Ni libre ni ocupado Ni libre ni ocupado

Elegido Mejor Blog 2006.Ya lo dijo Descartes: ¡Taxi!, luego existo...

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Espero que nadie confunda mi taxi con una Falla

Camino del Aeropuerto:

– Pues… me voy a pasar unos días a Cancún, ya sabe: sol, mujeres ligeritas de ropa, coctails, playas paradisiacas… – me soltó el usuario (allá donde más duele).

– Suena bien… – dije enseñándole los dientes a través del espejo.

– Y usted se queda en Madrid, ¿verdad? – me preguntó con cierto regustillo cabroncete.

– Ehhh… no. ¡Me voy!. ¡Me voy hoy mismo a… las Fallas!. ¡A ver las Fallas! – improvisé (no te jode…).

Así que, por culpa de unos cuantos pecados capitales (ira, envidia, etc.) proyectados en aquel usuario, tiré de contactos y en apenas diez minutos conseguí una cabaña a pie de playa en uno de esos campings que violan y salpican, a partes iguales, la costa levantina.

Pasé por casa para arramplar con lo básico (un bañador estampado, un par de mudas, 10 bolis bic, un paquete de 500 folios, tres baterías extra para el ordenador portátil y mi patito de goma Made in Hong Kong) y pocos minutos después del mediodía (P.M) salí de estampida con mi taxi a cuestas y el depósito lleno hasta las trancas (y barrancas).

En apenas cuatro horas (sin paradas, respetando las normas) ya estaba merodeando por un precioso pueblo de la costa levantina. Estaban en Fiestes Falleras:

(Espero que nadie confunda mi taxi con una Falla):

Aprovecharé para desconectar del mundo por un número indeterminado de días (aún no lo he decidido; según la inspiración).

…y aparcaré mi taxi, bien a la vista, junto a la cabaña.

…y escribiré hasta que se me borren las huellas dactilares.

…y le pondré un Nick distinto a cada ola del mar (vuestros Nicks, por supueso).

… y comeré arroz avanda hasta que me salgan granos.

…y meditaré sobre lo humano, lo divino y lo taxístico.

…y me acordaré de nadie y os recordaré a todos.

…y apagaré el teléfono, y desconectaré mi sentido arácnido.

…y escribiré, y escribiré y escribiré hasta que al fin explote por sobredósis cada puta letra de la R.A.E.

Mea culpa

Entono el mea culpa:

Estudio las estadísticas de este blog y me doy cuenta que todo encaja (como un puzzle sideral): Cuanto más me curro un post, menos visitas tiene, y viceversa.

Mi círculo más cercano no hace más que repetirme que sea yo mismo, que me olvide de las estadísticas; que escribo mucho mejor cuando me desato, cuando paso de todo lo que me rodea. Y entonces, les hago caso, y escribo algo que me hace llorar, y lo cuelgo, y la cago (estadísticamente hablando, claro).

Por el contrario, cada vez que publico un post escabroso, de esos que levantan polémica, la curva de visitas aumenta cual erección equina (que no siempre corresponde con el número de comentarios), y lo peor de todo es que lo entiendo, os entiendo perfectamente.

El otro día mi buen amigo Rafa eZcritor se quejó de algo parecido. Ambos sabemos (él más que yo) lo que hay que escribir para que las visitas suban como la espuma. Si algún día escribiera un post con el título «Me he follado a una usuaria en el taxi», con una buena foto cárnica (a ser posible robada) ilustrando el fecunde (palabra inventada, no la busquen en la taxipedia), el pico de visitas se saldría de mi pantalla, del techo de mi taxi, y del techo del cielo hasta reventar alguna que otra nube. Sólo haría falta colgarlo en la portada de 20minutos.es (360.000 visitas diarias), y el resto vendría rodado.

Rafa, de vez en cuando, lo hace. Escribe lo que la gente espera de él, y le funciona, y yo me alegro (hay que reconocer que es un crack en lo suyo).

