Reflexiones de una librera Reflexiones de una librera

Reflexiones de una librera
actualizada y decidida a interactuar
con el prójimo a librazos,
ya sea entre anaqueles o travestida
en iRegina, su réplica digital

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«Quiere el de los monstruos del coche»

Qué cosas, la ‘caja tonta’ parece no serlo tanto o, al menos, la publicidad que la sostiene. En año y medio va a ser la tercera vez que el spot de un coche despierta un repentino e incontenible interés por según qué libro que es, de una u otra forma, un clásico, pero que pasaba desapercibido para la mayoría hasta que el cañón catódico proyecta su curioso haz de luz sobre ese título de mis anaqueles libreros y revienta su demanda.

Primero fue el BMW de Kerouac, luego el Seat Exeo de Cavafis y ahora es un tal Maurice Sendak, autor e ilustrador norteamericano, el que se ha subido en el flamante Seat Altea XL.

Desde que vi el spot aguardaba en reginaexlibrislandia la llegada de quien me pidiera el libro que inspiró a los iluminados de la agencia publicitaria. Para quienes no hayan reparado en el spot de Seat hételo aquí:

 

Por fin, ese cliente llegó, solo que materializado en una pareja de ancianos:

 

– Clienta: Oiga, buenas tardes- Regina: ¡Buenas tardes!

– C.: Verá, mi nieto nos ah pedido un libro, pero es que no estoy segura de que sea un libro

– R.: ¿Y qué les dijo?

– Cliente: Nada, que quiere el de los monstruos del coche.

– Clienta: Sí, eso, uno que es un anuncio, pero yo lo vi con él y no vi libros por ningún lado.

– R.: ¿Monstruos en un coche?

– Cliente: Sí, es de un Seat y sale un bicharraco peludo que no cabe en el coche.

– Clienta: ¿Ve lo que le digo? Eso no es un libro, es un coche. Pero él dice que sí, que lo tiene un amiguito.

– R.: ¡Ah, ya se cuál es! Donde viven los monstruos, de Maurice Sendak. Lo tengo aquí.

 

 

– Clienta: Pero, pero… perdóneme pero no entiendo nada.

– R.: Verán, es un libro ilustrado infantil más o menos clásico. Tanto que acaban de hacer la película y, por lo que han visto, también lo han utilizado en un anuncio.

– Cliente: ¡Aaaaaacabáramos! ¿Así que es un cuento, luego hacen la película y sale hasta en anuncios de televisión?

– R.: ¡Exacto!

– Clienta: Vaya, vaya. Y nosotros creíamos que iba usted a pensar que mi nieto nos había tomado el pelo.

– R.: No, no, su nieto está muy bien informado, por lo que veo.

– Cliente: Entonces éste es el cuento.

– R.: Sí, este es. A mi me encanta, la verdad.

– Clienta: Pues ya está, se lo llevamos.

– Cliente: ¡Muchas gracias!

Y se fueron con su ejemplar de Donde viven los monstruos, de Maurice Sendak, que en España lo edita Alfaguara, al igual que un libro con fotogramas de la película que, cuidado con las confusiones, no es el original.

El genuino, recomendado para pequeños de hasta 6-7 años y un libro absolutamente maravilloso, es el ilustrado y el otro, que está muy bien también, es la misma historia solo que con fotos del filme. En ambas el protagonista es un niño llamado Max que, embutido en su disfraz de lobo, se pasa el día haciendo travesuras hasta colmar la paciencia de su madre, que lo envía a su cuarto. Desde allí, Max viajará a un país de monstruos donde él es el rey…

Y ya que estamos aquí os dejo el trailer original en inglés de la película homónima (Donde viven los monstruos-Where the wild things are), que se estrena en España el próximo 18 de diciembre:

 

 

Y vosotros, reginaexlibrislancianos de pro, ¿conocíais el libro Donde viven los monstruos? ¿Y su historia? ¿Habíais oído hablar de la película? ¿Visteis el anuncio del Seat Altea XL y captasteis la referencia bibliófila?

‘¿Tienes el de la comunera que cose?’

Quienes trabajamos a diario en las trincheras libreras pronto desarrollamos lo que yo denomino el Síndrome de Cole Sear, que consiste en la capacidad de interpretar las señales que un libro nos envía cuando un lector lo busca pero no es capaz de nombrarlo o, lo que es lo mismo, no atina con el título exacto.

Este raro don bibliófilo nos convierte en pseudohíbridos de Cole Sear, el niño protagonista de El sexto Sentido que, como recordareis, veía a los muertos y parloteaba con ellos. Pues bien, a los libreros nos pasa algo bastante similar, solo que con nuestros libros, y aunque al principio este curioso y desconcertante talento nos hincha la bibliofilia, a veces llega a mosquearte y echas el cierre farfullando de forma compulsiva un extraño mantra (¿Cómo supe de qué libro hablaba? ¿Cómo supe de qué libro hablaba?) y preguntándote si no has pedido el juicio como Alonso QuijanoY todo porque los libros nos hablan. Sí, queridos, nos dan oportunos ‘soplos bibliófilos’.

