Reflexiones de una librera Reflexiones de una librera

Reflexiones de una librera
actualizada y decidida a interactuar
con el prójimo a librazos,
ya sea entre anaqueles o travestida
en iRegina, su réplica digital

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Bibliofilia a la neozelandesa

Desde ya ondean dos banderas en el portón de reginaexlibrislandiana, la propia y la de Nueva Zelanda. Y todo por un anuncio que el divino Electronauta tuvo a bien poner en bandeja virtual a éste mi regio pelucón hace unas horas.

Se trata de la campaña de promoción de la lectura lanzada desde el Consejo del Libro de Nueva Zelanda (New Zeland Book Council), desarrollada por Colenso BBDO y animado por Andersen M Studio. Antes de nada, hétela aquí:

 

No se cómo se os habrá quedado la bibliofilia tras el visionado, queridos, pero yo sólo tengo una cosa que añadir: BRAVO. BRAVÍSSSIMO. BRAAAVO.

El mensaje es tan fuerte, las imágenes tan impactantes que entiendas o no el inglés de la voz en off al menos a mí el spot me atiza directamente en todo el pelucón.

Con esta iniciativa los neozelandeses demuestran que, cuando de lo que se trata es de utilizar la propia experiencia lectora como cebo para revitalizarnos la bibliofilia o inoculársela a los menos receptivos a zambullirse en estos mares de letras, son los reyes.

 

 

Y vosotros, reginaexlibrislandianos de pro, ¿habíais visto el anuncio? ¿Cómo llegasteis a él? ¿Qué os parece? ¿Qué os sugiere? ¿Echáis de menos campañas semejantes en España?

¿Qué libros dices haber leído sin haberlo hecho?

Aún recuerdo aquel día en que uno de mis libreros me soltó una gran verdad bibliófila a bocajarro. Era el aniversario del nacimiento de Cervantes, y mientras yo me afanaba en amontonar ejemplares de El Quijote en un rincón de reginaexlibrislandia para reverenciar al maestro y su obra llegó él y me soltó:

 

 

Me dejó petrificada. Pues bien, hace poco contándole la anécdota al divino Duka él me remató haciéndome llegar el listado de los diez libros que los anglosajones dicen haber leído sin haberlo hecho jamás.

Al parecer se trata de un estudio elaborado desde World Book Day 2009 y aunque no especifican el método utilizado, vuelcan sus resultados:

 

 

Vamos que, según esto, el 42% de los británicos que afirman haber leído 1984 de G. Orwell mienten, el 31% que dicen haberse terminado Guerra y Paz también… y así, sucesivamente.

Yo, la verdad, no salgo de mi asombro. ¿Por qué mentir sobre si uno ha leído o no un libro? Además, una de las cosas que más me llama la atención es ver que, según esa tabla, la gente miente más cuando se trata de haber o no leído un clásico de la literatura, mientras que el porcentaje desciende si hablamos de títulos de divulgación científica (El gen egoísta), o de actualidad política (Los sueños de mi padre).

También me descoloca comprobar que mientras sólo el 9% reconoce haber mentido sobre su lectura de la inmensa novela de Proust, el 42% se avergüenza públicamente de no haber devorado las páginas de 1984.

Viendo que se trata de títulos que entran y salen continuamente de los anaqueles de reginaexlibrislandia tengo que deciros que es una lista extrapolable al panorama lector español.

No sé si los destinatarios de esos ejemplares se los leerán o no, o si los españoles mentiremos lo mismo, más o menos que los ingleses, pero que esos diez títulos se venden en mi librería es un hecho. Sí, queridos, desde 1984 a la Biblia pasando por el de Obama y el Gen Egoísta… y así con los diez de la lista.

Aunque, eso sí, para encajarlo del todo en nuestro panorama bibliófilio tendríamos que incluir obras como El Quijote, Cien años de soledad, La Regenta, La Colmena, La fiesta del Chivo y algunos otros hitos de las letras hispanoamericanas…

Y vosotros, reginaexlibrislandianos de pro, ¿tenéis alguna teoría al respecto? ¿Habéis mentido alguna vez al decir que habéis leído un libro que jamás tocasteis? ¿Cuál era y por qué lo hicistéis?

