Reflexiones de una librera Reflexiones de una librera

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¡Bang! ¡Bang! Ocho western de novela para leer y morder el polvo

Pensar que el far west es territorio de celuloide o de novelitas del abuelo apelotonadas en el desván no solo es dar un bibliopatinazo de proporciones bíblicas sino que implica bajar la guardia libresca. Y entonces ¡Bang! ¡Bang! Es tarde. Estás muerto, lector.

Y mientras tú te enfrías en el cofre de madera este tipo de literatura alucinante cargada de historia y de adrenalina está vivita y coleando. En reginaexlibrislandia lo tenemos claro y es un género que nos demandan, que prescribimos y que, por supuesto, devoramos.

Prueba a darte un bibliogarbeo en cualquier librería por los anaqueles reservados a ese mítico salvaje Oeste Americano donde silban las balas, resuenan las cornetas de caballería, gritan los indios antes de cortarte la cabellera y la brisa mece las sogas.

Y donde no eres nadie si no tienes alma de frontera, mascas tabaco, haces temblar la escupidera, calzas un revólver Colt, marcas las cartas, sudas bourbon, atracas diligencias, retozas en el shaloon, asaltas ranchos y, sobre todo y más importante, si no disparas primero y piensas después.

Si lo haces descubrirás un universo literario sin ley poblado por tramperos, forajidos, prófugos, sheriffs, cowboys, predicadores, guerreros indios, prostitutas, alguaciles, pistoleros, cuatreros y algún que otro pobre hombre honrado al que desvalijar.

Es la esencia de un género enmarcado en la literatura de aventuras y ambientado en el siglo XIX y en EEUU, durante el período de expansión de esta nación hacia el llamado far west o, lo que es lo mismo, el «lejano oeste».

Para introducirte bibliofarwest va mi selección reginaexlibrislandiana de ocho western de novela para leer y morder el polvo.

¿Qué? ¿Estás listo, vaquero? ¡Van!

1. Warlock. Oakley Hall. Galaxia Gutenberg. Abrimos fuego con el que muchos consideran el mejor western de todos los tiempos, un artefacto narrativo de culto que trasciende los límites del far west y que atrapa al lector de principio a fin. Con él viajamos a 1880, a la polvorienta ciudad fronteriza de Warlock, un lugar sin ley donde el robo, las reyertas y el crimen son rutina, y donde nadie se atreve a poner orden. Hasta que llega Clay Blaisedell, un forastero con un buen par de Colt Frontiers de oro que deberá meter en cintura a mineros borrachos, a la banda de cuatreros de Abe McQuown e incluso a Tom Morgan, un jugador sin escrúpulos que revoluciona el shaloon. Con una fuerza y una calidad narrativa a prueba de balas, Warlock no solo fue finalista del Pulitzer, sino que abrió una serie de títulos ambientados en el Oeste Americano, un lugar mítico, salvaje y duro que sacaba lo mejor y lo peor de sus pobladores.

Warlock

2. Los cautivos. Elmore Leonard. Valdemar (Frontera). Aunque más conocido por cultivar la novela negra, Elmore Leonard es uno de los pesos pesados del género western, sobre todo en forma de relato breve donde sus historias son acción pura. Con este volumen de Valdemar en su colección Frontera los aficionados al bibliofarwest viajarán entre líneas al corazón de Arizona y Nuevo México, visitando desiertos, montañas, ranchos aislados, cárceles, shaloons y fuertes de frontera, y se codearán con apaches sanguinarios, forajidos despiadados, exploradores, vaqueros, niños secuestrados por indios, alguaciles y mujeres de dudosa reputación. Relatos memorables como “Los cautivos”, “Entre rejas” o “El chico” logran que el lector muerda literalmente el polvo (de bibliogozo).

Los cautivos

3. El hijo. Philip Meyer. Literatura Random House. Eli McCullough es el primer varón nacido en la recién inaugurada República de Texas. Pero una noche de 1849 unos comanches asaltan su hogar, masacran a su madre y a su hermana y se lo llevan prisionero. Con trece años tiene que aprender a vivir en la tribu con otro nombre y como hijo adoptivo del jefe indio. Cuando el hambre, las plagas y el ejército americano acaban con los últimos poblados, Eli vuelve al mundo civilizado, donde crea un imperio ganadero. Mientras su hijo carga con el peso de la ambición de su padre, su bisnieta lucha para conservar el patrimonio de los McCullough en un mundo de hombres donde la ganadería ha dejado paso al petróleo. Una novela épica y de iniciación que explora la ambición, la crueldad y el sacrificio en un lugar y en una época concretas, y cuyas páginas chorrean sangre, sudor y pólvora, huelen a petróleo y brillan como la crin de un pura sangre. Maravillosa.