Por ejemplo, esta tarde estaba yo en pleno zafarrancho de devoluciones para hacer hueco -a veces a mi pesar- a los títulos por venir, cuando una madre y su hija de mediana edad se internaron en mis confines reginos. De pronto, la madre desapareció de mi campo visual diciendo algo que no entendí y la hija se plantó ante mi escritorio refunfuñando.

Cuando cerré la caja que tenía entre manos ella me habló:

 

– Clienta: Mira, ¿tienes ese de la comunera o costurera?- Regina: ¿Perdón?

– C.: Que si tienes el de la comunera que cose

– R.: Mmmm, ¿se refiere a El tiempo entre costuras, de María Dueñas?

– C.: No, no. Es algo como La Comunera que cose, y habla de la Guerra Civil. Además ha salido este año.

– R.: Déjeme pensar, pero con esos datos yo creo que…

 

Aquí fue cuando entró en escena de nuevo la madre:

 

 

– C.: Sí, lo que le digo Comunera o algo así, ¿no, mama?- Madre: Sí, de una chiquita que cose en Tetuán

– R.: ¿Seguro que no es El tiempo entre costuras, que es este de aquí?

– Madre: ¡Justo ese es!

– C.: Pero, ¿no me habías dicho la Comunera?

– Madre: ¡Te dije que cosía, y que era roja y que iba por Tetuán en la Guerra Civil!

– C.: Perdona, pero es que no hay quien la entienda

– Madre: ¿Y está bien, verdad? Una amiga me habló de él…

– R.: A mi me gustó bastante, la verdad. Es la historia de una joven modista que a finales de la Guerra Civil y comienzos de la Mundial sale de España a Tetuán y sobrevive confeccionando trajes de alta costura a damas de todo el mundo refugiadas entre Marruecos y Lisboa. Es muy, muy curiosa y está muy bien escrita, sí.

– Madre: Sí, si, es esa seguro. Es que yo fui modista y viví un tiempo en Tetuán así que ya ves

– R.: ¡Uy, entonces seguro que le gusta!

 

Y abandonaron mis confines una sin quitarle ojo a la contra del libro y la otra regañándola por no haberle dicho bien el título que quería desde un principio…

Y luego ahí estaba yo, a puntito de amputarme una mano con el cúter y desconcertada tras este nuevo episodio del tal Síndrome de Cole del que os hablaba, y gracias al que escuché a tiempo la llamada directa de mi ejemplar de El tiempo entre costuras

Por cierto que aquí os dejo el trailer de El sexto Sentido:

 

Y vosotros, reginaexlibrislandianos de pro, experimentásteis alguna vez algo similar a mi Síndrome de Cole? ¿Cómo fue? ¿Leísteis El tiempo entre costuras? ¿Os gustó?

NOTA DE REGINA: Cuando una apura de un sorbo un glorioso cocktail literario a base de aventuras, espionaje, glamour, moda y pasiones –altas, pero también bajas- perfectamente mezclado y agitado sobre una base histórica que nos clava en el antiguo protectorado español de Marruecos, entre el final de la Guerra Civil y a comienzos de la II Guerra Mundial, no queda más que recomendarlo. Porque estamos ante una deliciosa mezcla de alta costura, afán de supervivencia, desamor, damas de aristocrático pasado y dudoso presente, traidores, agentes dobles e intrigas políticas que revelan al lector la historia de Sira Quiroga, una joven modista que entre Tánger, Tetuán, la España pro-alemana y una Lisboa atestada de apátridas de turbia reputación le echa un órdago a su propia suerte.

Si tiene un ‘toy boy’ que lea a Somerset Maugham

Uno de los efectos secundarios de mi bibliofilia extrema es apoyar sin fisuras cualquier causa orientada a promover, incentivar o despertar el apetito lector en terceros. Vamos que, como en cualquier otra guerra, todo vale.

Pero eso es una cosa y otra que haya motivos tan inesperados o surrealistas que, cuando menos, me abomben el regio pelucón.

Por ejemplo, el otro día la Providencia Librera materializó ante mí a una reginaexlibrislandiana asidua que me disparó a bocajarro su particular ardid bibliófilo:

 

– Clienta: ¿Qué tal, Regina?- Regina: ¡Muy bien, XXX! ¿Y tú? ¿Te gustó El lamento del perezoso?

– C.: Mmmm, sí, pero tengo que reposarlo un poco, ya te contaré.

– R.: Uy, me intrigas. ¿Necesitas algo?

– C.: A ver cómo te digo esto… ¿Qué tal andas de adúlteras de novela?

– R.: ¿Perdona?

