Archivo de la categoría ‘Historia y Ciencias Sociales’

Siete ilustraciones científicas para descubrir las neuronas, las tumbas neolíticas o las aves más ruidosas del mundo

Por Mar Gulis (CSIC)

¿Quieres ver las sorprendentes y diferentes formas de las neuronas humanas? ¿Conocer cómo son las cinco especies de lirones que viven en Europa? ¿Descubrir cómo se construyeron algunas tumbas neolíticas para que la luz del solsticio de invierno penetrara en ellas? Estos son solo algunos de los fenómenos que te invitan a explorar las imágenes de Illustraciencia 10, el certamen internacional de ilustración científica y naturalista del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y la Asociación Catalana de Comunicación Científica (ACCC).

En este post te presentamos las siete obras ganadoras de su décima edición, seleccionadas entre las más de 500 que se presentaron. Infografías, ilustraciones digitales, acuarelas, dibujos a tinta o a lápiz… las propuestas escogidas por el jurado y el público son una muestra clara de que cualquier medio puede resultar útil para transmitir el conocimiento científico. Si después de verlas, te quedas con ganas de más, en la web del certamen puedes ver las cuarenta imágenes que formarán parte de la exposición Illustraciencia 10, que se inaugura el próximo 30 de junio en el Museo Nacional de Ciencias Naturales.

Neuronas

Diversidad morfológica de las neuronas humanas. / Maddi Astigarraga Bergara (España)

Las formas de las neuronas humanas

Premio Año Cajal

Las neuronas del sistema nervioso humano tienen formas muy variadas. Este dibujo realizado a lápiz y ordenador representa algunas de estas células sin la mielina que las recubre, para que así se las pueda apreciar mejor. Algunas de las neuronas que vemos son multipolares, es decir, que de su cuerpo celular o soma salen múltiples ramificaciones denominadas dendritas. Estas neuronas se diferencian entre sí por la longitud de su axón, la prolongación que conduce el impulso nervioso. Las de axón largo incluyen las neuronas motoras (a) y las piramidales (b); y las de axón corto, las células en cesta (c) y las granulosas (d). También existen las neuronas bipolares como las de la retina (e), con dos prolongaciones: un axón y una dendrita, y las neuronas pseudounipolares, que tienen una única prolongación que se divide en dos a muy corta distancia del cuerpo celular, como la neurona ganglionar (f). Otras neuronas reflejadas en la imagen son los conos (g) y bastones (h), que son unipolares, las células de Purkinge (i) y las células amacrinas (j).

Dormice of Europe (Gliridae). / Denitsa Peneva (Bulgaria)

Los lirones de Europa

Premio Ilustración Naturalista

La imagen representa a las cinco especies de lirones que se encuentran en Europa: el lirón colipelado (Myomimus roachi), el muscardino balcánico (Dryomys nitedula), el lirón gris (Glis glis), el lirón enano (Muscardinus avellanarius) y el lirón careto o común (Eliomys quercinus). Cada uno aparece sobre una planta que es típica de su hábitat o de su dieta. Además, el lirón común, que es carnívoro, se muestra junto a un caracol. La ilustración se realizó en acuarela y carboncillo para la 11ª Conferencia Internacional del Lirón, celebrada el año pasado en Svilengrad, Bulgaria, donde recientemente ha sido redescubierta una gran población endémica de lirón colipelado.

El solsticio de invierno en los dólmenes de Sedano y Las Loras. / Marina Lezcano Herrera (España)

El solsticio de invierno en los dólmenes neolíticos

Premio Ilustración Científica

Esta infografía muestra la incidencia de la luz en los túmulos neolíticos del norte de la provincia de Burgos durante el amanecer del solsticio de invierno, cuando los rayos del sol alcanzan el interior de la cámara funeraria gracias a una orientación precisa del corredor de acceso. Se trata de un fenómeno que se repite en las construcciones megalíticas de otras regiones y que refleja la importancia de los ciclos naturales para las sociedades prehistóricas. La reconstrucción está basada en el dolmen de Las Arnillas, que fue utilizado como lugar de enterramiento y, posiblemente, de rituales desde el Neolítico hasta bien entrada la Edad del Bronce.

Conectomas de un corte coronal. / Daniel Casanova Martínez (Chile)

Un cerebro interconectado

Mención especial Año Cajal

Al cortar el cerebro, las fibras de conexión, denominadas sustancia blanca, no se aprecian de forma definida. Este dibujo realizado con tinta y plumilla sobre papel negro representa de forma “anatomo-artística” cómo las fibras conectan diferentes regiones cerebrales. La técnica elegida recrea la forma en que Ramón y Cajal plasmaba en el papel sus observaciones y teorías. La información en la que se basa la ilustración procede de la tractografía, una de las más recientes técnicas de imagen utilizadas en el estudio de las conexiones cerebrales.

Victoria cruziana

Victoria cruziana’. / Juan Luis Castillo Gorroño (España)

Una planta acuática que ‘devora’ escarabajos

Mención especial Ilustración Naturalista

Victoria cruziana es una planta acuática originaria de Sudamérica, donde frecuenta remansos de agua en las cuencas de los ríos Paraná y Paraguay.
Como se refleja en esta imagen digital, tiene grandes hojas circulares de hasta dos metros y medio de diámetro que flotan en el agua. La flor, con un aroma similar a la piña, florece durante la noche y solo durante dos días. La primera noche la flor, femenina y de color blanco, eleva su temperatura mediante una reacción termoquímica que favorece la difusión de su aroma y atrae a polinizadores como el escarabajo Cyclocepahala castanea. Este queda atrapado cuando la flor cierra sus pétalos al amanecer.

Procnias: el género de aves más ruidoso del mundo. / Jaime de la Torre Naharro (España)

Las aves más ruidosas del mundo

Mención especial Ilustración Científica

Cuando ‘cantan’, las procinas emiten un ruido de hasta 125 decibelios, superior al de un concierto de música o al que genera un tren en marcha. Este género de aves es nativo de la América tropical e incluye las cuatro especies retratadas en esta composición digital: Procnias albus (1-2.a), Procnias tricarunculatus (1-2.b), Procnias averano (1-2.c) y Procnias nudicollis (1-2.d). La clave de su potencia sonora es la siringe, un órgano exclusivo de las aves ubicado en el extremo inferior de la tráquea (figura 3) y modulado por una serie de músculos (figura 4) que permiten la variación del sonido y los tonos del canto.

Andreaea nivalis

‘Andreaea nivalis’. / Manuel Sánchez Villegas (España)

Un musgo de alta montaña

Premio especial del público

En la península ibérica habitan las poblaciones más meridionales de Europa de Andreaea nivalis, un musgo acostumbrado a la nieve que crece en la alta montaña. El ejemplar representado en esta lámina proviene de una de las escasas poblaciones de la sierra de Gredos, las únicas conocidas en la península que se reproducen sexualmente. El aumento de las temperaturas y la escasez de agua provocada por el cambio climático amenazan la supervivencia de esta especie en nuestro territorio. En el Libro Rojo de los Briófitos Amenazados de España está catalogada como vulnerable según los criterios de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN, por sus siglas en inglés).

La explicación que acompaña a cada imagen ha sido elaborada a partir del texto facilitado por su autor o autora en el momento de inscribirse en el certamen.

Nueve libros del CSIC para disfrutar de la ciencia, la historia o el arte

Por Mar Gulis

¿Sabías que el físico Erwin Schrödinger, el creador de la famosa paradoja del gato, fue también poeta? ¿O que en el Tierra hay ocho millones de especies sin contar a las bacterias? ¿Habías oído hablar de los juicios sumarísimos a los que fueron sometidas las personas represaliadas por el franquismo? Estos son solo algunos de los temas que abordan los nuevos libros publicados por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) en 2023.

En este post te presentamos las novedades de Editorial CSIC escritas para un público amplio o no necesariamente especializado: libros en los que podrás descubrir aspectos poco conocidos de la historia de la ciencia, como la contribución de las mujeres a la ilustración botánica; explorar los últimos avances científicos en los ámbitos de la nutrición o la búsqueda de vida extraterrestre; o acercarte a un pasado no tan distante, como el de las expediciones militares españolas en Asia a finales del siglo XVIII.

