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Reflexiones de una librera
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con el prójimo a librazos,
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«¿Algo de Larra? De cabeza a sus Artículos»

En un mundo bibliófilo ideal no harían falta reclamos para que la gente leyera a Larra, pero como la realidad al margen de los libros es bien distinta doy gracias a la Providencia Librera porque, en días como hoy, instigue a los medios a recordar y homenajear el bicentenario del nacimiento del referente del Romanticismo español, y maestro de la sátira periodística y los artículos de costumbres.

¿Por qué? Sencillo: no sólo anima a muchos a rescatar ese viejo volumen que lleva décadas acumulando polvo en casa, sino que la sacudida mediática pone a muchos de patitas en las librerías en busca de su ejemplar.

Creedme, no falla: hablan de Larra en prensa, radio, televisión o Internet y, ¡TACHÁN! a los escolares contrariados que llegan a mis confines en busca de lecturas obligadas por el profesor se suman reginaexlibrislandianos afectados de un inesperado y glorioso ‘apretón larriano’.

Llegan y, si son asiduos, me sueltan más o menos la misma petición a cambio de la que reciben idéntica sugerencia librera:

 

– Cliente: Estooo, Regina, una cosa- Regina: ¿Si? ¡Dime!

– C.: ¿Qué me leo de Larra?

– R.: ¿Algo de Larra? ¡de cabeza a sus artículos!

– C.: ¿Artículos?

– R.: Sí, querido, sus artículos de costumbres. Verás la España del XIX diseccionada en vívidas estampas cargaras de sátira pura… Rutinas, personajes, el movido patio político de la época, ¡todo!

– C.: Ya, pero, ¿eso no está muy pasado ya?

– R.: ¿Pasado? ¿Larra? ¡Para nada! Créeme si te digo que pocos artículos son tan absolutamente actuales como los de Larra.

Y aquí, si aún titubean, remato con mi estocada final: les planto delante unas octavillas que imprimí para la ocasión con un fragmento de Dos Palabras, el artículo que prologaba el primer número de El Pobrecito Hablador, la segunda de las publicaciones satíricas que sacó Larra allá por 1832.

Aquí os lo dejo:

 

«A nadie se ofenderá, al menos a sabiendas; de nadie bosquejaremos relatos; si algunas caricaturas por casualidad se parecieren a alguien, en lugar de corregir nosotros el retrato, aconsejamos al original que se corrija; en su mano estará, pues, que deje de parecérsele. Adoptamos por consiguiente con gusto toda la responsabilidad que conocemos del epíteto satíricos que nos hemos echado encima; sólo protestaremos que nuestra sátira nunca será personal, al paso que consideramos la sátira de los vicios, de las ridiculeces y de las cosas, útil, necesaria, y sobre todo muy divertida».

No sé cómo lo veréis, pero mi bibliofilia, mi pelucón y yo nos rendimos a los pies de Larra -alias Duende, alias Fígaro, alias Pobrecito Hablador, alias Bachiller Juan Pérez de Murguía, entro otros- el día que topamos con ese párrafo hace décadas. ¿Caben más lucidez, sátira, ironía y talento en menos líneas?

Y vosotros, queridos, ¿leísteis a Larra? ¿Os gustó? ¿Cómo llegasteis a él? Y si aún no lo habéis leído, ¿os animáis a hacerlo? ¿Tenéis algo suyo en vuestras bibliotecas?