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Más metidas de mano en ‘Granjero Busca Esposa’

Vaya edición de los granjeros más malrollera. Incluso nuestro siempre cordial y juguetón Pedro se cogió un rebote de tres pares de narices. Y es que en estas granjas hay más celos que en una telenovela. En serio, es más fácil pasarlo bien en un interrogatorio de la inquisición siendo el interrogado, que buscando el amor en este programa (al menos en la edición de ayer…), vemos por qué.

Granjero: Julián. Chicas: Safita y Silvia.

Sorprendentemente, en una emisión marcada por el mal rollo, Julián y sus tigresas exóticas fueron de los más tranquilitos. Será porque ya lo dieron todo en ediciones anteriores…

Julián, ese hombre de mirada profunda y palabras más profundas aún, se llevó a sus chicas a hacer tirolina, yo creo que por ver si alguna se mataba y se quitaba un peso de encima, y casi lo consigue, porque Safita se dejó el pie como un kilo de carne picada. No es por nada, pero esta chica es una pupas.

Y para qué queremos más, Carabás. Julián le dijo que la curaba, Safita le dijo que no, y luego se enfadó porque no la había curado (no entraremos en la profunda discusión conceptual en la que entraron sobre si cortar la uña era ya curar o no…).

Julián y Silvia se van de cita, ay amigos, que está ocurriendo lo imposible: Julián se está enamorando de Silvia, alias Lascharlasquetedoyylasquetedaré.

«Cuando la veo siento mariposas en el estómago», dice Julián, que es un tío original con sus metáforas y para nada cursi. Lo que no dice es si las mariposas las siente porque se caga de miedo al verla o porque la quiere.

Por si fuera lo segundo, Silvia hace de cualquier momento una sesión de terapia psiquiátrica y aprovecha para psicoanalizar a Julián. Si yo fuera este hombre llevaría siempre encima mi diván. Y a eso, unido al hecho de que Julián habla como si le cobraran las palabras, para qué queremos más, salen unas conversaciones como para grabarlas y venderlas contra el insomnio.

A Safita le da otra vez un ataque de alergia. Es como Lisa Simpson en Cypress Creek, la maravillosa tierra de Hank Scorpio, donde todo le daba alergia.

Y como otra cosa no, pero solidarios tampoco son, se fueron a esquilar (esquilar, que no tiene tanto glamour como esquiar, pero sí es mucho más útil) sin Safita, que se quedó haciendo torrijas. Julián ya pasa de ella como de comer caca.

Safita llevó sus torrijas a la comida familiar y se ganó a la familia por el estómago, cosa que a Julián, que programa a programa está más ojeroso, no le vale.

El padre se arrancó a cantar, porque dicen que lo hace bien, pero, con todos mis respetos para el señor, que parecía muy majo, fue como si hubieran pisado a un gato. Eso sí, Silvia se enterneció, porque se lo dedicó a ella, y anda que no es sentida esta chica.

Granjero: Priscilio. Chicas: Inma y Silvia. Nueva chica: Elisa

El rey de los malos rollos, oiga.

Escena: Elisa canta muy bien, lo cual generó otro motivo para que las otras dos las odien. Y claro, a Inma y Silvia les falta tiempo para ponerla a parir porque no procede ponerse a cantar en una comida, pero Inma no duda en cantar y bailar en medio del restaurante. Atención a los sofás de la abuela que había en ese local, al fondo. A mi me parecieron de lo más práctico porque después de ponerte ciego a comer, nada como empoltronarte en un sofá.   

Las dos se pusieron en plan macarra y se pusieron a hablar al pobre Priscilio del poliamor, tríos y cuartetos, o sea. Para mi que tenían tanto miedo de Elisa que las jodías están ya haciendo ofertas. Dos por una, oiga.

Priscilio, que sabe montar un ambiente romántico como Jack el Destripador una guardería, se lleva a las chicas de acampada e Inma y Silvia no dejan de quejarse que si hay muchos bichos. Inma, para contentar a Priscilio y hacerse con su amor no hace más que soltar piropos sobre el lugar, del tipo «prefiero comer donde los perros que aquí«.

Poco después se metieron los cuatro en la tienda de campaña, que es como agitar un cóctel de TNT y nitroglicerina. Y claro, explotó. Silvia e Inma salieron de la tienda todo ofuscadas porque según ellas Priscilio le había dado la mano a Elisa, lo que había provocado en el chaval cierta reacción fisiológica relacionada con el levantamiento de peso. Vamos, que dentro de la tienda de campaña había otra pequeña tienda de campaña.

Y como son dos chicas maduras se fueron a dormir al coche. Priscilio, que tiene más paciencia que el Santo Job, se fue al coche a hablar con Inma, cosa que ésta aprovechó para machacar al pobre Priscilio, para llamarle mosquita muerta, con cara de psicópata posesiva. «A lo mejor se lleva una sorpresa y elijo a otra», dice Priscilio, que no es nadie amenazando…

Y Priscilio rompió a llorar en su pequeña oficina. Yo también lo habría hecho, pero mucho antes. Me dieron ganas de coger el coche, llevarle un pañuelo y darle un abrazo el pobre, que estaba echo un lío y parafraseando a Alejandro Sanz, con «el corazón partío».

Silvia hace como que se va, pero al final, Priscilio le dice que se quede y decide quedarse. Inma, mientras, vagaba por el campo con cara de estreñimiento crónico, supongo que pensando en lo raro que es que no la elijan a ella, con lo dulce que es y lo poco que se cabrea…

Luego Priscilio se fue a hablar con Inma (a este chaval le dan el Nobel de la paz), que después de un diálogo de besugos se puso digna y dijo que ahora es ella la que le tiene que conocer más a él.

Escena: Priscilio se lleva a Silvia a solas de excursión, a una cueva donde se cría el champiñón. ¡¡Qué pedazo de truco!! Te llevas a la churri a una cueva de champiñones y ya tienes el tema introducido, quiero decir el tema de conversación jocoso, no el champiñon en sí.

Al final se ponen tontos y se besan. Ay. Que momento más emotivo, casi lloro, habría sido perfecto si Silvia no hubiera triturado el momento diciéndole a Prisci que no la cogiera de la cabeza. Era muy posible que Inma la despellejara. Y así fue: cuando llegó, Inma se puso histérica, diciendo que Priscilio está loco.

Y ¡¡Milagro! Inma se lo lleva para echarle la peta, pero se lleva el sorpresón, porque Priscilio saca el genio y la pone en su sitio, ante el asombro de la malrollera. Pero Inma no se va, por si «tiene una discusión con Silvia y se queda con Inma», eso es amor propio, y lo demás son tonterías.

Priscilio le cuenta también a Elisa lo de su beso con Silvia, que no se lo toma tampoco a bien, pero por lo menos reacciona con madurez (de momento).

Priscilio debe elegir para que una de las tres se largue (se acabaron los cinco días con tres chicas) y elige a Elisa, que le dice que debe pedirle perdón, porque al parecer Priscilio le metió mano y le dijo que estaba a gusto con ella y que necesitaba cariño… Priscilio niega la mayor. Elisa insiste, y dice que le metió mano aunque ella no le dejó y que «estaba cachondísimo perdido». La verdad, no es propio de Priscilio.

Y le dice que se oriente, que va siendo hora, y que deje de buscar lo que no le gusta… Para mi que lo dijo con un doble sentido con bastante mala leche. Y al final dijo en el confe que es una polilla y que se vaya batiendo las alas como una mariposa… No voy a hacer comentarios, que cada uno saque sus conclusiones.

Las otras dos cuando se va, encantadoras con ella, que adiós cariño, después de haberle hecho la vida imposible. Inma cree la versión de Elisa, pero Silvia no.

Granjero: Pedro. Chicas: Amara y María.

¡Qué poco nos han puesto de Pedro!

El hombre de los refranes camperos se llevó a Amara a comer a un sitio romántico y le pareció que todo lo de la carta tenía nombres raros. En eso estoy con el granjero: no te cobran un riñón por el plato, sino por lo que se comieron la cabeza para ponerle nombre. Durante la comida, Pedro se pone en plan picantón y Amara entra al trapo. Uy, uy, uy…

«Aprovechame un poco y cómete hasta la cabeza», dice Pedro, que no especifica qué cabeza.

«Lo único que hacen es calentar el horno, pero luego no echan los bollos», dice Pedro. «Eso no se le hace a un ser vivo«, insiste el muchacho, que lleva tal calentón que podría cocinar él solo los bollos sólo con mirarlos.

Y es que claro, el tío quiere triunfar, pero se lleva a las chatis a una cama con la foto de los padres recién casados al lado y la virgen con el niño en la cabecera. Así no se puede.

Amara y Pedro parecen Heidi y Pedro crecidos, que han vendido la granja del Abuelo y se han mudado a un secarral, hartos de la dura vida alpina, ella con su pelo negro y su pajilla en la boca y él con su sombrerito y sus cabras.

Escena: Le dice a María: «Eres muy recia, el día que estás dulce da gusto, pero si no…» y María no se lo toma muy bien, por lo que se monta la bronca padre en medio de la pradera. Y Pedro, al que le hacen planos tipo El tío la Vara, se va por todo el campo rezongando y soltando improperios y diciendo que su hermana tuvo que arroparlo de lo triste que estaba por culpa de María y al final se monta en su burro y se va, dejando a María sola en medio del pastizal.

Pedro le dice a María que «tiene la habilidad de poner a la gente triste» y a la chica le afecta bastante y se pone a llorar. Debe ser que como María es también gente, se pone triste a sí misma.

Granjero: Sergio. Chicas: Marta, Alba. Nueva chica: Elena.

Qué mal me cae este chico, qué resentido es… El caso es que se fueron a la playa y claro, como Elena no quiso tema con el señorito, que se debe creer irresistible, ahora pasa de ella como de comer caca, y ha vuelto a la primera opción: Marta. Ya veremos cuando la chica vea los vídeos del intento de magreo.

