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Extirpar de raíz la semilla roja

Por Alfonso Villalta*

El 12 de mayo de 1939 un teniente coronel de la 84 División del ejército franquista fue trasladado a Chillón, una pequeña y tranquila localidad de Ciudad Real con 5.000 habitantes. Tras su rápida visita, el militar redactó un informe en el que reclamaba medidas inmediatas para “extirpar de una manera radical los brotes de antiguas rebeldías, llegando esta extirpación a la semilla que las germinó”.

Enseguida se desplazaron a la localidad nuevas divisiones del ejército. Pero, ¿qué motivaba esa visita, el despliegue militar que la acompañaba y la petición de unas medidas tan duras? Nada más y nada menos que un mensaje manuscrito en un pequeño trozo de papel que había aparecido clavado en un poste de la luz la madrugada del 10 de mayo de 1939. Alguien se había atrevido a desafiar al régimen con algunas palabras subversivas: “[…] menos Franco y más pan blanco y dejaros de tanta misa y pensar en producir […]”.

Pasquín encontrado en el pueblo de Chillón el 10 de mayo de 1939 / Archivo General e Histórico de Defensa (AGHD)

Este papel desató una movilización sin precedentes de las autoridades locales, la guardia civil, los fervientes seguidores de la Falange y, como vemos, también del ejército. Entre otras cosas, las investigaciones iniciadas por las autoridades civiles dieron lugar a procesos militares sumarísimos caracterizados por su vertiginosa velocidad y la ausencia total de garantías judiciales para las personas detenidas.

Las pesquisas concluyeron señalando a un joven veinteañero como el autor de las palabras escritas que habían incendiado el pueblo, cuyo padre languidecía en las cárceles franquistas. Su madre, también prisionera, tuvo que dejar al joven solo al cuidado de sus ocho hermanos. Aquella noche el joven fue a la casa de un amigo que le invitó a tomar unos chatos de vino, y el alcohol le dio la valentía para plasmar en ese papel un grito tan radical como: “Os estáis portando muy mal con esto de meter tanta gente en la cárcel”.

Soñar con pan

Este joven y su amigo fueron condenados a muchos años de prisión y trasladados a la cárcel de Valdenoceda, en Burgos. En sus memorias, uno de los supervivientes de aquel penal, su compañero y paisano Ernesto Sempere, relataba la cruda realidad que sufrieron. Al recordar la comida que recibían escribe: “Soñaba con pan. ¿Cuánta hambre puede tener una persona para que sus mejores sueños sean un simple trozo de pan?”.

Dibujo realizado desde el interior de la cárcel de Valdenoceda por el pintor José Robledano / Sociedad Benéfica de Historiadores Aficionados y Creadores

Sin embargo, para erradicar la semilla roja en la localidad no fue suficiente con la severa condena impuesta a los jóvenes. Tras la aparición del pasquín, fueron detenidos casi 50 hombres. Algunos de ellos estuvieron alrededor de un mes en una cárcel improvisada en una ermita del pueblo. En la madrugada del 3 de junio de 1939, varios de estos hombres fueron conducidos, junto a otros vecinos, a la finca conocida como El Contadero. Este paraje fue el escenario elegido para asesinar y enterrar a nueve de aquellos vecinos de Chillón.

Los procesos sumarísimos de posguerra

Esta y otras muchas trágicas historias han quedado atrapadas en los procesos sumarísimos de la posguerra española. Estos fueron el principal mecanismo utilizado por el franquismo para reprimir al enemigo vencido durante la guerra civil española y la posguerra; y, en consecuencia, se saldaron con miles de sentencias a muerte.

Muchos expedientes de estos procesos se conservan en el Archivo General e Histórico de Defensa. El análisis de esta y otras fuentes -como archivos privados, prensa de la época o testimonios de supervivientes- arroja luz sobre las acciones de quienes estaban detrás de estos procesos, y permite dar nombre y voz tanto a quienes estaban presos como a sus familiares y amigos. Pero este trabajo continúa en proceso y aún quedan muchas historias por contar.

*Alfonso Villalta es antropólogo e historiador. Es director del proyecto Mapas de Memoria (UNED) e investigador del Centro Internacional de Estudios de Memoria y Derechos Humanos de la misma universidad. Además, es autor de Tragedia en tres actos: los juicios sumarísimos del franquismo (Editorial CSIC), un trabajo en el que reconstruye un centenar de juicios sumarísimos acaecidos en las provincias de Ciudad Real, Cáceres, Badajoz, Toledo o Madrid .

Los servicios de ‘delivery’ en la Protohistoria: ¿cómo era el comercio sin Internet?

Por Guiomar Pulido-González* (CSIC)

Hoy en día, si tenemos dinero para comprar algo, sólo necesitamos coger nuestro móvil, buscarlo y encargarlo por Internet. La posibilidad de hacernos con cualquier objeto procedente del otro extremo del planeta nos parece un avance propio de nuestro tiempo. Sin embargo, es un error pensar que el mundo estrechamente interconectado en el que vivimos es un invento actual. Desde la Prehistoria los grupos humanos de territorios distantes han estado vinculados y han buscado el intercambio de recursos e ideas con otros grupos.

Vaso de cerámica jónica-milesia que representa al dios Aqueloo encontrado en la península ibérica (siglo VI – principios del siglo V a. C). / Museo de Arqueología de Cataluña, Girona.

Seguramente, una de las etapas más tempranas en las que este hecho es evidente es la época romana. En este momento, todo el continente europeo y la cuenca mediterránea quedaron conectados a través de una sofisticada red viaria. Pero esta situación es heredera de las conexiones establecidas a lo largo del periodo previo: la Protohistoria. En esta época anterior a la imposición romana (desde el siglo IX a.C. hasta el siglo III a.C. en la península ibérica) el mar Mediterráneo se convirtió en una autopista por la que circulaban mercancías y personas. Lo que actualmente hacen los servicios de Amazon y AliExpress en su momento lo hacían compañías de comerciantes con contactos en diversos puertos y núcleos interiores relevantes, que llevaban las importaciones allá donde las demandaban.

La península ibérica formó parte de esa tupida red de comunicaciones que la conectaba con los territorios al otro lado del mar: a sus costas llegaban productos procedentes de toda la cuenca mediterránea y, una vez allí, eran redistribuidos por el interior. Pero, teniendo en cuenta las enormes distancias que separaban unos lugares de otros y las dificultades para contactar con las personas que los habitaban, ¿cómo eran posibles estas comunicaciones?

Mapa de las principales rutas mediterráneas y algunas manufacturas representativas de los objetos que se comerciaban durante la Protohistoria

La importancia de tener contactos

En la Antigüedad, el tiempo para el comercio era la época estival, con mejores condiciones. En la movilidad comercial de la Protohistoria podemos diferenciar dos ámbitos: las rutas marítimas y las rutas interiores. Las rutas marinas eran más seguras y rápidas, ya que permitían transportar grandes cantidades de productos desde un punto a cualquier otro de la costa mediterránea. Además, la buena navegabilidad que presenta el Mediterráneo en primavera y verano facilitaba los desplazamientos.

No obstante, la logística se complicaba al descargar las mercancías en los puertos. Hay que tener en cuenta que en esta época las calzadas romanas todavía no se habían construido. Para desplazarse había que usar los pasos naturales de montaña, cruzando terrenos escarpados y transitando caminos de tierra por las llanuras. Y para ello, el mejor medio de transporte eran las mulas y los burros. Los caballos eran muy caros de mantener y los bueyes se empleaban sólo de manera ocasional porque eran mucho más lentos, a pesar de ser más fuertes.