Pero yo, me niego.

Me niego a escribir en exclusiva para todos esos lectores potenciales. Me niego a ser predecible. Yo escribo porque necesito escribir tanto como mi taxi necesita su chute diario de Diesel (que ya está en 1,11€/litro, por cierto).

Y, pese a no ser Escolar.net, al menos cuento con unos comentaristas que, cada día, me siguen dejando con la boca abierta. ¿Qué más se puede pedir?

Crónica de un bostezo: Las dos Españas

Taxi en boca y cámara en mano me propuse desentrañar las razones ideológicas de actos tan opuestos como la concentración antifascista de este sábado y la fascista del domingo con la sana intención de tratar de comprender lo incomprensible. Buscando la parada de taxis más cercana cubrí sin miedo ni gloria las dos concentraciones «ultras» del pasado fin de semana.

Sábado 17, 16.30 horas

Parada de taxis: Calle Mayor.

FOTO. Punkis pidiéndole lumbre a un antidisturbios

En plena Puerta del Sol se reunieron entre 2000 (según los asistentes), 500 (según la Policía) y 3 (según Telemadrid) manifestantes de izquierdas en solidaridad con el joven antifascista asesinado días atrás en manos de un simpatizante de la extrema derecha. El ambiente me pareció cortante, de frías expectativas (demasiadas cámaras de televisión buscando posibles enfrentamientos con la policía, demasiados antidisturbios cacheando a los presentes).

FOTO. La pieza nº 4 de mi puzzle urbano atendiendo a los medios

Entre los congregados, pude distinguir desde jóvenes sanotes y personas de cierta edad ejerciendo su libre derecho a manifestarse pacíficamente hasta grupúsculos de tipejos bastante chungos, con la cara cubierta por pasamontañas y miradas amenazadoras (un par de ellos controlaron cada uno de mis movimientos, con el consiguiente acojone de quien suscribe), pasando por los porretas de turno.

Según sus gritos y los lemas de sus pancartas de solidaridad hacia el joven asesinado, creo que sobraron los «a por ellos, como en Paracuellos» (por despiadado), los «Carlos asesinado por defender a la clase obrera» (por inexacto y oportunista) y los «ninguna agresión sin respuesta» (por incitar a la violencia y al ‘ojo por ojo’). Por lo demás, todo correcto (por fortuna y pese a las espectativas de ciertas aves de presa del periodismo, no hubo incidente alguno)

FOTO. El inquietante mundo de las pancartas

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Domingo 18, 12 horas

Parada de taxis: Plaza de Opera

FOTO. Banderas caducadas

Como todos los años, un puñado de nostálgicos se congregaron en plena Plaza de Oriente para conmemorar la muerte del falangista Primo de Rivera. Entre los asistentes, numerosos ancianos de traje, corbata y diario El Mundo bajo el brazo, jóvenes cubiertos con banderas del águila, padres con sus hijos (pobres niños…), señoronas enjoyadas de abrigo de visón y un par de sacerdotes que entregaban panfletos propagandísticos a favor del régimen. En las calles colindantes a la plaza, varios puestos ambulantes vendían banderas, insignias y brazaletes franquistas así como libros de angelitos como José Antonio, Franco o el mismísimo Hitler (con títulos como ‘El orgullo de las SS’).

FOTO. Nieto de Blas Piñar (el abuelo a su derecha) con el brazo en alto

A destacar el discursito del nietísimo de Blas Piñar, tachando al Partido Popular de «traidor» por su rendición ante la Ley de la Memoria Histórica o asegurando que los suyos, los falangistas, están en el bando de Dios y de la Patria, así como la homilía del sacerdote que bendijo la ceremonia con un Padrenuestro refiriéndose al presidente Zapatero como «ese Masón de tercera rompepatrias y amigo de separatistas y comunistas». Su sentida intervención culminó al grito de «viva Cristo Rey».

