Kennedy quiso prohibir en 1962

Portadas de los cuatro ejemplares de 'Eros'

Portadas de los cuatro ejemplares de ‘Eros’

Buen momento para disfrutar —verbo muy adecuado para el caso: hablamos de sexualidad y placer— de las capacidades de almacenaje de internet de material gráfico e impreso solo disponible, en caso contrario, para quienes tengan a mano una buena hemeroteca pública, circustancia nada frecuente a estas alturas de muerte del papel.

Si hace unos días hablamos del nuevo archivo online de la revista Performance, una deliciosa locura arty del underground británico, hoy toca dar cuenta de la digitalización de Eros, publicación trimestral estadounidense que intentó proponer la revolución sexual y defenderla nada menos que en 1962, cuando el placer era todavía un tabú excepto en las zonas en sombra del delito potencial o en las muy altas y siempre protegidas esferas del poder.

El editor de este ejemplo de elegancia, libertad de prensa y nula pacatería era Ralph Ginzburg (1929-2006) —del que también hablamos en el blog en la entrada La única revista hippie en la que el diseño importaba [sobre la digitalización de Avant Garde, que editó catorce ejemplares entre 1968 y 1971]—, un intelectual de los de antes, de cuerpo y alma, sin miedo a la represión, defensor de sus colaboradores, de amplísima cultura, mayor bondad, nulo retorcimiento y adalid verdadero y sin disfraz para quedar bien en la foto de la libre opinión, un derecho que no otorgan los poderes sino la vida misma.

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La única revista hippie en la que el diseño gráfico importaba

Mosaico con portadas de la revista 'Avant Garde'

Mosaico con portadas de la revista contracultural ‘Avant Garde’

Durante los años del posthippismo, la prensa underground entró en el campo de batalla mediático en los EE UU —también en el Reino Unido y Australia—. Se trataba de proponer, tal como estaba ocurriendo con los usos sociales, el arte, la cultura y la política, modelos más veraces, abiertos y desprendidos de los convenios entre de la prensa tradicional y el poder. De la ilusionante edad de las flores y la cándida utopía que proclamaban buena parte de sus hijos, nacieron fanzines, revistas, diarios y panfletos de relajada puntualidad pero contenidos precisos…

Aunque la prensa underground fue de vida corta —la única excepción fue el quincenal Rolling Stone, pero su etapa contracultural fue efímera y en pocos años el éxito la llevó a convertirse en un medio tradicional y masivo, pese a su nómina de grandes reporteros—, algunas revistas merecen un espacio de mérito que no se les concede. Es el caso de Avant Garde, la única revista hippie en la que importaba el diseño gráfico.

Efímera —sólo editó catorce números entre enero de 1968 y julio de 1971—, la colección completa de la revista ha sido ahora delicadamente digitalizada y organizada en un rpoyecto de la archivista Mindy Seu.

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Un ingenioso videoclip cargado de referencias cinéfilas

El videoclip está lleno de pequeñas imperfecciones (intencionadas) que trasladan al espectador al estilo de la animación de entre finales de los años sesenta y principios de los setenta. También los colores y el desarrollo de las ideas tienen ecos de aquella psicodelia y a ratos traen a la memoria la película de dibujos animados de los Beatles Yellow Submarine (George Dunning, 1968).

En tres minutos, el vídeo de la canción All Over —del grupo estadounidense Cruisr, que acaba de debutar con un EP y ha elegido el tema como su primer single— sobrecarga al espectador con una avalancha de referencias pop, todas relacionadas con el cine. La asociación de ideas y las constantes metamorfosis hacen que la pieza sea irresistible.

Sólo en los primeros seis segundos del vídeo Travis Bickle y la prostituta adolescente Iris (Taxi Driver) se transforman en el Doctor Hannibal Lecter y la agente del FBI Clarice Starling (El silencio de los corderos), que a su vez sufren una mutación y se convierten en los personajes interpretados por el travestido Jack Lemmon y Marilyn Monroe en Con faldas y a lo loco.

El concepto, el diseño y la dirección son de Chris Carboni, director, diseñador, animador e ilustrador neoyorquino, fundador de Carboni Studio. La «inteligente sencillez» de la letra de la canción y el ritmo pegadizo inspiraron al autor a crear «una narrativa» que conectara con el espectador con la misma facilidad que la música. El estudio se decidió por «visualizar la historia a través de romances cinematográficos notables, de lo icónico a lo oscuro», crear un collage de relaciones de amor, pasión, admiración pero también miedo, repulsión y odio entre las parejas de personajes.

Helena Celdrán

Captura del videoclip de Carboni Studio para la canción 'All Over' de Cruisr

Captura del videoclip de Carboni Studio para la canción ‘All Over’ de Cruisr

Captura del videoclip de Carboni Studio para la canción 'All Over' de Cruisr

Captura del videoclip de Carboni Studio para la canción ‘All Over’ de Cruisr

Captura del videoclip de Carboni Studio para la canción 'All Over' de Cruisr

Captura del videoclip de Carboni Studio para la canción ‘All Over’ de Cruisr

Captura del videoclip de Carboni Studio para la canción 'All Over' de Cruisr

Captura del videoclip de Carboni Studio para la canción ‘All Over’ de Cruisr

Un pueblo lisérgico mallorquín en el franquismo

Deià


Deià

Ningún poeta adquiere conciencia de la Musa
si no es por medio de su experiencia con una mujer
en la que la Diosa reside hasta cierto punto

El escritor inglés Robert Graves culminó con este epílogo La Diosa Blanca, el libro donde intentó compendiar una gramática sobre las formas físicas y metafísicas de Ella, la Madre, la que gobierna y nos gobierna desde la sombra del bosque, las zonas huecas de los parques y la selva de algas del mar, la Diosa Mujer llamada por civilizaciones sucesivas Danae, Danú, Cotio, Deméter, Perséfone, Cibeles, Luna, Atenea, Neith, Ngame, Albina («lepra blanca opaca», «cebada perlada»), de la cual la Virgen es sólo una proyección manipulada por el cristianismo para satisfacer la necesidad atávica de una Diosa-Madre.

Graves, trastornado por una mujer, la poetisa-bruja Laura Riding, que lo trataba como a un perro y lo humillaba con encantamientos sexuales, escribió la obra en Deià, un pueblo de la isla de Mallorca cuya descripción geográfica es un susurro con cadencia de oración:

… situado en el flanco noroeste de la Serra de Tramuntana entre Valldemossa, Sóller y Bunyola. Abarca 5 kilómetros de costa, e incluye los puntos de Sa Foradada y de Deyà, la Cala de Deià y la pequeña Cala de Llucalcari. La aldea está construida sobre una colina situada en un valle de la Sierra de Tramuntana. El Teix, la segunda montaña más alta de Mallorca, se eleva sobre el valle. La Sierra de Tramuntana están cubierta por una extensa red de senderos utilizados por los fabricantes de carbón cuando se trabajan en los bosques, por lo que es el lugar de vacaciones ideal para los excursionistas fuera de los meses de verano.

