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Polanco gana una batalla después de muerto

Prisa compra el 16,79% de Sogecable a Telefónica y (al concluir la OPA) logra controlar el 95% del capital de la plataforma de televisión.

Como el Cid Campeador, Jesus de Polanco ha ganado una batalla después de muerto. Cuando he leído esta mañana la noticia (conocida ayer por Internet y por la radio) me ha dado un ataque de nostalgia docente e investigadora.

Como profesor universitario de Economía Aplicada (alejado del Periodismo por la fuerza de un despido ilegal), pasé las vacaciones de Navidad de 1997 y de Reyes de 1998 escribiendo, a toda prisa, un libro sobre la guerra descomunal que había estallado en 1996 (al llegar Aznar a La Moncloa) entre las dos grandes palataformas digitales de televisión. El título era:

«Jaque a Polanco»

Y el subtitulo:

La guerra digital: un enfrentamiento en las trincheras de la política, el dinero y la prensa

Ayer se cerró un capítulo importante -quizás definitivo- de aquella guerra. Y hoy, como es natural, cada diario arrima el ascua a su sardina y elige el sujeto que más le gusta (o mejor sirve a sus intereses corporativos) para el titular de la noticia.

El País se decide por PRISA como sujeto principal.

PRISA logra más del 95% del capital de Sogecable…

A nadie le extrañará esta pasión informativa ya que Prisa es propietaria de Sogecable y, a la vez, de El País.

En cambio, para informarnos de la misma operación, tanto El Mundo (desde la derecha) como Público (desde la izquierda) han preferido elegir como sujeto principal para titular esa noticia a Telefónica. Tampoco coinciden en el verbo con el diario de PRISA.

El País dice en un sumario:

Telefónica, segundo accionista, acudió…

Sin embargo, los otros dos periódicos coinciden (cosa rara, si no fuera por los derechos televisivos del fútbol, por Mediapro y la Sexta) no solo con el mismo sujeto sino también con el mismo verbo en el titular:

Telefónica se va de Sogecable…

El diario Público, de Mediapro, va un poco más allá que El Mundo e interpreta las razones por las que Telefóncia «se va» de Sogecable:

«… por las dudas sobre su futuro»

He encontrado en mi sótano un ejemplar del libro «Jaque a Polanco» y, después de sacudirle el polvo y quitarle algunas telarañas he caido en la tentación («vanidad de vanidades«, dice el Koelet) de leer la últimas página del «Epílogo» y las primeras del «Prólogo«. En ese orden.

El Epílogo lo escribí yo en enero de 1998, en mi despacho de la Universidad de Almería, y el Prólogo lo escribió en la misma fecha mi colega y, sin embargo, amigo, David White (corresponsal entonces del Financial Times de Londres).

Como es sábado y está lloviendo, me he entretenido en copiar y pegar aquí esas páginas escritas proféticamente hace más de 10 años.

No debería decirlo, no es de buena educación, debería estar prohibido -lo se- pero es un placer sublime eso de poder presumir de profeta y decir:

«Ya te lo dije yo…»

Y eso que, como profetas, los economistas sólo sirven para predecir el pasado…

Al concluir la vieja guerra digital, el Prólogo de David White tiene aún vigencia y recomiendo su lectura.

De mi «Epílogo Abierto» lo único que quiero resaltar es que, hace 10 años, anuncié cuatro escenarios posibles para concluir aquella «guerra digital«. Primero, se cumplió el Escenario C:

Escenario C: ¿Se fusionarán Canal Satélite Digital y Vía Digital y serán felices?

Y ayer se cumplió el Escenario B, aunque sin que Prisa tuviera necesidad de alianzas internacionales:

Escenario B: ¿Se aliará Prisa con un gigante internacional como la ATT, o algo así, para comerse a Vía Digital?

Escenario C: Prisa y Telefónica se casaron y fueron felices en Sogecable hasta ayer mismo.

Escenario B: Prisa se comió ayer la parte de Telefónica en Sogecable

Pego a continuación las cuatro páginas finales de libro:

Así terminó aquel libro (más periodístico que académico) y que pasó por algunas pocas librerías sin pena ni gloria. (A la derecha está la primera página de aquella ingenua aventura editorial).

