Se les echará de menos.
Como ya sabéis este lunes terminó Perdidos en la Ciudad (habría hecho el resumen antes, pero he tenido problemas con el blog).
HIMBA
No hay nadie como los himba para arreglarse en las ocasiones especiales. Sobre todo en lo que a la depilación craneal se refiere. Los gemelos querían afeitarse el melón en torno a la coletilla que llevan, para estar guapos para una cena especial.
Y Kambana, que es sutil como un choque de trenes, les afeitó la cebolla con un cuchillo de carnicero del tamaño de Murcia que se encontró en la cocina. Menos mal que no había por allí una guadaña…
Uno de los gemelos estuvo a punto de perder la oreja por el método de la independencia directa.
Kambana también sabe ponerse elegante, pero sin poner en peligro sus pabellones auditivos. José se lo llevó a una sastrería a comprarle un traje. El jodío del himba dijo que iba a ponerse «elegante» mientras frotaba los dedos haciendo la señal del dinero.
Kambana es un hombre que se cuida, amigos, por lo que tuvieron que sacarle varias tallas de las de hombre bien criado, porque las demás le quedaban estrechas.
Y se fueron a comer a un restaurante caro, de esos que dan ganas de llevarse la tartera con la ensalada campera y los filetes empanados y les pasó lo mismo que a los mentawai la semana pasada: no les gustó ni el agua.
Watumbika dijo: «Cada plato era más raro que el anterior«. Y la jodía ponía unas caras que habría envidiado el mismísimo Fary mordiendo limones.
Les pusieron el típico timo de postre que es un mejunje que echa humo blanco. A los himba les hizo la misma gracia que a mi montar en bici sin sillín. «Es cosa de hechiceras», dijeron.
A todo esto, Kambana no dijo nada en toda la cena y cuando le preguntaron por qué, dijo que si hablaba se movía y si se movía arrugaba el traje. Eso es estar cómodo y lo demás son tonterías.
Los gemelos, viendo que se les acababa el tiempo redoblaron sus esfuerzos por llevarse una chati de España. Y si la montaña no va a Mahoma, pues ya se casan ellos aquí: «Voy a ser el primero en hacer historia en España casándome con dos mujeres«, dijo Vanavaina. Para qué encontrar la cura del cáncer si puedes pasar a la historia por ser un bígamo…
Para que les bajara un poco la testosterona les llevaron a hacer lo que hacen todos los macarras que no pillan cacho: conducir.
Vanavaina adoptó un estilo de conducción tipo cafre que no impidió sin embargo que lo sacaran a la carretera, con lo que en Vitoria tuvieron que poner el nivel rojo de alerta de atropellos. «En cuanto llegue a casa le voy a pedir a mi padre que me compre uno», dijo. Dos, le van a comprar.
Pondakae se dio más a la conducción tipo dominguero sin retrovisores, pasando de carril en carril como si pisar las líneas del suelo diera puntos. «No se callaban, ¿cómo creían que iba a conducir?», dijo el jodío.
Para Kambana, lo peor de España es que el hombre y la mujer estén al mismo nivel, e incluso que el hombre esté por debajo (debe desconocer las bondades de esa postura…, ejem).
Así que uno de los gemelos se arrancó y dijo que si llegaba a jefe de Okohonga, lo primero que haría sería instaurar la igualdad entre hombres y mujeres, porque dijo que España era un país rico porque las mujeres mandaban. No era el mejor ejemplo, la verdad.
«Pues vas a cocinar tú», le dijo Kambana, acojonando al chaval y tirando por tierra su argumentación.
Y llegó la despedida. Qué queréis que os diga, fue emotiva. Lloros, abrazos y más lloros, como debe ser cuando pierdes de vista a alguien querido.
Lo que más me gustó fue José intentando consolar a las gemelas mientras lloraba él a moco tendido. Joe, es que así consolaba más bien poco… ;.)
MENTAWAI
Las mujeres mentawai fliparon en colores viendo nevar. Cometieron la temeridad de sacar la lengua para que les entrara la nieve en la boca, y claro, luego se pusieron a escupir como cosacas, porque el agua de lluvia en Madrid es igual de sano que un cubata de arsénico.
Y ya que estaban con el tema de la nieve, pues se los llevaron a todos a la sierra, a hacer el animal con los trineos. Ventura les animó mucho diciéndoles que allí iban a morir todos. Este chaval debería vender seguros de vida.
Y entonces pudimos ver una colección de leches de las que crean afición. Se dieron cada hostia como para ponerla en una vitrina para exposición. Eso sí, no les pasó nada: «en mi país, si te caes, duele», dijo Salomo. Ja ja ja Que pruebe a hacer eso en el asfalto.
La pobre Vai Digei se quería llevar un poco de nieve para que la vieran en el poblado, total, sólo está a varios miles de kilómetros y varios días de viaje, y los cabrones le dijeron que se la guardara en los bolsillos. Cuando se derritió, la mujer se sintió como una víctima del timo de la estampita.
Y al igual que le ha pasado a los gemelos himba, que se van con las gónadas llenas de amor, Lili también tuvo que resignarse a irse a Siberut compuesta y sin novio.
Aman Digei, con su señora presente, no dudó en repetir una vez más que lo que más le ha gustado de España han sido las tetas. Así, sin complejos.
Se partieron el culo a lo animal cuando en la fiesta de despedida les pusieron el Paquito el chocolatero, porque en mentawai, Paki significa sexo. ¡Por eso se culea cuando se baila esa canción!
Muy hábil fue la treta de Ventura, que aprovechó las circunstancias para frotar un poco la cebolleta con una morena con la excusa de enseñar a bailar el pasodoble a los mentawais. A la chica le faltó preguntar si llevaba el móvil en el bolsillo.
Finalmente, Lili decidió contarle a Sonia el mensaje que el espíritu de la madre de ésta le dio en el cementerio. La mujer le dijo que no fue su intención tirarse por la ventana, sino que se había apoyado mal y que se había caído. Sonia se lo tomó con pena, pero se lo agradeció a Lili.
Lo mejor fue la despedida con Luismi y el gusto que éste tiene para los regalos. Por un lado les regaló el pollo cantor que tenía en casa y que tanto habían admirado los mentawai. Y por otro lado les regaló una cornamenta de ciervo más grande que los propios mentawai.
«Es el mejor regalo, pero… ¿cómo me lo llevo?», dijo Salomo. Me estoy imaginando el Jumbo con la cornamenta en la baca de arriba.
Y nada, más lloros, abrazos y promesas de volverse a ver.
Ojalá sea así.