«¡Cuando él ve fútbol yo cojo un libro: mira si leo!»

Que Aristóteles nos perdone a mi bibliofilia y a mi pero ambas creemos que en todo ser humano habita un lector voraz. La diferencia estriba en que mientras en unos está en acto, en el resto se manifiesta en potencia, y el despertar de ese hannibal lector que implica el paso de un estado al otro varía según el caso.

Y con lo que veo y oigo en reginaexlibrislandia doy fe de que muchos de ellos no tienen desperdicio, y uno nunca sabe qué detonante tiene reservada la Providencia Librera para el ansia bibliófila de cada cual.

Ahí está la magia… Por ejemplo, justo hace unas horas una buena mujer me revelaba con inesperada ligereza cómo pasó de haber leído diez libros escasos en cinco décadas, a devorar ejemplares a velocidad de crucero.

La señora, de edad indeterminada entre los sesenta y los setenta años, se dirigió a mi a media voz:

 

– Clienta: Perdona, buenas tardes- Regina: ¡Hola! ¿Cómo está?

– C.: Pues bien, gracias. Mire, a ver si me puede aconsejar…

– R.: ¡Dígame!

– C.: Es que leí algo sobre el último libro de María Matute, pero no sé yo si me va a gustar.

– R.: ¿De Ana María Matute? ¿Paraíso inhabitado?

– C.: Sí, si. Ella y ese era el título. Yo es que antes no leía nada, pero nada, y desde hace un tiempo me dio por leer. Para que se haga una idea, si en cincuenta años no me leí casi ni diez libros ahora casi que voy a uno y hasta dos por semana…

– R.: Pues si que lleva usted un buen ritmo, sí.

– C.: Ja, ja, sí, ¡y todo por los partidos, fíjese!

– R.: ¿Cómo dice?

– C.: Pues que cada vez que hay fútbol y mi marido lo ve yo cojo un libro: ¡mire si leo!

– R.: Ja, ja, ja… Sí, entonces no hay duda, usted es ya lectora profesional.

– C.: ¡Qué remedio! El caso es que me pareció interesante el de Matute, pero mi sobrina me dice que esa señora escribe cosas fantásticas, de princesas y esas cosas, y a mi pues no me hace mucho, la verdad.

– R.: Bueno, sí y no. Matute tiene cosas que podríamos decir que son de Fantasía, como Aranmanoth y Olvidado Rey Gudú, pero a veces sus novelas son más realistas.

– C.: ¿Y en esa última?

– R.: Pues Paraíso Inhabitado tiene algo de fantasía, pero sólo porque la protagonista es una niña con mucha imaginación. Pero, vamos, en realidad es la infancia de la pequeña en una familia bien del Madrid que tenía un pie en la Guerra Civil. A mi me pareció soberbia.

– C.: ¡Eso, eso justo fue lo que me llamó la atención! Porque vendría a ser un tipo de ambiente como en el que creció mi madre… Sí, pues entonces sí que es lo que pensaba. ¿La tiene?

– R.: Sí, aquí mismo.

– C.: ¡Uy, pues me la llevo, que esta semana me toca la ‘Champions esa’!

 

Y mientras esbozaba una sonrisa capaz de hacer frenar en seco un tren de alta velocidad se dio media vuelta con su ejemplar de Paraíso Inhabitado bajo el brazo y abandono mis confines reginos.

Y allí me dejó a mi, varada en nuestra conversación y con una certeza abriéndose paso desde lo más remoto de mi pelucón: desde ya miraré el fútbol con ojos… ¡más bibliófilos!

Y vosotros, reginaexlibrislandianos de pro, ¿Conocéis la obra de la señora Matute? ¿Leísteis Paraíso Inhabitado? ¿Qué os pareció?