– C.: Mira. Mi prima está, ¿cómo te lo digo? Con un ‘toy boy’ en plan Madonna: dejó atrás hace un par de años los cincuenta, lleva casada 25 años y va y se lía con un chulazo de gimnasio de la edad de su hijo. ¡Y no veas que aires tiene! Así que en lugar de charletas morales he decidido hacerla leer una novela para que simplemente sopese las consecuencias de lo que está haciendo ¿sabes? ¡Que reflexione un poco, aunque sólo sea porque le está comiendo el suelo a regalazos!

– R.: Ahhh, bueno, pues… sí, nunca nadie me había pedido algo así, pero entiendo lo que pretendes hacer.

– C.: Lo que pasa es que tampoco quiero machacarla con un dramón en plan Madame Bovary, ¿sabes? Querría para ella algo ligero de leer, pero con lo que se identifique sin darse cuenta

– R.: Mmm, sí. Así que descartamos a Flaubert y, por lógica, La Regenta, Anna Karénina y la Therese Raquin de Emile Zola descartadas también…

– C.: Sí, sí, me temo que esas maravillas no son lo que necesitamos.

– R.: Pues entonces deberíamos centrarnos en las plumas más bífidas de los años 20, 30 y 40…

– C.: ¿Por ejemplo?

– R.: Pues mira, una opción sería Un puñado de polvo, de Evelyn Waugh. La reeditó RBA hace meses, y es una maravilla, aunque quizá demasiado agridulce.

– C.: ¡Claro! ¿Cómo no caí? Sí, la conozco, lo que pasa es que la trama da un giro para centrarse más en el marido, no?

– R.: Cierto… veamos…

– C.: Pero sí, sería algo así lo que busco…

– R.: ¡JULIA!

– C.: ¿Julia? No, se llama Marta.

– R.: No, mujer, que la novela Julia, de William Sommerset Maugham sería lo más aproximado a lo que buscamos que se me ocurre…

– C.: ¿El de El filo de la Najava?

– R.: Exacto. Que yo recuerde también trata el adultero en El Velo pintado, pero yo ahora apostaría por Julia, que en inglés se editó como Theatre.

– C.: ¿Y de qué va?

– R.: Pues plantea algo muy curioso: ¿Qué hay de real en quien nace para actuar? ¿Dónde acaba la actriz y empieza la mujer? El incisivo e inato don de W.Somerset Maugham moldea su respuesta a palabras en Julia, una diva del teatro londinense de mediana edad a punto de perderlo todo por un joven dandy. Fascinante perfil de quien, nacida para actuar y cautivar, pone la misma pasión en el escenario que en el amor y la venganza…

– C.: ¡Anda! Pero, ¿no hay película? Me suena muchísimo…

– R.: Sí, hace cinco años estrenaron Conociendo a Julia (Being Julia) que, por cierto, es una buenísima adaptación de la novela…

– C.: ¡Sí! Con Annette Bening y Jeremy Irons, ¿no? Joder, pues no sabía que era de Maugham…

– R.: Pues sí, y el libro es maravilloso, cargado de humor inglés, ironía y verdades. Por lo que me dices, plantea una situación muy similar a la de tu prima, sólo que al estar disfrazada la trama con el tema del artisteo no le va a cantar tanto a ella

– C.: Mmmm, sí, veo por donde vas. ¿Lo tienes?

– R.: Sí, justo hace unos meses Ediciones B lo reeditó en bolsillo, aunque me queda un ejemplar en balda en rústica

– C.: Mejor en bolsillo, que viaja bastante y así se lo lleva. ¡Gracias, mi reginaaaa!

 

Y se fue con el ejemplar en bolsillo de Julia, de William Somerset Maugham, y a mi me dejó pensando en cómo reaccionaría la tal Marta al descifrar entre líneas el mensaje de su prima.

Yo, la verdad, no sé cómo reaccionaría… Pero lo que sí sé es que horas después me teníais revisando compulsivamente mi biblioteca en busca de motivos e intenciones ocultos en libros que en su día me regalaron para forzarme a leerlos. Dos horas después estaba desquiciada y al borde del colapso emocional…

Y vosotros, reginaexlibrislandianos de pro, ¿leísteis Julia, de Somerset Maugham? ¿Y algo del escritor? ¿Qué libro le hubiérais sugerido vosotros a mi clienta? ¿Alguna vez regalasteis libros con intenciones veladas? Y a la inversa, ¿descubrísteis intenciones veladas en libros que os regalaron en según que circunstancias?

Y no sin antes sugeriros la lectura de la maravillosa Julia, de Somerset Maugham, me retiro a mi laberinto de anaqueles para dejaros a solas con el trailer de Being Julia:

 

«Una de Kafka y su muñeca inquieta»

Ante ciertos ardides de esta Providencia Librera que me guía, me atosiga y me motiva cada día en las trincheras bibliófilas no puedo por menos que

sonreír. Eso explica por qué eché una vez más el cierre con la sonrisa sujetándome las orejas y repitiendo en plan tántrico una frase del autor que ha protagonizado las últimas horas en reginaexlinrislandia: ni más ni menos que el grandísimo Franz Kafka. El checo fue quien escribió:

«Lo cotidiano en sí mismo es ya maravilloso. Yo no hago más que consignarlo»

Y yo, siguiendo su ejemplo, me abalanzo rauda sobre el teclado para contaros por qué Kafka se materializó hace unas horas por entre mis anaqueles. Estaba yo dale que dale al plumero cuando irrumpió en mis confines una mujer cargada de bolsas.

