Entradas etiquetadas como ‘Edward Hopper’

Los gif animados de un japonés melancólico

© Toyoi Yuta - 1041uuu.tumblr.com/

© Toyoi Yuuta – 1041uuu.tumblr.com/

© Toyoi Yuta - 1041uuu.tumblr.com/

© Toyoi Yuuta – 1041uuu.tumblr.com/

De los gif animados de Yuuta Toyoi —que usa el alias artístico de 1041uuu— renace la misma sensación de espera suspendida de los cuadros aparentemente vacíos de Edward Hopper (1882-1967), el pintor espartano y esencial que mostró mejor que nadie el blues del siglo XX.

No hay comparación posible en términos artísticos, por supuesto: el joven japonés usa nanopelículas de 8 bits, virtuales y simples, casi instantáneas, mientras que el artista estadounidense del silencio tardaba meses en decidirse por una tonalidad de azul, pero ambos están aliados en la intención de mostrar siempre el comienzo de una historia, sin ofrecer indicios, sin marcar tramas, sin esperar nada más que la espera misma

La fascinante cultura híbrida japonesa, intoxicada de añeja tradición y frenética modernidad, sirve a Yuuta para mostrar una melancolía parecida a la de algunas novelas de Haruki Murakami, ese escritor al que deberían dar el Nobel de una vez para evitarnos a los demás la lectura repetida de los titulares anunciándolo como «seguro ganador».

«Mueres a los 18», sostiene Murakami, y la frase podría ser colocada como soundtrack a esta colección de animaciones a contraluz, situadas siempre tras la medianoche o en el tránsito de un impersonal vagón de interurbano y donde los personajes, siempre jóvenes postadolescentes, parecen sometidos a una gravedad imprecisa pero inevitable.
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El pintor que traslada la soledad de Edward Hopper al siglo XXI

'Q Train' - Nigel Van Wieck

‘Q Train’ – Nigel Van Wieck

Cada obra de Edward Hopper (1882-1967) es un charco de silencio, una nueva forma de entender la soledad: el ser humano del siglo XX se encierra en sí mismo, se desconecta de sus semejantes y está rodeado de paisajes tan bellos como melancólicos. El artista obliga siempre al espectador a llegar tarde y sólo le permite adivinar un fragmento de la historia completa.

El año en que nació el pintor Nigel Van Wieck (Reino Unido, 1947), Hopper pintaba Summer Evening (Noche de verano), una escena veraniega bañada por la luz blanca del porche de una casa de madera. La mujer, poniendo los brazos hacia atrás para apoyarse, lleva una cortísima falda rosa con un top del mismo color; el hombre está ligeramente inclinado hacia ella. Entre la tensión y la incapacidad para comunicarse, ambos permanecen a la espera de que suceda algo en los próximos segundos.

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Graham Miller retrata a los habitantes del aislado occidente australiano

"Suburban Splendor" © Graham Miller

«Suburban Splendor» © Graham Miller

Las fotos de Graham Miller podrían residir entre las líneas de este poema, como cuervos punteando los cables del tendido eléctrico:

Miedo a ver un coche de la policía acercarse a mi puerta.
Miedo a dormirme por la noche.
Miedo a no dormirme.
Miedo al pasado resucitando.
Miedo al presente echando a volar.
Miedo al teléfono que suena en la quietud de la noche.
Miedo a las tormentas eléctricas.
¡Miedo a la limpiadora que tiene una mancha en la mejilla!
Miedo a los perros que me han dicho que no muerden.
Miedo a la ansiedad.
Miedo a tener que identificar el cuerpo de un amigo muerto.
Miedo a quedarme sin dinero.
Miedo a tener demasiado, aunque la gente no creerá esto.
Miedo a los perfiles psicológicos.
Miedo a llegar tarde y miedo a llegar antes que nadie.
Miedo a la letra de mis hijos en los sobres.
Miedo a que mueran antes que yo y me sienta culpable.
Miedo a tener que vivir con mi madre cuando ella sea vieja, y yo también.
Miedo a la confusión.
Miedo a que este día acabe con una nota infeliz.
Miedo a llegar y encontrarme con que te has ido.
Miedo a no amar y miedo a no amar lo suficiente.
Miedo de que lo que yo amo resulte letal para los que amo.
Miedo a la muerte.
Miedo a vivir demasiado.
Miedo a la muerte.

Ya he dicho eso.

El autor de los versos, Raymond Carver, gran poeta recordado sobre todo como cuentista pese a que fue construido por su editor, ha pasado a la historia como el portavoz de los lacónicos personajes del hinterland suburbial de las macrociudades, esas urbanizaciones donde la desolación es aún más intensa que en la urbe y sólo puedes conversar con el zumbido de la televisión, escuchar la música de amoblamiento de los zumbidos de los electrodomésticos o espiar los perfiles fantasmagóricos de tus vecinos tras las cortinas de la casa de enfrente.

Las fotografías de Miller tienen el mismo escenario espiritual pero poco que ver en términos geográficos con los paisajes de los suburbios de los EE UU que han sido escenarios para la angustia contemporánea usados también por el escritor Richard Ford, el cineasta Paul Thomas Anderson o el pintor Edward Hopper. El fotógrafo cita a los tres como influencias. También a Carver, al músico de bluegrass aussie Paul Kelly y a los pintores románticos Turner y Friedrich, para quienes la naturaleza contenía mensajes divinos.

"Suburban Splendor" © Graham Miller

«Suburban Splendor» © Graham Miller

Lo que vemos, la inacción anterior a un clímax, la luz hipercromática, la densidad palpable de la soledad, sucede en torno a la ciudad de Fremtale, cerca de Perth, en la muy lejana Australia Occidental. Es conveniente ver un mapa cenital de la zona para entender la profundidad del aislamiento: poblaciones empujadas hacia el océano por el gran desierto —verdaderamente grande: la región, de ser país, sería el décimo del mundo en superficie—.