Laura Riding y Robert Graves

Laura Riding y Robert Graves

La pareja —en principio un trío en el que también participaba la mujer de Graves, la pintora Nancy Nicholson— se estableció en Deià, en una edificación que ahora es un museo pero que en 1929 era poco más que una casucha de labradores. Con la interrupción de los años de la Guerra Civil española, cuando no convenía hacerse notar y marcharon a Londres, siguieron residiendo en el pueblo, que consideraban un lugar «verdaderamente mágico».

Si algunos creen que la masa del Teix, rica en hierro, es una dinamo de electromagnetismo, en los años de la II Guerra Mundial eran los pseudopoderes de Riding los que empezaron a atraer a Deià las primeras tropas de excéntricos. Entre los ambientes teosóficos de la intelectualidad académica sajona se extendió la creencia de la bruja Riding era una mediodora  con línea directa con los ultramundos.

Mucho más carnal que diosa, Riding dejó a Graves en la estacada y enfrentado, además, a la Guardia Civil mallorquina por montar demasiado bulllicio, y se largó a los EE UU con un crítico literario al que vampirizó a su gusto. Desde EE UU escribió con vengativa furia que Graves nunca dejaría de ser un «Frankestein» creado por ella.

El folletín psicosexual y los libros de Graves —las novelas históricas Yo, Claudio (1934) y Rey Jesús (1946); los ensayos Los mitos griegos (1955), y los asombrosos y delicados poemas— aumentaron la popularidad de Deià en la intelectualidad europea. Entre 1960 y 1980 el pueblo tenía la misma categoría que Lhasa pero estaba a tiro de piedra de Londres y París. Incluso Grace Kelly y Rainiero de Mónacó se dejaron caer unos días por el lugar durante su luna de miel.

El franquismo y los hippies que empezaron a peregrinar hacia la aldea tramontana se entendieron. Al régimen le venía bien vender apertura y aquellos peludos no estaban a favor de boicotear o molestar a la dictadura —preferían la revolución interior de la marihuana y el LSD— y no tenían ni idea de quién era el dictador y cuáles sus métodos. Sospecho que algunos, dado el grado de intoxicación, ni siquiera tenían claro a qué país pertenecía aquella isla. Es fácil borrar las fronteras cuando vuelas.

Desde la izquierda, Kevin Ayers, Robert Wyatt y Daevid Allen

Desde la izquierda, Kevin Ayers, Robert Wyatt y Daevid Allen

En Deià se establecieron decenas de artistas o aspirantes a serlo. Escritores, músicos y plásticos llegaron a docenas. Con ellos desembarcaron también los vividores, como el tanguista Juan Tajes, que recuerda el tiempo de vino y rosas con acento porteño:

Desentendido del pasado, el futuro era un presente interminable. Mar, fiestas, música, cenas, mar, más fiestas, y jardines bajo la atenta mirada de la luna llena y los guardianes de piedra. Mientras no ligaras con las chicas locales o te cayeras por un risco, todo estaba bien. La Guardia Civil te dejaba en paz si tú los dejabas en paz.

Los vecinos más notables, además del viejo Graves, fallecido en 1985, a los 90 años, de un fallo cardíaco en su casa, hoy un museo-fundación, fueron músicos atrevidos y sin patria: Daevid Allen, Robert Wyatt y Kevin Ayers (que tocaron juntos en la primera encarnación de Soft Machine, cuando eran patafísicos antes que jazzísticos).

Ayers fue quien más aguantó. Decidió irse a principios del siglo XXI porque Deià era un «parque de turistas ricos e idiotas». Murió en 2013 a los 68, mientras dormía en su casa del pueblo francés de Montolieu, una villa medieval poblada por librerías e imprentas en donde quiso encontrar un imposible espejo de lo que había sido Deià.

"Grain of Sand" - Matti Klarwein, 1963-1965

«Grain of Sand» – Matti Klarwein, 1963-1965

Quizá el más lisérgico de los habitantes del pueblo mallorquín de los locos fue el pintor alemán Matti Klarwein, autor del mandala Grano de arena de arriba, que él mismo describió así:

Quería hacer un cuadro para colgar en cualquier sentido, un universo rotatorio sin parte de arriba ni parte de abajo. Pensé en una especie de película, una comedia musical, con una danza sánscrita de miles de iconos, con la actaución de Marilyn Monroe, Anita Ekberg, Ray Charles, Pablo Picasso, Brigitte Bardot, Roland Kirk, Cannonball Adderly, Ahmed Abdul Malik, Wonderwoman, la niña del cementerio de Delacroix, el torero El Litri y sus corridas de mierda, Socrates, Dalí, Rama, Vishnu, Ganesh…

Klarwein, que pintaba cuadros psicodélicos años antes de la psicodelia y que cuando tomó su primer ácido se sintió profundamente decepcionado («me habían hablado mucho del viaje, pero yo tengo visiones mucho más divertidas sin tomar nada»), vivió durante largas temporadas en Deià, organizó fiestas de las que todavía se habla, frecuentó la amistad de Miles Davis, se cambió el nombre legalmente por Matti Abdul Karwein por «solidaridad con Palestina», visitó todos los lugares del mundo donde el misticismo adquiría formas tangibles o sensoriales y murió en el pueblo mallorquín en 2002, a los 69 años, mientras dormía.

Antes había pintado decenas de cuadros abigarrados de sensaciones humanas y divinas, terrenales y astrales. Alguno fueron portadas de discos y también pertenecen al poder estrafalario que emerge de Deiá.

"Annunciation (Abraxas)" - Matti Klarwein, 1961

«Annunciation» (portada de ‘Abraxas’, de Santana) – Matti Klarwein, 1961

"Bitches Brew" -  Matti Klarwein, 1970

«Bitches Brew» (portada del mismo título de Miles Davis) – Matti Klarwein, 1970

La página web Deià Heydays mantiene viva la llama hippie del pueblito mallorquín con nostálgica inocencia pese a que ahora es un refugio de milmillonarios — tienen mansiones de infarto en la zona Richard Branson, el dueño de Virgin, y el matrimonio, al parecer reconciliado, de Michael Douglas y Catherine Zeta-Jones— y de turistas en busca de placeres mundanos. La web Deia Info dice, sin la tilde para evitar confusiones a los sajones:

Deia es un paraíso. Combina las bellezas naturales con los placeres terrenales, la armonía social y maravillosos restaurantes y cafés.

El tradicional centro social hippie, Sa Fonda, donde Wyatt, Ayers, Allen e invitados —Mike Oldfield era habitual, Mick Jagger se dejó ver—, promete cercanía con celebrities.

El ayuntamiento soba el lema «un  paraíso por descubrir» en inglés, alemán y francés.

Estoy convencido de que la diosa, en cualquiera de sus formas (Tecum, Cariátide, Domnia, Quina…) regresará con el cabello rizado y soplará savia verde sobre ellos, los mercaderes que violan el lugar del mito. La destrucción implicará renovación.

Jose Ángel González

La película-tragedia más y mejor fotografiada de la historia

© Elliott Erwitt

© Elliott Erwitt

Demasiados mitos en una sola foto. Perfecta, seductora, inolvidable pero, tras la pátina épica, el barniz sentimental que nos ablanda, la imagen edificada con la perfección habitual por el gran Elliott Erwitt es como una oración mortuoria, condenada y triste, un congreso de pañuelos blancos encharcados de lágrimas, alcohol, depresión, engaños y tragedia.