Y claro, de repente, Sergio vuelve a ser hipersimpático con Marta, mira tú. Atención a la escena del agua con la manguera y a la cara de Elena cuando los ve desde el balcón tonteando… Si las miradas fueran un arma, la de Elena sería la Gran Berta.

Las muchachas se pusieron a tirarle piedras contra la ventana y el tío fue y les dijo que se la iban a romper, si es que es de un simpático…

Así que las chicas le sorprendieron en el jacuzzi, donde seguramente Sergio soñaba con ser con Jesús Gil, rodeado de chicas, pero no, lo que fue es un hueveado, ya que las chicas hicieron unas simpáticas prácticas de tiro con su granjero a base de huevazos.

Y entonces llegó la tragedia: Sergio se atrevió a darle un huevazo a Alba en su pelo… ¡¡En su pelo!! ¡¡En sus carísimas extensiones, con lo que le costó encontrar unas del color de su cabello!! Y Sergio tuvo que salir corriendo mientras le perseguía Alba jurando por su abuela «que está muerta».

Las tres se cabrearon porque se las llevó a una disco y las dejó más tiradas que un pañuelo usado, porque se puso a hablar con su ex y con mil colegas, sin presentarlas y dejándolas acodadas a la barra. La única que le pone en su sitio es Alba, que lo manda a la mierda sin problemas. ¡Ole por Alba!

Como le echan la bronca y él lo hace todo bien, por lo que no tienen razón, se pone a lo Cocodrilo Dundee y se va a dormir al suelo, en el salón, en un acto que no habría podido hacer mejor un niño de dos años emberrinchado. Marta, haciendo el idiota y rebajándose, a mi parecer, fue a preocuparse por él y el tío encima le dice que la deje en paz. Que subidito está este chaval

Él también debe elegir con quien se queda y dice que por Elena no siente nada. Claro, como no se dejó meter mano… El caso es que claro, echa a Elena, yo creo que para disgusto de Alba, que para mi que no le habría importado irse.

Granjero: Ramón. Chicas: Cheli y Mónica. Nueva chica: Floriance.

El gran Ramón, ese hombre al que cualquier mujer desearía poseer, se fue con Mónica a charlar para arreglar su bronca del otro día, pero empiezó mal el tío, diciendo «quiero que me digas qué te pasó el otro día», claro, porque toda la culpa fue de ella, por el amor de Dios, quién iba a pensar otra cosa… El tío no la deja hablar y no reconoce nada, según él es ella la que le ataca. Como al final no aclaran nada se enfadan otra vez.

«Yo me merecía una disculpa» dice el tipo. Y es que él cree que es un premiazo e iba en plan «te voy a dar la oportunidad de reconocer tu error, nena».

Se llevó a las otras dos, que le pasan todas las gracias estúpidas y saben apreciar a Ramoneitor, a una fiesta, dejando a Mónica castigada, aunque en realidad le estaba haciendo el regalo de su vida.

Cheli y Floriance están en pie de guerra, que si se ven sacan las garras, deseando sacarse los ojos. Y él, que es así de romántico, se las lleva alternativamente a las cuadras, a meterlas mano (o a intentarlo, ya saben, a catar la mercancía…). Que poca estima se tienen estas dos… Ramón debería ir a «Granjero elige carne en mercado de esclavas», donde podría mirarles la dentadura sin problemas.

El calavera, en plan Torrente, se las lleva de excursión dejando otra vez castigada a Mónica y cogiendo a sus chatis por el cuello.

¡¡Cheli dice que no se rinde!! Esta mujer debe estar desesperada, porque no veas que joyita se lleva. Es como emperrarse en luchar por que te coma el pie un cocodrilo, digno de masoquistas.

Ramón les pide el currículum amoroso. Probablemente él se refería a las posturas que saben hacer, aunque ellas le hablan de los novios que tuvieron.

Y cuando llega el momento del descarte, Ramón larga a Mónica sin dudarlo, pero el muy hipócrita dice que es porque es demasiado urbanita y que no se adapta en la vida en la granja, en lugar de decir que es la única que no le aguanta sus bromas de crápula.

Mónica da en el clavo: «como le he rechazado se ha cogido una rabieta».

Granjero: Antonio. Chicas: Guacimara y Raquel. Chica nueva: Cristina.

Antonio, otro tipo al que no soporto.

Guacimara y Raquel pasan de Antonio como Antonio pasa de ellas, que las deja solas y se va con la nueva a la playa. Ellas se van de compras, se hacen la comida… yo soy ellas y le desvalijo la casa, por listo.

Antonio es de un pegajoso y un meloso que asusta. Es como tragar un kilo de polvorones en el desierto. Se lleva a Cristina de cena y le dice otra vez que la quiere, y la mira con ojitos de cordero degollado, eso sí, como lo cortés no quita lo valiente, le dice que por la noche se va a meter en su habitación, y ella que nones.

Como la chica le cierra la puerta del hotel tras la cena, pues la llama por teléfono, en plan psicópata, y le dice que no se mueve de la puerta hasta que no le abra, y claro, Antonio pensaría que no, que cuando un hombre te llama por teléfono ansioso y te dice que le abras la puerta, que sólo quiere hablar, lo que haces es correr a abrir, pero la chica se agobia. Y yo creo que no llamó a la policía porque estaba comunicando con Antonio…

Cuando regresan a casa los otros dos les hacen la del hombre invisible. Lo que no se es que hacen ahí, nadie las obliga a quedarse con Antonio el ñoño.

El granjero trata a las otras dos como si fueran unas compañeras de piso, peor, porque ni siquiera les invita a su fiesta de cumpleaños, pero como el chaval tampoco es que sea un as de la ocultación, y el disimulo, le pillan porque llegan su primo y amigotes y se van de la lengua.

Y encima, el pavo se enfada porque no le felicitan el cumpleaños, cuando ellas le reprochan el no haberlas invitado. Sí, amigos, el mundo gira en torno a Antonio.

¡¡¡Por fin!!! Las dos se las piran de la granja, mientras en la fachada sigue colgando lánguidamente la pancarta de «Bienvenidas, granjeras».

El tío se desata en su fiesta de cumpleaños, donde se quita la camiseta y se pone en plan alma de la fiesta, gastando bromitas de esas que sólo le hacen gracia al simpático que las hace.

Llegan a casa él y la nueva y descubren que no hay nadie. El tío encima se sorprende. Para mi que la otra se acojona de estar sola con él… pero no, dice que se siente más tranquila y que Antonio le mola. Hay gente para todo.

 

Manoseo no deseado en una cama de ‘Granjero busca esposa’

Hola a todos: Esta semana se ha armado la de Dios es Cristo. No sólo por la llegada de nuevas chicas a las granjas, sino porque los nervios, incluidos los genitales, están a flor de piel. Vamos a verlo:

Granjero: Julián. Chicas: Safita y Silvia.

Silvia ataca de nuevo: se metió en la habitación de Julián para contarle un rollo surrealista de los suyos. Por la cara de Julián, le podría estar hablando de la teoría de cuerdas del universo y le parecería menos raro y más conveniente.

¡¡¡¡MALA, MENTIROSA!!!!

Silvia salió todo ofuscada (porque Julián no le dio la cancha que esperaba) y le dijo a Safita que llevan días juntos, que lo supiera (mentira cochina). Y claro, safita, que tiene más huevos que el caballo de espartero, se fue a la habitación a pedir explicaciones, y el pobre Julián ahí, metido en la cama, en pelotas y acojonado, le dijo sobre lo de estar con Silvia, «eso es mentira», pero claro, del acojone le tembló la voz y quedó poco convincente.

Y como el chaval no estaba ya a gusto como si estuviera en pleno tacto rectal, Silvia se metió de nuevo en la habitación y se armó la de Dios. El pobre hombre en la cama y las dos echándosele encima, cada una poniéndole más verde. Y digo yo, si iban a que él las conociera, A LAS DOS, ¿de que se extrañan? Golfo, puto mentiroso… fueron algunos de los amables calificativos que le dedicaron.

Al final, él, sin levantarse, que le estaban faltando al respeto. Este hombre se queda soltero. Seguro. Después de esto, antes se hace zoófilo antes que casarse con una tía.

Escena: Hablan las dos contrincantes. Hacen causa común para poner a parir a Julián. Que si está jugando con las dos. Finalmente, concluyen que Julián no les interesa… Y una mierda, lo que pasa es que las dos son unas soberbias y les jode no ser la elegida en exclusiva y con detrimento de la otra. A estas dos mujeres las echan a los leones y se enfadan si el bicho no se las come primero.

Sin embargo, por la mañana ninguna de las dos dudó en irse de excursión, porque claro, ninguna de las dos quiere dejarle a la otra el pavo en bandeja. Se fueron a visitar un glaciar, muy apropiado, porque el ambiente estaba gélido.

Y sigue el lío en la comida, y siguen comiéndole la cabeza al pobre Julián: Safita, que si la has besado, y él, que sí, pero que fue ella, y claro, Silvia con cara de haber sido apuñalada… Madre mía. Este tío se apunta antes a «Granjero busca picadura de escorpión en los huevos» antes que a otro programa como éste.

Y siiiiiiiiiiiiiiiiiigue el lío en la cena, esta vez «románica», con Safita. Hablan tranquilamente y con el pobre muchacho durmiéndose durante la cena. Para mi que Julián se había tomado un bote de barbitúricos y le estaba dando al vino, como método de salir del atolladero.

 Eso sí, el tío las tiene como reinas, porque se levanta a currar y ellas se quedan como reinas en casa.

Granjero: Priscilio. Chicas: Inma y Silvia. Nueva chica: Elisa

El muchacho llega de la cita hecho polvo y Silvia le recibe encantada de que haya ido mal (bueno, y dándose un baño nocturno en la piscina, con el amigo vampiro de Priscilio). Y están allí los tres, hablando de la cita cuando la otra aparece en medio de la noche, como una niña de la curva cabreada.

El resplandor fantasmal de la piscina no ayudaba a la conversación, y eso parecía Twin Peaks II. Priscilio se quedó muy triste tras la estúpida reacción de Inma, con la que se quedó charlando sobre el tema. Inma es bipolar. Después de la conversación de la piscina dice que está feliz.

