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¿Qué queda de ‘God Save the Queen’ 35 años después?

Primera edición en single de "God Save the Queen"

Primera edición en single de "God Save the Queen"

Sediciosa y bárbara. God Save the Queen, el himno de ruptura y rebelión de los Sex Pistols, acaba de cumplir 35 años y no sufre ningún síntoma de esclerosis.

Al contrario, cuadra con la miseria político-económica presente, pone en su lugar a las familias reales de tanta utilidad social como las figuritas de Lladró, condensa una respuesta adecuada a la patología social del miedo, traza la historia de la prosperidad edificada en torno al hedonismo de uno y la miseria de los demás y proclama exigencias que nunca deberían languidecer y que, como escribió alguien, «ningún gobierno podrá cumplir jamás» porque, como nos demuestran a diario, los gobiernos son antagónicos con la idea de humanidad.

Treinta y cinco años después God Save the Queen habla del futuro. De muy pocas canciones se puede decir lo mismo.

Por el tiempo agotado en que nada ha cambiado, por los años en que todo deberá cambiar, acaso con la misma violencia que subyace en la canción y su escenografía ético-anarquista, vamos a hablar hoy de God Save the Queen, el Juicio Final en tres minutos y veinte segundos. ¿Sentencia? Culpables, desde luego.

Para empezar piensen en cómo nos va, en el diametro de la rendición, en la superficie del dominio, en los ángulos del maltrato, en el círculo del hambre y la sed… Eleven el volumen de su equipo y consideren qué ha sucedido desde 1977 hasta hoy, en los últimos 35 años, mientras escuchan como suena nuestro pasado, que también es presente y porvenir… Si lo permitimos.

John Lydon, 1975

John Lydon, 1975

1. Los delincuentes. Steve Jones (21 años, guitarra), analfabeto, hijo de una peluquera y un boxeador amateur. A los 14 lo internaron en un reformatorio por gamberro. Iba, según él mismo, «camino del crimen y la cárcel». Paul Cook (20, batería), ayudante de electricista y colega de Jones. Glen Matlock (20, bajo), dependiente de un sex-shop —lo echaron del grupo en 1977 porque «le gustaban demasiado los Beatles» y le reemplazó un tal Sid Vicious (20), yonqui y zopenco—. John Lydon (20, cantante), al que Jones bautizó como Johnny Rotten, Juanito el Podrido, por su mala relación con la higiene dental, un pandillero fracasado que se convertiría, como escribió Greil Marcus, en «el único cantante verdaderamente aterrador que ha conocido el rock and roll»: pronunciaba las erres como si le rechinasen los dientes y tenía mirada de lunático, te pulverizaba con los ojos. Había empezado a llamar la atención en 1975, mientras paseaba por las calles pijas de Londres con una camiseta de Pink Floyd sobre la que había garabateado una frase con más poder que el manifiesto de mil intelectuales: «I hate» (Yo odio). También escupía a los hippies. Era un espantajo de las cloacas.

Malcolm McLaren ante la tienda "Sex", 1975

Malcolm McLaren ante la tienda "Sex", 1975

2. El consigliere. Los paseos provocadores de Lydon eran, en realidad, un trabajo. Le pagaba como hombre-póster Malcolm McLaren (1946-2010), descendiente de judíos sefardíes portugueses, exestudiante de arte, aspirante a anarquista y socio de la diseñadora de ropa para falleras modernas Vivien Westwood en la tienda-boutique Sex (que antes se había llamado Let It Rock y Too Fast to Live too Young to Die y después sería bautizada como Seditionaries). El mismo zig zag que McLaren aplicaba a las marcas lo padecía en el el ánimo: era un desequilibrado que quería estar en todas partes y al mismo tiempo. Ayer, teddy boy; hoy, situacionista; mañana, lo que venda… Al final dió en el clavo. Había estado en Nueva York, visto a los Ramones y descubierto las posibilidades comerciales de la fealdad y la confrontación. Regresó a Londres convencido de que la nueva belleza necesitaba ser asquerosa, ofensiva y asustar a los burgueses. No iba más allá: dinero fácil y rápido («sacar pasta del caos», era su eslogan de operaciones). Reclutó a cuatro golfos, les concedió el derecho a gritar, ayudó en la búsqueda de nombre —antes de dar con el de Sex Pistols barajaron Le Bomb, Subterraneans, Beyond, Teenage Novel, Kid Gladlove, y Crème de la Crème— y añadió algo de background intelectual al asunto. «Si la aventura sale mal, os vuelvo a contratar como hombres-póster», prometió para tranquilizar los ánimos.

Sex Pistols, 1976

Sex Pistols, 1976

3. El lugar del crimen. En 1975, cuando McLaren clonó el punk yanqui en el Londres del aburrimiento, el Reino Unido era un país en desmantelamiento, con la cantidad de desempleados creciendo a tanta velocidad como la grosería de la inmisericorde brecha social y los servicios públicos en perpetuo recorte por mor de la política privatizadora del neoliberalismo. En 1977 deciden festejar, con el barco a punto de naufragar y las condiciones de vida ya hundidas, el Jubileo de Plata de la Reina Isabel II (25 años en el trono). Se organizan fastos millonarios, similares a los celebrados hace unos días por los 60 años en el sillón de la monarca —que, según Forbes, es la 23ª mujer más rica del mundo, con una fortuna personal declarada de 600 millones de euros—.

