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Las ‘big mamas’ que parieron el blues

"The Complete Columbia Recordings" - Bessie Smith

«The Complete Columbia Recordings» – Bessie Smith

Acaban de publicar la colección The Complete Columbia Recordings, un compendio integral de diez discos con todas las grabaciones entre 1923 y 1932 de la mejor cantante de blues de todos los tiempos, Bessie Smith (1894-1937).

La circunstancia de la edición —una vieja demanda de los amantes del blues finalmente cumplida— justifica que repasemos la vida y la obra de unas cuantas pioneras, con frecuencia olvidadas por la propaganda o los falsos mitos (¡he llegado a escuchar más de una vez que Billie Holiday, que llegó más tarde y se inspiró en las big mamas, fue la primera mujer que cantó un blues!).

En un momento nada cómodo —depresión económica, racismo y sexismo rampantes, tiranía blanca en las radios y prohibición expresa de que los negros cantasen todo aquello que no fuese vodevil costumbrista— este grupo de vocalistas se enfrentó al estatus dominante y logró consolidar la música racial de los doce compases y el dolor.

Su historia también contiene una paradoja: aunque cantaban sobre las fracturas del alma y la ingratitud de la vida de la misma manera que lo hacían los bluesmen rurales de las plantaciones de algodón, las big mamas se comportaban como divas, gastaban fortunas en vestuario y joyas y azucaraban formalmente el género contaminándolo con la herencia del vodevil. Sentían el blues, pero lo difrazaban por motivos coyunturales. Como siempre, hay excepciones.

Bessie Smith

Bessie Smith

Bessie Smith: la Emperatriz muerta en la Autopista del blues. No fue la primera, pero sí la mejor y la más radical, la emperatriz, como sugería su apodo, que reinaba sobre una forma expresiva puramente femenina que contiene todo el espectro de las emociones humanas. Con Smith, como ha escrito algún crítico, pasas de la carcajada al llanto y ambos estímulos nacen del mismo rincón de tu alma.

Huérfana de padre –campesino y pastor baptista dominical— y también de madre desde los nueve años, creció en una cabaña miserable y se buscó la vida como niña cantante y bailarina en las esquinas de su pueblo natal, Chattanooga (Tennessee).

Surcó carreteras secundarias para actuar por cuatro monedas en locales de mala muerte antes de que fuera fichada por Columbia en 1923. Su primera grabación Down Hearted Blues, un lamento sobre los «malditos hombres» y su modo de tratar a las mujeres, fue un éxito masivo (780.000 copias vendidas en seis meses) en una época en que la difusión de música negra era muy limitada.

La voz poderosa de Smith, que nunca necesitó amplificación para cantar en teatros y bares, era también vulnerable y majestuosa. Grabó 160 canciones y fue solicitada por los mejores músicos de su época, consiguiendo que la discográfica le ofreciera un contrato de 400.000 dólares, una cantidad elevadísima en un tiempo en que los negros cobraban diez dólares por grabación.

Bessie Smith

Bessie Smith

Vivió a lo grande, bebió a lo grande, cultivó una desgraciada selección de amantes que la explotaron y maltrataron y fue capaz de reducir a golpes y empellones y sin ayuda a un piquete del Klu Klux Klan que le quiso reventar una actuación.

Murió en un accidente de coche a los 43 años, cuando su lujoso Packard descapotable chocó con un camión que estaba detenido al borde de la mítica Highway 61 —la carretera que los bluesmen del Delta utilizaron para emigrar hacia Chicago y dar origen al blues urbano y eléctrico de las décadas siguientes—.

Por culpa de algunos cronistas blancos con ganas de sensacionalismo se extendió la certeza de que había muerto desangrada porque un hospital segregacionista se había negado a atenderla, cuando lo cierto es que había fallecido en la ambulancia.

La enterraron en un cementerio cercano al lugar del accidente y se encontraron con que la gran dama del blues estaba arruinada y no había fondos para pagar un túmulo funerario. La tumba permaneció sin marcar hasta 1970, cuando dos mujeres se aliaron para pagar una losa de mármol. Eran Juanita Green, que había sido criada de Smith, y una cantante blanca de blues llamada Janis Joplin. La inscripción dice: «La mejor cantante de blues del mundo nunca dejará de cantar».

Existe una infrecuente oportunidad de ver a Smith y escuchar su voz en el cortometraje St. Louis Blues, rodado en 1929 para narrar en cine la historia de la canción del mismo título, escrita por W.C. Handy y con Louis Armstrong en la trompeta.

Mamie Smith

Mamie Smith

Mamie Smith (1883-1946), la primera mujer que grabó un blues. La segunda Smith de esta relación —no hay lazos familiares con Bessie— figura en la historia de la música como la primera mujer negra en grabar un blues.

El hito corresponde a Crazy Blues, registrado en acetato el 10 de agosto de 1920 en Nueva York por el sello OKeh. La partipación de Smith fue un accidente, porque en la sesión estaba prevista otra cantante, que no pudo acudir por un catarro.

La canción, un blues urbano, con muchos guiños al vodevil del que procedía Smith, fue un gran éxito de ventas y empujó a las discográficas a buscar con ardor a vocalistas de blues para aprovechar la disposición del mercado.

La operación mercantil fue beneficiosa para el género, que consiguió el reconocimiento que merecía, pero también conllevó, como señala el Ted Giogia Gioia en su fundamentela libro El blues, una perversión sobre el pathos original, convirtiendo la declaración íntima de la tragedia del alma en una ceremonia de orgullo adecuada para teatros, con músicos profesionales dando lustre a las canciones.

Mamie Smith, con su voz penetrante y muy femenina, abrió el camino a muchas otras cantantes y vivió una corta gloria. «Pienso que mi público quiere verme cada vez más elegante y no pienso defraudarlo», dijo en una entrevista de aquella época.

Apareció en algunas películas cantando pero murió en la indigencia.

Ma Rainey

Ma Rainey

Ma Rainey (1886 – 1939), la verdadera Madre. Si alguien tiene derecho a la condición materna es esta mujer de limitadísimas dotes vocales, cuyas canciones demuestran que la grandeza del blues no está en el vituosismo sino en la emoción transmitida mediante la voz.

Las empresas discográficas no fueron rápidas con ella y no parece que a Ma Rainey, nacida como Gertrude Pridgett en una villa rural de Georgia, le importase demasiado. Cantó en carpas ambulantes de circos y con matasanos vendedores de tónicos durante tres décadas antes de grabar un disco. Le gustaba compartir descargas con otros artistas y algunos de sus biógrafos sostienen que secuestró durante dos años a la niña Bessie Smith, de quien fue gran protectora, para enseñarle a cantar blues con propiedad.

Sólo tuvo contrato entre 1923 y 1928. Durante esos años, grabó cien canciones, entre ellas los clásicos See See Rider Blues y Bo Weavil Blues.

Áspera, espontánea y sin concesiones a la galería, fue la más honda de las blueswomen. También la menos apegada a la fama: en 1933, cuando se cansó de los aplausos y las fiestas, regresó a su pueblo y alquiló un par de teatros para exhibir películas, progranar actuaciones y pagar los recibos. Sólo cantaba cuando le apetecía y siempre ante familiares y amigos.

Murió de un ataque al corazón en 1939.

Para terminar les dejo una pequeña recopilación de canciones de mujeres que cantaron alto, fuerte y hace casi un siglo en el idioma del blues, el género, de «seca mordacidad» sin el cual, como anota Ted Giogia Gioia, la banda sonora de nuestra vida sería «esencialmente distinta, tibia y desprovista de entrañas».

Ánxel Grove

Libros que no existen pero que deberían existir

Una de las ediciones del "Necronomicón"

Una de las ediciones del «Necronomicón»

Una de las consultas que siguen recibiendo con regularidad los empleados de las 70 bibliotecas de la Universidad de Harvard  indaga si entre los 150 millones de objetos que guarda el complejo existe alguna copia de un libro titulado Necronomicón (en griego Nεκρονομικόv), una obra de saberes arcanos cuya lectura conduce a la muerte inevitable, acaso precedida de locura.

Los libreros, que en el fondo, según sospecho, desearían conducir a los curiosos a un ejemplar, suelen contestar con buena educación y humor alertando sobre el carácter ficticio de la obra, creada por el autor de cuentos y novelas H.P. Lovecraft y algunos de los escritores de su círculo de soñadores de entidades pretéritas que, de tan precisa que resulta la descripción que nos han legado, terminan pareciendo bichitos de fantaciencia japonesa para adornar estanterías de lofts hipsters: un pulpo montado en una estructura triangular, por ejemplo.

Lovecraft, un tipo de mandíbula saliente que temía a todas las mujeres con la excepción de sus tías maternas y flirteó con peligrosos confabuladores que pretendían establecer un Reich en los EE UU, atribuyó el Necronomicón al poeta loco yemení Abdul Alhazred, dató la obra en torno al año 700 antes de nuestra era y situó ejemplares en cinco bibliotecas, cuatro reales y una que debería serlo, la universitaria de Miskatonic en lo menos deseable ciudad imaginada de Arkham.

El Necronomicón ha sido emulado por varios autores. Algunos simulacros son muy tontos y otros son deliciosos, en especial el escrito en duriac. Hay cierta propensión a convertir la obra en parte del atrezzo de un concierto heavy o en un tratado biológico sobre pólipos.

A partir de la bella idea del libro dentro del libro, trazamos una relación, una sola de las muchas posibles, de obras literarias que no existen pero que deberían existir:

El libro de Holmes

El libro de Holmes

Manual práctico de apicultura, con algunas observaciones sobre la segregación de la reina (Sherlock Holmes, 1903-1904). Retirado a una humilde granja de Sussex, el exdetective Sherlock Holmes se dedica a la vagancia y, sobre todo, a la apicultura. Holmes es visitado por Watson antes del comienzo de uno de los postreros casos que investigará la pareja, El último saludo (Arthur Conan Doyle, 1917). Orgulloso de la «ociosa holganza» del campo, Holmes muestra a su amigo el manual que ha redactado sobre abejas y apicultura: «Lo he escrito yo solo. Contemple el fruto de noches de meditación y días laboriosos, en los que vigilé a las cuadrillas de pequeñas obreras como en otro tiempo había vigilado el mundo criminal de Londres».

 La dinámica de un asteroide (Profesor James Moriarty). Si Sherlock Holmes escribió sobre apicultura, su archienemigo, «el Napoleón del crimen«, es autor de un libro que, según el detective, «asciende a tan enrarecidas alturas de las matemáticas puras que no hay ningún periodista científico capaz de reseñarlo». En la saga de Conan Doyle también se le atribuyo al temible Profesor Moriarty un tratado sobre el binomio de Newton.

Teoría y Práctica del Colectivismo Oligárquico (Enmanuel Goldstein) «Estos tres superestados, en una combinación o en otra, están en guerra permanente y llevan así veinticinco años. Sin embargo, ya no es la guerra aquella lucha desesperada y aniquiladora que era en las primeras décadas del siglo XX. Es una lucha por objetivos limitados entre combatientes incapaces de destruirse unos a otros, sin una causa material para luchar y que no se hallan divididos por diferencias ideológicas claras», señala uno de los capítulos de esta obra —conocida también como El Libro—, citada por George Orwell en la novela 1984. El autor, Emmanuel Goldstein, es una antítesis del Gran Hermano, pero también podría tratarse de una creación de éste para dirigir el odio de los esclavizados habitantes del mundo distópico. El escritor ficticio es físicamente muy parecido a Trostky y tiene un nombre que remite a la anarquista lituana Emma Goldman. Los dos capítulos que aparecen desarrollados en la novela de Orwell se refierena la ignorancia como fuerza y la guerra como paz.

"Tlön, Uqbar, Orbis Tertius"

«Tlön, Uqbar, Orbis Tertius»

A First Encyclopaedia of Tlön. vol. XI. Hlaer to Jangr (autor desconocido).»También son distintos los libros. Los de ficción abarcan un solo argumento, con todas las permutaciones imaginables. Los de naturaleza filosófica invariablemente contienen la tesis y la antítesis, el riguroso pro y el contra de una doctrina. Un libro que no encierra su contralibro es considerado incompleto», propone este tomo sobre la civilización edificada por Jorge Luis Borges en el relato Tlön, Uqbar, Orbis Tertius, basado en múltiples obras posibles por su cabal desatino. El cuento formó parte de Ficciones (1944), un compendio de libros ficticios. Una frase para no olvidar: «Los espejos y la cópula son abominables, porque multiplican el número de los hombres».

La rosa ilimitada, La perfección ferroviaria y veinte libros más (Benno von Archimboldi). En 2666, la novela que escribió mientras se moría, el gran Roberto Bolaño desarrolla la figura de un escritor y el intrincado, tóxico y dulce placer del abismo. Benno von Archimboldi, un ladrón de identidades, es el centro de un enigma que se inicia en la Europa Central del nazismo y culmina en su espejo, Santa Teresa —como Bolaño bautiza a Ciudad Juárez (Méxixo)—, donde el campo de la muerte es el desierto y el holocausto se comete contra mujeres. En el millar de páginas del libro, la obra de Archimboldi, y su sombra esquiva, es investigada por cuatro filólogos fanáticos.

Ilustración de "Gargantúa y Pantagruel"

Ilustración de «Gargantúa y Pantagruel»

Decretum universitatis Parisiensis super gorgiasitate muliercularum ad placitumDe cagotis tollendis, y un montón de libros más igualmente sarcásticos y llenos de ventosidades (varios autores). François Rabelais construyó un complejo entramado bibliográfico para protegerse de las venganzas de la curia y justificar el humor escatológico, las burlas y las revelaciones escandalosas sobre el tamaño de los genitales de los sacerdotes. En Gargantúa y Pantagruel (1532-1564) inventó autores y libros con prolijidad. También atribuyó a autores reales, como Ignacio de Loyola, obras ficticias pero muy apropiadas: El dulce hedor de los españoles.