Principales rutas comerciales de la península ibérica y cómo se articulaban a través de núcleos receptores (puntos negros) y redistribuidores (puntos blancos).

La siguiente incógnita es la red humana y comercial que posibilitó el movimiento de los productos por toda la península ibérica y el Mediterráneo. En un momento en el que los servicios de paquetería estaban lejos de ser imaginados, el sistema debía funcionar a través del tradicional “boca a boca”. Los contactos y amistades motivaban el movimiento de la mercancía y los intercambios entre diferentes núcleos.

Esta actividad generaba además una demanda y encargos de ciertos productos o materias. Un pedido no iba de un punto A a un punto B directamente, sino que debía pasar por una compleja red de intermediarios desde el lugar donde se producía la mercancía hasta donde se adquiría. Como reflejan las cartas comerciales de la época, que se han conservado gracias a que se realizaban sobre pequeñas láminas de plomo donde se registraban los intercambios, esta red se articulaba mediante el contacto de comerciantes de diversos núcleos, que establecían acuerdos, pagos a plazos, colaboraciones y recibían y reenviaban los cargamentos. De este modo, las distancias tan grandes que vemos en los mapas se acortaban gracias a la red humana.

Los pueblos de la península ibérica: ‘fashion victims’

Y, ¿qué compraban? Las importaciones mediterráneas que llegaban a la península ibérica procedían de diversos lugares alejados (Egipto, Túnez, Grecia o Italia). Gracias a la información aportada por la arqueología, a través de las cantidades de importaciones y su dispersión, podemos trazar las rutas comerciales que siguieron y saber qué productos estaban más de moda dependiendo del siglo. Así, sabemos que desde el siglo IX a.C. al VI a.C., lo que más se llevaba era lo “orientalizante”, es decir, elementos elaborados o con influencias del Mediterráneo Oriental. Por tanto, los objetos de lujo que se importaban eran joyas, marfiles y vajilla cerámica, que procedían de lo que actualmente es Chipre, Líbano, Siria y Egipto.

En el mundo íbero, la vajilla ática era un símbolo de riqueza y denotaba prestigio social. La crátera de campana era una de las piezas más prestigiosas y, probablemente, más costosas. / Museo de Arqueología de Cataluña, Girona.

Sin embargo, desde el siglo VI a.C. la zona oriental mediterránea entró en un momento de reajuste político y económico que motivó un cambio en los circuitos comerciales de la época. Principalmente Grecia tomó el testigo de foco comercial y productor de exportaciones; como ha ocurrido con China en la actualidad. Sus talleres cerámicos coparon el mercado desde mediados del siglo VI a.C. hasta mediados del siglo IV a.C. La vajilla procedente del Ática se convirtió en una de las importaciones más extendidas por toda la cuenca mediterránea, fenómeno al que la península ibérica no fue ajena.

Pero no todo pasaba de moda y era remplazado, sino que también existía una percepción parecida al actual concepto de “vintage” o “reliquia”. En contextos pertenecientes a esta segunda fase comercial se han encontrado objetos datados entre los siglos VII-VI a.C., como ungüentarios de perfume o elementos de marfil, lo que indica el valor añadido con el que se dotaba a esos objetos.

Placa de marfil perteneciente a la segunda fase comercial en la que se encontraron objetos datados entre los siglos VII-VI a.C

La dispersión de las importaciones nos ayuda a dibujar las rutas que habrían seguido los comerciantes, nos muestra los valles de los ríos y los corredores de las sierras que resultaron verdaderas autopistas por donde fluyeron las personas y las mercancías. Eran lugares muy lejanos unos de otros que quedaban comunicados por itinerarios de cientos de kilómetros y numerosos intermediarios que llevaron objetos e ideas por toda la cuenca mediterránea. Volviendo al punto de partida, esto demuestra que el mundo profundamente interconectado en el que vivimos no es un producto de la sociedad actual: los pedidos que hoy hacemos con el móvil, en época protohistórica podían conseguirse de igual modo, tan sólo con un buen mapa y una buena red de contactos.

*Guiomar Pulido-González es investigadora en el Instituto de Arqueología de Mérida del CSIC.

Arte y matemáticas en los mosaicos de la Alhambra

Por Mar Gulis (CSIC)

La Alhambra es un excepcional conjunto monumental que se localiza sobre una colina rocosa situada en los márgenes del río Darro, en Granada. Su nombre procede de la palabra árabe al-ḥamrā, que significa ‘la roja’, se cree que por el tono de color rojizo de sus torres y muros. Creado originalmente con propósitos militares, el recinto fortificado fue al mismo tiempo una alcazaba (fortín), un alcázar (palacio) y una pequeña medina (ciudad).

Los inicios constructivos de la fortificación se remontan al siglo IX, aunque la fortaleza alcanzó su esplendor en la segunda mitad del siglo XIV, concretamente bajo los sultanatos de Yusuf I (1333-1353) y Mohamed V (1353-1391). En 1492, la Alhambra se convirtió en corte cristiana cuando los Reyes Católicos conquistaron Granada. Desde entonces a nuestros días, ha pasado por diversas etapas de mayor o menor abandono. En la actualidad, la Alhambra es el principal referente de la arquitectura hispanomusulmana y, gracias a su enorme valor histórico y artístico, fue declarada Patrimonio Mundial de la Humanidad por la UNESCO en 1984.

Claude Valette – Flickr

Así, la Alhambra es admirada por amantes de la historia, la arquitectura, el arte, la artesanía… Pero, ¿sabías que, además, este conjunto monumental crea una especial fascinación en las personas aficionadas a las matemáticas? Te contamos por qué.

Mosaicos, geometría y los 17 grupos de simetría

Al hablar de la Alhambra, con frecuencia se nos vienen a la mente imágenes de los maravillosos mosaicos geométricos de azulejos que recubren buena parte de sus paredes y suelos. Estos revestimientos cerámicos constituyen una de sus mayores bellezas artísticas y también una de las curiosidades matemáticas de la Alhambra.

Para comprender qué son los mosaicos, podemos definirlos a grandes rasgos como una composición, en este caso geométrica, de figuras que recubren todo el plano, de tal forma que cumplen dos condiciones: las figuras no se solapan y no quedan huecos entre ellas. Las piezas que se utilizan se denominan teselas (o, según sus usos, baldosas, losetas, etc.).

Podemos encontrar diversos tipos de mosaicos: regulares, semirregulares, simples, complejos… Los más sencillos están formados por polígonos regulares del mismo tipo (por ejemplo, solo cuadrados, solo triángulos equiláteros o solo hexágonos). Pero también se pueden formar mosaicos combinando varios tipos de polígonos.

En cuanto a la manera de combinarlos, existen cuatro estrategias para rellenar un plano con losetas (o ‘teselar un plano’), es decir, cuatro tipos de movimientos, basados en simetrías, desplazamientos y/o rotaciones:

  1. Traslación: añadir nueva loseta sin ningún giro respecto a la anterior.
  2. Rotación: añadir nueva loseta con algún giro sobre un punto fijo.
  3. Reflexión o simetría: añadir nueva loseta de modo especular respecto a la anterior, con un eje de simetría.
  4. Simetría con deslizamiento: añadir nueva loseta usando la traslación de la reflexión en el mismo eje sin un punto fijo.