Single de "God Save the Queen", editado por Virgin

Single de "God Save the Queen", editado por Virgin

4. La munición. El 27 de mayo de 1977 la discográfica Virgin Records pone a la venta el single de los Sex Pistols con God Save the Queen en la cara A y Did You No Wrong en la B —antes de que la banda firmara con la disquera, la empresa A&M había editado algunos ejemplares (se asustaron del contenido de la canción y pararon el proceso) como el que aparece al principio de esta entrada: se tiene conocimiento de que existen una docena y es el disco más valioso en las subastas: 12.000 libras esterlinas, unos 15.000 euros—. El single es el más censurado de la historia: no sólo la BBC, sino también las radios independientes, se niegan a emitir el tema; los almacenes lo boicotean, la prensa seria editorializa lo mismo que la amarilla y habla de «afrenta» y «atentado moral» contra el himno nacional del Reino Unido del que se mofan los Sex Pistols… El grupo organiza una gira por el Támesis en un barco alquilado (el Queen Elizabeth). La policía carga y hay apaleados y detenidos. Se debate sobre los Sex Pistols en el Parlamento. A Rotten le ataca en la calle un skin y le deja secuelas permanentes en una mano. Cuando le preguntan cómo solucionaría los problemas del país, Rotten responde: «Resolvedlos vosotros. Es vuestra puta culpa, esclavos, putos cabrones«. El single y su mensaje de profundo y desolador asco calan en la sociedad: el disco se convierte en el más vendido, pero las empresas mediáticas lo ocultan en las listas de éxitos con maniobras grotescas como dejar en blanco la casilla del título de la canción o simplemente subir al número uno a la que ocupaba el segundo puesto, una balada de Rod Stewart que se titula, para completar el ridículo, I Don’t Want To Talk About It (No quiero hablar sobre eso).

Póster de la revuelta de mayo de 1968 en París y cartel de los Sex Pistols (Jamie Reid, 1977)

Póster de la revuelta de mayo de 1968 en París y cartel de los Sex Pistols (Jamie Reid, 1977)

5. El testimonio. La letra de la canción de los Sex Pistols, traducida al español, dice: Dios salve a la Reina / El régimen fascista / Te han convertido en un idiota / Una bomba h en potencia // Dios salve a la Reina / No es un ser humano / No hay futuro / En el sueño de Inglaterra // Dios salve a la Reina / Que no te digan lo que quieres / Que no te digan lo que necesitas / No hay futuro, no hay futuro  / No hay futuro para ti // Dios salve a la Reina / Sabemos lo que decimos, tío / Adoramos a nuestra Reina / Que Dios la salve // Dios salve a la Reina / Porque los turistas son dinero / El torso de nuestro personaje / No es lo que parece // Dios salve a la Reina / Dios salve la historia / Dios salve tu demencial desfile // Dios salve a la reina / Señor, ten piedad / Todos los crímenes se pagan / ¿Cuando no hay futuro / Cómo puede haber pecado? // Somos las flores en el cubo de la basura / Somos el veneno de tu maquinaria humana / Somos el futuro, tu futuro // Dios salve a la Reina / Sabemos lo que decimos, tío / Adoramos a nuestra Reina / Que Dios la salve //  Dios salve a la Reina / Sabemos lo que decimos, tío / No hay futuro / En el sueño de Inglaterra // No hay futuro , no hay futuro / No hay futuro para ti / No hay futuro , no hay futuro / No hay futuro para mí.

Edición de lujo y tirada limitada de "God Save the Queen", 2012

Edición de lujo y tirada limitada de "God Save the Queen", 2012

 6. ¿RIP?. Los Sex Pistols nacieron para morir deprisa. Fueron una refrescante maldición. Como una versión en reverso de un embarazo, estuvieron nueve meses entre nosotros, del 4 de noviembre de 1976, fecha de publicación de su primer disco, el single Anarchy in the UK / I Wanna Be Me; al 14 de enero de 1978, cuando actuaron por última vez en público —actuar es un verbo demasiado condescendiente, ya no se soportaban entre sí—. Fue en San Francisco (EE UU) [aquí está el concierto completo] y Rotten acabó el show hablando cara a cara a la audiencia: «¡Ah, ja, ja, ja! ¿Alguna vez os habían engañado? Buenas noches». El resto ha sido muy triste: la muerte anunciada de Vicious, convertido en un más que presunto asesino; actuación de los músicos como mercenarios sin rumbo —con excepción de los muy aconsejables primeros álbumes de PIL, la banda de Lydon—; una reunión crowdfunding en 2007-2008 en la que tocaron como si ellos mismos no hubieran negado la posibilidad de futuro; vulgares pleitos por los derechos de las canciones ante una justicia a la cual nos aconsejaron maldecir; el lanzamiento de un agua de colonia con el nombre de la banda («pura energia, combinada con aroma a piel, heliotropo y pachuli») y, hace unas semanas, durante el nuevo jubileo de Isabel II, la reedición de lujo de 3.500 ejemplares de God Save the Queen en vinilo de siete pulgadas de la que se ha descolgado Lydon diciendo que «socava todo aquello por lo que lucharon los Sex Pistols». Treinta y cinco años después de la canción ante la que nadie era capaz de sonreir, ¿qué queda? Quizá el mensaje esencial de un joven gandul que no se cepilla los dientes, se siente «vacío», quiere «destruir a los transeúntes» y aconseja, como vomitando: «Sean irresponsables. Sean irrespetuosos. Sean todo lo que esta sociedad detesta (…) Te aseguro que no me odias tanto como yo te odio a ti«. Suficiente, ¿no?

