-Mi padre murió el año pasado y con el dinero de la herencia me operé las tetas. No sé por qué te cuento esto; voy pelín borracha, pero me has parecido un tío majo y además eres joven y seguro que ya habrás escuchado de todo en el taxi. A lo que iba: mi padre murió en julio, arreglamos los papeles en septiembre, y en octubre me aumenté un par de tallas. Me lo gasté íntegro, los 4.215€. Es más, cuando fui a la clínica, le dije al cirujano que me quería poner tetas por valor de 4.215€; que cuántas tallas sería eso más o menos. Yo no tenía ni pajolera idea de lo que costaba la operación, pero me daba remordimiento de conciencia tener ese dinero ahí, pudriéndose en el banco: ese dinero olía a muerto, tú ya me entiendes. Al final me pusieron un par de implantes de silicona y la verdad es que me quedaron unas tetas de fábula. Estoy contenta con el resultado, de veras te lo digo, pero ahora que estamos en confianza te confieso que me acaba de pasar algo muy muy muy heavy. No sé… necesitaba contárselo a alguien y chico, me has venido a huevo. Puedo tutearte, ¿verdad?
-Por supuesto -dije yo a través del espejo del taxi.
-Bueno, pues el otro día, hace un par de días o tres, fui a un bar con una amiga, un afterwork de esos de gintonics pijus máximus, ya sabes, y en esto me doy cuenta de que al otro lado de la barra hay un hombre super apuesto (aunque algo mayor para mi gusto) que no para de mirarme no sé si a mí o a mis tetas. Se marcha mi amiga un momento al baño y va el hombre, se me acerca, se presenta muy educado él, y nos ponemos a hablar. La verdad es que el tío era, es, un embaucador. Tenía una labia increíble. Bueno, a lo que iba: Vuelve mi amiga del baño, se la presento, y bla, bla, bla, nos invita a otra ronda y al final nos acabamos dando el número de teléfono. El tío, encantador, me llama al día siguiente, y me insiste en quedar para cenar hoy mismo en un restaurante de la de Dios. Y entonces pensé, por qué no. Así que quedamos, cenamos, risas, vino, copas, y va después y me invita a su casa, y al final pasa lo que tenía que pasar. Me lleva al dormitorio, comenzamos, ya sabes, con los sobeteos, me quita el vestido, el sujetador, y justo cuando me está comiendo las tetas, con perdón, comienza a entrarme una paranoia de la leche. Ya te dije que era mayor, pero el caso es que así tan de cerca me dio por pensar que podría ser mi padre. No sé… se daba un aire,incluso tenía la misma cicatriz detrás del cuello, y más o menos tenía la misma edad que mi padre cuando murió. Pero con todo y con eso, me dejé hacer. Y me da mucha vergüenza decirte esto, pero en plena confusión te juro que nunca antes me habían echado semajante polvazo. Imagínate a un tío clavadito a mi padre comiéndome, con perdón, los pezones, y yo mientras imaginando que está intentando succionarme igual que un bebé, pero no la leche materna, sino la silicona que precisamente llevo gracias a la muerte de mi padre. Y ahora no sé si estaría bien volver a quedar con él. ¿tú qué crees?
-¿Yo? Creo sinceramente que necesito unas vacaciones.