Después de leer mi último relato en el programa Hablar por Hablar de la Cadena SER, salí de la radio en dirección al parking para coger mi taxi, y entonces alguien comenzó a seguirme. De hecho, la mujer en cuestión estaba esperándome apoyada justo en la pared contigua a la radio, y al verme salir, se incorporó y comenzó a caminar detrás de mí. Yo escuché sus tacones a mi espalda, y aceleré el paso hasta entrar deprisa por las escaleras de acceso al parking. Pagué el ticket, bajé otro tramo de escaleras, y ahí pude ver que la mujer ya no estaba. Luego salí del parking dirección Gran Vía con la idea de dar un par de vueltas en busca de clientes, o de historias. Pero justo al incorporarme a la calle me topé con esa misma mujer esperando en el borde de la acera. Y nada más ver mi taxi libre, alzó su brazo. Nervioso, paré a su lado y ella abrió la puerta trasera del taxi, como una usuaria más, y al tomar asiento me dijo:
-Gire por Gran Vía dirección Princesa.
Accioné el taxímetro y allá que fuimos, en completo silencio. Ella me miraba fijamente a través del espejo y yo desconocía su intención, así que, aprovechando un semáforo, me armé de valor y le dije:
-Sé que me has estado siguiendo. Dime quién eres. Dime qué quieres.
-Me llamo Esmeralda y llevo años leyendo y escuchando tus historias, me dijo. Tenía curiosidad por saber de qué modo me describirías si yo montara en tu taxi. Hace un rato escuché a Macarena Berlín anunciarte por la radio, así que vine con la esperanza de encontrarte. Espero que me entiendas y que aceptes mis disculpas. Estoy pasando por un mal momento; ando un tanto descolocada y necesitaba, no sé, leerme a través de tus palabras, o escucharme a través de una voz que no es la mía. O saber cómo soy desde otros ojos.
-Lo siento -dije. -No me gusta escribir condicionado. No puedo hacerlo.
Pero en esto se abrió el semáforo y el verde de la luz volvió verde su piel, y verdes sus labios como balsas varadas, y verde su nariz rompehielos, y pardos sus ojos por la suma del verde y el azul; un azul mar calmo aunque quebrado por un flequillo en forma de cascada. Y ese reflejo verde del semáforo en su rostro se me antojó de otro planeta, como si ella, la verde Esmeralda, estuviera de paso en este preciso mundo sin llegar a entenderlo del todo. La androide Esmeralda viajando por su universo y mientras yo, imaginando que mi taxi era un OVNI en misión especial por la Gran Vía.