La langosta se ha posado (Hawthorne Abdensen). Dentro de la extraordinaria novela El hombre en el castillo (1962), del soñador contemporáneo Philip K. Dick, vive otra novela, La langosta se ha posado, en la cual el escritor Hawthorne Abdensen establece una historia alternativa distinta a la que sufren los protagonistas, de por sí distinta a la real: un mundo dominado por el Eje nazi-japonés, triunfante en la II Guerra Mundial. Alemania es dueña de buena parte del mundo, ha desecado el Mediterráneo para convertirlo en tierras de cultivo y ha matado a todos los negros de África. En la novela dentro de la novela es Inglaterra el país triunfante tras la contienda y se convierte, tras derrotar a los EE UU, en la gran superpotencia planetaria.

Quienes sientan curiosidad por los libros ficticios deben visitar el blog The Invisible Library (La biblioteca invisible), en inglés, donde hay una extensa relación de obras posibles, desde las docenas de ensayos sobre la práctica de la magia que J.K. Rowling ha enunciado en la serie de Harry Potter, hasta los maravillosos extravíos literarios imaginados por Vladimir Nabokov en casi todas sus novelas.

Cierro el paseo por estos jardines soñados con una cita del más memorioso de los escritores, Borges, por supuesto, quien en La Biblioteca de Babel supuso un lugar plagado de infinitos tomos en alguno de cuyos rincones «debe existir un libro que sea la cifra y el compendio perfecto de todos los demás: algún bibliotecario lo ha recorrido y es análogo a un dios (…) No me parece inverosímil que en algún anaquel del universo haya un libro total; ruego a los dioses ignorados que un hombre —¡uno solo, aunque sea, hace miles de años!— lo haya examinado y leído. Si el honor y la sabiduría y la felicidad no son para mí, que sean para otros. Que el cielo exista, aunque mi lugar sea el infierno. Que yo sea ultrajado y aniquilado, pero que en un instante, en un ser, Tu enorme Biblioteca se justifique».

Ánxel Grove

Las diez mejores canciones de ‘Soulandia’

Logotipo de Stax

Logotipo de Stax

Algunas direcciones deberían tener carácter sacramental. Un ejemplo: 926 East McLemore Avenue, Memphis. En la casa de planta baja había una tienda de discos. En el sótano jugaban los dioses.

El inmueble, no hay casualidades cuando hablamos de las posibles variaciones que adopta el cielo cuando se reproduce en la tierra, había acogido un cine, un cofre para encerrarse con los sueños. De esa vida anterior, el local mantenía la marquesina y pronto colgaron de ella orgullosas letras rojas que bautizaban la sede musical: Soulville USA, algo así como Soulandia, EE UU.

Stax. Las marcas a veces lo dicen todo. El chasquido del ritmo primordial: rozas los dedos y haces música.

Stax fue el mejor sello discográfico de soul de la historia, la alternativa rugiente a la blandenguería coetánea de Motown, cuyos artistas aprendían buenos modales en clases pagadas por la empresa, vestían como responsables jóvenes negros que nunca participarían en un disturbio racial y eran contratados sin miedo en los hoteles de los millonarios blancos. No es posible imaginar a Diana Ross robando una cartera.

En Motown sonreían, en Stax sudaban. Motown era el gueto absorbido por el sistema; Stax, la revolución en marcha. Los nombres de las sedes entregaban indicios suficientes sobre las diferencias: Motown operaba desde Hitsville, Exitolandia. Stax, ya lo he dicho, en Soulville. La máquina registradora contra el alma.

Las canciones de Stax fueron la pólvora de los años sesenta. Cada disco que salía del sótano de la avenida East McLemore era un huracán y, pese a las zancadillas de Atlantic, a quien habían entregado la distribución para concentrarse en la música y sin sospechar que la potente discográfica minimizaría a los artistas de Stax para que no hicieran sombra a los suyos (entre ellos a su buque insignia, la dama del soul Aretha Franklin, que competía en la misma liga), se coló en la banda sonora de la época para no ser desbancado jamás.

Sede de Stax, 'Soulandia'

Sede de Stax, ‘Soulandia’

Antes de entrar en materia, un apunte aclaratorio: soy fanático de Motown (una discográfica de negros que cantaban para blancos) y sigo escuchando con harta frecuencia las ñoñerías sublimes de The Supremes y las telenovelas de tres minutos de Smokey Robinson and The Miracles. Me pasma como algunos intérpretes del sello de Detroit se atrevieron a acercarse a la sensibilidad lisérgica de los hippies (sobre todo los inolvidables The Temptations) y como otros, con el tiempo, se enfrentaron a las reglas morales de la casa: respeto eterno e inmutable para Marvin Gaye y What’s Going On, llamado con justicia el Sgt. Pepper’s negro.

Pero, aún así, me quedo con la bravuconería de Stax, una discográfica fundada por blancos —Jim Stewart y su hermana Estelle Axton: STewart/AXton = Stax— pero entregada sin reservas a la sensibilidad negra: baile y sensualidad. Y sin perdir perdón.

Este es, en cuenta atrás, mi top ten de Soulandia.

10.
Who’s Making Love
– Johnny Taylor, 1968

¿Quién está haciendo el amor a mi chica / Mientras yo estoy por ahí haciendo el amor?, se pregunta el Filósofo del Soul, Johnny Taylor, una máquina de gemidos que no tenía nada que envidiar a James  Brown. Who’s Making Love fue su mayor éxito y uno de los primeros de Stax tras la ruptura de la empresa con Atlantic. En la grabación puede escucharse al siempre carnoso grupo de la casa, Booker T. & the MG’s, y al piano es posible adivinar al por entonces todavía desconocido para las masas Isaac Hayes. Taylor, un gran vocalista injustamente colocado entre los segundones del soul, era también un baladista seductor. Murió en 2000, a los 66 años, de un ataque al corazón.

9.
634-5789
– Wilson Pickett, 1966

Palabras mayores. Wilson Pickett (1941-2006), intérprete de al menos medio centenar de canciones fundamentales, encontró en Stax la casa que necesitaba para soltarse como vocalista brioso y funky, uno de los grandes. Quizá este medio tiempo —titulado con el número real de telefóno de la discográfica— no sea una de sus canciones más conocidas, pero sirve para comprobar la amplísima expresividad de su voz, educada, como puede apreciarse, en los coros de gospel de las parroquias y convertida en aullido en las calles.

8.
Everybody Loves a Winner
– William Bell, 1967

William Bell fue uno de los más activos músicos de Stax, a quienes había entregado en 1961 uno de los primeros grandes éxitos de la casa, You Don’t Miss Your Water. Prefiero Everybody Loves a Winner, un lamento contenido sobre la delgada línea que separa la fama y la bancarrota (Todos aman a un gandaor / Pero cuando pierdes, pierdes en soledad).


7.
Green Onions – Booker T & The MG’s, 1962

¡Esto es de 1962, cuando los Beatles aún sonaban como una rondalla! El riff de guitarra de Steve Crooper es un martillo económico pero radical (¡por ese solo darían la vida muchos!), el bajo de Donald Duck Dunn rompe las paredes, la batería de Al Jackson asusta y el órgano de Booker T. Jones es la esencia de lo impecable. Todo el porvenir está en este instrumental: las filigranas de Hendrix, el orgullo de los mod, la estampa del mejor R&B, el ánimo cool del bebopBooker T & The MG’s, la banda de negros y blancos que tocaba en casi todas las canciones de Stax, fue el primer supergrupo de la historia. Hicieron tanto y tan intensamente que parecen de otro planeta. Muchos creen que fueron el mejor grupo de la historia. No es exagerado pensarlo.


6.
Walking the Dog – Rufus Thomas, 1963

Mentor y padrino de gran parte de las figuras del northern soul, pionero del rock and roll, padre de Carla Thomas —importante por sí misma—, Rufus Thomas empezó como comediante y nunca dejó de lado la vis cómica en sus canciones directas y divertidas en las que circulaba por el lado brillante de la vida. Walking the Dog, que los Rolling Stones versionaron con nula intensidad en su primer disco, fue uno de los grandes éxitos que grabó en los primeros tiempos de Stax.

5.
I’ve Been Loving You Too Long – Otis Redding, 1963

Es muy probable que la evolución musical del soul y el R&B hubiese cambiado de no mediar la prematura muerte del más rutilante y dotado de sus intérpretes, Otis Redding, víctima mortal de un accidente de avioneta en diciembre de 1967, poco después de cumplir 26 años. Es tanta y tan enorme la obra de Redding pese a la tragedia que la truncó antes de tiempo, que esta lista podría limitarse solamente a sus canciones, pero, puestos a elegir, I’ve Been Loving You Too Long es una apuesta segura. Redding, que era un gran compositor —a diferencia de buena parte de los vocalistas de soul, que sólo ponían garganta y sentimiento—, escribió la pieza en la soledad nocturna de un hotel y a medias con Jerry Buttler, el cantante de los Impressions. La lejanía de la persona amada y el sentido de separación que multiplica la entrega y la dependencia brotan, palpables, de la intrepretación, que dejó a los hippies con la boca abierta y en ridículo cuando Redding cantó el tema, unos meses antes de morir, en el Festival de Monterey, demostrando que no es necesario quemar una guitarra en el escenario cuando es tu alma la que está ardiendo. La canción ha sido ampliamente versionada: los Rolling Stones hicieron el ridículo al enfrentarse a una pieza que les viene demasiado grande —Redding les devolvió al favor mejorando Satisfaction con gasolina negra—, mientras que Ike and Tina Turner se pasaron de revoluciones lúbricas —ya se sabe que la contención no es una de las virtudes de Tina—.

4.
In the Midnight Hour
– Wilson Pickett, 1965

Segunda aparición en este top ten de Pickett —otro que merece un hit parade exclusivo—, esta vez con la inevitable In the Midnight Hour, que el cantante coescribió con Steve Crooper, el guitarrista de Booker T and The MG’s, en un cuarto del motel Lorraine de Memphis, donde en 1968 sería asesinado Martin Luther King. La canción es una de las más recurridas de todos los tiempos (la han tocado desde The Jam —nada mal pese a la reconversión a estilo mod— hasta Roxy Music —patéticos en una recreación de burdel—) pero los copistas harían bien en borrar de la memoria humana todas las versiones: nadie sabe cantar esta propuesta de sexo a medianoche como Pickett, roto y recompuesto en cada verso.

3.
Knock on Wood – Eddie Floyd, 1966

La quintaesencia del estilo energético del soul de Stax contenida en tres minutos. Compuesta por Eddie Floyd con la ayuda, otra vez, del incansable Cropper, el primero la canta con poderío, suficiencia y un increible cromatismo. El tema era tan bueno que todo el elenco de cantantes de la casa quiso cantarlo, pero ni siquiera la versión a dúo de Otis Redding y Carla Thomas se acerca a la original.

2.
Hold On, I’m Comin’ – Sam & Dave, 1966

Samuel David Moore y Dave Prater, tenor alto y barítono respectívamente, cantaban juntos como Sam & Dave sin mayor gloria desde 1961. Todo cambió cuando ficharon para Stax cuatro años más tarde y uno de los tándems de compositores de la casa, David Porter e Isaac Hayes, comenzó a entregarles canciones resueltas, altivas y animosas que empujan a la ceremonia del baile desde la primera progresión de acordes. Hold On, I’m Comin’ es uno de esos himnos, quizá el más potente, y demuestra la influencia de las candentes maneras interpretativas del dúo en artistas posteriores como Bruce Springsteen, que siempre ha señalado a Sam & Dave como referencia.

1.
(Sittin’ On) The Dock of the Bay – Otis Redding, 1968

Una de esas canciones que son patrimonio de la humanidad con más merecimiento que cualquier catedral gótica. Conocida, no creo exagerar, por nueve de cada diez habitantes del planeta, contiene un mensaje de dulce saudade que todos merecemos compartir. Grabada pocos días antes de la muerte de Redding y editada pocas semanas después del entierro —fue el primer número uno póstumo de la historia de las listas de éxito—, nadie creía en la sencillez pop de la balada, ni siquiera la viuda del cantante, que hizo todo lo posible por evitar la publicación porque estaba convencida de que decepcionaría a los seguidores del cantante más carismático de Stax. Redding y Steve Cropper —ya sabemos quién era el genio musical de la discográfica— compusieron el tema en una casa flotante de la bahía de San Francisco, donde descansaban tras el Festival de Monterey. Redding, un tipo físico (190 cm. de altura y 100 kilos de peso) pero muy abierto a las emociones, estaba convencido de que el soul debería migrar, como lo estaba haciendo el rock, hacia terrenos más eclécticos y menos dominados por la fórmula. Le encantaban los discos psicodélicos de los Beatles y pretendía hacer algo parecido con el R&B.

La sagrada biblia

La sagrada biblia

Adenda
The Complete Stax/Volt Singles: 1959-1968
Stax Tour of Norway, 1967
Otis Redding live at Montery

La abigarrada historia de Stax no merece el límite de diez canciones que le ha otorgado esta entrada. Para quienes deseen inmersión completa, el cofre de diez discos The Complete Stax/Volt Singles: 1959-1968 es la opción definitiva: permite apagar la luz, cerrar los ojos y someterse.

