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Miedo amigo (II): mostrarse uno mismo

La carta a la ciudadanía del presidente del gobierno español Pedro Sánchez anunciando un periodo de reflexión sobre si continuar en el cargo y sus motivos puede interpretarse de muchas formas. Algunos la señalan como una mera maniobra política. Otros la interpretan como un síntoma de alguien que intenta jugar limpio en una democracia enferma. Muchos han sido los que se han puesto las manos en la cabeza por el contenido de la carta, en concreto por el penúltimo párrafo: «Llegados a este punto, la pregunta que legítimamente me hago es ¿merece la pena todo esto? Sinceramente, no lo sé. Este ataque no tiene precedentes, es tan grave y tan burdo que necesito parar y reflexionar con mi esposa. Muchas veces se nos olvida que tras los políticos hay personas. Y yo, no me causa rubor decirlo, soy un hombre profundamente enamorado de mi mujer que vive con impotencia el fango que sobre ella esparcen día si y día también.»

Estamos tan poco acostumbrados a que los políticos muestren su humanidad como ha hecho Sánchez nombrando el amor que siente por su su mujer, que una mayoría no ha dudado en atacarlo por ello. Uno de los frenos a mostrarse es la cultura dominante. La cultura marca sin palabras lo que es posible hacer o decir y cuando uno se plantea salir del guión cultural nace el miedo a mostrarse.

Juan, empresario y padre de familia – protagonista de una de las historias reales de Da vida a tus sueños-, se sentía inadecuado igual que Moisés, referido en mi post anterior. Tenía miedo de que si se mostraba tal y como era, su fuerza avasallaría a su equipo. Por esta razón su estilo de comunicación era amigable y siempre intentaba que nadie se sintiera incómodo. Cuando en el trabajo por discrepancias surgía tensión en una conversación, Juan la reducía con su sentido del humor, boicoteando su rol de directivo.

El miedo a mostrarse viene acompañado de estar demasiado centrado en uno mismo. Es una combinación de tomarse demasiado en serio, querer encajar con la cultura establecida y tener cierto complejo de inferioridad. El miedo a mostrarse se trasciende por la vía del medio. Sin necesidad de endiosarnos, ocupamos nuestro lugar con confianza y la mejor intención, sabiendo, que somos seres falibles y que no todo está en nuestras manos. Esta orientación nos permite dar un paso, luego otro y aprender en el camino.

Y eso es precisamente lo que hizo Juan, poco a poco empezó a mostrarse más en su rol de líder de la organización, lo que propició profundas transformaciones tanto en la organización como en su vida privada.

El miedo a mostrarse también se detecta por la incapacidad de marcar límites o las dificultades en decir que no. Cuando este miedo me arrastra, me encuentro siguiendo la corriente de agendas y proyectos que no tienen que ver conmigo. Es como representar el papel que esperan los otros de ti, diciendo que sí a sus propuestas sin haberlo consultado con el jefe, es decir, tú mismo. Cuando siento que he caído en la trampa, al igual que Sánchez, me tomo tiempo para reflexionar y la claridad de la respuesta no se hace esperar. A veces es un no rotundo. En otras ocasiones es un sí, pero más adelante. Sin el miedo a mostrarnos, podemos exponer con respeto pero sin tapujos nuestras condiciones.

Chica desenfocada

(Matias North, UNSPLASH)

Cuando trascendemos el miedo, nos damos cuenta que encarnar la verdad y mostrarnos son las fuentes de poder positivo más elevadas de que disponemos. Marianne Williamson lo expresa con elocuencia en Nuestro miedo más profundo– mi traducción:

 

Nuestro miedo más profundo no es que seamos inadecuados.

Nuestro miedo más profundo se debe a que somos inmensamente poderosos.

Es nuestra luz, no nuestra oscuridad, lo que más nos asusta.

 

Nos preguntamos:

¿Quién soy yo para ser brillante, magnífico, talentoso, maravilloso?

En realidad, ¿quién eres tú para no serlo?

Eres un hijo de Dios.

Hacerte pequeño

no le sirve al mundo.

No hay nada valioso en encogerte

para que otras personas no se sientan inseguras a tu alrededor.

 

Todos estamos destinados a brillar,

como hacen los niños.

Nacimos para manifestar

la gloria de Dios que está dentro de nosotros.

 

Esto no les ocurre solamente a algunos de nosotros; sino a todos.

Y al dejar que nuestra luz brille,

inconscientemente damos permiso a los demás para que hagan lo mismo.

Al liberarnos de nuestro propio miedo,

nuestra presencia automáticamente libera a otros.

 

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