A Miller, nacido en 1966 en Hong Kong pero interno desde los diez años en un colegio de Perth —su padre era piloto de aviación comercial y no tenía tiempo para el hijo—, le interesa mostrar en la serie Suburban Splendor (Esplendor suburbano) el «gran asunto» para los habitantes de este confín, el «aislamiento» y la «desconexión con el resto del mundo», el «vacío» palpable «pese a Internet y las comunidades virtuales».

Según cuenta el fotógrafo en una entrevista en Trouble, las imágenes narran «tragedias cotidianas» que parecen casi siempre inasibles para los demás. Se trata de una colección pesimista —«al final terminas entendiendo que los otros, no importa cuan cerca estén de ti, siempre serán unos desconocidos»—, sólo compensada por la creencia de que estos personajes detenidos en una cápsula, en espera de una explosión, contando cada latido orgánico como pasando las cuentas de un rosario, «no están irremediablemente perdidos» porque son «dignos en su dureza».

"Suburban Splendor" © Graham Miller

«Suburban Splendor» © Graham Miller

"Suburban Splendor" © Graham Miller

«Suburban Splendor» © Graham Miller

«La pintura sólo volverá a ser grande cuando trate sobre la vida con mayor detalle y menos oblicuamente«. Como tomando al pie de la letra la máxima esencial del espartano Hopper, cuyos cuadros parece llevar siempre prendidos en algún lugar de la retina, Miller busca a sus personajes antes de hacerlos posar y retratarlos. Deben entrarle por los ojos y emitir señales de que habrá conexión. Una vez seleccionados, los aborda, les cuenta la idea que se trae entre manos, intercambia pareceres y, como culminación del encuentro, los retrata en poses previamente convenidas entre ambas partes.

¿Artificio? No del todo. El fotógrafo asegura que se trata de escribir una historia en colaboración con las personas, los lugares, las situaciones, la luz… «Nunca lo tengo demasiado claro de antemano ni doy demasiadas indicaciones (…) Suburban Splendour nació como buscando localizaciones para una película antes de insertar a los actores y esperar la luz adecuada», explica.

En otra de sus colecciones, Waiting for the Miracle (Esperando un milagro), este poeta de la inmovilidad eligió como punto de partida la canción del mismo título de Leonard Cohen sobre un hombre que en la vejez se queja de la falta de probabilidades de encontrar redención o amor. Esta vez Miller decidió lanzarse a la carretera y retratar a jóvenes vecinos de remotas y pequeñas localidades australianas, a los que intentó mostrar como si «buscasen sus verdaderos nombres» en un ejercicio de esperanza ilimitada, contraponiendo los retratos con paisajes que, como en los cuadros de los románticos, transmitiesen un guiño de Dios.

El pintor Hopper murió a los 85 años, mientras descansaba en un sillón. Fue una muerte sencilla, recordó su viuda, como si el artista se dejase vencer por la moderación que reina en sus cuadros: «Tardó un minuto en morir. Sin dolor, sin sonidos, con los ojos serenos, abiertos, felices. Era hermoso en la muerte, como un personaje de su pintor favorito, El Greco».

Algo de esa atenuada actitud contiene la obra fotográfica de su admirador australiano. Sin dolor, sin sonidos, con los ojos serenos… desde uno de los lugares más aislados de un planeta donde no vivimos tan cerca unos de otros como nos dicen.

Jose Ángel González

Las diez mejores exposiciones de 2012

Durante el año que está a punto de consumirse, en el canal Artrend, asociado a este blog en 20minutos.es, hemos publicado más o menos 620 noticias sobre arte, creatividad, iniciativas personales o colectivas que buscan trascender la normalidad, mensajes estéticos que merecen ser compartidos o, en suma, emisiones de inventiva e imaginación. También, claro, hemos reseñado un alto número de las exposiciones, antologías o muestras que se han celebrado en el mundo.

En un episodio más de la propensión, por lo demás nada perniciosa e incluso algo traviesa, de redactar listas de fin de año, vamos a elegir nuestro particular top de exposiciones de 2012. Estos fueron, según la opinión personal de quienes hacemos Trasdós, los mejores shows artísticos del año en el que, como nos temíamos, tampoco se acabó el mundo.

Acompañamos cada cuadro, dibujo o fotografía con el titular, el sumario y una cita de la pieza que escribimos en su momento. Hay también vínculos a las reseñas y a las fotogalerías que publicamos sobre cada exposición. En algunos casos, también posteamos entradas en este blog relacionadas con los eventos o al pairo de los mismos. Cuando así es, añadimos la dirección web de los posts.

Joel-Peter Witkin, "Poussin aux enfers",1999 © Joel-Peter Witkin © Courtesy baudoin lebon

Joel-Peter Witkin, «Poussin aux enfers»,1999 © Joel-Peter Witkin © Courtesy baudoin lebon

Joel-Peter Witkin. Enfer ou Ciel (Joel-Peter Witkin. Infierno o Cielo)
Joel-Peter Witkin, el fotógrafo de la deformidad, se enfrenta a los clásicos que lo inspiran

  • La Biblioteca Nacional de Francia expone ‘Infierno o Cielo’.
  • El fotógrafo estadounidense muestra sus obras mórbidas y crueles contraponiéndolas a grabados y dibujos clásicos del mismo tono.
  • El visitante puede contrastar a Witkin con originales de Beckmann, Campagnola, Carracci, Durero, Ensor, Goya, Picasso, Rembrandt…

Joel-Peter Witkin (Nueva York, 1939) suele justificar la morbidez y crueldad de sus fotos recordando el impacto imborrable del cadáver decapitado de una niña, víctima de un accidente automovilístico, que vió como involuntario testigo cuando tenía ocho años. También añade que no entiende a los humanos desde la racionalidad, sino desde la dictadura de los sentidos.

