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Programa de reinserción para los concursantes de ‘Las joyas de la corona’

Las joyas de la corona ha terminado y ha ganado Azahara, lo cual no resulta muy novedoso, teniendo en cuenta que hace semanas que se filtró quién ganaría (el programa es en diferido).

Así que yo, que soy como Supermán y puedo ver más allá, me voy a centrar en el después, en el qué será de estas fieras domesticadas que son los concursantes.

Lo primero que hemos de analizar es la confianza que los mentores del programa tienen en sus concursantes. Cuando ganó los 20.000 euros del premio, Carmen Lomana no hacía más que repetirle a Azahara que no lo malgastara. Yo pensé que le iba a decir que no se lo gastara en vino, pero no.

«Aprovecha este premio y ten cabeza», «tienes una segunda oportunidad para ser mejor persona y madre«, «admínistralo y guárdalo para tu hija», fueron algunos de los consejos que le dedicó Lomana a Azahara. Vamos, lo que le dirías a alguien responsable que sabes que aprovechará el dinero. Sí, amigos, ese dinero que ha ganado por saber que el Papa vive en el Vaticano, que el primer apellido del Rey es Borbón y que Gallardón es el «alcalde de la Comunidad de Madrid».

Pero como les dije, amados lectores, quiero ir más allá: ahora que los alumnos tienen el mismo glamour que un cruce entre Marilin Monroe y un pitt bull, ¿qué van a hacer cuando lleguen a sus entornos? ¡Se los van a comer!

Por eso yo propongo para todos ellos un plan de reinserción chonicarra (choni con máster en macarrismo), para que puedan adaptarse de nuevo a la vida salvaje. Un plan de entrenamiento que les borre esos modales finos cual papel higiénico de lija que han adquirido

O sea, un nuevo reality en el que profesores de toda clase y condición les devuelvan a su estado natural. O eso o ponerles el Sálvame a lo Naranja Mecánica durante seis horas seguidas, que tiene el mismo efecto chonizador.

¿Se imaginan que a alguno de ellos les invitan a un botellón por la tarde en el parque y se presentan con un vestido de cóctel? ¡¡Les atracarían!! La manada ya no les reconocería y sería peligroso.

Y cómo van a comunicarse con sus antiguos amigos/as chonicarras en las discos si han aprendido un montón de palabras nuevas? Ahora mismo les es más fácil charlar con cualquier miembro de la RAE que con un chico/a de barrio cualquiera. ¡¡Y cómo van a adaptar el minué a los ritmos maquineros de esos lugares licenciosos!!

Ahora que además son grandes eruditos y saben de arte más que Miguel Ángel, ¿cómo van a apreciar los grafitis de las calles? Irán por el barrio colgando Picassos y Van Goghs y taparán algún tag y llegará la crew de turno y les dará la paliza de su vida, mientras ellos se defienden diciendo, «disculpe caballero, pero su pie está separando mis dientes de la mandíbula y es ligeramente desagradable, ¿es usted tan amable de no hacerlo?».

En conclusión, el programa Las joyas de la corona no ha creado sino excluidos sociales, que necesitan reinserción.

P.D.: Yo hubiera preferido que ganara Pepe.

Miedo en la casa de ‘Las joyas de la corona’

El ser humano sigue sorprendiéndome. ¿Por los avances en la medicina? ¿Por la exploración espacial? ¿Por desentrañar los misterios de la materia? ¡¡No!! Por lo tonto que puede llegar a ser.

Y es que Las joyas de la corona siempre consigue que mi creencia en la tontuna humana se acrecente y que el límite máximo, el récord establecido, se bata una y otra vez. Y no, no tiro piedras contra mi propio tejado, porque yo soy de Urano, por eso soy tan uraño, jajajaja. Perdón. Ya me fustigo yo solo por el chiste malo.

El caso es que ayer pudimos ver en ese programa de servicio público de Telecinco cómo las chicas, en medio de la noche, salían despavoridas por toda la casa porque oían voces y pensaban que había espíritus… Ay, señor.

Hijas de Dios, ¿cómo no va a haber voces en una casa en la que hay más gente currando que en las pirámides? Lo peor, es que el supuesto fantasma, un redactor, un cámara, un técnico de sonido… pensaría «lo que tengo que soportar para llevar los garbanzos a casa».

Dejando la anécdota a un lado hay que decir que la expulsada fue Lara. Os juro que a mi lo de la trampilla me sigue pareciendo denigrante, que lo que no se es como no han añadido una soga con un nudo de horca, para hacerlo más gracioso…

Pero no nos distraigamos. El caso es que se ha ido de la escuela una de las más chonis, lo cual no deja de ser una contradicción, porque los peores son los que más tiempo deberían quedarse.

