Se nos ve el plumero Se nos ve el plumero

"La libertad produce monstruos, pero la falta de libertad produce infinitamente más monstruos"

Entradas etiquetadas como ‘jovellanos’

«El próximo parado… será un diputado»

Lo cantan a coro: «Y si es un senador… será mucho mejor». «Y si es la Cospedal… será fenomenal«. «¿Y si es Rajoy?… que sea para hoy».  Mientras la calle grita estos pareados, los anodinos diputados y senadores españoles, nombrados a dedo por sus partidos, y refrendados a ciegas por electores que no los conocemos ni de vista, no se enteran de que están a un paso del harakiri.

Presentación en Madrid el Manifiesto "Por una nueva ley de partidos"

Presentación en Madrid el Manifiesto «Por una nueva ley de partidos»

Ayer se presentó en Madrid «El Manifiesto por una nueva ley de partidos»El Pais de hoy titula así su información: «Un centenar de intelectuales proponen una reforma radical de la ley de partidos»

A primera vista, parece que se trata de un grupito de reformadores o soñadores de élite con más ingenuidad y buena fe que coraje.

Yo estuve allí, en una salita pequeña de la 5ª planta del Círculo de Bellas Artes. (Allí mismo nos reuníamos bajo la Dictadura, a escondidas claro, para arreglar España y parte del extranjero. Entonces, también nos llamaban ingenuos y miedosos.)

Por la ventana, a la misma hora, pudímos ver una manifestación por la calle Alcalá que se acercaba a la alcaldía.

Después de escuchar a los cuatro promotores (solo una mujer), y no sin cierta emoción, firmé el Manifiesto en www.porunanuevaleydepartidos.es. Las primeras 100 firmas (entre las que están Savater, Azúa, Alvarez Junco, Casajuana, Conthe, Cullel, Fidalgo, Garicano, Aristóbulo de Juan, Juliá, Molinas, Muñoz Molina, de la Nuez, Vargas Machuca, etc.) se habían convertido, en un par de horas, en siete mil. Casi seguro que pronto pasaremos del millón.

En este caso, el número de firmas carece de efectos legales. Solo cuenta para que los partidos políticos actuales tomen nota… y se asusten un poco.  La actual clase política está protegida por una ley orgánica anacrónica y viciada que impide ser reformada por la Iniciativa Legislativa Popular (ILP). Por tanto, aunque para la presentación del Manifiesto al Congreso no importa el número, creo que es bueno acompañar a los 100 con varios miles de firmas.

Recomiendo vivamente la lectura completa del Manifiesto de los dos folios. Pero, para convencernos de la urgencia y sentido democrático de esta reforma, basta con repasar estas

Siete propuestas

Las propuestas contenidas en el Manifiesto pueden resumirse en siete puntos.

1. Celebración de congresos cada dos años como mínimo y, en todo caso, a fecha fija.

2. Reunión de los órganos de control de las directivas y parlamentos internos a fecha fija, incluyendo en el orden del día la votación sobre la gestión de la directiva con voto secreto. Limitación del número de sus integrantes, entre los cuales no se contarán los de la directiva.

3. Composición de los congresos y de los órganos de control proporcionales al número de afiliados o de votos del partido en cada provincia o distrito. Limitación de mandatos al menos en los órganos de control.

4. Elección de los órganos ejecutivos, delegados a congresos y miembros de los órganos de control mediante voto secreto de los afiliados o delegados al congreso.

5. Elección de los candidatos a cargos representativos por elecciones primarias.

6. Mandato limitado de los tesoreros y encargados de las cuentas y elección de los interventores por parte de los distintos niveles del partido. Auditorías anuales por empresas independientes, previas a la presentación de las cuentas, que deberán ser aprobadas por los máximos órganos de dirección del partido.

7. Constitución de comisiones independientes para verificar los gastos de las campañas e inspecciones para verificar el cumplimiento de los límites de gasto electoral.

—-

La presentación del Manifiesto estuvo cargada de contención y prudencia.  No querían espantar a nadie. Y nadie osó hablar de ruptura. Solo de reforma. Pero se citaron nombres de reformadores muy potentes: Jovellanos, Joaquín Costa y Ortega y Gasset. Nada menos.

De pronto, me dió un ataque de nostalgia perniciosa (propia de abuelo cebolleta). Vi pasar por mi memoria un montón de manifiestos, impresos clandestinamente en la «vietnamita» que aún tengo en el sótano de mi casa, pidiendo democracia, derechos humanos, amnistía para los presos políticos, partidos políticos libres, etc., etc.

Con Franco no había libertad ni partidos. Por eso, dominando el arte del disimulo, florecieron multitud de cuasi partidos polítidos minúsculos y miniparlamentos: asociaciones de vecinos (como los ramilletes de barrio derivados hoy del 15-M), comunidades de cristianos de base, curas rojos, colegios profesionales, amigos de la Unesco, sindicatos ilegales de obreros y de estudiantes, células clandestinas embrionarias de los futuros partidos (hoy anquilosados), revistas, panfletos y multitud de asambleas y reuniones con vigilantes en la puerta para avisarnos por si venían «los grises» porra en mano.