Ánxel Grove

Los personajes reales tras la ‘familia’ de Tintín

Personajes de los libros de Tintín

Personajes de los libros de Tintín

Si Georges Remi (al que todos conocemos por Hergé) no hubiese leído a Honoré de Balzac y quedado fascinado por La comedia humana, esa especie de crónica total de un tiempo -95 obras completadas y 48 inacabadas-, quizá el reportero Tintín se hubiese limitado a dar tumbos por el mundo junto a su fiel y testarudo fox terrier Milú. Es decir, se hubiese cruzado con personajes casuales y episódicos, pero sin establecer lazos, sin dejar rastro sentimental alguno.

Al entregarse a las aguas revueltas de Balzac, el más ambicioso de los novelistas, Hergé se propuso imitar al escritor francés en el uso dramático del ingenioso sistema de los personajes recurrentes -hoy canónico en toda series de televisión que valen la pena- y el cerebro-criminal que aporta sentido melodramático y unidad a las historias seriadas.

Tintín pasó así a ser parte de una familia inolvidable.

Pero Hergé (1907-1983) no era Balzac y la creación de personajes de ficción, a veces por la premura de los plazos de entrega y otras por la inseguridad creativa que le aquejó hasta la muerte, no le resultaba fácil. Para bosquejar a los personajes de Tintín, tanto a los principales como a los recurrentes, se fijó en lo que tenía cerca.

Aprovechando el renacimiento de la tintinofilia derivado del estreno de Las aventuras de Tintín: El secreto del Unicornio, del sagaz Steven Spielberg (que no ha descubierto nada: de Tintín se habían vendido 300 millones de libros en 70 idiomas antes de la película), dedicamos este Cotilleando a… a las personas reales en las que se basó Hergé y a las circunstancias en que fueron proyectadas desde la vida real a las viñetas del cómic más hermoso de todos los tiempos. Esta recopilación debe buena parte de los datos y fotografías a los magníficos libros de Michael Farr, Tintín y Cia. y Las aventuras de Hergé.

Tintín y sus precursores

Tintín y sus precursores

1. Tintín. Invencible, bondadoso, correcto, algo ingenuo, bien educado, de edad indeterminada (parece un adolescente pero se impone retos de adulto), experto en casi todo, capaz de conducir con destreza cualquier tipo de avión o vehículo, primera persona en poner un pié en la Luna (16 años antes que Neil Amstrong), incapaz de soportar la injusticia, de gran rectitud moral…, los lamas tenían razón cuando en Tintín en el Tíbet (1960) le rebautizan como Gran Corazón. Los tres personajes de la foto de la izquierda fueron utilizados por Hergé para componer el carácter del intrépido reportero. Primero, él mismo (a la derecha). «Tintín está en mí y en mi deseo de ser intrépido, valiente y honesto», dijo el dibujante en una carta a un amigo en 1948. Boy scout amante de la camaradería nocturna ante una fogata, Georges Remi era un tipo tímido, temeroso de padecer la misma enfermedad mental (paranoia y esquizofrenia) que llevaría a la muerte a su madre, muy inseguro de sus capacidades y falto de educación reglada -había dejado los estudios para trabajar en publicidad-, el héroe que dibujó era el envés de él mismo. Segundo, su hermano menor Paul (en el centro, arriba), con el que compartió una infancia de aventuras urbanas en los suburbios de Bruselas, de quien tomó el aspecto de Tintín: aniñado, rubio, de mirada sincera… Tercero, el reportero francés Albert Londres (en el centro, abajo), uno de los fundadores del periodismo de investigación. Londres (1884-1932) criticó los abusos del colonialismo, la trata de blancas y los sistemas de prisiones y murió en un incidente sin resolver. Sus informes despertaban la consternación masiva de Europa. Hergé, que admiraba al periodista (siempre quiso ser reportero) y deseaba tener su valentía, lo utilizó como referente para Tintín.

Milú y Milú

Milú y Milú

2. Milú. Algo más que una mascota: fiel compañero, provisto de recursos para hacer frente a todo peligro, amigo de los entuertos, el pollo y el whisky y temeroso hasta el pánico de las arañas, el fox terrier es el único personaje que aparece, con Tintín, en los 24 álbumes de la serie. Hergé nunca tuvo perro, pero el dueño del restaurante donde comían los empleados del diario Le Vingtième Siècle, en cuyo suplemento infantil debutó Tintín en enero de 1929, tenía un fox terrier al que se atribuye cierto ascendente en la génesis de Milú. Lo que sí está claro es que el nombre del perro es un homenaje a la primera novia de Hergé, Marie-Louise Van Custem -la foto, a la izquierda, es de 1919-. Milou es el diminutivo de Marie-Louise con el que llamaban a la muchacha. Dos años mayor que Hergé, era hija de un empleado del afamado arquitecto de art noveau belga Victor Horta que no veía con buenos ojos que su niña saliera con un dibujante sin posibles. Hergé nunca olvidó a su Milou.