Y entra la tercera grajera en discordia: Elisa, una dominicana de 19 años muy guapa, que dice «vengo a enamorar a mi hombre». Es la tercera finalista de la criba inicial.

Nada más verla dice Inma: «éramos pocos y parió la abuela». Las muy malas la reciben como la que recibe a un adversario en el ring. Yo cerraría la puerta por la noche si fuera Elisa. Es más, me haría un collar de ajos.

Las dos perversas (sobre todo Inma) deciden que ahora Elisa debe recuperar todo el trabajo que han hecho ellas, que friegue… Y se ponen a criticarla por todo, que no se crea que va a estar de señorita. Elisa acojonada, porque le chillan todo el rato. ¡¡Pero qué par de brujas, por el amor de Dios!!

¿Os acordáis de la escena de Indiana Jones en la que cae a un pozo y está lleno de serpientes? Así debía sentirse Elisa.

Por otra parte, Priscilio es un cándido. Bastante movida tenía con dos, como para tener un lío montado ahora con tres. Me cayó mucho mejor Elisa en cinco minutos que las otras dos en cuatro programas.

Y la muchacha, Elisa, que es bastante más madura que las otras dos, dio en el clavo sobre Inma: «Con la edad que tiene debería saberse comportar» e Inma, en plan niña celosa, que «no lo va a tener fácil». Van por mal camino, con un comportamiento así sólo demuestras ser una acomplejada con miedo.

Y se pasaron toda la cena riéndose de la pobre muchacha en su cara. A mi me hacen eso y se comen la cena, pero con el plato incluido y de postre, el hule con estampados.

Por la mañana, las hienajeras, mitad hienas, mitad granjeras, siguen descojonadas, riéndose de ella por su ropa (algo horterilla, eso sí) pero en su propia cara. No descarto que para superar el miedo a la nueva se hubieran comido un par de tripis. Cada una.

Priscilio se llevó a Elisa a dar una vuelta en el tractor y la chica dijo tras la intensa experiencia, sólo comparable a conducir un ferrari, que le gusta mucho el muchacho y que le brillan los ojos como a una loca. «Quiero que sea mío y ser yo suya», dice la muchacha, parafraseando a Rocío Durcal.

«Me ha sorprendido en el sentido de que es muy prudente, pensaba que era más alegre», dice Priscilio de ella. Creo que el tío se refiere al sentido bíblico de la palabra «alegre»…

Y atención al próximo programa porque viene fuerte, con Priscilo metiendo mano hasta en los cepos, amigos.

Granjero: Pedro. Chicas: Amara y María.

A Pedro no le han metido tercera chica, no sabemos si porque la susodicha no quiso ir o porque si le meten otra hembra el muchacho sale ardiendo del calentón.

Escena: Cena familiar en el garaje. Pedro se desata y se pone a cantar cancioncillas populares y picantonas. Le faltó la del viejo y la vieja que van para Albacete.

La adorable Amara está en la gloria, le mola el tema. Pero Pedro, que es «asín» de práctico siempre riega el romanticismo con algún consejo práctico: «Tengo papel higiénico, si alguna de las dos, por algún motivo, quiere jiñar…». ¿Por algún motivo? ¿Qué motivos hay para jiñar, excepto el querer jiñar?

 «Cuando el perro está asomando el hocico, hago un agujero en el suelo, cruzo la garrota, me siento encima y ya está». Señores, esto es un consejo de supervivencia y no las sandeces de «El último superviviente».

Escena: Los tres haciendo toalla patera en medio del campo y claro, demasiado roce para nuestro granjero: «como suba el hidráulico os lo echáis a suerte, a ver quién baja» y «casi me explota un huevo», dice, siempre sutil.

«María no sabe que le voy a dar un premio a la otra, porque si no, me arrancaría los ojos con una cuchara», dice Pedro de María, a la que le tiene un miedo que ni a Drácula con hambre.

«Amara me gusta por dentro. Físicamente no me atrae mucho, pero no lo veo un problema, porque no hay que mirar el exterior», dice el granjero filósofo, pero claro, luego se carga su propia teoría, diciendo que «María me atrae físicamente mucho más, cuando está suave». No sabemos a qué se refería con «suave».  Mejor no preguntar.

Se las lleva de cena y luego le dice a María que «está hormonalmente preparada», eso un granjero lo sabe, acostumbrado a detectar el celo de las cabras. «Necesito carnuza fresca» dice el jodío, que tiene una napia que es un detector de celo.

El jodío, después de ver a María vestida para matar, cambia de opinión y deja de ser una que protesta como «un marrano mal almorzado» a ser «la que le revoluciona las feromonas». Ja ja ja. Pobre muchacho, qué hambre debe pasar.

Y será porque quiera, porque tantas horas solo en la inmensidad solitaria de la pradera y las cabras contoneándose… Ejem.

Granjero: Sergio. Chicas: Marta, Alba. Nueva chica: Elena.

Cuando Sergio ve a Elena dice «¡Hostias!» y sale corriendo. «He venido con la idea de pasarlo bien y conquistarte», dice ella.

Sergio, muy modesto, dice «ahora os pegaréis las tres por mi», a este chaval se le está subiendo a la cabeza. De hecho, ahora me cae como el culo. Seguid leyendo, seguid…

Marta es otra que creía que lo tenía hecho, porque Alba había renunciado: «yo se lo que le gusta a él para desayunar… es ella la que lo tiene difícil», dice Martita al enterarse de la llegada de la nueva. Alba, aunque ni le va ni le viene, saca el orgullo y dice que Elena tiene cuerpo de hombre.

Curioso método para que la nueva no se ligue al granjero: le dicen que duerma con él en la cama… Ya de paso le podían haber dado un par de condones y un bote de lubricante.  

Atención al momento coche quinquillero con Los Chichos a todo meter en los altavoces maqueados.

Y llega la temida hora de ir a dormir y al final, la nueva duerme con Sergio. Y encima, las dos Albert Einstein van y se enfadan cuando fueron ellas las que, ante la falta de espacio, sugirieron que la nueva durmiera con el granjero. 

Y el tío intenta de todo, al loro con lo que se oía tras de la puerta, a la pobre muchacha diciendo que no, que lo deje, que ella no quiere eso, y él venga a intentarlo… ¡¡¡y por la mañana Sergio dice que fue ella la que le agarró!!! Madre del amor hermoso, no se puede ser más jeta ni más baboso (al final no hicieron nada).

La próxima vez que duerma con una pitón de doce metros, que ya verás como le abraza.

Granjero: Ramón. Chicas: Cheli y Mónica. Nueva chica: Floriance.

Este es sin duda, el granjero que peor me cae. Soberbio y egocéntrico, se cree de verdad que es un gran premio. Y amigos, tiene de premio lo que una cadena perpetua de regalo de navidad.  

Floriance se presenta sin previo aviso. Las otras dos chicas se lo toman a bien, al menos de fachada. Mónica seguro, porque estaba hasta los eggs de aguantar a Ramón, ahora, Cheli…

Pues Cheli se pone celosona, sacando las uñas y con el lomo erizado. Se las prometía muy felices con la «renuncia de Mónica», y ahora se ve como al principio, ella, que se quiere llevar como sea a Ramón (algo incomprensible, por otro lado…). «Estoy dispuesta a apretar el acelerador», asegura. Esta se lo trinca y se queda preñada de gemelos en el próximo programa.

Y es que Cheli es otra de las que te levantas a mear por la noche y te la encuentras en el pasillo con un cuchillo en la mano y la mirada asesina.

Ramón, ese ejemplo de Landismo caduco, se lleva a las tres de cena romántica… que se tuerce: «Sabíais a lo que veníais, esto no es el Palacio de Buckingham, no se pasea en carroza», y a Mónica le toca los huevos y con razón y se pira de la cena entre sollozos.

Este tío es un crápula y un soberbio. Pero al final se larga Ramón, porque Mónica le echa huevos, regresa, y lo manda a paseo.

Floriance llega pisando fuerte y poniendo verde a Mónica, por ser una inmadura y diciendo que se pasó atacando a Ramón: pues te vas a llevar una joya muchacha, todo para ti, que te va a sentar mal.

Granjero: Antonio. Chicas: Guacimara y Raquel. Chica nueva: Cristina.

Se encuentra con Cristina en un parque (esta es la muchacha a la que besó en el primer programa). Ella le llama y él sale corriendo, con el teléfono en la oreja, que parecía una peli de secuestros.

Cuando por fin la encuentra, tras una carrera que habría acomplejado a Usain Bolt, le planta un beso en los morros, tipo roscachapa. Le faltó montarla allí mismo, en la postura de la vaca, para que fuera más rural.

Antonio le dice a la nueva que se iba a ir él a Pontevedra a verla. Típica escena, amigos, de vergüenza ajena: él no deja de besuquearla y va y le dice «te quiero, en serio». La chica tiene más cabeza y le dice «conóceme primero».

Y Antonio, que es un hombre constante y fiel se ofrece directamente a mandar al carajo a las o tras dos. Toma ya. Como el que manda a la chatarra un coche de segunda mano.

Finalmente, Antonio llega a la granja y reúne a las otras dos (sí, han pasado a ser «las otras») y les dice que les va a contar una cosa que no les había contado, las otras dos ponen cara de «a ver qué nos cuenta».

Les dice que está enamorado de Cristina y que ella está allí. Tachaaaaaaaan, segundos de tensión, de suspense…  y las dos se indignan, con razón. Guacimara empeñada en que se larga, más cabreada que una almorrana hinchada a tabasco, y Raquel, que de eso nada, que se quedan a disfrutar lo que les queda (y de paso a amargar a la nueva).

Raquel sale de la granja buscando a la nueva, que soy yo y me escondo bajo tierra, y se pone a reprocharle «las cosas que hizo», refiriéndose al beso. Pobre muchacha.