Fotogalería: Joel-Peter Witkin y sus maestros

Diseño de Ken Adams para el interior del volcán de "Sólo se vive dos veces" (© 1967 Danjaq, LLC & United Artists Corporation. All rights reserved.)

Diseño de Ken Adams para el interior del volcán de «Sólo se vive dos veces» (© 1967 Danjaq, LLC & United Artists Corporation. All rights reserved.)

Designing 007: Fifty Years of Bond Style (Diseñando a 007: cincuenta años del estilo Bond)
Muestran todos los secretos de 007 en una exposición sobre los cincuenta años de James Bond

  • Diseñando a 007: cincuenta años del estilo Bond recopila armamento, vestuario, storyboards y todos los gadgets del espía con licencia para matar.
  • La exposición, que celebra el medio siglo de Agente 007 contra el Dr. No, está organizada por el Barbican de Londres.
  • Es la primera vez que EON, la productora de las películas, cede la totalidad de sus archivos para mostrarlos en público.

El letal sombrero-guillotina de Oddjob, guardaespladas y matón de Auric Goldfinger; las mandíbulas no menos mortíferas de Tiburón; los gatos persa que acariciaba el perverso Ernst Stavro Blofeld, líder de Spectre; el primer traje con que 007 apareció en una pantalla de cine; las maquetas de su coche-anfibio; los storyboards de todas las películas que ha protagonizado; las muchas mujeres que le acosaron y fueron acosadas por él; el bikini blanco de Ursula Andress saliendo del mar como la primera —y posiblemente la más sensual— de las chicas Bond…

Fotogalería: Cincuenta años con 007
Entrada en Trasdós: Bodas de oro de cine para el espía sibarita y seductor 007

Silver prosthetic nose  Una nariz falsa de mediados del siglo XIX para cubrir la ausencia de nariz de una enferma de sífilis (Hunterian Museum at the Royal College of Surgeons)

Silver prosthetic nose – Una nariz falsa de mediados del siglo XIX para cubrir la ausencia de nariz de una enferma de sífilis (Hunterian Museum at the Royal College of Surgeons)

Superhuman (Superhumano)
Una colección de prótesis y artilugios para mejorar las ‘carencias’ del ser humano

  • Superhumano: exposición sobre formas de mejorar rendimiento o corregir anomalías.
  • La muestra incluye desde una nariz de plata diseñada para una mujer sifilítica que había perdido la suya hasta una colección de bebidas isotónicas.
  • Los organizadores exponen una ecléctica reunión de objetos diseñados bajo la premisa de que debemos ser «más grandes, mejores, más fuertes y más rápidos».

Coincidiendo con los Juegos Olímpicos de este verano, quizá el mayor campo de pruebas del constante intento de superar los límites humanos, la Wellcome expone un centenar de objetos —obras de arte, artefactos, vídeos, fotografías, cómics e instrumental médico— que documentan nuestro «ilimitado deseo de ser más de lo que somos». Los responsables de la exposición han reunido desde una prótesis del antiguo Egipto para sustituir un dedo del pie mutilado, hasta ejemplos de superhéroes de la ciencia ficción, pasando por las promesas de futuro de la nano y la biotecnología. Por eso el lema de la muestra es «explorando la mejora del cuerpo desde el año 600 antes de nuestra era hasta 2050».

Fotogalería: «Ser más de lo que somos«

"Conference at Night" ("Reunión nocturna",1949 (Edward Hopper - Wichita Art Museum, Roland P. Murdock Collection)

«Conference at Night» («Reunión nocturna»,1949 (Edward Hopper – Wichita Art Museum, Roland P. Murdock Collection)

Hopper
El Thyssen inaugura la mayor exposición de Edward Hopper organizada en Europa

  • El museo expone Hopper, con 73 obras que repasan la evolución del estilo, los temas y los motivos del pintor.
  • El artista estadounidense retrató con un realismo personal el modo de vida americano, con un gusto por la arquitectura, la soledad urbana y las escenas domésticas.
  • La muestra, con préstamos de grandes museos de EE UU, incluye también obras de autores que ejercieron una influencia decisiva en Hopper.

Edward Hopper (1882-1967) no vendió su primer cuadro —Sailing (1911)— hasta los 31 años. Ignorado por el público y los críticos, trabajó como ilustrador durante años. Solo a los 43 vio su obra expuesta por primera vez y pudo dedicarse a la pintura. En menos de una década el mundo había descubierto con asombro el secreto de esos cuadros de belleza melancólica, paisajes urbanos desiertos y habitaciones con personajes iluminados por una luz solar blanca y poética. Quien los mira una vez, no puede evitar volver a ellos.

Fotogalería: Edward Hopper en el Thyssen
Entrada en Trasdós: Hopper en todas partes

"Paddy Flannigan", 1908 - George Bellows

«Paddy Flannigan», 1908 – George Bellows

George Bellows
George Bellows, el primer pintor estadounidense que retrató el espíritu brusco del siglo XX

  • Una gran retrospectiva celebra la obra del pintor, que inició en los EE UU la transición del arte decimonónico a la era moderna.
  • Nacido el mismo año que Edward Hopper, pero fallecido en 1925, a los 42 años, creó un lenguaje visual cercano al cine que su coetáneo siguió desarrollando.
  • Los temas de sus obras abarcaron la injusticia social, el retrato, los deportes, los paisajes marítimos y urbanos, los sucesos de la I Guerra Mundial…

