El mar aterroriza a las tribus de ‘Perdidos en la Ciudad’

Lo cierto es que fue el mar porque les llevaron al mar, pero si les llegan a llevar a una tienda de peluches, se acojonan igual.

HIMBA

Y es que claro, cuando vienes de un poblado perdido en el corazón de Namibia y te meten en un autobús con las cortinas corridas y luego te vendan los ojos, la diferencia con un secuestro es pequeña y llegas a donde te lleven con la venda en los ojos y los huevos en la garganta.

El caso es que los himba que vieron el mar por primera vez en Perdidos en la ciudad reaccionaron de forma muy dispar.

Por un lado estuvieron los gemelos y Kambana, que se quedaron impresionados pero encantados, y por otro estuvieron las mujeres, que llegaron a decir que Montse «no es de fiar».

«No le perdonaré nunca que me haya traído aquí«, dijo Watumbikua. Mira, lo mismo que dije yo cuando me llevaron por primera vez a hacer la declaración de la Renta.

Mientras las mujeres se traumatizaban un rato, los gemelos se liaban a hostia limpia con Jose, haciendo el animal y revolcándose por la playa, mientras Kambana pasaba del tema y seguramente se preguntaba dónde estaría el chiringuito más cercano.

Después, los gemelos comenzaron a meter los pies en el agua, a lo paseante jubilado, ante el horror de las mujeres, que les regañaban y amenazaban con contárselo a su padre. O sea, que porque son muy oscuros y visten raro, que si no, podría ser una escena típica de una playa de Torrevieja. Les faltaba la neverita con la ensalada campera y las cocacolas.

Los gemelos, que son como los Indiana Jones de Namibia, no tardaron en despelotarse (con los calzoncillos, pillinas admiradoras de los morenazos) y lanzarse a nadar. Eso sí, a estilo perrito y con una profundidad estimada de unos 20 centímetros.

Las mujeres, claro, escandalizadas (aunque al final llegaron a meter los piececitos) y diciéndole a Kambana que les regañara. Pero claro, es que Kambana ya se estaba empelotando para hacer lo mismo…

Luego estuvo el paseo en barco. Watumbikua estaba más tensa que la cara de Nicole Kidman, pero como pasa con estas cosas, al final hasta disfrutó del paseo. Cosa que no pudo decir el capitán del barco, cuando la cabina se le llenó de himba curioseando.

Eso sí, lo que más impresionó a los varones himba fue la granja de vacas. Lo de la ordeñadora automática les dejó sin palabras: «así ordeñan los ricos, mientras se descansa«. Ahora, eso es una menudencia en comparación con la inseminación artificial.

Cuando vieron al granjero preñando a una vaca (de forma artificial, no carnal) dijeron que era un genio. Si llegan a saber lo que es un premio Nobel, le dan seis allí mismo.

Las mujeres himba no fliparon menos con la sesión de Tuppersex. Aquello parecía una plantación de nabos, con tanto pene de plástico. No estoy seguro de que fuera casualidad que después del tema del ordeño nos pusieran lo de los penes.

En fin, el caso es que las mujeres himba llegaron a decir que las españolas estaban obsesionadas con el sexo. Qué más quisiéramos, amigas africanas. Os dejo algunas frases para el recuerdo: «Voy a tener a mi marido dándole hasta que se le quite la barriga», «eso se mueve más que un hombre«, «puedes tener sexo sin aguantar a tu marido», «tenéis mucho vicio», «le voy a decir a mi marido que no le necesito» y ante un vibrador de los que crean afición, «parece una serpiente grande».

Por último, destacar el tono impertinente-odioso de uno de los gemelos canturreando «mi hermano es una nena, hace lo que le dice su mujer», porque su hermano estaba doblando ropa.

Y lo curioso de que a las himba no les de asco amasar mierda de vaca con ceniza pero que les de cosa limpiar un retrete que estaba como los chorros del oro…

MENTAWAI

Los mentawai son gente de bien, acogedores y simpáticos, pero como críticos gastronómicos son más sanguinarios que Jack el destripador. Hundieron en la miseria al pobre Luismi, diciendo que su pollo era malo como el veneno.

Eso sí, como cocineros no tienen precio. Salomo se puso a hacer un huevo frito con puntilla que daba gusto verlo. Eso no lo hace Arzak ni borracho.