Jamás fue citada la existencia de este libro en ningún diario del Grupo Prisa ni del entorno del presidente Aznar. Solo salió una crítica (y entrevista con mi foto de profe) en La Voz de Almería . Gracias, de nuevo, colegas y paisanos almerienses.

La editorial Temas de Hoy (del poderoso Grupo Planeta se asustó cuando El País prohibió la publicidad y le devolvió la orden de insertar un anuncio suyo de pago sobre este libro. Planeta anuló inmediatamente la campaña, retiró los ejemplares distribuidos, se disculpó y me pagó como si la edición se hubiera agotado completamente. Una buena pasta para un profesor.

Prisa también tiene editoriales de libros y un gran suplemento «Babelia» que ayuda a vender libros también de otras editoriales.

Ya se sabe: Entre bomberos no se pisan la manguera.

Si yo hubiera trabajado como periodista, en aquellos años que siguieron a mi despido improcedente como corresponsal de Televisión Española en Nueva York, nunca hubiera escrito ese libro. Ustedes lo comprenderán si les digo que tengo tres hijos.

Pero me había refugiado en el sagrado académico -era profesor titular de Universidad– y me sentí libre para escribir sobre los grupos de comunicación en conflicto. Debo reconocer que, pese a que lo hice muy deprisa y mal, fue un placer inolvidable haber escrito esas 300 páginas como si fuera libre.

Los escasos ejemplares que circulan de «Jaque a Polanco» tienen ya el valor de los libros malditos del Indice. Todo un piropo, según la tesis de David White.

Menos mal que, con el dinero de la indemnización que nos dio TVE, la televisión de Aznar, por sentencia del juez, pudimos poner en marcha uan pequeña empresa familiar Multiprensa y Más S.L., con sede fundacional en el sótano de mi casa. Esa empresa creció después, gracias a 7 Cajas de Ahorro y al grupo noruego Schibsted y, desde ella, editamos 20 minutos, el periódico con más lectores diarios (2,6 millones) de la historia de España, así como la revista mensual Calle20 y www.20minutos.es, el tercer diario on line de información general , que alberga a este blog.

Todo empezó gracias a aquella indemnización judicial que mis hijos definieron como la «beca Aznar«.

Sorpresas te da la vida…

Polanco adelantó la democracia en España.

La triste noticia, temida desde la última vez que estuve con él, hace apenas un mes en una entrega de premios, me ha impactado más de lo que podía haber imaginado.

Polanco pertenecía a mi familia profesional y, desde que le conocí, hace más de 30 años, le he profesado afecto y admiración, pese a que, desde la fundación de El País, me marché voluntariamente de su inmenso grupo de comunicación en cuatro ocasiones.

Con la muerte de Jesús de Polanco somos muchos los amantes de la libertad de expresión y de la meritocracia que nos sentimos un poco más huérfanos. Le echaremos de menos y le recordaremos con cariño y -cómo no- con gratitud.

De una manera o de otra, la vida de numerosos periodistas y lectores -yo diría de muchísimos demócratas- ha estado marcada por la voluntad de superación y de éxito de Polanco. Entre ellas, la mía.

Cuando alguien muere, existe la costumbre razonable de resaltar sus bondades y de silenciar sus defectos. Nunca me he privado de comentar y criticar, en vida, errores y/o defectos del creador del mayor imperio de comunicación de la historia libre de España.

Pero este obituario no es lugar apropiado para recordar sus fallos -que los tuvo- ni para hacer cobardemente leña del árbol caído cuando ya no puede responder.

Por el privilegio personal de haberle conocido y querido, y por el lujo profesional de haber trabajado tantos años cerca de él, hoy me toca destacar su excelencia empresarial y sus cualidades humanas. Miro hacia atrás y reconozco, con orgullo y gratitud, cuánto me ha influido su ejemplo.

Hace apenas unos meses, Jesús de Polanco, que nunca ha tenido pelos en la lengua, puso al PP en su sitio. Don Jesús «del Gran Poder» -como le llamábamos incluso dentro de El País– era valiente y arriesgado, casi temerario. Nadie puede negarle esta cualidad. Ni corto ni perezoso, en pleno ataque de crispación de la parte más extremista de la derecha española dijo que «es muy difícil ser neutral» cuando «el PP desea volver a la Guerra Civil«.