Los necesitados de comprobación audiovisual del tóxico poder del mejor soul de la historia pueden acudir a la visión de la lista de reproducción de vídeos que inserto más abajo: 45 minutos con los cabezas de cartel de la discográfica tocando y cantando en directo en la televisión noruega en 1967. Atención a la temperatura ascendente de la fiebre del público: dos centenares de jóvenes nórdicos que empiezan el concierto con cierto aire de arrogante escepticismo y acaban queriendo llevarse con ellos a casa a Otis Redding.

Dos vídeos más cierran el post con la memorable actuación de Redding en el festival de Monterey, quizá una de las mejores descargas en directo de la historia del pop.

Ánxel Grove

Egon Schiele, el pintor sexual y descarnado

Autorretrato de Egon  Schiele de 1912

Autorretrato de Egon Schiele de 1912

En sólo 28 años de vida Egon Schiele (1890-1918) desarrolló un estilo que se despegó de la armonía de Gustav Klimt y evolucionó hacia y un estudio pionero del cuerpo humano entre lo sexual y lo descarnado.

El sexo era uno de los grandes temas de la sociedad vienesa de principios del siglo XX. Las teorías de Freud causaban furor y rechazo en las mentalidades burguesas decimonónicas, que dudaban entre la represión y la liberación a la hora de afrontar una nueva visión de la vida sexual.

Klimt (mentor de Schiele) comenzó a retar el oficialismo del arte austriaco con unos frescos que iniciaron su escalada hacia el erotismo y lo alejaron de las academias acusado de «pornografía» y «excesiva perversión». Egon Schiele continuó con la provocación, pero no por simple estrategia propagandística: el sexo era para el artista el modo de expresar un universo individual, desinhibido y feroz.

'Semidesnudo arrodillado' (1917)

‘Semidesnudo arrodillado’ (1917)

No contemplaba el pudor como posible freno para su arte ni aplicaba en el plano personal los códigos morales burgueses. Su corta biografía tiene claros y oscuros en la extraña relación que mantuvo con su hermana Gertrude (Gerti) —a la que retrató desnuda desde la preadolescencia—, en la ira de los habitantes de Krumao (en la Bohemia meridional, donde Schiele y su amante Wally intentaron huir del corsé ideológico de Viena y vivir juntos sin estar casados), en su detención y encarcelamiento tras ser acusado de abuso y rapto de menores tras retratar a niños desnudos en el pueblo austriaco de Neulengbach…

Dedicamos el Cotilleando a… de esta semana al pintor austriaco Egon Schiele con una selección de siete obras representativas que repasan la vida y la carrera del artista, que moldeó el carácter del arte expresionista que estaba por llegar tras la I Guerra Mundial.

'Retrato de Gerti Schiele' - 1909

‘Retrato de Gerti Schiele’ – 1909

1. Retrato de Gerti Schiele (1909)

Las formas se pierden en el contraste de superficies y discretos estampados y todavía no hay intención de mostrar el carácter psicológico de la modelo. De elegancia formal y líneas claras, creada en óleo y pintura metálica sobre lienzo, la obra temprana (influida por el movimiento vienés de secesión) es una muestra de la admiración profesional y personal que el autor sentía por Gustav Klimt.

Schiele tenía 17 años cuando conoció a Klimt, que pronto detectó el potencial de su joven fan, se convirtió en protector y avalador y lo puso en contacto con importantes mecenas y galeristas y comprándole obras. Retrato de Gerti Schiele fue expuesto en una de las primeras muestras promovidas por Klimt para dar a conocer el trabajo de Schiele.

La modelo es la hermana pequeña del pintor, a la que llevaba cuatro años. Desde niño, Schiele prefería la compañía de Gerti a la de los pocos amigos del colegio. Su profunda conexión daba pie a la ambigüedad y sigue llena de especulaciones: incluso el padre de los hermanos veía indicios de relaciones incestuosas entre ellos cuando en una ocasión echó abajo la puerta de una habitación cerrada en la que Schiele y su hermana estaban en la oscuridad revelando un carrete de fotos.

El artista pintó a Gerti desnuda desde la preadolescencia, estudiando su desarrollo físico. Cuando él tenía 16 años y su hermana 12, la llevó a Trieste (Italia) de viaje y la retrató en varias obras. Se hospedaron en una habitación doble, con el conocimiento de que en ese mismo hotel sus padres habían pasado la luna de miel. Nunca hubo pruebas de que su relación fuera más allá de los espiritual.

'Desnudo masculino sentado (Autorretrato)' - 1910

‘Desnudo masculino sentado (autorretrato)’ – 1910

2. Desnudo masculino sentado (autorretrato) (1910). Sólo un año después de sus trabajos influidos por Klimt, dio el salto hacia un estilo propio, con la decisión de abandonar para siempre la seguridad del secesionismo.

El cuerpo nervudo, amarillento y retorcido que representa al pintor es una manera novedosa y extrema de expresar la tensión. El cuadro es una de las primeras obras de las casi 100 en las que se autorretrató a lo largo de su vida.

Schiele utiliza expresiones faciales y posturas antinaturales, se distancia de la realidad visible para atacar al espectador con escenas perturbadoras que revelan la oscuridad del interior, los demonios personales. Su visión artística es el germen de los ejemplos más desgarradores y sinceros del posterior expresionismo.

La inestabilidad de una figura flotante y sin pies (el pintor deja claro con el trazo que no están por pintar, sino que sencillamente los ha eliminado) se junta a la inestabilidad sexual del pecho y los genitales, que no se muestran masculinos del todo.

'Vista en un sueño' (1911)

‘Vista en un sueño’ (1911)

3. Vista en un sueño (1911)

En 1911 se organizó la primera exposición de la obra de Schiele en solitario. A partir de ese año, el autor da rienda suelta a la sexualidad explícita. Además del desnudo femenino, ilustró en los siguientes años escenas de masturbación (considerada por la gran mayoría de la sociedad vienesa como una desviación, una especie de autoflagelación patológica que debía ser tratada) y lesbianismo, turbadoras para el espectador, que se enfrentaba a la violencia de aceptar las situaciones como posibles en la realidad.

Vista en un sueño (en alemán, Die Traum-Beschaute) es un título ambiguo: se puede referir a la visión voyeurista de una mujer soñando y actuando dormida de acuerdo a sus impulsos; también es posible que la figura sólo sea una visión onírica que ha experimentado el pintor. En todo caso, el espectador tiene la sensación de no haber sido invitado, de estar espiando un momento íntimo.

'Desnudo contrastado con telas de colores' (1911)

‘Desnudo contrastado con telas de colores’ (1911)

4. Desnudo contrastado con telas de colores (1911)

Uno de los tabúes que afrontó el artista fue el de los desnudos infantiles. En los pueblos de Krumao y Neulengbach, donde pretendió encontrar la libertad social que no tenía en Viena, retrató en su estudio a niños desnudos, algunos en posturas que destacaban la visión erótica de la preadolescencia.

Schiele vivía en Krumau con Wally Neuzil —su modelo y pareja—. Al rechazo de los habitantes de la aldea por aquella pareja que convivía sin estar casada, se unió el conocimiento de los lugareños de que en esa casa los niños (muchos de ellos delincuentes o de clase baja) pasaban demasiado tiempo. En el pueblo de Neulengbach al que se trasladaron pasó lo mismo, esta vez con demanda judicial de por medio.

Lo acusaron de abuso y rapto de menores y cuando la policía entró en el estudio confiscó más de cien dibujos que consideraron pornográficos. En el juicio se levantaron los cargos por abusos y rapto, pero el artista fue declarado culpable por exhibir dibujos eróticos en un lugar accesible a los niños. El juez en persona quemó con una vela una de las obras confiscadas. La pena fue mínima. Schiele pasó 21 días detenido antes del proceso y tres días más en la cárcel, pero el artista quedó traumatizado por la experiencia y creó 12 trágicas pinturas en aquellos días.

'La muerte y la doncella' (1915)

‘La muerte y la doncella’ (1915)

5. La muerte y la doncella (1915)

Schielle había conocido a Edith Harms, que vivía con su familia frente al estudio del pintor, en el suburbio austriaco de Hietzing. Había decidido casarse con ella y conservar algo más que una relación artística con Wally Neuzil, su fiel modelo. Ella rechazó la idea y nunca más volvió a ver al artista, que refleja el trauma de la separación en La muerte y la doncella.

La mujer parece ser Wally y la figura masculina, él, con expresión de terror, una personificación de la culpa y del dolor que ha sido capaz de provocar a alguien en quien confiaba. Neuzil murió en 1917 de escarlatina, una de esas enfermedades fácilmente tratables con antibioticos, pero que entonces causaban la muerte.

En el cuadro, son inevitables los ecos de Klimt (con una composición similar al famoso Beso) y a Transfiguración (1914), del también austriaco y coetáneo de Schiele Oskar Kokoshka.

'Abrazo (Amantes II)'

‘Abrazo (Amantes II)’

6. Abrazo (Amantes II) (1917)

Lo más notable de este óleo es el sentido de unión de las figuras. El artista siempre ilustró las figuras de amantes como desafiándose entre sí, creando una contradictoria tensión en el amor. Tal vez la estabilidad sentimental del matrimonio cambiara el punto de vista de Schiele.

La musculatura del hombre es casi canónica y deja de lado la fibrosidad rígida y enfermiza de las obras de anteriores. El pintor tampoco se recrea en la crudeza de los genitales ni en la sexualidad ambigua de los modelos: Abrazo representa la superación de la ansiedad sexual de Schiele.

'La familia' (1918)

‘La familia’ (1918)

7. La familia (1918)

La armonía emocional de los trabajos finales hace de La familia (el último gran cuadro de Schiele) una obra que imagina el futuro del matrimonio, a pesar de que el hombre sea el artista pero la mujer no se corresponda con Edith.

Salvo por detalles anatómicos inexactos y la ausencia de pies de la mujer, la obra es realista. A pesar del sentimentalismo autobiográfico (la mujer se Schiele esperaba un hijo) los personajes están aislados unos de otros, no interactúan y se mezclan con el confuso fondo que —se supone— representa la intimidad del hogar.

Era ya un autor de éxito. Klimt había muerto ese mismo año y Schiele se erigió como el gran artista austriaco del momento. Su participación en la I Guerra Mundial había sido burocrática y no lo habían enviado al frente. En los últimos días de la contienda, Edith Schiele (embarazada de seis meses) contrajo la Gripe Española, una de las mayores epidemias de la historia de la humanidad, que diezmó la población del planeta de 1918 a 1920. El virus (que había terminado con el ya debilitado cuerpo de Klimt) la mató y, tres días más tarde, también falleció Schiele. Sus últimas obras fueron dibujos de su mujer en el lecho de muerte.

Helena Celdrán

Las diez mejores exposiciones de 2012

Durante el año que está a punto de consumirse, en el canal Artrend, asociado a este blog en 20minutos.es, hemos publicado más o menos 620 noticias sobre arte, creatividad, iniciativas personales o colectivas que buscan trascender la normalidad, mensajes estéticos que merecen ser compartidos o, en suma, emisiones de inventiva e imaginación. También, claro, hemos reseñado un alto número de las exposiciones, antologías o muestras que se han celebrado en el mundo.

En un episodio más de la propensión, por lo demás nada perniciosa e incluso algo traviesa, de redactar listas de fin de año, vamos a elegir nuestro particular top de exposiciones de 2012. Estos fueron, según la opinión personal de quienes hacemos Trasdós, los mejores shows artísticos del año en el que, como nos temíamos, tampoco se acabó el mundo.

Acompañamos cada cuadro, dibujo o fotografía con el titular, el sumario y una cita de la pieza que escribimos en su momento. Hay también vínculos a las reseñas y a las fotogalerías que publicamos sobre cada exposición. En algunos casos, también posteamos entradas en este blog relacionadas con los eventos o al pairo de los mismos. Cuando así es, añadimos la dirección web de los posts.

Joel-Peter Witkin, "Poussin aux enfers",1999 © Joel-Peter Witkin © Courtesy baudoin lebon

Joel-Peter Witkin, «Poussin aux enfers»,1999 © Joel-Peter Witkin © Courtesy baudoin lebon

Joel-Peter Witkin. Enfer ou Ciel (Joel-Peter Witkin. Infierno o Cielo)
Joel-Peter Witkin, el fotógrafo de la deformidad, se enfrenta a los clásicos que lo inspiran

  • La Biblioteca Nacional de Francia expone ‘Infierno o Cielo’.
  • El fotógrafo estadounidense muestra sus obras mórbidas y crueles contraponiéndolas a grabados y dibujos clásicos del mismo tono.
  • El visitante puede contrastar a Witkin con originales de Beckmann, Campagnola, Carracci, Durero, Ensor, Goya, Picasso, Rembrandt…

Joel-Peter Witkin (Nueva York, 1939) suele justificar la morbidez y crueldad de sus fotos recordando el impacto imborrable del cadáver decapitado de una niña, víctima de un accidente automovilístico, que vió como involuntario testigo cuando tenía ocho años. También añade que no entiende a los humanos desde la racionalidad, sino desde la dictadura de los sentidos.

Fotogalería: Joel-Peter Witkin y sus maestros

Diseño de Ken Adams para el interior del volcán de "Sólo se vive dos veces" (© 1967 Danjaq, LLC & United Artists Corporation. All rights reserved.)

Diseño de Ken Adams para el interior del volcán de «Sólo se vive dos veces» (© 1967 Danjaq, LLC & United Artists Corporation. All rights reserved.)