Los dos Haddock

Los dos Haddock

3. El Capitán Haddock. Entró en las aventuras de Tintín como un alcohólico y fracasado capitán de la marina mercante (El cangrejo de las pinzas de oro, 1941) y se estableció para quedarse. Es tal su importancia que en las encuestas entre tintinófilos supera a Tintín en carisma. Gran amigo, valeroso, atolondrado, colérico, enganchado al whisky (Loch Lomond a ser posible), impredecible y, a su manera, romántico, es el opuesto complementario de Tintín. Tiene el elenco de insultos más variopinto de la historia de la literatura: 268 adjetivos imprecativos, cada uno de los cuales significa algo (no siempre con sentido) y no es una palabrota. Hergé los buscaba con detenimiento en un ejemplar del que nunca se separaba de la enciclopedia Larousse. Van, en la traducción castellana, de «ametrallador con babero», «Atila de guardarropía», «cow boy del volante» y «lobo come niños» a «Mussolini de carnaval», «residuo de ectoplasma» y «sietemesino con salsa tártara». Quizá por su importancia en la serie, Haddock es el único de los personajes fijos que no está directamente inspirado en una persona real, aunque tiene rasgos psicológicos de Hergé y de su íntimo colaborador, el gran dibujante Edgar P. Jacobs (1904-1987).  Haddock es un personaje tan potente que merece el mote que él mismo se atribuye tras una de las confusiones semánticasde la Castafiore: «Had rock and roll«. Hay un hermoso giro histórico que contribuye a su excepcionalidad. Tras publicar El secreto del Unicornio (1943), donde aparece un ancestro de Haddock del siglo XVII, Sir Francis Haddock, el dibujante se enteró de la existencia del almirante inglés Sir Richard Haddock (1629-1715).

Las tres divas

Las tres divas

4. Bianca Castafiore. La única mujer con rango de protagonista de Las aventuras de Tintín es Bianca Castafiore, una diva de la ópera de fama mundial en el universo de Hergé, a quien el bel canto aburría muchísimo o, para su vergüenza, le hacía reir a carcajadas porque le parecía agresivo y afectado. La Castafiore, el ruiseñor de Milán, es una mujer algo neurótica, altiva y vanidosa, pero valiente hasta el punto de proteger a Tintín y Haddock en El asunto Tornasol (1956) de la persecución del gobierno protonazi de la Borduria de «los bigotes de Plekszy-Gladz». Hergé, que deseaba ridiculizar el ambiente clasista de la ópera, se basó para componer la figura de la diva en Renata Tebaldi (1922-2004) y su gran rival Maria Callas (1923-1977). Ambas aparecen en la foto, a la izquierda y la derecha, respectívamente, del personaje. En el año en que fue publicado el libro Las joyas de la Castafiore (1963), el único de la serie de características policiacas, Callas grabó el Fausto de Gounod, cuya Aria de las Joyas es la pieza con que deleita/tortura el ruiseñor de Milán a sus espectadores.

Tornasoles

Tornasoles

5. Silvestre Tornasol. Absurdo, obstinado, sordo hasta la comicidad, con una capacidad intelectual endiablada y social nula, el profesor Tornasol (en francés, Tryphon Tournesol y en inglés, Cuthbert Calculus) tiene una mente prodigiosa -es el diseñador del proyecto espacial de los dos álbumes de 1954, Objetivo: la Luna y Aterrizaje en la Luna– pero un espíritu romántico que le lleva a dedicarse con intensidad a la horticultura y, quizá, profesar un amor oculto por Bianca Castafiore. El personaje es casi una copia de Auguste Picard (1884-1962), un científico suizo que daba clases de Física en la Universidad de Bruselas a quien Hergé conocía y al que le hacía mucha gracía la manera de ser de Tornasol. Picard (a la izquierda en la foto) y Tornasol eran idénticos: conservadores en el vestir, fascinados con los inventos y heterodoxos en sus prácticas científicas.

Dos pares de gemelos

Dos pares de gemelos

6. Hernández y Fernández. Aparecen en 20 de los 24 libros de Tintín. Son, tras el protagonista y Milú, la presencia más duradera (Haddock, con 16 capítulos, viene a continuación). Van de sobrados y no dejan de meter la pata en hilarantes intervenciones. Hergé rindió homenaje con este par de temerosos detectives a su padre Alexis Remi y el hermano gemelo de éste, Léon (ambos aparecen en la foto, en 1928), inseparables, siempre ataviados de punta en blanco y amigos de usar la coletilla «je dirais même plus», que heredaron Hernández y Fernández, traducida al castellano como «yo aún diría más». En la pareja de fracasados maestros del disfraz también hay ecos de Charlie Chaplin y Laurel y Hardy, estrellas del cine mudo a las que Hergé admiraba.

Unos cuantos generales

Unos cuantos generales

7. Alcázar (y Tapioca). El eterno revolucionario general Alcázar aparece por primera vez en La oreja rota (1935 en blanco y negro, 1943 a color), reaparece como lanzador de cuchillos de music-hall en Las siete bolas de cristal (1948) y tiene un papel destacado en Tintín y los Pícaros (1976), el último álbum publicado. Entre la abundante documentación dejada por Hergé aparecieron muchos recortes de prensa y fotos de dictadores sudamericanos tan personalistas, populistas y crueles como tendentes a la opereta, como Juan Domingo Perón (a la izquierda en la foto) y Alfredo Stroessner (a su lado). La mujer del primero, Evita Perón, fue el modelo para Peggy, la dominante esposa a la que Alcázar obedece como un corderito. Las luchas cíclicas por el poder en algunos países sudamericanos llevaron al dibujante a buscarle a Alcázar un rival: Tapioca.