Sus palabras enfurecieron, seguramente con razón, a las huestes derechistas (El Mundo, la COPE, el PP, etc.) que le replicaron de lo lindo. Siguiendo sus costumbres represoras, los líderes del PP se pasaron de la raya. Entre otras reacciones desaforadas, Mariano Rajoydecretó un boicot total (incluido el de los anuncios, lo que más duele) a los medios de comunicación del Grupo PRISA (El País, la SER, Cuatro, Canal Plus, Canal Satélite Digital, Cinco Días, AS, etc.).

Creo que puede ser edificante repasar los titulares de prensa de aquellos idus de marzo, que yo reuní en este blog bajo el título «Jaque a Polanco (II)».

Don Jesús era un hombre persistente, orgulloso y sagaz. Nunca se daba por vencido y -como su amigo Felipe González– se crecía ante el castigo. Por eso, fue admirable su supervivencia en libertad, casi milagrosa, frente a los ataques impúdicos de todo el aparato del Estado, bajo control del rencoroso Aznar.

El presidente del Grupo PRISA libró una larga y descomunal batalla contra la persecución ilegítima (por no decir ilegal, delictiva) del Gobierno de José María Aznar . En aquel acoso y derribo inmisericorde de Polanco participaron, de buen grado, periódicos amarillos como El Mundo y hasta jueces prevaricadores como Javier Gómez de Liaño, felizmente condenado por el Supremo y expulsado de la carrera judicial.

Un año antes de esta guerra por el control político de la prensa, fui alejado forzosamente del periodismo activo, por haber sido despedido como corresponsal en Nueva York por la TVE de Aznar, tras la entrevista que le hice en 1996 como candidato del PP a la presidencia del Gobierno.

Salí del paro provocado por aquel despido improcedente (con una sabrosa indemnización que mis hijos dieron el chistoso nombre de «beca Aznar») para refugiarme en la docencia universitaria, como profesor titular de Economía Aplicada.

Fue en aquel tiempo cuando más paseé y conversé a solas con Polanco. Me preocupó personalmente y me interesó mucho profesionalmente la persecución que, salvando las distancias, sufría Jesús de Polanco por parte de los mismos que me habían expulsado de la tele y de la prensa. De aquellas conversaciones, junto al Retiro, surgió mi decisión de aceptar el encargo de Planeta para escribir un libro sobre la guerra digital entre Polanco y Aznar.

Bajo el fuego graneado, y caótico, del Gobierno Aznar, me encontré con un «Jesús del Gran Poder» menos poderoso e influyente de lo que la prensa y la sabiduría convencional le atribuía.

En ocasiones, le noté impotente, cansado y abatido (sin pasaporte y al borde de ingresar en prisión) frente al aparato del Estado en las manos voraces de un político tan vengativo y un hombre tan miserable como el presidente Aznar. Sentí cierta solidaridad por aquel hombre herido en su orgullo y en su amor propio y, en aquellos paseos, no tan poderoso como todo el mundo imaginaba.

Polanco me preguntaba, intrigado y sorprendido, como había podido construir yo sólo mi defensa jurídica y mediática, frente a la persecución del Gobierno Aznar, para haber conseguido una cobertura en la prensa de prestigio del mundo occidental (Financial Times, New York Times, Herald Tribune, etc.) tan impresionante y el éxito en el juicio contra la TVE del Gobierno.

Le conté toda mi estrategia. El aparecía como un hombre poderoso que no precisaba ayuda externa alguna de otros medios. Imbuido de cierta soberbia, propia de los triunfadores, tampoco había construido una malla de seguridad con sus amigos. Noté muy vivamente que el gran Polanco se sintió sólo, muy sólo, incluso frágil, muy frágil, en aquellos meses de infierno político e incertidumbre judicial, que le estaban quitando el sueño y amenazaban con quitarle su buen nombre, grabado ya en la historia del periodismo europeo y latinoamericano.

Yo estaba entonces saliendo del agujero, tranformando el odio destructor en fría técnica, preparando nuevos proyectos de prensa (como Multiprensa, editora de 20 minutos) y escibiendo un libro sobre su caso.