FOTO. Sacerdote seleccionando almas

Conclusión simpulso: Más que sentir España, la bostezo.

Otra noche nilibreniocupada

Siempre he pensado que las estrellas son chinchetas que sostienen el poster de la noche sobre un techo pintado de azul cielo; que la luna es un puto agujero creciente (o menguante) del poster, un defecto de fábrica. Que en su margen izquierdo, si achinamos los ojos, podremos leer «made in China» y que los chinos son robots a medio cocer. Siempre he pensado que esa escena del primer hombre (en blanco y negro) plantando aquella bandera en la luna se grabó en Hollywood, en los mismos estudios donde grabaron Ciudadano Kane y, años más tarde, las voces en off de Traffic.

Siempre he pensado que, por la noche, todos los taxis son pardos, y todos los libres se ocupan de liberar cada hueco ocupado. Y que cada lágrima sabe a Absolut con hielo (y esencia de lima) y cada voz es el eco en el eco de tu eco.

Y la noche.

Y las farolas, al encenderse, se convierten en pezones. Y los yonkis, que arrastran sus pies (de bailarina rusa) sobre el asfalto húmedo, comienzan a oler a electricidad estática.

Y todo lo todo mientras conduzco mi taxi gracias a un par de aurículas y de ventrículos que bombean lo justo.

Satura

Circulo libre por la calle Velazquez sorteando coches llenitos de caballos y me salto un semáforo en verde y luego otro, y luego otro y otro y otro y al cuarto o quinto o sexto semáforo en verde alguien me levanta el brazo, alguien que no conozco, como siempre, y en lugar de frenar a su altura, acelero y continúo sorteando coches y saltándome semáforos en verde. Con un par…

Suena el teléfono. Cuelgo. Vuelve a sonar. Cuelgo: Soy libre. Me siento libre. Soy libre. Me acojona la libertad, pero soy libre. Soy tan libre que le enseño un dedo al sol y le pido a Dios que, por favor, baje el termostato unos cuantos grados. No me hace ni puto caso. Como siempre. Y no entiendo cómo la gente puede seguir creyendo en un Dios que nunca te hace ni puto caso. O puede que crean en un Dios sordo, lo cual me parece una gilipollez, creer y venerar a un Dios sordo, o ciego, o mudo, o ciego, o sordo, o incluso esquizofrénico…

Vuelve a sonar el teléfono, y en la pantalla aparece una secuencia de números interminable, como de centralita. Puede que me estén llamando de 20minutos, o de algún otro medio, como siempre, como en los últimos meses, como siempre. Y cuelgo. Vuelven a llamar. Cuelgo. Luego freno en el primer semáforo en rojo de la calle (soy libre pero no gilipollas) y miro a mi derecha; y miro a mi izquierda. Y el tipo del BMW 750 es igual que el tipo del Seat Ibiza añejo. Y yo soy igual que ellos. Nadie puede contradecir mi argumento: somos iguales. Los tres somos iguales. El del BMW, el del Seat y el taxista. Y no puedo evitar ponerme en su piel. Me pongo en la piel del tipo del BMW y en la piel del tipo del Seat Ibiza añejo. Me pongo en su piel, y acaricio su piel; lo mismo que haría cualquiera con los suficientes huevos para saltar las rejas de esos nuevos osos panda homosexuales. Y mientras me sumerjo en el maravilloso mundo del tacto imaginario comienzo a creer que un mundo mejor es posible. Un mundo sin moscas acampadas en el tripón de aquel niñito guineano que sale por la tele. Un mundo sin viejas hijasdeputa que ceden los millones de su herencia a su perro. Un mundo sin suicidas, sin Trankimazines, sin botox, sin biblias mal interpretadas, sin uñas, sin Lucías Etxebarrías, sin títulos nobiliarios. Un mundo sin idiomas. Un mundo sin intérpretes.