The Misfits, la película de 1961 de John Huston que en España llamaron Vidas rebeldes, hurtando la traducción literal del título, Los inadaptados, perfecta para describir las dos historias en liza —la del guión sobre cuatro perdedores sin redención posible y la de la vida real de los implicados, prolongación de la cinematográfica, como si el cine fuese un disfraz para el documental— fue el largometraje más y mejor documentado fotográficamente de la historia.

Al rodaje, en varias localizaciones del estado de Nevada, entre ellas el paraje desértico bautizado desde entonces como Misfits Flat, tuvieron libre acceso varios fotógrafos de la agencia Magnum, autorizada para cubrir en exclusiva la película. Fue una premonición: admitir a los mejores testigos para documentar una ceremonia de carne viva y muerte.

Además de Erwitt, en los sets de grabación, el hotel donde se hospedaba el equipo —el Mapes, en Reno— y durante las excursiones de ocio a cantinas, casinos y tugurios se movieron nada menos que Cornell Capa, Henri Cartier-Bresson, Bruce Davidson, Ernst Haas, Erich Hartman, Inge Morath, Dennis Stock y Eve Arnold. Ninguna otra película tuvo testigos de tanto nivel. Ninguno era inocente: buscaban drama y lo encontraron, olieron la muerte y se comportaron como eficaces enterradores, presintieron el dolor y dejaron que las cámaras actuasen como discretas plañideras. 

Las tórridas temperaturas que castigan al desierto y al antiguo poblado minero de Dayton, localización principal del rodaje —en el verano de 1960, con máximas de 45º—, no fueron la más infernal de las circunstancias: Clark Gable había recibido poco antes el diagnóstico de cáncer terminal de pulmón —en algunas escenas la enfermedad es notable en la voz extinta del actor—; Marilyn Monroe, que, para añadir un matiz freudiano, consideraba a Gable como el padre que nunca tuvo, estaba hundida en una de las simas de su eterna melancolía depresiva; Montgomery Clift, otro saturnal, la acompañaba en el viaje —los productores tuvieron en nómina a un médico durante el rodaje para atenderlos y suministrales drogas—; el director John Huston, con el áspero temperamento que acaso explicaba su genio, no se andaba con chiquitas con los enfermos, a los que llamaba niños «mimados» y «mariquitas» —él mismo padecía de alcoholismo y una incurable ludopatía, que alimentaba con diarias excursiones nocturnas a los tableros de black jack de Reno—; el guionista, Arthur Miller, que se había casado con Marilyn en 1956, intentaba velar por la fragilidad de su mujer e, instigado por ella, modificaba cada noche el libreto…

© Eve Arnold

© Eve Arnold

© Eve Arnold

© Eve Arnold

Las fotos de los reporteros de Magnum no hurgan con grosería en las muchas heridas del rodaje de una película que se funde con la vida —los inadaptados no son sólo los caracteres no del todo ficticios del guión, sino los seres humanos que los interpretan—, sino que se asoman a las rendijas que hacen tangible el desconsuelo. Haas mostró la elegante furia salvaje de los caballos mustang; Morath indagó en la figura de Marilyn como un axis en torno al cual circundaba toda la soledad del mundo; Davidson se mantuvo a la distancia justa para no implicarse emocionalmente y mirar con desapasionamiento; Arnold, una de las fotógrafas con mayor grado de confianza con la actriz, retrató las sombras que rodeaban su brillo y amenazaban con invadirlo…

La película tuvo un epílogo con tantas grietas como era de esperar. Gable murió doce días después del final del rodaje, sin llegar a ver el montaje final. Marilyn y Miller se divorciaron seis días después del estreno y ella murió menos de dos años después —fue su última película, del siguiente compromiso, Something’s Got to Give (George Cukor, 1962), fue despedida porque no era capaz de tenerse en pie e incumplía los horarios una y otra vez—.

Quizá el prontuario más justo para aquel infierno tan bien fotografiado ocurrió el 23 de julio de 1966 en Nueva York, cuando Montgomery Clift, que tenía 45 años, pronunció sus últimas palabras antes de irse a la cama para morir durante el sueño. Minutos antes, su secretario le hizo ver que emitían en televisión The Misfits y que quizá le apetecía verla:

— ¡En absoluto!, respondió el actor.

Ánxel Grove

Obras de arte reinterpretadas con 140 círculos

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En un primer momento, en el conjunto ordenado de puntos no parece haber nada más que una caprichosa combinación de colores, pero tras observar las filas y las columnas como un todo y alejándose un poco del monitor del ordenador, se comienza a perfilar famosas obras de arte como La persistencia de la memoria de Dalí, El grito de Munch o El beso de Klimt.

El diseñador gráfico Gary Andrew Clarke (Leicester-Inglaterra, 1970) comenzó en 2009 con la serie Art Remixed (Arte remezclado), una colección de grandes éxitos de la historia del arte interpretados con círculos, esquematizados al máximo pero aún así reconocibles para el espectador.

Amante de la geometría, el autor explora siempre el modo de crear «encuentros insinuantes» entre las formas y el color con un resultado lúdico. En su página web se amontonan las láminas abstractas de tonos planos y atractivos que se entrelazan con ayuda de las figuras. El significado no tiene cabida en el juego, pero la ilustración sigue siendo divertida. Refiriéndose a la falta de contenido dramático de sus obras, Clarke cita al veterano artista minimalista y abstracto Frank Stella: «Lo que ves es lo que ves».

En el caso de la serie Art Remixed sin embargo sí hay una misión para el espectador, que debe completar mentalmente la imagen disfrazada siempre en 140 puntos de colores, descifrar una especie de tweet pictórico para rescatar a la Gioconda de Leonardo da Vinci, a la Marilyn de Andy Warhol o al hombre que se oculta tras una manzana en El hijo del hombre de René Magritte.

Helena Celdrán

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Muere Cornel Lucas, el fotógrafo inglés de las estrellas

Cornel Lucas con la Hasseblad en el regazo, 2005. Foto de Jill Kennington

Cornel Lucas con la Hasseblad en el regazo, 2005. Foto de Jill Kennington

En algún momento de los tiempos de escombros y barro posteriores a la II Guerra Mundial, un joven se acercó al divino Cecil Beaton —que había dejado su mansión georgiana para arrimar el hombro como reportero de propaganda antinazi— para preguntarle si era posible encontrar trabajo como «fotógrafo de estrellas de cine».

«Es mejor que lo olvides, resulta casi imposible, hay demasiada competencia», respondió con un deje de altivez el ya consagrado Beaton, ocultando quizá que él mismo deseaba monopolizar el negocio. En unos años, el sofisticado gentleman tendría ante su objetivo a Audrey Hepburn, Marilyn Monroe, Gary Cooper, Marlene Dietrich y otras luminarias. También se dedicó a retratar a Greta Garbo, con la que compartía cama en un sonado romance.

