– EL TAXISTA GILIPOLLAS –
Cargué las maletas en mi taxi y después montaron Franco y Alba. No les vi siquiera despedirse de sus padres. Por el camino Alba me dijo que no sólo había discutido con ellos; también les había bloqueado las cuentas, despedido a las tres asistentas y cancelado el alquiler de la mansión. Y todo por culpa de la reacción de Helga cuando Alba les dijo que estaba embarazada de su hermanastro. Ahí supo que Helga nunca había querido a su padre, que sólo le importaba el dinero y que el hijo que esperaba de Franco sólo suponía para ella el aval perfecto para seguir viviendo del cuento durante el resto de su vida.
Por eso Alba le preguntó a su padre: «O Helga, o yo». Alba tenía previsto llevarle con ella y Franco a Nueva York, ciudad donde nunca le faltaría de nada. Sin embargo el señor Smith optó por Helga. Prefirió renunciar a su propia hija (y al dinero) y quedarse en Madrid con su esposa y empezar de cero. «Trabajaré en lo que sea para mantener a mi mujercita», añadió desafiante. Y ahí fue cuando la familia Gómez-Parker se rompió en dos.
Dejé a Alba y a Franco en el aeropuerto. Saqué las maletas y me despedí primero de Alba (con dos besos) y luego de Franco (le di un abrazo y él me correspondió con un besó en la boca; luego me tendió una flor de papel, como las que regalaba a su psiquiatra, su falso amor).
Luego regresé de nuevo a la mansión con la intención de cobrar lo mío y despedirme. Desde el segundo o tercer trayecto (que me pagaron en el momento) acordé con Helga apuntar cada importe de taxímetro con la intención de cobrarlo todo junto al final de la semana. Según mis cálculos, Helga tendría que pagarme 857,35€.
Pero al llegar y tocar el timbre, no me abrió nadie. Llamé al móvil de Helga y una voz metálica me dijo que el número marcado no existía (supuse que estaría a nombre de Alba y lo habría dado también de baja).
A la tarde volví a pasarme por la casa y en una de las puertas vi colgado un cartel de SE VENDE O ALQUILA con un número de teléfono. En ese número (era una inmobiliaria) me dijeron que no podían facilitarme ningún dato de los anteriores inquilinos y que ahí ya no vivía nadie.
Y de ahí fui directo a la comisaría de Alcobendas. Les conté lo ocurrido y presenté una denuncia contra Helga por el impago de 857,35€ en servicios de taxi. Al comprobar los datos en el ordenador el policía me dijo:
-Disculpe, caballero. No existe nadie que atienda al nombre de Helga Gómez-Parker.
Claro, pensé. Y así quedó todo.
– FIN –