Entonces se cortocircuitan los libres y los ocupados de mi cabeza. Me saturo. Doble fila. Intermitentes. Freno de mano. Taxímetro apagado. Lo tengo claro: Te quiero. No te conozco, pero te quiero. No puedo vivir sin ti. No quiero vivir sin ti. Porque necesito hacer contigo todas esas tonterías que hacen las demás parejas

La metáfora

Todo sucede demasiado deprisa, como si mis huellas, tus huellas, o sus huellas fueran pegatinas de esas que regalan con los Phoskitos.

Y las prisas, como los taxis, te pueden llevar por caminos confusos, llenos de piedras y de charcos y de lunas reflejadas dentro de esos charcos; y de cráteres dentro de esas lunas, reflejadas dentro de esos charcos; y de androides haciendo el gilipollas, dentro de esos cráteres, dentro de esas lunas, reflejadas dentro de esos charcos.

Y esquivas, y esquivas, y esquivas… porque si circulas en línea recta podrían morir atropellados todos esos androides haciendo el gilipollas dentro de esos cráteres, dentro de esas lunas, reflejadas dentro de esos charcos.

Y si te preguntan, no tengas miedo en decir:

– Soy inmortal.

Porque eres inmortal, no estás muerto.

Yo también soy inmortal, ya ves… Y el día que deje de serlo, el día que deje de esquivar esos charcos que sostienen en lágrimas a todos los ciegos del mundo, me llamarán mentiroso, y me importará tres cojones.

ADVERTENCIA: Detectada una red de tipos interesados en subir a nuestras casas

Era viejito, de arrugas solapadas, curtidas, trabajadas:

– Parece que este mes de Agosto se ha marchado de vacaciones mucha menos gente que otros años, ¿verdad?. ¡Mire qué cantidad de coches! – me dijo mirando por la ventanilla como un chiquillo.

– No hay dinero, supongo… – dije.

– Eso mismo le ha pasado a mi hija. Se ha tenido que quedar en Madrid porque a unos tipos les interesaba subir a su casa.

– ¿Y qué tiene que ver eso con sus vacaciones?

– Yo tampoco lo entiendo, hijo… me habló de unos tipos interesados en subir…

– Lo siento, pero no lo pillo… – dije confuso.

– Los tipos esos… el caso es que este año tiene que pagarles más dinero que antes por su casa.

– ¿Se refiere a los tipos de interés?

– Sí, sí. Los tipos esos… también los llama Igor, o algo así. Un nombre muy raro…

– ¿EURIBOR?

– Puede ser, no sé… yo no entiendo de esas cosas. La verdad es que en un principio me asusté cuando me lo dijo: ¿Que unos tipos van a subir a tu casa y encima tienes que pagarles?. Pero luego me lo explicó todo y me quedé más tranquilo. Bueno; en realidad no me enteré muy bien de lo que me dijo, pero al menos supe que nadie subiría a su casa… hay mucho golfo por ahí suelto, ¿sabe?. Y mucho secuestro y mucha mala gente…

– No se preocupe. Nadie va a subir a su casa. Aunque no sé qué es peor, si el EURIBOR o cualquier golfo de esos…

– Mire: yo vivo en la misma casa desde hace 45 años. Vendí unas tierras en mi pueblo, en Extremadura, y con eso me vine para Madrid y compré la casa ahí, en Carabanchel. Yo no entiendo de bancos ni de intereses… esas cosas las lleva mi mujer, que para las cuentas es mucho más lista que yo… porque fue a la escuela, ¿sabe?. Y ahora mi hija lo está pasando mal. Es muy trabajadora, pero desde que se ha metido en el piso ese tiene que hacer horas extra en el supermercado donde trabaja para poder pagarlo y fíjese… ni siquiera se puede ir de vacaciones. Y más quisiera yo ayudarla, no se crea, pero… con la pensión que me queda…

Deseo simpulso: Larga vida a la ternura. Y que se mueran todos esos tipos interesados en subir a nuestras casas.

nilibre versus niocupado

He necesitado casi un año de blog y 450 kms mar adentro para entender el significado de ese nilibreniocupado que me persigue y me arrastra y me llora y me grita y me blasfema y me ocupa y me libera cada día, cada tarde, cada noche, cada tarde, cada día.