Su obra representa la transición del arte decimonónico a la era moderna de la cultura estadounidense. George Bellows (1882-1925) sintió pronto la necesidad de retratar el espíritu novedoso y brusco del siglo XX: desde la mirada desdeñosa de un niño pobre hasta la somnolencia de los trabajadores de un muelle a primera hora de la mañana. A su muerte prematura, con sólo 42 años, ya era un afamado artista que había iniciado el cambio a un idioma visual que Edward Hopper —nacido el mismo año— supo afianzar. Tal vez por su corta vida, la figura de Bellows pasa a veces desapercibida en el panorama pictórico del siglo XX frente a la de su gran coetáneo, que desarrolló en las siguientes décadas un lenguaje basado en la luz y en la soledad cinematográfica en los paisajes urbanos, desiertos a pesar de la presencia humana. Hacía 30 años que no se organizaba una exposición tan ambiciosa de la obra de Bellows como la que ha inaugurado esta semana la National Gallery of Art de Washington. Con 130 pinturas, dibujos y litografías, George Bellows ofrece un carrusel de imágenes urbanas, boxeadores, paisajes urbanos de Nueva York, escenas marítimas de Maine, deportes, temas de la I Guerra Mundial y retratos familiares con las que el artista abarcó los cambios sociales, políticos y religiosos de la época.

Fotogalería: La pintura de George Bellows

"Corner" (Vivian Maier - Courtesy of Steven Kasher Gallery, New York)

«Corner» (Vivian Maier – Courtesy of Steven Kasher Gallery, New York)

Vivian Maier: Unseen Images (Vivian Maier: Imágenes ocultas)
Exhiben 35 nuevas fotos del inmenso archivo inédito de la fotógrafa-niñera Vivian Maier

  • Cuidó niños toda su vida y nunca mostró en público las fotos que hacía en el tiempo libre. Murió en el anonimato, dejando 120.000 negativos y 2.000 películas sin revelar.
  • Las instantáneas que se muestran ahora  fueron tomadas entre los años sesenta y setenta en Chicago y Nueva York.
  • Hasta el 2007 no se tuvo conocimiento de la obra, abandonada en un guardamuebles, de la fotógrafa aficionada.

Oficialmente era sólo una niñera con una cámara Rolleiflex. Hasta el 2007 Vivian Maier fue el secreto mejor guardado de la fotografía de la segunda mitad del siglo XX. Pasó cuarenta años captando imágenes que no enseñaba a nadie y acumuló 120.000 negativos y 2.000 carretes que ni se molestó en revelar. Nacida en Nueva York, de madre francesa y padre centroeuropeo, se sabe que Maier cuidó con amor a los hijos de familias de clase media de Chicago y Nueva York. En los días libres pateaba las calles capturando detalles, gestos y escenarios sin otra intención que la de encontrar el momento ideal para apretar el disparador. Murió en 2009 a los 83 años, pobre y en el anonimato. Sus fotos permanecían almacenadas en los muebles de un trastero que dejó de pagar. En 2007 se subastó el contenido del guardamuebles abandonado y el tesoro salió a la luz.

Fotogalería: Vivian Maier, la niñera fotógrafa
Entrada en Trasdós: El tesoro oculto de la niñera Vivian Maier

Versace Dress, Back View, El Mirage, 1990 ((The J. Paul Getty Museum, Los Angeles, Gift of Herb Ritts Foundation © Herb Ritts Foundation)

Versace Dress, Back View, El Mirage, 1990 ((The J. Paul Getty Museum, Los Angeles, Gift of Herb Ritts Foundation © Herb Ritts Foundation)

Herb Ritts: L.A. Style (Herb Ritts: el estilo de L.A.)
Rinden homenaje a Herb Ritts, el único fotógrafo que miraba a las estrellas con antiglamour

  • Este año se cumplen diez de la muerte prematura del artista que revolucionó las fotos de moda, modernizó los desnudos y transformó a las ‘celebrities’ en iconos.
  • El Museo Getty de Los Ángeles repasa la obra de un creador que falleció a los 50 años por complicaciones derivadas del sida.
  • Hay retratos de Mel Gibson, Madonna, Michael Jackson, Britney Spears y Richard Gere, que fue amigo de Ritts y presenta la exposición.

Herb Ritts (1952-2002) era un maestro de las líneas definidas y las formas fuertes que destacó por revolucionar las fotos de moda, modernizar los desnudos y transformar a las estrellas pop en iconos mediante una mirada que gustaba definir como basada en el «antiglamour». Solía aprovechar el final de las sesiones comerciales que le encargaban las revistas o las firmas de moda para retratar el lado menos conocido de las celebrities y mostrarlas como seres humanos falibles y con derecho a la duda.

Fotogalería: Herb Ritts, fotógrafo legendario

"Alka Seltzer", 1966 (Roy Lichtenstein - © Estate of Roy Lichtenstein. Art Institute of Chicago, Margaret Fisher Endowment)

«Alka Seltzer», 1966 (Roy Lichtenstein – © Estate of Roy Lichtenstein. Art Institute of Chicago, Margaret Fisher Endowment)

Roy Lichtenstein: A Retrospective (Roy Lichtenstein: una retrospectiva)
Más de 160 obras en la mayor retrospectiva de Roy Lichtenstein

  • La ambiciosa muestra sobre uno de los padres del Pop Art recopila sus obras más famosas y otras nunca antes expuestas al público.
  • Sus famosas viñetas de cómic y los cuadros de objetos cotidianos, de apariencia sencilla y mecánica, esconden un esfuerzo artesanal.
  • La exposición, en Chicago, viajará de EE UU a Londres y París en 2013.