En los últimos años de la Dictadura, toda aquella riquísima flora democrática que brotó en la catacumbas de la sociedad española se fue organizando en la Junta Democrática, en la Plataforma (luego fusionadas en la Plata-Junta) y en otras alianzas opositoras al régimen de Franco. Al final, las Cortes franquistas notaron la presión ciudadana en favor de la democracia y, por una mezcla de miedo y sentido común, favorecieron en harakiri (desde la Ley a la Ley) propuesto por Adolfo Suarez. Triunfó la reforma sobre la ruptura. Y no nos fue tan mal. Fue el arte de lo posible, gracias al espíritu de consenso que presidió la Transición de la Dictadura a la Democracia.

Los padres de la Constitución del 78 (y la mano izquierda de Alfonso Guerra y de Fernando Abril Martorell) optaron por una Ley de Partidos que, ante todo, garantizara la estabilidad. Hemos tenido estabilidad, quizás en demasía, y estamos pagando ahora un alto precio por ello. Como los políticos que están instalados en el sistema no parecen dispuestos al harakiri que supondría para ellos reformar la ley orgánica que les ampara («entre bueyes no hay cornás»), solo nos queda la presión de la sociedad civil para que espabilen y le vean las orejas al lobo.  De lo contrario, podríamos estar sembrando las bases de la ruptura que no se hizo al morir el dictador.

Este Manifiesto por una nueva ley de partidos es un primer grito para despertar a los diputados y senadores, a los líderes políticos, a los gobernantes. Cuanto mas fuerte sea el grito (con más y más firmas) mejor lo oirán los políticos que, por ahora, se hacen los sordos para no perder sus privilegios.

Los cuatro presentadores del Manifiesto dijeron que se trataba de un primer paso…

Les felicito por pasar de las palabras a los hechos.

¿Cual será el siguiente paso? ¿Tienen ya nombre para la nueva Plata-Junta, partido o partidos que ayuden a profundizar en muestra democracia?

Lo que no hay es vuelta atrás. «Los males de la democracia se curan con más democracia». Por eso, también me apunté a Foro + Democracia que proponen Jordi Sevilla y Josep Piqué. Algún día nos juntaremos todos (jóvenes y carrozas) con el 15-M.

La que se va armar aquí si la vieja clase política, tan desprestigiada y alejada de la sociedad, no se despierta y se regula por una nueva Ley de corte europeo…

—-

PS. Al salir del Círculo de Bellas Artes de Madrid, ayer a mediodia, pasé por Cibeles. Los manifestantes ya estaban apostados, con sus gritos y pancartas, en la puerta del  Ayuntamiento, bajo el despacho de la alcadesa Ana Botella (de Aznar).

Desde lejos, no supe distinguir por qué protestaban pero escuché un grito tan claro como ingenioso. Decían, a coro:

¡Esa Botella… al contenedor!

Pues eso.

—-

 

 

 

Los obispos vuelven a mear (con perdón) fuera del tiesto

Los obispos están, otra vez, crecidos, envalentonados y meando fuera del tiesto. La situación me parece gravísima para cualquier demócrata que se precie. La Iglesia vuelve a las andadas. Protesta contra la enseñanza de una asignatura obligatoria. acorde con la Constitución, que trata sobre los valores de tolerancia, libertad y convivencia en una socidedad democrática.

Unos recomiendan la «objeción de conciencia» contra la asignatura «Educación para la Ciudadanía» y otros hablan de darla «por imperativo legal«, fórmula utilizada por los batasunos para jurar sus cargos. Pero ninguno de ellos se digna rechazar el dinero que los colegios católicos concertados y la propia Iglesa Católica reciben – y no se por qué- del Estado aconfesional español, es decir, de los impuestos de todos los españoles.

Hasta ahora, el Gobierno de Zapatero se había mostrado asustadizo y temeroso ante cualquier resoplido de los monseñores. Y eso, me consta, le cuesta votos de muchos laicos honrados. Menos mal que la vicepresidenta María Teresa Fernández de la Vega salió ayer al rescate del presidente Zapatero (que parece alelado, un poco gaznápiro, en cuanto oye gritar pamplinas o amenazas a los obispos) y avisó a los purpurados (y a los colegios que chupan del bote del Estado) que quien no apruebe esta asignatura no tendrá título y «que vaya a los tribunales quien no esté de acuerdo con ella».

Por su parte, El Roto también le echó ayer una mano al Gobierno, y a los ciudadanos respetuosos con los valores democráticos, con un dibujo que supera a todos los editoriales que he leído hasta ahora sobre la materia.