Tenemos la suerte de que el joven que había pedido consejo al falaz Beaton no se diera por vencido. Cornel Lucas, que había servido como técnico de laboratorio para la aviación británica, revelando, cuando tenía 15 años, las imágenes áreas de los objetivos futuros de los bombarderos aliados, no dejó que el fuego del sueño languideciese ni siquiera cuando, tras viajar a Hollywood, se encontró con un mercado laboral dominado por los sindicatos: o eras estadounidense y con carné o no trabajabas.

Lucas acaba de morir en la misma ciudad, Londres, en la que había nacido 92 años antes. Pese a la malévola predicción de Beaton, hizo fotos a David Niven, Stewart Granger, Joan Collins, Katharine Hepburn, Leslie Caron, Dirk Bogarde, Lauren Bacall, Raquel Welch, Claudia Cardinale, Brigitte Bardot

Todos salieron de las sesiones convencidos de que habían posado para un gran retratista y, sobre todo, el mejor de los iluminadores.

Marlene Dietrich, 1948. Foto: Cornel Lucas

Marlene Dietrich, 1948. Foto: Cornel Lucas

La única que se atrevió a discutirle algo fue la clienta que lo encumbró. En 1948, cuando ya llevaba unos años trabajando en los Estudios Denham del mítico Alexander Korda, al fotógrafo le encargaron hacer los retratos de promoción de Momentos de peligro. Con el actor principal, el dúctil y educado James Stewart, no hubo problema, pero la actriz protagonista era Marlene Dietrich, que nunca consintió una voz más alta que la suya.

Disconforme con la iluminación que había preparado fotógrafo, la diva dio instrucciones para que los focos remarcasen sus facciones angulosas (aunque en realidad eran bastante redondeadas). Cuando Lucas se atrevió a discutirle la decisión, la actriz dijo: «Señor, es usted un empleado a mi servicio. Las fotos son para mí mucho más importantes que las películas. La gente las pega en las paredes y no las olvida«.

De la sesión con Dietrich —de la que procede la foto de la femme fatale fumando, por supuesto con boquilla, mientras aguarda un porteador para las maletas o una víctima para sus garras— salieron algunas de las imágenes de la actriz que han adquirido condición icónica.

Para Lucas fue un éxito (le contrató de inmediato como fotógrafo exclusivo la poderosa productora Rank, la más importante del Reino Unido) y también una lección: «Marlene Dietrich me enseñó que los retratos de estrellas de cine no son retratos a una persona, sino a un ideal«.

Lauren Bacall, 1958. Foto: Cornel Lucas

Lauren Bacall, 1958. Foto: Cornel Lucas

Gracias a un delicado dominio del gran formato —alguna de las cámaras-mamut que utilizaba están expuestas en museos— y a su disposición a la empatía, Lucas siguió retratando durante más de cincuenta años a todas las grandes estrellas que viajaban al Reino Unido para trabajar en películas. En 1959 el fotógrafo abrió estudio propio en la calle Flood, en el barrio chic de Chelsea. No había sex symbol que pisase la ciudad sin pasar por las instalaciones y dejar que la magia circulase.

La obra del retratista muerto, el único fotógrafo que ha recibido el premio honorario de la BAFTA, la academia británica de cine, puede verse con cierta profundidad en la excelente colección online de la National Portrait Gallery. La contemplación es como viajar a un país imaginario de dioses en claroscuro.

Mi favorita es una foto que rompe la norma y desdice el consejo que Lucas recibió de Dietrich. El retrato de Laureen Bacall, a color y fuera del estudio, fue tomado en 1958, poco después de la muerte del marido de la actriz, Humprey Bogart, a los 57 años. Hay en la foto la certeza de que esa mujer ya no es de celuloide.

Ánxel Grove

Anouk Aimée, 1949. Foto: Cornel Lucas

Anouk Aimée, 1949. Foto: Cornel Lucas

Brigitte Bardot, 1955 (Foto: Cornel Lucas)

Brigitte Bardot, 1955 (Foto: Cornel Lucas)

Claudia Cardinale, 1958 (Foto: Cornel Lucas)

Claudia Cardinale, 1958 (Foto: Cornel Lucas)

Marlene Dietrich, 1948 (Foto: Cornel Lucas)

Marlene Dietrich, 1948 (Foto: Cornel Lucas)

Joan Collins, 1952 (Foto: Cornel Lucas)

Joan Collins, 1952 (Foto: Cornel Lucas)

Yvonne De Carlo, 1954 (Foto: Cornel Lucas)

Yvonne De Carlo, 1954 (Foto: Cornel Lucas)

Federico Fellini, 1958 (Foto: Cornel Lucas)

Federico Fellini, 1958 (Foto: Cornel Lucas)

Dirk Bogarde, 1952 (Foto: Cornel Lucas)

Dirk Bogarde, 1952 (Foto: Cornel Lucas)

Belinda Lee, 1956 (Foto: Cornel Lucas)

Belinda Lee, 1956 (Foto: Cornel Lucas)

Clint Eastwood, la última leyenda

Clint Eastwood, retratado por Herb Ritts

Clint Eastwood, retratado por Herb Ritts

La foto, realizada por el maestro del antiglamour, Herb Ritts, es justa con el personaje, carismático, seductor, heroico, y quizá también con la persona: Clint Eastwood, rasgos marmóreos, casi impenetrables, para una cara que es una de las marcas de nuestro tiempo.

En mayo cumplió 82 años y nadie le discute a Eastwood un carácter simbólico, casi legendario, que acaso tenga que ver con la extrema mezcla de identidades nacionales de su genealogía holandesa, escocesa, irlandesa e inglesa («todos eran piratas, expulsados de la tierra donde nacieron»), con su rotunda masculinidad —reverenciada por grupos feministas, que le le aplauden por dar a mujeres papeles alejados de los estereotipos de género— o con una carrera como director de más de una treintena de películas, casi todas, como mínimo, interesantes y al menos cinco de ellas, obras maestras y subversivas incursiones las emociones humanas.

Galardonado 109 veces, incluyendo cuatro Premios de la Academia y cinco Palmas de Oro en Cannes, es un narrador de la incertidumbre y la soledad, un creador de personajes que sobrevieven como buenamente pueden pese a la culpa y el dolor. ¿Quién lo hubiera pensado cuando protagonizaba escuetos westerns en los que apenas pronunciaba palabras?

Dedicamos el Cotilleando a… de hoy a Clint Eastwood, tal vez el último individualista de las películas entendidas como magia, capricho y poesía interior, un personaje contradictorio hasta el exceso (proaborto y aliado del mormón Romney, antiviolencia y gran cronista de la violencia…) y, sobre todo, un bendito soñador sin ilusión.

Con ustedes, la última leyenda del cine.

'Sansón' Eastwood y su padre

‘Sansón’ Eastwood y su padre

1. Sansón. Las enfermeras del hospital deSan Francisco hospital donde nació  lo llamaron con el mote porque pesó 5,2 kilos. Era hijo de un obrero de una acería y una empleada de fábrica.