Katie Beuerlein – Flickr

Estos movimientos poseen una estructura matemática que se denomina grupo. Como explican Manuel de León y Ágata Timón en el libro de la colección ¿Qué sabemos de? Las matemáticas de los cristales (CSIC-Catarata, 2015), las transformaciones del plano que dejan invariante una figura forman lo que se llama su grupo de simetrías. Si combinamos dos de estas transformaciones, volvemos a obtener una simetría; cada una tiene una inversa, y la transformación identidad acontece cuando no cambiamos nada. Una de las formas de recubrir (teselar) un plano es comenzar con un motivo simple y repetirlo utilizando esos elementos de simetría. Y hay solo 17 grupos posibles que hacen esto, los llamados grupos cristalográficos.

En principio, podría parecer que existen infinitos grupos de simetría diferentes, o infinitas formas de combinar polígonos en un plano, pero no es así. En 1891, el matemático y cristalógrafo ruso Evgraf Fedorov demostró que solo existen 17 posibles grupos cristalográficos para las figuras del plano, denominados grupos cristalográficos planos.

La Alhambra: un caso único

Pues bien, aquí viene la curiosidad matemática que alberga la Alhambra: en los adornos ornamentales que están presentes en sus suelos y muros se pueden encontrar ejemplos de cada uno de estos 17 grupos cristalográficos planos. Los artistas musulmanes, por preceptos religiosos, no podían representar seres vivientes en sus creaciones. Sin embargo, esta limitación sirvió de aliciente para estimular su creatividad y explorar caminos geométricos de gran belleza y originalidad. Su conocimiento de las simetrías alcanzó tal magnitud que fueron los únicos en descubrir y utilizar sabiamente en sus decoraciones los 17 tipos de simetría plana. De esto se percató por primera vez la matemática Edith Alice Muller, cuya tesis Aplicación de la teoría de grupos y análisis estructural de la decoración morisca en la Alhambra de Granada, defendida en 1944, fue clave para entender los patrones geométricos islámicos, mucho más complejos de lo que se pensaba hasta el momento.

Los creadores de los mosaicos de la Alhambra no conocían la afirmación del teorema de clasificación de Fedorov, que se produjo varios siglos después. Sin embargo, aunque quizás no supieran que eran los únicos grupos de simetrías, sí conocían todos y cada uno de los 17 existentes para rellenar el plano con baldosas (mediante teselaciones del plano). De hecho, el autor y la autora del libro citado más arriba, del Instituto de Ciencias Matemáticas del CSIC, nos recuerdan que, en la actualidad, es el único monumento construido antes del descubrimiento de la teoría de grupos que cuenta con al menos un ejemplo de cada uno de los grupos cristalográficos planos.

Por este motivo, la Alhambra tiene un especial interés para personas interesadas en las matemáticas, pues el libre y audaz método creativo empleado para elaborar los mosaicos pone de manifiesto el uso de conceptos científicos basados en hacer variaciones sobre una misma figura. Sin entrar en otros detalles relacionados con estos revestimientos cerámicos en los que sus constructores eran verdaderos maestros, podemos afirmar que la Alhambra es un ejemplo esplendoroso del hermanamiento entre arte y matemáticas.

 

Los Indianos de La Palma: el carnaval migrante

Por Consuelo Naranjo Orovio y Mar Gulis (CSIC)*

De no ser por la pandemia, hoy 15 de febrero la localidad canaria Santa Cruz de La Palma se habría llenado de gente vestida de blanco, con trajes de lino y sombreros, como ocurre cada lunes de carnaval. En su camino al ayuntamiento para esperar a la Negra Tomasa, protagonista del carnaval palmero, la multitud cubriría la ciudad de un manto blanco al sacudir con sus propias manos botes de polvos de talco. Y ritmos procedentes de Cuba, como las habaneras, las guarachas o las guajiras, sonarían en cada esquina. Más o menos así se podría resumir la fiesta de Los Indianos de La Palma, una curiosa tradición que rememora el pasado migratorio de España.

Celebración de Los Indianos en la Plaza de España en Santa Cruz de La Palma. / Ayuntamiento de Santa Cruz de La Palma - Wikipedia

Celebración de Los Indianos en la Plaza de España en Santa Cruz de La Palma. / Ayuntamiento de Santa Cruz de La Palma – Wikipedia

El origen de esta celebración se remonta a la corriente migratoria hacia Cuba, que tras el final del imperio español en 1898 no terminó, sino todo lo contrario. El flujo continuo de emigrantes, así como las relaciones comerciales y familiares que se mantuvieron, ayudaron a conservar la herencia hispana como parte importante de la cultura e identidad cubanas y viceversa. La fiesta de Los Indianos representa el momento en el que los habitantes de la capital isleña, tras divisar los veleros que llegaban de Cuba, iban a recibir a los llamados ‘indianos’, algunos de los cuales regresaban con fortuna. Quienes atracaban en La Palma vestían con la indumentaria blanca característica cubana y otras costumbres traídas desde el otro lado del Atlántico.

“Se oía hablar más de Cuba, de La Habana, de Caibarién, de Sancti Spíritus… que de Gran Canaria”, comentaba un anciano de La Palma, mientras trataba de recordar los nombres de todas las personas de su pueblo que habían partido a Cuba. La isla caribeña era, en el siglo XIX y gran parte del XX, el lugar de esperanza y promesa de una vida mejor para los isleños, como eran llamados los canarios allí. Con el paso de los años ‘hacer las Américas’ se convirtió para muchos en un viaje de ida y vuelta.

Indumentaria característica de Los Indianos. / Ayuntamiento de Santa Cruz de La Palma

Indumentaria característica de Los Indianos. / Ayuntamiento de Santa Cruz de La Palma

Pero, ¿por qué Cuba? La inmigración en Cuba alcanzó cifras muy altas a partir de las últimas décadas del siglo XIX. Esto obedeció a diferentes factores, algunos de ellos presentes en la isla desde los primeros años de siglo: política de colonización, miedo a la ‘africanización’ y deseos de ‘blanquear’ la población, así como la necesidad de mano de obra barata y abundante para realizar tareas agrícolas, en especial el corte de la caña (zafra). La demanda de trabajadores fue incrementándose a partir de la crisis del sistema esclavista, la expansión de la industria azucarera y el aumento de la capacidad productiva, fundamentalmente a partir de los años ochenta del siglo XIX. En los proyectos de colonización basados en la migración de trabajadores destacó la preferencia por los canarios por su proximidad cultural y familiar a Cuba y sus conocimientos agrícolas.

Como en otros países, el crecimiento económico provocó el desarrollo del mercado interno y la expansión del sector servicios, de manera especial en el medio urbano. Todo ello demandó nuevos trabajadores. El trabajo en el campo fue cubierto principalmente con la contratación temporal de jornaleros españoles. Muchos de los que participaron en esta migración, conocida con el nombre de ‘golondrina’, eran canarios, migrantes temporales que trabajaron aquí y allá, aprovechando que el tiempo de las cosechas era diferente en Canarias y en Cuba.

A partir de los primeros años de la década de 1910 comenzaron a llegar braceros antillanos, sobre todo jamaicanos y haitianos, que cubrieron la continua demanda de los centrales azucareros. Cuba sirve de ejemplo para ver la correlación entre crecimiento económico y entrada de migrantes.

Índice de correlación entre producción azucarera, cotización del azúcar y entrada de inmigrantes españoles, de 1900 a 1930 en Cuba.

Índice de correlación entre producción azucarera, cotización del azúcar y entrada de inmigrantes españoles, de 1900 a 1930 en Cuba.

En el total de la inmigración en Cuba, el grupo que registró más entradas a la isla fue el español. La inmigración española representó entre el 70% y el 80% de la inmigración total entre los años 1917 y 1921. Sin embargo, a partir de 1921, el flujo de inmigrantes descendió de forma brusca como consecuencia de la crisis económica provocada por la caída del precio del azúcar en el mercado internacional. Aunque en los años siguientes la migración a Cuba continuó, nunca llegó a alcanzar las cifras de las décadas anteriores.

