Resulta que ayer por la tarde me pagó una mujer la carrera del taxi con su tarjeta de crédito y al teclear yo el importe en el datáfono debí de confundirme, ya que acabé cobrando 4,50€ en lugar de los 45,00€ de la carrera (sí, fue una carrera larga: a Parla, nada menos). Caí en la cuenta demasiado tarde y claro, cuarenta euros son cuarenta euros, así que llamé al banco para preguntar cómo podría reclamar a la mujer la diferencia. Los del banco me dijeron que el cargo en cuestión correspondía a una VISA Corporativa, y me dieron un número de teléfono de la empresa a la cual pertenecía. Llamé a ese número, descolgó un tipo con voz de cazallero, le conté lo sucedido y me dijo que, por motivos de confidencialidad, no podía darme el contacto de la chica y tampoco pagarme la empresa como tal, ya que era un tema entre ella y yo. El caso es que insistí tantísimo, que al final el tipo me dio una solución.
La empresa a la cual había llamado resultó ser un emporio de webs porno. El tipo, muy amable, me pidió que describiera a la usuaria («cabello oscuro y liso con flequillo sesentero, calavera tatuada en el hombro izquierdo, enormes pechos») y al instante me dijo que, indudablemente, se trataba de Chonchi Glamour, una de sus «chicas webcam». Finalmente me aconsejó que accediera a la web y contratara un videochat con ella para hablar directamente de lo sucedido y llegar entre los dos a un acuerdo. De hecho, como acto de buena voluntad por su parte, me acabó regalando un pase Premium para acceder a la web sin coste alguno.
Así que nada más llegar a casa entré en la web porno, busqué y pinché en el videochat en directo de la tal Chonchi Glamour, me dispuse a hablar con ella, y cuando ya estábamos a punto de llegar a un acuerdo, entraste tú en el cuarto y te pusiste hecha una furia. Si me viste sin pantalones, amor, era sólo porque hacía un calor del carajo. Y el kleenex que encontraste a mi lado fue lo primero que encontré a mano: pensaba usarlo para anotar el número de la VISA de la chica y cobrar al fin esos cuarenta euros que, dicho sea de paso, ayudarían bastante a sostener nuestra precaria economía familiar. Amor.
Sólo espero que leas esto en casa de tu hermana, ya que has decidido no atender a mis llamadas ni a los Whatsapps.
Vuelve, pichurri. Te echo de menos.