Designing 007: Fifty Years of Bond Style (Diseñando a 007: cincuenta años del estilo Bond)
Muestran todos los secretos de 007 en una exposición sobre los cincuenta años de James Bond

  • Diseñando a 007: cincuenta años del estilo Bond recopila armamento, vestuario, storyboards y todos los gadgets del espía con licencia para matar.
  • La exposición, que celebra el medio siglo de Agente 007 contra el Dr. No, está organizada por el Barbican de Londres.
  • Es la primera vez que EON, la productora de las películas, cede la totalidad de sus archivos para mostrarlos en público.

El letal sombrero-guillotina de Oddjob, guardaespladas y matón de Auric Goldfinger; las mandíbulas no menos mortíferas de Tiburón; los gatos persa que acariciaba el perverso Ernst Stavro Blofeld, líder de Spectre; el primer traje con que 007 apareció en una pantalla de cine; las maquetas de su coche-anfibio; los storyboards de todas las películas que ha protagonizado; las muchas mujeres que le acosaron y fueron acosadas por él; el bikini blanco de Ursula Andress saliendo del mar como la primera —y posiblemente la más sensual— de las chicas Bond…

Fotogalería: Cincuenta años con 007
Entrada en Trasdós: Bodas de oro de cine para el espía sibarita y seductor 007

Silver prosthetic nose  Una nariz falsa de mediados del siglo XIX para cubrir la ausencia de nariz de una enferma de sífilis (Hunterian Museum at the Royal College of Surgeons)

Silver prosthetic nose – Una nariz falsa de mediados del siglo XIX para cubrir la ausencia de nariz de una enferma de sífilis (Hunterian Museum at the Royal College of Surgeons)

Superhuman (Superhumano)
Una colección de prótesis y artilugios para mejorar las ‘carencias’ del ser humano

  • Superhumano: exposición sobre formas de mejorar rendimiento o corregir anomalías.
  • La muestra incluye desde una nariz de plata diseñada para una mujer sifilítica que había perdido la suya hasta una colección de bebidas isotónicas.
  • Los organizadores exponen una ecléctica reunión de objetos diseñados bajo la premisa de que debemos ser «más grandes, mejores, más fuertes y más rápidos».

Coincidiendo con los Juegos Olímpicos de este verano, quizá el mayor campo de pruebas del constante intento de superar los límites humanos, la Wellcome expone un centenar de objetos —obras de arte, artefactos, vídeos, fotografías, cómics e instrumental médico— que documentan nuestro «ilimitado deseo de ser más de lo que somos». Los responsables de la exposición han reunido desde una prótesis del antiguo Egipto para sustituir un dedo del pie mutilado, hasta ejemplos de superhéroes de la ciencia ficción, pasando por las promesas de futuro de la nano y la biotecnología. Por eso el lema de la muestra es «explorando la mejora del cuerpo desde el año 600 antes de nuestra era hasta 2050».

Fotogalería: «Ser más de lo que somos«

"Conference at Night" ("Reunión nocturna",1949 (Edward Hopper - Wichita Art Museum, Roland P. Murdock Collection)

«Conference at Night» («Reunión nocturna»,1949 (Edward Hopper – Wichita Art Museum, Roland P. Murdock Collection)

Hopper
El Thyssen inaugura la mayor exposición de Edward Hopper organizada en Europa

  • El museo expone Hopper, con 73 obras que repasan la evolución del estilo, los temas y los motivos del pintor.
  • El artista estadounidense retrató con un realismo personal el modo de vida americano, con un gusto por la arquitectura, la soledad urbana y las escenas domésticas.
  • La muestra, con préstamos de grandes museos de EE UU, incluye también obras de autores que ejercieron una influencia decisiva en Hopper.

Edward Hopper (1882-1967) no vendió su primer cuadro —Sailing (1911)— hasta los 31 años. Ignorado por el público y los críticos, trabajó como ilustrador durante años. Solo a los 43 vio su obra expuesta por primera vez y pudo dedicarse a la pintura. En menos de una década el mundo había descubierto con asombro el secreto de esos cuadros de belleza melancólica, paisajes urbanos desiertos y habitaciones con personajes iluminados por una luz solar blanca y poética. Quien los mira una vez, no puede evitar volver a ellos.

Fotogalería: Edward Hopper en el Thyssen
Entrada en Trasdós: Hopper en todas partes

"Paddy Flannigan", 1908 - George Bellows

«Paddy Flannigan», 1908 – George Bellows

George Bellows
George Bellows, el primer pintor estadounidense que retrató el espíritu brusco del siglo XX

  • Una gran retrospectiva celebra la obra del pintor, que inició en los EE UU la transición del arte decimonónico a la era moderna.
  • Nacido el mismo año que Edward Hopper, pero fallecido en 1925, a los 42 años, creó un lenguaje visual cercano al cine que su coetáneo siguió desarrollando.
  • Los temas de sus obras abarcaron la injusticia social, el retrato, los deportes, los paisajes marítimos y urbanos, los sucesos de la I Guerra Mundial…

Su obra representa la transición del arte decimonónico a la era moderna de la cultura estadounidense. George Bellows (1882-1925) sintió pronto la necesidad de retratar el espíritu novedoso y brusco del siglo XX: desde la mirada desdeñosa de un niño pobre hasta la somnolencia de los trabajadores de un muelle a primera hora de la mañana. A su muerte prematura, con sólo 42 años, ya era un afamado artista que había iniciado el cambio a un idioma visual que Edward Hopper —nacido el mismo año— supo afianzar. Tal vez por su corta vida, la figura de Bellows pasa a veces desapercibida en el panorama pictórico del siglo XX frente a la de su gran coetáneo, que desarrolló en las siguientes décadas un lenguaje basado en la luz y en la soledad cinematográfica en los paisajes urbanos, desiertos a pesar de la presencia humana. Hacía 30 años que no se organizaba una exposición tan ambiciosa de la obra de Bellows como la que ha inaugurado esta semana la National Gallery of Art de Washington. Con 130 pinturas, dibujos y litografías, George Bellows ofrece un carrusel de imágenes urbanas, boxeadores, paisajes urbanos de Nueva York, escenas marítimas de Maine, deportes, temas de la I Guerra Mundial y retratos familiares con las que el artista abarcó los cambios sociales, políticos y religiosos de la época.

Fotogalería: La pintura de George Bellows

"Corner" (Vivian Maier - Courtesy of Steven Kasher Gallery, New York)

«Corner» (Vivian Maier – Courtesy of Steven Kasher Gallery, New York)

Vivian Maier: Unseen Images (Vivian Maier: Imágenes ocultas)
Exhiben 35 nuevas fotos del inmenso archivo inédito de la fotógrafa-niñera Vivian Maier

  • Cuidó niños toda su vida y nunca mostró en público las fotos que hacía en el tiempo libre. Murió en el anonimato, dejando 120.000 negativos y 2.000 películas sin revelar.
  • Las instantáneas que se muestran ahora  fueron tomadas entre los años sesenta y setenta en Chicago y Nueva York.
  • Hasta el 2007 no se tuvo conocimiento de la obra, abandonada en un guardamuebles, de la fotógrafa aficionada.

Oficialmente era sólo una niñera con una cámara Rolleiflex. Hasta el 2007 Vivian Maier fue el secreto mejor guardado de la fotografía de la segunda mitad del siglo XX. Pasó cuarenta años captando imágenes que no enseñaba a nadie y acumuló 120.000 negativos y 2.000 carretes que ni se molestó en revelar. Nacida en Nueva York, de madre francesa y padre centroeuropeo, se sabe que Maier cuidó con amor a los hijos de familias de clase media de Chicago y Nueva York. En los días libres pateaba las calles capturando detalles, gestos y escenarios sin otra intención que la de encontrar el momento ideal para apretar el disparador. Murió en 2009 a los 83 años, pobre y en el anonimato. Sus fotos permanecían almacenadas en los muebles de un trastero que dejó de pagar. En 2007 se subastó el contenido del guardamuebles abandonado y el tesoro salió a la luz.

Fotogalería: Vivian Maier, la niñera fotógrafa
Entrada en Trasdós: El tesoro oculto de la niñera Vivian Maier

Versace Dress, Back View, El Mirage, 1990 ((The J. Paul Getty Museum, Los Angeles, Gift of Herb Ritts Foundation © Herb Ritts Foundation)

Versace Dress, Back View, El Mirage, 1990 ((The J. Paul Getty Museum, Los Angeles, Gift of Herb Ritts Foundation © Herb Ritts Foundation)

Herb Ritts: L.A. Style (Herb Ritts: el estilo de L.A.)
Rinden homenaje a Herb Ritts, el único fotógrafo que miraba a las estrellas con antiglamour

  • Este año se cumplen diez de la muerte prematura del artista que revolucionó las fotos de moda, modernizó los desnudos y transformó a las ‘celebrities’ en iconos.
  • El Museo Getty de Los Ángeles repasa la obra de un creador que falleció a los 50 años por complicaciones derivadas del sida.
  • Hay retratos de Mel Gibson, Madonna, Michael Jackson, Britney Spears y Richard Gere, que fue amigo de Ritts y presenta la exposición.

Herb Ritts (1952-2002) era un maestro de las líneas definidas y las formas fuertes que destacó por revolucionar las fotos de moda, modernizar los desnudos y transformar a las estrellas pop en iconos mediante una mirada que gustaba definir como basada en el «antiglamour». Solía aprovechar el final de las sesiones comerciales que le encargaban las revistas o las firmas de moda para retratar el lado menos conocido de las celebrities y mostrarlas como seres humanos falibles y con derecho a la duda.

Fotogalería: Herb Ritts, fotógrafo legendario

"Alka Seltzer", 1966 (Roy Lichtenstein - © Estate of Roy Lichtenstein. Art Institute of Chicago, Margaret Fisher Endowment)

«Alka Seltzer», 1966 (Roy Lichtenstein – © Estate of Roy Lichtenstein. Art Institute of Chicago, Margaret Fisher Endowment)

Roy Lichtenstein: A Retrospective (Roy Lichtenstein: una retrospectiva)
Más de 160 obras en la mayor retrospectiva de Roy Lichtenstein

  • La ambiciosa muestra sobre uno de los padres del Pop Art recopila sus obras más famosas y otras nunca antes expuestas al público.
  • Sus famosas viñetas de cómic y los cuadros de objetos cotidianos, de apariencia sencilla y mecánica, esconden un esfuerzo artesanal.
  • La exposición, en Chicago, viajará de EE UU a Londres y París en 2013.

Un perrito caliente, la explosión onomatopéyica de un avión de cómic, una cara guapa con una reflexión banal en la cabeza… Antes de que Roy Lichtenstein (1923-1997) los hubiera pintado, nadie se podía imaginar que pudieran ser motivos de una obra de arte. Al contrario que Andy Warhol, el otro gran padre del Pop Art, no se convirtió en un icono del escándalo ni en una figura mediática que sobrepasara los límites del arte. Lichtenstein revolucionaba en silencio y con timidez la pintura moderna introduciendo el lenguaje del cómic, de la campaña publicitaria, de las páginas amarillas, de las revistas, con un estilo limpio cercano a la geometría, pero con el atractivo de un juguete.

Fotogalería: El arte de Roy Lichtenstein
Entrada en Trasdós: Roy Lichtenstein, el chico tímido del Pop Art

'Dressie and Casie, Twins, Western Transval, 1993'  (Courtesy of the artist and Hamilton’s Gallery, London)

‘Dressie and Casie, Twins, Western Transval, 1993’ (Courtesy of the artist and Hamilton’s Gallery, London)

Shadow Land (Tierra de sombras)
Roger Ballen trae a Europa su ‘Manicomio’ fotográfico

  • Presentan en Manchester una retrospectiva del polémico ‘poeta del lado oscuro’.
  • Se muestran por primera vez algunas de las fotos de su última serie, Asylum.
  • Las imágenes son, como es habitual en el artista establecido en Sudáfrica, sobrecogedoras, violentas y surrealistas.

Roger Ballen (Nueva York-EE UU, 1950) no se anda por las ramas cuando le toca reseñar el objetivo que persigue con sus fotos. «Mi propósito durante los últimos cuarenta años ha sido definirme. Hacer fotos es fundamentalmente un viaje psicológico y existencial. Si un artista es alguien que dedica su vida a intentar definir su ser, creo que se me puede llamar artista». La obra de este fotógrafo, siempre polémica y dura, nunca acomodaticia o consoladora, llega a Europa este mes con la retrospectiva pertinentemente titulada Shadow Land (Tierra de sombras), organizada por la Manchester Art Gallery. La exposición se inaugura el 30 de marzo y estará en cartel hasta el 13 de mayo. Es una de las muestras fotográficas más esperadas de la temporada dada la influencia de Ballen, a quien con frecuencia han calificado como el poeta del lado oscuro de la imagen contemporánea.

Fotogalería: Las fotos del poeta del lado oscuro

Kolobrzeg Poland (Courtesy the artist and Marian Goodman Gallery, New York & Paris - © Rineke Dijkstra)

Kolobrzeg Poland (Courtesy the artist and Marian Goodman Gallery, New York & Paris – © Rineke Dijkstra)

Rineke Dijkstra – A Retrospective (Rineke Dijkstra – Una retrospectiva)
Rineke Dijkstra fotografía la inseguridad de una madre, un soldado, un adolescente…

  • Una niña bosnia refugiada, un torero, una mujer unas horas después de dar a luz, un joven que se alista en la Legión Francesa…
  • Una amplia retrospectiva en el Museo de Arte Moderno de San Francisco repasa los retratos a individuos en proceso de cambio de la fotógrafa holandesa.
  • La artista retrata sin artificios y destacando la dignidad humana de sus modelos.