El hijo

4. Centauros del desierto. Alan Le May. Valdemar (Frontera). Como por desgracia suele ocurrir, gracias a la adaptación homónima que filmó John Ford en 1954 Centauros del desierto es parte del imaginero popular. Pero el original quedó relegado a un inmerecido segundo plano, cuando es una novela que supura Frontera de principio a fin y que, además, es más más cruda, extensa y rigurosa que la película. Prepárate a disfrutar de una trama trepidante con un esplendoroso desfile de colonos, forajidos, comanches, Rangers, guerreros, soldados y llaneros solitarios por las grandes llanuras y desiertos de Texas y Nuevo México en este impecable western que narra los años finales de la lucha fronteriza contra comanches y kiowa. Acompaña a dos colonos blancos en su afán por rescatar a un par de niñas raptadas por los indios y disfruta de un novelón de órdago.

Centauros del desierto

5. En busca de New Babylon. Dominique Scali. Hoja de lata. Prepárate a descubrir un trepidante western en el que los encuentros y los desencuentros de cuatro almas perdidas sostienen una trama cargada de acción, pistolas, pepitas de oro, bourbon, ligueros, bajas pasiones y un puñado de sueños rotos. Aaron era reverendo, pero tras perder las manos reniega de su fe y se consagra a las sacerdotisas de cualquier burdel. Charles Teasdale, célebre pirómano que ha esquivado nueve veces la horca, se cuelga para que muera el hombre y renazca el mito, y es el reverendo Aaron quien oficia el entierro. No muy lejos de allí Bill el Ruso quiere fundar New Babylon, una ciudad del pecado y en su camino se topa, para desgracia de ella, con Pearl Guthrie, una joven que tras un tórrido affaire con Charles Teasdale abandona Kansas City en busca del marido ideal. Con este póquer de ases en la manga Dominique Scalli te gana la partida en una experiencia lectora brutal.

6. El banquete celestial. Donald Ray Pollock. Literatura Random House. Prepárate para zambullirte en un western cargado de sátira y de violencia, de perversión, de crueldad y de ambiciones tan desmedidas como absurdas donde es corrupto hasta el apuntador y por el que desfilan personajes memorables que encarnan lo mejor y lo peor del ser humano. La trama detona en algún lugar entre Georgia y Alabama en 1917 cuando el viejo Pearl Jewett muere dejando a sus tres hijos abandonados a sus miserables existencias. Hasta ese instante han llevado una vida honrada, convencidos de que su virtud sería recompensada con un suculento banquete en el Paraíso. Pero los Jewett se han cansado de esperar al Cielo, e inspirados por las aventuras del villano literario Billy Bucket, ensillan sus caballos y atracan un banco. Esta condenadamente divertida y violenta novela de Pollock radiografía con precisión un modo de ser y de vivir con una sobrecogedora vigencia.

El banquete celestial

7. El Virginiano. Owen Wister. Valdemar Colección Frontera. Obra clave en el género, pues historiadores y críticos consideran El Virginiano no solo como la obra fundacional del género western, sino como la primera que siluetea negro sobre blanco la figura literaria del cowboy. La novela refiere diferentes historias de vaqueros y de su vida en el rancho, y aunque el hilo conductor de la novela es el romance entre El Virginiano –en la novela nunca se revela su nombre– y la maestra del pueblo, Molly Stark Wood, recién llegada del Este, sus páginas recogen episodios variados de la vida en el Oeste: cuatreros, duelos, indios, bailes, vida en el rancho, etc. Una novela estupenda con varias adaptaciones a celuloide, entre las que destaca la homónima y dirigida por Victor Fleming en 1929, con Gary Cooper en la piel de El Virginiano. Un clásico que vale la pena leer (y releer).

El Virginiano

8. Bad Lands. Oakley Halt. Galaxia Gutenberg. Para olvidar su pasado y una terrible tragedia familiar, Andrew Livingston abandona Nueva York y se dirige a Bad Lands, un áspero territorio en Dakota. Seducido por la grandeza del paisaje y por las expectativas de riqueza con el boom ganadero, Livingston se establece en unas tierras que otro hombre también ansía y se ve envuelto en un fuego cruzado de odio, envidia y codicia. Porque en Bad Lands, la única ley que impera es la que se dispara del cargador de un revólver y Livingston irá comprendiendo de forma gradual quién controla en realidad este vasto territorio salvaje a través de violentas incursiones nocturnas, linchamientos y asesinatos. Una novela trepidante con una ambientación espectacular y un protagonista que cautiva y arrastra al lector a un destino a la medida de los grandes.

Bad Lands

Los western de novela supuran acción, sangre, polvo, petróleo, codicia, sudor, crin y whisky, mientras héroes y antihéroes de la mejor y de la peor calaña se cruzan en ranchos, cárceles, montañas, desiertos, catres, tribus de comanches, puebluchos polvorientos y fuertes.

Atrévete a adentrarte en lejano y salvaje oeste de letras. No te arrepentirás, pistolero. Palabra de Regina ExLibris.

(Hannie Caulder, 1971 / Paramount Pictures)

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¡Prepárate a morir (de bibliogusto)! Por fin vuelve a las librerías ‘La Princesa Prometida’, de W. Goldman

Es un día grande en reginaexlibrislandia. Por fin tenemos ejemplares de la nueva edición de La princesa prometida, de William Goldman, en Ático de los Libros. Y para celebrarlo nos hemos metamorfoseado en espadachines, princesas, gigantones, piratas con delirios filosóficos y hechizeras y hemos montado un escaparate princesaprometidaniano en la librería.