Nota de Regina ExLibris: Basta con adentrarse en las primeras páginas de Paraíso Inhabitado para que sea casi palpable la certeza de que los ocho años que se ha hecho esperar el último libro de Ana María Matute han sido un precio insignificante por la maravilla literaria que tenemos entre manos. En ella, la gran dama de las letras españolas reconstruye con sencillez,ternura, crudeza y elegancia los claroscuros de su infancia en el Madrid de los años de la República, a través de el día a día de Adri, una niña poco dispuesta a dejarse amansar por unos adultos a quienes ni entiende ni respeta. Para zafarse de su yugo y de sus normas, la pequeña se escabulle a un universo de sueños, fantasías, escapadas nocturnas y chupitos furtivos que calientan el corazón en el que solo caben sus tatas y Gravila, su único amigo mitad Ángel Vengador mitad Flash Gordon, con quien levantará una fortaleza de amor y amistad en el mismo corazón de ese terreno hostil atestado de Gigantes absurdos. Impecable y directa evocación de una de esas infancias de lágrimas, silencios y soledades en las que ser diferente sí es sinónimo de ser raro y que además esconde una lección magistral: pocas cosas hay que se paguen tan caras como la inocencia. Maravilloso. Regina dixit.

La academiaspencemanía llega a las madres

Llamadme sentimental, queridos, pero cualquier indicio de ansia lectora en un cliente me conmueve, me desarma, me conquista.

Ya puede tratarse del prospecto de un fármaco o del texto aparecido en vete tú a saber dónde ni cómo: si alguien lo pide con la mirada cargada de voracidad a mi se me activa la maquinaria librera y por mi pelucón que localizo el objeto impreso de su deseo. Palabra de Regina.

Y ayer tarde me topé con uno de esos gloriosos episodios. Estaba yo dale que dale al papeleo y al café bien cargadito cuando una señora se adentró en mis confines. Como fue directa a la zona de literatura juvenil supuse que buscaba algún libro para su retoño (El Cantar del Mio Cid, El Conde Lucanor, El Sí de las niñas, Rebeldes, Rimas y Leyendas de Bécquer, Cuando Hitler robó el conejo rosa… Vamos, los ‘más buscados’ en esta época de curso escolar).

Pero no, nada más lejos de la realidad. AL cabo de un rato ella misma evidenció mi error de cálculo:

– Clienta: Buenas tardes…- Regina: ¡Hola! ¿Qué tal está?

– C.: Bien, verá, busco un libro

– R.: ¿Puedo ayudarla?

– C.: Igual sí. Mire es que necesito leerme un libro que le dejaron a mi hija, al que ella estaba enganchadísima, pero que devolvió antes de que pudiera ojearlo.

– R.: ¿Recuerda el título, el autor o algún dato?

– C.: Pues la verdad es que no mucho. Sé que iba de una orden secreta de chicas dentro de una academia, y que hay dos partes. La que tenía Rebe, mi niña, era la segunda porque ya se había leído la anterior, y era algo así como ‘el ángel rebelde’, creo. Yo quiero las dos.

– R.: ¿Y por qué no se lo pregunta a ella?

– C.: Verá, es que me da vergüenza. Del libro no hablé con ella, no me atreví a preguntar, y como lo tenía forradito y lo leía en la cama me daba cosa decirle nada. Lo ojeé un día mientras se duchaba, pero el caso es que me intriga. Por lo visto todas están como locas con los libros. Además si encuentro los dos, pues serán para ella.

– R.: Mmmm, pues igual… Verá, hace dos o tres días vino una chica de unos trece años pidiédome uno que sonaba muy parecido a eso. No lo tenía. Como mis compañeros me contaron que habían venido pidiéndonos esos libros dos o tres chicas más, les seguí el rastro.

– C.: ¿Y cuáles eran?

– R.: A ver, un segundo… ¡Ah, sí, aquí lo tengo! De una tal Libba Bray, la saga se llama ‘El Círculo Secreto’, y tiene dos partes: La orden de la academia Spence y Ángeles Rebeldes.

– C.: ¡ESOS, ESOS SON! ¡SEGURO!

– R.: Pues investigué y en España, además de El Círculo de Lectores, lo edita RBA. Pero con la fiebre que se ha desatado van a reeditar el primero, La Orden de la Academia Spence, y a lanzar el segundo, Ángeles Rebeldes.