‘Hacer las Américas’

El Atlántico fue el entorno en el que se configuró un nuevo mundo. Un mar que más allá de un espacio geográfico fue el escenario en el que se conformó un sistema de relaciones y de culturas en el que tanto migrantes, esclavizados africanos y personas libres conectaron pueblos distantes. Entre los puertos de África, Europa y América se transportaban mercancías, ideas y tecnología, pero también maneras de hablar y de bailar, así como formas de vivir, de pensar y de sentir. La búsqueda de la fortuna, la existencia de familiares, amigos y vecinos, o la necesidad económica animaron a centenares de miles de españoles a dejar su tierra y emigrar a Iberoamérica.

Las redes tejidas a ambos lados del Atlántico consiguieron que la familiaridad mitigara y redujera la lejanía. La tradición oral se encargó de construir un mito sobre América, sobre aquella ‘tierra prometida’ que simbolizaba el Nuevo Mundo. A la creación de este imaginario contribuyeron los relatos que contenían las cartas de aquellos que partieron, el dinero que algunos alcanzaban a reunir y enviar, y los llamados ‘indianos’ o ‘americanos’. Su regreso, y en ocasiones su riqueza, ayudó a construir el mito de ‘hacer las Américas’ y estimuló a emigrar a muchos jóvenes. En este mito, Cuba, Argentina, Brasil, Uruguay, México… y el joven español que un día decidió partir eran los protagonistas.

 

*Consuelo Naranjo Orovio es profesora de investigación del Instituto de Historia del CSIC y directora del proyecto europeo ConnecCaribbean, además de autora de Las migraciones de España a Iberoamérica desde la Independencia, de la colección de divulgación ¿Qué sabemos de?, disponible en la Editorial CSIC y Los Libros de la Catarata.

¿Eres capaz de ver violencia en esta escena medieval?

Por Antonio Ledesma (CSIC) *

A diferencia de lo que muchas personas piensan, la Edad Media no fue un período marcado solo por la violencia y la guerra, como da a entender la serie Juego de tronos. Sin embargo, en este post vamos a fijar la atención en los conflictos sociales de la época. Lo haremos de una forma muy particular: relacionándolos con los procesos constructivos. La historia del arte es una disciplina muy útil para abordar las manifestaciones culturales de un período histórico, pues, como afirma Paul Zanker, “el mundo de las imágenes (…) refleja el estado interno de una sociedad y permite obtener una idea de la escala de valores y de las proyecciones de los contemporáneos, aspectos que frecuentemente no se manifiestan en las fuentes literarias”.

Entre los años 1050-1300, en Europa se advierte una gran eclosión constructiva. “Parecía como si el mundo, queriendo sacudirse de sus sucios harapos, fuera a vestirse con el blanco manto de las iglesias”, escribió entonces el monje cluniacense Raúl Glaber, que vivió a comienzos del siglo XI. En esta época se desarrolló lo que se conoce como arte románico, estilo que predomina en el continente durante los siglos XI, XII e inicios del XIII, y cuyo peso en la construcción de la identidad cultural europea justifica, por ejemplo, su presencia en los billetes de diez euros.

Ahora te animamos a observar una escena correspondiente a aquel momento:

Vista completa de la escena representada en el capitel del monasterio de San Pedro de Valdecal (Palencia). / © Javier M. - Proyecto Petrifying Wealth

Vista completa de la escena representada en el capitel del monasterio de San Pedro de Valdecal (Palencia). / © Javier M. – Proyecto Petrifying Wealth

Esta representación se encuentra en un capitel identificado entre los restos del monasterio de San Pedro de Valdecal, conjunto que se localizaba en tierras palentinas y del que hoy solo restan algunos vestigios y unos cuantos testimonios documentales. En palabras de Miguel Ángel García Guinea, el monasterio tuvo que ser “uno de los edificios desaparecidos más importantes del románico palentino”. El capitel, que se expone en la actualidad en el Museo Arqueológico Nacional (MAN), resulta excepcional por la escena que representa y por eso ha recibido la atención de especialistas renombrados, como García Guinea o Serafín Moralejo. Y tú, ¿qué ves? ¿Crees que hay violencia en esta, aparentemente, “inocente” escena?

En el proyecto Petrifying Wealth pensamos que sí. Hasta la fecha la imagen era considerada por la comunidad investigadora como una escena vinculada con el proceso constructivo, que representaba a porteadores de agua o de argamasa, materiales necesarios para la obra. Desde este punto de vista, el capitel de San Pedro de Valdecal reinterpretaría un capitel considerado como su referente: el que se encuentra en el interior de la iglesia del antiguo y afamado cenobio de San Martín de Frómista, también en Palencia, a casi 50 kilómetros de distancia en línea recta de Valdecal. Este referente repercutiría también en un capitel fracturado del interior de Santa Julián en Santillana del Mar, ya en tierras cántabras, donde la acción representada se ha vinculado más con la vendimia.

Sin embargo, en Valdecal los objetos y los gestos de los personajes representados plantean una lectura complementaria que dota a la pieza de especial interés y tiene enormes implicaciones, ya que añade un rasgo especial: la violencia. Es probable que este capitel constituya uno de los testimonios artísticos más singulares que reúne violencia y construcción.

Capitel del monasterio de San Pedro de Valdecal (Palencia) y detalle del mismo. © Museo Arqueológico Nacional.

Capitel del monasterio de San Pedro de Valdecal (Palencia) y detalle del mismo. / © Museo Arqueológico Nacional

Sumamente sintética y con varios destellos de gran virtuosismo técnico, la escena se compone por cuatro figuras en total, dos centrales y una en cada costado, todas masculinas y en edad juvenil. Los dos personajes del frente llevan una gran herrada a hombros e interactúan con sus contrarios en un tipo de acción que es familiar en la cultura visual popular gracias a los característicos belenes navideños, que suelen presentar tareas y disposiciones similares. No obstante, aquí el portador de la izquierda es golpeado en su espalda por un instrumento de disciplina que es agarrado con firmeza con las dos manos por el sujeto del costado; mientras que el portador de la derecha es tirado del cinturón por la figura del extremo derecho, que busca su control. El sojuzgado rehúye a su vez su autoridad colocando su mano izquierda sobre la muñeca del agresor, lo que genera una clara tensión entre ambos, a diferencia de lo que sucede con los otros dos sujetos. De este modo, se puede hablar de dominio y de una coacción nada sutil hacia los portadores (todo delata que siervos), por parte de los otros dos sujetos. Estos últimos, además, van calzados –al contrario que los porteadores, que llevan los pies desnudos– y presentan una mayor corpulencia, factores ambos que acentúan las diferencias sociales y su relación jerárquica.

Un caso singular en el que se identifica ‘construcción y violencia’

Durante los siglos que abarca este período se han documentado en contextos constructivos conflictos de diversa índole, en especial de carácter económico, si bien no siempre violentos. Sin embargo, en representaciones artísticas no se conocen más testimonios a nivel hispano que combinen constructio et violentia, aunque no hay que perder del horizonte el abultado número de testimonios existentes y la imposibilidad de reconocer todos. Para hacernos a la idea, solo la provincia de Palencia concentra el mayor número de monumentos románicos en toda Europa. Esta situación acentúa el interés de este ejemplar pétreo sin que se pueda hacer referencia a un unicum.

