– EL AMOR EN LOS TIEMPOS DE SKYPE –
No pude evitar sonreír cuando me enteré de quién era el padre del bebé que esperaba Alba. Fue la típica sonrisa que lanzas sin querer cuando todo te encaja de repente. Ahí comprendí que Franco, en realidad, no estaba enamorado de su psiquiatra, sino que fingía estarlo para desviar la atención y no levantar sospechas. Era consciente del revuelo que podría organizarse. Imagina que Helga y el señor Smith se enteran de que Franco mantiene desde hace años una relación con su propia hermanastra. Una hermanastra sin lazos sanguíneos, de acuerdo; pero hermanastra al fin y al cabo.
En cualquier caso, su historia me resultó insólita teniendo en cuenta que Franco consiguió enamorar a Alba, su hermanastra, sin emitir ni una sola palabra (os recuerdo que Franco dejó de hablar hace cinco años), y a 6.000 kilómetros de distancia. Ella en Nueva York y él en Madrid. Cuando Helga me dijo que Franco enamoró a Alba a través de Skype (videoconferencias), conociendo como llegué a conocer la cautivadora personalidad de Franco, imaginé mil escenas: Franco acariciando en la pantalla los píxeles de Alba, o ampliando su boca a máxima resolución, o desplegando todo su ingenio para que ella alcanzara a entender y compartir sus sentimientos. Imaginé a Franco dibujando símbolos en la misma pantalla sobre la cara de Alba, dibujando rayos de sol en sus pestañas, o dunas prolongando la silueta de sus labios, bajo la palmera de su nariz, y direccionando después su webcam a la pantalla para que ella se viera a sí misma, como formando un bucle, según la ve él: un sol que lo ilumina todo sobre un oasis que es su rostro en el desierto de la distancia. Y mientras, ella hablándole. Hablando a la imagen y al silencio de Franco.
A partir de ese enamoramiento, Alba comenzó a viajar con más frecuencia a Madrid. Y con sus visitas a la residencia familiar comenzaron también los contactos carnales. Y en el último de esos contactos, Alba se quedó embarazada. Y nadie supo nada hasta ahora.
El caso es que la desdicha que advertí en Alba cuando fui a recogerla al aeropuerto no era tal, sino un miedo atroz a la reacción de sus respectivos padres. Pensaba que los perdería para siempre, y en cierto modo así fue. La familia Gómez-Parker se rompió en dos pedazos no por la mala reacción de sus padres al enterarse de la noticia, sino al contrario. Se rompió porque Helga, para sorpresa de todos, reaccionó demasiado bien.
Mañana os cuento el porqué.
(Continuará…)