Un perrito caliente, la explosión onomatopéyica de un avión de cómic, una cara guapa con una reflexión banal en la cabeza… Antes de que Roy Lichtenstein (1923-1997) los hubiera pintado, nadie se podía imaginar que pudieran ser motivos de una obra de arte. Al contrario que Andy Warhol, el otro gran padre del Pop Art, no se convirtió en un icono del escándalo ni en una figura mediática que sobrepasara los límites del arte. Lichtenstein revolucionaba en silencio y con timidez la pintura moderna introduciendo el lenguaje del cómic, de la campaña publicitaria, de las páginas amarillas, de las revistas, con un estilo limpio cercano a la geometría, pero con el atractivo de un juguete.

Fotogalería: El arte de Roy Lichtenstein
Entrada en Trasdós: Roy Lichtenstein, el chico tímido del Pop Art

'Dressie and Casie, Twins, Western Transval, 1993'  (Courtesy of the artist and Hamilton’s Gallery, London)

‘Dressie and Casie, Twins, Western Transval, 1993’ (Courtesy of the artist and Hamilton’s Gallery, London)

Shadow Land (Tierra de sombras)
Roger Ballen trae a Europa su ‘Manicomio’ fotográfico

  • Presentan en Manchester una retrospectiva del polémico ‘poeta del lado oscuro’.
  • Se muestran por primera vez algunas de las fotos de su última serie, Asylum.
  • Las imágenes son, como es habitual en el artista establecido en Sudáfrica, sobrecogedoras, violentas y surrealistas.

Roger Ballen (Nueva York-EE UU, 1950) no se anda por las ramas cuando le toca reseñar el objetivo que persigue con sus fotos. «Mi propósito durante los últimos cuarenta años ha sido definirme. Hacer fotos es fundamentalmente un viaje psicológico y existencial. Si un artista es alguien que dedica su vida a intentar definir su ser, creo que se me puede llamar artista». La obra de este fotógrafo, siempre polémica y dura, nunca acomodaticia o consoladora, llega a Europa este mes con la retrospectiva pertinentemente titulada Shadow Land (Tierra de sombras), organizada por la Manchester Art Gallery. La exposición se inaugura el 30 de marzo y estará en cartel hasta el 13 de mayo. Es una de las muestras fotográficas más esperadas de la temporada dada la influencia de Ballen, a quien con frecuencia han calificado como el poeta del lado oscuro de la imagen contemporánea.

Fotogalería: Las fotos del poeta del lado oscuro

Kolobrzeg Poland (Courtesy the artist and Marian Goodman Gallery, New York & Paris - © Rineke Dijkstra)

Kolobrzeg Poland (Courtesy the artist and Marian Goodman Gallery, New York & Paris – © Rineke Dijkstra)

Rineke Dijkstra – A Retrospective (Rineke Dijkstra – Una retrospectiva)
Rineke Dijkstra fotografía la inseguridad de una madre, un soldado, un adolescente…

  • Una niña bosnia refugiada, un torero, una mujer unas horas después de dar a luz, un joven que se alista en la Legión Francesa…
  • Una amplia retrospectiva en el Museo de Arte Moderno de San Francisco repasa los retratos a individuos en proceso de cambio de la fotógrafa holandesa.
  • La artista retrata sin artificios y destacando la dignidad humana de sus modelos.

Siguió a Almerisa, una niña refugiada de Bosnia, desde su llegada a Holanda hasta que se convirtió en una joven segura de sí misma. Inmortalizó el proceso de evolución física y mental de Olivier, que ingresó en la Legión Francesa.  Hizo un estudio fotográfico de varias madres desde horas después de tener a su niño hasta pasadas unas semanas. En su afán por perseguir el cambio, en la última década la artista comenzó a grabar en vídeo sus estudios entre artísticos y sociológicos que buscan la empatía y la sensibilidad emocional del ser humano que está creciendo física y psicológicamente.

Fotogalería: Retratos con sensibilidad humana

Ánxel Grove

La fotógrafa que va tras los pasos de Edward Hopper

'The Mansard Roof' - Gail Albert Halaban

‘The Mansard Roof’ – Gail Albert Halaban

Gail Albert Halaban (Washington D.C, 1970) reproduce en sus fotos el hermoso vacío arquitectónico de las casas de madera que habitan la obra de Edward Hopper (1882-1967). Las personas aparecen muy ocasionalmente, como por casualidad, pequeñas como en una maqueta. La fotógrafa estadounidense condensa el momento real que reproduce el pintor en sus cuadros de soledad, también realistas pero combinados con la lírica como por arte de magia.

Hopper Redux , recién clausurada en la galería Edwynn Houk de Londres, es una exposición  de la nueva serie de trabajos de Halaban, buscadora de los lugares que inspiraron a Hopper para sus obras.

Las imágenes son un homenaje a las acuarelas que el pintor realizó en los años veinte en la ciudad de Gloucester (Massachusetts) y en sus alrededores durante varios veranos tras descubrir el lugar por primera vez en 1912. Hopper se sentía atraído por la añeja arquitectura victoriana (pasada de moda y eclipsada por las lineas claras del art déco) y en lugar de buscar la inspiración en los paisajes marítimos de la zona se dejó cautivar por las construcciones de madera pintada de blanco. Uno de esos trabajos, The Mansard Roof, fue el primer gran éxito de su carrera, el que lo descubrió al público tras años de esfuerzo sin que nadie apreciara su arte.

'Hodgkin's House' - Gail Albert Halaban

‘Hodgkin’s House’ – Gail Albert Halaban

La fotógrafa busca esos mismos lugares en Gloucester y transforma la visión pictórica en una fotografía del presente, con casas que comparten el pasado histórico y el paisaje del presente cotidiano de una familia cualquiera.

Hopper Redux sigue explorando la tensión entre el espacio privado y la exposición de la privacidad hacia el exterior que Halaban inició en el proyecto Out of My Window (Fuera de mi ventana). También un homenaje evidente a Hopper, las fotos de ventanas abiertas de edificios de Nueva York se adentraban en el mundo de sus habitantes como lo haría cualquiera de los cuadros de escenarios urbanos del pintor, descubriendo la soledad y el aislamiento de la gran ciudad con una intimidad poética.