He necesitado apagar el taxímetro y acelerar todo lo acelerable en busca de un mar (cualquiera), violado por una playa (cualquiera), y arrancar de furia el freno de mano y salir del taxi y respirar agua pura.

He necesitado clavar el cartel de OCUPADO en la arena de esa playa (cualquiera) para que las olas cambiaran su rumbo:

He necesitado posar el cartel de LIBRE sobre ese mar (cualquiera) para demostrarme de una puta vez que no flota; que la libertad no flota:

Y las conclusiones de un nilibreniocupado se miden en gotas, en sueños, en cabreos con tu propia sombra mientras abrazas a la madre de todas las luces; en usuarios tristes y felices; en usuarias de carmín y de rulos; en disfrutar de todo porque no te casas con nada. Y en besar sin labios, y en mirar sin ojos, y en acariciar el brazo fantasma del mutilado en ese campo de batalla que es Madrid. En vivir dentro de un taxi, en entenderlo todo a través de un espejo retrovisor, en no salir nunca por miedo al frío (o al calor). Y en besar sin labios [bis].

Pregunta simpulso: ¿Qué significa nilibreniocupado?

Te doy mis años en blanco

Calle desierta. Mes de Julio, cuatro de la tarde y un sol que saca pecho por todo lo alto.

Bajo por Marcelo Usera con el taxi libre, la mirada libre y el alma nilibreniocupada, circulando despacio mientras suena en la radio el Voyage Voyage de mi pubertad: No sé si estoy llorando de nostalgia o sudando por los ojos. En fin…

Al desembocar en la Glorieta de Cádiz una mujer de cuarenta (mal vestida y peor peinada), con un par de maletas viejas a su vera levanta el brazo y lo agita hasta que me detengo a su altura.

Me bajo del taxi, abro el maletero y me encargo de las maletas mientras pienso para mis adentros:

– Me apuesto el brazo izquierdo a que me manda a la Estación de Atocha.

La mujer me saluda con la mirada gacha, los ojos por los suelos, rojos, hinchados. Al montarse me indica la calle Fortuny: Acabo de perder un brazo. Eso me pasa por apostar a lo tonto.

Tras atravesar Legazpi subimos por el Paseo de las Delicias en silencio. Ahora suena Barco a Venus, de Mecano. A través del espejo la mujer marca un número en su móvil y comienza a hablar:

– Mamá, soy yo… me he ido de casa… ¡por fin he tenido el valor suficiente!… lo he hecho… y ahí le he dejado, tumbado en el sofá, como siempre… ni siquiera se ha levantado para despedirse, ni me ha mirado, ni nada… se acabó, mamá… no aguantaba más, eso es todo… (…). Sólo me ha dicho que no me llevara el coche, que lo necesitaba para trabajar… (…) después de 22 años juntos, lo único que tiene que decirme es eso, que no me lleve el coche… – entonces rompe a llorar -.Desde los 17 años con él, mamá… ha sido mi primer y único amor… he crecido a su lado… y ahora… ya ves… se acabó. Le dije que habíamos perdido la pasión, que ya no hacíamos nada juntos… que cada tarde, al entrar en casa, no sentía nada… ¡llevo años sin ganas de entrar en casa!… y eso es muy triste, mamá… antes me sacaba a bailar, hace años, ya sabes… y salíamos a cenar de vez en cuando… (…) ¿Que si me ha levantado la mano?: no, mamá, no te preocupes por eso… al menos si me pegara, sabría que me quiere, que le importo… (…) ¿que no diga eso?… ¿y qué quieres que diga entonces?… he tirado a la basura los mejores años de mi vida… joder… pero bueno,… tendré que empezar de nuevo… con mi sueldo de mierda… (…) sí, mamá, voy para tu casa pero… no estaré mucho tiempo… no quiero molestar… en cuanto encuentre algún apartamento barato… dame unos días… (…). Mamá, estoy llegando. No hace falta que bajes para ayudarme con las maletas… llevo cuatro cosas… lo primero que he pillado… nos vemos ahora, mamá…