Rastapopoulos y su inspiración

Rastapopoulos y su inspiración

8. Rastapopoulos. Basándose en un enfrentamiento nada difuso ni de alta complejidad entre el bien y el mal, el ciclo de Tintín abunda en villanos: el Dr. Müller de La Isla Negra (1937), libro basado en un plan nazi para desestabilizar Inglaterra desde Escocia, y Tintín en el país del oro negro (1950); el Müsstler (Hitler+Mussolini) de El Cetro de Ottokar (1938 en blanco y negro, 1947 en color)… Ninguno, sin embargo, iguala a Roberto Rastapopulos, que es a Tintín lo que Moriarty a Sherlock Holmes -personaje que adoraba Hergé-: el mal quintaesencial y supremo. Aparece por primera vez en Tintín en América (1931, redibujado en color en 1945), sentado al lado de Mary Pikefort, caricatura de Hergé de la actriz Mary Pickford; lo encontramos convertido en un pérfido productor de cine en Los cigarros del Faraón (1932, redibujado en 1955); en el jefe de una oscura secta que se nutre del tráfico de opio en El loto azul (1934); a bordo de un suntuoso yate -desde el que dirige una red de tráfico de esclavos- en Stock de Coque (1958)… Hergé se inspiró en el multimillonario griego Aristóteles Onassis, un personaje de la jet al que se relacionó más de una vez con asuntos turbios.

Chang y Hergé

Chang y Hergé, Tchang y Tintín

9. Tchang. El niño chino que aparece en dos libros de Tintín, El loto azul y Tintín en el Tíbet (1960), tuvo para Hergé una importancia capital. Está inspirado en Chang Chong-chen, un estudiante de arte al que conoció cuando ambos tenían 27 años. Chang, que estudiaba escultura en Bruselas, ayudó a Hergé con el background que necesitaba para El loto azul y entre ambos prendó una profunda amistad. De esa época es la foto de la izquierda. Chang volvió a China en 1935 y Hergé perdió su pista en el violento desarrollo de la Revolución Cultural maoísta. Llegó a pensar que había muerto. En 1960, tras una crisis sicológica grave que requirió de asistencia siquiátrica, el dibujante y guionista abordó la más ambiciosa de sus obras, Tintín en el Tíbet, quizá la mejor. En el libro, Tintín recuerda al niño Chang al que había salvado de morir ahogado en El loto azul y, por instinto, se decidé a subir al Himalaya para salvarlo de un accidente áreo en el que no parece haber supervivientes. La vida imitó al arte. En 1975 Hergé y Chang se encontraron por carta y en 1981 el amigo chino perdido pasó tres meses en Bélgica. Hergé ya padecía la leucemia a consecuencia de la cual murió en 1983.

Ánxel Grove

El infinito Borges en 20 bocetos

Autorretrato de Borges, en tinta y papel

Autorretrato de Borges, en tinta y papel

Cuando dibujó su autorretrato mediante un solo trazo que, como el vértigo de los espejos, parece infinito, Jorge Luis Borges ya padecía una ceguera solo iluminada por manchas amarillas. Le gustaba, decía, porque el amarillo predice el infinito, la piel de los tigres y la sed del desierto.

La infinitud de Borges; su búsqueda en los libros de la verdad definitiva, sabiendo de antemano que la exploración será infuctuosa porque “el texto definitivo corresponde a la religión  o el cansancio”; su condición de centro magnético de la literatura contemporánea, del que emanan y hacia el que se dirigen, circulando en doble dirección, los brazos de un delta confuso pero indiscutible (Sebald, Magris, Amis, García Márquez, Lem, Perec, Saramago, Rushdie, Gombrovicz, Gibson, Fuentes, Eco, Barth…)…

En suma, la obra decisiva, que traza la frontera, tan precisamente definida hace unos días en Madrid por Alberto Manguel: “Existe la Literatura Antes de Borges y la Literatura Después de Borges. Borges creó su obra a medida que la iba leyendo e iba leyendo a medida que creaba su obra. Dio el poder al lector, el poder de decir qué es lo que estamos leyendo”.

Se cumplen 25 años de la muerte del escritor, una palabra que le sienta peor que un traje barato, porque escritor es quien escribe, un oficio como el de los carniceros o las floristas.

Borges falleció el 14 de junio de 1986 (cáncer hepático y enfisema) a los 86 años. Su viuda acaba de revelar que dedicó los últimos días sobre el mundo a aprender árabe, a trazar la caligrafía de un idioma que también parece proceder de los signos arcanos de la piel de los tigres y la arena torturada por el viento del desierto.

Sin otra pretensión que recordarle -como haré cada día hasta el último de mis días-, enumero algunas peculiaridades del Borges extra literario, algunas de las manchas amarillas de su paso por el mundo..

Este Top secret está dedicado al escribiente que prologó así su vida: “La patria, los azares de los mayores, las literaturas que honran las lenguas de los hombres, las filosofías que he tratado de penetrar, los atardeceres, los ocios, las desgarradas orillas de mi ciudad, mi extraña vida cuya posible justificación está en estas páginas, los sueños olvidados y recuperados, el tiempo…”.

En 1902, a los tres años

En 1902, a los tres años

1. “Nunca me alejé de esa biblioteca”. El padre, Jorge Guillermo Borges, era argentino de ancestros británicos, abogado, lector del anarco-humanista Spencer, traductor al castellano (vía inglés) de Omar Jayyam y amigo íntimo de Macedonio Fernández, autor de una obra que vindicaba la veneración del argentinismo. Jorge Guillermo era dueño de una gran biblioteca de “ilimitados libros ingleses”, recordaría el hijo. “Si se me pidiera designar el hecho principal de mi vida, diría que fue la biblioteca de mi padre. De hecho, a veces pienso que nunca me alejé de esa biblioteca”.