Siguió a Almerisa, una niña refugiada de Bosnia, desde su llegada a Holanda hasta que se convirtió en una joven segura de sí misma. Inmortalizó el proceso de evolución física y mental de Olivier, que ingresó en la Legión Francesa.  Hizo un estudio fotográfico de varias madres desde horas después de tener a su niño hasta pasadas unas semanas. En su afán por perseguir el cambio, en la última década la artista comenzó a grabar en vídeo sus estudios entre artísticos y sociológicos que buscan la empatía y la sensibilidad emocional del ser humano que está creciendo física y psicológicamente.

Fotogalería: Retratos con sensibilidad humana

Ánxel Grove

Seis libros de 2012 que erizan el alma

Media docena de libros de 2012

Media docena de libros de 2012

¿Cansado del neón cada día más caduco de Murakami, las pendencias no menos rancias de Elvira Lindo, la enésima caricatura de sí mismo de Auster, las guerras dinásticas de Martin y las pendejadas de Pérez-Reverte a quien la vida quizá haya despojado de certezas pero no de capacidad para masturbarse con su propio reflejo?

Van desde este blog, que de vez en cuando acoge libros, seis propuestas, tres de ficción y otros tantos ensayos, de libros publicados en 2012.

Todos llegaron sin el acompañamiento de los feroces tambores de guerra de la mercadotecnia editorial, sin plata para ser anunciados en banners en el gran tablón de anuncios digital, pero son honestos, potentes y —las únicas condiciones necesarias— están bien escritos y mejor construidos.

Literatura,vaya, de esa que te eriza el alma y te acompañará hasta la muerte.

Hagan lo que quieran. Cómprenlos, pídanlos en préstamo, exíjanlos como prueba final de amor o róbenlos (recuerden, como sostenía Roberto Bolaño, que «lo bueno de robar libros y no cajas fuertes es que uno puede examinar con detenimiento su contenido antes de perpretar el delito»).

Para justificar la selección de cada una de las seis obras, republico las reseñas que escribí en su momento, firmadas con mi otra identidad periodística, en la revista Calle 20. En el caso de Nostalgia, al que considero el mejor libro editado en español en 2012, se trata de una entrevista con su autor, el rumano Mircea Cartarescu.

"Retromanía"

«Retromanía»

Adrenalina contra la retroexótica

«¿Puede ser que el peligro más grande para el futuro de nuestra cultura musical sea… su pasado?». Sobre esta pregunta ―temible por su implicación más íntima: si vamos hacia atrás somos retrógrados―, Simon Reynolds desarrolla un análisis de casi medio millar de páginas. Retromanía, el segundo título del crítico músico-social británico que publica la editorial argentina Caja Negra, documenta el «debilitamiento gradual» del pop-rock, su «museificación» (monumento en vez de movimiento, reescenificación y conmemoración en vez de evento), tan ajena al «estar en contra» primario. La conexión malévola de lo hipster con lo retro-fetichista, dice Reynolds, apunta una desoladora escena final: «Así termina el pop, no con un BANG sino con una caja recopilatoria cuyo cuarto disco nunca llegamos a escuchar». ¿Consejo? Dejemos de vivir en el shuffle, superemos el «mal de archivo», sacudámonos de la «retroexótica» y la nostalgia entendidas como «un melancólico languidecer por un tiempo idílico perdido de la propia vida» y busquemos la adrenalina del futuro: «Una sensación eléctrica pero impersonal; se trata de formas nuevas, no de caras nuevas; es un golpe mucho más puro, y más duro. Es la misma adrenalina tan aterradora como eufórica que produce la mejor ciencia ficción: el vértigo de lo ilimitado».
Retromanía. Caja Negra / 448 páginas / 30 €

"Mejor que ficción"

«Mejor que ficción»

Cronistas que sintonizan con la música del presente

Para alguien que alguna vez soñó con ser cronista y se despertó descubriéndose vulgar gacetillero, este libro es una ceremonia bondage: duele y place, amarra y libera. Mejor que ficción es la antología definitiva de la crónica periodística de ahora en idioma español. A la editorial Anagrama, que importó el fulgor del nuevo periodismo yanqui cuando Franco todavía estaba caliente en el ataúd, corresponde el mérito comercial. Al editor, Jorge Carrión, la trasmisión selectiva de 21 nuevos cronistas («humanos capaces de sintonizar con la música del presente, leerla y transcribirla para que también los demás la podamos leer») con gusto, rigor y, sobre todo, compromiso con la no ficción, el género informativo que ha de ser «mejor que la realidad». Las piezas elegidas, todas recientes, no todas pensadas para el papel ―el e-periodismo no es sólo corta-y-pega― están firmadas por Caparrós, Cozarinsky, Guerriero, Vásquez, Wiener…, generosos ejercitantes de la «literatura bajo presión» que no dribla ningún tema de la pesadilla contemporánea. Pese a la adocenante labor de estandarización premiada desde los lobbies y al queme de buena parte del maltratado gremio de los plumillas, la «investigación periodística de ambición literaria», como esta radiante selección pone de manifiesto, triunfa sobre la molicie.
Mejor que ficción. Anagrama / 440 páginas / 22,9 euros

"El show de Berlusconi"

«El show de Berlusconi»

Disparando sobre Il Cavaliere con su propia munición

Declaraciones textuales del ex primer ministro y empresario global Silvio Berlusconi:  «Yo no cuento chistes sin más. Hago uso de los chistes para esculpir conceptos». Il Cavaliere es tan extremadamente paródico (crooner de cruceros, orgías, liftings, mafia, lobby mediático…) que resulta casi imposible parodiarle. Era él mismo quien contaba los chistes y utilizaba todos los escenarios, desde las conferencias de prensa hasta las visitas de Estado. Este libro de Simone Barilari, subtitulado Una historia crítica de la quiebra política, económica y moral de Italia a través de los chistes del Cavaliere, es un retrato de la «carnavelesca época» (casi 18 años) de Berlusconi, utilizando su propia munición, la chanza. ¿Ejemplo? «¿Sabéis cuántos chistes hay sobre los carabinieri? Dos, todo lo demás son historias reales». Para troncharse. O llorar.
El show de Berlusconi. Errata Naturae / 256 páginas / 19,9 euros

"Trilobites"

«Trilobites»

Breece D’J Pancake, el suceso del año

Hace muchos años que no leía nada tan estremecedor como la escueta docena de cuentos que dejó Breece D’J Pancake antes de pegarse un tiro en la boca en 1979, a los 26. Los relatos de Trilobites, que obligan al respeto, al asombro y a la tristeza de la orfandad, nunca antes habían sido publicados en español y la editorial Alpha Decay ocupa otro anaquel de la biblioteca de mi corazón al revelar a un escritor que recuerda al tono epifánico del joven Rilke, pero sin metáforas y en las granjas angustiadas de Virginia Occidental. Tres ejemplos: «Papá y yo levantamos el granero juntos. Miro cada clavo con el mismo dolor sordo»; «siento que mis temores empiezan a disiparse en anillos concéntricos a través del tiempo, durante un millón de años»; «quiero hablar, pero la imagen no quiere convertirse en palabras. Me veo a mí mismo desparramado, cada célula de mi cuerpo a millas de las demás». Construidos con el mismo sangriento esfuerzo con que un poeta consuma el verso final que contiene cualquier posible verso, de una elegante y rural tristeza (¡cuánta falta hace lo rural!), los relatos de Pancake son uno de los sucesos literarios del año. Sólo deseo acabar con estas torpes líneas de recomendación para volver a releerlos.
Trilobites. Alpha Decay / 232 páginas / 21 euros

"Una puerta que nunca encontré"

«Una puerta que nunca encontré»

Pérdida, búsqueda y deseos imposibles de satisfacer

Lo que Thomas Wolfe (1900-1938) dejó por decir pertenece al terreno de la conjetura. Una tuberculosis cerebral a los 38 años le mató demasiado pronto, pero ya era señalado como uno de los narradores estadounidenses de mayor sensibilidad pese a que solo la mitad de su obra había encontrado editor. La novela Una puerta que nunca encontré había sido publicada en 1933, antes que la extraordinaria El niño perdido (1937) ―recuperada el año pasado por Periférica―, pero funciona como una continuación de ésta. Pérdida (de un padre, de un hermano) y búsqueda (en las carreteras sin fin, en la noche) marcan, otra vez, el swing lírico de un escritor que habla como pocos el lenguaje de la tristeza perenne de quienes somos «un amasijo de nervios y de sangre por el peso de los deseos imposibles de satisfacer; porque estábamos carcomidos por un hambre insaciable».
Una puerta que nunca encontré. Periférica / 104 páginas / 15,5 euros

"Nostalgia"

«Nostalgia»

 Mircea Cartarescu: escribir con el tintero en las venas

El viaje de Mircea Cartarescu —cuyo apellido se escribe con los signos diacríticos que del antetítulo, no admitidos por la familia tipografica que utiliza esta revista en los cuerpos de las piezas— se transita en un rewind que culmina en el mareo y conduce a un lugar estriado por las mismas «perspectivas infinitas» de los cuadros de Chirico, entre un viejo molino «rojizo siniestro» y un edificio sin rematar de la periferia quebrada de Bucarest.

«Fuera de ese pasillo estrecho, todo el resto del espacio, del tiempo y del destino humano me resultaba ajeno y temible», dice el escritor, nacido en la capital rumana en 1956. Es una de las voces más potentes y personales de la literatura mundial y un más que posible candidato al Nobel  («a veces pienso en el premio, no tanto por mí como por el hecho de que los rumanos tienen una autoestima muy baja, pero yo ni siquiera albergo esperanzas»).

En España aparece este mes Nostalgia, una colección de relatos sobre «lo que ha sido y no va a volver a ser jamás». El libro, uno de los sucesos editoriales del año, lo publica Impedimenta, que ya había puesto  en el mercado la turbadora nouvelle El ruletista (2010, incluida también en Nostalgia) y Lulu (2011) y anuncia la trilogía Orbitor.

Trabaja como profesor universitario y, aunque ha pensado en dejar su país («me gustaría tener un euro por cada una de las veces en que me he planteado emigrar de Rumania, sin duda me haría rico»), al que considera aquejado de un clima moral «insoportable» y con la clase política «dominada por un populismo sin escrúpulos», asegura que nunca traicionará al paisaje de su memoria a no ser que le obliguen. En tanto, este hombre de mirada azabache compone libros que parecen escritos con la pluma mojada en el tintero de las venas o el «hálito helado de la locura».

¿Por qué Nostalgia entiende la mirada al pasado como una profundización en «la ruina de todas las cosas» ?, ¿qué nos estamos dejando en el camino?, pregunto al escritor en una entrevista por correo electrónico. «Nuestro mundo común, ese que aprendemos de las palabras de los adultos, no es menos ilusorio que el de la infancia. Está tan solo más organizado y, por ello, es más pobre. Y si queda en él algo todavía poético (es decir, imprevisible y enigmático), ese algo solo pueden serlo las ruinas. Las ruinas y la nostalgia son una y la misma cosa. No conocemos sino la poesía de la destrucción, de la renuncia, de la decepción, de la resignación. Sabemos que no podemos progresar mucho más en la dirección en la que avanzamos. Nos obsesiona el final, el apocalipsis. De ahí que imaginemos el pasado como un paraíso».

Mircea Cartaarescu, © Zsolnay Verlag  - Heribert Cornbn

Mircea Cartaarescu, © Zsolnay Verlag – Heribert Cornbn

En el relato El Mendébil, un niño prodigioso como un monstruo se convierte en un oráculo para una pandilla de pillastres entre los que está, lo sabemos, Cartarescu. El niño proclama: «La bóveda celeste no es sino el cráneo de un niño gigante, que también es idéntico a mí». Una de las preguntas que formulo a distancia al escritor se refiere a la calidad fosfórica de Bucarest, el brillo verdinegro que parece emanar del interior de la ciudad. «Mi Bucarest no es el de la realidad sino el que ha sido construido bajo mi bóveda craneal, como esas bolas de cristal en las que nieva si les das la vuelta. No tiene nada que ver con la ciudad real, está construido a partir de la lógica de mi mente, ha crecido conmigo y se  parece a mí. Mi Bucarest es el verdadero,  no la aglomeración de edificios que recibe ese nombre», contesta, él mismo un mendébil alucinado.

Como los escritores a los que admira («cada nueva lectura era como una nueva vida. Fui, sucesivamente, Camus, Kafka, Sartre, Céline…»), la exploración de Cartarescu, que se define como «solitario, un buscador de la verdad interior, el único cartarescólogo del planeta», es temática: encontrar y enfrentarse a su «hermano negro», su doble. ¿Quién es? «Mi hermano negro (porque no puedo recordarlo) es mi gemelo Víctor, desaparecido a la edad de un año. Todos los años, el día de mi cumpleaños, deposito flores en su tumba. He escrito 1.500 páginas [Orbitor] para poder reencontrarlo en los sótanos de mi mente. La trilogía termina con nuestro encuentro en el laberinto de la historia, dramático como el enfrentamiento entre Teseo y el Minotauro.  Este reencuentro cierra mi libro y, junto con él, el universo. Más allá de este accidente biográfico, todos tenemos un gemelo escondido, recesivo, oprimido. Se trata habitualmente de una hermana si somos hombres y de un hermano si somos mujeres. Muchas veces, en nuestra vida, el gemelo se rebela y exige sus derechos».

La respuesta devastadora me lleva a escribirle un email con cierta urgencia: «Necesito saber, y creo que los lectores también querrán saberlo, qué pasó con Víctor, cómo murió». A los pocos minutos el escritor responde desde un iPad: «Ojalá supiera lo que pasó con mi hermano. Nadie lo sabe. El asunto es demasiado doloroso y no quiero insistir en él».