Caseta del CSIC en la Feria del Libro de Madrid / Álvaro Minguito

En todos los casos se trata de libros escritos por especialistas y revisados por pares que podrás encontrar en librerías, el portal de edición electrónica del CSIC o en la caseta de Editorial CSIC en la Feria del Libro de Madrid. Varios de ellos, los marcados con asterisco, también se presentarán el martes 30 de mayo, a las 19:00, en el Pabellón Europa de la Feria. ¡No te los pierdas!

Historias de ciencia, arte y literatura

Ellas ilustran botánica*. Sorteando infinidad de dificultades, las mujeres han estudiado y difundido la flora a lo largo de la historia. Este libro da cuenta de ello reproduciendo más de 50 de obras botánicas de gran valor realizadas por mujeres entre el siglo XVII y la actualidad. Dibujos, grabados, pinturas y fotografías se entremezclan con ensayos y biografías que revelan “cómo se han ido trazando los caminos de la igualdad” en el ámbito de la ilustración botánica. Toya Legido, profesora de Bellas Artes en la Universidad Complutense de Madrid, coordina esta cuidada monografía, en la que historia, sociología y cultura ayudan a desentrañar las relaciones entre ciencia, arte y género.

Fragmento de ‘Los bosques más antiguos?, ilustración incluida en ‘Ellas ilustran botánica’. / © Aina Bestard

Schrödinger, poetaConocido por ser uno de los padres de la física cuántica y el creador de la paradoja más célebre de su disciplina, Erwin Schrödinger tuvo una vida apasionante en la que también cultivó la filosofía y la poesía. En Erwin Schrödinger y el salto espacios-tiempo de Galileo Galilei, la poeta Clara Janés presenta el pensamiento y la obra del Schrödinger humanista. Las relaciones del científico con intelectuales como Ortega y Gasset o Xavier Zubiri o su fascinación con España son otros de los temas tratados por la autora. La obra se ha publicado conjuntamente con ‘Gedichte’ [poemas] y Fragmento de un diálogo inédito de Galileo, una selección de poemas y textos literarios, algunos inéditos, escritos por Schrödinger.

Santiago Ramón y Cajal. Hasta donde quieras llegar. Cajal fue muchas otras cosas además de pionero de las neurociencias y Premio Nobel de Medicina. Esta breve biografía dirigida al público juvenil recorre su trayectoria científica y cuenta aspectos de su vida personal menos conocidos. Los historiadores Elisa Garrido Moreno y Miguel Ángel Puig-Samper reseñan que el prestigioso científico español fue también un niño travieso que trepaba a los árboles, un adolescente rebelde al que le gustaba la pintura o un joven que trabajaba con tesón su musculatura. Publicado por primera vez en 2021, el libro ha sido reeditado este año en acceso abierto con motivo de la celebración del Año Cajal.

Autorretrato de Ramón y Cajal realizado en su juventud.

Erudición sobre hormigas y rositas: acerca de los libros y las mujeres que los escriben*. ¿Qué diferencias hay entre la novela de alguien que se dedica en exclusiva a la escritura y la de alguien que tiene otro trabajo y cuida de su familia? En este ensayo publicado en abierto, la escritora y editora Elena Medel reflexiona acerca de cómo el género y la clase social inciden sobre la escritura. La autora aborda, sin esconder sus “costuras y contradicciones”, cuestiones como si existe o no la literatura femenina; y también dialoga sobre las circunstancias que rodean al hecho de escribir con escritoras de distintas épocas y procedencias, como Virginia Woolf, Gertrude Stein o Carmen Martín Gaite.

Los avances de la ciencia, para todos los públicos

La vida y su búsqueda más allá de la Tierra. ¿La vida extraterrestre será similar o muy distinta a la que conocemos en la Tierra? En este libro de divulgación, Ester Lázaro explica que hay “buenas razones” para creer en la vida extraterrestre, y defiende que probablemente será muy diferente a cómo la imaginamos. La investigadora del CSIC se pregunta qué características tendría que tener un objeto que halláramos fuera de la Tierra para ser considerado un ser vivo, y recorre algunos de los lugares del cosmos más prometedores para encontrar vida: Marte, las lunas de Júpiter o los exoplanetas situados en la zona de habitabilidad de sus respectivas estrellas.

Las moléculas que comemos. Azúcares, hidratos de carbono, fibra, grasas, minerales, proteínas y vitaminas son los componentes básicos de los alimentos, las moléculas que comemos. ¿Qué propiedades tienen? ¿Por qué son importantes para nuestro desarrollo y salud? ¿Cómo proporcionan a los alimentos sus diferentes aromas, colores, sabores y texturas? ¿Qué tipo de reacciones químicas se producen al cocinar? Esta guía didáctica coordinada por las investigadoras del CSIC Inmaculada Yruela e Isabel Varela responde a estas y otras preguntas sobre la alimentación y las moléculas presentes en nuestra dieta. El libro incluye sencillas explicaciones y una amplia variedad de experimentos y talleres que pueden hacerse tanto en la cocina de casa como en el colegio.

Cómo se meten ocho millones de especies en un planeta. ¿Por qué hay monos en Sudamérica? ¿Por qué en el ecuador hay más especies que en los polos? ¿Por qué se dice que hay ocho millones de especies diferentes en el planeta y no solo cien o cien millones? ¿Por qué la especie más competitiva no gana a todas las demás y vive sola dominando el mundo? Para responder estas preguntas, el investigador del CSIC Ignasi Bartomeus realiza un recorrido a través de la historia de la ecología, una disciplina nacida hace apenas 150 años. En este libro de la colección ¿Qué sabemos de? presenta las principales leyes que regulan las comunidades ecológicas y los cuatro mecanismos básicos que determinan los ecosistemas: la evolución, la dispersión, las regulaciones bióticas y abióticas y, por último, la suerte.

Un pasado muy presente

Tragedia en tres actos. Los juicios sumarísimos del franquismo*. Durante la guerra civil y la posguerra, más de medio millón de personas fueron sometidas a juicios sumarísimos: procedimientos regidos por la jurisdicción militar, carentes de garantías y en los que la mayoría de las sentencias supusieron condenas a muerte. El antropólogo de la UNED Alfonso M. Villalta Luna reconstruye la dinámica de estos procesos y las vivencias de sus protagonistas: los presos que desde el interior de la cárcel intentan escapar de la muerte, los militares que sobre el estrado buscan una condena en el consejo de guerra y los familiares y amigos, que realizan viajes y gestiones repletos de incertidumbres y adversidades con el fin de salvar la vida de sus seres queridos.

Consejo de guerra contra los supuestos integrantes de la llamada ‘Checa de Bellas Artes’. / Revista Semana.

La Escuadra de Asia. Entre 1795 y 1803, mientras el mundo entero está en guerra, una pequeña división es enviada a Filipinas para proteger los intereses españoles. Capitaneada por Ignacio María Álava, la Escuadra de Asia tendrá que hacer frente a una misión compleja y lidiar con huracanes, asaltos, incendios, persecuciones, engaños, corruptelas y rivalidades. El historiador Pablo Ortega-del-Cerro relata las hazañas y vicisitudes de la expedición y se adentra en un periodo especialmente convulso, caracterizado por la rivalidad militar y económica entre Gran Bretaña y España. Este episodio excepcional le permite observar el nacimiento de una nueva realidad global.

Cartel del CSIC para la Feria del Libro 2023. / Irene Cuesta

Los servicios de ‘delivery’ en la Protohistoria: ¿cómo era el comercio sin Internet?

Por Guiomar Pulido-González* (CSIC)

Hoy en día, si tenemos dinero para comprar algo, sólo necesitamos coger nuestro móvil, buscarlo y encargarlo por Internet. La posibilidad de hacernos con cualquier objeto procedente del otro extremo del planeta nos parece un avance propio de nuestro tiempo. Sin embargo, es un error pensar que el mundo estrechamente interconectado en el que vivimos es un invento actual. Desde la Prehistoria los grupos humanos de territorios distantes han estado vinculados y han buscado el intercambio de recursos e ideas con otros grupos.

