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Entrar en un ‘sex shop’ a la vejez viruelas

El otro día estuve viendo el regreso de Me cambio de familia, ese alegre reality de Telecinco en el que dos personas intercambias sus respectivas familias.

En esta ocasión se trataba de la trabajadora de una dependienta madura de un sex shop y otra mujer aún más madura, devota y fiel católica practicante.

He de decir que la hija de la del sex shop me pareció un poco impertinente y maleducada (cosa que no ayudaba a mitigar la actitud de la creyente, que estuvo en el papel de madre-sargento) y la madre la típica que va de liberal, pero luego critica e intenta hundir con argumentos manidos la forma de vivir de los demás.

Pero nos centraremos en la visita que la católica apostólica y romana tuvo que hacer al sex shop. Ja ja ja.

Era espectacular la cara de la mujer cuando iban por el pasillo e iba mirando sin querer mira las estanterías llenas de penes, vaginas y películas de esas que nunca contratan a un director de vestuario.

Lo mejor llegó cuando el jefe le hizo una demostración de los productos estrella del local. Primero, con un conejito rampante, que la mujer lo puso en marcha y yo creo que pensó que eso era una batidora rara, no quería ni cogerla.

Eso sí, cuando le pusieron las braguitas vibradoras el humor le mejoró a la señora, que empezó a partirse la caja. Y de ahí pasamos al manoseo entusiasmado que hizo de un pene de goma que le dejaron, que manejaba de forma erótico-festiva mientras comentaba lo real que era el tacto. Y de ahí, ya alegría, que venga lo que tenga que venir, y la mujer se probó un arnés con un accesorio que asusaba de grande.

Eso sí, la mujer dijo que si a su marido le dijera que iba a trabajar en un lugar así, el hombre le diría que cada uno por su lado. Mira tú, cuanto amor y tolerancia…