Después de todo no siempre podemos celebrar el regreso a nuestros anaqueles libreros de un clásico que, a pesar de trascender géneros, edades y bibliopaladares, llevaba unos añitos (demasiados) fuera de circulación.

(La princesa prometida, 1987 / MGM)

(La princesa prometida, 1987 / MGM)

Sí, querid@s, sí, estaba descatalogado. ¡Tal cual! Y si en la última década te has topado con algún ejemplar de La princesa prometida suelto por una librería te aseguro que ha sido de casualidad. Ejemplares contados que escaparon a la criba indiscriminada en según qué devoluciones de stock de temporada y que, una vez vendidos, eran literalmente imposibles de reponer.

En mi caso en estos últimos cinco o seis años han sido muchos los reginaexlibrislandianos que se han adentrado en mis confines en busca de ejemplares para relecturas y para regalar a terceros (amigos, hijos, sobrinos, ahijados…). Y la conversación ha sido más o menos idéntica (e igual de doliente para todos):

Cliente: Regina, ¿tienes La Princesa Prometida?

Regina: ¡Ay, no! Me temo que no

Cliente: ¿No? ¿Me la pides?

Regina: ¡Ojalá! Está descatalogada

Cliente: ¿Cómo que descatalogada?

Regina: Que no hay ejemplares nuevos en circulación

Cliente: ¡Pero si es un clásico! ¿Cómo no se va a poder conseguir?

Regina: Pues me temo que así es…

Y en cuanto el reginaexlibrislandiano se llevaba su desconcierto fuera de mis confines libreros yo me metamorfoseaba a velocidad de crucero en una versión casera y bibliófaga del mismísimo Íñigo Montoya para, espada en mano y con el pelucón bien almidonado, espetarle a la maldita Providencia Librera con seis dedos eso de:

Hola. Me llamo Regina ExLibris Montoya. Tú me descatalogaste La Princesa Prometida. ¡Prepárate a morir!

(La princesa prometida, 1987 / MGM)

(La princesa prometida, 1987 / MGM)

Porque mira que tenemos disparidad de paladares librescos en reginaexlibrislandia, querid@s, pero es que justo ésta, La Princesa Prometida, es una de esas novelas que aquí todos adoramos sin fisuras. Es una experiencia lectora absolutamente alucinante y tremendamente divertida. El texto de William Goldman tiene tantos bibliovértices a los que agarrarte como lector, que es realmente difícil escapar a su encanto.

Aventuras, espadachines, piratas, amor, duelos, abordajes, héroes, mentiras, magos, venganzas, promesas, hombres, brujas y hechiceros, gigantes, mujeres, criaturas de todo pelaje, acción, villanos, altas y bajas pasiones, bestias y, sobre todo, mucho, pero que mucho humor. ¿Quién da más?

La Princesa Prometida

La Princesa Prometida

Así que sí, es un día grande en reginaexlibrislandia. Por fin podemos prescribir a discreción y con ejemplares en la recámara uno de esos títulos que deberían leerse al menos una vez en la vida.

Da igual si no eres devoto del género fantástico, o si en su día viste la maravillosa adaptación homónima a celuloide de 1987: sigue mi consejo, deja lo que estés leyendo, hazte con un ejemplar de La Princesa Prometida y … “¡PREPÁRATE A biblioMORIR (de puro gusto lector)! Palabra de Regina ExLibris.

 

«¡Mis nietos van a pasar estos días en la isla de Robinson Crusoe sí o sí!»

Pocas cosas hay que un buen librazo a tiempo no consiga.

(Dr. No, 1967 / United Artists)

(Dr. No, 1967 / United Artists)

Esa es una gran verdad que se materializa cada día en reginaexlibrislandia. Pero como lo más normal es que sea yo quien biblioprescriba, cuando se adentra en mis confines un reginaexlibrislandiano que también apuesta por la lectura como remedio para casi todo mi bibliofilia se viene arriba. Y más si el biblioprescriptor es un abuelo que viene a por un título para su nieto.

Y no es sólo porque mi abuelifilia es, como lo son todas mis filias, desmesurada, sino porque muchas veces tienen una manera de pedirte el libro de lo más original. Será porque están de vuelta de todo, o será porque le hablan al mundo desde los galones de mil batallas superadas, o puede que porque yo tenga un extraño don para atraer perfiles particularmente inspirados… sea por lo que sea el caso es que en mi anecdotario de librería los abuelos y las abuelas se llevan la palma.

Y si en su día un caballero en lugar de pedirme un ejemplar de La isla del tesoro me soltó un «Quiero enrolar a mi nieto en La Hispaniola» que me dejó total y absolutamente petrificada y fascinada, esta tarde una encantadora octogenaria me ha enviado a su manera a una remota isla en la desenbocadura del Rio Orinoco a buscar a Robinson Crusoe para que recoja a sus nietos y se los lleve un par de días a su campamento junto a Viernes, pero sin cachivaches electrónicos.