¿Por qué son todas tan machistas? En lugar de cabrearse con el programa por meter a otra, o con el granjero por aceptarla, todas la toman con la chica nueva, como si fueran unas advenedizas.

Raquel saca el carácter y se cabrea, «no me gusta que me tomen por tonta» y comienza el carrusel: inmaduro, mentiroso, cobarde, falso, niño… son algunos apelativos cariñosos que le dedican a Antonio.

Y él, que a las otras ya las ve como parte del mobiliario, se lleva a la recién llegada de cita romántica a casa de su primo, que parece su hermano mellizo. «Ésta no es como las otras, te has dado cuenta, no?», dice el muy asqueroso.

Las otras dos se van de juerga solas, cosa que me parece muy bien. «¿Y si nos los encontramos jadeando?» dice Raquel al regresar a la casa. Qué más quisiera Antonio.

Antonio, que es muy grande, pero muy cobarde, se va a decirle a Raquel que se lleva a la nueva a la playa, porque le da cosa decírselo a Guacimara. ¡¡Cobarde!! Y encima manda a las otras dos al mercadillo a comprar. Más o menos así: «Oye, que me voy a la playa con mi chati, vosotras iros a comprar al mercadillo, que no hay pan». Ja ja ja ja A mi me hace ese desprecio y lo vendo yo a él en el mercadillo, pero por partes.

Y ahí quedó la cosa, amigos, el próximo programa viene cargadito.

Sólo comentaros una cosa más, una cosilla que me hizo gracia. Justo después comenzó Cuarto Milenio, y estaba hablando Íker cuando pusieron un rótulo de «Tonterías las justas»… ¿Le estaban insinuando algo al capitán de la nave del misterio?

La verdad sobre Pedro, de ‘Granjero Busca Esposa’

Antes de nada, gracias a Carolina por la pista.

«Me querían hacer moderno, a estas alturas de la película«, decía hace poco Pedro, el granjero zamorano de Granjero Busca Esposa, ejemplo supremo de la sabiduría popular y buen hacer rural…

¡¡PERO NOS HA MENTIDO!!

Resulta que Pedro es un webmaster, casi un hacker me atrevería yo a decir, un Bill Gates cabrero, un mordedor de manzanas, un pingüino de estepas zamoranas.

¡Sí, amigos y amigas! Pedro tiene una página web hecha por él y un perfil en Caralibro, o sea, en Facebook (es por demostrar el mucho inglés que domino).

Eso sí, a pesar de dominar el arte de Internet como yo domino el de la tortilla de patata, Pedro ha mantenido su sabor rural en su acercamiento experto al mundo del ciberespacio: OJO: COMO MUCHOS DECÍS, PUEDE HABER VIRUS EN LA WEB, a mi no me ha dado problemas, pero ojo: Ruralcabras.

Su web te recibe con el siguiente texto: «HOLA SOY PEDRO GONZÁLEZ, BIENVENIDO A MI WEB RURAL». Web rural, qué concepto más paradójico y hermoso. Los grandes poetas cantarán sobre el tema.

El caso es que en el sitio, con un desarrollo que envidiaría cualquier diseñador, presenta opciones tan interesantes e innovadoras como información sobre el Burro zamorano (con un burrito en GIF que cocea y todo), una sección sobre cantares antiguos, refranero, todo sobre las cabras e incluso, una receta de jabón.

El libro de visitas está ya repleto de firmas de fans que están viendo el programa.

Eso sí, incluso el desarrollador más experto tiene pegas de vez en cuando, y en el libro de visitas, él mismo escribe: «Hola a todos repararé esta pagina, en cuanto me acuerde de la contraseña para entrar en ella, y va ha quedar cojonuda».

Pero no os creáis que ha sido Granjero Busca Esposa la que le ha catapultado al éxito de Internet, él ya había desarrollado antes labores de márketing, como refleja un comentario de su web: «Y otra cosa ya ves k sirvio de algo k te pasases una noche entera de fiestas repitiendo el nombre de la pagina».

Respecto a su perfil en Facebook he descubierto muchas cosas sumamente interesantes, que le van más al Pedro que hemos conocido en el programa, como que esté apuntado a un grupo que se llama «Nada mejor que rescatar un paluego a media tarde«, o que elija la Jota, el Flamenco o el Rondo entre sus músicas preferidas.

Tiene 277 amigos (y supongo que tendrá más) y sus pelis preferidas son El señor de los Anillos y Piratas del Caribe.

NOTA: En ningún caso me río de Pedro. Sólo comento con humor su web. Creo que es loable y desgraciadamente poco común que haya gente que defienda y promocione sus gustos e intereses, aun cuando estos no están en sintonía con el interés general.

Ole por Pedro y por su amor a su tierra y a sus costumbres.

Y bravo por Pocoyó.

Primer lote en el pajar en ‘Granjero Busca Esposa»

Ay, amigos, la pasión ha llegado a las granjas y no hablo de que nuestros amigos granjeros estén más calientes que el pecho de un herrero, no, sino de que uno de ellos ha pillado cacho, y por si fuera poco, en un pajar, lugar bucólico y tradicional donde los haya. Veamos toda la historia.

Granjero: Priscilio. Chicas: Inma y Silvia

Priscilio es el hombre torturado. Le han tocado dos chicas que se pasan el día de mal rollo.

Se llevó a Silvia a una cita romántica al campo y lo primero que le dice ella, para conquistarle, es que con él está fomentando el don de la paciencia y poco más o menos le insinúa que no se arrima: «parezco tu mejor amiga» dice, porque «que muy amigos» pero que no «se arrima». O sea, que si le saca un semáforo verde sustituyendo al hombrecillo andador por una mujer en posición de fornicio no de lo dice más claro.

Y encima Inma se tomó a cuerno quemado lo de la cita y que llegaran entrada la noche. «Me suda el chichi» lo que hayan hecho, dice, pero se la comen los celos, pensando en que «se han podido besar o cualquier cosa». Silvia se puso en plan niña chica y pasó de cenar, esperando a que vayan a buscarla. Le faltó lo de «ahora me enfado y no respiro». Priscilio flipaba, claro, porque llegaba de una cita en la que le pusieron a caldo y cuando llega, la otra también le pone a parir. El próximo programa de este chico va a ser «Granjero busca quedarse soltero».

«Veo guerra», dice Silvia, e Inma «ya empieza la verdadera convivencia en la granja». Estas se piensan que están en Gran Hermano. Para mi que miran al bueno de Priscilio y ven un maletín.

Perla: «Quien se pelea, se desea», dice Inma, que es otra amante de la sabiduría popular y los razonamientos de adulto. Al Qaeda y Estados Unidos se quieren mucho.

Silvia y Priscilio, como bien dice ella, parece que llevan treinta años casados. Hasta pelar patatas se convierte en una pelea, si llegan a hacer un soufflé acaban a cuchilladas. Y encima, Silvia cabreó otra vez, porque tardaban mucho en hacer la tortilla y mientras ella estaba limpiando. ¿Cómo no iban a tardar si discutían en cada patata?

Priscilio está pensando en apuntarse la próxima vez a «Granjero busca mascota muda».

El pobre chaval se las llevó a un campo de placas solares que tiene para limpiarlas. Ahí había más chismes que en la Estrella de la Muerte y el tío les saca unas fregonas y les dice que a limpiar. Muy tecnológico… Pero resultó que era una venganza, porque le encerraron en el gallinero. Joe, que tío, ¡qué venganza! ni Al Capone habría tramado algo tan cruel… Normalmente limpian las placas con alta tecnología, o sea, con un tractor.

Priscilo se llevó a Inma a cenar, para que no estuviera celosa, pero acabaron a tortas porque Priscilo le dijo que el beso que se dieron en la primera cita había sido idea de ella. Y Silvia, que es más susceptible que un bidón de nitroglicerina, se enfadó, porque la estaba poniendo de «guarra» y se piró del restaurante, dejando al granjero compuesto y sin chati. Eso sí, Priscilio sacó su carácter… pero era un carácter tan educadito que ni se notó.

Granjero: Julián. Chicas: Silvia y Safita.

Yo creo que estas dos deberían resolver el conflicto a cara o cruz o a diez pasos, porque vaya tela.

Safita se puso a darle un masaje a Julián y Silvia, para qué queremos más, que si su compañera es una guarra. Para mi que el tío está encantado de que sus granjeras se lleven a matar, porque redunda en su beneficio, más que nada, porque si una se pone calentona, la otra también, y eso parece ya una competición de Mama Chichos. Silvia acusa a Safita de usar lo de «tiran más dos tetas que dos carretas» y Safita a Silvia de arrimar el culo cuando se subieron al Quad.

Es bien cierto que Safita es un poco especialita, porque no le gusta nada, incluyendo el ir al río, y claro, Silvia ya tiene para montar el pollo una hora. Monólogo malrrollero interminable, y Julián mirando al infinito, quien sabe si pensando en los interminables días de invierno, sin poder salir de casa y con Silvia machacándole la cabeza.

Ya en la granja de las vacas Julián se puso a atar a Silvia. Lo hizo como de broma, pero yo no me fiaría. Una de dos, o tras atarla llamó a SEUR para que se la llevaran, o nos hacemos a la idea de lo que le gusta a este muchacho en la alcoba. Yo no descartaría un armario lleno de correas, pelotitas rojas y fustas.

De este trío lo único que nos ponen son las comidas, nos ponen digo que las sacan por la tele, no que nos exciten (aunque hay gente para todo).

Escena: Safita dice que tiene que ir al médico porque se la han comido viva las pulgas, y tienen que pincharla. ¡¡Qué mala es Silvia!! Aprovecha un aparte para decir que Safita no quiere ir al río porque le da corte, «como está toda llena de estrías…». Que suerte tiene esta mujer de que ya no exista la Inquisición, porque la habían quemado fijo, por bruja.

Silvia se hizo el culo vuelta y vuelta con el asiento del quad, que había estado al sol todo el día. Claro, es lo que es lo que tienen los pantalones cortos. Eso sí, al final se fueron al río, en plan bucólico… cosa que estropeó Silvia, aprovechando el tiempo poniendo verde a Safita, pero le salió el tiro por la culata, porque a Julián le parece feo que se meta con la otra.