Le conté que la Moncloa había hecho saber a los principales grupos de comunicación de España que mi contratación sería interpretada como un acto hostil contra el Gobierno. Ni agua ni sal. (Perdono todo, pero no olvido nada. Para que no se repita.)

Y le di todos los detalles de mi defensa, que luego publiqué en este blog (en marzo del 2006). Polanco no podía entender que la cobertura casi mundial de mi insignificante despido no obedecía a ninguna campaña organizada por mi ni por mi mujer. Simplemente, le insistí, mi historia tenía un buen lead, un buen comienzo para cualquier periodista que se precie. Todos los reportajes, en multitud de lenguas, comparaban lo que me ocurría durante la Dictadura de Franco, por criticar al gobierno, (secuestro, torturas, etc.) con lo que me estaba ocurriendo entonces con la joven y frágil democracia española, bajo el Gobierno de Aznar. Un comentario editorial del prestigioso diario conservador Financial Times resumió así una de las claves del éxito mediático de mi despido de TVE:

«…poco después de la muerte de General Franco, como un joven director de una revista, fue secuestrado, torturado y sujeto a una ejecución simulada, tras escribir un artículo sobre la paramilitar Guardia Civil. Esta vez solamente le han despedido de su trabajo como corresponsal. Esto es progreso.»

A mediodía, he recibido la noticia de la muerte de Polanco, por las llamadas del director de 20 minutos, Arsenio Escolar, y del vicepresidente de 20 minutos España S.A., Eduardo Díez-Hochleitner, que fue director general de PRISA. Luego he leído en Internet y oído en la radio y en la televisión nuevos detalles de la muerte de quien ha sido calificado, casi unánimemente, como «uno de los hombres más poderosos e influyentes de España».

Toda la tarde estoy recordando, con afecto y gratitud, a Jesús de Polanco, no como a ese poderoso y soberbio empresario que pintan los medios de comunicación sino tal como lo ví y lo sentí durante nuestras últimas reuniones y paseos a finales de los años noventa: un personaje muy singular, hecho a sí mismo, que construyó el mayor imperio de medios de comunicación de la historia de España, a partir de la nada, y que conoció de cerca la humillación y la persecución de un poder político indigno que estuvo a punto de llevarle injustamente a la cárcel.

Le recuerdo como un personaje de Shakespeare, alto y bajo, descomunal y minúsculo, soberbio y tierno, según los caprichos del destino y la fuerza imbatible de su libre albedrío.

Recuerdo a un Polanco humilde, humillado, sensible y cariñoso, un hombre muy distinto, seguramente, del que pasará a la historia de la prensa española.

Mi más sentido pésame a sus hijos y amigos. El nombre de Polanco ya está escrito, cum laude, en las páginas más gloriosas de nuestra democracia. En los momentos más dramáticos de nuestra reciente historia, le ví muy de cerca luchando por nuestras libertades.

Qué pena no haber podido agradecerle mejor, en vida, todo lo que hizo, con alto riesgo, por nuestra libertad. Una deuda impagable. Por eso, propongo este epitafio:

Adelantó la democracia en España

Yo le quería. Descanse en paz.

Recortes del domingo

:

24 paginas sobre la muerte de Polanco en El País frente a 6 en El Mundo.

Jaque a Polanco II

Parece mentira, pero han pasado ya diez años del primer «Jaque a Polanco». Lo escribió un servidor, seguramente con excesiva rapidez (pues estaba recién salido del paro), en forma de libro/reportaje de poco o ningún éxito.

Aquí al lado he pegado la portada de aquel querido libro que tuvo la mala suerte (o la fortuna, ¿quien sabe?) de desagradar a las dos trincheras casi por igual. Apenas fue distribuido por la editorial y lo entiendo. Tuvo miedo. Y el miedo es libre.

La editorial «Temas de Hoy», del poderoso Grupo Planeta, inició la campaña de publicidad enviando una orden de inserción para un primer anuncio de pago que contenía una foto de la portada del «Jaque a Polanco«. La orden fue devuelta inmediatamente por el diario con una nota en la que rechazaba la publicación del anuncio de mi libro en El País.

El entonces responsable de «Temas de Hoy» me invitó a comer en un sitio fino, me contó lo ocurrido, me pagó lo convenido, como si se hubiera agotado, y me dijo que mi libro sería una especie de incunable clandestino. Sentí un extraño orgullo por haber engrosado las listas de un nuevo «indice».