Tras interrumpir de forma abrupta lo que parecía una acalorada discusión vía móvil se dirigió a mi:

 

– Clienta: Oiga, ¡Oiga!

– Regina: Si, ¿puedo ayudarla?

– C.: Verá, busco una novela de Kafka sobre una muñeca inquieta.

– R.: ¿Cómo dice?

– C.: Lo que oye, una de Kafka que va de una muñeca inquieta, viajera o algo así.

– R.: Mmm, pero ¿de Kafka?

– C.: Ay, sí. De Kafka, el que tenía otra de una cucaracha.

– R.: ¿Cucaracha? Bueno, sí, La Metamorfósis. Pero es que, verá, no me suena que Kafka escribiera alguna novela sobre una muñeca.

– C.: Pues lo hizo, el libro existe y me lo encargaron.

 

Justo cuando un silencio incómodo solidificaba hasta el polvo del aire regino el teléfono de la mujer escupió el «Magnificent» de U2 a un volumen desorbitado. Mientras ella retomaba su discusión yo aproveché para entregarme a una febril actividad bibliófilo-detectivesca en pos de la muñeca kafkiana:

 

«¿muñeca inquieta? ¿kafka? ¿novela? ¿novela? ¿muñeca inquieta? ¿KAFKAAAAAAAAAA? Uy, ¿no seráaaaaa….?» Y justo cuando iba a hablar la buena mujer se me adelantó:

– C.: Bueno, ¿lo tiene o no?

– R.: Disculpe, ¿no se referirá a Kafka y la muñeca viajera, de Jordi Sierra i Fabra?

– C.: ¡Ese, ese! ¡No era inquieta, era viajera!

– R.: Verá, no es un libro de Kafka, es una novela juvenil basada en una anécdota real de Kafka.

– C.: Si, juvenil, si es para el cole de mi nena. ¿La tiene?

– Regina: Si, aquí está.

 

Metió el libro en una de sus bolsas, se aferró del nuevo al móvil y desapareció tras la puerta, dejándome a mi con el recuerdo de una de las anécdotas literarias más entrañables que jamás leí.

Os cuento. Imaginaros a Franz Kafka paseando por Berlín poco antes de su muerte. El checo enfila un famoso parque y de pronto se topa con una niña que llora desconsoladamente. Entonces él, tras enterarse de que la pequeña se llama Elsi, descubre que sus lágrimas obedecen a la pérdida de su muñeca. Desarmado, Kafka improvisa y le dice a la niña que su muñeca no se perdió, sino que se fue de viaje. Él lo sabe mejor que nadie puesto que, según improvisa, él es el ‘Cartero de Muñecas’ y al día siguiente a la misma hora le llevará una misiva de su muñeca a ese mismo rincón del recinto…

… Así lo hizo, y así continuó durante semanas, ficcionando cartas remitidas por la muñequita de Elsie, donde contaba a la niña sus aventuras viajeras.

 

 

Pues bien, ese es el punto de partida de Jordi Sierra i Fabra para su Kafka y la muñeca viajera que, editado por Siruela, obtuvo el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil de hace un par de años. Y lo cierto es que lo vale, palabra de regina.

Y vosotros, reginaexlibrislandianos de pro, ¿conocíais la existencia de Kafka y la muñeca viajera? ¿ Oísteis algo sobre esa anécdota real de Kafka? ¿Qué os parece el escritor checo?

Llega el ‘Momento Coraline’

Érase una vez un día cualquiera de 2002 cuando me topé con una novela que me cautivó de principio a fin. Era Coraline, del británico Neil Gaiman, y ésta era su primera incursión en la narrativa juvenil. Sin embargo, más allá de etiquetas y clasificaciones vacuas, es una de esas historias que conectan con sensibilidades, no con edades.

Porque, queridos, hay que ser Neil Gaiman, guionista de The Sandman y autor de las maravillosas American Gods, Neverwhere y Stardust, para parir una fábula gótica como Coraline, que te corta la respiración hasta la última palabra.

Entre el mejor Poe y la versión siniestra de la Alicia de Carroll nace la historia de una niña que, tras una puerta sellada, descubre una réplica exacta de su vida, excepto por matices escalofriantes que tratarán de acabar con ella y con los suyos. Definitivamente apta para adolescentes, hará las delicias de un lector cómodo en fantasías oscuras y reversos tenebrosos, que no sangrientos.