Helena Celdrán

 

'Portuguese Church in Gloucester' - Gail Albert Halaban

‘Portuguese Church in Gloucester’ – Gail Albert Halaban

'Adam's House' - Gail Albert Halaban

‘Adam’s House’ – Gail Albert Halaban

'Good Harbor' - Gail Albert Halaban

‘Good Harbor’ – Gail Albert Halaban

'Anderson's House' - Gail Albert Halaban

‘Anderson’s House’ – Gail Albert Halaban

Hopper en todas partes

Edward Hopper - "Autorretrato" (1925-1930)

Edward Hopper – «Autorretrato» (1925-1930)

Hombre de pocas palabras y grandes silencios —descreido, tal como puso de manifiesto en su obra, de las capacidades comunicativas del lenguaje—, el pintor Edward Hopper (1882-1967) quizá sea uno de los artistas con la sombra más alargada del siglo XX. La huella de Hopper puede aparecer en una película de Win Wenders, un disco de Tom Waits, un episodio de los Simpson o CSI, una gira de Madonna, un videojuego japonés y, desde luego, en centenares de cuadros de artistas de los últimos treinta años.

Pintó poco (366 óleos) y hasta los cuarenta años vivió con la angustia de no encontrar qué transmitir. «Es muy duro decidir qué quiero pintar. Tardó meses en encontrar el tema. Todo llega muy lento«, escribió por entonces.

Sus dramáticos y a la vez bellísimos cuadros, bosquejos de una realidad en tensión, tardaron en ser estimados, como si Hopper pintase para el público que le aguardaba en el futuro. En vida fue un pintor reconocido, pero no una súperestrella —algunas de sus obras maestras las vendió por 3.000 dólares, cotización de artista de segunda fila— y en Europa ni siquiera se sabía de su existencia hasta que la exposición Edward Hopper: The Art and the Artist, organizada por el Whitney,  estuvo en 1980 en Londres, Düsseldorf y Amsterdam y encendió la fiebre.

Cubierta de Time (agosto, 1995) con un cuadro de Hopper y el titular "El blues del siglo XX"

Cubierta de Time (agosto, 1995) con un cuadro de Hopper y el titular «El blues del siglo XX»

A partir de entonces, Hopper es casi un lugar común al que acuden incluso quienes nunca pisan un museo. Hay en sus escenas vacías una espera suspendida, detenida mientras algo, eso es indiscutible, está a punto de suceder. No es casualidad que la revista Time haya elegido en 1995 uno de sus cuadros para analizar la epidemia de las «enfermedades modernas» derivadas de la soledad: el estrés, la depresión, la ansiedad…

El reconocimiento a este pintor espartano y esencial llegó en 1980, trece años después de que Hopper dejase de respirar, a los 85, con el corazón muy cansado, mientras dormía en un sillón de su estudio de Nueva York.

Su viuda describió así la escena final: «Tardó un minuto en morir. Sin dolor, sin sonidos, con los ojos serenos, abiertos, felices. Era hermoso en la muerte, como un personaje de su pintor favorito, El Greco«.

Al mismo tiempo que en España se exhibe la más completa muestra de Hopper celebrada nunca en el continente europeo — Hopper, en el Museo Thyssen de Madrid hasta el 16 de septiembre—, intentemos rastrear el legado de un pintor que, mientras el mundo se entregaba al aplauso del pop art y su artificio, recomendaba volver a la sencillez de la narración, porque, como escribió en 1953 en su único statement conocido, «la pintura sólo volverá a ser grande cuando trate sobre la vida con mayor detalle y menos oblicuamente«.

Izquierda, "Nighthawks" (Edward Hopper, 1942). Derecha, "Boulevard of Broken Dreams" (Gottfried Helnwein, 1987)

Nighthawks (izquierda) y Boulevard of Broken Dreams.

Nighthawks (Halcones nocturnos, 1942) es el cuadro más conocido de Hopper y el que más homenajes ha recibido. La soledad de los cuatro protagonistas, el a-nadie-le-importa-nadie que se trasluce en el desentendimiento de los habitantes del bar, la uterina cápsula de cristal iluminada en la noche urbana no permiten la indiferencia. El artista austriaco Gottfried Helnwein firmó 45 años después una parodia que convierte la palpitación existencial de la obra en un editorial sobre el sueño americano. El bulevar de los sueños rotos reemplaza a los anónimos personajes de Hopper por James Dean, Elvis Presley, Humphrey Bogart y Marilyn Monroe.

Desde arriba a la izquierda, en el sentido de las agujas del reloj, obra de Red Grooms, imagen de 'Los Simpson', póster de la serie 'CSI' y fotograma de la película "Pennies from Heaven"

Desde arriba a la izquierda, en el sentido de las agujas del reloj, dibujo de Red Grooms, imagen de Los Simpson, póster de la serie CSI y fotograma de la película Pennies from Heaven.

Otras cuatro apariciones en productos de la cultura popular reciente de Nighthawks. El dibujo de Red Grooms, de 1980, urbaniza el cuadro mediante la adición de detalles —basura, gatos callejeros, vehículos…— e incluye una caricatura de Hopper: el cliente que nos mira de frente con un cigarrillo en la mano. Herbert Ross, el director de Pennies from Heaven (Dinero caído del cielo, 1981) quiso emular la visión de Hooper en toda la película: el ambiente pesa más que la acción, los detalles innecesarios son eliminados. Los personajes de Los Simpson han frecuentado en más de un capítulo el bar crepuscular. También los forenses de la serie CSI.