Pero, ¿por qué se eligió representar una escena de estas características y con qué objetivos? Es un interrogante difícil de responder, ya que se han perdido el contexto sociocultural del que emergió y la casi totalidad de las piezas del rompecabezas. Todo parece indicar que se trata de una escena de conflicto enmarcada en un ciclo laboral, tal vez en el contexto de una construcción, y que podría corresponder a una amonestación a la violencia ejercida por los que ostentaban el poder, pero su descontextualización impide poder concretar más. “Aún queda gran cantidad de no libres, de hombres y mujeres cuyo cuerpo pertenece a alguien que lo vende, que lo da, y a quien deben obedecer en todo”, afirma el historiador Georges Duby sobre la Europa del año mil. Según un testimonio documental, el monasterio ya estaría en construcción en el primer cuarto del siglo XII y para la obra esculpida se han barajado fechas entre fines del siglo XI y principios del XII. De ser así, construcción y representación podrían ser simultáneos cronológicamente, aunque no es posible aventurar mucho más.

En cualquier caso, con la escena de este capitel y la nueva lectura que podemos hacer de ella, nos encontramos ante un testimonio audaz y no muy corriente en el que coexisten violencia y construcción durante la Edad Media.

 

* Antonio Ledesma es investigador postdoctoral en el Instituto de Historia del Centro de Ciencias Humanas y Sociales del CSIC. Este caso de estudio de un conflicto social relacionado con el ámbito de la construcción se ha llevado a cabo gracias al proyecto ERC ‘Petrifying Wealth, dirigido por Ana Rodríguez. Una de las ideas motrices de este proyecto busca conocer las correspondencias y los límites entre conflictos sociales y la construcción edilicia en los diferentes territorios europeos durante el período 1050-1300.

Ocho civilizaciones africanas que todo el mundo debería conocer

Por Sirio Canós Donnay (CSIC)*

Durante muchos años, a África se le ha negado su papel en la historia de la humanidad. A pesar de su gran importancia, el pasado del continente africano es poco conocido más allá de por albergar los orígenes de nuestra especie y el Egipto faraónico. Afortunadamente, poco a poco vamos sabiendo más de los cientos de civilizaciones y culturas que han poblado la historia africana y de su papel fundamental en la historia global. Repasamos aquí algunas de ellas:

1. Kush (siglos X a. C.-IV d. C.)

Pirámides de Kush

Pirámides en el cementerio real de Mëroe. / Nina R (CC-BY-SA-2.0).

Cuando hablamos de pirámides, tendemos a pensar inmediatamente en Egipto. Sin embargo, el país con más pirámides del mundo no es Egipto, sino Sudán, que cuenta con más de 300, aunque de menor tamaño que las de su vecino septentrional. Muchas de estas pirámides se encuentran en el cementerio real de Mëroe (en la imagen), y albergan los restos de sus reinas y reyes.

2. Aksum (siglos I-X d. C.)

Imagen de estelas de Aksum

Estelas de Aksum, Etiopía. / Rod Waddington (CC-BY-SA-2.0).

Al sudeste de Mëroe, en la actual Etiopía, encontramos Aksum, la capital del imperio del mismo nombre, que se convirtió en el estado más poderoso de la región tras el declive de Kush. Sus enormes ruinas incluyen cientos de estelas de hasta 33 metros de altura, que representan edificios de hasta 13 pisos (con sus puertas y ventanas grabadas en la piedra) y fueron erigidas para conmemorar personajes notables y/o que se lo pudieran sufragar.

3. Tichitt Walata (siglos XX-V a. C.)

Ruinas de asentamientos de Tichitt Walata en la actual Mauritania. / Augustin F.C. Holl.

Al sur del Sáhara, en la actual Mauritania, encontramos las ruinas sorprendentemente bien conservadas de la civilización de Tichitt Walata. Sus enormes asentamientos de piedra seca de hasta 80 hectáreas ocupan un territorio de 200.000 kilómetros cuadrados, y datan de una época en la que no existía nada que se acercara ni remotamente a esa escala en Europa.

4. Jenne-Jeno (siglos III a. C.-IX d. C.)

Escultura de terracota ubicada en el Musée National du Mali

Imagen cedida por el Musée National du Mali.

Jenne-Jeno, en el actual Mali, fue una de las primeras ciudades al sur del Sáhara y una prueba de que es posible una ciudad sin necesidad de grandes jerarquías. En vez de organizarse en torno a un solo núcleo urbano dirigido por unas élites, sus habitantes se dividieron en barrios, cada uno sobre un montículo, separado del resto y ocupado por profesiones distintas (herreros, pescadores, alfareros), ninguno más rico o poderoso que los otros. Jenne-Jeno desarrolló además una tradición escultórica muy sofisticada (ver terracota en la imagen), de la que desgraciadamente sabemos poco debido al saqueo de muchas de sus piezas.

5. Costa Swahili (siglos X-XVI d. C.)

Restos de las mezquita de Kilwa Kisiwani

Restos de las mezquita de Kilwa Kisiwani. / Janetmpurdy (CC-BY-SA-2.0).

La costa oriental de África ha sido desde principios de nuestra era un nodo fundamental en las redes de comercio del Océano Índico, que conecta el interior del continente con Arabia, India y China. A partir del siglo X d. C., surgieron desde Somalia hasta Mozambique una serie de ciudades-estado costeras gobernadas por élites mercantiles swahilis, que se hicieron rápidamente con el control del comercio índico. Una de ellas fue Kilwa Kisiwani, en la actual Tanzania, que en el siglo XIV fue descrita por el viajante árabe Ibn Battuta como una de las ciudades más bellas y mejor construidas del mundo. Entre sus muchos edificios monumentales destacaba su mezquita (en la imagen), construida con roca de coral y decorada con bóvedas de porcelana china.

6. Gran Zimbabue (siglos VII-XV d. C.)

Torre cónica ubicada en el gran recinto de las ruinas de Gran Zimbabue. / Andrew Moore (CC-BY-SA-2.0).

Cuando los primeros europeos llegaron a Gran Zimbabue en el siglo XIX se quedaron tan impresionados con el tamaño y la arquitectura de sus ruinas que dijeron haber encontrado la capital de la Reina de Saba. Aunque la conexión bíblica es más que dudosa, Gran Zimbabue fue sin duda alguna un gran centro político y comercial, famoso por sus minas de oro. Es además el único yacimiento arqueológico que ha dado el nombre a un país y aparece en su bandera: el pájaro de su izquierda es una escultura que se encontró durante las excavaciones.

7. El imperio de Mali (siglos XIII-XVI d. C.)

Fragmento del Atlas Catalán (1375) atribuido al iluminador Cresques Abraham y conservado desde el mismo siglo XIV por la Biblioteca Real de Francia, actualmente la Bibliothèque National de France

Fragmento del Atlas Catalán (1375) atribuido al geógrafo, cartógrafo e ilustrador mallorquín Cresques Abraham, donde aparece el emperador de Mali ofreciendo una gran pepita de oro a un comerciante árabe. / Fuente: Bibliothèque National de France.

El imperio de Mali, del que se deriva el nombre del actual país, llegó a controlar gran parte del África occidental, desde la costa a Burkina Faso y de Mauritania a Sierra Leona. Su emperador más famoso, Mansa Musa (que aparece sentado en su trono en el mapamundi mallorquín de la imagen) ha sido reconocido como la persona más rica de la historia de la humanidad, muy por encima de Bill Gates y Jeff Bezos. Y no sin motivo: en su viaje a El Cairo en el año 1.324, llevó consigo tanto oro que devaluó el precio en la ciudad durante más de dos décadas.  En el mismo viaje, conoció al poeta y arquitecto granadino Abu Ishaq al-Sahili, al que se trajo de vuelta a Mali para que diseñara mezquitas y redecorara la sala del trono.