Vaso de cerámica jónica-milesia que representa al dios Aqueloo encontrado en la península ibérica (siglo VI – principios del siglo V a. C). / Museo de Arqueología de Cataluña, Girona.

Seguramente, una de las etapas más tempranas en las que este hecho es evidente es la época romana. En este momento, todo el continente europeo y la cuenca mediterránea quedaron conectados a través de una sofisticada red viaria. Pero esta situación es heredera de las conexiones establecidas a lo largo del periodo previo: la Protohistoria. En esta época anterior a la imposición romana (desde el siglo IX a.C. hasta el siglo III a.C. en la península ibérica) el mar Mediterráneo se convirtió en una autopista por la que circulaban mercancías y personas. Lo que actualmente hacen los servicios de Amazon y AliExpress en su momento lo hacían compañías de comerciantes con contactos en diversos puertos y núcleos interiores relevantes, que llevaban las importaciones allá donde las demandaban.

La península ibérica formó parte de esa tupida red de comunicaciones que la conectaba con los territorios al otro lado del mar: a sus costas llegaban productos procedentes de toda la cuenca mediterránea y, una vez allí, eran redistribuidos por el interior. Pero, teniendo en cuenta las enormes distancias que separaban unos lugares de otros y las dificultades para contactar con las personas que los habitaban, ¿cómo eran posibles estas comunicaciones?

Mapa de las principales rutas mediterráneas y algunas manufacturas representativas de los objetos que se comerciaban durante la Protohistoria

La importancia de tener contactos

En la Antigüedad, el tiempo para el comercio era la época estival, con mejores condiciones. En la movilidad comercial de la Protohistoria podemos diferenciar dos ámbitos: las rutas marítimas y las rutas interiores. Las rutas marinas eran más seguras y rápidas, ya que permitían transportar grandes cantidades de productos desde un punto a cualquier otro de la costa mediterránea. Además, la buena navegabilidad que presenta el Mediterráneo en primavera y verano facilitaba los desplazamientos.

No obstante, la logística se complicaba al descargar las mercancías en los puertos. Hay que tener en cuenta que en esta época las calzadas romanas todavía no se habían construido. Para desplazarse había que usar los pasos naturales de montaña, cruzando terrenos escarpados y transitando caminos de tierra por las llanuras. Y para ello, el mejor medio de transporte eran las mulas y los burros. Los caballos eran muy caros de mantener y los bueyes se empleaban sólo de manera ocasional porque eran mucho más lentos, a pesar de ser más fuertes.

Principales rutas comerciales de la península ibérica y cómo se articulaban a través de núcleos receptores (puntos negros) y redistribuidores (puntos blancos).

La siguiente incógnita es la red humana y comercial que posibilitó el movimiento de los productos por toda la península ibérica y el Mediterráneo. En un momento en el que los servicios de paquetería estaban lejos de ser imaginados, el sistema debía funcionar a través del tradicional “boca a boca”. Los contactos y amistades motivaban el movimiento de la mercancía y los intercambios entre diferentes núcleos.

Esta actividad generaba además una demanda y encargos de ciertos productos o materias. Un pedido no iba de un punto A a un punto B directamente, sino que debía pasar por una compleja red de intermediarios desde el lugar donde se producía la mercancía hasta donde se adquiría. Como reflejan las cartas comerciales de la época, que se han conservado gracias a que se realizaban sobre pequeñas láminas de plomo donde se registraban los intercambios, esta red se articulaba mediante el contacto de comerciantes de diversos núcleos, que establecían acuerdos, pagos a plazos, colaboraciones y recibían y reenviaban los cargamentos. De este modo, las distancias tan grandes que vemos en los mapas se acortaban gracias a la red humana.

Los pueblos de la península ibérica: ‘fashion victims’

Y, ¿qué compraban? Las importaciones mediterráneas que llegaban a la península ibérica procedían de diversos lugares alejados (Egipto, Túnez, Grecia o Italia). Gracias a la información aportada por la arqueología, a través de las cantidades de importaciones y su dispersión, podemos trazar las rutas comerciales que siguieron y saber qué productos estaban más de moda dependiendo del siglo. Así, sabemos que desde el siglo IX a.C. al VI a.C., lo que más se llevaba era lo “orientalizante”, es decir, elementos elaborados o con influencias del Mediterráneo Oriental. Por tanto, los objetos de lujo que se importaban eran joyas, marfiles y vajilla cerámica, que procedían de lo que actualmente es Chipre, Líbano, Siria y Egipto.

En el mundo íbero, la vajilla ática era un símbolo de riqueza y denotaba prestigio social. La crátera de campana era una de las piezas más prestigiosas y, probablemente, más costosas. / Museo de Arqueología de Cataluña, Girona.

Sin embargo, desde el siglo VI a.C. la zona oriental mediterránea entró en un momento de reajuste político y económico que motivó un cambio en los circuitos comerciales de la época. Principalmente Grecia tomó el testigo de foco comercial y productor de exportaciones; como ha ocurrido con China en la actualidad. Sus talleres cerámicos coparon el mercado desde mediados del siglo VI a.C. hasta mediados del siglo IV a.C. La vajilla procedente del Ática se convirtió en una de las importaciones más extendidas por toda la cuenca mediterránea, fenómeno al que la península ibérica no fue ajena.

Pero no todo pasaba de moda y era remplazado, sino que también existía una percepción parecida al actual concepto de “vintage” o “reliquia”. En contextos pertenecientes a esta segunda fase comercial se han encontrado objetos datados entre los siglos VII-VI a.C., como ungüentarios de perfume o elementos de marfil, lo que indica el valor añadido con el que se dotaba a esos objetos.

Placa de marfil perteneciente a la segunda fase comercial en la que se encontraron objetos datados entre los siglos VII-VI a.C

La dispersión de las importaciones nos ayuda a dibujar las rutas que habrían seguido los comerciantes, nos muestra los valles de los ríos y los corredores de las sierras que resultaron verdaderas autopistas por donde fluyeron las personas y las mercancías. Eran lugares muy lejanos unos de otros que quedaban comunicados por itinerarios de cientos de kilómetros y numerosos intermediarios que llevaron objetos e ideas por toda la cuenca mediterránea. Volviendo al punto de partida, esto demuestra que el mundo profundamente interconectado en el que vivimos no es un producto de la sociedad actual: los pedidos que hoy hacemos con el móvil, en época protohistórica podían conseguirse de igual modo, tan sólo con un buen mapa y una buena red de contactos.

*Guiomar Pulido-González es investigadora en el Instituto de Arqueología de Mérida del CSIC.

Cinéfila-mente: cómo el cine ha tratado el cerebro y las enfermedades mentales

Por Emilio Tejera (CSIC)*

 

Shakespeare liberó en La tempestad aquella mítica frase de “estamos hechos de la misma materia con la que se tejen los sueños”. Pero, de un siglo a esta parte, los “sueños” se fabrican sobre todo a partir de celuloide, luz, sonido y, últimamente, soporte digital. El cine siempre es un reflejo de la realidad y de su tiempo y, como tal, no podían faltar las referencias a nuestro cerebro y a las enfermedades mentales.

Al principio, de manera tímida. Es difícil establecer cuál fue la primera película que trató sobre las dolencias mentales: en 1908 hay una adaptación de El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde, obra donde Stevenson quería reflejar la dualidad del ser humano, pero que siempre se ha visto como una metáfora de los mal llamados trastornos de personalidad múltiple (mejor denominarlo “trastorno de identidad disociativo”). No obstante, fue en 1914 cuando apareció The woman of mistery, probablemente la película más antigua que trata de manera específica esta patología, y de las primeras que utiliza la enfermedad mental como argumento principal.

Fotograma de la película muda El gabinete del doctor Caligari, dirigida por Robert Wiene en 1920

Sin embargo, será en los años cincuenta o sesenta cuando empiezan a exponerse los trastornos mentales con todo su dramatismo, y entramos en las consultas de psiquiatras y psicólogos, en ocasiones con diagnósticos, patologías o métodos de tratamiento que no forman parte de la clínica habitual. En cintas como De repente el último verano, Recuerda, Matar a un ruiseñor, Las tres caras de Eva, Psicosis o La extraña pareja aparecen personajes con trastornos mentales. En estas historias, en general, se refleja muy bien la perspectiva de la época, donde se observa a los pacientes desde fuera, en ocasiones con un halo de condescendencia, y la figura del médico ocupa un papel central.