«¿Yo te molo?», le dice Julián Silvia, así, a lo quinceañero y Silvia sale por la tangente, mientras fuma. Por cierto, tiene una hija.

¡¡¡¡CHAAAAAAN, CHAAAAAAN!!!!

Momento mal rollo pillada de cuernos (la RAE me haría ejecutar por esta frase… bueno, y por cualquiera).

Escena: De repente aparece Safita en el río y se los encuentra metidos en una caída de agua, frotándose como dos salmones en celo. Y la muchacha llegando del médico y sin llaves  para entrar en la casa.

Si las miradas mataran, Silvia estaría muerta.

Por la tarde se fueron Silvia y Julián a ver un partido del mundial, porque Safita estaba un poco adormilada del pinchazo (de Urbason, supongo) y encima un poco «desilusionada» porque Julián es «frío». Ja ja ja. Es que la tía pretendía que Julián fuera a verla y dejara a la mitad un partido de España del mundial.

Granjero: Sergio. Chicas: Alba y Marta.

 Alba se siente como una vela. Eso sí, una vela maquillada a lo reina del Bronx, no apta para iglesias.

Escena: La pobre Alba intentando dormir y los otros dos encima en la cama, creo que intentando asfixiarla pero de verdad. Total, hay mucha finca donde enterrarla y muchas vacas dispuestas a comer lo que sea. Alba se toma la broma/juego peor que si se le hubiera acabado el perfilador de ojos.

 Sergio fue a buscarlas a las seis de la mañana, e intentó levantar a Alba, pero le habría sido más fácil levantar a la momia de Lenin. Al final, se van a currar Marta y Sergio, Alba permaneció bajo el edredón, cual crisálida, solo que volvió a salir la procesionaria del pino, en lugar de la mariposa.

Así las cosas, Alba se refugió en el Tuenti (con su portátil, tía). Seguro que le estaba poniendo a sus colegas lo mal que lo está pasando, tías, que me hacen trabajar y no hay Bershka ni nada.

Sergio las llevó a la finca de sus padres, y por el camino, Alba se retocaba el maquillaje. Creo que esta chica se retoca el maquillaje entre mojón y mojón cuando está cagando. ¿Tan fea se verá?

Marta se acopló muy bien, charlando con la familia y mientras Alba pasaba el rato con cara de estar visitando un campo de refugiados en Bagdad.

Escena: Se van a un restaurante y les invitan a pasar la noche en una casa rural. Sergio intenta que monten un trío, pero Alba dice que quiere dormir sola. La última vez que a esta muchacha la vieron sonreír la mili se hacía con lanza.

Al final, Alba saca su carácter, porque dice que Sergio la imita la forma de hablar (cosa que es verdad), pero fastidia el reproche hablando en plan pijo/poligonero, como si tuviera una pera en la boca.

Marta dice que hay atracción física… y así es: al final se dan el lote en el pajar, un clásico granjeril. Y Marta, en plan erótico, le dice entre beso y beso que ha ordeñado a seis vacas ella sola, ¿estaba sugiriendo algo?

Si me tocan los euromillones me voy a comprar un pajar sólo para montármelo allí.

Granjero: Pedro. Chicas: Amara y María.

¡¡Un programa para Pedro él sólo ya!! Este chico debería ser el próximo Eleno Francis. Qué bueno sería poder llamarle y pedirle consejo, para que nos contestara con algún hermoso refrán .

Pero dejemos de soñar y vayamos con los hechos: En casa de Pedro hay pulgas. María cometió el error de reprochárselo y Pedro salió con que ella se pasa el día protestando: «parece un marrano mal almorzado«. Con semejantes sentencias no sé si comentar las andanzas de Pedro o limitare a transcribir sus frases…

El caso es que dijo que María saca lo peor de él y viendo lo que le hizo a la cabra, a mi eso me preocuparía.

Al pobre Pedro le picó una avispa en el dedo y las chicas corrieron a consolarle, pero él sólo necesitaba el consuelo de su propio pis. «Me acabo de mear en el dedo, así que si queréis…», ja ja ja ja. Este tío es un pozo de sabiduría: «Los remedios caseros son los primeros». ¡Pis para todos!

Las chicas disfrutan escandalizando a Pedro, así que se pusieron a hablar de hacer un trío, pero que se lo tienen que pensar, a lo que Pedro responde diciendo: «Llevo mucho tiempo en castidad, aguanto un poco más«. Y casi se atraganta con el café cuando María le dice que ella, virgen hasta el matrimonio.

«Esta mañana, en Toro, me sacaron de quicio las dos, iban por la calle haciendo el tonto y no me parecía ni medio normal», dijo el alegre pero formal pastorcillo de cabras, y añadió que «para estar de botellón con los amigotes, sí, pero durante el día, por la calle… y todavía querían que brincara yo también». ¡¡Malas pécoras, descarriadas!! ¡¡Cómo se les ocurre ir canturreando por la calle!!

Esas brujas impúdicas que tiene por candidatas se lo llevaron engañado de compras. «Prefiero tener almorranas que ir de compras con mujeres» dijo él, y ahí estoy con Pedro. «Rosa ni hablar», dijo ante una camiseta del color del chicle, ahí también estoy con él, porque todo el mundo sabe que el rosa es de mariquitas y de nenas.

¡¡¿Pero cuánto se han dejado en ropa?!! ¡¡Amara no dejaba de soltar billetes de 20 euros!! No sé si fueron a comprar al pueblo o a Beverly Hills.

«Me querían hacer moderno, a estas alturas de la película», dice el pobre muchacho, que debe estar ahorrando para comprarse una boina de roscachapa.

Ja ja ja ja, Pedro se pone en plan castigador, y les dice que como le echan la bronca ya no las va a conquistar (supongo que por conquistar entiende tomar al asalto), y que si surge, surge y las dos se cabrean y se dan una vuelta por el pueblo echando pestes. Al final, le reúnen para ponerle las pilas. Les falta ponerle un foco en la cara y echarle el humo a la jeta.

Al final, acaban peleándose entre ellas, porque Amara es más blandita y María quería darle caña. «María es una revolucionaria», dice Pedro.

Al final, el muchacho se enternece, y tras destripar a una mosca con el matamoscas encima de la mesa, les pide perdón. Aunque… a lo mejor se lo estaba pidiendo a la mosca, vete tú a saber.

Granjero: Antonio. Chicas: Raquel y Guacimara.

Raquel es tonta. Yo me había ido hacía días, porque Antonio la trata como a las hemorroides de Pedro, en silencio y mirándola con asco. Lo dicho, yo me había ido, pero a lo Lisbeth Salander, con la granja ardiendo tras de mi.

Al final, se sientan a hablar y Antonio le dice que «no se esfuerce tanto, que no tiene nada que hacer», así, sin anestesia, toma leche. Pero Raquel tiene más cuajo y más paciencia que la Madre Teresa de Calcuta y la Abeja Maya juntas, así que se lo toma a bien. 

De hecho, la pobre mujer sale por la tangente y se ofrece como Celestina y para darle consejos y que conquiste a Guacimara (cosa difícil, me temo). Antonio, después de haber dicho que Raquel era insoportable, ahora dice que es una «señora» por quitarse del medio.

El pueblo de Antonio parece el Consejo Superior de Deportes, porque se pasan la vida haciendo ejercicio: tras las olimpiadas rurales, liga de fútbol. Las chicas hacen el saque de honor en un partido de colegas. Iba a ir el Rey, pero al final se le pinchó una rueda y no pudo.

Ya en el establo, Antonio da tranquilizadores consejos: «Sólo os pido que miréis al culo de las vacas, para que cuando caguen, salir corriendo«. Eso, para no asustarlas y que les guste la tarea. Es como si vas el primer día a currar en la charcutería y te dicen «sólo te pido que cuando veas cómo las máquinas rebanan los dedos de tus compañeros salgas corriendo, para que la sangre y las vísceras no te salpiquen».

Para enternecer a su candidata (Raquel ahora es sólo apoyo moral), se las lleva a darle el biberón a los terneros, pero resulta que no es un trabajo tierno, porque se los ponen en un bebedero, en plan frío. Ay, si Heidi levantara la cabeza.

Granjero: Ramón. Chicas: Cheli y Mónica.

Ramón se quiere quedar con las dos, pero no para enamorarse, ni para casarse, sino para ahorrarse altas en la Seguridad Social.

 Yo no se qué le ve Cheli en este tío, pero le tira los trastos a muerte y enseña chicha siempre que puede, lo que resulta igual de efectivo que enseñarle a una piraña una pata de jamón, porque este granjero es de instintos básicos.

Escena: Momento sofá, con Ramoncito más pedo que Alfredo (ese tío debía ser abstemio, porque todo el mundo va siempre más pedo que él), en plan ultrababoso que si te arrimo, que si no te arrimo, ay, cordera. 

¿Os habéis fijado en que Ramón siempre lleva la misma camiseta naranja en los «confesionarios»? Lo mismo los hace siempre después de repartir las bombonas.

Es a este tío al que tenían que haber cogido y no a Escassi para un programa de solteros de oro, porque el tío se piensa que es un premio que ni los derechos de explotación de una mina del Potosí. Ejemplo: Las hace cocinar una tortilla de patatas a cada una para que la que la haga más rica se lleve una cita con él. Le faltó pedir que enviaran «cita Ramón al 5544».

Como es así de fino, al final cabreó a las dos, porque se metió con las dos tortillas y encima le dio un poco al perro.

Ramón pensó que se había apuntado a «Granjero busca convertirse en tratante de esclavos«, o a «Granjero busca la mejor manera de hacer una doma de hembra humana», porque las trata como al ganado.

Un clásico: clases de conducción de tractor. Cheli va la primera, sin incidentes, luego Mónica, sin incidentes, pero, ¿qué opinará la Guardia Civil del paseo por carretera con el tractor a toda leche y con Cheli subida en el capó al estilo de Los vigilantes de la huerta? Lo mismo usan las imágenes para la próxima campaña de la DGT.