Desde que la leí hace siete años no he dejado de recomendarla, y fuera y dentro de mis confines libreros he tratado de ser un sólido eslabón en la cadena del boca a boca bibliófilo que hace que algunos libros lleguen a legiones de lectores en todo el mundo sin campañas mediáticas a gran escala que valgan.

Pero la Providencia Librera es caprichosa y ahora, el estreno en España de Los mundos de Coraline, adaptación a celuloide de la novela de Gaiman, ha comenzado a empujar con cuentagotas a algunos curiosos hacia las plácidas costas de Reginaexlibrislandia en busca de un ejemplar de la obra original que, por cierto, también circula en formato cómic.

La última, hace unos minutos:

 

– Cliente: Buenas, una cosa…- Regina: Sí, claro, dígame.

– C.: ¿Tienes el libro de Los mundos de Coraline?

– R.: ¿La novela o el cómic?

– C.: No, no, la novela, de Gaiman.

– R.: Sí, se titula Coraline.

– C.: ¡Ah! Pero es en la que se basa la peli de animación, ¿no?

– R.: Sí, sí, es esta. ¿La has visto?

– C.: Sí, ayer, y me encantó, la verdad. ¿Y tú?

– R.: No, yo me leí la novela, pero nada más.

– C.: ¿Y está bien?

– R.: Es una maravilla, sin duda.

Él se la llevó, pero antes habían venido un par de clientes más con la misma petición. De ahí que en esta semana haya vendido los tres ejemplares que tenía en mis anaqueles, por lo que mi alegría es bicéfala: mis ventas aumentan y lo hacen con una novela de la que soy devota sin fisuras. ¿Se puede pedir más?

Y vosotros, reginaexlibrislandianos de pro, ¿leísteis Coraline? ¿Os gustó? ¿Visteis la película? ¿Conocíais a Neil Gaiman? ¿Hubo alguna película que os despertara el apetito lector por la novela en que se basó su guión?

Como guiño y homenaje regino aquí va el trailer de Los mundos de Coraline:

 

Ni Kenneth, ni sauces: ¡’La dama de la furgoneta’, de A. Bennett!

Otro patinazo regino de éstos y terminaré por ahogarme en mis propios mares de letras si la Providencia Librera no se apiada de mí y me echa un ancla para salir a flote, como hizo hoy.

Si, queridos, porque si el otro día os contaba cómo a partir de las pistas «kenneth, bichos, caravana» que una reginaexlibrislandiana me daba para atinar con el título de un libro sobre el que había oído hablar en la radio me saqué del pelucón que lo que buscábamos era El viento en los sauces, de Kenneth Grahame… ahora regreso para contaros que erré el tiro bibliófilo.

Bueno, más que errar el tiro habría que decir que ni rocé la diana, las cosas como son. Porque resulta que, como indicaba Pepa en uno de los comentarios al post citado :

 

 

Casi me da un síncope cuando lo leí, y de la impresión me dejé engullir por un embravecido mar de letras. Ahí estaba la referencia correcta (La dama de la furgoneta, de Alan bennett) materializada en la mismísima Moby Dick justo cuando se acaba de merendar mi pierna de Capitana Ahab.

Y ahí me quedé yo, mutilada y devorada por la culpa y la rabia…

… Por suerte mi librería no es el Pequod y mi reginaexlibrislandiana se pasó hace un rato por mis confines libreros para encargarme otro libro, así que justo antes de echar el cierre de hoy pude soltar el lastre bibliófilo que me anclaba al fondo del mar de letras:

– Clienta: ¡Hola, Regina!- Regina: ¡Anda, holaaa!

– C.: Mira, vengo a por Prohibido suicidarse en Primavera, de Casona, en Edaf, que se lo pidieron a Laura para clase.

– R.: ¡Ah! Muy bien, me queda uno.

– C.: ¡Perfecto! Oye, por cierto, sobre el de El viento en los sauces

– R.: Justo de eso te quería hablar… ¡Metí la pata! Me temo que lo que buscabas era La Dama de la furgoneta, de Alan Bennett..

– C.: ¡No fastidies! Pues te iba a decir que el de Grahame es una delicia… ¡literalmente me lo merendé en una tarde!

– R.: Vaya, me alegro… Es que, verás, al decirme «bichos, kenneth y caravana» lo cierto es que cuadraba con el de los Sauces

– C.: Claro, así en el programa decían algo de una mujer, y no animales. Pero, tranquila, la culpa es mía: ¡vaya pistas te di!

– R.: No, no, la que patiné fui yo, lo siento.

– C.: ¡Qué todos los errores sean así! ¿No te estoy diciendo que me ha encantado?

– R.: Ya, pero…

– C.: ¡Tema zanjado! ¿Y tienes el de la mujer?

– R.: Sí, aquí está.

– C.: ¡Pues me lo llevo también!