2. Georgie, ojos azules. Nació en el invierno austral, el 24 de agosto de 1899. Fue octomesino. El padre se apresuró a examinar los ojos del primogénito. “Son azules, como los tuyos. Está salvado”, dijo a su esposa, la uruguaya Leonor Acevedo Suárez. Los Borges padecían una ceguera endémica. La profecía falló y Georgie -como le llamaban todos es casa- perdió progresivamente la vista.

3. Dos códigos. Lingüísticamente creció en la bipolaridad: hablaba inglés con su abuela paterna, Fanny Haslam, y español con su madre. Hasta los nueve años tuvo una institutriz inglesa, miss Tink. Algunos discípulos del sicoanálisis (Borges detestaba a Freud, al que consideraba “una suerte de loco”, un hombre “trabajado por una obsesión sexual”), creyeron ver en la ausencia de fronteras entre ambos códigos idiomáticos la causa del tartamudeo de Borges, que sólo corrigió (por sí mismo) a los 45 años. Aunque adoraba la literatura en inglés, nunca tragó con la altivez del Reino Unido: “No hace falta señalar que algunos hábitos ingleses me resultan del todo ajenos: el té, la familia real, los deportes ‘varoniles’ o la devoción fanática por cada línea de Shakespeare”.

Con Norah, en el zoológico de Buenos Aires, 1908

Con Norah, en el zoológico de Buenos Aires, 1908

4. La cómplice. La mujer de su vida fue su hermana Norah, dos años menor. Atrevida, de ojos enormes y siempre abiertos (no heredó la ceguera de los Borges), fue su compañera y confidente durante quince años. Desplegaban “juegos extraordinarios” con personajes imaginarios, veían asesinos acechantes en la negrura de los espejos, se extasiaban ante la jaula del “ferocious tiger” en el zoo de Buenos Aires -el lugar favorito de Georgie-, huían de los enmascarados durante los carnavales… Norah Borges (1901-1998) fue pintora e ilustradora de estilo deliberadamente ingenuo. Estuvo casada con Guillermo de Torre, crítico y poeta ultraista español. Tuvieron dos hijos. Su hermano jamás se planteó ser padre: “Nunca quise tener hijos. Son tan incómodos, de chicos. Me habría gustado tener hijos de veinte años por lo menos, que fueran amigos”.

5. Entre compadritos. Aunque Borges nació en una casa de la calle Tucumán, cerca del centro de Buenos Aires, cuando el niño tenía dos años la familia se trasladó a un caserón del barrio de Palermo, donde, por entonces, la ciudad terminaba y daba paso a baldíos y terrenos con pequeñas villas. Allí cultivó la curiosidad por el malandreo de los compadritos, escuchó las primeras milongas,vio bailar el tango (siempre entre hombres, era demasiado osbceno para las muchachas) y desarrolló algunas de sus neuras menos loables: el descrédito hacia los españoles y los italianos, que relacionaba con la canalla perdularia. Políglota como fue, sólo Dante le hizo aprender italiano para poder disfrutar de la Divina Comedia. De España dijo, no sin razón, que es un «fragmento arrrancado de la caliente África, y tan burdamente soldado a la inventiva Europa».

6. El bicho raro de la escuela. A los seis años confesó que quería ser escritor. A los siete escribió, en inglés, un resumen de mitología griega. A los ocho, un cuento, La visera fatal. A los nueve, tradujo El príncipe feliz, de Óscar Wilde. Cuando finalmente fue enviado al colegio, a los nueve, sus padres le vistieron con traje y cuello alto de Eton. La indumentaria, los anteojos, el tartamudeo y la escasa destreza física le convirtieron en el patito feo. Siempre recordó la experiencia como siniestra.

7. El juerguista y el poeta de los perros. Dos personajes clave. Uno, Álvaro Melián Lafinur, primo del padre de Borges, era sólo diez años mayor que Georgie pero tenía la valentía y el descaro que a éste le faltaban. Conocedor de los bajos mundos, tocador de tangos (al estilo porteño, no al afectado de París popularizado por Gardel), bohemio, bebedor y mujeriego, fue para el niño como el hermano mayor que nunca tuvo. Dos, Evaristo Carriego, un poeta del pueblo, vecino del Palermo pobre que los Borges rehuían y conocedor de las manadas de perros salvajes que mandaban en las noches del barrio («beben agua de luna en los charcos», dice uno de sus veros). Murió a los 29 años de tuberculosis y sin ningún libro publicado. Todos aparecieron póstumamente. Borges, que le admiraba, le dedicó una biografía en 1929, pero el libro es un pretexto para recordar el espíritu de Palermo.

El joven Georgie

El joven Georgie

8. Los libros perdidos de Valldemosa. Durante la estancia de la familia en Europa (1914-1921), aprende latín, francés y alemán, lee a los simbolistas, a Nietzsche y Schopenhauer, a Meynrik. Descubre a tres de los autores que le acompañarán toda la vida, Thomas CarlyleGilbert K. Chesterton y Thomas de Quincey. Conoce Suiza, Italia y España. En Valldemosa (Mallorca), intima con el vicario (repasan a Virgilio en latín) y trabaja en un par de libros que nunca publicó e intentó borrar de su pasado: Los ritmos rojos, un poemario exaltado sobre la revolución bolchevique, y Los naipes del tahúr, una colección de relatos «a la manera de Pío Baroja». Vive el ajetreo vanguardista de Madrid que, muy de acuerdo con el espíritu pancista de la ciudad, se desarrolla en cafés y restaurantes. Conoce a Ramón Gómez de la Serna, de cuya suficiencia no guardará buen recuerdo, y a Rafael Cansinos Asséns, al que considerará un maestro.