En cuanto a gusto por la decoración, mucho no tienen. ¿Pues no se querían llevar a España el pollo hortera que bailaba y que vete tú a saber por qué tenía Luismi en casa.

Estoy con Lili. Cuando vio las torres Kio dijo que si no sería mejor hacer las casas rectas. ¡¡Claro, si es que estos arquitectos modernos nos la meten doblada!! No, es diseño, es diseño. ¡Y un huevo! Que no tenían plomada.

Eso sí, acabaron subiendo a lo alto. Una vez allí los comentarios fueron de lo más acertado: «desde aquí un jefe podría controlar todo el poblado«. Pues eso es lo que hacen, porque la torre es de un banco, y esos lo controlan todo…

Y llegó el momento para la reflexión. Salomo y Amandigei se dieron un paseo por la Gran Vía, uno de los lugares más caros de España. Allí, en medio del lujo, vieron a varios mendigos. Se volvieron a Luismi y le preguntaron: «¿Por qué dejáis que viva así?» y después, se hicieron más preguntas y reflexiones: «nadie hacía nada», «vive como si fuera un perro» y «con la de casas que tienen eso no debería ser así».

Todo fue cayó en saco roto. Nadie resolvió esas dudas.

En fin.

A los mentawais les pasó lo mismo que a mi, que cuando pasan por delante de una tienda de ropa con la música a tope piensan que están en una discoteca. Os juro que a mi a veces me han dado ganas de pedir una copa.

Y llegó el amor. Una reportera, casualmente de Cuatro, intentó entrevistarles acerca de la camiseta de la selección española, y Amandigei se puso a abrazarla como un loco. «Las tetas de aquí me tienen impresionado», dijo. Ah, amigo, yo llevo aquí desde que nací y me siguen impresionando.

Eso sí, el jodío no tuvo reparos en decírselo a Baidigei, su mujer y ésta se mostró de lo más comprensiva. Nada, lo probaré con mi chica: «hola cariño, que he estado magreando a una zagala por la calle, pero eh, de buen rollo».

No se les ocurrió otra cosa a Sonia y compañía que llevarse a la tribu a un bar de ambiente. De ambiente gay, digo. Casi me muero de la risa cuando un simpático señor le tocó el pelito a Salomo y este le dijo dos veces «no me vuelvas a tocar». El tono no ofrecía dudas.

Entonces apareció un drag queen a lo minimalista, vamos, que en Agosto en mi casa llevo yo más ropa que él. «Puede que sea de una tribu» y «me da miedo el hombre desnudo» fueron los comentarios de los zagales y zagalas de la tribu.

Su capacidad de asombro ganó varios puntos cuando vieron al susodicho chaval meterle la lengua hasta el apéndice a otro chaval.

Pero eso no les cortó el rollo y acabaron subidos en la barra, haciendo un remake de Bar Coyote a lo tribal.

A Lili y Baidigei las pusieron a patinar y a montar en bici. Pero no les pusieron protecciones, no, las vistieron de robocop con unos petos que les disparan con una pieza de a quince y no se inmutan.

Eso sí, casco no les pusieron, porque todo el mundo sabe que unas florecillas en el pelo protegen mucho más que cualquier casco. Bueno, lo sabe todo el mundo menos la Guardia Civil, que te coge con las flores y la moto y no hay quien les haga entrar en razón.

Por último, la clase de Kárate. Salomo y Amandigey resultaban igual de fieros que Hello Kitty el día de su cumpleaños.

4 comentarios

  1. Dice ser Alguien

    Jo Gus vaya horas nos traes hamijo!

    10 mayo 2011 | 00:17

  2. Dice ser Gatico Feroz

    Hola hamijo alguien, aunque creo que me piro ya!

    10 mayo 2011 | 00:19

  3. Dice ser marta

    me encantan los himba!!
    esta serie cada vez me gusta mas!
    me encanta como la comentas..ultimamente se te ve algo resentidillo con los de telecinco y no se libra nadie de los pirops que derrocha tu afilada pluma…mmm perdon tu…¿malvado teclado del portatil?
    sigue asi!!
    🙂

    10 mayo 2011 | 00:21

  4. Me gusta.Unico.Original.De quien es la idea,felicidades

    11 mayo 2011 | 18:13

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