Nostalgia. Impedimenta / 384 páginas / 23,95 €

 Ánxel Grove

Huevos fritos con sangre y otros excesos del punk

Punks en las calles de Londres

Punks en las calles de Londres

Refrescante maldición y última exhalación con forma de ladrido que emergió del cadáver del rock, el punk rebosa suculentas gotas de sangre, vómitos existenciales —y gástricos—, mutilaciones, muerte y maldición.

Tres décadas y media después de God Save the Queen, la gran jugada comercial y sólida descarga sonora de los Sex Pistols, que no inventaron el punk —fecundado en los EE UU unos años antes— pero sí vendieron la marca al resto del mundo, revisar el género más orgullosamente paleto de la historia (con perdón del heavy) puede parecer un ejercicio idiota y fuera de lugar, pero si nadie discute el derecho a reivindicar la desmesura del Marqués de Sade, predicar la violencia necesaria de Jean Genet o añorar el arte de la vida como crónica de excesos de Hunter S. Thompson, también podemos trazar el decorado de vicio hedonista, peligro consumado y ansias suicidas del punk, la última escuela basada en la necesidad de asesinar a los maestros y, de paso, asesinar al maestro que reside en cada ego.

Lo que sigue es un conjunto de excesos y absurdos, un ramo de flores podridas por voluntaria desatención, una enumeración  —tomada en buena parte del libro no traducido al español The Official Punk Rock Book of Lists, una colección de eructos que pueden leerse como versículos de un poema diabólico— que quizá parezca remota pero que otorga un sentido de proclama tosca y coherente a un movimiento que nació para morir de prisa y ejercer, en tanto durase la vida, la zafiedad más cafre. Bienvenidos al mundo bárbaro del punk rock y sus momentos más cerriles, es decir, más lúcidos.

Sid Vicious, 1978 (Foto: Bob Gruen)

Sid Vicious, 1978 (Foto: Bob Gruen)

Huevos fritos con sangre

El fotógrafo Bob Gruen —el mismo que había firmado la foto-póster de John Lennon con la camiseta de New York City dos tallas más pequeña de lo que demandaba el buen gusto— estaba presente y lo ha contado.

Noche en un bar de carretera de las malas tierras del Midwest. El autobús de los Sex Pistols, que están de gira por los EE UU, se detiene para que los músicos y su cohorte coman algo. Sid Vicious pide un bistec y un par de huevos fritos. Un cliente redneck —gorra de marca de tractores, camisa vaquera— se acerca:

— Eres Vicious, ¿verdad? Vas de duro, veamos si eres capaz de hacer esto, dice antes de apagar contra la palma de la mano un cigarrillo encendido.

El bajista no parece impresionado.

— ¿Hacerme daño? ¡Claro!, dice.

Con el cuchillo de carne, el músico se da un tremendo tajo en la palma de la mano y sigue comiendo. La sangre gotea sobre los huevos fritos.

Sid no deja una miga en el plato. Moja pan en la mezcla.

Wendy O. Williams

Wendy O. Williams

 Un disparo de escopeta ante las ardillas

Wendy O. Williams, que se lubricaba el cuerpo para salir a escena casi desnuda al frente de su grupo, The Plasmatics, tenía una imagen feroz y fue detenida varias veces por obscenidad.

Cuando decidió morir, en 1998, unas semanas antes de cumplir 49 años, eligió darse un tiro de escopeta en la cabeza.

Fue un suicidio meditado —dejó cartas, regalos, una declaración para ser ayudada a morir en caso de que fallase en el intento y resultase herida y un mapa para que encontrasen el cuerpo— y anunciado: lo había intentado dos veces antes con barbitúricos.

En la nota final escribió: «El acto de quitarme la vida no es algo que haga sin meditarlo mucho. No creo que la gente deba matarse sin una reflexión profunda y durante un período considerable de tiempo. Creo firmemente, sin embargo, que el derecho de hacerlo es uno de los fundamentales que cualquier persona en una sociedad libre debería tener. Para mí la mayor parte del mundo no tiene sentido, pero mis sentimientos sobre lo que estoy haciendo suenan alto y claro en mi oído interno, en un lugar donde no hay ego, sólo calma. Siempre con amor, Wendy».

Vegetariana, entregada al cuidado de los animales y retirada desde 1991 en una casa en los bosques de Connecticut, la radical plasmática (que se definía como anarquista violenta), fue al encuentro de la muerte con una bolsa de nueces para, como hacía todos los días, dar de comer a las ardillas. Luego apretó el gatillo.

Carpeta de un single pirata de los Sex Pistols con "Belsen Was a Gas"

Carpeta de un single pirata de los Sex Pistols con «Belsen Was a Gas»

Galería de ofensas

Ni el sexo que emanaba de las caderas de Elvis Presley, ni las letras para asustar a mamá de los Rolling Stones. Ningún género de música pop ha sido tan incorrecto y ofensivo como el punk. Los trolls del ultraje y los meapilas de moral delicada sin un ápice de sentido del humor tienen en el punk un vastísimo campo de lapidación. Unas cuantas ofensas:

Beat on the Brat – Ramones. Joey Ramone compuso la canción (Golpea al mocoso / Con un bate de beísbol) cuando un crío con berrinches y mamitis le estropeó la placidez de una tarde de playa. Fue la primera de una larga serie de viñetas paródicas del inolvidable cuarteto-caterpillar: en Blitzkrieg Bop convierten en ritmo las guerras relámpago nazis, en Now I Wanna Sniff Some Glue proponen combatir el aburrimiento de la clase media esnifando pegamento y en Carbona Not Glue recomiendan sustituir el pegamento por los productos abrasivos de una conocida marca de artículos de limpieza.

Belsen Was a Gas – Sex Pistols. [El campo de concentración] de Belsen era guay / Lo escuché el otro día / En las tumbas abiertas / Donde estaban los judíos. Los Sex Pistols juegan con el holocausto, calificando al campo de la muerte de Bergen-Belsen como un gas (de gasear, pero también de lugar divertido).

Little Bit of Whore – Johnny Thunders. Lo peor es que el zopenco Thunders, que tenía bastante mal amueblada la sesera pese a su instinto asesino como guitarrista, creía lo que decía en este vil retrato de las mujeres (hay un poco de puta / en cada chica). Tuvieron que llegar las formas más groseras del rap para decirlo peor.

Darby Crash

Darby Crash

En busca de la anestesia

Darby Crash, cantante del grupo de hardcore punk The Germs, había anunciado tantas veces que se suicidaría que nadie le tomaba en serio. Cosas del loco Darby, pensaban.

Hijo de una familia disfuncional —padre ausente, madre abusadora y hermano muerto con la jeringa clavada en la vena—, Crash tenía un coeficiente intelectual muy alto y había estado matriculado en una universidad relacionada con la Iglesia de la Cienciología.

Entró en la élite del punk californiano cuando las bravas actuaciones de su grupo aparecieron en el documental The Decline of Western Civilization (Penelope Spheeris, 1981), donde se le puede ver declarando que necesitaba drogarse en el escenario para anestesiarse contra el dolor de los impactos de los objetos —botellas, latas y lo que estuviese a mano— que lanzaban sus fans.

En un viaje al Reino Unido probó la heroína y se dejó llevar por la aterida pasividad del más potente de los anestésicos.

El 7 de diciembre de 1980, en una pensión de mala muerte, ejecutó su promesa y se inyectó una dosis que sabía de antemano que le conduciría a la muerte. Tenía 22 años.

En los últimos instantes de vida logró garabatear una nota en la que dejaba su cazadora de cuero al bajista de la banda.

En 2007 hicieron un biopic horrible sobre su vida, What We Do Is Secret.

GG Allin

GG Allin

Con los calzoncillos puestos

Es discutible que GG Allin pueda ser considerado algo más que un palurdo exhibicionista, pero tiene derecho a figurar en el panteón del punk con grado de almirante: desde su nombre bautismal, Jesus Christ Allin —el padre juraba que Dios le había visitado para anunciarle que el niño sería un nuevo mesías—, hasta la estupidez extrema que ejerció con pasión le convierten en una referencia obligada.

Violento —estuvo en la cárcel por intento de homicidio—, patán, fascistoide y de gustos singulares —se peleaba a trompadas sangrientas con sus fans, defecaba en los conciertos y se untaba con sus deposiciones, que también entregaba en comunión al público—, Allin fue llamado payaso, imbécil y también «el mayor degenerado de la historia del rock».

No dejó nada reseñable musicalmente, sus canciones eran meras ceremonias de griterío y pavoneo grotesco, pero fue el más punk de todos en arrebatos y cochinadas.

Durante años anunció que se suicidaría en directo durante un concierto en la noche de Halloween, pero nunca tuvo las agallas para hacerlo. El 27 de julio de 1993, tras una actuación en un garito de Manhattan en el que apenas cantó un par de canciones y compartió varias docenas de guantazos con el público antes de que se fuera la luz y llegara la policía, se largo de farra vestido con un taparrabos y cubierto de mierda —hay vídeos de su paseo por las calles neoyorquinas con una tropa de fans—.

Allin acabó en un apartamento donde esnifó mucha heroína y se quedó frito. Los asistentes a la fiesta se chotearon de la escasa resistencia del más killer de los punks y se hicieron fotos al lado del cuerpo inerte. Varias horas después, cuando se hizo de día, alguien no demasiado colocado se dió cuenta de que el cantante era un cadáver. Murió con los calzoncillos (sucios) puestos.

Joey Ramone

Joey Ramone

Ángeles en el lecho de muerte

Un contrapunto de ternura para endulzar el agrio spleen del punk, el género musical donde la señal más apasionada de respeto por parte del público era escupir al ídolo.

Algunos de los intérpretes más ariscos se transmutaban en ángeles cuando el final era inminente.

Kurt Cobain —uno de los hijos putativos con más renombre del punk— eligió como banda sonora para su escenografía suicida un disco de REM, Automatic for the People, que puso en el reproductor mientras preparaba la escopeta.

El cantante de bubblegum-punk más adorable de la historia, Joey Ramone, intentó combatir los dolores finales causados por el linfoma con una pastoral de U2, In a Little While.

Ánxel Grove

Jimi Hendrix, cuatro años de carrera que duran una eternidad

Jimi Hendrix (1942-1970)

Jimi Hendrix (1942-1970)

Jimi Hendrix, el arrancador de sonidos nunca antes escuchados en una guitarra, saqueaba los tesoros de su Fender Stratocaster con manos enormes como palas. Le había dado la vuelta a un instrumento de diestros porque era zurdo: le cambió las cuerdas de orden y listo.

En sólo cuatro años se consagró como uno de los mejores guitarristas de todos los tiempos, sigue siendo venerado por adolescentes y mayores con una ciega fe cercana a la santidad. El negocio sigue creciendo cuanto más tiempo pasa: los herederos son famosos por sus continuos pleitos por los réditos y han montado un holding (Experience Hendrix LLC) cuya directora ejecutiva es una medio hermana del músico. Sacar dinero del pariente muerto es una tentación demasiado fuerte frente a labrarse un futuro propio: el siguiente eslabón de la cadena de ganancias será People, Hell and Angels, un disco anunciado para el 4 de marzo de 2013 con 12 temas que llaman inéditos (lo serán por las tomas de estudio, porque las canciones ya las conocemos), grabados por Hendrix con la mente puesta en el disco que iba a sacar cuando murió ahogado en su vómito, incapaz de cambiar de postura tras una sobredosis de barbitúricos.

En el 70º aniversario de James Marshall Hendrix (1942-1970) nos quedamos con la esencia, repasamos los únicos cuatro discos que editó en vida y el que dejó encarrilado pero inacabado. En la selección quedan fuera la montaña de álbumes póstumos, tomas alternativas, grandes éxitos, directos y grabaciones pirata que crecen como setas desde la muerte del artista a los 27 años.

La edición  británica y la estadounidense de 'Are you experienced'

La edición británica y la estadounidense de ‘Are you experienced’

1. Are You Experienced (1967). El grupo de laboratorio. Chas Chandler conoció a Hendrix cuando los Animals daban su última gira por los EE UU en 1966. Lo vio tocando un club de Nueva York con el nombre de Jimmy James y, convencido del talento del guitarrista de 24 años, le propuso viajar a Inglaterra con él.

El exbajista de los Animals se convirtió en mánager y productor de la Jimi Hendrix Experience, un grupo artificial que le daría empaque al líder para triunfar en el Reino Unido. Chandler escogió al guitarrista Noel Redding (1945-2003) como bajista de la banda y al batería Mitch Mitchell, dos músicos ingleses con experiencia pero sin una carrera sólida.

El disco (editado en mayo) se grabó en cinco meses, en medio de la gira por Inglaterra que los lanzaba como grupo y en la que presentaban tres singles: HeyJoe /Stone Free, Purple Haze /51st Anniversary y The Wind Cries Mary /Highway Chile; aprovechando al máximo los días sin actuaciones y en tres estudios diferentes. Are you Experienced sin embargo es un disco sólido que da sensación de unidad. Lleno de riffs explosivos, solos distorsionados, mezclas y sobremezclas, canciones como Foxy Lady, Manic Depression o Fire comenzaban a crear un paisaje de sonidos que Hendrix desarrollaría en los siguientes años.

Alcanzó el número dos de las listas británicas por detrás de Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band, de los Beatles. En los EE UU comenzaron tímidamente a fijarse en Hendrix y en verano la banda tocó en el Monterey Pop Festival, en California. Fue la presentación en sociedad del músico, que quemó su guitarra al acabar la actuación.

Axis: Bold as love

Axis: Bold as love

2. Axis: Bold as Love (1968). «Aviones atravesando tus membranas y cromosomas». El éxito presionó al grupo para darse prisa en grabar otro disco, pero también funcionó para que el artista se diera cuenta de su capacidad como compositor y letrista, dos roles que había asumido como absoluto novato en Are you experienced.