2. Deportista. En el instituto los profesores de literatura, sospechando el magnetismo que emanaba de aquel chaval larguirucho y guapo, no cesaban de recomendarle que se apuntase al grupo de teatro, pero él prefería los deportes, sobre todo baloncesto, natación y fútbol americano.

3. Tanto deporte le salvó la vida en 1950. Mientras hacía el servicio militar (fue instructor de natación para la Armada) y viajaba como tripulante en un avión que tuvo que amerizar frente a la costa de California por falta de combustible, Eastwood nadó cinco kilómetros hasta llegar a tierra firme. Estuvo en el mar durante más de ocho horas a causa de las corrientes, alcanzó la costa de noche y más tarde se enteró de que en la zona eran frecuentes los ataques de tiburones.

En 1955, en una foto de promoción de Universal, que le despidió por tener la nuéz demasido grande

En 1955, en una foto de promoción de Universal, que le despidió por tener la nuez demasido grande

4. Golfista. Trabajó como salvavidas de piscina, repartidor de periódicos, dependiente de tienda de comestibles, vigilante forestal y caddy de golf. Ha conservado intacta la pasión por este deporte. Es propietario único del club de golf Tehàma, en Carmel, en la Costa de Oro de California. Es una entidad para el uno por ciento —ser miembro cuesta 500.000 dólares (403.000 euros)— y en la que se juega el torneo The Clint. Eastwood también participa como socio en el cercano Pebble Beach Golf Country Club, donde se han disputado algunos abiertos de EE UU; en el recién inagurado canal temático sobre golf Back9, y gestiona el conjunto residencial Mission Ranch Inn, una antigua granja restaurada y preparada como hotel. No es demasiado caro: hay habitaciones desde 120 dólares (97 euros).

Un joven sano

Un joven sano

5. Como californiano de pro, es un fanático de la vida sana. Nunca ha fumado —pese a que muchos de los personajes de ficción que interpreta llevan un muy macho puro o cigarrillo siempre en los labios—, come alimentos orgánicos —actitud endémica hasta la neurosis en los EE UU—, pone a prueba a sus ligues dándoles a beber zumo de zanahoria, ha dejado el alcohol destilado —otro contrasentido dado el estratosférico nivel de tolerancia al whisky de sus personajes—, ni siquiera se permite ya una cervecita de vez en cuando y practica gimnasia y otras bastardías del fitness yanqui con el rigor de un atleta. Dicen quienes le conocen que Eastwood quedó muy tocado y se convirtió en un hipocondríaco cuando su padre murió de un ataque al corazón a los 64 años. Ha sufrido varias enfermedades que los médicos han calificado de psicosomáticas.

6. Meditador. Desde 1970 practica a diario Meditación Trascendental en dos sesiones («me lo tomo en plan religioso, sobre todo cuando trabajo»). Fue introducido en el clan de meditadores por el mismísimo Maharishi Mahesh Yogi, el falso gurú que embaucó a los Beatles y a otras cuantas docenas de famosos.

7. Tiene otra técnica para no perder los nervios: recitar en silencio el alfabeto griego.

8. Arrugas sin cirugía. Nunca se ha operado para mantener o mejorar su aspecto. Hubo insistentes rumores en sentido contrario tras Fuga de Alcatraz (Don Siegel, 1979), donde Eastwood aparece desnudo —por última vez en la pantalla— cuando lo intentan violar en la escena de las duchas. Al responder a la sospecha de que se había operado la cara, dijo: «Si pierdo mi estrabismo, mi carrera se iría por el deasagüe».

Simulación de un hipotético Eastwood 007

Simulación de un hipotético Eastwood 007

9. Dijo no a Supermán, 007, Willard… Ha rechazado papeles codiciados. Cuando Sean Connery anunció que dejaría de interpretar a James Bond, los productores le ofrecieron la posibilidad a Eastwood, que declinó aduciendo que es muy malo imitando el acento british. También dijo que no a los papeles del capitán Benjamin L. Willard, el protagonista principal de Apocalypse Now (Francis Ford Coppola, 1979), porque no quería pasar varios meses en el rodaje en Filipinas, y al de Supermán en la película de Richard Donner de 1978 («no, no, volar no va conmigo»).

10. Sin Marylin. También se quedó sin el papel masculino de La tentación vive arriba (Billy Wilder, 1955) porque lo hizo fatal en la prueba. Si llega a superarla, Eastwood hubiese actuado con Marylin Monroe.

11. Perdió la virginidad a los 14, según contó a uno de sus biógrafos.

Jean Seberg, uno de los romances del "mujeriego en serie" Eastwood

Jean Seberg, uno de los romances del «mujeriego en serie» Eastwood

12. Ha sido descrito más de una vez como «mujeriego en serie» y de un apetito sexual insaciable. Ha reconocido a siete hijos de cinco muejres y estuvo liado con las actrices Catherine Deneuve, Jean Seberg, Peggy Lipton, Kay Lenz, Jamie Rose, Inger Stevens, Jo Ann Harris, Jane Brolin y Jill Banner; la guionista Megan Rose, y la nadadora Anita Lhoest.

13. Once años de pleito. A su primera esposa,  la modelo de bañadores Maggie Johnson, la conoció en una cita a ciegas en 1953. Se casaron seis meses más tarde, se separaron en 1973, pero no consumaron el divorcio hasta 1984. Durante esos once años pleitearon con saña en los tribunales. El acuerdo final del juez ordenó a Eastwood que pagase a su exmujer 25 millones de dólares (20 millones de euros). «Dicen que los matrimonios nacen en el Cielo. También los rayos y los truenos nacen allí», comentó.

Con Sondra Locke en "Ruta suicida", 1977

Con Sondra Locke en «Ruta suicida», 1977

14. Con la actriz Sondra Locke vivió 14 años a partir de 1975. Fueron pareja también en la pantalla, con seis películas juntos —El fuera de la ley (1976), Ruta suicida (1977), Duro de pelar (1978), Bronco Billy (1980), La gran pelea (1980) e Impacto súbito (1983)—. Se separaron de modo agrio. Ella acusó a Eastwood de obligarla a abortar y él dijo que Locke se enriqueció a su costa con la edición de un minucioso libro de memorias, The Good, the Bad, and the Very Ugly.

Retrato de boda con Dina Ruiz, 1996

Retrato de boda con Dina Ruiz, 1996

15. Reality para la Señora Eastwood. Desde 1996 está casado con Dina Ruiz, 35 años más joven que él. Se conocieron cuando ella, que trabajaba para una emisora local de televisión, entrevistó al actor. Ruiz, cuyos abuelos adoptivos son de Puerto Rico, ha iniciado este año el reality Mrs. Eastwood and Company en una emisora de televisión por cable. La trama es real y también aparecen hijos de Eastwood de otras relaciones y, en algunos casos, el propio actor.

16. Mucha nuez. En 1955 los estudios Universal le despidieron porque tenía la nuez demasiado prominente.

17. Sin ratón. Su primer papel en el cine fue en La venganza del hombre monstruo (1955). Era tan corto que el nombre de Eastwood no aparece en los créditos. Tenía una línea de diálogo: «He perdido a mi ratón blanco».