8. Benín (siglos VI d. C.-actualidad)

La ciudad de Benín en 1668 según el holandés Olfert Dapper.

La ciudad de Benín, en la actual Nigeria, desarrolló un sistema de murallas de más de 16.000 kilómetros de largo, el cual conectaba 500 asentamientos distintos sobre una superficie de 6.500 kilómetros cuadrados. Aunque poco conocidas, estas murallas son la segunda mayor estructura humana del mundo, solo por detrás de la Gran Muralla China.

 

* Sirio Canós Donnay es arqueóloga africanista e investigadora Marie Curie en el Instituto de Ciencias del Patrimonio (INCIPIT) del CSIC.

Cometas: el terror que vino del cielo

Por Montserrat Villar (CSIC)*

Concebidos como profetas de la muerte, los cometas han inspirado terror en muchas culturas a lo largo de más de veinte siglos. Aparecían de pronto y se mantenían en el cielo durante semanas o incluso meses, perturbando su armonía. Se consideraban portadores de grandes desventuras: lluvias de sangre, animales nacidos con dos cabezas, enfermedades mortales… Una larga lista de horrores fue atribuida a los cometas hasta el Renacimiento. El pavor que causaban impulsó su observación, registro y clasificación para tratar de descifrar su significado y prepararse para las fatalidades que anunciaban.

China, siglo II antes de nuestra era. El aristócrata y político Li Cang, su esposa Xin Zhui y su hijo renacen tras la muerte y emprenden el viaje hacia la inmortalidad. Más de 2000 años después, en la década de 1970, se descubren sus tumbas en el yacimiento arqueológico de Mawangdui. Entre los miles de objetos encontrados, se halla un delicado lienzo de seda manuscrito. Contiene los dibujos de alrededor de 30 cometas, cada uno acompañado por un texto breve que previene sobre el mal concreto que causará (hambruna, derrota en una batalla, epidemia…).

En 1587 se publicaba el manuscrito Libro sobre cometas, con hermosas ilustraciones. El texto, anónimo, describe la materia de los cometas, su conexión con los planetas y su significado según la forma, color y posición. Así, cuando el cometa Aurora aparece sobre oriente habrá sequía, incendios y guerra. En la ilustración, una ciudad es devastada por las llamas bajo su auspicio sangriento. El resplandor de la conflagración ilumina la escena, mientras el brillo de Aurora se refleja en las nubes. El artista, por tanto, identifica los cometas como fenómenos atmosféricos. Diez años antes de la edición de este libro, el Gran Cometa de 1577 apareció en los cielos de Europa asombrando a sus gentes durante semanas. Tras estudiar sus movimientos, el astrónomo danés Tycho Brahe confirmó que se trataba de un acontecimiento celeste situado mucho más allá de la luna, y no de un fenómeno atmosférico, como creían numerosos eruditos de la época.

A principios del siglo XIV un joven pintor florentino rompía con la tradición. Cumpliendo el encargo de decorar el interior de la capilla de los Scrovegni en Pádova (Italia), Giotto de Bondone cubrió sus paredes de maravillosos frescos referentes a la vida de Jesús y de la Virgen María. En La adoración de los Reyes Magos representa la estrella de Belén como un cometa. Es probable que el artista viera el cometa Halley en 1301 y se inspirara en su aspecto. En este caso el mensaje es de esperanza: Cristo ha venido a salvar el mundo. Seis siglos después, en 1985, la Agencia Espacial Europea (ESA) lanzó la misión Giotto, con cuyo nombre rendía tributo al artista. Se acercó a unos 600 kilómetros del cometa Halley, del que obtuvo imágenes espectaculares.

En octubre de 1858 el artista escocés William Dyce pasó unos días de descanso en Pegwell Bay, un popular lugar de vacaciones en la Inglaterra de la Reina Victoria. En su obra Pegwell Bay, Kent – Recuerdo del 5 de Octubre de 1858, el artista representa una escena entrañable en la que su familia pasea por la playa mientras recoge piedras y conchas. El esbozo apenas perceptible del cometa Donati descubierto ese año se aprecia en el cielo de la tarde. Es un elemento más del paisaje, ya no simboliza desgracias venideras: en el siglo XIX los cometas habían perdido su aura de terror. Desde el siglo XVII, las investigaciones de científicos como Edmund Halley habían ido desenmascarando la inocuidad de estos astros. Su significado en la obra de Dyce es aún más profundo: ese trazo sutil en el cielo sugiere que la existencia del ser humano es efímera, casi instantánea.

Obra de la artista rusa Ekaterina Smirnova

Obra de la artista rusa Ekaterina Smirnova

Comenzaba el año 2015 cuando la artista rusa Ekaterina Smirnova aprendía a producir agua pesada mediante electrólisis. Quería conseguir una composición similar a la hallada unos meses antes en forma de hielo en el cometa 67P/Churyumov–Gerasimenko por la misión Rosetta-Philae de la ESA. Con esta agua, Smirnova creó una serie de acuarelas de considerables dimensiones a partir de las imágenes del cometa obtenidas por la exitosa misión. Además, utilizó pigmentos oscuros mezclados a mano para recrear el bajo albedo (capacidad reflectora) de la superficie del cometa. Smirnova se sumerge en la ciencia para crear una obra bella e inspiradora, retrato de un astro distante y frío.

Decía Séneca en sus Cuestiones Naturales en el siglo I: «¡Tan natural es admirar lo nuevo más que lo grande! Lo mismo acontece con los cometas. Si se presenta alguno de estos cuerpos inflamados con forma rara y desacostumbrada, todos quieren saber lo que es; se olvida todo lo demás para ocuparse de él; ignórase si se debe admirar o temblar, porque no faltan gentes que difunden el terror, deduciendo de estos hechos espantosos presagios”. Dos mil años después, el mensaje cifrado de los cometas, esos ‘misteriosos’ cuerpos celestes compuestos por hielo, polvo y rocas que orbitan alrededor del Sol, nos habla de mundos primitivos y helados, del origen del Sistema Solar e incluso, quizás, de la propia vida.

 

* Montserrat Villar es investigadora del Centro de Astrobiología (CSIC-INTA). Coordina ‘Cultura con C de Cosmos’, un proyecto que surge del diálogo entre el estudio del universo y su reflejo en las diferentes manifestaciones artísticas a lo largo de la historia.

Mientras la igualdad real sea un espejismo, necesitamos el 8 de marzo

Por Concha Roldán (CSIC)*

La alemana Clara Zetkin propuso en 1910 la celebración del Día Internacional de la Mujer Trabajadora / Wikipedia

En 1975 la Asamblea General de las Naciones Unidas estableció el 8 de marzo como Día Internacional de la Mujer. Hasta entonces ya llevaba más de 50 años (desde 1911) celebrándose bajo la denominación de Día Internacional de la Mujer Trabajadora: la propuesta había sido realizada por la maestra alemana Clara Zetkin (1857-1933) en la II Internacional de Mujeres Socialistas celebrada en Copenhague en 1910, y fue aceptada por unanimidad.

Pero ¿por qué elegir el 8 de marzo para esta celebración? En 1857 y en 1908 se produjeron en Nueva York dos huelgas de trabajadoras textiles (los operarios textiles eran ya entonces en su mayoría mujeres muy mal remuneradas). Al parecer, ambas tuvieron lugar un 8 de marzo y la segunda de ellas ha pasado a la historia de la lucha por la igualdad de derechos de las mujeres, dramáticamente recordada por la muerte de 120 mujeres en el incendio de la fábrica, donde habían sido encerradas por los dueños.