Fotograma de El final de la violencia (arriba, izquierda) y tres fotos de Win Wenders.

El cineasta que admite sin reparos su deuda con Hopper es el alemán Win Wenders, para quien «los cuadros de Edward Hopper son siempre el comienzo de una historia. En una de sus gasolineras esperas que llegue un coche en cualquier momento y que la persona sentada al volante tenga una herida de bala en el estómago. Así empiezan las películas estadounidenses». El director ha citado al pintor en muchas ocasiones pero nunca con tanta claridad como en la escena del bar de la película El final de la violencia (1997), que recrea los verdes, azules, rojos y amarillos de brillo atenuado de Nighthawks. La obra de Wenders como fotógrafo —en el montaje de arriba hay tres ejemplos— bien podría servir como cuaderno de campo del pintor.


Camino a la perdición (arriba, izquierda), cubierta de un disco de Tom Waits (arriba, derecha), Rojo obscuro (abajo, izquierda) y Texhnolyze.

Hopper y su sentido epifánico de la normalidad es la base del patrón estético de Camino a la perdición (2002), la película existencialista de gansters de Sam Mendes, que se basó en los cuadros del primero para trazar el formato de realización y fotografía. También hay citas nada veladas al pintor en algunos discos de la primera época de Tom Waits, como Nighthawks at the Dinner (1975), la serie de animación cyberpunk japonesa Texhnolyze y la película trash de Dario Argento Rojo Obscuro (1975).

House by the Railroad. En el centro, imágenes de Psicosis y Gigante. A la derecha, póster de Días de Cielo.

La mujer de Hopper, Jo Hopper (1883-1968), que se encargaba de registrar con mimo todos los movimientos y obras del pintor, escribió que el óleo House by the Railroad (1925) obsesionó durante meses a su marido como metáfora de los males del progreso y el abandono de los valores del viejo mundo en el que había crecido. La solitaria casa victoriana juega un papel central en tres grandes películas: en Gigante (George Stevens, 1956), es la mansión de un millonario hacendado; en Psicosis (Alfred Hitchcock, 1960) es la vivienda materna del protagonista, Norman Bates, y en Días del cielo (Terrence Malick), el escenario de un drama rural.

Morning in a City (izquierda) y Great American Nude No. 48.

La mujer de Hopper fue su única modelo. Cuando la pintó desnuda en Morning in a City (1944), Jo se quejó: «Prefiere mi culo a cualquier otra parte de mi anatomía». En 1963 el artista pop Tom Wesselmann (1931-2004), que admiraba a Hopper más que a ningún otro artista contemporáneo, firmó un homenaje explícito al maestro: interior urbano, ventana abierta hacia la ciudad, mobiliario convencional y una figura femenina expectante.

 Summer in the City (izquierda) y Blue Girl on Black Bed.

La tensa escena de Summer in the City, un cuadro pintado en 1949, fue improvisada por Hopper en un mediodía en que la luz iluminaba de modo muy crudo su apartamento de Nueva York. Llamó a Jo para que se desvistiese a toda prisa y adoptase una pose hosca («está en la naturaleza de los animales estar tristes tras el amor», anotó ella). El primer título del cuadro fue, precisamente: Triste Après l’Amour, pero a Hopper no le gustaban las evidencias directas y decidió cambiarlo. El escultor George Segal (1924-2000) retomó la escena en 1976, aunque dando a la figura masculina un aspecto más relajado.

Four Lane Road (izquierda) y Seven Hoppers in Bermuda Island.

El artista neodadaísta japonés Ushio Shinohara (1932) opina que Hopper es una síntesis de los EE UU y que sus cuadros son como haikus: «palabras pequeñas, grandes significados». En muchos de sus cuadros abigarrados y tremendistas, Shinohara ha combinado citas plásticas de obras de Hopper. En Seven Hoppers in Bermuda Island (1987) hay una referencia directa a siete cuadros del estadounidense, entre ellos Four Lane Road (1952), que Hopper vendió a una galería por 6.000 dólares cinco años después de pintarlo.

 Room in Brooklyn (izquierda) y Folding Chair.

Otro artista entusiamado con Hooper es Alex Katz (1927). El cuadro Room in Brooklyn que el primero pintó en 1932 prefigura Folding Chair, que Katz terminó en 1959. La luz inclemente, el espacio dominante del suelo en la composición y el papel central de los ventanales proyectan una obra en la otra.

Cuatro hoppers contemporáneos.

Los cuadros del montaje de arriba constatan la vigencia de Hopper y lo hopperesco —el adjetivo existe en inglés—. El de la izquierda y el de arriba en el centro, son de artistas españoles: Gonzalo Sicre Maqueda (1967) y Ángel Mateo Charris (1962), respectívamente, organizadores de una exposición en homenaje a Hopper celebrada en Valencia en 1997. Ambos pintores viajaron a los EE UU para visitar los lugares que pintó Hopper, cuya geografía plástica encuentran similar a la de Cabo de Palos. En el centro, abajo, cuadro de Martin Mull, a quien la crítica ha llamado «el Hopper del blanco y negro». A la derecha, Nuit nº 17 (2001), del francés Jacques Monory (1924).

Ánxel Grove

En busca de la esencia de los EE UU: en la carretera con Google Street View

#83.016417, Detroit, MI. 2009, 2010

#83.016417, Detroit, MI. 2009, 2010

El instrumental para diseccionar la idea espiritual de América (me tomo la grosera, literaria y etnocéntrica libertad de equiparar el término con un sólo país: los Estados Unidos) es variopinto. El viaje epifánico en busca de la esencia última de la land of plenty es polimórfico como ningún otro.