Un cambio de orientación

Progresivamente, el foco se va desplazando hacia la persona que sufre el problema: si Alguien voló sobre el nido del cuco señalaba las críticas a los centros psiquiátricos (en parte con un punto de injusticia), las ficciones modernas tratan de ponerse en la piel de los y las pacientes y, de hecho, la reciente serie Fácil destaca la importancia de la autonomía y de que las personas afectadas —bien tratadas y asesoradas— sean libres de decidir, en la medida de lo posible, acerca de su destino. A lo largo de este tiempo, determinadas ficciones (Rainman con los trastornos del espectro autista; Una mente maravillosa con la esquizofrenia; Memento con la amnesia anterógrada; El indomable Will Hunting con las altas capacidades intelectuales) han puesto de moda determinadas dolencias y condiciones que han empezado a abundar con profusión en el cine, y hasta han influido en la forma de presentación de estos trastornos y, por supuesto, en nuestra forma de tratar a quienes los padecen.

Las películas y series no siempre han sido rigurosas al tratar los problemas mentales: muchas veces se tergiversan o mezclan enfermedades, se simplifican las causas, los diagnósticos se hacen con un simple vistazo, los tratamientos duran días (en vez de años) y los pacientes se curan espontáneamente, a veces, por un golpe en la cabeza o por un impulso voluntario, fenómenos que por supuesto no suelen acaecer con mucha frecuencia. También se ha exagerado la asociación entre enfermedad mental y violencia hacia otras personas, cuando lo más común que los pacientes atenten contra sí mismos.

En ocasiones, le pedimos demasiado al cine: el film Adam reflejaba tan bien el síndrome de Asperger que se criticó que el protagonista fuera un paciente excesivamente “arquetípico”; en cambio, al personaje de Jack Nicholson en Mejor imposible se le reprochó que manifestara un carácter desagradable, que no tiene por qué estar asociado a los pacientes con trastorno obsesivo-compulsivo.

Al final, es difícil que una sola película resuma por completo un trastorno mental, igual que un solo paciente no puede representar a todo un colectivo. Cada persona es única, con sus particularidades y vivencias, algo que ya empiezan a reflejar las obras de ficción recientes, donde la enfermedad mental es un hecho normal que se cura o con el que en ocasiones se convive, que le puede ocurrir a cualquiera y para el cual siempre se puede pedir ayuda por parte de profesionales. Y que, a menudo, tiene su origen no tanto en quienes la sufren como en el entorno con el que nos ha tocado lidiar.

Carrie (1976) tiene el poder de la telequinesis, pero muchos de sus problemas proceden de la ansiedad que le provoca el bullying ejercido por sus compañeros de clase

 

Últimamente, en la sociedad se destaca mucho la importancia de la salud mental, y con razón: ojalá esto sirva para que cada vez haya más medios disponibles (incluyendo la todavía en desarrollo filmoterapia, que emplea el cine para ayudar a los pacientes). Al fin y al cabo, como suele decirse, la salud de una sociedad se define por cómo esta trata a sus enfermos. Y nos conviene que esta película, más que ninguna otra, acabe bien.

 

* Emilio Tejera es médico y bioquímico; trabaja como responsable de la Unidad de Biología Molecular y como miembro del área de Cultura Científica del Instituto Cajal (CSIC). Una expansión de este artículo en formato charla, puede encontrarse aquí.

 

 

 

Catorce científicas e inventoras que quizás no conozcas

Por Mar Gulis

Si piensas en científicas o inventoras, ¿serías capaz de dar varios nombres? Sea cual sea tu respuesta, en este post vamos a descubrir a mujeres que han hecho historia por sus descubrimientos y avances científicos. Sin ellas, puede que no estuviésemos aquí, que no existiesen algunos de los objetos que nos rodean, que no contáramos con la atención sanitaria que recibimos o que no tomáramos ciertos alimentos.

La primera persona que vio un coronavirus al microscopio fue una mujer

Empecemos hablando de mujeres que hicieron grandes aportaciones en el ámbito de la salud. June Dalziel Hart (1930-2007), conocida como June Almeida, fue una viróloga escocesa, pionera en nuevos métodos de identificación y captación de imágenes de virus. Fue la primera persona en ver un coronavirus al microscopio. Con motivo de la pandemia de COVID-19, su nombre volvió a resonar, ya que investigadores chinos utilizaron sus técnicas para identificar el virus. Sin su trabajo, no hubiera sido posible una identificación tan temprana.

Por su parte, la genetista estadounidense Mary-Claire King (1946) identificó los genes responsables del cáncer de mama (BRCA1 y BRCA2) y aplicó la secuenciación de ADN para identificar a víctimas de violaciones de los derechos humanos. Y en su mismo país, la analista de datos de la NASA Valerie Thomas (1943) diseñó el transmisor de ilusión: un dispositivo óptico utilizado para la reproducción de imágenes de forma remota que emplea espejos parabólicos. Hoy, esta técnica se utiliza también en cirugía y en el cine 3D.

Si nos remontamos un poco en la historia, durante la Primera Guerra Mundial encontramos a la física rusa Alexandra Glagoleva-Arkadieva (1884-1945), que diseñó una instalación de rayos X para buscar restos de metal y balas en soldados heridos. Más tarde, su invención sería reutilizada para ayudar en partos.

Y un poco más atrás en el tiempo, tenemos a la médica neerlandesa Aletta Henriëtte Jacobs (1854-1929), que en 1881 realizó el primer estudio sistemático de la anticoncepción. Jacobs defendió los derechos reproductivos y sexuales de la mujer, y llegó a instalar el primer centro de planificación familiar de los Países Bajos para mujeres en situación de vulnerabilidad.

Del estudio de la caña de azúcar al agar-agar

En alimentación, la botánica Janaki Ammal (1897-1984) se centró en el estudio de la berenjena, hortaliza que le dio nombre entre sus colegas -Janaki Brengal-, y de la caña de azúcar. Fue la primera científica en cruzar esta planta con el maíz para conseguir variedades de alto rendimiento que pudieran cultivarse en su país, la India. Por su parte, la bioquímica Kamala Sohonie (1912-1998) investigó los efectos de las vitaminas y los valores nutritivos de las legumbres, el arroz y otros alimentos consumidos por los sectores más pobres del país. Además, fue la primera mujer india en recibir un doctorado en una disciplina científica.

¿Y qué sería la cocina actual sin el agar-agar? La microbiológa estadounidense Fannie Hesse (1850-1934) descubrió esta sustancia como agente gelificante de los medios de cultivo de microorganismos.

Mary Elizabeth Hallock-Greenewalt (1871-1950) ideó el órgano de color

Las máquinas llegaron para quedarse

Si hablamos de máquinas y de sus inventoras, también hay nombres para conservar en la memoria. ¿Has oído hablar del órgano de color? Fue ideado por la estadounidense de origen sirio Mary Elizabeth Hallock-Greenewalt (1871-1950) y lo llamó Sarabet. Este instrumento emitía luces de colores con intensidades y matices sincronizados con la música de un fonógrafo asociado, de un modo similar a cómo hacen ahora muchos dispositivos electrónicos. Hallock-Greenwalt también era pianista e inventó un tipo de música visual, que llamó Nourathar, de las palabras árabes nour (luz) y athar (esencia).

El lavavajillas es un electrodoméstico presente en muchas cocinas que comenzó a popularizarse en los años 50 de siglo XX. Josephine Cochrane (1839-1913), de Estados Unidos, fue la inventora de la primera máquina lavavajillas que resultó exitosa comercialmente. Eso sí, Hay que decir que estos primeros lavavajillas requerían gran cantidad de agua caliente y que las casas adaptaran su fontanería.

Josephine Cochrane (1839-1913) fue la inventora de la primera máquina lavavajillas que resultó exitosa comercialmente

Quienes trabajamos con ordenadores a diario utilizamos algún procesador de texto. Esto es gracias a la ingeniera informática estadounidense Evelyn Berezin (1925-2018), que en 1968 desarrolló la idea de un programa para almacenar y editar textos.