– C.: ¿Y para cuando me lo puede conseguir?

– R.: Verá, iban a lanzarlos juntos ahora, pero la cosa se ha retrasado hasta el día 23.

– C.: Ya veo, ¿y me los podrá conseguir?

– R.: Si, si, yo le consigo dos para el día que salgan, y la llamo por teléfono cuando me lleguen a reginaexlibrislandia.

Y se fue con una sonrisa que le daba la vuelta a la cabeza. Estoy deseando que RBA los saque del horno para ver la cara que se le pone a la buena mujer cuando los tenga delante. Lo que es a mi, me han contagiado el apetito lector por La Orden de la Academia Spencer y Ángeles Rebeldes, así que ya os daré el parte cuando me los lea.

Y vosotros, queridos, ¿habéis oído hablar de los dos libros de Libba Bray? ¿Os ha ocurrio alguna vez algo similar a lo de mi clienta, es decir, que no os atrevierais a preguntar directamente sobre un libro que os intrigara?

Si Obama tiene tiempo para leer, ¿cómo es que tú no?

A esta Providencia Librera que me ampara y guía por este embravecido mar de letras hay momentos en que le da por ponerse creativa y se me manifiesta no sólo de la forma más inesperada, sino que hasta utiliza mensajeros personalizados. Todo sea por la causa lectora, queridos, todo sea.

De ahí que no me sorprendiera que el último hermes que arrojó a mis confines se me personara embutido en la epidermis de un reginaexlibrislandiano asiduo y, por supuesto, sin alas, que en lugar de caduceo se plantó ante mi escritorio blandiendo un ejemplar de la revista Que Leer.

Antes de que pudiera yo abrir la boca ya había él abierto el flamante número de septiembre y señalaba sonriente un pequeño texto atrapado en un círculo marcado a boli, que paso a reproducir:

Confirmamos la falta de fundamento de la excusa de quienes afirman no leer por falta de tiempo. Y ello tras enterarnos de que una de las personas más ocupadas del planeta, Barack Obama, lanzó este mensaje en un mitin en Virginia:

«He encontrado tiempo para leerles a mis hijas en voz alta todos los títulos de Harry Potter. Si yo soy capaz de hacer eso y presentar mi candidatura a la Presidencia de EEUU, ustedes también pueden dar con el modo de leerles a sus hijos«.

A sus hijos, sobrinos, nietos y ahijados. Incluso a su pareja y, por supuesto, a ellos mismos… ¡el caso es leer! no pude yo evitar añadir. A lo que mi hermético reginaexlibrislandiano respondió:

– C.: ¡Sabía yo que esto te encantaría, Regina! Y razón no le falta…- R.: ¡Ja, ja, ja! Déjame que lo copie, y va para mi archivo

– C.: No, no, que te lo traigo para que te lo quedes, mujer

– R.: ¡Mil gracias! Justo este mes aún no me ha llegado a casa.

– C.: ¿Cuándo harás ese corcho-collage con cosas de este tipo para plantarlo en la pared?

– R.: Uy, en breve, en breve me pondré manos a la obra

Y se fue y allí me quedé yo observando la foto del ¿inminente? presidente de yanquilandia, feliz con la certeza de quien sabe que con esa frasecita espolvoreada en vivo ante miles de personas y reproducida mediáticamente después a millones en todo el planeta le ha hecho un tremendo bien a mi adorada República de las Letras.

Y, quién sabe, queridos. Si llega a la Presidencia e incluye en su agenda guiños al mundo de tinta quizá hasta me plantee nombrarle «reginaexlibrislandiano honorífico». El tiempo y mi pelucón lo dirán.

Y vosotros, queridos, ¿qué opináis de lo dicho por Obama? ¿de dónde sacáis vosotros tiempo para leer? ¿Recordáis algún personaje público que haya soltado prendas semejantes en favor de la lectura?

«¿No te molesta que Saramago cuelgue El viaje del elefante en Internet?»