En "Rawhide", teleserie en la que trabajó siete años

En «Rawhide», teleserie en la que trabajó siete años interpretando a Rowdy Yates

18. Anagrama. Clint Eastwood es un anagrama de old west action (acción del antiguo oeste). Pura casualidad. ¿O no?

19. Estrella de TV. El papel que le afianzó en la carrera de actor lo consiguió por casualidad en 1959 cuando iba a visitar a un amigo a los estudios de la CBS. A un ejecutivo le pareció que tenía «aspecto de cowboy» y le hicieron una prueba para la serie Rawhide, que fue uno de los mayores éxitos de la televisión durante los años sesenta (se emitió hasta 1966). El elenco, entre ellos Eastwood, coprotagonista principal, sacaba muchos dólares extra dando exhibiciones de rodeo.

20. Intentó ser cantante pop y fracasó. La canción del vídeo, Unknown Girl of My Dreams (1961), demuestra por qué. También lo quisieron vender como baladista country & western en 1963, con el álbum Rawhide’s Clint Eastwood Sings Cowboy Favorites. Bouquet of Roses es un ejemplo de cuánta sacarina tenía el producto.

El Hombre sin Nombre y el poncho que nunca fue a la lavandería

El Hombre sin Nombre y el poncho que nunca fue a la lavandería

21. Sin Nombre pero con poncho. En las tres películas de spaghetti western que le convirtieron en icono —rodadas en el desierto de Tabernas español y dirigidas por el gran Sergio Leone— interpretando al Hombre sin Nombre, Por un puñado de dólares (1964), La muerte tenía un precio (1965) y El bueno, el feo y el malo (1966), usó el mismo poncho y se negó a que fuerse lavado. «Mi personaje no lo lavaría nunca», explicó. Había otra razón: los presupuestos eran tan ajustados que no había dinero para lavandería.

22. Tacaño. Pese a que le sobra el dinero (se calcula que su fortuna personal supera los 400 millones de dólares, más de 320 millones de euros), es famoso por su tacañería. Acaba los rodajes de las películas que dirije con un cumplimiento exacto del plan previo de jornadas y a veces incluso se adelanta a lo previsto. El actor Tim Robbins, uno de los protagonistas de Mystic River (2003), declaró que Eastwood daba por buena casi siempre la primera toma y que un día le dijo: «Hazlo bien, porque, con mucha suerte, te daré la oportunidad de que lo repitas una vez». Suele rechazar que los actores vayan maquillados para ahorrar dinero y algunos sostienen que su gusto por rodar con luz natural —dando lugar a un estilo que la crítica define como «crepuscular»— también está relacionado con el dólar. Tras alguna de sus producciones ha declarado: «Con lo que cuesta esta película podría invadir un país».

En el rodaje de "Million Dollar Baby"

En el rodaje de «Million Dollar Baby»

23. Malpaso. Desde 1967 autoproduce todas las películas que dirige con su propia compañía, Malpaso. El nombre proviene del consejo que recibió Eastwood de su agente cuando Sergio Leone le propuso invertir dinero en la trilogía del dolar. «Es un mal paso, no lo hagas», le dijo el manager. Eastwood le hizo caso y sigue arrepintiéndose.

24. Nunca pronuncia las fórmulas habituales de «¡cámara!, ¡acción!» y «¡corten!». Siempre emplea el escueto «ok».

25. Tiene alergia a los caballos, pero, a pesar de los ronchones y el lacrimeo que le producen, nunca ha dejado de montarlos.

Haciendo promoción de "Harry el sucio", 1971

Haciendo promoción de «Harry el sucio», 1971

26. No a las armas. Es partidario de que se regule de forma drástica la tenencia de armas de fuego en los EE UU. También propone que se prohiba la caza («no veo ninguna razón para matar a un animal»).

27. Pese a los rumores, no es vegetariano. Durante años preparaba las costillas asadas todos los viernes en un pub que gestionó en Carmel.

28. Su comida favorita es el sushi.

29. Entre los personajes históricos admira a Winston Churchill.

30. Su actor favorito: James Cagney.

31. Su película favorita: ¡Qué verde era mi valle! (John Ford, 1941).

32. Conoció a John Wayne en la convención nacional del Partido Republicano en 1968. Hicieron buenas migas.

Con el presidente Ronald Reagan

Con el presidente Ronald Reagan

33. «Un tiro a Michael Moore». También fue muy amigo del actor ultraconservador Charlton Heston. Eastwood dijo en un acto público que si el showman Michael Moore hubiese entrado en su casa como hizo en la Heston durante la grabación de Bowling for Columbine le hubiese «pegado un tiro». Cuando los asistentes se rieron, el cineasta insistió: «No bromeo. Lo hubiese matado».

34. De derechas. Eastwood, conservador desde joven —aunque se ha declarado como «no partisano» e incluso como «libertario»—, apoyó las políticas de los presidentes Nixon y Reagan, aunque criticó la Guerra de Vietnam por «inmoral». Rechazó la oferta de George Bush para participar en la campaña electoral de 1991 y dijo que la Guerra de Iraq fue «un completo error». En 2008 apoyó al candidato conservador McCain contra Obama, que no le cae nada bien («es mi presidente, pero no está gobernando»). Siempre ha votado, y no tiene empacho en revelarlo, a los conservadores.

35. «El mundo va a oír nuestros motores». En el intermedio de la Super Bowl de este año se emitió este anuncio de Chysler protagonizado por Eastwood. Su voz ronca e inconfundible dice: «Este país no puede ser noqueado de un puñetazo. Estamos resurgiendo de nuevo y cuando lo hagamos, el mundo va a oír el rugir de nuestros motores». Algunos entendieron el spot como un mensaje de apoyo a Obama, pero el actor lo desmintió en un comunicado: «No estoy desde luego afiliado políticamente a Obama; se suponía que el anuncio debía ser un mensaje sobre el crecimiento del empleo».

36. Con Romney. Eastwood había pedido en marzo de este año el voto para Mitt Romney en las próximas elecciones. «Debemos extender la voz y mover a todo el país detrás de Romney (…) Espero que restaure el decente sistema impositivo que tanto necesitamos, en el que haya justicia y la gente no esté enfadada mutuamente por quién está pagando impuestos y quién no», dijo.

Con Anjelica Huston en "Deuda de sangre", 2002

Con Anjelica Huston en «Deuda de sangre», 2002

37. Es partidario de que las mujeres tengan libertad de elección para abortar y también del matrimonio entre personas del mismo sexo.

38. Cuando en 1986 fue elegido alcalde de Carmel una de sus promesas de gobierno fue prohibir el consumo de helados en la calle. Lo hizo.

39. Habla a la perfección el italiano y chapurrea el español.

40. Sólo ha muerto tres veces. La única de sus películas en que el personaje que interpreta muere a balazos es Gran Torino (2008). En sólo otra dos muere: en El seductor (Donal Siegel, 1971), envenenado, y en Aventurero de medianoche, dirigida por él mismo en 1982 —con su hijo Kyle en el papel secundario—, de tuberculosis.

41. Le apasiona la música. Aprendió a tocar el piano escuchando discos y de niño tocaba el fiscorno en la banda de su colegio. Aunque su músico favorito es Chopin, le gustan el jazz y el blues.