Y siguiendo con el almacenamiento de información, la inventora española Ángela Ruiz Robles (1895-1975) dio lugar a la Enciclopedia Mecánica, que podría considerarse el primer libro electrónico de la historia. Se trataba de un dispositivo en el que mediante pulsadores subían mecánicamente, o por aire comprimido, las diferentes lecciones; además, se podían aumentar de tamaño e incluso iluminar.

Cómo pensamos, nos sentimos o nos comportamos

El estudio de la mente humana también ha recibido importantes contribuciones de mujeres. Por ejemplo, la psicóloga estadounidense Mary Ainsworth (1913-1999) desarrolló la teoría del apego para explicar el vínculo entre niños y niñas y la primera figura, que actúa como cuidadora. La investigadora señaló la importancia de una relación sana para la salud emocional en la infancia por su impacto en la vida adulta.

Por su parte, la neurocientífica y psicóloga rusa Natalia Bekhtereva (1924-2008) desarrolló nuevos enfoques neurofisiológicos, como la medición de la actividad impulsiva de las neuronas humanas. Además, puso en marcha un método complejo para estudiar los mecanismos cerebrales del pensamiento, la memoria, las emociones y la creatividad.

Esta es solo una selección de mujeres que se han dedicado a la ciencia y la tecnología, pero la lista obviamente no termina aquí. A lo largo de la historia, ha habido numerosas científicas e inventoras, aunque sus nombres hayan quedado relegados a un segundo plano. Rescatarlas del olvido no solo contribuye a que las mujeres ocupen el lugar que se merecen en la historia de la ciencia, sino también a que cada vez haya más investigadoras y tecnólogas.

Conoce en un breve vídeo las mejores fotografías científicas de 2022

El movimiento coordinado de estorninos, la combustión del acero, la cristalización del paracetamol o las neuronas activadas durante la formación de un recuerdo son algunos de los temas protagonistas de las ocho fotografías elegidas en la 19ª edición de FOTCIENCIA, una iniciativa del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (FECYT) con la colaboración de Fundación Jesús Serra, de Grupo Catalana Occidente.

Un gránulo de almidón de tapioca, un ácaro herbívoro, las células del estigma de una flor de Freesia o las formaciones de pirolusitas son otros temas retratados entre las casi 600 fotografías presentadas.

De izquierda a derecha y de arriba abajo: ‘El murmullo, atacado’, ‘Galaxia polisacárida’, ‘Bosque encantado’, ‘Recordando a Cajal’, ‘Fuegos artificiales petrificados’, ‘Nada se resiste al poder del fuego’, ‘Interacciones ocultas’ y ‘Plumas analgésicas’.

En esta décimo novena edición, a las modalidades de participación habituales –Micro, General, Alimentación y nutrición, Agricultura sostenible y La ciencia en el aula– se ha sumado una modalidad especial Año Cajal para recoger imágenes que tengan que ver con las neurociencias o el estudio del cerebro. Esto se debe a que FOTCIENCIA19 se ha unido al Acontecimiento de Excepcional Interés Público Año de Investigación Santiago Ramón y Cajal 2022 (Año Cajal), impulsado a nivel nacional.

Además, como en las últimas ediciones, cada participante ha podido adscribir su imagen a uno de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) declarados por Naciones Unidas.

Un comité formado por 14 profesionales relacionados con la ciencia, la microscopía, las artes visuales o la divulgación científica, entre otras especialidades, han valorado y elegido las ocho fotografías más impactantes y que mejor describen algún hecho científico. Puedes descubrirlas en este vídeo:

Con una selección más amplia de fotografías y sus respectivos textos se elaborará una exposición itinerante que será inaugurada en primavera de 2023. Dos copias de la muestra se prestarán gratuitamente y recorrerán museos y centros culturales, educativos y de investigación de todo el territorio nacional a lo largo del año. Esta selección también quedará recogida en un catálogo de fotografías científicas.

Consulta toda la información sobre esta iniciativa en www.fotciencia.es.

Imágenes seleccionadas, por orden de aparición en el vídeo:

Modalidad Micro:

  1. Bosque encantado / Isabel María Sánchez Almazo, Lola Molina, Concepción Hernández Castillo
  2. Plumas analgésicas / María Jesús Redrejo Rodríguez, Eberhardt Josué Friedrich Kernahan

Modalidad General:

  1. El murmullo atacado / Roberto Bueno Hernández
  2. Nadie se resiste al poder del fuego / Sara María Rubio

Modalidad Año Cajal:

  1. Recordando a Cajal / Miguel Fuentes Ramos

Modalidad Alimentación y nutrición:

  1. Galaxia polisacárida / Antonio Diego Molina García

Modalidad Agricultura sostenible:

  1. Interacciones ocultas / José María Gómez Reyes, Isabel María Sánchez Almazo, Lola Molina, Daniel García-Muñoz Bautista-Cerro

Modalidad La ciencia en el aula:

  1. Fuegos artificiales petrificados / Carlos Pérez Naval

 

La polémica construcción del Teatro de la Zarzuela: ¿Un género para la corte?

Por Mar Gulis (CSIC)

Si te ha tocado en suerte o en desgracia (dependiendo de si un foco te tapa la mitad de la escena) asistir al Teatro de la Zarzuela desde el tercer piso, seguro que has sido testigo de la curiosa heterogeneidad de espectadores que allí convergen. Desde quienes tienen por costumbre acudir a la obra con sus binoculares y programa de mano estudiado; hasta esos otros que esperan para poder comprar las entradas “último minuto” y toman asiento cuando ya se han apagado las luces, momento en el que se desplazan a una visión más central. La obra comienza con el teatro lleno y la actitud del público vuelve a ser de lo más variopinta: se dan cita quienes piden el silencio sepulcral que les pertenece para analizar la obra con los que tararean al ritmo de su pieza emblema. Entre ambos grupos surge una pugna cuya tensión aumenta o no en función de quienes ocupen ese día las localidades (e incluso de la popularidad de la obra representada). A veces hay un claro bando ganador, y otras, quedas con la sensación de no acabar de entender muy bien a quién pertenece verdaderamente este género patrio.

Interior del Teatro de la Zarzuela visto desde el escenario.

Interior del Teatro de la Zarzuela, s. XXI. / Teatro de la Zarzuela

Todo esto cobra sentido si se tiene en cuenta el propio origen de la Zarzuela, que debe su nombre al representarse en el siglo XVIII en el Real Sitio de El Pardo -paraje de espinos y zarzas- dramas con música compuestos por Lope o Calderón. Con el devenir de la historia, la zarzuela salió de palacio para entrar en los teatros, pero entonces se dio de bruces con dos grandes realidades: críticos y entendidos la mantenían a la sombra de la gran ópera italiana; y el éxito de las obras empezaba a depender de las cancioncillas que las gentes de clase más humilde tarareaban en las plazas de Madrid. Todo esto llevó al género lírico español a mantener una existencia precaria a lo largo de los siglos, hasta su práctica extinción. Y es que: ¿a quién pertenecía ahora este género de origen palaciego, pero ya de argumento costumbrista? ¿Era posible salvarlo?

El intento más interesante a la hora de definir e institucionalizar la zarzuela vino consolidado por la construcción del Teatro de la Zarzuela en Madrid (el primero dedicado en exclusiva al género), cuya accidentada historia recoge la investigadora del CSIC Carmen Simón Palmer en el artículo Construcción y apertura de teatros madrileños en el s. XIX (Editorial CSIC, 1974), que vale la pena traer a colación para entender y dar respuesta a todas estas cuestiones.

En él se señala que a finales de la primera mitad del siglo XIX ya hubo campañas para crear una ópera nacional, en español, que no quedaron más que en “algunos folletos, artículos periodísticos y ensayos no muy afortunados”. Todo esto no se consolidó hasta que, bajo la iniciativa privada del banquero Francisco de la Rivas, un grupo de artistas -entre los que se encontraba Barbieri-, decidió crear la sociedad “La España musical”, que se dedicó a introducir avances literarios y musicales al género de la zarzuela. Este se revitalizó con tanto éxito que pronto resultó conveniente la idea de crear un teatro propio y dejar de pagar el excesivo alquiler que pedían establecimientos como el Teatro del Circo para estrenar las obras. La zarzuela no estaría en Palacio para un público de corte aristocrático, pero tampoco sería el género “bastardo” que poblaba las calles. Este espacio estaría destinado a un público burgués al que se le ofrecerían dramas líricos que nada tendrían que envidiar en cuanto a calidad a las grandes óperas italianas.