Lo peor de todo no es que sus profesores quisieran que se fuera, es el concepto que deja entre sus compañeros: hicieron una prueba de empatía, en la que sus compañeros debían decir cómo pensaban que se comportaría Lara en determinadas situaciones. Por las respuestas, parecía que estuvieran hablando de Torrente.

Por ejemplo, piensan que si a la puerta de un supermercado Lara se encontrara con un inmigrante pidiendo no le daría dinero, por ser inmigrante y que le chocaría la mano y le diría que es su problema. Además, creen que si Lara se encontrara con una tortuga intentando darse la vuelta en medio del desierto la patearía o se reiría y no le daría la vuelta. La Madre Teresa de Calcuta, vamos.

Lara también tiene esa sensibilidad y prudencia que le hace hacer sentir mejor a los demás. Cuando comieron con Alaska (tú fíjate, toda la vida de rebelde y ahora glamourosa) le dijo que le encantaban sus colmillos afilados, y Alaska le dijo que a ella no, a lo que Lara, que ya se debía haber callado, añadió «¿pero te los hiciste porque quisiste, no?», «No, son así», respondió Alaska.

No quiero ni pensar en lo que pasará cuando Lara se encuentre con un jorobado: «Eh, que chepa más chula, dónde te la has hecho».

El caso es que Alaska dio en el clavo cuando les recriminó que no fueran más curiosos, que estudiar es una cosa y que otra es, que hoy en día, con los ordenadores e Internet, no tuvieran más curiosidad por saber del mundo que les rodea.

Pero amigos, tampoco quiero hacer leña de la Lara caída, porque lo cierto es que Gisele, que se enfrentaba a ella en el increíblemente difícil test final, sólo ganó por una pregunta (fallaron todas las demás) y fue gracias a reconocer a Joan Laporta.

La semana que viene es la final, ya sabéis, aunque se ha filtrado por Internet quién será el/la ganadora, que no citaré aquí por no reventaros la sorpresa y porque no se me aparezca por nombrarla.

Un profesor de ‘Las joyas’ le tira los tejos a las alumnas

 Vivir para ver… la tele. Y una vez vista, morirse de la vergüenza, ajena y casi propia.

Como llevo en el alma la responsabilidad de manteneros informados de cualquier cosa que ocurra en el siempre difícil mundo de los realities, y aunque no siempre (más que nada por salud mental) cumpla con esa responsabilidad, hoy sí, amigos de lo ajeno (de la vergüenza ajena, ya os digo) os contaré algunos pasajes de Las joyas de la corona.

Una de las cosas que más me llamaron la atención (y que una vez llamada hicieron que metiera la cabeza en el horno) fue el profesor de protocolo y oratoria, Liberto López, que se dedicó a tirarle los tejos a las alumnas, sí, a esas mismas a las que luego miran con desprecio porque son más de barrio que la Macu y la Lore.

A Azahara le dijo que tenía unos ojos preciosos, y se lo soltó a lo Bella Durmiente, arrodillado frente a ella y poniendo carita de galán…

Poco después, le dijo a Lara que tenía una sonrisa preciosa, lo que a ojos vista es una mentira, porque la muchacha va bien de piñata. Creo que fue también a Lara a la que le dijo que se tapara porque «se le veía todo». Bueno, ahí le disculpo, porque la muchacha estaba aireando el tanga.

El caso es que este hombre, que tiene toda la pinta de haber pasado y de pasar mucha hambre carnal y estar a dieta copulatoria, se ha aprovechado de que puede ver los vídeos de los alumnos, entre otros, una conversación medio en broma, medio en serio en la que las dos implicadas hablaban de lo atractivo que eran Liberto y sus finas palabras.

Sí, amigos, ese profesor de protocolo que se los lleva a tomar el té con pastas y luego se pasa la clase intentando despegar con la lengua un paluego de galleta de la muela.

Y claro, a Lomana, que ayer iba vestida como un cruce entre Lady Marmalade y una burbujita de Freixenet, le echó la bronca al profe galanátiro (mezcla de galán y sátiro) y le dijo que se abstuviera de decirles piropos a las chicas.

Para qué lo vamos a negar, la del profesor/a ha sido siempre una de las fantasías sexuales más recurrentes. Yo, y aquí os abro mi corazón he tenido más de una profesora con la que me habría gustado hacer un máster en relaciones y no precisamente internacionales.

Y «asín» están las cosas.

Por si a alguien le interesa, el expulsado fue Julián, que se fue al pozo por la técnica del suicidio analfabeto.

NOTA: Gracias por el apunte, Paco, se me cruzaron los dichos.