«Yo pensé que las cabritas las tenía para hacer queso o algo productivo», dice Mónica cuando se entera de que los bichos de Ramón son para comer. ¿Qué puede haber más productivo que unas chuletitas de cordero?

Al final, en una de las cenas se monta: Ramón VS Mónica. Y Ramón, que es un hombre muy de razonar, escuchar argumentos y dar su brazo a torcer, les acaba diciendo a sus candidatas que las va a acabar considerando empleadas ¿acabar? ¡¡Pero si ya lo hace!!

Cuando se marcha, Cheli también le pone verde, pero en la discusión no dijo nada, la jodía…

En fin, amigos, así son las cosas y así se las he comentado.

Olimpiadas Rurales en Granjero Busca Esposa

Comienza el trabajo en las granjas. Las aspirantes a granjeras se han enfrentado por primera vez a tener mierda hasta los sobacos y a doblar el lomo como mujeres de bien. ¿El resultado? Dispar. Comentémoslo.

(Me vais a permitir que le dedique el post a Cifulena en particular y a vosotros, fieles seguidores, en general).

Granjero: Priscilio. Chicas: Inma y Silvia

Ante todo la higiene, aunque luego te vayas a llenar de caca hasta las trancas. Ese principio aplicó Priscilio, que hizo que sus granjeras se ducharan para ir a limpiar el gallinero. «¿Qué putada nos viene después?» Pregunta Imma, que piensa que está concursando en Quien dijo miedo o en el Juego de la Oca.

Eso sí, sabiendo de la fiereza que destila Priscilio, lo encerraron en el gallinero, qué osadas. Las amenazas de Prisci eran tan brutales que se le habrían caído las orejas al mismísimo Gengis Kan… Bueno, no, en realidad les pidió por favor que lo sacaran… eso sí, dijo que la venganza es un plato que se sirve frío.

Y para vengarse, las pone a cavar en un huerto que cabe en mi cajón de los calcetines. Y claro, en cuanto el muchacho se da la vuelta, para ir a vender unos corderos, ellas dejan el huerto de los clic de playmobil y se van a la trampa para moscas, digo a la piscina.

Cuando el bueno de Priscilio les dice a sus rudos clientes que mientras él curra ha dejado a las muchachas en la piscina, pues se ponen a darle consejos (más que nada porque para mi que los clientes iban a ver a las corderas, más que a los corderos… El caso es que ponen a decirle que no claudique: «Priscilio, es que tienes un hambre de mujer que lo aceptas todo».

Al final, Priscilio se lleva a los clientes crápulas a ver a las chicas, a las que encuentran en biquini, claro. Y el cliente va e intenta venderles a su hermano, que como bien dijo Inma, estaba más pasado que las cartucheras de la Duquesa de Alba. Que se apunte al programa, no te digo…

El del bar del pueblo de Priscilio es el alcalde, lo cual dice mucho de la localidad. Seguro que ahí el botellón está penado con cien latigazos. El caso es que Prisci se llevó a las chicas al bar del alcalde y los del pueblo se ponían a mirar por la ventana a las mozas, bueno, por la ventana, por la puerta, desde las mesas… Priscilio estaba todo cortado por la gente que les miraba, que si llega a ser más moreno se le podía confundir con Michelle Obama.

Al día siguiente se pusieron a hacer un trabajo de granja, granja: lavar el coche. Yo creo que hay granjeros que han visto mucho porno, y claro, la escena de las chicas lavando el coche mientras se magrean es un clásico… pero nada de nada, lavadita casta.

Y es que Inma y Silvia están picadas que no veas.

Granjero: Julián. Chicas: Silvia y Safita.

 Silvia odia a Safita. Si las miradas mataran, Safita estaría muerta y enterrada, exhumada, apuñalada e incinerada después. Y es que a Silvia todo lo que hace Safita le molesta, todo le parece un ataque hacia ella.

Lo peor de todo es que también le molesta todo lo que hace Julián. Es más, probablemente le molesta todo lo que hace el mismísimo Dios. Camino de vete tú a saber dónde pinchan una rueda, y como la cambia sólo Julián (no se si Silvia quería que el granjero sujetara la rueda mientras ella le daba vueltas al coche) considera que es «el macho alfa». 

Eso sí, no me extraña que rueda pinchara, porque iba más chupada que un pirulí. En ese caucho estaba liso cual culito de bebé.

 «Buen castigador para las mujeres que se dejan«, así define a Julián el del bar. Si el dueño de un bar te dice eso… Y todo el mundo sabe que los niños, los borrachos, los niños borrachos y los dueños de los bares siempre dicen la verdad.

Ya en la granja, Silvia se pone a currar como una loca, probablemente pensando que las pacas de paja que destripaba eran Safita, mientras Safita se da al amor corderil.

Silvia interpreta después las cosas a su manera:»si me acerco él (a Julián) se pone nervioso y me pone la cara pícara«. Y añade poco después, como quejándose:»me ha dado un beso muy casto», como es este Julián… A lo mejor Silvia pensaba que para despedirse de ella al subir al coche debió montarla a lo salvaje sobre el capó del coche.

Escena: Julián dice que está cansado, pero Safita dice que quiere salir a dar una vuelta y le dice que la acompaña. Silvia se apunta, claro, pero ya va cabreada, con cara de amargor y le dice a Safita que es «muy mandona».

La vuelta por el pueblo, con la iglesia en penumbra y las calles desiertas, era más fantasmagórica que una cena romántica con drácula y el hombre lobo cabreados.

A Safita le dan miedo los bichos, así que Silvia, que se arrima a las ovejas, gana puntos, lo que a Safita le sienta como si le hubieran regalado una caja de supositorios en su cumpleaños.

Julián y Safita se pusieron a bromear con cosas picantonas y Silvia por detrás amargadita, diciendo que lo que quiere la otra es protagonismo. Hija, si es que tú te pasas la vida amargada… «Me he sentado delante no por estar con Julián sino por jorobarla a ella», dice Silvia tras un trayecto en coche en el que demuestra que el odio es más fuerte que el amor.

«Probablemente me quede con las dos» dice Julián, que vive en la inopia y no sabe que la única cama en la que se puede meter a esas dos juntas en la camilla de un forense. Silvia se mete con Safita a sus espaldas, y la desprecia, llamándola camarera cuando se supone que es maître. Amiga Silvia, ser camarero/a, no es deshonroso. Como mucho es cansado.

Estas dos están a matar, yo lo resolvía como antaño, con una navaja de Albacete o un duelo a diez pasos con una de ojitos negros. Pero claro, como lo emite Cuatro… si lo echaran en Telecinco, ya se habrían batido en duelo.

Silvia se empeña en cocinar y luego se muerde las uñas porque mientras cocina, Safita le da palique a Julián y tontea con él. Silvia lo interpreta como si Safita hubiera estado zorreando.

«Si en este país importamos pelandruscas de todas las naciones es porque hay hombres que las mantienen«, dice Silvia, que es muy de conocer otras culturas y razas… pero por el National Geographic. Que cosa más fea.

Importamos pelandruscas porque si exportamos a Silvia, el país al que la mandáramos nos declaraba la guerra.  Julián está ciego: «Se reprochan cosas, pero como amigas».

Granjero: Sergio. Chicas: Alba y Marta.

El ternero de Sergio entró ayer en el Récord Guiness por echar el truño más largo del mundo.

A Alba le dan una horca para que le de paja a las vacas, e intenta dársela en la boca a la vaca, porque pensaba que era un tenedor… Seguro que cuando vio la pala apoyada en la entrada pensó que era la cucharilla del postre. Eso sí, es la única que trabaja, porque Marta se queda mirando.

«Qué dura que la tiene, qué calentita», dice Marta, que no estaba doblando una peli para adultos, sino hablando de ubres de vacas.

Alba se pasa la vida con la nariz tapada, porque claro, las vacas son muy desconsideradas y cagan donde quieren. «Esa vaca me está mirando mal», dice, puede que pensando que si llegan a estar en su polígono, se caga la vaca de los cojones.

Escena: Todos removiendo mierda con una pala y Alba que dice que ella fue a conocer a un «granjero sin mierda». Marta se pone a removerla y se encuentran gusanos. Al final, Alba remueve pero sacando su parte más choni y gritando «Sergioooooooooo mirameeeeeeeeeeee».

A Alba le da una gastroenteritis, que es una forma fina de decir que se cagaba la pata abajo. Mientras, Sergio comienza a estar perdidito por Marta, y cuando ella le hace gracietas se pone más rojo que las cerezas. Pero luego con el vinillo se pone cariñoso y baboso cual buitre discotequero.

Al día siguiente se las lleva a un mirador a tocarle el cuerno. No el suyo, uno de vaca. Alba se apoya en la barandilla con los morritos para fuera, como si estuvieran los fotógrafos del Interviú. Puede que lo estén dentro de poco.

Alba insiste con el tema de la caca y dice que al lado de su casa hay una granja de vacas y que no es así, insinuando que la granja de Sergio es una cerdada, y claro, el granjero se pica. La granja de al lado de Alba la regenta una tal Heidi, ayudada por Blancanieves y Cenicienta. Las cuentas las lleva Pulgarcito.

Alba se pone un pañuelo en el pelo a lo negro del Bronx y se queda mirando y pensando que es como un candelabro pero con la cara pintada. Ni siquiera saluda a Pedro porque como ha estado en la granja huele a caca.

Granjero: Pedro. Chicas: Amara y María.

Pedro es una caja de sorpresas y le cuenta a las chicas que fue a Londres, y que estuvo en «sitios de Westminster». Allí, su amigo y él, que podían haber rodado la segunda parte de Vente a Alemania Pepe, se encontraron con una canadiense «que estaba buenota, grandota, aparente

Y seguimos con los argumentos de Pedro para no lavarse los dientes: «después de cenar alguno se engancha con alguna el hocico y no veo que le pregunten por lo que ha cenado».