Y se lo llevó, junto con el de Casona. Cierto es que ella se fue tan contenta, y que con este patinazo abrimos dos vetas nuevas en su apetito bibliófilo al empujarla hacia El viento en los sauces, de Kenneth Grahame, y hacia La dama de la furgoneta, de Alan Bennett... pero hí está mi patinazo regino.

Así que, Mea Culpa, perdón a mi reginaexlibrislandiana de carne y hueso y perdonadme vosotros también por la confusión librera... Me temo que seguiré achicándome el agua bibliófila del pelucón unos meses más… Y, claro, ya mismo me pongo con el de Alan Bennet, del que lamentablemente hasta la fecha sólo leí Una lectora nada común, que me fascinó.

En cuanto devore La dama de la furgoneta os daré mi veredicto, queridos.. De momento ahí va la sinopsis de Anagrama:

 

En 1974, cuando Miss Shepherd y su furgoneta se instalaron definitivamente en el jardín de la casa de Alan Bennett, ya hacía varios años que ambas eran conocidas en el barrio. Tras algunos extraños encuentros, y después de que algunos gamberros comenzaran a atacarla, Alan Bennett le sugirió que pasara las noches en un cobertizo de su jardín. Aunque, afirma el escritor, él jamás se engañó pensando que su impulso obedecía a razones puramente caritativas; aquel sadismo le había perturbado demasiado, se pasaba el día vigilando a Miss Shepherd, y así no podía escribir. Y éste fue el comienzo de una convivencia que duraría quince años, hasta la muerte de la excéntrica, reservada y digna Miss Shepherd, una persona y una presencia muy reales, y con más de una identidad y una vida, como descubrió Bennett después de su muerte.

 

Y vosotros, reginaexlibrislandianos de pro, ¿conocéis a Alan Bennett? ¿Sabíais algo de su la dama de la furgoneta?

¿’Bichos en Caravana’ o ‘El viento en los sauces’?

No falla: título que acapara sus ‘quince minutos’ de fama warholiana en los medios, referencia cuya demanda se dispara. Así que, como librera, veo en la prensa, la televisión, la radio e Internet cuatro grandísimos aliados en lo que a despertar el apetito lector respecta.

Pero, eso sí, de entre todos ellos el más temido a este lado de los anaqueles es, sin duda, la radio. La razón es simple: mientras que un recorte de prensa, la referencia a una página web o incluso la aparición catódica de una portada son pistas relativamente sencillas para dar con el título que busca sin saberlo el reginaexlibrislandiano de turno, cuando el apetito lector se le ha despertado a golpe de onda herziana la cosa se complica hasta niveles surrealistas.

Sí, queridos, porque el baile de palabras y referencias es tan frenético y confuso que una no sabe por dónde empezar a devanarse el pelucón.

La última de estas me pasó poco antes de echar el cierre regino, cuando estaba yo en pleno festín de papeleos varios y una mujer de mediana edad irrumpió a la carrera en mis confines:

– Clienta: ¡Buenas!- Regina: ¡Hola!

– C.: Mire, ayer hablaban en la Ser de un libro que parece ser que es un clásico y lo quiero.

– R.: ¿Y de qué libro se trata?

– C.: Pues es algo de una mujer, o de unos o bichos en una caravana, de Kenneth

– R.: ¿En una caravana?

– C.: Sí, debe ser muy finito, y hay una caravana. Se tiraron un buen rato hablando del libro, y me picó la curiosidad. ¿Lo tiene?

– R.: Mmmm

– C.: ¡Ish! No recuerdo nada más, iba en el coche y no apunté nada… supongo que creí que sería más sencillo de localizar.

– R.: A ver, veamos, déme un segundo…

Y aquí activé todos mis resortes bibliófilos de emergencia para que de epidermis para adentro no se hiciera otra cosa que centrifugar las pistas: kenneth, caravana, clásico, bonito, animales…. kenneth, caravana, clásico, bonito, animales…. kenneth, caravana, clásico, bonito, animales….

… hasta que, ¡PSSSZZZZZZ!

Un fogonazo frenó en seco my frenesí neuronal:

– R.: ¿No será EL VIENTO EN LOS SAUCES, de KENNETH GRAHAME?- C.: Uy, pues ahora que lo dice… sí, creo que es ese.

– R.: Es un clásico de la literatura infantil anglosajona

– C.: Ah, pero, ¿es para críos?

– R.: Sí y no, es ese tipo de lecturas para niños que cualquier adulto con sensibilidad disfrutaría…

– C.: ¿Y va de una caravana?

– R.: En parte… Verá, está protagonizado por ratón, un topo, un tejón y un sapo. Resulta que el sapo, que es rico, se hace con una caravana e invita a los otros tres a irse por ahí en busca de aventuras…

– C.: Sí, sí, sin duda es ese del que hablaban.

– R.: Es una delicia, la verdad, y muy, muy divertido.

– C.: ¿y lo tiene?