La providencia librera tuvo hoy a bien colocar en mis confines un detonador metamorfoseado en reginaexlibrislandiano asiduo para pulverizar la presa que retiene mi tendencia al melodrama. Pero esta vez reprimí el reventón dramático a tiempo, y lo que pudo desencadenar un tsunami emocional en reginaexlibrislandia se quedó en una anecdótica fuga parcial de pánico por una mísera grieta.

Y todo por el maestro Saramago, loado sea.

Un rato antes de echar el cierre se adentró en mis confines un habitual de mis baldas, devorador incansable de toda novela que, según él, ‘no sea de las de encargo, a la medida de las listas de ventas‘. Hoy se llevaba dos de Onetti: El Astillero y La Vida Breve:

– Cliente: Con éstas ya me termino a Onetti. ¡Qué grande es, Regina, qué grande!- Regina: Pues hoy te llevas mi favorita, La Vida Breve. Es una maravilla.

– C.: Por cierto, dice hoy la prensa que Saramago ya terminó la suya.

– R.: ¿La de El viaje del elefante?

– C.: Si, esa, por lo visto acaba de rematarla.

– R.: Alfaguara la sacará en octubre, imagino.

– C.: Pero ya está on line, ¿no te molesta que la cuelgue en Internet?

– R.: ¿Cóoooomooooooo? ¿No será el primer capítulo?

– C.: No sé, entendí que era TODA la novela.

Cuando se fue me atusé el pelucón, respiré hondo y me zambullí en la Red encomendándome al amor de Saramago por la letra impresa. Y ahí estaba, un simple adelanto de El viaje del Elefante, cortesía del maestro y disponible en portugués, castellano e inglés. Pero no todo el libro. No, no, no. Ése, editado por Alfaguara, que es quien lleva su obra en España, saldrá en otoño, como estaba previsto.

La estrategia publicitaria de ofrecer, tanto digitalizados como impresos en cuadernillos, los primeros capítulos de algunas novelas viene de lejos, y funciona para muchos. La gente me los pide, aunque menos que los marcapáginas, como ya os comenté.

Tanto de unos como de otros soy devota, la verdad. De éstos porque son útiles y de aquéllos porque me abren el apetito lector para según que obras.

Sin ir más lejos, ésta de Saramago me ha dado de bruces con algo tan maravilloso como éstas líneas:

«El maníaco de los barritos comenzó a perder consistencia y volumen, a encogerse, se hizo redondo, transparente como una pompa de jabón, si es que los pésimos jabones que se fabricaban entonces eran capaces de formar esas maravillas cristalinas que alguien tuvo el genio de inventar, y de repente desapareció de la vista. Hizo plof y se esfumó. Hay onomatopeyas providenciales. Imagínense que teníamos que describir el proceso de evaporación del sujeto con todos los pormenores. Serían necesarias, por menos, diez páginas. Plof.»

Pero, ¿y si hubiera colgado su novela íntegra a meses vista de su salida impresa?

Y vosotros, queridos, ¿Qué opináis? ¿Buceáis por la Red en busca de los adelantos de lo nuevo de vuestros escritores favoritos?

Noqueada por la deshojadora de libros

Tengo que dejar de ser tan escandalosamente permeable a estímulos literarios y/o cinematográficos, queridos. O eso o enloquezco del todo.

Es como si mi regia existencia estuviera vertebrada en tres que se despliegan en paralelo: la de las ficciones de libros y películas que me llenan las horas ajenas a la librería, la vida propia de reginaexlibrislandia y la carga vital de quienes se adentran en mis confines. Mientras cada una de ellas permanezca en su espacio no hay problema. Pero cuando hay escapes y encuentros fortuitos entre elementos de las tres a mi se me cortocircuita el pelucón y me pierdo en una dimensión desconocida: la cuarta.

Mi última visita a esa cuarta dimensión fue hace unas horas. Resulta que la noche anterior volví a ver la Rebeca de Hitchcock, porque tengo un debate pendiente con reginaexlibrislandiano asiduo sobre la adaptación del maestro británico de la novelita de Daphne Du Maurier, cuya relectura terminé hace un par de días.