En las sesiones de grabación se mostraba perfeccionista hasta la desesperación de Redding, Mitchell, el productor Chandler y los técnicos de los estudios Olympic de Londres. Todo ese empeño contrastaba con el caos vital: cuando la mitad del disco estaba terminado, Hendrix llevó los másteres a una fiesta y se los dejó en el taxi en el que volvía a casa. No aparecieron y hubo que mezclar el material a toda prisa otra vez.

Spanish Castle Magic (un homenaje al Spanish Castle, un club en el sur de Seattle que ciertamente se parecía a un castillo español y en el que tocó como músico para otras bandas) y la mística Little Wing (inspirada en sus impresiones tras el festival de Monterey y en la que usó un amplificador Leslie pensado para órgano eléctrico) eran casi las únicas canciones que la Experience tocaba en directo. El resto era demasiado complejo y no estaba pensado para los escenarios.

En una entrevista para un profesor universitario que investigaba sobre los aspectos sociales del rock del momento,  Hendrix describía así los nuevos sonidos de Axis, refiriéndose en particular a la canción que titula el disco: «Suena como si unos aviones atravesaran tus membranas y cromosomas (…) No queríamos usar cintas de aviones, queríamos que la música misma se adaptara».

Portada inglesa (desplegable) y portada estadounidense de 'Electric Ladyland'

Portada inglesa (desplegable) y portada estadounidense de ‘Electric Ladyland’

3. Electric Ladyland (1968). El caos. En la grabación del último disco de la Jimi Hendrix Experience la tensión crecía entre la estrella, su mánager y productor Chas Chandler y Noel Redding, que desde el disco anterior clamaba por ser reconocido como algo más que un mercenario, tanto en lo monetario y en lo artístico.

Hendrix llevaba a amigos y conocidos a las sesiones, que se alargaban y carecían de la disciplina necesaria para que el proyecto avanzara con normalidad. Chandler renunció y el guitarrista quedó al mando de la producción.

The Jimi Hendrix Experience

La Jimi Hendrix Experience en 1967

Las colaboraciones con músicos invitados al estudio se convertían en improvisaciones eternas que terminaban lejos de la canción en la que se trabajaba y Redding (que añoraba la visión simplista del comienzo de la banda) veía en las marañas electrónicas y los nuevos ruidos que el caos se apoderaba del disco. La relación empeoró cuando los invitados empezaron a apoderarse del bajo e incluso el propio Hendrix tocó el instrumento en algunas de las canciones.

Antes de terminar un tema, se apresuraba a empezar con otro. El abandono de Chandler dio pie a que se acumularan las cintas con una misma pieza grabada sin que nadie frenara los impulsos entusiastas de la estrella desbocada. Mike Jeffery (más interesado en el dinero que generaba el guitarrista que en la música) se convirtió en el nuevo agente y lo obligó a salir de gira para poder terminar la ruinosa grabación.

El resultado es un álbum de sonido pesado. Voodoo Child (Slight Return), Crosstown Traffic y la versión de All Along the Watchtower, de Bob Dylan, engrandecen un digno doble elepé con colaboraciones de Al Kooper (inolvidable organista de Dylan) Steve Winwood (de Traffic) y Jack Casady (bajista de Jefferson Airplane) entre los muchos que pasaron por allí. Otras canciones como Rainy Day, Dream Away o 1983… (A Merman I Should Turn to Be) reflejan el carácter de improvisación interminable que atacó a Electric Ladyland: el último disco de estudio que se editó con el músico en vida.

Hendrix con Billi Cox y Buddy Miles

Hendrix con Billi Cox y Buddy Miles

4. Band of Gypsys (1970). Sin la Experience. El único álbum en directo que publicó Hendrix es para muchos la única muestra de negritud del artista (cuyos ancestros eran pura mezcla, parte cherokee y parte irlandesa). Hendrix recibió durante su carrera amenazas de los Panteras Negras por considerar que renegaba de sus raíces y que era un vendido a los blancos. Si bien es cierto que todos los discos supuran blues y jazz en las mil maneras que tiene de acercarse a los estilos, Band of Gypsys es ciertamente el más cercano al rythm and blues y al funk. Además, tuvo por fin el privilegio de elegir a los músicos con los que tocó: el batería Buddy Miles —que escribe y canta dos de los seis temas— y el bajista Billy Cox. Noel Redding había dejado la Experience tras el accidentado Electric Ladyland y Mitch Mitchell también se unió al nuevo proyecto de Band of Gypsys.

Grabado en el Fillmore East de Nueva York en cuatro conciertos celebrados entre la noche de fin de año de 1969 y el día de año nuevo de 1970, la jhoya del disco es Machine Gun, dedicada a «los soldados que luchan en Chicago y Milwaukee y New York… ¡Ah, sí! Y a todos los soldados que luchan en Vietnam», en referencia a la violencia dentro y fuera de los Estados Unidos. La pieza es un ejercicio de tensión entre Hendrix y la guitarra que combina el encuentro sexual con la protesta antibélica.

'The Cry of Love'

‘The Cry of Love’

5. The Cry of Love (1971). Sin Jimi. Los últimos meses de Hendrix fueron inspiradores, pero también frustrantes. Estaba cansado de la obligación tácita de tener que tocar en cada concierto los grandes éxitos de la Experience, que le sonaban lejanos y de poco interés a pesar de haberlos compuesto hacía poco más de tres años. Otra de sus lacras personales era la demanda del público de sus números circenses: tocar con los dientes o con los brazos en la espalda, quemar la guitarra… Quería dejar atrás las acrobacias pero también temía que no quisieran otra cosa de él.

En la primavera de 1970 empezó a grabar de nuevo. Pronto tuvo tanto material que comenzó a pensar en un álbum doble al que llamaría First Rays of the New Rising Sun. Angel, Astro Man, Drifting y Belly Button Window estaban en la lista. También Dolly Dagger, dedicada a una de sus novias-groupie, Devon Wilson, que en una fiesta, tras sufrir Mick Jagger una herida en un dedo, le chupó la sangre con naturalidad.

Hendrix y su Stratocaster

Hendrix y su Stratocaster

Cuando Jimi Hendrix murió el 18 de septiembre de 1970, ultimaba los detalles del nuevo disco, pero aún quedaban muchas incógnitas abiertas, entre ellas la selección de material. Tenía tantas canciones que muchas seguramente iban a quedar fuera o, tal vez, serían reformadas de arriba a abajo en un último arranque de perfeccionismo.

Entre sus conocidos y amigos, algunos señalan que se sentía asediado por problemas legales y personales; otros, que físicamente parecía débil; los hay que dicen que estaba ansioso por seguir nuevas sendas. El cinco de septiembre declaraba a la revista Melody Maker que quería «una gran banda» para «pintar cuadros de la Tierra y del espacio, para que quien escuchar pueda transportarse a cualquier lugar».

First Rays of the New Rising Sun quedó colgando y fueron el productor Eddie Kramer y Mitch Mitchell quienes, tras la muerte de la estrella, tomaron las riendas del proyecto: «Traté de pensar en lo que él hubiera hecho, o en lo que hubiera querido, una tarea muy difícil», confesó el batería más tarde, reconociendo cierta arbitrariedad a la hora de completar lo que Hendrix dejó inacabado.

The Cry of Love es un disco sencillo por exigencia de la discográfica, que no iba a desaprovechar el tirón de las necrológicas con un doble álbum. El conjunto de canciones suena como el inicio de una nueva trayectoria que Hendrix iba a desarrollar en los siguientes años.

Helena Celdrán

¿Dónde estabas cuando te sacudió por primera vez Led Zeppelin?

Por razones como ésta nos gustaba el rock: peligroso, vulgar, explosivo, con el pecho al aire y las caderas revueltas. Mostrenco pero con ropa de terciopelo. Bruto pero con un aire de sexy prerrafaelismo.

La más justa forma de reconocer qué música debemos salvar del paredón es la memoria, volver al lugar del crimen primario, al desolladero donde te arrancaron la piel. Cuando quiero saber qué soundtrack es el indicado —porque, lo confieso, he olvidado: mucho y sin más motivo que mi propio desgaste— me limito al intento de recordar. Conviene hacerse al menos una vez al día la pregunta ¿dónde estaba yo cuando…?.

Primera foto de promoción para Atlatic Records, 1968 (Foto: Dick Barnatt)

Primera foto de promoción para Atlatic Records, 1968 (Foto: Dick Barnatt)

Dónde: el santuario de mi cuarto, sagrado y algo necio como todas las habitaciones de todos los quinceañeros de Occidente. Cuándo: algún día de enero de 1969. Qué: el disco de vinilo contenido en una carpeta que mostraba, con el grano tipográfico roto tras una ampliación extrema, al Hindenburg, orgullo nazi, ardiendo en el cielo estadounidense —yo tenía una vaga evocación visual del desastre del zepelín, pero casi nada sabía de la cronología nazi ni del lugar del desastre—.

El ejercicio del recuerdo es cumplidor para las patadas feroces. Todo cambió el día en que escuché, pasmado, el primer disco de Led Zeppelin: supe que la violencia también era una forma de amor.

Desde hace unos pocos días está en los mercados. Tiene las etiquetas magnéticas de PVP bien lustrosas en todas las piezas de ese paquete comercial que llaman multiplaforma —un feo término con ínfulas técnicas para decir: te voy a cobrar varias veces por el mismo caramelo—. Celebration Day, el concierto de reencuentro de Led Zeppelin en Londres, en diciembre de 2007. Como la jugada salió bien, las cuentas corrientes echaron chispas y las críticas fueron complacientes —pese a la postproducción de efectos en vivo durante el show—, ahora anuncian la reedición limpia —eso que llaman remastered no es más que un filtrado y algunas triquiñuelas de edición— de todos los discos del grupo con «sustanciales» rarezas, otra palabra tramposa: dicen rareza y quieren decir carnada. También acude al festín consumista un nuevo libro autorizado: Get the Led Out: How Led Zeppelin Became the Biggest Band in the World.

Aunque no me importa Celebration Day ni seré cliente de las reediciones porque todo lo que necesito de Led Zeppelin lo llevo conmigo desde aquel día de 1969, cuando yo tenía 15 años y ellos me rompieron la cabeza a cadenazos, aprovecho el tsunami para presentar un decálogo personal sobre uno de los escasos grupos de los que se puede decir que construyeron un golem: nadie suena como Led Zeppelin, los reconoces en medio de una tormenta, en el umbral del ruido y en el maldito infierno de la indecencia cotidiana.

Led Zeppelin en concierto, 1973

Led Zeppelin en concierto, 1973

1. La máquina. Eslabón entre el heavy metal y el rock de estadio; atrevidos, valientes, caóticos y honestos; mucho mejores como suma de sus partes que como músicos individuales; creadores de un corpus que nadie pudo ni podrá imitar; dueños de la patente del trueno; esenciales y paradójicos; simplones y de cultura básica; pesimos letristas; plagiadores sin recato y sin descanso… Pero no hay otros que se les acerquen: Led Zeppelin, una historia de doce años de los cuales sólo la mitad (1968-1975), seis, basta para justificarlos. Ningún otro grupo detonó con una cinética tan rápida, intensa y calórica los valores del rock para mezclarlos con los latidos del blues (básico), el hard rock (pélvico) y el folk acústico británico (sentimental) y añadirle un cierto grado de dramatismo y ópera. Donde los Beatles ofrecían mansedumbre, ellos eran lobos. Donde los Rolling Stones posaban con orgullo de alta costura, ellos eran simple adrenalina. Led Zeppelin: nadie necesitó nunca otra deflagración para reventar.

Jimmy Page, 1970 (Foto: Jorgen Allen)

Jimmy Page, 1970 (Foto: Jorgen Allen)

2. El líder. Jimmy Page (1944), hijo de la clase media, niño prodigio —primera guitarra, a los 12 años; primeros grupos y actuaciones, a los 14; primeras grabaciones, a los 17— y mercenario mal pagado y sin derecho a crédito en los discos donde otros no eran capaces de tocar bien: se ha llegado a calcular que entre 1963 y 1965 su guitarra se escucha en entre el 50 y el 90% de todas las canciones pop y rock grabadas en Londres. Tres ejemplos: el primer single de los Who, I Can’t Explain; Heart of Stone, de los Rolling Stones, y Baby Please Don’t Go, de Them, el grupo de Van Morrison… Page se descolgó de la espiral del anonimato del estudio con The Yardbirds, un tremendo grupo de rock duro, que publicó grandes canciones, fue ninguneado sin compasión,  sirvió como cuna natal de guitarristas de fuste (además de Page, Jeff Beck y Eric Clapton) y apareció en una inolvidable escena de la película Blow Up (Michelangelo Antonioni, 1966). Desde que montó Led Zeppelin (1968), el grupo fue su maquinaria personal. Compone, produce, arregla y dicta. Gran virtuoso y también débil e inseguro, la fama universal de la banda le llevó a los paraísos analgésicos de la heroína, de la que estuvo muy colgado a finales de los años setenta. También desarrolló por la misma época una fijación neurótica con el seudosatanismo del cantamañanas Aleister Crowley. Ahora Page es un millonario y condecorado caballero británico y, sin duda, aparece en los libros como uno de los mejores guitarristas de rock de todos los tiempos. Sus colegas no dejan de lanzarle flores, pero ya no es quien era: suena académico.