42. Ha compuesto la música original de varios de sus film —entre ellos En la línea de fuego (1993), Mystic River, Million Dollar Baby (2004) y Banderas de nuestros padres (2006)—.

43. Dirigió una espléndida película biográfica sobre el saxofonista Charlie Parker, Bird (1988).

44. También se encargó de uno de los documentales de la serie The Blues que produjo Martin Scorsese en 2003. Eastwood dirigió el capítulo Piano Blues.

45. Como director de actores es un prodigio: diez que han actuado para él han sido nominados al Oscar (Gene Hackman, Meryl Streep, Sean Penn, Tim Robbins, Marcia Gay Harden, Hilary Swank, Morgan Freeman, Angelina Jolie, Matt Damon y él mismo dos veces). Hackman, Penn, Robbins, Freeman y Swank se llevaron las estatuillas.

Clint Eastwood

Clint Eastwood

46. Rebelde. Una de sus frases: «Hay un rebelde en el fondo de mi alma. Cada vez que alguien me recomienda esto o lo otro voy en la dirección opuesta. Odio la idea de la tendencias, odio las imitaciones y siento un profundo respeto por el individualismo«.

47. Sin héroes. Otra: «He hecho perdedores, he hecho ganadores que fueron perdedores, tipos de moda, pero me gusta la realidad y la realidad no es la de ellos. Existe una fragilidad en la humanidad que me parece interesante para explorar. Son muy pocos los héroes».

48.  Una más: «Me han abordado personas que me piden que les firme un autógrafo en la pistola«.

49.  La última: «Siempre lloro cuando me veo en el cine».

50. Para acabar, una advertencia de uno de sus personajes, el sargento de artillería Highway: «He bebido más cerveza, he meado más sangre, he echado más polvos y he chafado más huevos que todos vosotros juntos».

Ánxel Grove

Hopper en todas partes

Edward Hopper - "Autorretrato" (1925-1930)

Edward Hopper – «Autorretrato» (1925-1930)

Hombre de pocas palabras y grandes silencios —descreido, tal como puso de manifiesto en su obra, de las capacidades comunicativas del lenguaje—, el pintor Edward Hopper (1882-1967) quizá sea uno de los artistas con la sombra más alargada del siglo XX. La huella de Hopper puede aparecer en una película de Win Wenders, un disco de Tom Waits, un episodio de los Simpson o CSI, una gira de Madonna, un videojuego japonés y, desde luego, en centenares de cuadros de artistas de los últimos treinta años.

Pintó poco (366 óleos) y hasta los cuarenta años vivió con la angustia de no encontrar qué transmitir. «Es muy duro decidir qué quiero pintar. Tardó meses en encontrar el tema. Todo llega muy lento«, escribió por entonces.

Sus dramáticos y a la vez bellísimos cuadros, bosquejos de una realidad en tensión, tardaron en ser estimados, como si Hopper pintase para el público que le aguardaba en el futuro. En vida fue un pintor reconocido, pero no una súperestrella —algunas de sus obras maestras las vendió por 3.000 dólares, cotización de artista de segunda fila— y en Europa ni siquiera se sabía de su existencia hasta que la exposición Edward Hopper: The Art and the Artist, organizada por el Whitney,  estuvo en 1980 en Londres, Düsseldorf y Amsterdam y encendió la fiebre.

Cubierta de Time (agosto, 1995) con un cuadro de Hopper y el titular "El blues del siglo XX"

Cubierta de Time (agosto, 1995) con un cuadro de Hopper y el titular «El blues del siglo XX»

A partir de entonces, Hopper es casi un lugar común al que acuden incluso quienes nunca pisan un museo. Hay en sus escenas vacías una espera suspendida, detenida mientras algo, eso es indiscutible, está a punto de suceder. No es casualidad que la revista Time haya elegido en 1995 uno de sus cuadros para analizar la epidemia de las «enfermedades modernas» derivadas de la soledad: el estrés, la depresión, la ansiedad…

El reconocimiento a este pintor espartano y esencial llegó en 1980, trece años después de que Hopper dejase de respirar, a los 85, con el corazón muy cansado, mientras dormía en un sillón de su estudio de Nueva York.

Su viuda describió así la escena final: «Tardó un minuto en morir. Sin dolor, sin sonidos, con los ojos serenos, abiertos, felices. Era hermoso en la muerte, como un personaje de su pintor favorito, El Greco«.

Al mismo tiempo que en España se exhibe la más completa muestra de Hopper celebrada nunca en el continente europeo — Hopper, en el Museo Thyssen de Madrid hasta el 16 de septiembre—, intentemos rastrear el legado de un pintor que, mientras el mundo se entregaba al aplauso del pop art y su artificio, recomendaba volver a la sencillez de la narración, porque, como escribió en 1953 en su único statement conocido, «la pintura sólo volverá a ser grande cuando trate sobre la vida con mayor detalle y menos oblicuamente«.

Izquierda, "Nighthawks" (Edward Hopper, 1942). Derecha, "Boulevard of Broken Dreams" (Gottfried Helnwein, 1987)

Nighthawks (izquierda) y Boulevard of Broken Dreams.

Nighthawks (Halcones nocturnos, 1942) es el cuadro más conocido de Hopper y el que más homenajes ha recibido. La soledad de los cuatro protagonistas, el a-nadie-le-importa-nadie que se trasluce en el desentendimiento de los habitantes del bar, la uterina cápsula de cristal iluminada en la noche urbana no permiten la indiferencia. El artista austriaco Gottfried Helnwein firmó 45 años después una parodia que convierte la palpitación existencial de la obra en un editorial sobre el sueño americano. El bulevar de los sueños rotos reemplaza a los anónimos personajes de Hopper por James Dean, Elvis Presley, Humphrey Bogart y Marilyn Monroe.

Desde arriba a la izquierda, en el sentido de las agujas del reloj, obra de Red Grooms, imagen de 'Los Simpson', póster de la serie 'CSI' y fotograma de la película "Pennies from Heaven"

Desde arriba a la izquierda, en el sentido de las agujas del reloj, dibujo de Red Grooms, imagen de Los Simpson, póster de la serie CSI y fotograma de la película Pennies from Heaven.

Otras cuatro apariciones en productos de la cultura popular reciente de Nighthawks. El dibujo de Red Grooms, de 1980, urbaniza el cuadro mediante la adición de detalles —basura, gatos callejeros, vehículos…— e incluye una caricatura de Hopper: el cliente que nos mira de frente con un cigarrillo en la mano. Herbert Ross, el director de Pennies from Heaven (Dinero caído del cielo, 1981) quiso emular la visión de Hooper en toda la película: el ambiente pesa más que la acción, los detalles innecesarios son eliminados. Los personajes de Los Simpson han frecuentado en más de un capítulo el bar crepuscular. También los forenses de la serie CSI.

Fotograma de El final de la violencia (arriba, izquierda) y tres fotos de Win Wenders.

