Lo fácil, lo cómodo, es pensar que la vida es una mierda —y tú su víctima indefensa—, o que el conductor del Opel Corsa azul que acaba de meterse en tu carril obligándote a frenar y, por tanto, obligándote a salir de tu letargo, es lo que se dice un gilipollas. Lo fácil, lo cómodo, es bajar la ventanilla y llamarle subnormal en su conjunto; que por culpa de ese gesto exacto y desafortunado ha conseguido borrar de un plumazo todos sus logros, si acaso los tuvo, toda su historia. Lo cómodo es no imaginar que el conductor del Opel Corsa pudo ser el mismo que en su día investigara, tal vez, el remedio de esa rara enfermedad que salvó la vida de tu mejor amigo, o que aquel despiste casual de invadir tu carril —léase “tu” con soberbia posesiva— fuera consecuencia del cansancio por tener que cuidar día y noche a un padre senil en su lucha por no olvidar su nombre. Lo fácil, lo cómodo, es reducirle a la categoría de hijodeputa aunque su madre, no lo sabes, muriera al poco rato de parir, con ese hijodeputa entre sus brazos. Más exacto hubiera sido haberle dicho, qué sé yo, “No te prejuzgo; sólo acabas de equivocarte” pero lo fácil, lo cómodo es borrarle de un plumazo su verdad y ya de paso relevar toda la experiencia que le habita, sus cuarenta años de historia, a un subgrupo inferior al que crees que perteneces.
Lo fácil es creer que el mundo real gravita en torno a tus virtudes, y que todos los baches, las trabas, los despistes que te obligan a frenar o peor, a cambiar de rumbo, no son más que gérmenes molestos adheridos a esa mierda que es la vida. Lo difícil es abrir tu mente y hacerte cargo de ese bache, de esa traba, y escarbar en sus motivos. Lo difícil es tirar del hilo y concluir, que aquel del Opel Corsa azul o ese otro tipo que se queja y lo maldice todo desde el asiento trasero de tu taxi tal vez sólo tuvieron un mal día, y en el fondo, en el nudo inicial de esa madeja, están ahí sólo gracias al fruto de un amor sin concesiones; que nacieron y crecieron porque alguien quiso darles alimento y protección cuando aún no eran capaces de valerse por sí mismos, que alguien los cuidó o curó si bien cayeron enfermos, que alguien los ayudó a enfrentarse a la vida. Gracias, como digo, al amor. Lo difícil es, en fin, pensar, hacerse cargo, que el amor es y ha sido siempre el motor, el principio y el fin de todo.