Así que ahí me teníais a mi, de nuevo plumero en mano, tejiendo mentalmente mi red argumental sobre la comparativa entre novela y su versión en celuloide y mascando una de las gloriosas frases de la película:

«¿Verdad que no se puede estar cuerdo viviendo con el diablo?»

Ya que estamos os diré que ambas, novela original y adaptación, logran inquietarme hasta el delirio, así que mentiría si no os dijera que tenía el ánimo ligeramente desbocado.

Y ahí fue cuando entró ella en mis confines, una mujer de mediana edad, pelo encanecido y unas facciones tan duras que parecían horadadas en granito y que enmarcaban una mirada entre vacua y ausente. Cuando me habló lo hizo con una carga de autoridad tal que os juro por la pluma de Shakespeare que hubiera podido detener en seco una espantada de búfalos en el medio oeste norteamericano:

Clienta: Buenas tardes, señortita.

Regina: Buenas tardes, ¿puedo ayudarla?

C.: Eso espero. Quiero dos ejemplares de Nada, de Carmen Laforet; dos de El hereje, de Delibes; dos de Calígula, de Camus. Ah, si, y dos del nuevo de Ruiz Zafón.

R.: Disculpe, ¿dos de cada, o solo del de Zafón?

C.: No, dos de cada uno de ellos.

R.: Bien, a ver qué puedo hacer, un segundo.

Mientras recopilaba lo que me pidió trataba de separar mentalmente las dos figuras que mi enfermiza mente cuatridimensional acababa de solapar. Eran, claro, las de la mujer y la de la Señora Danvers, la perversa y oscura ama de llaves de la mansión Manderley obsesionada con la primera señora de la casa.

Claro, queridos, que la buena mujer aún no hubiera hecho nada definitivamente sospechoso no era obstáculo para que yo la arrastrara a mi cuarta dimensión ni para que yo me hubiera metamorfoseado en la joven e inocente segunda esposa de Maximilian de Winter…

R.: Bueno, parece que hubo suerte: aquí los tiene.

C.: Perfecto, muchas gracias. Lo normal es que me toque ir de una librería a otra porque no es fácil que siempre tengan más de un ejemplar salvo que se trata de una novedad.

R.: Disculpe pero, ¿siempre compra dos ejemplares de cada?

C.: Si, siempre.

R.: ¿Y puedo preguntarle por qué?

C.: Verá, mi biblioteca es como un santuario, así que uno de los ejemplares va directo a sus baldas. El otro es el que me leo y el que llevo encima porque me muevo mucho, tanto dentro de la ciudad como a otras ciudades. Por eso lo que hago es ir arrancando páginas según me las voy leyendo.

R.: ¿Arrancándolas dice?

C.: Si, las voy arrancando. Y cuando termino la última la tiro, junto con las pastas, al cubo de basura más próximo. Si ya me leí el libro y si el otro ejemplar ya está en mi biblioteca, ¿para qué iba yo a quererlas? Dígame usted, ¿Para qué IBA YO A QUERERLAS, SE-ÑO-RI-TA?

Ay de mi, queridos, sólo le faltó rematarme con la también mítica frasecita de Rebeca:

«Y otra cosa: no se ponga nunca un vestido negro, ni un collar de perlas, ni tenga nunca 36 años.»

Me dejó aterrada y muda, con las facciones congeladas en una mueca de estupor total.

Me hubiera gustado preguntarle que cómo podía deshojar libros impunemente, descuartizar historias y reconocérmelo con esa frialdad. Quise saber por qué no cedía esos ejemplares sobrantes a bibliotecas o cómo era que no los llevaba a librerías de ejemplares usados…

Pero no pude, la deshojadora-Danvers me noqueó, queridos. Me temo que hoy soñaré con ella…

Y vosotros, ¿qué opináis de su afición por descuartizar novelas? ¿Habíais oído algo semejante? ¿Qué diríais a la buena señora? Es más, ¿qué le digo si vuelve?

 

¿Empezarías una novela por el final?

Llevaba días y días tragándome la preguntita en la librería, así que con tanta represión estaba tan inflada que parecía una regina aerostática suspendida contra el techo de reginaexlibrislandia. No podía más, queridos, estaba al límite de mi capacidad cutánea.