9. La deriva. Antes de que la deriva y la sicogeografía situacionistas estuviesen de moda, Borges practicó la caminata con pasión. Paseaba al azar por Buenos Aires, siempre de noche y en ocasiones hasta la llegada del amanecer. Probaba a sus ocasionales compañeros apurando el paso. Casi todos abandonaban.

10.Con una pistola en la mano. El día en que cumplía 35 años, el 24 de agosto de 1934, compró una pistola, se alojó en un hotel que conocía de su infancia, bebió aguardiente, leyó una novela policiaca y estuvo a punto de suicidarse. Estaba convencido de que como escritor nunca dejaría de ser un autor de minorías. Aunque nunca habló con claridad de aquella noche en que paladeó la antesala de la muerte, cuando le preguntaron, pasados los años, por qué no se había matado, respondió: «Por cobardía».

11. El «aborrecible centinela». A partir de 1935 y durante casi toda su vida sufrió de la «atroz lucidez» del insomnio. «En vano espero las desintegraciones y los símbolos que preceden al sueño», escribió en un poema.

Con Norah, años cuarenta

Con Norah, años cuarenta

12. Cerca de la muerte. En la Navidad de 1938, poco después del fallecimiento, de su padre, sufrió un accidente que le llevó a las puertas de la muerte. Subía muy aprisa una escalera a oscuras y se golpeó la cabeza con el batiente abierto de una ventana recién pintada. El corte, infectado por la pintura, le provocó una septicemia.

13. Inspector de aves y conejos. Cuando el militar Juan Domingo Perón llegó a la presidencia de Argentina en 1946 ordenó que Borges fuese destituido como funcionario de la Biblioteca Nacional y nombrado inspector de aves y conejos en los mercados municipales. Era una venganza soez por las críticas del escritor al peronismo. Borges renuncia y se gana la vida dando conferencias, que le ayudan a vencer su enfermiza timidez y a que desaparezca el tartamudeo. Su madre y Norah son detenidas por cantar el himno nacional en la calle sin permiso. A la primera la condenan a un mes en arresto domiciliario. A Norah la ingresan en la cárcel con las prostitutas. Les da clases de francés y dibujo. En 1955, cuando cayó Perón, Borges es nombrado director de la Biblioteca Nacional.

14. Mujeriego. Borges era un conquistador nato: simpático, humilde, alto, cultísimo… Sus amores, sin embargo, nunca tuvieron permanencia. Mantuvo una larguísima amistad, no desprovista de cierto grado de flirteo, con Silvina Ocampo, que se casaría con el mejor discípulo de Borges, Adolfo Bioy Casares. Le fascinó Norah Lange, vanguardista, libre, pelirroja. Se enamoró, sin ser correspondido, de la periodista y traductora Estela Canto, que dijo de él: «Sexualmente me era indiferente, ni siquiera me desagradaba. Sus besos torpes, bruscos, siempre a destiempo, eran aceptados condescendientemente. Nunca pretendí sentir lo que no sentía». En 1967 se casó con Elsa Astete Millán, una novia de juventud a la que no había tratado en treinta años. El matrimonió duró hasta 1970. Borges nunca ahondó en las causas de la ruptura, pero destacó, con extrañeza, que «Elsa nunca soñaba».

Con María Kodama

Con María Kodama

15. La guardiana. María Kodama es la viuda, heredera testamentaria y celosa albacea del patrimonio de Borges. En la prensa argentina la llaman La guardiana por su gusto por el pleito judicial, que practica con menos asiduidad que la palabra. Hija de un inmigrante japonés y graduada por la Universidad de Buenos Aires, fue discípula y amiga del escritor desde los años sesenta.  Se casaron por poderes en 1986 en Paraguay. En 1979, antes de ser operado de una prostatitis, Borges había testado que le dejaba la mitad de su dinero en efectivo a Epifanía Fanny Uveda de Robledo, quien trabajó durante varias décadas al servicio de Borges y su madre. La otra mitad, más sus derechos de autor, iban para Kodama. En 1985 redactó un nuevo testamento que excluía a Fanny y designaba a Kodama heredera universal. Tras el matrimonio, Norah Borges calificó la unión de «diabólica».  Kodama -cuya fecha de nacimiento es incierta (según los documentos podría ser 1937, 1941 ó 1945)- preside con mano de hierro la Fundación Internacional Jorge Luis Borges, se querella contra biógrafos que discuten sus maneras y vigila con celo las reediciones de Borges, que ha expurgado en alguna ocasión eliminando textos dedicados a otras mujeres.

16. El Nobel de nunca jamás. La Academia Sueca nunca quedó mejor retratada en su medianía como hurtando el Nobel de Literatura a Borges, nominado casi todos los años desde la década de los sesenta.  Se especula que en 1977 habían decidido dárselo (a medias con el español Vicente Aleixandre), pero reconsideraron la propuesta porque Borges fue a Chile a recibir una medalla que entregaba el dictador Augusto Pinochet. Cuando le preguntaron si sabía que se jugaba el Nobel, Borges dijo: «Pero fíjese que yo sabía que me jugaba el Premio Nobel cuando fui a Chile y el presidente ¿cómo se llama?… Sí, Pinochet me entregó la condecoración. Yo quiero mucho a Chile y entendí que me condecoraba la nación chilena, mis lectores chilenos». Tampoco salió muy bien parado el Ministerio de Cultura de España en 1980 cuando le dieron el Premio Cervantes pero compartido por Gerardo Diego. Hubo avalancha de llamadas de periodistas extranjeros a los servicios de consulta preguntando quién demonios era Gerardo Diego.