Mi editor reconoció compungido que jamás, en toda su larga vida de editor, le habían prohibido la publicación del anuncio de un libro. Me convertí en pionero. Y eso que el libro era -al menos, eso pensaba yo al escribirlo- a favor de Polanco y en contra de Aznar.

La editorial no sabía qué hacer con tantos miles de ejemplares que temía anunciar y mucho más distribuir. Por eso, al cabo de una semana, apenas pude encontrarlo en las librerías. Como masoquista que soy, pregunté en varias librerías «Crisol» (propiedad e Polanco) y jamás pudieron darme noticia de mi libro.

¿Se habrá agotado tan pronto?, llegué a pensar, hinchado de vanidad, antes de conocer lo ocurrido con la prohibición de los anuncios en El País.

Antes de que tantos ejemplares fueran destruidos por la guillotina, pedí que me los enviaran a casa. Ocuparon medio sótano.

Los empleados y amigos de 20 minutos conocen muy bien mi pesada pasión por regalar esos libros, al igual que regalamos los ejemplares de nuestro diario. Los puse por cientos en la recepción de 20 minutos, en el Palacio de la Prensa de Madrid, y pronto se agotaron. Aún me quedan en el sótano unos pocos ejemplares de aquel incunable prohibido que pasó sin pena ni gloria.

Lo que más me sorprendió es que, bien o mal escrito, tratándose del tema que más miles de páginas había ocupado, sin ninguna duda, en El País y en El Mundo, en los últimos dos años, ningún diario español (a excepción de mi querido periódico «La Voz de Almería») hiciera jamás mención alguna de la existencia de este libro impreso, no anunciado y retirado convenientemente con destino a mi sótano. ¡Qué le vamos a hacer!

Mi maestro me felicitó por el trabajo y eso me llenó de satisfacción. Pero me advirtió que yo había pecado -a mi edad- de ingenuo. Le dije que no entendía la prohibición de la campaña de publicidad por parte de El País, teniendo en cuenta de que el saldo final del libro era favorable a Polanco. Me respondió como suelen hacer los maestros. Me dijo:

«Se te nota escaso fervor en el aplauso»

El País manda hoy a tres columnas con el segundo asalto del PP contra Polanco con este titular:

El PP promueve el boicot contra todos los medios del Grupo PRISA

Sumarios:

El partido de Rajoy exige a Jesús de Polanco una rectificación pública

La medida intenta coaccionar a «accionistas, anunciantes y clientes»

También anuncia en portada este editorial:

Ante el chantaje, el deber de informar

Para El Mundo este asunto es una «no noticia» y no lleva ni una línea en su portada, aunque le dedica un pequeño editorial y media página interior de información. Olvidé decir, quizás por innecesario, que la foto de Polanco con el dedo índice amenazador corresponde naturalmente a El Mundo.

El País le dedica un largo editorial y cinco páginas interiores de información.

En el lugar equivalente a la noticia de El País sobre el boicot del PP a Polanco, El Mundo lleva, arriba, de salida, con foto a todo color, a una columna, esta otra noticia blanda y bastante doméstica:

Ágatha Ruiz de la Prada: «Sólo puedes ser feliz si superas todos los complejos»

Y este sumario:

MODA: La sofitiscación vuelve a los armarios para vestir a una mujer nueva y poderosa

Hay otra desmesura en ambos diarios. El Mundo lleva arriba a toda pastilla este titular:

Los tres jueces dicen que había pruebas para condenar a Otegui pero que la Fiscalía lo impidió

El País despacha este asunto a una columna:

La absolución de Otegui desata un choque frontal entre fiscales y jueces de la Audiencia Nacional

Sumario:

El Gobierno ve defectos en la composición de la sala del Supremo que juzga a Batasuna

En lugar equivalente, El Mundo titula con mi admirado Fernando Savater, junto a su foto enun acto de protesta contra el Gobierno:

Savater denuncia la «negociación oculta» con ETA

Curiosamente, El País, diario en el que habitualmente publica sus artículos este filósofo, no da ni una línea de este acto en su portada. Su foto de primera -bonita, por cierto- es mucho más relajada: la natación sincronizada de nuestras heroínas Gemma y Paola.