– R.: Sí, en la edición de Valdemar, que viene con las ilustraciones de Rackham y de Shepard, que es el ilustrador de Winnie-the-Pooh…

– C.: ¡Anda! Venga, me lo llevo…

Y se fue con su ejemplar de El viento en los sauces, de Kenneth Grahame, y yo eché el cierre recordando la tarde que me perdí con los señores Topo, Ratón, Tejón y Sapo rumbo al Bosque Salvaje y más allá, al Ancho Mundo, y pensando en cómo me cautivó en su día el libro de Grahame, que es una de esas maravillas inesperadas que muchos adultos se pierden y que todos deberíamos leer al menos una vez, porque es divertida, tierna, reveladora, brutal a veces y sorprendente a cada salto de línea.

Por todo ello desde aquí mi agradecimiento regino a ese alguien que, desde el otro lado del micrófono, ha logrado arrastrar a esa mujer (y espero que a algún que otro afortunado más) hasta las páginas que guardan el glorioso rumor de El viento en los Sauces.

Y vosotros, regianexlibrislandianos de pro, ¿conocíais El Viento en los sauces, de Kenneth Grahame? ¿Os gustó? ¿Alguna vez escuchando la radio os despertaron el apetito lector por un libro cuya referencia olvidaisteis y con el que no llegasteis a dar nunca?

¿Qué libros dices haber leído sin haberlo hecho?

Aún recuerdo aquel día en que uno de mis libreros me soltó una gran verdad bibliófila a bocajarro. Era el aniversario del nacimiento de Cervantes, y mientras yo me afanaba en amontonar ejemplares de El Quijote en un rincón de reginaexlibrislandia para reverenciar al maestro y su obra llegó él y me soltó:

 

 

Me dejó petrificada. Pues bien, hace poco contándole la anécdota al divino Duka él me remató haciéndome llegar el listado de los diez libros que los anglosajones dicen haber leído sin haberlo hecho jamás.

Al parecer se trata de un estudio elaborado desde World Book Day 2009 y aunque no especifican el método utilizado, vuelcan sus resultados:

 

 

Vamos que, según esto, el 42% de los británicos que afirman haber leído 1984 de G. Orwell mienten, el 31% que dicen haberse terminado Guerra y Paz también… y así, sucesivamente.

Yo, la verdad, no salgo de mi asombro. ¿Por qué mentir sobre si uno ha leído o no un libro? Además, una de las cosas que más me llama la atención es ver que, según esa tabla, la gente miente más cuando se trata de haber o no leído un clásico de la literatura, mientras que el porcentaje desciende si hablamos de títulos de divulgación científica (El gen egoísta), o de actualidad política (Los sueños de mi padre).

También me descoloca comprobar que mientras sólo el 9% reconoce haber mentido sobre su lectura de la inmensa novela de Proust, el 42% se avergüenza públicamente de no haber devorado las páginas de 1984.

Viendo que se trata de títulos que entran y salen continuamente de los anaqueles de reginaexlibrislandia tengo que deciros que es una lista extrapolable al panorama lector español.

No sé si los destinatarios de esos ejemplares se los leerán o no, o si los españoles mentiremos lo mismo, más o menos que los ingleses, pero que esos diez títulos se venden en mi librería es un hecho. Sí, queridos, desde 1984 a la Biblia pasando por el de Obama y el Gen Egoísta… y así con los diez de la lista.

Aunque, eso sí, para encajarlo del todo en nuestro panorama bibliófilio tendríamos que incluir obras como El Quijote, Cien años de soledad, La Regenta, La Colmena, La fiesta del Chivo y algunos otros hitos de las letras hispanoamericanas…

Y vosotros, reginaexlibrislandianos de pro, ¿tenéis alguna teoría al respecto? ¿Habéis mentido alguna vez al decir que habéis leído un libro que jamás tocasteis? ¿Cuál era y por qué lo hicistéis?

El síndrome de la librera compulsiva

Todo exceso daña, y si a don Alonso Quijano la sobredosis de lecturas de libros de caballerías le quebró el juicio a mi, Regina ExLibris, el día a día enterrada viva en volúmenes en mi librería me está empezando a dejar secuelas inquietantes de epidermis para adentro.

Sí, he de reconocerlo, la cosa se me está yendo de las manos y del pelucón. Lo noto.

Antes, cuando gentes próximas y otros libreros me advertían que una cosa era la entrega y al profesionalidad y otra muy distinta ‘lo mío’, yo me limitaba a responderles toda altanera:

 

Bah, vosotros lo llamáis obsesión, yo DEDICACIÓN, que es MUY, pero que MUY DISTINTO, queridos.

Pero desde hace unas horas he de darles la razón, y todo porque la Providencia Librera tuvo a bien colocar a una reginaexlibrislandiana asidua en el lugar adecuado en el momento justo solo para que yo reconociera mi problemilla.

La cosa fue así: hallábame yo fuera de mis confines reginos tras una maratón de gestiones mañaneras cuando me dio por entrar a curiosear en una gran librería que me salió al paso.

