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Vaquerizo, cariño, puedes decir que no… por ejemplo, al pueblo más divertido de España

El pueblo más divertido de España. Así se llama la nueva apuesta de La 1 para el prime time de los lunes. Es acojonante. La 1 tiene un problema de ludopatía grave. Porque vaya cagarruta de apuesta. Es como si se hubieran ido al hipódromo y hubieran apostado por un caballo de escayola.

Porque se supone que se busca divertir, pero yo lo veía y me estaban dando ganas de llorar. De repente me acordé de mi gatito Misifú, que murió al saltar por la terraza. Durante nuestra visita al Empire State Building. Cayó de pie, eso sí.

Yo veía aquello y me acordaba de todas las cosas tristes que me han pasado, incluido el día en que me pillé la picha con la cremallera. Y llevaba un mono de mecánico.

Por un momento pensé que Cuéntame no se había acabado y que de un momento a otro iban a abrir el plano e íbamos a ver a los Alcántara viendo este programa por la tele. Si las obviedades y lo repetido se pudieran comprar, habría una cadena de almacenes llamada El pueblo más divertido de España. Grandes rebajas.

La cosa va de personas de dos pueblos diferentes que voluntariamente (al menos eso dicen, yo enviaría observadores de la ONU por si acaso) van a la tele a hacer el canelo para demostrar lo divertido que es su pueblo.

Para juzgar las diferentes y trepidantes pruebas hay un jurado con Melani Olivares, Eduardo Gómez y Mario Vaquerizo, que están allí con cara de acusados oyendo una condena a perpetua.

El jurado de El pueblo más divertido de España, Aún felices, antes de que empezara el programa.

El jurado de El pueblo más divertido de España, Aún felices, antes de que empezara el programa, claro.

 

Especialmente fuera de lugar está Mario Vaquerizo, que ponía caras como de entrar en un ascensor para descubrir que tu vecino te ha dejado sus efluvios de regalo. Tenía un buen rollo como de estar haciendo la mili en África. Como de que tu suegra te cuente que se ha comprado un picardías y una oferta 2×1 en lubricante.

Pero eso le pasa por pesado. Alguien debería enseñar a este chico a decir que no. Es el facilón de la tele. Con tal de salir es capaz de aceptar una colaboración en Intereconomía. A veces pienso que es el modelo 2.0 de Jordi Hurtado y que hay más de uno, a lo terminator, pero buscando acabar con la humanidad por la vía del hartazgo.

El caso es que allí estaba con aspecto enfermizo, blanco y como desnutrido. ¿Qué? Ah, me informan que eso es normal, que los rayos UVA más que repelerle le huyen. El caso es que el jurado tiene que ir dando «felicianos» una especie de tantos representados por unos emoticonos con traumatismo craneoencefálico severo.

Y se consiguen en pruebas como adivinar el mote de gente del otro pueblo, una cosa muy de ponerte el corazón a mil. Los pilotos de Fórmula 1 cuando se retiran eligen entre la petanca y adivinar motes para seguir vibrando y sintiéndose vivos…

El caso es que más les vale dar con un pueblo en el que haya audímetros, porque de momento no lo ve ni el tonto del pueblo…