Sostenibilidad: la constatación del fracaso frente a la complacencia

Por Fernando Ferrando – Vicepresidente de la Fundación Renovables

informe

Se ha presentado el Informe sobre energía y sostenibilidad en España para 2015, elaborado por la Cátedra BP de Energía y Sostenibilidad de la Universidad Pontificia de Comillas. El panorama que el informe describe es desolador y refleja de forma exhaustiva y pormenorizada cómo en España en el 2015 empeoraron todos los índices que reflejan la evolución en materia energética y medioambiental de nuestro país.

El deterioro continuo de los distintos parámetros analizados es, no solo un fiel reflejo de la ausencia de una política energética racional, sino la constatación del fracaso de un modelo energético basado exclusivamente en el dictado del mercado, que antepone el beneficio económico a corto plazo, de un sector energético altamente concentrado, a la cobertura de las necesidades energéticas de la ciudadanía en volumen y precio. Olvidando que la energía es un bien básico para el desarrollo humano y que no disponemos de fuentes de energía propias con la excepción de las Energías Renovables a las que este Gobierno nunca ha considerado.

Las conclusiones del informe, en línea con lo esperado, no me habrían llevado a escribir este artículo si en paralelo no se hubiera presentado, con la participación de todas las patronales del sector energético y del propio Ministerio, el Balance Energético de España, en un acto organizado por el Club Español de la Energía, en el que la autocomplacencia y satisfacción por la situación sectorial y global de la energía en nuestro país se contraponía con la realidad mostrada en el trabajo de la Universidad Pontificia.

La diferencia de criterios y de visión se refleja todavía de forma más alarmante si alguien se preocupa en revisar los informes de sostenibilidad, para el mismo periodo, de las diferentes compañías del sector energético tradicional, presentados en las Juntas de Accionistas de 2016, en los que de forma unánime se refleja no solo la bondad de sus comportamientos, en cuanto a sostenibilidad, sino el avance producido en relación con los años anteriores.

El antagonismo entre ambas realidades exige una profunda reflexión centrada en la necesidad de asumir y poner en marcha normas básicas de buen gobierno y de transparencia, al menos en línea con el Libro Blanco de la Gobernanza Europea de julio de 2001, magnífico documento que políticos y gestores públicos deberían incorporar en sus normas de comportamiento y en la adopción de sus decisiones.

En línea con la necesidad de mayor transparencia, deberíamos analizar si el concepto de sostenibilidad, utilizado ya de forma manida, no se ha quedado como algo recurrente y carente de sentido. Invocado para que nuestra imagen empresarial parezca que está diseñada a partir de parámetros de respeto con el medioambiente y con las generaciones futuras, cuando en realidad solo se pretende hacer un acto de maquillaje para satisfacer nuestro ego y atraer inversores cada vez más exigentes en la apuesta por empresas sostenibles.

La realidad es que nuestras empresas elaboran dentro de su Responsabilidad Social Corporativa, RSC, unos “bonitos“ informes para demostrar su respetuoso comportamiento con el medioambiente en particular y con “los grupos de interés” o stakeholders en general como cumplimiento legal y como herramienta de marketing, dejando a un lado que los planes de sostenibilidad deberían ser el origen de los planes estratégicos y no al revés. Es decir primero se elabora el plan industrial y luego el plan de sostenibilidad en un intento de maquillar la realidad o como coartada del comportamiento empresarial

La realidad es la que es que, por mucho marketing o por muchos artículos que se escriban con el almíbar de la autocomplacencia, si no anteponemos el bien general al bien particular y recuperamos el concepto de sostenibilidad, no como marketing sino como práctica real, nuestro modelo económico, energético y social seguirá hipotecando el futuro.

La existencia en nuestro país de un Parlamento no monolítico debería ser uno de los pilares para que la ciudadanía empezara a recuperar el objetivo de preservar el futuro por la existencia de políticas energéticas más sostenibles, que antepusieran el beneficio de todos frente al de unos pocos. Es decir que asumieran reducir la dependencia de los combustibles convencionales, la necesidad de cerrar las centrales de un carbón que contamina y no disponemos, el cierre programado de la nuclear en vez de dar un cheque en blanco para la decisión empresarial de su cierre…, en definitiva que apostara por la eficiencia energética y por las energías renovables y que recuperara el concepto de sostenibilidad sin manipular su significado.

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