La petición, como os podréis imaginar, me ha dejado entre anonadada y en éxtasis libresco… Pero como soy rápida he reaccionado a tiempo de entablar diálogo ya embutida en la piel más «isleña» que tengo en el fondo de biblioarmario, que es mi trajecito de Honey Ryder en Dr.No, así que de esa guisa siguió la conversación con la encantadora reginaexlibrislandiana:

Clienta: Sí. ¡Mis nietos van a pasarse estos días en la isla de Robinson Crusoe sí o sí!

Regina: Pero, ¿a qué se refiere?

Clienta: Pues, mira, Regina, se quedarán unos días con nosotros en el pueblo, y no hay ordenadores ni nada de eso. Fíjate que apenas si funcionan los móviles, y creo que ya solo se ve un canal de televisión. El caso es que entre que sus padres no estarán y que me enferma verles todo el día pegados a sus cachivaches he decidido que nada de aparatos y que van a leer Robinson Crusoe. ¿Qué puede haber más divertido, querida?

Regina: ¡Ja, ja, ja! Nada, no seré yo quien le diga que es un mal plan leer Robinson Crusoe.

Clienta: Y ya no es solo que lean y se diviertan, Regina, es que se diviertan leyendo. Y además te reconozco que estoy cansada de ver cómo valoran muy poco TODO lo que tienen, que es mucho. Demasiado, creo yo. Quiero que aprendan a vivir sin depender de todas esas cosas, y quiero que se den cuenta, como Robinson Crusoe, de que hay otras formas de vivir y de divertirse, y también de superarse en las adversidades. Y de que para tener ciertas cosas tienes que tirar de ingenio y de esfuerzo. ¿No crees?

Daniel Defoe

Daniel Defoe

Regina: me parece una idea maravillosa. Y, como dices, además les terminará por encantar.

Clienta: Sí, se pasarán el viaje y el primer día refunfuñando, pero supongo que sin más opciones acabarán por ceder y…

Regina: ¡Y luego no van a a querer irse de la isla!

Clienta: Eso espero, ¡sí! Yo aún recuerdo la primera vez que lo leí, también durante unas vacaciones. Era de mi hermano mayor, y no era muy «de señoritas», pero, ay hija, lo empecé y no pude parar. Mis mellizos cumplen ahora 11 años, y creo que yo era incluso más jovencita entonces. Luego lo he releído varias veces, ¿te lo puedes creer? El olor a salitre, el miedo a los caníbales, el empezar de cero sin nada, solo…

Regina: Sí, yo también recuerdo cómo me impactó. Y tres siglos después sigue más vivo que entonces.

Clienta: ¡Hombreeeee, cómo lo sabes, Regina! Hay muchos libros que cuentan la misma historia, y también películas. ¿Cómo era aquella de un naúfrago, esa con el actor moreno de Filadelfia!

Regina: Sí, la de Tom Hanks: Naúfrago. Y también hay series de televisión

Clienta: ¡Y hasta concursos en la televisión!

Regina: ¡Es verdad! Programas de telerealidad de supervivencia en islas

Clienta: En fin. ¿Qué edición me sugieres?

Regina: Pues la de Alianza está muy bien, y si prefieres algo ilustrado que les vaya a «entrar más por el ojo» al principio, esta de Anaya Juvenil sería perfecta.

Al final se llevó la edición Robinson Crusoe ilustrada de Anaya Juvenil, y se fue con la promesa de regresar para darme detalles de la maravillosa biblioaventura robinsoncrusoeniana que van a emprender sus dos nietos mellizos sin saberlo.

No me digáis que es fácil superar esa manera de pedirte un libro. De la misma forma que tampoco es sencillo encontrar gente con ese afán biblioprescriptor, aunque sea un poco a la fuerza y a traición. ¿verdad?

NOTA DE REGINA EXLIBRIS

Robinson Crusoe

Robinson Crusoe

¿Cómo sobrevive Robinson 28 años en una isla desierta con un salvaje llamado Viernes, al que rescata de las garras de una tribu de caníbales? Ya sea para que los chavales conozcan de primera mano la historia del superviviente por excelencia, o para que un lector de cualquier perfil se adentre por vez primera en esta aventura de salitre y superación, o incluso para entender el origen de algún que otro fenómeno catódico que es de todo menos original, cualquier excusa es buena para leer la que se considera novela fundacional de la literatura británica. Porque tres siglos después de su primera edición este maravilloso artefacto literario no solo sigue enganchando y cautivando lectores, sino que genera múltiples y antagónicas interpretaciones. Y es que, más allá de una increíble aventura Robinson Crusoe es una lúcida reflexión de cuestiones sociales, políticas, religiosas y económicas que, pese al tiempo, siguen más vigentes que nunca. Maravillosa.