Al llegar busco un pañuelo de papel y se lo tiendo, sin decir nada, y me paga 8,35 €, y me bajo, y se baja, y abro el maletero, y la mujer me ayuda a sacar las maletas, a plantarlas sobre la acera, y esta calle también está solitaria, no se ve ni un alma, como si la humanidad se hubiera extinguido, y hace calor, mucho calor, y la mujer no me mira, y ahora se frota los ojos con mi pañuelo, y se queda quieta junto a un árbol raquítico, y se apoya, y el árbol se resiente, se balancea, y sin mediar palabra monto en el taxi y lo acelero todo, y me pierdo por la siguiente calle a la derecha. Ahora en la radio suena Devuélveme la vida, de Antonio Orozco…

La depresión no entiende de caricias

Me sobrecogió el testimonio de aquella mujer (treinta años, ojos verdes, un par de almohadas por labios, belleza clásica). Tras unas cuantas frases de ascensor y con la voz rota en mil salivas, inició su particular monólogo siguiendo el ritmo torpe de la calle Orense:

– Llevo siete meses de baja por depresión. En un principio pensé que me ayudaría tirarme una buena temporada sin trabajar, ya sabes… cambiar de aires, dedicarme a mis cosas… y pedí la baja en el bufete de abogados donde trabajo… porque soy abogada… con una importante bolsa de clientes… visto desde fuera se podría decir que lo tenía todo para ser feliz: una casa con jardín en Pozuelo, un BMW, dos perros, reconocimiento social… bueno, me fallaba lo de la pareja: nunca he tenido una pareja estable… supongo que soy muy celosa de mis cosas, muy maniática… el caso es que una mañana me desperté sin ganas de nada: tenía un juicio importante unas horas después, pero me encontraba tan apática que llamé a mi cliente para decirle que no podía ir; gastroenteritis, creo que le dije… luego desconecté el teléfono… nunca antes lo había hecho… me sentía saturada, agobiada, sin fuerzas siquiera para levantarme de la cama…

– ¿Demasiada presión en el trabajo? – pregunté.

– No lo sé… el caso es que un par de días después acudí a un psiquiatra amigo mío y después de contarle todo esto me dijo que había caído en una depresión. Así, sin más…

– ¿Sin motivo?

– Sin motivo. Ya te digo: llevo siete meses sin levantar cabeza, sin ganas de nada. Sólo salgo de casa un día a la semana para entregar en la oficina mis partes de baja, hacer la compra y todo eso… el resto del tiempo lo paso encerrada, sin teléfono, ni televisión, ni radio, ni nada… al principio me dio por limpiar la casa a fondo… tenía una asistenta que me hacía la casa, pero pensé que si me dedicaba yo personalmente, me sentiría más útil… no sé… supongo que eso tampoco funcionó.

– ¿Y su psiquiatra le ha dado alguna solución?

– Pastillas, ya ves… a estas alturas de la vida… pastillas para animarme, pastillas para la ansiedad, pastillas para dormir… en fin… déjame ahí, después del próximo semáforo…

La ansiedad y la depresión son enfermedades urbanas que se transmiten a través de los tubos de escape, de las horas punta, de los jefes con halitosis, de los amores imposibles, de los pelos como escarpias, de los botellones clandestinos, del cansancio, de las largas colas de «a pagar», de las colitas de «a devolver», de los seguros dentales con sarro, de la letra pequeña, de los mileuristas conduciendo coches de cienmileuristas, de la soledad, de la soledad, de la soledad…

…y lo peor de todo: ni la ansiedad ni mucho menos la depresión se pueden acariciar.