La prensa en contra de un “género bastardo”

Una vez se firmó el contrato para construir este esperanzador espacio en la calle Jovellanos (tomando como modelo la Scala de Milán), se solicitaron al ayuntamiento los permisos de construcción. Estos fueron ampliamente aceptados al cumplir el proyecto con la normativa de incendios (que ya habían acabado con varios teatros de la época) y ser propuesta una fachada de estilo entre toscano y arabesco con grandes medallones de compositores líricos españoles, que guardaba relación con el género del teatro. Así, el 6 de marzo de 1856, Carmen de la Rivas (hija de Francisco) colocaba la primera piedra de una obra que, con suerte, estaría finalizada en poco más de medio año. Y aquí hay que hablar de suerte porque la prensa siempre había mostrado una postura contraria a este proyecto que significaba la “salvación” del género y no dudó en poner todas las trabas posibles a su ejecución.

Plano de la planta del Teatro de la Zarzuela.

Planta del Teatro de la Zarzuela, 1856. / Gerónimo de la Gandara

La campaña de desprestigio comenzó -casi a la par que las obras- con esta polémica: los promotores solicitaron al ayuntamiento que revisasen las obras, pero esto fue algo que muchos no llegaron a entender, teniendo en cuenta que este era un proyecto privado. Finalmente, el ayuntamiento cedió y se concedieron dos revisiones al mes, pero el Teatro de la Zarzuela ya se encontraba bajo el ojo público. La siguiente polémica llegaba en el mes de mayo, cuando se decidió suprimir las localidades de quinto orden para mejorar la visibilidad, pero la prensa comenzó a infundir rumores de que la decisión obedecía a motivos económicos. En medio de toda esta tensión, el diario La Iberia sentenciaba en el mes de julio en un artículo titulado Bombo y platillo: “Todo lo que se relaciona con el nuevo teatro de Jovellanos, destinado a la Zarzuela adquiere en boca de ciertos interesados para encumbrar este género bastardo una importancia de que carece”. Las auténticas razones del malestar de la prensa se ponían así de manifiesto.

A pesar de todo esto, ahora que las obras estaban bastante avanzadas, era el momento de que los artistas presentaran sus proyectos para decorar el que iba a ser “uno de los principales teatros de la corte y el más importante debido a la iniciativa privada”, tal y como recoge el artículo de la investigadora del CSIC. Las pinturas del techo se encargaron a Manuel Castellanos, que propuso cuatro grandes cuadros alegóricos de la poesía y la música que serían embellecidos con adornos renacentistas y una moderna araña construida en París. Con todo prácticamente a punto, hizo su aparición la Real Academia de San Fernando, reclamando no haber sido informada de la construcción del teatro, por lo que resultaba ilegal. Sin embargo, esta nueva polémica quedó zanjada al alegar de la Rivas, que teatros semejantes de iniciativa privada se habían erigido sin oposición por parte de la Academia. La Iberia, una vez más, aprovechaba la ocasión para afirmar que a la empresa “no le llegaba la camisa al cuerpo, temerosa de que sus santos propósitos se convirtieran en humo”. Ahora sí, superados todos estos contratiempos, era hora de que comenzasen a barajarse los nombres que constituirían la compañía del nuevo teatro, así como los de los autores dramáticos que tendrían la oportunidad de estrenar sus obras para “hacer más gloriosa y digna la apertura del Teatro de la Zarzuela”.

Parece casi un milagro afirmar que las obras cumplieron con los plazos previstos y se pudo albergar la función inaugural el 10 de octubre, fecha que se había escogido al coincidir con el cumpleaños de la reina. Al esperado estreno acudió lo más selecto de la corte, que no prestó tanta atención a la obra musical como al lujo con el que todo estaba dispuesto y a la ostentosa decoración… De hecho, la crítica finalmente etiquetó el espacio como “muy superior a todos los de la corte, después del regio coliseo”.

Fotografía en blanco y negro (1929) del interior del Teatro de la Zarzuela visto desde el escenario.

Interior del Teatro de la Zarzuela, 1929. / Anónimo

Todo habría sido perfecto de no ser por el desaire de la reina, que no acudió al estreno aludiendo a que tenía “besamanos y baile en palacio”. La pieza que cerró aquel 10 de octubre fue una alegoría de la zarzuela de Barbieri, Arrieta y Gaztambide en la que Carolina di Franco simbolizaba a la música francesa, Adelaida Latorre a la italiana e Isabel Valentín a la zarzuela, “que finalmente quedaba libre e independiente”. Asumiendo este final tan redondo de un espacio concebido para la burguesía, estrenado para la corte y que llegó a abrirse más tarde a una clase popular, parece oportuno volver al comienzo de este artículo para preguntarnos: la zarzuela, libre e independiente, pero, ¿de quién?

*Artículo basado en Construcción y apertura de teatros madrileños en el s. XIX de Carmen Simón Palmer, investigadora en el Instituto de Lengua, Literatura y Antropología del CSIC.

Mendeléiev, Penrose o Meitner: 6 casos de inspiración científica súbita

Por Pedro Meseguer (CSIC)*

A menudo creemos que, con la formación adecuada, estudiar en profundidad un problema es suficiente para atacarlo con probabilidades de éxito. Analizamos su historia, el contexto, las cuestiones cercanas, sus formulaciones y métodos de solución, etcétera. Y si se resiste profundizamos más. Insistimos hasta que encontramos la solución al problema que nos habíamos planteado. Pero, a veces, esto no basta y nos estrellamos contra un muro que parece infranqueable. En esas ocasiones, no es infrecuente experimentar el siguiente hecho singular: cuando nos damos un respiro o dejamos el problema a un lado, como por arte de magia, la solución aparece nítida en nuestra mente. ¿Qué ha sucedido? Se trata de la llamada inspiración súbita.

Una experiencia común

En ciencia, estas experiencias no son desconocidas. Hay diversas anécdotas sobre cómo la solución de un problema ha sido revelada a la persona que lo investigaba sin aparente esfuerzo por su parte, bien en el periodo de vigilia o bien en sueños. A continuación, detallamos seis ejemplos de inspiración súbita protagonizados por personajes relevantes de la historia de la ciencia.

William Rowan Hamilton, el matemático de cuyo nombre proviene el término “hamiltoniano”, halló la multiplicación de los cuaterniones de forma súbita, mientras se dirigía con su mujer a una sesión de la Royal Irish Academy dando un paseo a lo largo del Royal Canal, en 1843. El impacto de la idea fue muy intenso: lo describió como “un circuito eléctrico que se cierra”. Al no disponer de pluma ni papel, marcó con su navaja la fórmula de la operación en una piedra del puente de Brougham, por el que circulaba en ese momento.

August Kekulé, uno de los padres de la química orgánica, descubrió la estructura de anillo del benceno tras soñar con una serpiente que se mordía la cola. Se cree que sucedió en 1862. La composición química de este elemento se conocía, pero no su disposición en el espacio. Antes de formarse en química, Kekulé estudió arquitectura y era un delineante competente, por lo que se puede suponer que poseía una buena imaginación espacial.

Dmitri Mendeléiev, el creador de la tabla periódica, era catedrático en San Petersburgo, en 1869. Tuvo un sueño en el que vio “una tabla en la que todos los elementos encajaban en su lugar”. “Al despertar, tomé nota de todo”, declaró. Y así nació la clasificación de los elementos químicos.

Mendeléiev, el creador de la tabla periódica, tuvo un sueño en el que vio “una tabla en la que todos los elementos encajaban en su lugar”. / Imagen: Studio4rt – Freepik

Henri Poincaré, el gran matemático y físico teórico francés, fue profesor en la universidad de Caen, en febrero de 1881. Llevaba trabajando varios días sobre una cuestión que se le resistía. Frustrado, decidió tomarse un descanso y se unió a una expedición geológica. Al subir al autobús, la solución del problema —un importante descubrimiento sobre funciones fuchsianas— apareció clara en su mente, acompañada de la certeza de su validez.