Surfin’ Reginaexlibrislandia: 6 novelas de surf para surfear con libros y sin agua

Yo sé que tú sabes que todos sabemos en reginaexlibrislandia que la visión de Úrsula Andrews en la piel de Honey Rider emergiendo por entre las olas en su mítico bikini blanco, con ese buen par de caracolas, la piel perlada bajo el sol y con un cuchillo jamonero en la cintura dejó literalmente clavados en la butaca a legiones de espectadores del Dr. No desde su estreno en 1962 (y clavada esa estampa en sus retinas y en pósters a escala en todo tipo de paredes).

(Dr No, 1962 / United Artists)

(Dr No, 1962 / United Artists)

A mí también, claro, que yo soy muy de ficción, sí, pero para nada de piedra, y aunque es cierto que al filmar se tomaron algunas licencias con respecto a la novela de Ian Fleming (ella se llamaba Honeychile Rider, no Honey, así como un par de detalles más), no me negaréis que esa imagen no es icónica.

Bueno, para mí lo es, y además me ha venido de perlas porque un reginaexlibrislandiano asiduo me retó hace unos días a que montara una selección de novelas de surf.

Y yo, que tengo casi todos los vicios y el del juego no iba a ser menos, acepté el reto libresco, entre otras cosas porque sabía que hay buena literatura surfera.

Y tras un par de semanas de investigación y de atracones bibliosurferos, llego al día señalado sobradita y cargada de títulos que valen la pena.

Ah, y de paso he aprovechado el filón temático para darme un homenaje y materializarme triunfal y deslumbrante a lo Honey Rider en reginaexlibrislandia, sin las dos caracolas pero con tres novelones de surf en cada mano, y con los Beach Boys de fondo:

Everybody’s gone surfin’…

Surfin’ Reginaexlibrislandia

¿Listos? Pues vamos a cabalgar olas con libros, queridos:

1. Años Salvajes. William Finnegan. Los libros del Asteroide. Galardonado con el Pulitzer es una fascinante historia de aventuras y una autobiografía literaria de primer nivel sobre la obsesión de William Finnegan por el surf y por cabalgar la ola perfecta. Explora todas las aristas del surf -la técnica, las emociones que despierta, la cultura que lo envuelve y sus códigos tribales-, y engancha tanto si eres surfero como si no, porque escribe con pasión sobre su pasión. Tras empezar a surfear de niño, al terminar la Universidad lo dejó todo menos su tabla y emprendió un viaje iniciático por Samoa, Indonesia, Fiyi, Java, Australia y Sudáfrica. A su vuelta a EEUU se convirtió en corresponsal de guerra, y sin dejar de buscar olas aunó el surf y la pluma en este libro que te engancha hasta el final. Una maravilla que te inocula las ganas de coger una tabla y lanzarte al mar.

Años Salvajes

Años Salvajes

2. El Gran Miércoles. John Milius y Dennis Aaberg. The Fishbone Project. Novela-guión de la película homónima de 1978, donde los autores proyectan con nostalgia su juventud durante la Cafifornia de los 50 y la pasan por el tamiz del mejor Hollywood de los 70, el hippismo, la Guerra de Vietnam y los albores de la era moderna. California, verano de 1961. Jack, Matt y Leroy son los reyes de The Point, en Malibú. Tienen chicas, hacen las fiestas más salvajes, duermen en la playa o en sus  coches desvencijados, viajan a Tijuana y cabalgan las olas como los ángeles. Bear, viejo surfista, les cuenta la historia de El Gran Miércoles: ese día, siempre en miércoles, que es el que todo surfista espera porque se forman las olas más brutales. Pero tendrá que pasar más de una década hasta que se les presente la oportunidad de demostrar que todavía pueden ser los reyes. Una novela de iniciación que es, también, el retrato de una época y de una generación: la del surf en Malibú.

El gran miércoles

El gran miércoles

3. Trilogía del surf. Willy Uribe. Los Libros del Lince. Tres trepidantes nouvelles negras con el surf como telón de fondo. En Más allá del Ganzug, mientras un surfista coge olas frente a la costa sahariana ve un vehículo a lo lejos, quizás un todoterreno, probablemente militar. Un thriller contado desde el punto de vista de un hombre solitario en su tabla que sabe que quien conduce ese vehículo, va a por él. Doce poemas de amor en Zicatela cuenta la investigación del inspector Nogales, que investiga las desapariciones de dos jóvenes  y un asesinato. Surf y marihuana, historias de celos y venganza, amoríos playeros, un concurso de poesía y un alijo de cocaína desatan la trama. Nanga es la historia de un viajero que, junto a su tabla, busca la soledad en una isla en Indonesia. Lleva una vida pacífica hasta que, un día, su anonimato y su vida se ven amenazados al aparecer una foto de su cara en un diario local. Ofrecen dinero por localizarle, y eso desata una persecución a muerte.

Trilogía del Surf

Trilogía del Surf

4. El amante de olas. José Pellón. Popum Books. Erik Martín es un surfista que vive en un pueblecito pesquero llamado Sietepiedras donde nada ni nadie es lo que parece, pero un día conoce a una periodista madrileña, Ruth, enviada allí por la revista del corazón para la cual trabaja siguiendo a una pareja de famosos. Sin moverte de Sietepiedras, emprenderás un apasionante viaje a través de los sentidos y las sensaciones de Erik Martín, por momentos el Bertolt Brecht del surfing, a ratos un sinvergüenza inadaptado al que todo le da igual. Tubos caleidoscópicos, tablas mágicas, spots secretos donde rompen olas alucinantes y surfers que se mueven siempre por la tangente; verano, aventura, sensualidad y hedonismo a raudales. Trepidante y divertida.