El cineasta que admite sin reparos su deuda con Hopper es el alemán Win Wenders, para quien «los cuadros de Edward Hopper son siempre el comienzo de una historia. En una de sus gasolineras esperas que llegue un coche en cualquier momento y que la persona sentada al volante tenga una herida de bala en el estómago. Así empiezan las películas estadounidenses». El director ha citado al pintor en muchas ocasiones pero nunca con tanta claridad como en la escena del bar de la película El final de la violencia (1997), que recrea los verdes, azules, rojos y amarillos de brillo atenuado de Nighthawks. La obra de Wenders como fotógrafo —en el montaje de arriba hay tres ejemplos— bien podría servir como cuaderno de campo del pintor.


Camino a la perdición (arriba, izquierda), cubierta de un disco de Tom Waits (arriba, derecha), Rojo obscuro (abajo, izquierda) y Texhnolyze.

Hopper y su sentido epifánico de la normalidad es la base del patrón estético de Camino a la perdición (2002), la película existencialista de gansters de Sam Mendes, que se basó en los cuadros del primero para trazar el formato de realización y fotografía. También hay citas nada veladas al pintor en algunos discos de la primera época de Tom Waits, como Nighthawks at the Dinner (1975), la serie de animación cyberpunk japonesa Texhnolyze y la película trash de Dario Argento Rojo Obscuro (1975).

House by the Railroad. En el centro, imágenes de Psicosis y Gigante. A la derecha, póster de Días de Cielo.

La mujer de Hopper, Jo Hopper (1883-1968), que se encargaba de registrar con mimo todos los movimientos y obras del pintor, escribió que el óleo House by the Railroad (1925) obsesionó durante meses a su marido como metáfora de los males del progreso y el abandono de los valores del viejo mundo en el que había crecido. La solitaria casa victoriana juega un papel central en tres grandes películas: en Gigante (George Stevens, 1956), es la mansión de un millonario hacendado; en Psicosis (Alfred Hitchcock, 1960) es la vivienda materna del protagonista, Norman Bates, y en Días del cielo (Terrence Malick), el escenario de un drama rural.

Morning in a City (izquierda) y Great American Nude No. 48.

La mujer de Hopper fue su única modelo. Cuando la pintó desnuda en Morning in a City (1944), Jo se quejó: «Prefiere mi culo a cualquier otra parte de mi anatomía». En 1963 el artista pop Tom Wesselmann (1931-2004), que admiraba a Hopper más que a ningún otro artista contemporáneo, firmó un homenaje explícito al maestro: interior urbano, ventana abierta hacia la ciudad, mobiliario convencional y una figura femenina expectante.

 Summer in the City (izquierda) y Blue Girl on Black Bed.

La tensa escena de Summer in the City, un cuadro pintado en 1949, fue improvisada por Hopper en un mediodía en que la luz iluminaba de modo muy crudo su apartamento de Nueva York. Llamó a Jo para que se desvistiese a toda prisa y adoptase una pose hosca («está en la naturaleza de los animales estar tristes tras el amor», anotó ella). El primer título del cuadro fue, precisamente: Triste Après l’Amour, pero a Hopper no le gustaban las evidencias directas y decidió cambiarlo. El escultor George Segal (1924-2000) retomó la escena en 1976, aunque dando a la figura masculina un aspecto más relajado.

Four Lane Road (izquierda) y Seven Hoppers in Bermuda Island.

El artista neodadaísta japonés Ushio Shinohara (1932) opina que Hopper es una síntesis de los EE UU y que sus cuadros son como haikus: «palabras pequeñas, grandes significados». En muchos de sus cuadros abigarrados y tremendistas, Shinohara ha combinado citas plásticas de obras de Hopper. En Seven Hoppers in Bermuda Island (1987) hay una referencia directa a siete cuadros del estadounidense, entre ellos Four Lane Road (1952), que Hopper vendió a una galería por 6.000 dólares cinco años después de pintarlo.

 Room in Brooklyn (izquierda) y Folding Chair.

Otro artista entusiamado con Hooper es Alex Katz (1927). El cuadro Room in Brooklyn que el primero pintó en 1932 prefigura Folding Chair, que Katz terminó en 1959. La luz inclemente, el espacio dominante del suelo en la composición y el papel central de los ventanales proyectan una obra en la otra.

Cuatro hoppers contemporáneos.

Los cuadros del montaje de arriba constatan la vigencia de Hopper y lo hopperesco —el adjetivo existe en inglés—. El de la izquierda y el de arriba en el centro, son de artistas españoles: Gonzalo Sicre Maqueda (1967) y Ángel Mateo Charris (1962), respectívamente, organizadores de una exposición en homenaje a Hopper celebrada en Valencia en 1997. Ambos pintores viajaron a los EE UU para visitar los lugares que pintó Hopper, cuya geografía plástica encuentran similar a la de Cabo de Palos. En el centro, abajo, cuadro de Martin Mull, a quien la crítica ha llamado «el Hopper del blanco y negro». A la derecha, Nuit nº 17 (2001), del francés Jacques Monory (1924).

Ánxel Grove

¿Y si Marilyn Monroe hubiera protagonizado ‘Kill Bill’?

Sean Hartter inventa una versión de 'Kill bill'

Hartter inventa una versión de 'Kill bill'

¿Y si Marilyn Monroe hubiera protagonizado Kill Bill? John Wayne sustituiría a David Carradine en el papel de Bill. ¿El director? Quentin Tarantino nació un año después de la muerte de Marilyn, así que tendría que ser Russ Meyer, amante de los escotes generosos (y abultados).

Al estadounidense Sean Hartter (Massachussets, 1973) le gusta imaginar locuras cinematográficas, posibilidades románticas que juegan con el tiempo y la coherencia de las carreras artísticas de los actores y directores de la gran pantalla.

No se conforma con la mera hipótesis. En un deseo por hacer un poco más tangibles las fantasías, crea carteles de esas películas que nunca existieron. La colección, a la que ha bautizado como Alternate Universe Movie Posters (Carteles de películas de un universo alternativo), es una delicia del tecnicolor.

Hartter inventa el plantel completo del equipo y altera imágenes originales para caracterizar a los protagonistas: David Bowie es el Jocker en la versión que nunca dirigió Mario Bava, Angelina Jolie es Alex en La naranja mecánica, Boris Karloff se convierte en un Freddy Krueger en blanco y negro.

'The Batman of Gotham City', un Batman que nunca existirá

'The Batman of Gotham City'

Lleva ya unos tres años diseñando sus fantasías cinematográficas y se confiesa un enamorado del diseño de los carteles antiguos, cándido pero contundentes, y piensa que algo se ha perdido con la modernización de los pósters, que cada vez se parecen más unos a otros.

En sus homenajes cariñosos, además de cambiar de arriba a abajo un título conocido, se permite crear nuevas películas que resultan en mezclas explosivas que incitan a la curiosidad (o a salir corriendo, según cómo se mire). Elvis Presley se enfrentaría a Cthulhu en un cruento combate dirigido por Joe Dante, Nick Nolte sería el robot Bender en la adaptación de Futurama de Tim Burton, Chuck Norris interpretaría a Super Mario en una versión del videojuego Donkey Kong

Helena Celdrán