Lise Meitner, física responsable de la fisión nuclear, huyó en 1938 de Berlín por su origen judío. Su antiguo jefe, Otto Hahn, bombardeó átomos de uranio con neutrinos, esperando obtener un elemento más pesado, pero sucedió al revés, obtuvo elementos más ligeros. Le preguntó a Lise por carta, y ella le contestó con la posibilidad de que el átomo se hubiera partido. Tras enviar su respuesta, Lise salió a dar un paseo por el bosque. De pronto sacó un papel del bolsillo y comenzó a hacer cálculos. Comprobó que la energía generada se correspondía con el defecto de masa observado, a través de la ecuación de Einstein E=mc2. Y así descubrió la fisión nuclear; aunque no obtuvo el reconocimiento correspondiente. A pesar de que ella proporcionó la explicación, Otto Hahn no incluyó su nombre entre las personas firmantes del artículo que lo describía, y recibió en solitario el Premio Nobel de Química en 1944.

Roger Penrose, que recibió el Premio Nobel de Física del año 2020, tuvo una experiencia singular. En 1964, un colega estadounidense lo visitó en Londres. Durante un paseo, y al cruzar la calle, a Penrose le vino la solución al problema en el que trabajaba en esa época. La conversación siguió al otro lado de la calle y ocultó la idea, pero no su alegría. Cuando el visitante se marchó, Penrose buscó la causa de su júbilo, y volvió a encontrar la idea que había tenido al cruzar la calle.

Las tres fases de la inspiración

Grandes investigadores e investigadoras se han interesado por los aspectos psicológicos del descubrimiento científico, en particular, del matemático. Han escrito obras de títulos en ocasiones autoexplicativos: Ciencia y Método, de Poincaré, La psicología de la invención en el campo matemático, de Hadamard, La nueva mente del emperador, de Penrose.

A partir de estos análisis, destacaría tres fases sobre la iluminación o inspiración súbita. Primero, hay una etapa de trabajo intenso sobre el problema en cuestión, sin que se produzcan resultados; allí es donde se realiza una labor profunda en el inconsciente. En segundo lugar, hay un periodo de relax, durante un paseo o un viaje, a veces en un sueño, donde la mente consciente está ocupada en ‘otra cosa’ y espontáneamente surge la iluminación o inspiración súbita. Por último, una nueva etapa de trabajo consciente, donde se verifica la validez de esa iluminación. Aunque la inspiración súbita haya sido acompañada de la certeza de su corrección, es un paso muy necesario para formalizar sus resultados.

En todas estas historias, se vislumbra que los procesos mentales humanos de la inspiración súbita comparten una naturaleza común y siguen circuitos similares. Estas vivencias refuerzan la utilidad del descanso para alcanzar soluciones creativas a problemas complejos. Evidentemente la mente consciente se ha de enfocar en ellos, pero solo concentra una parte del esfuerzo. La otra radica en la mente inconsciente, con unos ritmos internos que se han de respetar para que rinda sus frutos y nos permita avanzar en la comprensión del mundo.

 

*Pedro Meseguer es investigador en el Instituto de Investigación en Inteligencia Artificial del CSIC.

¿Puedes ver a Galileo en esta Inmaculada de Rubens?

Por Montserrat Villar (CSIC)*

Durante dos mil años, la Luna se consideró un cuerpo perfecto. A principios del siglo XVII se descubrió lo contrario: que en ella había valles y montañas, como en la Tierra, y se confirmó que nuestro ‘corrupto’ planeta era capaz de iluminarla. Estos descubrimientos no solo impactaron en la astronomía, la filosofía y la doctrina de la Iglesia; también lo hicieron en las representaciones artísticas de la época.

La Inmaculada Concepción de Pedro Pablo Rubens resulta una obra fascinante en este sentido. Pintada entre 1628 y 1629, y expuesta en el Museo Nacional del Prado, es uno de los primeros cuadros en los que la Luna se representa como la mostró el telescopio: imperfecta y opaca, en contradicción con la idea de la pureza lunar defendida desde los tiempos de Aristóteles.

‘La Inmaculada Concepción’, Pedro Pablo Rubens (1628-1629). Museo Nacional del Prado.

‘La Inmaculada Concepción’, Pedro Pablo Rubens (1628-1629). Museo Nacional del Prado.

Galileo versus Aristóteles

En los albores del siglo XVII, la naturaleza y la composición de la Luna seguían sin dilucidarse. Fieles a una tradición de casi 2000 años de antigüedad, muchos mantenían que nuestro satélite era una esfera perfecta, hecha de una sustancia cristalina o vaporosa, reflectante o transparente. Eran ideas heredadas de Aristóteles, que en el siglo IV a.C. había dividido el cosmos en el mundo celestial o supralunar, donde todo era puro e inmutable, y el mundo sublunar, el de la Tierra y el ser humano, sometido a lo corrupto y cambiante. La Luna, habitante del ámbito celeste, se consideraba perfecta, al igual que los demás astros.

En el otro lado estaban quienes proponían que la Luna era un cuerpo sucio y áspero. Así lo mostraban las observaciones realizadas por Galileo Galilei a partir de 1609, para las que utilizó el recién inventado telescopio. El astrónomo descubrió que la Luna tenía relieve, al igual que la Tierra.

El misterio de la luz cenicienta

Había otra pieza que no encajaba en el rompecabezas lunar, y que separaba aún más las posturas. En días próximos al novilunio, cuando nuestro satélite tiene el aspecto de un delgado arco luminoso, se aprecia una luz débil de color grisáceo en la parte oscura. Es la llamada luz cenicienta. Para explicarla, quienes defendían la pureza lunar habían planteado que la luz de Venus o de las estrellas fijas iluminaba débilmente la zona sombría de nuestro satélite. O que quizás este emitía su propia luz. Alternativamente, la explicación también se hacía recaer en la luz del Sol, que en parte se reflejaba y en parte atravesaba la esfera semitransparente de la Luna.

Como antes hizo Leonardo da Vinci (1452-1519), en los primeros años del siglo XVII Kepler y Galileo defendieron la idea rompedora (y correcta) de que la luz cenicienta se producía porque la Tierra iluminaba la esfera sólida y opaca de la Luna con los rayos solares que reflejaba hacia ella. Es decir, de la misma manera que la Luna ilumina nuestras noches con la luz que refleja del Sol, así hace la Tierra con la Luna.

Las consecuencias de este planteamiento eran profundas y polémicas. ¿Cómo podía un cuerpo corrupto iluminar un astro perfecto? Esto implicaba que hay fenómenos del mundo celestial que son el efecto de lo que ocurre en el ámbito terrestre. De ser así, aquella división tradicional del cosmos debía descartarse.

Inmaculadas para frenar el protestantismo

Mientras se producía este debate, los artistas pintaban la Luna. En aquella época, la Iglesia Católica promovía el culto a la Inmaculada Concepción como parte de su estrategia para frenar el avance del protestantismo. Por esta razón, en el siglo XVII proliferaron las representaciones de la Inmaculada, que tomaron como base este pasaje del Apocalipsis de la Biblia: “Un gran signo apareció en el cielo: una mujer vestida del Sol, y la Luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza”.

Esta es la razón por la que la Luna aparece en todas las Inmaculadas. Nuestro satélite se convirtió en alegoría de la pureza de María y, como tal, se representaba siempre como un cuerpo perfecto: llena, creciente o menguante, de alabastro o cristal; siempre inmaculada, como la Virgen.

La Inmaculada Concepción pintada por Francisco de Zurbarán (hacia 1630), izquierda, y Bartolomé Esteban Murillo (hacia 1675), derecha. Ambas obras, expuestas en el Museo Nacional del Prado, reflejan una concepción clásica y prefecta de la luna. 

La Inmaculada Concepción pintada por Francisco de Zurbarán (hacia 1630), izquierda; y la de Bartolomé Esteban Murillo (hacia 1675), derecha. Ambas obras, expuestas en el Museo Nacional del Prado, reflejan una concepción clásica y perfecta de la luna.