Clara Zetkin luchó toda su vida por los derechos fundamentales de las mujeres y sus convicciones feministas fueron de la mano de un socialismo que para ella rimaba con el pacifismo. Por eso, cuando el partido socialdemócrata alemán secundó la entrada de Alemania en la Primera Guerra Mundial, tanto ella como su amiga Rosa Luxemburgo (1871-1919) y su discípula Alejandra Kollontai (1872-1952) se refugiaron en las filas del comunismo ruso, que criticaba la familia patriarcal burguesa y quería “trasladar el hogar a la sociedad instaurando guarderías y casas-cuna”. Pero el verdadero rostro del patriarcado asomó tras las filas progresistas cuando Kollontai empezó a hablar de liberación sexual, como explica Ana de Miguel. Las ideologías patriarcales cosificaban y siguen cosificando los cuerpos de las mujeres, y detrás de ello emerge continuamente la violencia de género, que incluye la mutilación genital, la prostitución, la violencia obstétrica, los vientres de alquiler, las granjas de mujeres, etc. Algunos refranes castellanos son ilustrativos de lo que digo: “la maté porque era mía”, “la mujer, la pata quebrada y en casa”, etc.

Las mujeres estaban vinculadas “por naturaleza” a las tareas domésticas y de cuidado, destinadas al servicio y goce de los varones. Esto es algo que subrayan la mayoría de los filósofos occidentales, desde Aristóteles hasta Nietzsche, pasando por Kant, Kierkegaard o Schopenhauer. Las mujeres eran excluidas del estudio, del desempeño de tareas en la vida pública, de los derechos, de la ciudadanía, sencillamente porque eran consideradas inferiores a los varones: el “sexo débil” o “segundo sexo”, como denunciara Simone de Beauvoir (1908-1986) en su conocido libro. De ahí que las economías y políticas capitalistas sigan teniendo un trato desigual con las mujeres: me refiero a la precariedad de los empleos, la brecha salarial o al denominado techo de cristal, que se ha convertido en techo de acero impenetrable para la mayoría de las mujeres.

‘Escritos sobre la igualdad y en defensa de las mujeres’, de Marie de Gournay, es uno de los títulos de la colección Clásicos del Pensamiento del CSIC

Como ya puso de manifiesto en nuestro país Celia Amorós (Hacia una crítica de la razón patriarcal), el tejido social –tanto en las sociedades occidentales como en las orientales– se nutre de un humus androcéntrico. Y la vuelta de las políticas conservadoras lleva aparejado el retorno de una ideología patriarcal, de forma que la igualdad real sigue siendo un espejismo (Amelia Valcárcel, Feminismo en un mundo global), a pesar de los aparentes avances jurídicos. En este sentido, he denominado al patriarcado en algunos de mis escritos como “Alien, el octavo pasajero”. A pesar de creernos que lo hemos erradicado, siempre resurge pregnante y viscoso a través de rejillas y hendiduras para terminar anidando dentro de nosotros/as mismos/as…

Desde la filosofía queremos reivindicar a las mujeres como sujetos autónomos e independientes, defender que #lasMujeresTambiénPiensan. Por eso la actual presidenta de la Red Española de Filosofía, María José Guerra, ha lanzado una campaña para dar a conocer a las pensadoras, para combatir la invisibilidad, la falta de reconocimiento y hasta de legitimidad de las mujeres filósofas, a las que se ha hurtado un lugar en las historias de la filosofía durante siglos. Además, las filósofas que nos consideramos feministas queremos reivindicar nuestra propia genealogía, denunciar la masculinización de la filosofía y construir un “canon feminista”. Sin duda, son muchos los feminismos y está bien que prolifere esa pluralidad, siempre y cuando –a mi entender – todas sigamos defendiendo “un feminismo”, en singular, en el sentido de Alisson Jaggar: “Lo común a las diversas formulaciones de la teoría feminista es su compromiso por terminar con la subordinación, marginación y dominación de las mujeres”.  Acaso esta sea la razón última por la que diferentes mujeres de 177 países hemos decidido secundar una huelga general.

 

*Concha Roldán es investigadora y directora del Instituto de Filosofía del CSIC.

De los indígenas olmecas a las tropas aliadas en la II GM: historia del chocolate

Por María Ángeles Martín Arribas (CSIC)*

Muy pocos productos han sufrido tantas transformaciones a lo largo de su historia como el chocolate. Y no solo ha experimentado cambios en su producción; el chocolate ha llegado a cambiar su nombre, estatus, temperatura, sabor, forma, color y hasta sus ingredientes con el paso de los siglos. Para explicar un poco más en profundidad esta compleja transformación remontémonos a su origen.

Fruto y semillas de cacao. /Jing

El chocolate, tal y como lo conocemos hoy, es un producto derivado del cacao cuyos primeros cultivadores fueron los indígenas olmecas. Esta civilización acabó siendo absorbida por el imperio Maya, que denominó este preciado grano como kakaw, por el color rojo del fruto y las ideas de fuerza y fuego que los indígenas asociaban a él. Posteriormente, la palabra se transformó en lengua náhuatl en cacáhuatl o ‘agua de cacao’, una bebida limitada al consumo de nobles y comerciantes debido a su alto precio y su origen divino, ya que según la creencia, el dios Quetzalcóatl robó a sus hermanos el ‘árbol del cacao’ o queachahuatl. El paso del cacao al chocolate, o más bien del cacáhuatl al xocoatl (agua amarga), se produjo al combinar ambas bebidas, el ‘agua de cacao’ y el ‘agua amarga’ a base de maíz molido, extendiendo así, tras su abaratamiento,  el uso del xocoatl a todas las clases sociales. Tras la colonización española, el xocoatl derivó en ‘chocolate’, que fue el nombre que se extendió al resto de países y continentes.

Hernán Cortés fue el primer español en degustar la bebida de cacao en un banquete en honor de Moctezuma II, y tras quedar asombrado por su sabor y sus posibilidades en el continente europeo, decidió enviar un cargamento de cacao a España en 1528. Fue en el monasterio de Piedra de Nuévalos, en Zaragoza, donde se cree que se preparó el primer chocolate de Europa gracias a fray Jerónimo de Aguilar, monje que viajaba en la expedición de Cortés, quien envió cacao al abad del monasterio, Don Antonio de Álvaro, con instrucciones para su elaboración. Fueron precisamente los monjes españoles los que adoptaron la bebida al gusto de la aristocracia europea y convirtieron el frío, amargo y fuerte sabor del cacao en una bebida caliente aderezada con miel, vainilla, canela y azúcar.

Ración del ejército de EE.UU. /KingaNBM

Con el chocolate expandido ya por Europa, fue en Inglaterra donde la familia Fry construyó la primera fábrica en 1728, usando maquinaria hidráulica para moler el cacao. Ya en el siglo XIX se dio el paso definitivo para producir lo que hoy conocemos como chocolate. En 1828, el maestro chocolatero holandés,Conrad Van Houten inventó una prensa que permitía la separación de la manteca del cacao de la pasta, eliminando así su acidez y amargura y haciendo más fácil su disolución en agua. El segundo paso llegó en 1875, cuando el suizo Daniel Peter utilizó la leche en polvo de Henri Nestlé para mezclarla con cacao y crear el primer chocolate con leche del mundo y dar comienzo así a la fama del chocolate suizo. Posteriormente, en 1880, Rudolphe Lindt desarrolló una máquina de ‘conchar’ el chocolate que permitió un refinado del mismo que mejoraba su gusto, textura y cremosidad.

