Por Laura Martín Murillo – Directora de la Fundación Renovables
En la época de la posverdad, un presidente puede decir cualquier cosa, porque él utiliza la mentira como herramienta política estratégica y la mayor parte de sus votantes no buscarán fuentes fiables para su contraste.
Trump ha basado su ataque a la legislación ambiental y en concreto a la legislación climática en la necesidad de proteger la industria americana y conseguir que vuelvan empleos al país. Estos años de avances en estándares ambientales (en general, menores a los europeos) han supuesto, según su argumentario, graves pérdidas de beneficios y empleos para las industrias del país. Por tanto, ahora hay que traer esos empleos de vuelta a casa, y especialmente los empleos de la minería del carbón, que personalizan como ningún otro, el empleo del americano de verdad, americano en masculino, al que el establishment de Washington ha abandonado a su suerte.
Sin embargo, los datos demuestran que la mejora de estándares ambientales no ha generado pérdida de empleos en Estados Unidos ni, en general, en ningún sitio del planeta. 30 años de investigaciones sustentan esta afirmación. El empleo en la industria americana se ha reducido por aumento de la productividad y automatización, acercamiento a mercados y sobre todo, por encontrar unos menores costes laborales en otros países. Donald Trump quizás podría recuperar empleos industriales en su país si los estadounidenses estuvieran dispuestos a cobrar lo mismo que los vietnamitas o los chinos, pero no parece que sus votantes estén dispuestos a ello.
La lucha contra la contaminación de las industrias del papel, petróleo, plásticos y manufactura a través de regulaciones ambientales en las décadas de los 70 a los 90 hizo que se crearan más empleos de los que se perdieron y supusieron mejoras en la productividad. En la progresiva mejora de los estándares de eficiencia de vehículos, por ejemplo, se calcula que se han generado 5 empleos por cada 1 destruido.
En particular, las políticas de la Administración Obama para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero a través del apoyo a las energías renovables han sido un generador neto de empleo. En el paquete de estímulo económico que se lanzó para recuperarse de la crisis económica, las inversiones en energías renovables generaron más empleo que las producidas en otros sectores. Todas juntas ayudaron a recuperar el empleo en Estados Unidos mucho más rápido que en Europa, por ejemplo.
Y las cifras apoyaron estas políticas. Por cada dólar que se empleó en solar o eólica se generó dos veces más empleo que si se hubiese invertido en gas o petróleo. Y además el empleo es de mayor calidad, con una mayor retribución media. Por otro lado, por cada gigawatio-hora para electricidad producido con solar o eólica se requieren cinco veces más empleos que con combustibles fósiles.
La transición energética en Estados Unidos como en Europa, ha generado empleo, no lo ha destruido. Pero es que además el revertimiento de estas políticas no hará que vuelvan los empleos del carbón, ni muchos otros de los sectores contaminantes.
Los empleos del carbón en Estados Unidos no han hecho si no reducirse con el tiempo por la competencia con el carbón internacional, por la automatización y sobre todo, recientemente, por la competencia con el gas de esquisto nacional. Un desplome que tiene diferentes ritmos; mientras el consumo de carbón en la electricidad es la mitad que en los años 50, el empleo se ha reducido a menos de un cuarto. Desgraciadamente, se ha reducido más empleo que contaminación. Por eso numerosos medios han recordado al Presidente Trump que los empleos del carbón no van a volver. Recientemente el economista Krugman describió los empleos en el carbón, como un estado de ánimo y es lo que parece, un símbolo de la nostalgia de una sociedad.
Uno de los mayores empresarios mineros de Estados Unidos, Robert Murray, le ha dicho al Presidente que está contentísimo con que se termine con el Clean Power Plan, pero le dice que no se haga ilusiones sobre el potencial de creación de empleo. Contaminación a cambio de nada.
En la época de la posverdad perdemos todos. Relentizar la transición energética en EEUU generará pérdidas de empleo a esta generación de estadounidenses y además provocará mayores impactos climáticos en esta generación y en las venideras de los habitantes de todo el mundo.
- Imagen: EFE/Justin Lane