Creo que la vicepresidenta aún se quedó corta. En mi opinión, le faltó decir, con toda claridad, lo que no deja de ser una verdad de Perogrullo:

Si algún colegio católico, musulmán, judío o busdista concertado no cumple la Ley, se le quita el dinero, que tan graciosamente le da el Estado, y sanseacabó.

¿Acaso puede el Estado dar dinero público a presuntos delincuentes que se saltan la Ley a la torera, por mucha sotana negra o morada o turbante o kepa que lleven?

¡Qué vigencia tiene aún nuestro Cervantes!:

«Con la Iglesia hemos topado, amigo Sancho…»

Soy respetuoso con todas las creencias religiosas, paracientíficas o mágicas que no hagan daño a terceros. Pero me preocupa -en realidad, me alarma- la caradura que muestran hoy algunos jerarcas de la Iglesia Catolica española, tan irreverentes con las creencias legítimas de los demás y tan bravucones y antidemócratas como para amenazar con incumplir las leyes vigentes, apobadas por los representantes de los españoles.

Tengo la impresión de que han perdido el apoyo de su Espiritu Santo o de que su mismísimo Diablo les tiene engañados. No puedo comprender a qué viene ahora sacar tanto pecho y poner a prueba la paciencia de un montruo histórico español -felizmente dormido- como es el anticlericalismo. Yo creo que estos purpurados no han leído la Constitución española o, peor aún, la Historia de España y, por eso, no saben donde se están metiendo.

Me consta que hay muchos católicos muy sensatos y respetuosos con la Democracia y creo que deberían recomendar prudencia y/o disimulo a ciertos obispos anclados aún en la España negra.

Me gustó también lo que dijo la vicepresidente de la Vega:

«… no se puede objetar contra la Educación para la Ciudadanía como no se puede objetar tampoco contra las Matemáticas»

Me recuerda, con tristeza, una frase de nuestro ilustrado padre Feijóo, a finales del XVIII. Algo así como:

«Las Matemáticas y la Física son extranjeras en España»

He ahí una de las causas del atraso científico y económico de España. Y temo que se repita aquella penosa experiencia, a manos de los mismos culpables. Si dejamos que la Iglesia aplique, contra la Ley, la objeción de conciencia para que sus clientes no cursen la «Educación para la Ciudadanía«, ¿cual será el siguiente paso de los voraces e insaciables obispos trabucaires?

Si tienen algún éxito, pueden objetar contra la Fisica y la Química o contra la Literatura

¿Acaso no van las ciencias experimentales contra las creencias religiosas que atribuyen a un dios (¿diseño inteligente?) la creación del primer hombre sobre la Tierra? ¿Acaso no contradice la ciencia moderna, desde Charles Darwin hasta hoy, las teorías mágicas del creacionismo divino de Adán y Eva o del mundo en seis días?

¿Quién, si no la Iglesia, frenaba o preseguía en España el estudio de las ciencias experimentales en el siglo de las luces?

En tiempos del padre Feijóo, el primer ministro ilustrado de Carlos III, el ilustre reformador Jovellanos, fue expulsado del Gobierno, perseguido por la ¿Santa? Inquisición y encerrado en un castillo de Menorca sin derecho a papel, tinta ni pluma. El papa Pío VI (¿a quizás Pío VII?) había pedido al rey Carlos III -otro cobardica- que se librara de esos hombres que (cito de memoria) «imbuidos de una falsa ciencia llevaban a la católica España por caminos de perdición«.

Aquel rey pusilánime cedió y entregó a la España negra a uno de los hombres más insignes de aquel siglo y con ello dió una señal para frenar el progreso, retrasar nuestra civilización y ampliar la brecha que nos separaba ya de la emergente Ilustración europea.

¿Se imaginan a los obispos más rebeldes predicando contra la inclusión de Miguel Hernández o de García Marquez en la asignatura de Literatura por sus tendencias comunistas o ateas o a Mario Vargas Llosa por su liberalismo?

Me echo a temblar al pensar que mis hijos o mis futuros nietos tuvieran que volver algún día, como yo hacía de joven a escondidas, a la trastienda de la librería Fuentetaja para comprar libros prohibidos por la Iglesia.

La situación es tan preocupante que me atrevo a a pedir al maestro Fernando Savater que vuelva a publicar, aunque sea a multicopista, sus certeros artículos en los que, con enorme clarividencia, separaba el delito del pecado. Por ejemplo: ser homosexual puede ser considerado pecado por la Iglesia católica pero, según nuestras leyes, no es un delito. Y nuestros hijos tienen el derecho y el deber de saber distinguir una cosa de la otra.

¡Basta ya, por favor, de tanto lavado de cerebro eclesiástico!.

Habemus libertas. Somos ciudadanos libres. Que cada uno elija libremente, y por supuesto fuera de la escuela pública, la religión que le plazca.