El amante de las olas

El amante de las olas

5. Todo por un puñado de olas perfectas: Miki Dora, l’enfant terrible del surf. David Rensin. The Fishbone Project. Pocas veces calificativos tan dispares han recaído en una única persona a lo largo de su vida: Da Cat, El Caballero Negro, El Rey de Malibú, El Chico Fiasco, El Albóndiga, El Gitano de Malibú… Pero aun así, ninguno de ellos pudo concentrar toda la esencia del impenetrable Miki Dora, ese gitano supersónico autocondenado a vagar errante por el mundo en busca de olas perfectas. Más allá de sus peripecias delictivas y de traer en jaque al FBI, la historia de Miki Dora es un lamento descarnado por ese paraíso perdido, cualquiera que sea éste: el hogar, la patria, la familia, un puñado de olas solitarias o una inocencia de la que Miki Dora tuvo que desprenderse demasiado pronto. Pero mientras tuviera el surf…

Todo por un puñado de olas

Todo por un puñado de olas

6. Pasión por el peligro. Norman Ollestad. Salamandra. Atención: son unas memoras, pero se leen como un thriller de alto voltaje. Bajo la tutela de un padre incansable y carismático, el pequeño Norman Ollestad se crió en el mundo del surf y el esquí de alta montaña. Exigido por su padre hasta el extremo, esos tiempos de difícil aprendizaje forjaron un carácter tenaz y entrenado en la superación que fue crucial cuando el destino lo puso a prueba con 11 años en un accidente aéreo en las montañas, a 2.600 metros de altitud. En medio de una fuerte tormenta de nieve, la avioneta donde viajaban se estrelló y quedó suspendida en la ladera helada del monte. Norman fue el único superviviente de la tragedia. ¿Cómo pudo, con 11 años, sobreponerse al dolor, la conmoción y las brutales inclemencias atmosféricas? El afectuoso retrato del padre, combinado con la pasión por la naturaleza y las adictivas emociones que procura el deporte de riesgo, conforman una historia de unión espiritual que conmueve por su proximidad y autenticidad.

Pasión por el peligro

Pasión por el peligro

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¡Alunizo con Julio Verne!

Han pasado casi cincuenta años de la teórica llegada del hombre a la Luna y yo lo festejo como mejor sé: a librazo limpio. Por eso no titubeé el sábado al reconducir en reginaexlibeislandia a mi trinchera de anaqueles un acalorado debate sobre si las míticas imágenes de Neil Armstrong paseándose por la superficie lunar fueron una retransmisión televisiva o una burda ficción catódica made in Universal Studios.

Sí, queridos, porque cuando un reginaexlibrislandiano asiduo y uno de mis libreros insistían en que metiera baza en su discusión sobre montajes, carreras espaciales, Apollos 11 y astronautas me atusé el pelucón a lo Barbarella y adoptando la pose entre sinuosa y firme de la diva intergaláctica setentera esputé a quemarropa:

 

– Regina: Ay, que yo sólo alunizo con Julio Verne. – Cliente: ¿Perdona?

– R.: Lo que oyes, que en reginaexlibrislandia lo que cuentan son los libros, y poco más. Así que, ya sabéis…¡a la luna a lomos de cualquier libro, queridos!

– Librero1: Vaya telita, cómo estamos hoy…

– R.: A ver, ya que el mundo se acuerda de Armstrong y compañía dejarme que yo desenpolve a Julio Verne, ¿no? Después de todo, un siglo antes de la NASA el francés ya escribió De la Tierra a la Luna y Alrededor de la Luna, su continuación.

– C.: ¡Anda! Pero, ¿eran dos? Yo solo conocía De la Tierra a la Luna y, si te digo la verdad, no me la leí. De Verne sólo La vuelta al mundo en 80 días y 20.000 leguas de viaje submarino…

– L1: Me vas a matar, Regina, yo tampoco sabía nada de Alrededor de la Luna. Y la otra, de oídas, pero tampoco me la leí.

– Regina: ¿Veis? Pues eso. Primero publicó De la Tierra a la Luna, en la que se centra en narrar los preparativos para lanzar un proyectil a la Luna. Los implicados eran los dueños de una empresa especializada en construcción de cañones y de otra de escudos que, acabada la Guerra de Secesión, se plantean realizar esa hazaña porque ya no tienen que fabricar ni cañones ni balas ni nada de eso. Vamos, que se aburren, y se lanzan a la ‘carrera espacial’. Luego se les une un intrépido francés para ofrecerse como piloto…

– C.: Ya veo, ¿Pero llegan?