Ley universal: «Yo no he visto nunca al burro lavarse los dientes» o sea, lo que no haga el burro no lo hacemos nosotros.

Al final la convencen para que se los lave en desayuno y cena. «Como me entre un caries por su culpa… los dientes si no los tocas no necesitan cuidados», claro que sí, son como los cactus, que casi no hay que regarlos. Te vamos a hacer un cambio de look, le dicen las chicas y él responde: «sí, de look skywalker«.

Amara se quema con el sol, bueno, quemarse es decir poco… Amara se calcina con el sol y Sergio saca los remedios caseros, porque el aftersun es una palabra tabú en el pueblo. Y claro le pregunta con sorna a la muchacha «que si quiere vinagre de módena o balsámico». Y le echa el vinagre a palo seco, sin trapo ni nada… «ahora ya tienes olor, ahora ya maceras», dice Pedro.

A una, a la requemada, se la lleva al campo (no sabemos si para rematarla a base de cáncer de piel) y a la otra la deja con la abuela haciendo jabón. Planazo: «Ey tío, ¿nos vamos de fiesta a Ibiza? No, tronco, paso, que voy a hacer jabón».

Amara y Pedro conectan.

Pedro es un sabio, un Aristóteles, un Sócrates, un Fernando Esteso: «Si las divides, las manejas mejor» dice de las mujeres. »

Yo me veo de conquistador lo mismo que una patata», dice modesto el muchacho, cuando sabe que allá donde va las hembras le siguen. Sobre todo las hembras de cabra.

Granjero: Ramón. Chicas: Cheli y Mónica.

 El tío, cuando habla a la cámara parece inflao a Red Bull, bueno, o a vino peleón. A Mónica la acosa, no la deja ni a sol ni a sombra. 

El granjero se puso en plan Miguel de la Quadra-Salcedo y se las lleva a hacer la Ruta Quetzal por tolmedioelmonte. Todo para buscar un aljibe que probablemente ni le iba ni le venía.

Cheli está muy celosa. Pero mucho, y aprovecha que Ramón de las lleva a la piscina, probablemente para fichar chicha, y ataca en plan me rozo, ay que me ahogas.

Ramón tiene un estilo al tirarse de cabeza como un ariete asaltando la puerta de un castillo, que mala hostia oye, si es que se abrían las aguas antes de que llegara.

Este granjero parece que está entrenando a Roque IV, porque no pega palo al agua, pero las anima para currar que no veas.

Granjero: Antonio. Chicas: Raquel y Guacimara.

En el pueblo siguen con las Olimpiadas Rurales, que consisten en cargar cántaros de agua, ponérselos en la cabeza, hacer la carretilla… en fin, disciplinas olímpicas.

Antonio se empeña en Guacimara le de un beso al burro, lo mismo es que porque si le da un morreo al burro sabe que se lo da a él sin problemas. Eso sí, a mi no me tranquilizaría que mi granjero tenga esas aspiraciones zoofílicas…

El tío machistorro no le deja a Raquel conducir el tractor, cuando la mujer es conductora de autobús y aprovecha que se va la muchacha a por algo a la cocina para pedirle a Guacimara una cita y la chica que le apetece lo mismo que una siesta en una cama de faquir.

Y se la lleva de cita a un parque, en plan tirando la casa por la ventana, y la muchacha le dice que cada vez tienen menos cosas en común. El chaval de se lleva la bronca por ser de cromagnon y él todo arrepentido le dice que está a disgusto con Raquel y que habría preferido a la tercera candidata. O sea, que para conquistar a una mujer, le dices que te eligió mal a su contrincante.

Raquel casi echa la pota cuando entra en el establo. Guacimara ídem. Las explotaciones ganaderas no huelen a Channel nº 5, pero tampoco es para tanto…

Trauma: Imágenes impactantes a cámara lenta de Antonio zampando espaguetis. ¿Esto era necesario? Amigos montadores, ¿aportaba algo al relato? Ahora me da miedo salir a la calle.

Raquel llora como una magdalena porque se siente despreciada por Antonio. Y no me extraña, porque así es…

Y hasta aquí el resumen, amigos, la semana que viene más.

Granjeros que se portan mal con sus chicas en ‘Granjero Busca Esposa’

Hola a todos. Porque es preceptivo y porque me parto de risa, os dejo el resumen de la entrega de ayer de Granjero Busca Esposa, en la que las chicas elegidas por los granjeros han comenzado a vivir y a convivir en las granjas.

Como siempre, hay chicas que pensaban que una granja es un quirófano, por limpio y desinfectado, y granjeros que pensaban que en lugar de a la tele en busca del amor creen haber ido al INEM en busca de mano de obra.

Granjero: Priscilio. Chicas: Inma y Silvia.

A estas pobres muchachas las soltaron en medio de una plantación y se recorrieron un camino del que no salieron los niños del maíz de puro milagro. Fliparon con la chimenea de cáscara de almendra, que a mi me parece una idea estupenda.

Priscilio las llevó a sus habitaciones, que con el cristo colgado en el cabecero parecían las celdas de un convento. Eso sí, para dar un toque hogareño, el tío no se molesta en descolgar el calendario cochino de su habitación, con tías en pelotas, a lo taller de reparación.

¡Piscinaca! Bueno, o cementerio de insectos muertos… Este Priscilio es muy bruto y en lugar de colgar una tira pegajosa para cazar moscas ha puesto una piscina, que caben más. En ese charco se podía caminar sobre las aguas.

Les presentó a sus chicas a un amigo y a continuación dice que hay que tener cuidado con él porque «tiene las garras para coger a alguna».

A Inma no le gusta el olor de la naranja. ¿Naranja? Priscilio dijo que lo que le echaba de comer a las cabras mondas de naranja y se vio un revoltijo negro cual genitales de grillo, que según él eran restos de naranja.  Cualquier parecido con las naranjas era pura coincidencia. Inma, además, se sorprendió de que un criadero de cabras esté sucio y de que no haya «mistol».

Frases para el recuerdo de Inma: «Nos esperábamos al típico granjero, más cerrado«. Así, sin faltarle a nadie, esta mujer sí que sabe como caer bien a todo un gremio.»Esto no son gallos como los que salen en la tele, estos parecen que tienen un resfriado malo». Claro, que cabrones, cantando por la mañana.

Priscilo se tomó muy a mal las bromitas que le hicieron en la cena sobre salir del armario

Granjero: Julián. Chicas: Silvia y Safita.

Lo primero que hizo el granjero-alcalde fue presentar a sus chicas a la familia y a los vecinos… le faltaron los primos segundos y los antepasados del cementerio antiguo del pueblo.

Silvia, esa mujer equilibrada, se metió hasta la cocina nada más pisar la casa, literalmente y se puso a mirar lo que había en la nevera. Eso sí, luego se dieron un paseo por el pueblo en el que Julián no le hizo ni puñetero caso a Silvia, y ella empeñada que si quieres un chicle, que si quieres una rosa… Tampoco es que hiciera más caso a Safita, es que el tío pasaba bastante…

«Me mira y me tiemblan las rodillas» dice Silvia. «Enamorarme de sus miradas y de sus movimientos» es un riesgo, «porque también está conociendo a Safita» añade.

La rubia se enfurruñó porque quería salir a cenar y Safita se puso a hacer de cena una tortilla. La tensión se podía cortar y poco después llegó el drama.

Atención: Silvia se tumba en la cama, como una niña con una rabieta y empieza a decirle cosas raras a Julián cuando éste va a buscarla: «paso de ser perro faldero», «me miras y es como si fuera transparente«, «no tienes obligación de que yo esté aquí», «no tienes por qué darme conversación por obligación». El tío, con más paciencia que un santo, y ella que no razona, no quiere cenar y se emperra en que se acuesta.

Y a los cinco minutos le pregunta por la estación de tren más cercana y le dice que se pira, porque «quiere estar con gente que la vea».

Ahí Julián ya empezó a trabarse al hablar, yo creo que porque ya no sabía ni qué decir. Efectivamente, «esto me supera» dijo Julián. Safita, la avispilla, se quedó en el pasillo, poniendo la oreja. Ojo, yo habría hecho lo mismo.

Respecto a Silvia, ¿cómo te vas a liar con una mujer que en el minuto uno ya te está montando broncas por tonterías?

Eso sí la mujer va y se levanta por la mañana como unas castañuelas. Julián, que es fino como unas bragas de esparto dijo que no le gusta «la gente que necesita muchos cuidados» y que «le va la gente más recia»… bueno, pues que hubiera elegido a un sargento de La Legión.

Granjero: Sergio. Chicas: Alba y Marta.

Alba es como Paris Hilton, pero más pobre y más perdida que una patata en una ferretería.

De la casa de Sergio hay que prestar atención a las cortinas rococó de las habitaciones. 

Alba, esa niña viajada y leída, preguntó si se pueden tocar las vacas y se acojonó ante la aterradora y peligrosa posibilidad de acariciar a un ternerito.

«¿Qué son las ubres?», preguntó la muchacha. Sí, Alba, la leche viene de los bricks.

«A ver si me muerde, a ver si me va a quitar el pintauñas», dijo cuando el ternerito intentó chuparle la mano. Sí, amigos, los terneros son un peligro para las uñas, todo el mundo lo sabe, la OMS está trabajando en ello.

Marta llegó a la granja justo para ver cómo nacía un ternerillo, pero por sus comentarios y los de Alba, a las dos se les han quitado las ganas de tener hijos.

Estas chicas llegan exigiendo. Marta, además, es un poco prepotente, que si nos haces “pan tumaca”, que si el concepto de higiene en el campo es diferente… ¡Y todo porque Sergio tenía en la cocina el cubo de la ropa sucia! Cómo son estas chicas de detallistas.

«Nos levantamos a las seis, vale, pero tú qué das a cambio», dijo Marta, negociando con la hora de levantarse. Empezamos mal ¿de verdad quiere esta mujer trabajar y vivir en una granja?

Durante la cena, Alba sufrió un profundo trauma, porque se enteró de que el pollo que les habían servido lo habían matado poco antes. Eso, es, Alba, los pollos vienen del Kentuky Fried Chiken y nacen ya muertos y fritos.