Ya en el siglo XX, el chocolate se abarató enormemente debido a la caída de precios del cacao y el azúcar, por lo que se hizo asequible para un número aún mayor de personas en todo el mundo. Incluso el ejército de los Estados Unidos llegó a incluirlo en las raciones de combate de la II Guerra Mundial, debido a su alto valor energético, su poco peso y su mínimo tamaño. Y así, tras el conflicto bélico, los soldados que regresaban a casa siguieron consumiéndolo y ayudaron a afianzar el mercado del chocolate.

Diferentes variedades de chocolate. /Max Pixel

En la actualidad, este alimento se ha diversificado en multitud de formatos para atender a todos los gustos y exigencias con variedades de chocolate más saludable (negro y puro), orgánico, vegano, blanco, con frutas, con frutos secos, en polvo, líquido, etc. No obstante, las sequías del África ecuatorial, las plagas de América Central y del Sur y su sustitución por cultivos más rentables pueden derivar en una previsible escasez de cacao hacia el año 2020, debido también al continuo aumento de su demanda y la incapacidad de los países productores de crear las infraestructuras necesarias para su elaboración. Como apunte final, un dato preocupante: del total del mercado del chocolate, estimado en 110.000 millones de dólares anuales, tan solo el 6% del precio final revierte en los países cultivadores.

* Esta información ha sido extraída del  ‘El chocolate’ (CSIC-Catarata) de la investigadora María Ángeles Martín Arribas, del Instituto de Ciencia y Tecnología de Alimentos y Nutrición ICTAN-CSIC .

 

La Isla de Pascua y los misterios más remotos del planeta

Por Valentí Rull (CSIC)*

2.000 kilómetros separan a la Isla de Pascua del lugar habitado más cercano, y más de 3.600 la aíslan del continente más próximo, Sudamérica. Situada en pleno océano Pacífico, cerca del Trópico de Capricornio, es el lugar de origen de las misteriosas figuras de piedra conocidas como moai que habitan toda la isla y que, con el paso de los años, se han convertido en su símbolo. No obstante, éste no es su único enigma.

La diminuta Isla de Pascua, llamada así por el día en que los europeos llegaron a ella en 1722, pertenece a la región chilena de Valparaíso desde 1888 y cuenta con una población no superior a los 6.000 habitantes. Sin embargo, su historia comenzó muchos siglos atrás. El aislamiento de este territorio ha sido, en gran parte, el catalizador de una historia ambiental y cultural muy peculiar y controvertida que todavía requiere de años de investigación.

‘Moai’ en fila en la Isla de Pascua. / Valentí Rull

Como decíamos, el primer gran enigma científico de la Isla de Pascua (‘Rapa Nui’ en idioma aborigen), desconocida por la civilización occidental hasta la llegada de los holandeses en el siglo XVIII, fue la presencia de los imponentes moai, más de 900 estatuas gigantes de piedra que pueblan la isla y le confieren su imagen más emblemática. Dado que los moai no forman parte de las manifestaciones culturales actuales, se ha supuesto que fueron erigidos por una civilización anterior prácticamente desconocida. Además, las dimensiones de estas esculturas (algunas alcanzan 20 m de altura y más de 250 toneladas de peso) plantean un problema tecnológico importante relacionado con su transporte y emplazamiento. Por otra parte, dada la posición intermedia de la isla entre América y Polinesia, se han propuesto estos dos posibles orígenes para la civilización ancestral de la isla. El momento de esta colonización inicial también sigue siendo una incógnita, igual que la fecha y el porqué de la desaparición de aquella civilización original.

Hasta finales del siglo XX, las evidencias utilizadas para descifrar el pasado cultural de la Isla de Pascua procedían principalmente de la Arqueología, con aportes procedentes de la Antropología física, la tradición oral y la Lingüística. A partir de 1980, se inició una nueva etapa en la investigación científica de Rapa Nui, caracterizada por la posibilidad de reconstruir los climas y ecosistemas del pasado a través de la Paleoecología. El resultado más espectacular de estos estudios fue el descubrimiento de que la isla, actualmente tapizada por praderas de gramíneas, había estado totalmente cubierta de bosques dominados por palmeras desde, por lo menos, 40 milenios atrás. Pero el otro hallazgo sorprendente fue la desaparición súbita de estos bosques hacia el siglo XV, algo que produjo un cambio radical en la historia ecológica y cultural de la isla. A partir de ese momento, el gran reto científico fue explicar la supuesta deforestación masiva y repentina de la isla.

Distribución de los ‘moai’ en la isla. / Eric Gaba.

Hasta ahora se han planteado dos teorías principales que explicarían este suceso. En la primera, la coincidencia aproximada de la deforestación con el fin de la cultura de los moai se interpretó como una evidencia de que los antiguos habitantes de Rapa Nui habían sobreexplotado los recursos naturales de la isla hasta deforestarla, lo cual provocó no sólo un colapso ecológico sino también cultural, en otras palabras, un ‘ecocidio’. La segunda teoría sugiere la posibilidad de que el colapso ecológico no fuera la causa directa de la desaparición de la sociedad ancestral, que habría permanecido más o menos estable a pesar de la deforestación. Sin embargo, a principios del siglo XIX, esta sociedad habría sido víctima del contacto prolongado con la civilización occidental, y desembocaría en la desaparición casi total de la población insular por la introducción de enfermedades infecciosas desconocidas en la isla (viruela, sífilis…) y la práctica del esclavismo, hipótesis que se conoce como del ‘genocidio’. Estudios recientes han podido constatar que la deforestación no fue súbita, sino gradual, y que no ocurrió en toda la isla al mismo tiempo. Hasta hace un par de décadas, la deforestación de Rapa Nui se asociaba exclusivamente con actividades humanas, bien sea directa o indirectamente, pero nuevas evidencias corroboran que en esa época también se produjeron cambios climáticos relevantes en forma de sequías pronunciadas, que podrían haber jugado un papel importante en la deforestación y en la sociedad insular.

‘Moai’ al atardecer en el costa de Rapa Nui. / Valentí Rull

La historia de la Isla de Pascua trasciende el interés local, ya que puede considerarse un modelo a pequeña escala, un experimento natural en un sistema prácticamente cerrado, aplicable a muchos otros lugares del planeta y posiblemente también a nivel global. Los grandes cambios experimentados por el clima, los ecosistemas y la sociedad de la isla a través de milenios pueden servir de modelo para pronosticar nuestro posible destino y el de nuestro planeta frente a las alteraciones ambientales y culturales que se avecinan en un futuro cercano. Este remoto territorio nos proporciona información básica para optimizar nuestras predicciones, pues nos permite conocer de primera mano las respuestas ecológicas y culturales a los cambios ambientales, así como diferenciar los factores naturales de los antrópicos (producidos por el ser humano) como causas de cambios socioecológicos. Esto es posible gracias a disciplinas como la Paleoecología o la Arqueología, que ayudan a reconstruir fenómenos ecológicos y culturales imposibles de estudiar de otra manera, sin cometer ecocidios o genocidios experimentales. Además, estas paleociencias, al ser empíricas, contribuyen a evitar la proliferación de especulaciones infundadas que a veces se utilizan para defender posiciones extremas, como el catastrofismo o la pasividad interesadas, en temas ambientales y de conservación.

 

*Valentí Rull es investigador del Instituto de Ciencias de la Tierra Jaume Almera (ICTJA – CSIC)
** Este post ha sido extraído del libro ‘La isla de Pascua’, disponible en la editorial CSIC y La Catarata.