Por citar sólo una obra en cada género, la travesía ha sido fotográfica –Robert Frank y su libro-ensayo Los Americanos-; literaria -la novela infinita En la carretera, de Jack Kerouac-; cinematográfica -por ejemplo, Badlands (1973), de Terrence Malick-; musical -el errar existencial de Woody Guthrie-; pictórica -el aislamiento alienante de los pobladores de los cuadros de Edward Hopper-

#35.750882 Dallas, TX, 2009

#35.750882, Dallas, TX. 2009, 2010

Doug Rickard (1968) se suma ahora a la búsqueda con un artilugio que nunca antes había sido empleado para buscar el alma del país: Google Street View.

A New American Picture, el proyecto fascinante de este renegado de su licenciatura en Historia, es un recorrido por los rincones menos lustrosos de los EE UU («la América rechazada», llama Rickard a los escenarios) en un viaje intensivo de 24 horas seguidas y sin interrupción por los laberínticos caminos reales (no del todo, pero reales al fin) retratados y digitalizados por los coches-ojo de Google.

El resultado es «el envés del sueño americano», opina Rickard, que tomó y catalogó 15.000 fotos durante una «tormenta perfecta» y afiebrada, sin salir de la habitación, utilizando el ordenador como cámara y moviéndose por los mapas tridimensionales del país.

#82.948842, Detroit, MI. 2009

#82.948842, Detroit, MI. 2009, 2010

La selección final de las fotos del recorrido dejó al autor con 80 tomas (algunas se exponen ahora en la muestra New Photography 2011 del MoMA de Nueva York). Son una exploración al azar de los Estados Unidos y acaso también la constatación del final definitivo del momento decisivo predicado por Henri Cartier-Bresson como fundamento del arte fotográfico callejero, para ser reemplazado por lo que algunos críticos llaman el momento en curso, una consecuencia del presente vigilado en el que residimos.

Más allá de consideraciones sociológicas sobre el peligro de que aplicaciones como el Street View se adueñen de nuestra percepción del mundo, las fotos de Rickard tienen una resonancia que procede de lejos. Uno tiene la impresión de que podría estar frente a imágenes similares a los trabajos documentales de Walker Evans durante la Gran Depresión de los años treinta. En unas y otras los personajes no parecen tener futuro y la atmósfera mercurial hiere con consistencia de navaja.

#33.620036, Los Angeles, CA. 2009

#33.620036, Los Angeles, CA. 2009, 2010

En cada foto Rickard coloca datos informativos: una serie de números que se refieren a las coordinadas de Street View para el lugar de la imagen -posiblemente de GPS-; la ciudad y el estado; el año en que la foto fue tomada por Google y el año en que el fotógrafo la extrajo de su ordenador para hacerla suya. Esa ruta también implica una torva concepción cartesiana de la vida encapsulada bajo códigos binarios.

Enganchado a la fotografía como forma más depurada del relato oral milenarista (es el administrador de dos de los sites más interesantes e intencionados del marasmo virtual: American Suburb X y These Americans), Rickard ha abierto una dimensión poética e inesperada a la unificación de la percepción del mundo derivada del mapeo de Google.

En este viaje, como en los de Kerouac, Frank, Hopper o Malick, también hay ángeles subterráneos, estrellas explotando, cadenas intangibles y, sobre todo, como diría el primero, muchas personas «locas por ser salvadas» de una soledad que parece irremediable.

Ánxel Grove

El Edward Hopper de Los Ángeles

Her old Volvo - Scott Yeskel

'Her Old Volvo' - Scott Yeskel

En la calle -vacía de gente- hay coches, asfalto y edificios sin demasiada personalidad. Scott Yeskel pinta un aislamiento y un silencio tan solo interrumpidos por el horrendo hilo musical del aparcamiento de una gran superficie.

Nació en Nueva Jersey y se tuvo que mudar a la otra punta del país, a la costa contraria. Aunque ya hace siete años de aquello, no se acostumbra.

Confiesa que sus pinturas de caravanas añejas, aparcamientos y casas unifamiliares en medio de la nada son un reflejo de su relación amor-odio con el sur de California.

Vive en Los Ángeles, una ciudad donde caminar por las aceras es una anomalía y el automóvil siempre gana. Hay quien dice que es como si a San Francisco (la otra gran ciudad del estado) le quitaras los libros.

Yeskel cita entre sus inspiraciones el rumor del tráfico, los apartamentos minúsculos y los accidentes de coche.

Esas cabinas con ruedas, transportadoras de humanos son sus obsesiones. No deja de dibujarlas, casi siempre paradas, esperando al dueño como un perro de presa que anhela órdenes.

'Hotel Room' - Edward Hopper

'Hotel Room' - Edward Hopper

A pesar de la ferocidad angelina, las pinturas suburbanas no escapan de los largos dedos de Edward Hopper (1882-1967), el gran retratista de la soledad que reside en el estilo de vida americano.

El neoyorquino era introvertido y poco social. Su mundo artístico es la quietud, la geometría de la escena vacía, el ser humano (casi siempre una mujer) en un momento de trascendencia y de intimidad devastadora.

Los colores que utiliza son apagados como los que proyecta una bombilla de poco voltaje.

Pero más allá del lenguaje de los espacios vacíos, en sus cuadros se respira un aire limpio y la vida transcurre con la seguridad de que algo va a suceder, de que hay necesidad de esperar: una mujer consulta una guía de teléfonos, un hombre encorbatado está a punto de dirigirse a su secretaria mientras consulta un documento, una acomodadora espera a que acabe la función de teatro…

'Desert Bound' - Scott Yenkel

'Desert Bound' - Scott Yenkel

Las escenas de Yeskel no contienen esperas.

No va a pasar nada y tal vez ese sea  el drama. Son un tratamiento actual del paisaje, una calima de polución del siglo XXI encubierta por el sosiego del coche parado.

Helena Celdrán