En el tiempo en que Alba se pinta la cara, Picasso se hacía siete Guernicas.

Granjero: Pedro. Chicas: Amara y María.

El tío es un mini Julián Muñoz, con el pantalón por los sobacos y saliendo de misa. Y ojo a la camisa, inspirada en las blusas de las viudas de la España Profunda. Y claro, en el bar del pueblo presenta a  su madre a las chicas. La mujer es de las que parece mirar a las «novias» y piensa «me quieren robar a mi Pedro, perras».

«Tengo una casa humilde», dice el tío, no, humilde no, es de cuando Franco era corneta, con CD’s colgando del techo, para decorar. Como en un videoclip de Lady Gaga.

Y encima, mete a las dos en una cama de matrimonio y les deja un cajón libre, para las dos. Con un par, que se apañen. Y el aire acondicionado de los primeros que salieron, pero de verdad, o sea, lo probaron en esa casa y luego lo comercializaron.

«Como era el más mierdín de todos me hacían ahogadillas y no me gusta el agua» dice el chaval. Pedro es un tío de costumbres tradicionales, también en la música y asegura que no le gusta «la música de pringar, como el merengue, la salsa o el Regato».

Regla de oro para cualquier hombre: «si no le gustáis a la burra no me puedo casar con vosotras«. Y las chicas casi se cargan a la burra intentando subirse en ella y el pobre animal aguantando estoicamente.

«Con tanta teta estaban un poco más asustadas», dice Pedro de la visita a la sala de ordeño de la cabras. No, estaban asustadas de cómo les agarraba las tetas el tío, qué saña. Y encima, van y degüellan una cabra el primer día, así, para que sus chicas no piensen que es un psicópata ni nada. Eso sí, Pedrito dice que no le gusta la sangre, pero claro, que tiene que matarlas… a las cabras.

Ja ja ja ja «Esta mesa es mágica: yo me levanto y los platos al día siguiente ya no están«, este Pedro es un amante de las tareas domésticas. Eso sí, las chicas le ponen firme delante de la familia y al padre no le mola nada, menuda cara de cabreo llevaba.

Tremenda revelación: Pedro jamás se lava los dientes. Defiende que si no se lava los dientes tiene «paluegos», lo cual, a ojos vista, es una gran ventaja a la hora de tomarse un piscolabis entre horas.

Para desayunar, el tío les pone un pan bimbo caducado hace 20 días para desayunar. Joe, pensará el chaval ¿si las cabras no se quejan, porqué se quejan las chicas?

Luego, Pedro se las llevó al campo montando en burro y cantando jotas, en concreto una sobre un cura que montaba a la criada. Si Shakespeare le hubiera conocido habría inspirado a Romeo en él.

Este tío es mi nuevo héroe. «Me gusta el agua añeja» dice, porque revela a las chicas que deja el agua una semana en la cantimplora y como considera que se le quejan mucho por el tema de la higiene, añade: «a lo mejor las mando a paseo, como que no va a haber chicas marranotas por el mundo que me quieran a mi», ja ja ja ja ja. Eso mismo hemos pensado todos en alguna ocasión.

Granjero: Ramón. Chicas: Cheli y Mónica.

Ramón recibe con flores a sus chicas, pero ellas sospechan que fue una iniciativa de su madre. Mónica pensaba que iba a un hotel, y en su habitación, pobrecita, no había ni jabón, ni colonia… Por su parte, Cheli quedó encantada con su habitación a lo Isabel la Católica, con dosel en la cama. Faltaba Colón con un huevo en la mano.

Ramón no es un hombre de dilaciones, así que se las lleva a ver a los sementales lo primero de todo, que tío, qué sutil. Mónica es la típica a la que había que preguntarle qué se pensaba que hay en una granja, ¿bolsos de Gucci?

«No soy un sobón ni un pulpo, pero me gusta tener contacto con las personas» dice Ramón, casi mientras les da con la fusta en el culito y sube al caballo a Mónica, aprovechando para tocarle un poco el culo. Cheli está a pillar a muerte, todo es maravilloso.

Granjero: Antonio. Chicas: Raquel y Guacimara.

Montan la de dios en la finca para recibirlas. Como en los cumples de antaño, con sus globitos y sus pancartas y su confeti. Eso parecía la salida del Titanic.

Antonio se las lleva el primer día a las fiestas del pueblo, con Ginkana incluida. Raquel se hace todo el campo de fútbol haciendo la carretilla y luego dice que está operada de la espalda. Si su fisio lo llega a ver, se tira por la ventana.

Este Granjero es un John Goodman de la vida, pero con menos pelo y más antipático, a mi no me ha caído muy bien y se ha cargado su imagen de hombre bonachón.

El calentador no funcionaba, porque no tenía gas en la bombona, así que no había agua caliente.

Así que mientras él se va a por otra bombona, les dice que se pongan a arreglar sus habitaciones y que le hagan también la suya. Las chicas lo flipan porque, con razón, dicen que no quieren ser chachas.

«Intentaré convencerlas de que me hagan la cama, y si no, la haré yo, pero si ellas se portan mal yo me portaré mal«, dice Antonio. Eso se traduce en que se acaba el buen rollo y comienza a levantarlas a las seis de la mañana. Empezamos bien.

‘Granjero Busca Esposa’ y el amor rural

Hola a todos.

¡¡Ha vuelto Granjero busca esposa!!

Vamos a darnos al comentario puñetero del programa y sus protagonistas. A los granjeros y a las candidatas, las iremos conociendo sobre la marcha.

La cosa comenzó con el momento de las cartas llegando a los granjeros, esperándolas en casa como las esposas de los soldados en la guerra, sólo faltó que con los sobres les dieran una bandera.

No tuvo desperdicio tampoco el momento trashumancia de las mujeres en plan rebaño por el pueblo camino de la plaza mayor. Iban tan eufóricas que parecían más bien una horda al asalto del castillo. Ridley Scott les pone unos cascos y unas espadas y se monta una peli en un momento.

No me gustó la saña y la crueldad que había detrás del juego de los regalos. El caso es que cada muchacha debía hacer un regalo al su granjero, sin que él supiese de quién provenían. Luego, el zagal debía descartar un presente, y con él, a una chica, siempre sin saber a cual. Lo cierto es que la mitad de los regalos parecían recién comprados en los chinos, y la otra mitad era de esos que no sabes dónde poner (alguna excepción había).

Ramón pasó de un llavero. Sergio pasó de un libro «infantil». Priscilio rechazó el libro de Los pilares de la tierra (dice muy poco de él) y se queda con Bob Esponja (que oye, que mola, pero que no es Ken Follet). Pedro descartó una camiseta con un pollo estampado, lo último en moda. Antonio rechazó un toro de peluche, para mi que sacado de una tómbola y Julián descartó un reloj con el mismo gusto que una monda de patata.

Momento humillación: Delante de todas las compañeras llaman a las propietarias de los regalos descartados y les dicen que se van con Luján… y cuando ya se dan por elegidas, les dan el palo en el cogote: a la calle sin siquiera participar. Eso, ilusiónalas y luego las hundes en la misera. Las muchachas, hechas polvo.

Cuando a las demás les dicen que las de los regalos han pasado a mejor vida, todas hacen ¡ooooooh!, pero con cara de estar pensando: «una menos».

Como novedad, este año había un familiar que veía por un monitor las citas de los granjeros, para aconsejarles, como el que va a comprar un coche de segunda mano y se lleva al amigo mecánico o al veterinario para que le mire la dentadura a un caballo.

Las citas

Ja ja ja ja ja ja A Pedro, el pobre, a ese chaval cándido y dulce como un algodón de azúcar, le han puesto a las más chonis y más lanzadas (aunque las eligió él). Pedro dice que vio a las chicas alborotadas y diciendo su nombre y que se asustó un poco. Como un grano de maíz en un gallinero, por usar un símil granjero.

«Me gusta que el cuerpo vaya acorde con la delantera que tiene», dice. Y la madre diciendo «parece mucha mujer para él«. Es que Heidi parece mucha mujer para él, señora.

Anda que la rubia tiburón de Julián, diciéndole que si tiene los ojos oceánicos, que «te siento dentro cuando me miras»… madre mía. Así de rara salió la muchacha, llamando choni y macarra a su compañera marroquí. Y el tío, entre cita y cita, poniéndose ciego a cerezas.

Muy fuerte lo de Elisa, de 19 años y casi se tira en directo a Priscilio. Ni que decir tiene que se la queda entre las tres finalistas. Priscilio no eligió precisamente por la simpatía a las chicas, el muy picarón.

Y la loca de Antonio que en los primeros seis segundos ya habla de hijos y de que ellos van a estar juntos, que no mire más competencia… Yo soy él y no miro competencia, miro psiquiátricos.

Otra rubia loca, en esta ocasión, de Sergio: «No me gustan las personas negativas», madre, que mal fario, y se lo dice así, casi abroncándolo. Y luego una que le dice que no cocina porque cogió miedo en una ocasión en que se quemó una teta cocinando… ¿cómo cocina esa mujer? ¿No conoce los delantales? ¿La teta le quedó hecha o al punto?

Elecciones

Al final, cada granjero eligió a tres chicas, y de entre ellas, debieron elegir favorita, o sea, una que ya viaja fijo a la granja con ellos. Iban eligiendo y las otras dos no elegidas miraban a las afortunadas como a la peste. Algunas se ofrecían de chachas directamente: «te puedo cocinar, hacer las labores de la casa», «me gusta cuidar de mi hombre…», toma ya, haciéndose valer como mujeres, viva la igualdad.

Y ojo, porque las favoritas eligieron después a la otra chica que se iba con ellas a la granja, a intentar conquistar a sus machomanes granjeros. Tremendo ejercicio de estrategia. Pocas fueron las que no cogieron a la más fea, o a la más problemática, vamos, para quitarse de en medio competencia…

¿Cómo lo visteis? Ya os adelanto que este programa va a dar de sí.