– R.: Eso mejor lo lees en el libro, ¿no? Lo que si te digo es que su continuación, Alrededor de la Luna, ficciona el viaje en sí abordo de la bala de cañón-cohete y lo que sus tripulantes descubren sobre el reverso de la Luna. Y lo más alucinante es pensar que se inventó ambas historias en 1865 y 1870 respectivamente… Cuando los leáis veréis cómo a veces la ficción supera a la realidad o, al menos, ¡se le adelanta!

– L.: Pues nada, otros dos libros para la lista. Aunque os diré que los cuelo, porque me picó la curiosidad y me los llevaré hoy. ¿Los tenemos, no, Regina?

– R.: Sí, en Edaf. Por suerte pedí tres de cada la semana pasada, cuando empezó el bombardeo mediático recordándonos que se acercada este 20 de julio.

– C.: ¡Eres grande, Regina! Yo también me los llevo. Me marcho una semanita a Canarias, uno de los mejores observatorios celestes del mundo, y no imagino mejor entorno para leerme los alunizajes de Verne, la verdad.

 

Y poco después, mientras echaba el cierre regino aún con la Barbarella que llevo dentro puesta, decidí que yo también me llevaría De la Tierra a la Luna y Alrededor de la Luna del maestro visionario Jules Verne para festejar el 20 de julio a librazos con un alunizaje verniano en toda regla.

Pero lo haré no sin antes regalaros dos grandes hitos televisivos:

 

La llegada de Neil Armstrong a la Luna (¿o no?) en 1969:

Y el trailer original de la mítica Barbarella que en 1968 protaginizara Jane Fonda en su adaptación cinematográfica:

 

Y vosotros, reginaexlibrislandianos de pro, ¿leísteis De la Tierra a la Luna? ¿Y Alrededor de la Luna? ¿Qué otra lectura de alunizajes sugeriríais?

¿Cómo hacer que alguien se lea El Quijote?

Hoy es un día especial para quienes tenemos el corazón encuadernado y el alma silueteada en forma de caballero de la triste figura.

Sí, hoy hace la friolera de 461 años nació Miguel de Cervantes y, con él, El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, uno de los artefactos narrativos más fabulosos, divertidos, tiernos y cargados de sabiduría de todos los tiempos.

Comentándolo con otro librero nada más poner los pies en reginaexlibrislandia, el muy desconsiderado me ha amargado el primer café de la mañana sin titubear con un baño de realismo desgarrador:

Mira, Regina, no seas ilusa. El Quijote es el libro que todo el mundo dice haberse leído, pero que nadie se ha leído.

La frase me ha pulverizado el pelucón. Lo peor de todo es que si me ha afectado tanto es porque algo de razón tiene, las cosas como son.

Así que me he dicho:

Regina, cielo, no te me pongas en modo ‘zarzamora-lloraquellora’ y haz algo por la causa cervantina, como esbozarte un argumentario tan aplastantemente cautivador que quien te oiga correrá de cabeza al ejemplar de El Quijote más próximo… Que ya lo decía Alonso Quijano: «Sábete Sancho, que no es un hombre más que otro, si no hace más que otro

Y en ello estoy y, de paso, aquí estoy, reginaexlibrislandianos de pro: Sincerémonos ahora que nadie nos oye… ¿Os habéis leído el Quijote? Si es que no, por favor, ¡a por él!

Si es que si, ¿qué le diríais a alguien que no se ha leído El Quijote para despertarle unas ansias irrefrenables de hacerse con uno?

¿Me pides Moby Dick y bebes un Starbucks?

El colmo del éxtasis para una personalidad tirando a obsesiva como la mía es que dos de mis debilidades se topen de forma casual en mis confines.

Oh, si, queridos, Café y Libro unidos ante mi regio pelucón por un hilo invisible del que me apresuré a tirar.

La cosa fue así: estaba yo atrincherada en mi escritorio revisando encargos de reginaexlibrislandianos asiduos cuando un potente efluvio cafetero me arrancó de cuajo el pelucón de los papelotes.

Como el radar ya estaba activo, empecé a mover la cabeza en un incontrolable frenesí olfativo tratando de dar con el origen. Objetivo localizado: mi cabeza se detuvo en seco a las 3, donde un joven aferrado a un vaso gigante de café me miraba dubitativo. Normal, si presenció mi fugaz metamorfosis en perrito de salpicadero totalmente fuera de control. Cuando yo recuperé la compostura el pareció hacer lo propio con su confianza en mi cordura, y se me acercó.

Cliente: Hola, buenas.Regina: (tratando de mirarle a los ojos y no a su Starbucks humeante). Hola, ¿qué tal?

C.: Mira, hace tiempo que quiero leerme Moby Dick. ¿Qué edición me recomiendas en español?

R.: ¿MOBY DICK? ¿Quieres MOBY DICK, de Herman Melville?

C.: Estooo, sí, Moby Dick…

(Aquí creo que su fe en mi cordura empezó a tambalearse de nuevo)

R.: Tienes que perdonarme, pero es que me resulta curioso que seas tu precisamente quien me pida Moby Dick.C.: Vale, creo que me he perdido.

