La energía y el colesterol

Fernando Ferrando – Presidente de la Fundación Renovables

Contaminación
Si hay algo que en la actualidad forma parte de las preocupaciones cotidianas de nuestra salud es controlar los niveles de colesterol. Conforme la ciencia médica ha ido avanzando, la medición y la importancia del nivel de colesterol se ha ido disociando con la necesidad de minimizar el denominado colesterol malo (LDL) y maximizar el definido como bueno (HDL).

Quiero aclarar que ni me he equivocado de blog ni me he olvidado que mi experiencia y formación están relacionadas con la energía y no con la medicina. La razón de esta introducción está provocada por la similitud que existe entre la relación de la energía con el funcionamiento de la economía y el mantenimiento de unas condiciones de vida dignas y la del colesterol con el funcionamiento del cuerpo humano.

El exceso de consumo energético de un país por unidad de producto (intensidad energética) y la no disponibilidad de fuentes de energía propias introduce una componente de alto riesgo tanto en la competitividad como en la cobertura de las necesidades energéticas en condiciones saludables, exigiendo la adopción de medidas urgentes para paliar dicha anomalía.

España no es un país eficiente en materia energética ya que tenemos una intensidad energética por encima de la de nuestros vecinos si consideramos en la comparación la diferente estructura productiva de cada país y el peso que la industria tiene en la formación del PIB. De hecho, nuestra mejora en el índice de intensidad energética ha estado motivada más por el descenso del peso de la industria debido a la crisis que por las medidas adoptadas en materia de eficiencia.

Siguiendo con el símil del colesterol, en materia energética también podemos diferenciar por un lado las fuentes de energía de uso final nocivas para la salud, para la economía y para el medioambiente y que por tanto hay que minimizar como son los combustibles derivados del petróleo y el gas natural y por otro las fuentes que, por su carácter autóctono, renovable y de generación de empleo habría que maximizar, como es el caso de la electricidad. La electricidad es la energía final del futuro que deberíamos estar apoyando tanto por ser más eficiente como por sus emisiones cero en uso que, obviamente, deben ser correspondidas con sistemas de generación no contaminante.

Si analizamos la evolución energética en los últimos años podemos observar como el consumo de energía eléctrica se ha reducido: estamos al nivel del año 2005, por los efectos de la crisis económica y por el incremento continuo de los precios del kWh (70% en los últimos 10 años). Situación que ha empezado a cambiar el año pasado con un crecimiento del consumo del 0,7%, a pesar de que el PIB creció el 3%.

Si la comparación la hacemos con respecto a derivados del petróleo y al gas natural, combustibles que no disponemos y que además son los causantes principales junto con el carbón del cambio climático, podemos observar como su consumo se ha incrementado el año pasado por encima de un 5% y un 2% respectivamente. En los gráficos adjuntos se puede observar cómo en los últimos tres años, periodo en el que la economía española ha empezado a crecer, también lo ha hecho en mayor medida el consumo de combustibles.

Esta señal es preocupante principalmente porque refleja que, cuando nuestra economía, a pesar de la mejora de la eficiencia en los sistemas de transporte, se recupera antes el consumo de combustibles que la producción. No hay que olvidar que por cada 10$ que sube el barril de petróleo la balanza comercial española pierde 6.000 M€ anuales.

Evolución de la demanda de combustibles derivados del petróleo y del gas natural (CORES).

Está claro que, a pesar de la no disponibilidad de combustibles propios, España no cuenta con una política energética que permita reducir los consumos de fuentes de energía no sostenibles. Principalmente por la inacción política que ha permitido:

  • La reducción de precios de los combustibles al consumidor frente al incremento continuo del precio de la electricidad.
  • La inexistencia de medidas y de programas para sustituir el consumo de combustibles por electricidad.
  • El parón en el desarrollo de las energías renovables a pesar de ser más competitivas que el resto de fuentes.
  • La carencia de una política fiscal que grave aquellas prácticas no deseables y bonifique una apuesta por la eficiencia y la sostenibilidad.

El tratamiento del colesterol, dependiendo del nivel que se tenga, se realiza o bien mediante una dieta saludable o mediante la prescripción de fármacos que ayuden a reducir los niveles. En materia energética las prácticas las conocemos todos, pero es difícil establecer una solución cuando la dieta energética saludable, la electrificación de la demanda de energía, la apuesta por las renovables y la puesta en marcha de medidas correctoras depende de aquellos que están interesados en mantener los niveles de consumo para salvaguardar los beneficios económicos de un sector energético que piensa más en el presente que en el futuro.

 

3 comentarios · Escribe aquí tu comentario

  1. Dice ser infoshow

    La electricidad es la energía final del futuro

    el carbón no? Aún se huele por las calles.

    26 diciembre 2017 | 14:25

  2. Dice ser moviemiento doblemente beneficioso

    Poned un sistema de pedaleo bajo las mesas y y habrá energía para alimentar algunos aparatos.

    26 diciembre 2017 | 17:21

  3. Dice ser fer

    El comentarista infosou es el típico cuñado u opinador titulado, El clásico Dr. Liendre, que de todo opina y de nada entiende.

    Hace 20 años había gente con el colesterol alto. Palmaban a los 50 y pocos de infarto.

    Hoy con la comida que comemos hay MÁS.

    LA ELECTRICIDAD ES LA ENERGIA DEL FUTURO.

    Huele a carbón porque no todos tienen acceso, igual que no todos tienen acceso al carbón.
    Para la generación de electricidad, hay mil alternativas, algunas limpias y otras menos contaminantes (pero poco)

    26 diciembre 2017 | 18:09

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