Y en esas estaba yo cuando una voz familiar me sobresaltó:

 

– Reginaexlibrislandiana: ¡Pero, por Dios, Regina! ¿Qué haces?- Regina: ¿Eh? ¿Cómo? ¿Qué?

– Reginaexlibrislandiana: ¿Qué demonios haces?

– Regina: ¿Yo? ¡Nada!

– Reginaexlibrislandiana: ¡Pues estáte quietecita, que esta no es tu librería!

– Regina: Ya, ¿y qué?

– Reginaexlibrislandiana: ¡QUE DEJES YA DE COLOCARLES LOS LIBROS, MUJER!

– Regina: Pero, peeeero.. yo…

– Reginaexlibrislandiana: ¡Tu estás mal!

 

Qué bochorno, queridos. No sé cuánto tiempo llevaba yo allí dentro, en qué otras zonas había metido la zarpa y el pelucón, ni cuánto llevaba mi reginaexlibrislandiano asiduo observándome, pero había un testigo y una no podía negar la evidencia: me pilló in fraganti delicto librero-compulsivo.

Aunque, claro, al menos nadie más pareció percatarse o me hubieran tomado por loca de remate.

Así que sí, ya no puedo negar la evidencia:

 

Hola, me llamo Regina ExLibris y tengo el síndrome de la librera compulsiva.

Y vosotros, regianexlibrislandianos de pro, ¿os pasó alguna vez algo semejante? ¿Metéis mano a librerías y bibliotecas ajenas? ¿Pillasteis alguna vez a alguien haciéndolo? ¿Estáis tan entregados a lo vuestro que hacéis horas extras de forma mecánica?

«¿Algo de Larra? De cabeza a sus Artículos»

En un mundo bibliófilo ideal no harían falta reclamos para que la gente leyera a Larra, pero como la realidad al margen de los libros es bien distinta doy gracias a la Providencia Librera porque, en días como hoy, instigue a los medios a recordar y homenajear el bicentenario del nacimiento del referente del Romanticismo español, y maestro de la sátira periodística y los artículos de costumbres.

¿Por qué? Sencillo: no sólo anima a muchos a rescatar ese viejo volumen que lleva décadas acumulando polvo en casa, sino que la sacudida mediática pone a muchos de patitas en las librerías en busca de su ejemplar.

Creedme, no falla: hablan de Larra en prensa, radio, televisión o Internet y, ¡TACHÁN! a los escolares contrariados que llegan a mis confines en busca de lecturas obligadas por el profesor se suman reginaexlibrislandianos afectados de un inesperado y glorioso ‘apretón larriano’.

Llegan y, si son asiduos, me sueltan más o menos la misma petición a cambio de la que reciben idéntica sugerencia librera:

 

– Cliente: Estooo, Regina, una cosa- Regina: ¿Si? ¡Dime!

– C.: ¿Qué me leo de Larra?

– R.: ¿Algo de Larra? ¡de cabeza a sus artículos!

– C.: ¿Artículos?

– R.: Sí, querido, sus artículos de costumbres. Verás la España del XIX diseccionada en vívidas estampas cargaras de sátira pura… Rutinas, personajes, el movido patio político de la época, ¡todo!

– C.: Ya, pero, ¿eso no está muy pasado ya?

– R.: ¿Pasado? ¿Larra? ¡Para nada! Créeme si te digo que pocos artículos son tan absolutamente actuales como los de Larra.

Y aquí, si aún titubean, remato con mi estocada final: les planto delante unas octavillas que imprimí para la ocasión con un fragmento de Dos Palabras, el artículo que prologaba el primer número de El Pobrecito Hablador, la segunda de las publicaciones satíricas que sacó Larra allá por 1832.

Aquí os lo dejo:

 

«A nadie se ofenderá, al menos a sabiendas; de nadie bosquejaremos relatos; si algunas caricaturas por casualidad se parecieren a alguien, en lugar de corregir nosotros el retrato, aconsejamos al original que se corrija; en su mano estará, pues, que deje de parecérsele. Adoptamos por consiguiente con gusto toda la responsabilidad que conocemos del epíteto satíricos que nos hemos echado encima; sólo protestaremos que nuestra sátira nunca será personal, al paso que consideramos la sátira de los vicios, de las ridiculeces y de las cosas, útil, necesaria, y sobre todo muy divertida».

No sé cómo lo veréis, pero mi bibliofilia, mi pelucón y yo nos rendimos a los pies de Larra -alias Duende, alias Fígaro, alias Pobrecito Hablador, alias Bachiller Juan Pérez de Murguía, entro otros- el día que topamos con ese párrafo hace décadas. ¿Caben más lucidez, sátira, ironía y talento en menos líneas?

Y vosotros, queridos, ¿leísteis a Larra? ¿Os gustó? ¿Cómo llegasteis a él? Y si aún no lo habéis leído, ¿os animáis a hacerlo? ¿Tenéis algo suyo en vuestras bibliotecas?