La excepción de Rubens

Los nuevos descubrimientos sobre la imperfección de la Luna y el origen terrestre de la luz cenicienta penetraron en círculos religiosos y artísticos, aunque se mantuvo la tradición de representar el astro impoluto por motivos obvios. Rubens fue una excepción. El artista, contemporáneo de Galileo, estaba al tanto de los descubrimientos realizados por el astrónomo y así lo reflejan otras de sus obras, como Saturno devorando a un hijo, donde dejó constancia de la apariencia de estrella triple del planeta Saturno, y El nacimiento de la Vía Láctea, donde nuestra galaxia aparece representada como un conjunto de infinidad de estrellas.

Detalle de ‘La Inmaculada Concepción’ de Rubens.

En su Inmaculada Concepción, la Virgen María está de pie sobre la Luna, que es una bola maciza y opaca, como hecha de plomo, muy diferente del ideal de pureza defendido durante siglos.

Es casi Luna nueva y, aunque solamente se ve iluminado un arco delgado en la parte inferior, identificamos perfectamente el globo completo de nuestro satélite. Rubens podría haber representado la luz cenicienta. El destello en la mitad superior de la esfera implica que el artista interpreta este fenómeno como luz reflejada en la Luna. No es luz emitida por ella o luz del Sol que la atraviesa, como proponían algunos eruditos de la época. La fuente de luz que produce ese reflejo ha de estar en la parte superior izquierda, fuera del plano del cuadro, en la dirección opuesta a la posición del Sol que ilumina el arco brillante. Por lógica, es la posición que esperamos para la Tierra cuando la Luna es casi nueva. La fuente de luz que ilumina y se refleja en la parte oscura de la Luna es, por tanto, la propia Tierra. Indirectamente, Rubens parece plasmar en su pintura el origen terrestre de la luz cenicienta.

La Luna de Rubens es la Luna de Galileo.

* Montserrat Villar es investigadora del CSIC en el Centro de Astrobiología (CSIC-INTA) y creadora del itinerario “Reflejos del cosmos en el Museo del Prado”, que puede disfrutarse hasta el 16 de octubre de 2022.

¿Cómo surgieron la agricultura y la ganadería? Tres hipótesis sobre el origen del Neolítico

Por Juan F. Gibaja, Juan José Ibáñez y Millán Mozota (CSIC)*

El Neolítico fue un período clave de cambio para la humanidad. Hace unos 12.000 años en Próximo Oriente, por primera vez, una sociedad cazadora y recolectora se convirtió en sedentaria basada en la domesticación vegetal y animal. Los cambios que se produjeron en todos los ámbitos fueron tan extraordinarios como irreversibles. Y aunque el desarrollo y la expansión de las comunidades neolíticas duró varios miles de años, el proceso de neolitización fue muy rápido y apareció en momentos distintos en diferentes áreas del mundo de forma independiente. Pero, ¿por qué sucedió? ¿Qué llevó a aquellas sociedades a dar el salto y convertirse en neolíticas?

La agricultura neolítica. / Luis Pascual Repiso

Existen varias hipótesis para explicar este proceso fundamental. La primera remite a una razón poblacional: el Neolítico fue una respuesta a una crisis alimentaria causada por el crecimiento demográfico, en un momento y en unas condiciones determinadas. El antropólogo Mark Nathan Cohen, en su libro La crisis alimentaria de la Prehistoria, señala que el crecimiento natural de la población a escala global, una vez que los recursos naturales habían llegado a su límite, demandaba nuevas fuentes de recursos: la agricultura y la ganadería. Sin embargo, no se ha podido documentar tal periodo de hambruna global previo al Neolítico.

De hecho, el aumento poblacional parece ser una consecuencia del Neolítico, más que una causa. El crecimiento demográfico se vio reforzado por la reducción de la movilidad, lo que favorecía el desarrollo exitoso de embarazos y partos, además de la introducción de la leche y los cereales en la dieta, que contribuía a acortar el periodo de lactancia y, por ende, los intervalos entre nacimientos. Además, durante el Mesolítico, el período precedente al Neolítico, los vegetales que crecían espontáneamente ya formaban parte de su dieta. Por tanto, gracias a su recogida, las sociedades adquirieron un conocimiento detallado sobre las plantas, sus propiedades y ciclos de crecimiento, lo cual fue fundamental para poder domesticarlas.

Esto se enlaza con la siguiente hipótesis, una explicación cultural según la cual las comunidades llegaron a un nivel de dominio de la naturaleza y de desarrollo social que les permitió iniciar el cambio. Ya desde el Mesolítico se crearon diferentes ‘culturas’ relacionadas con la confección de distintos instrumentos y sistemas técnicos. Uno de los motivos del origen social del Neolítico contempla que la agricultura y la ganadería habrían sido promovidas e impuestas por individuos que querían acumular riqueza. Hay dos tendencias al respecto. Por una parte, se plantea que la creación de un superávit productivo permitió su almacenamiento y la aparición de un grupo social que se apropió de él. Y por otra, se contempla que la búsqueda del interés individual formaba parte de la personalidad de algunas personas que tendían a imponerse al resto.

Las sociedades mesolíticas. Reconstrucción del asentamiento de Mondeval (Dolomitas Bellunesi, Belluno, Italia). / Imagen de A. Guerreschi, diseño de M. Cutrona

Asimismo, el Neolítico fue, ante todo, un cambio de mentalidad, una nueva manera de ver la naturaleza y dominarla. El nacimiento de los dioses, de una religiosidad antes desconocida, habría sido el elemento clave que arrastró a los factores económicos y sociales.

Tercera hipótesis: un cambio climático

La tercera hipótesis que podría explicar el origen de esta nueva forma de vida es la climática. Es decir, que las novedades llegaron en respuesta a un cambio climático que limitó los recursos de las sociedades cazadoras, pescadoras y recolectoras.

El clima y la vegetación experimentaron importantes transformaciones durante la ventana temporal en la que se produjeron los cambios que dieron lugar al Neolítico. Después del Último Máximo Glacial, hace unos 23.000-19.000 años, el clima comenzó a atemperarse. Tuvo lugar un aumento general de las temperaturas y la humedad que culminó en los inicios del Holoceno, hace alrededor de 11.500 años, cuando se fijaron las principales características del clima que disfrutamos en la actualidad.

Dentro de esta tendencia hacia un clima más benigno y húmedo, se produjo una súbita pulsión fría y seca, denominada Dryas Reciente. Esta pulsión coincide con los primeros indicios de cambios hacia el Neolítico en Próximo Oriente, lo que ha llevado a plantear que quizá el inicio de la agricultura fue una respuesta al cambio climático. Lo que está claro es que, una vez iniciada la agricultura, los ciclos agrícolas se beneficiaron de la regularidad climática del Holoceno.

Sin embargo, durante los inicios del Holoceno también hubo súbitas pulsiones frías. Es decir, a pesar del clima mucho más templado y benigno, hace 8.200 años se produjo un periodo abrupto de frío y sequedad, acompañado en ciertas zonas como la cuenca mediterránea de procesos de deforestación natural y episodios de lluvias torrenciales. Este momento está siendo ampliamente analizado, ya que coincide, en buena parte, con el inicio de la expansión neolítica por Europa. Y es que, esta crisis climática conllevó efectos negativos en la productividad de los recursos marinos, lo que provocó el abandono de ciertos territorios próximos a la costa por parte de esas últimas comunidades mesolíticas.

Mapa sobre la neolitización de Europa. / D. Gronenborn

¿Con qué hipótesis sobre el origen del Neolítico nos quedamos? Lógicamente, estas tres teorías no son excluyentes entre sí, y podrían combinarse para obtener una visión más precisa y real. No habría, por tanto, un motor único. Además, los cambios se produjeron de manera progresiva, a lo largo de milenios, lo que indica que, probablemente, las sociedades prehistóricas no percibieran la dimensión de los cambios que estaban protagonizando.

 

*Juan F. Gibaja, Juan José Ibáñez y Millán Mozota, de la Institución Milá y Fontanals del CSIC, son autores de El Neolítico de la colección ¿Qué sabemos de? (CSIC-Catarata).