Por Joan Herrera – Abogado
¿Y si pensamos que la Ciudad y la energía es el actor de cambio? Hasta ahora la Ciudad era un sumidero, un sitio en el que se consumía y no se producía, con una relación con la biosfera que como mínimo era conflictiva. Pero algo está cambiando. Un estudio reciente de la EREF (European Renewable Energies Federation), conjuntamente con Greenpeace y Amigos de la Tierra explica como en el marco europeo es posible el abastecimiento eléctrico para más de la mitad de la población europea. El autoconsumo puede ser del 19% para el 2030, del 45% para el 2050.
El problema no es técnico, es político. Pero las resistencias del sector son extraordinarias porque lo que está en juego es democratizar la producción de energía.
La propuesta es simple. Que la ciudad libre una batalla que nunca dio: la de la energía, y concretamente la de la electricidad. Y que lo haga no para encontrar pequeñas experiencias de salvamento particular y local, sino como estrategia de reconectar ciudad, biosfera y economía productiva. Hasta ahora, la política energética ha sido la gestión privada de un bien común y de un servicio de interés común. Se trata que la mejora tecnológica sea la palanca para la reapropiación de ese bien común. Para ello contamos con la gente, con las ganas de agruparse, de relacionarse, de invertir y de consumir de otra manera. No es algo menor. El capitalismo financiarizado y la negación democrática de poder discutir sobre la economía incrementan las ganas de construir sobre otras bases. Se trata de recuperar el oikos, la buena administración del hogar, y la ecología como el cuidado de la casa común, del espacio donde habitamos.
Y para ello, hay que empezar a pensar en grande y en global. A sabiendas que lo que tenemos delante son enemigos de las renovables, pero entendiendo que se puede plantear una estrategia ambiciosa.