Robert Plant, 1971 (Foto: Fin Costello)

Robert Plant, 1971 (Foto: Fin Costello)

3. Cuerpo y cuerdas vocales. Robert Plant (1948). Procedía de una familia solvente —padre ingeniero— e iba para contable, pero a los 16 años se largó de casa por culpa de la música. Cantó en grupos oscuros que no dejaron demasiada huella y acabó haciendo baladas bluesy y sicodélicas en Band of Joy, donde tocaba la batería un tal John Bonham. Cuando se enteró de que Page buscaba vocalista para un nuevo proyecto —y le había fallado la primera opción, el carnoso Terry Reid, que no lo vió claro y decidió seguir como solista—, Plant se ofreció para una prueba y apasionó al líder con sus voz de amplio registro. En directo fue uno de los más carismáticos dioses del rock: pecho al aire, melena salvaje, manos locas y gesticulación corporal frenética. No comenzó a escribir letras para el grupo hasta el tercer disco, Led Zeppelin III (1970). Estuvo a punto de matarse en un accidente de coche en Grecia en 1975 y dos años después murió su primer hijo (5) de una infección estomacal vírica. Plant se dedica ahora a proyectos musicales situados en las antípodas del rock duro, entre ellos una colaboración que ha dado muy buenos resultados comerciales con la cantante country Alison Kraus. Es vicepresidente del equipo de futbol de la segunda división inglesa Wolverhampton Wanderers.

John Paul Jones, 1971

John Paul Jones, 1971

4. El ritmo. John Paul Jones (1946). Su nombre de registro civil es John Paul Baldwin, pero adoptó el artístico de John Paul Jones en homenaje a una película sobre un héroe de la marina. El menos visible pero quizá el más importante para explicar la furiosa pegada rítmica de Led Zeppelin. Extraordinario intérprete de bajo eléctrico —uno de los mejores de la historia—, es hijo de un arreglista de big bands con cierto nombre y aprendió solfeo y piano a los seis años. Como Page, se curtió en la fertil escena pop londinense de los años sesenta como músico de sesión, aplicando sus amplísimas capacidades para firmar hasta 60 arreglos orquestales cada semana. Son suyos, por ejemplo, los de She’s a Rainbow, de los Rolling Stones, y Hurdy Gurdy Man, de Donovan. En la sesión de grabación de esta canción coincidió con Page y hablaron de tocar juntos. A las dos semanas estaban ensayando con los embrionarios Led Zeppelin, que en principio se iban a llamar, con escasa imaginación, The New Yardbirds. Algunas de las líneas de bajo que aportó al grupo son inolvidables por su poder (The Lemon Song) o por su imaginativa estructura (Ramble On). Aunque era tan fullero y dado a los excesos de drogas, alcohol y sexo como sus compañeros, siempre se dejó llevar por el sano instinto de no llamar la atención y mantenerse en un segundo plano. Tras la ruptura del grupo nunca le faltó trabajo y su educación musical le ha llevado a colaborar con artistas de tan variado registro como Brian Eno o REM, para quienes firmó los arreglos del álbum Automatic for the People (1992). En 2009 participó en el supergrupo Them Crooked Vultures. Es un tipo feliz y cada día, al contrario que Jimmy Page, toca mejor.

Bonzo

Bonzo

5. La furia. John Bonham (1948-1980). Un metrónomo con forma humana y el poder de un huracán. Uno de los mejores bateristas que ha pisado el mundo. Bonham, Bonzo o La Bestia, tocaba con pasión los tambores desde que era un niño de seis años. Terminó sin ganas el insituto («podrá convertirse en un millonario o un mendigo«, predijo un profesor en una evaluación), fue aprendiz de carpintero, tocó en grupos de segunda y aterrizó en Led Zeppelin, por recomendación de Plant, para dejar en evidencia a todos sus compañeros de generación. Dotado de una fuerza muscular atroz —tocaba siempre con las baquetas más grandes y pesadas, a veces con un par en cada mano y les llamaba «los árboles»— y admirador del ritmo sincopado de la música soul (James Brown era su ídolo), marcó el sonido de Led Zeppelin con sus poderosos arreglos. Ávido coleccionista de coches de época y motos, también era un bebedor compulsivo. El 24 de septiembre de 1980, antes durante y después de un ensayo, bebió dos litros de vodka. Esa noche murió ahogado en su vómito y fue encontrado en su cuarto por John Paul Jones. Tenía 32 años.

Jones, Plant y Page, campestres

Jones, Plant y Page, campestres

6. El mejor disco. Led Zeppelin editó nueve álbumes de estudio entre 1969 y 1982. Los cuatro primeros son excepcionales. El resto, prescindibles (quizá salvando algunas canciones del sexto, Physical Graffiti, el doble elepé de 1975). Aunque elegir sólo un disco es un ejercicio meramente caprichoso, mi opción personal es Led Zeppelin III, el disco de 1970 donde demostraron que podían ser igual de penetrantes con instrumentos acústicos. Preparado  en una casa de campo sin luz ni energía eléctrica en Gales a la que Plant iba de vacaciones cuando era crío, el disco es menos ofuscado, tiene más matices que los dos primeros, Led Zeppelin y Led Zeppelin II, y un planteamiento más democrático: la guitarra de Page no ejerce una dictadura tan notable. Aunque contenía uno de los temas más bárbaros de la banda, Immigrant Song, el mundo esperaba otro cataclismo integral mientras que el grupo se atrevió a rondar con instrumentación acústica por los aires campestres del folk británico e irlandés. Ese quiebro les ennoblece.

Jimmy Page, 1975 (Foto: Charles Auringer)

Jimmy Page, 1975 (Foto: Charles Auringer)

7. El peor. Si es complejo y casi arbitrario elegir el mejor disco, lo mismo sucede con el peor. Houses of The Holy (1973), Presence (1976), In Through the Out Door (1979) y Coda (1982, una colección de descartes) son, en general, medianías indignas, desganadas y faltas de inspiración. En Presence, en especial, la vida disipada de Page y su íntima amistad con la heroína derivan en canciones abotargadas de las que conviene escapar.

8. Letras de instituto. Si fuera obligatorio prescindir de la música y recibir solamente las letras de las canciones, la experiencia dolería. Las de Led Zeppelin, mayoritariamente de Robert Plant, son simplonas, de rima fácil, misticismo barato y soniquete mitológico a lo Tolkien. Sólo en los últimos discos, y entonces ya no quedaba nada de la velocidad y el poder iniciales, el cantante se atrevió a escribir letras personales y a poner en ellas algo de su propia experiencia en vez de resumirnos manuales mal rimados sobre la espitualidad del musgo y los arcanos.

9. Los plagios. La grandeza como instrumentista, compositor y productor de Jimmy Page y su intuición visionaria del mensaje eléctrico y mágico del rock and roll quedan en entredicho por su larga tradición de ladrón de canciones, arreglos de guitarra y letras ajenas. El par de vídeos anteriores es más ilustrativo que cualquier enunciado (¡dos temas birlados nada menos que a Willie Dixon, uno los padres fundadores del blues, y escamoteados como si se tratara de composiciones originales!). Lo indignante es que el buen Page nunca ha admitido los robos ni pedido perdón en público —aunque tuvo que corregir las etiquetas de los discos en más de una ocasión por demandas judiciales— y sus defensores acérrimos no admiten las continuadas apropiaciones indebidas.

Jimmy Page, 1977 (Foto: Adrian Boot)

Jimmy Page, 1977 (Foto: Adrian Boot)

10. La ceremonia. Entre 1971 y 1977 no había nada mejor que un concierto de Led Zeppelin. El grupo actuó en directo unas 400 veces —desde 1971, con jet privado para desplazarse—. Los shows eran largos, con improvisaciones cimbreantes e inacabables (es mítica la de 43 minutos de Dazed and Confused en Los Ángeles en 1975), versiones de rock and roll y blues clásicos y una tensión que podía palparse. Famosos por las escandaleras que montaban los músicos y sus ayudantes en los hoteles tras las actuaciones, algunos alborotos entre el público con espectadores detenidos y los aforos más grandes de la época —casi 80.000 personas en un concierto record en 1977 en los EE UU—, las actuaciones del grupo eran, como escribió algún privilegiado asistente, «lo más parecido a uno de los conciertos del primer Elvis».

Como el retorno no es posible, inserto tras la entrada algún vídeo para practicar el viaje hacia el edén. En el momento en que escribo, son visibles online, pero apuren a bajarlos a su ordenador, porque Led Zeppelin están limpiando Internet de «grabaciones no autorizadas». Nos quieren hurtar el derecho a compartir la sacudida.

Ánxel Grove

La piel castigada de las guitarras famosas

Arriba, desde la izquierda:

Seis guitarras con nombre y sus dueños

Herramienta de trabajo y, por tanto, transmisor de tiranía. Mediador tangible entre el músico y la gloria inmaterial de una canción. Mimada y maltratada. Compañera y dominadora. La guitarra, prolongación casi natural del intérprete, prótesis, esclava, novia.

Tienen carácter y han sido bautizadas: Blackie (la guitarra Frankenstein fabricada por Eric Clapton a partir de tres cadáveres), Big B (la de caja cuadrada de Bo Diddley), Pearly Gates (la brutal arma texana de matar de Billy Gibbons), The Old Boy (la siniestra apisonadora de Tony Iommi), Trigger (la castigada acústica de Willie Nelson), Old Black (la reina de Mister Feedback Neil Young)…

Acabo de leer un libro que ahonda en la guitarra como mapa de las canciones y piel añadida de los músicos. Se titula Instrument y es del fotógrafo Pat Graham. No se esfuercen en buscarlo en las librerías del barrio: en España no se editan este tipo de cosas.

No se trata de guitarras de alcurnia como la media docena de reinas citadas más arriba, pero todas guardan secretos. Selecciono cinco instrumentos y sus propietarios.

Foto: Pat Graham

Foto: Pat Graham

Ian Curtis (Joy Division)Vox Phantom VI

Al dolorido Ian Curtis no le gustaba nada tocar la guitarra y, además, no tenía ni idea. Prefería mantenerse en tensión, amarrado al pie del micro y en espera de uno de los calambres que le hacían entrar en trance.

Sus compañeros en Joy Division le convencieron de que no estaría mal tener de vez en cuando el apoyo de una guitarra rítmica y le encandilaron con la Vox Phantom VI negra, que, a su modo (retrofuturista y con un diseño vertiginoso, casi de armamento), cuadraba con el carácter sombrío del cantante. Curtis la utilizó poco —en el clip de Love Will Tear Us Apart, por ejemplo— y siempre se limitaba al único acorde que sabía: re.

Tras el suicidio del cantante, en mayo de 1980, el grupo que emergió de las cenizas de Joy Division, New Order, heredó la guitarra, cuyo sonido espeso puede escucharse en Everything’s Gone Green.

Foto: Pat Graham

Foto: Pat Graham

Nels Cline (Wilco)Fender Jazzmaster, 1959

El gran estilista Nels Cline ejecuta sus escalofriantes solos de guitarra con una veterana Fender Jazzmaster fabricada en 1959 —el de la mejor cosecha del modelo, también venerado por Robert Smith (The Cure) y Kevin Shields y Belinda Butcher (My Bloody Valentine)— y con muchas huellas sobre la madera de una vida agitada sobre la madera. A Cline se la vendió su colega Mike Watt (Minutemen) en 1995.

El extraordinario guitarrista confiesa que trata a la guitarra con modales «duros» y que no le importa que el cuerpo muestre un aspecto desastroso. «Mi guitarra es una obra en curso porque yo también lo soy», dice.

Cline está especialmente orgulloso del sonido de la Jazzmaster en las versiones en directo de Shot in the Arm.

Foto: Pat Graham

Foto: Pat Graham

Thurston Moore (Sonic Youth)Gibson Sonex

El estruendoso Thurston Moore, uno de los guitarristas del no menos brutal grupo Sonic Youth —responsables de una radical reconsideración en la manera de tocar el instrumento— es también un declarado fanático de las Jazzmaster, pero de vez en cuando desenfunda rarezas como la Gibson Sonex de los años ochenta que toca, por ejemplo, en Eric’s Trip.

La Sonex, en la que sólo están montadas cuatro cuerdas, es golpeada sin remordimiento por Moore con la ayuda de dos baquetas de batería.

Esta guitarra es uno de los cuatro instrumentos que han sido recuperados hasta la fecha del robo que sufrió el grupo de todo su equipo en 1999 durante una gira.

Foto: Pat Graham

Foto: Pat Graham

Wayne Coyne (The Flaming Lips)Álvarez acústica de 12 cuerdas

En una moñada característica de su estilo carnavalesco, Wayne Coyne utiliza una vieja guitarra acústica en cuyo interior ha adapatado un sintetizador Alesis AirSynth que detecta el movimiento de las manos y lo traduce en sonidos.

El viejo teléfono móvil pegado al cuerpo de la guitarra no cumple otra función que la del despiste. «Me pareció cool ponerlo ahí para demostrar lo rápido que va la tecnología», dice Coyne.

Foto: Pat Graham

Foto: Pat Graham

Steve Albini (Big Black, Shellac)Travis Bean TB500

La prodigiosa carrera de Steve Albini como productor (Sparklehorse, Nirvana, The Stooges, Pixies, PJ Harvey…) eclipsa en ocasiones sus dotes como guitarrista.

Para tocar siempre ha optado por el mismo modelo de guitarra, la Travis Bean TB500 de mástil de aluminio, la misma que utilizó Jerry García (Grateful Dead). Albini probó el modelo en una tienda cuando era adolescente y no paró hasta que encontró un modelo de segunda mano a través de un coleccionista.

Nunca la ha tratado con dulzura, pero al instrumento no parece importarle. «Siempre hemos cooperado entre nosotros», dice.

Ánxel Grove