Borges retratado en Nueva York por Diane Arbus

Borges retratado en Nueva York por Diane Arbus

17. Político. Borges era un extraño liberal y también un extraño anarquista («la libertad plena acaba por equivaler al pleno desorden»). Sin embargo, discutió toda «apariencia de orden» en un mundo por definición venteado por el caos y gustó de las utopías humanistas. En los años cincuenta se le criticó por defender la idea de que la literatura no tiene fronteras nacionales. Respondió con una conferencia que terminaba así: «Creo que si nos abandonamos a ese sueño voluntario que se llama la creación artística, seremos argentinos y seremos, también, buenos o tolerables escritores». En 1980 -circunstancia que no suelen mencionar sus censores- la firma de Borges apareció junto con la de su amigo Ernesto Sábato en una petición pública al gobierno exigiendo que se aclarasen responsabilidades políticas y penales sobre los desaparecidos.

18. Rey del entrecomillado. Nadie mejor que Borges para entender a Borges. Un mix de entrecomillados: «Lamento decir que se han escrito cincuenta o sesenta libros acerca de mí. Pero yo no he leído ninguno de esos libros, ya que sé demasiado sobre el tema» | «Tengo la sensación de haber gastado mi fortuna en tacitas de café» | «La ceguera es una clausura, pero también es una liberación, una soledad propicia a las invenciones, una llave y un álgebra» | «Si en todos los idiomas existe la palabra felicidad, es verosímil que también la cosa exista. Algunas veces, al doblar una esquina o cruzar una calle, me ha llegado, no sé de donde, una racha de felicidad» | «Siempre llegué a las cosas después de encontrarlas en los libros» | «Soy simplemente un hombre de letras. No estoy seguro de haber pensado nada en toda mi vida. Soy un creador de sueños» | «¿Por qué voy a morirme, si nunca lo he hecho antes? ¿Por qué voy a cometer un acto tan ajeno a mis hábitos? Es como si me dijeran que voy a ser buzo, o domador, o algo así, ¿no?» | «La humildad es, en mi caso, una forma de lucidez. Prefiero, como los japoneses o los chinos, que los otros tengan razón. Detesto las polémicas» | «Yo creo que no tiene sentido hablar de lecturas obligatorias. Es como hablar de amor obligatorio o felicidad obligatoria. Uno debe leer solamente por el placer del libro» | «Cada vez que leo algo que han escrito en contra de mí, no sólo estoy de acuerdo sino que siento que yo mismo podría hacer mucho mejor ese trabajo» | «Si nos explicaran el sentido de la vida, seguramente no lo entenderíamos».

Borges retratado por Humberto Rivas, 1972

Borges retratado por Humberto Rivas, 1972

19. Provocador y disidente. Gracias a la independiente verdad de sus afirmaciones, Borges era un maestro de la provocación y la disidencia. En este momento de gustos masivos y top ten aborregantes, leer sus juicios (los “juegos de un tímido”, como gustaba de llamarlos) es una pura necesidad y una infalible medicina contra los pensamientos dirigidos. Otro mix: «Un argentino es un individuo, no un ciudadano. Es lícito decir que la mejor tradición argentina es superar lo argentino» | «No es imposible que Adolf Hitler tenga alguna justificación; sé que los germanófilos no la tienen» | «Qué raro es pensar que todos los hoteleros de Suiza debe su fortuna a Byron y a los otros románticos» | «Soy demasiado tímido para ser un buen lector de novelas. Me siento perdido entre tanta gente. Cuando era joven me gustaba olvidarme entre las multitudes de Dickens, de Hugo o de los rusos; ahora me siento tan incómodo en esas turbas como en una sesión académica, en un banquete o en una fiesta de fin de año» | (Federico García Lorca era) «un andaluz profesional (que practicaba) un fraudulento arte popular con metáforas».

20. Borges golea a la Web. Los sueños literarios de Borges anteceden a la World Wide Web. Eso dicen algunos, emparentando a Internet con el relato La Biblioteca de Babel, que dibuja un lugar de infinitas habitaciones hexagonales que contienen todos los libros escritos o por escribir y sus mareantes permutaciones, y al network con El Aleph, el punto que contiene todo lo conocido. Los vaticinios de Borges ganan por goleada: Google indexea un trillón de páginas (la unidad seguida de 12 ceros): ése puede ser el tamaño aproximado de Internet. La biblioteca de Borges no entiende de ceros, es eterna: «Todos los libros, por diversos que sean, constan de elementos iguales: el espacio, el punto, la coma, las veintidós letras del alfabeto (…) No hay en la vasta Biblioteca, dos libros idénticos (…) Sus anaqueles registran todas las posibles combinaciones de los veintitantos símbolos ortográficos (número, aunque vastísimo, no infinito) o sea todo lo que es dable expresar: en todos los idiomas. Todo: la historia minuciosa del porvenir, las autobiografías de los arcángeles, el catálogo fiel de la Biblioteca, miles y miles de catálogos falsos, la demostración de la falacia de esos catálogos, la demostración de la falacia del catálogo verdadero, el evangelio gnóstico de Basilides, el comentario de ese evangelio, el comentario del comentario de ese evangelio, la relación verídica de tu muerte, la versión de cada libro a todas las lenguas, las interpolaciones de cada libro en todos los libros, el tratado que Beda pudo escribir (y no escribió) sobre la mitología de los sajones, los libros perdidos de Tácito».

Ánxel Grove