R.: Verás, es que llevas un café de Starbucks en la mano…

C.: Si, lo sé, ¿y eso que tiene que ver con Moby Dick?

R.: Pues que la cadena de Seattle bautizó a la empresa con el nombre de uno de los personajes de la novela de Melville. Starbucks estaba enrolado en el Pequod, y además de vigía en el ballenero era adicto al café…

C.: ¡Anda, ja, ja, ja! ¿No me digas? Pues no tenía ni idea

R.: En realidad el primer nombre que barajaron fue Pequod, como el ballenero, pero al final se decidieron por Starbucks.

C.: Pues mira que llevo cafés de Starbucks ‘recorridos’ y mas tiempo aún con la idea de leerme Moby Dick, pero ni idea de lo que me cuentas.

R.: Si, en fin. En cuanto al libro una de las mejores ediciones en rústica y con ilustraciones que tengo es la de Akal, pero si quieres una más manejable te recomendaría la de Alianza, la verdad.

Al final se llevó la de bolsillo, con idea de hacerse después con un ejemplar ‘de capricho’.

Y a mi me encantó verle abandonar mis confines con su Starbucks en una mano y su Moby Dick en la otra.

Y vosotros, queridos, ¿conocíais la relación de la cadena cafetera norteamericana con el novelón de Melville?

NOTA DE REGINA: Uno de los mejores antídotos contra una rutina aséptica es enrolarse una temporadita a bordo del Pequod a las órdenes del tullido y atormentado capitán Ahab, firme en su obsesión por dar caza a Moby Dick, la gran ballena blanca que se merendó su pierna. El día a día en un ballenero del SXIX junto a Isamel, Quiqueg y Starbucks, el prodigioso análisis del alma humana y la simbología que impregna cada una de las páginas de H. Melville hacen que el libro sea inmenso y maravilloso como un cachalote.

«Quiero un libro para construirme un submarino»

Tengo que evitar a toda costa las corrientes de aire, porque en una de estas se me van a congelar las facciones en una mueca de perpetuo asombro.

Si, queridos, algo parecido a esas muñecas hinchables o love dolls con la boca y los ojos muy, muy abiertos. A primera hora del sábado pasado entró en reginaexlibrislandia un caballero. Quería ver todo lo que tuviera relacionado con el Tibet y, de paso, con el Yeti. Mientras le acompañaba a la zona de viajes inició un monólogo que me dejó total y absolutamente petrificada. Héte aqui un fragmento:

«Soy católico, apostólico, romano y creo en los extraterrestres, señorita. Existen. Somos híbridos, los seres humanos somos híbridos. Dios todopoderoso creó a una primera generación de hombres que se unieron a distintos tipos de extraterrestres y de ahí las diferentes razas. ¿Ve? Chinos, negros o nosotros, nadie es mejor ni peor, simplemente diferentes Y esa diferencia viene por el tipo de extraterrestre y sus particularidades. Pero, eso si, todos vamos mal. Tenemos que rezar, rezar y rezar para dar gracias a Dios y ser más humildes, para poder ser tolerantes. Y en el fondo somos energía, si, bolas cargadas de energía. Por ejemplo, a mi todos los días a las 4 de la madrugada me despiertan cinco ánimas del purgatorio: veo sus bolas de luz en el techo de mi dormitorio. Están allí, pero vienen a despertarme, porque saben que rezo, rezo mucho señorita, todo el mundo debería rezar. Rezar y estudiar, seleccionar un área de conocimiento y no parar de investigar. Si no lo haces te vuelves loco. Por eso me he especializado en ovnis, en el Yeti y en las religiones tibetanas. Llevo veinte años leyendo sin parar. Y orando. Así que se mucho, pero no dejo que nadie lo sepa. Hay gente poderosa a la que no le interesa que sepamos, por eso tengo que ser discreto. ¡Mire! Me llevo este libro de montaña. Adiós, y rece».

Recuerdo que tardé unos minutos en reaccionar. Me daba vueltas la cabeza, y sus palabras me zumbaron en el cerebro durante todo el día como si fueran un enjambre de abejas. Me lo imaginaba leyendo y absorbiendo información sin parar para consolidar los pilares de su universo espiritual.

El caso es que este sábado regresó, a la misma hora:

Él: Verá, quiero construirme un submarino y necesito un libro que explique cómo hacerlo.

R.E.: Me temo que no tengo nada.

Él: Vaya, es que no me lo puedo quitar de la cabeza.

R.E.: Podría leerse 20.000 leguas de viaje submarino, de Julio Verne. No es lo que busca, pero para ambientarse nada mejor que el capitán Nemo y su Nautilus.

Le di un ejemplar ilustrado y empezó a ojearlo. Parecía entusiasmado.

Si, si, sin duda esto es lo que buscaba, si. Me lo llevo. Por cierto, la semana que viene doy una conferencia sobre el Yeti aquí cerca. Venga si puede. Y rece. Adiós.

No fui capaz de verbalizar mi ‘adiós’. Me pregunto qué será lo próximo que quiera leer y si volverá.

Por cierto, ¿alguien conoce libros sobre cómo construir submarinos en casa?