Hasta entonces me autoconsolada a lo Penélope: hilando conjeturas sobre el misterioso proceder de una clienta tan asidua como silenciosa mientras aguardaba a que regresara para darme nuevas pistas, cuando no conversación.

La mujer en cuestión aparece una vez por semana y se lleva dos novelas de lo más dispar: de intriga, romántica, clásicos… Una lectora inclasificable, por compulsiva o, lo que es lo mismo, de mi mismo pelaje. El caso es que llega, repasa de arriba abajo mis baldas y mesas y coge un tomo. Mira el lomo, la portada, la contraportada e invariablemente se enfrasca en la lectura de las últimas páginas del libro.

Cuando termina su ritual, emite su particular veredicto, ese que a fuerza de observar he sido capaz de interpretar:

«Mmmm»: viene a ser su Fumatta blanca o «Habemus libro interesante», y se lo lleva.

«Pssssss» es su Fumatta negra o «Vaya tostón», y lo coloca en su sitio.

Y vuelta a empezar hasta que se hace con los dos libros que se llevará.

Entonces se acerca sonriente e inicia una conversación tan educada como anodina:

– Clienta: Vaya frío, ¿eh? Con el calor que hizo ayer. Una no sabe qué diantres ponerse.

(Aquí es cuando yo me desdoblo en dos: la ‘regina automática’ que sigue la charla amigable pero insustancial, y la ‘regina-zepeling’ literalmente a punto de reventar por sobredosis de curiosidad insatisfecha)

– Regina: Si, al verdad es que el termómetro tiene vida propia.- Clienta: Cojo un par de marcapáginas, si no le importa.

– Regina: ¡Los que quiera!

(Y héteme aquí que en un momento de lucidez providencial ‘regina’ se abre paso por entre la ‘regina automática’ e irrumpe en pleno diálogo)

– C.: Oiga, ¿quiere alguno de estos ‘Primeros Capítulos’ de las últimas novedades?- R.: Uy, no, no, gracias, pero no. Yo es que empiezo por el final.

(Y aquí ¡CLACK! se me disparan más alarmas que en un reactor en plena Guerra Fría: Ahora o nunca, Regina, ¡AHORA o NUNCA!)

– R.: ¿Disculpe, cómo que por ‘el final’?- C.: Si, llevo más de quince años empezando por las últimas páginas de los libros. En concreto, por las siete últimas.

– R.: Vaya, ¿y puedo preguntarle por qué?

– C.: Bueno, lo que me interesa es la técnica narrativa, y así sé si el escritor va a sacarse o no un as de la manga y masacrar su propia historia. Por la forma de ‘atar los cabos’.

– R.: Ya veo, pero empezando por el final ¿no le quita la gracia a la novela?

– C.: ¡Que va! Yo la disfruto igual, o incluso más, porque sé que el novelista juega limpio conmigo. Verá, todos los personajes, elementos y escenas están ahí por algo ¿sabe? Y yo me entretengo averiguando el motivo.

– R.: Ah, claro..

– C.: Gracias y que tenga buena tarde. Adiós.

Y justo cuando siento la puerta cerrarse me doy cuenta de que con la sorpresa he perdido el control sobre mi condición aerostática, por lo que me deshincho a velocidad de crucero pegando rabiosos bandazos contra las paredes de reginaexlibrislandia.

Una vez he perdido todo el aire sobrante me quedo aplastada contra el suelo, como la piel desechada de una pitón y una misteriosa sonrisa dibujada en mi regia cara.

Sonrío, porque el ser humano es gloriosamente imprevisible y yo me siento infinitamente pequeña ante estos milagros cotidianos que presencio en mis confines.

No sé si algún día me dará por probar su sistema… ¿a vosotros que os parece? ¿emepezáis a leer una novela por el final? ¿Lo haríais?

 

Por cierto que esta vez se llevó Teseo de Mary Renault e Ifigenia, de Teresa de la Parra, dos auténticas joyas de la literatura que, por desgracia, están por descubrir…