Archivo de mayo, 2023

Nueve libros del CSIC para disfrutar de la ciencia, la historia o el arte

Por Mar Gulis

¿Sabías que el físico Erwin Schrödinger, el creador de la famosa paradoja del gato, fue también poeta? ¿O que en el Tierra hay ocho millones de especies sin contar a las bacterias? ¿Habías oído hablar de los juicios sumarísimos a los que fueron sometidas las personas represaliadas por el franquismo? Estos son solo algunos de los temas que abordan los nuevos libros publicados por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) en 2023.

En este post te presentamos las novedades de Editorial CSIC escritas para un público amplio o no necesariamente especializado: libros en los que podrás descubrir aspectos poco conocidos de la historia de la ciencia, como la contribución de las mujeres a la ilustración botánica; explorar los últimos avances científicos en los ámbitos de la nutrición o la búsqueda de vida extraterrestre; o acercarte a un pasado no tan distante, como el de las expediciones militares españolas en Asia a finales del siglo XVIII.

Caseta del CSIC en la Feria del Libro de Madrid / Álvaro Minguito

En todos los casos se trata de libros escritos por especialistas y revisados por pares que podrás encontrar en librerías, el portal de edición electrónica del CSIC o en la caseta de Editorial CSIC en la Feria del Libro de Madrid. Varios de ellos, los marcados con asterisco, también se presentarán el martes 30 de mayo, a las 19:00, en el Pabellón Europa de la Feria. ¡No te los pierdas!

Historias de ciencia, arte y literatura

Ellas ilustran botánica*. Sorteando infinidad de dificultades, las mujeres han estudiado y difundido la flora a lo largo de la historia. Este libro da cuenta de ello reproduciendo más de 50 de obras botánicas de gran valor realizadas por mujeres entre el siglo XVII y la actualidad. Dibujos, grabados, pinturas y fotografías se entremezclan con ensayos y biografías que revelan “cómo se han ido trazando los caminos de la igualdad” en el ámbito de la ilustración botánica. Toya Legido, profesora de Bellas Artes en la Universidad Complutense de Madrid, coordina esta cuidada monografía, en la que historia, sociología y cultura ayudan a desentrañar las relaciones entre ciencia, arte y género.

Fragmento de ‘Los bosques más antiguos?, ilustración incluida en ‘Ellas ilustran botánica’. / © Aina Bestard

Schrödinger, poetaConocido por ser uno de los padres de la física cuántica y el creador de la paradoja más célebre de su disciplina, Erwin Schrödinger tuvo una vida apasionante en la que también cultivó la filosofía y la poesía. En Erwin Schrödinger y el salto espacios-tiempo de Galileo Galilei, la poeta Clara Janés presenta el pensamiento y la obra del Schrödinger humanista. Las relaciones del científico con intelectuales como Ortega y Gasset o Xavier Zubiri o su fascinación con España son otros de los temas tratados por la autora. La obra se ha publicado conjuntamente con ‘Gedichte’ [poemas] y Fragmento de un diálogo inédito de Galileo, una selección de poemas y textos literarios, algunos inéditos, escritos por Schrödinger.

Santiago Ramón y Cajal. Hasta donde quieras llegar. Cajal fue muchas otras cosas además de pionero de las neurociencias y Premio Nobel de Medicina. Esta breve biografía dirigida al público juvenil recorre su trayectoria científica y cuenta aspectos de su vida personal menos conocidos. Los historiadores Elisa Garrido Moreno y Miguel Ángel Puig-Samper reseñan que el prestigioso científico español fue también un niño travieso que trepaba a los árboles, un adolescente rebelde al que le gustaba la pintura o un joven que trabajaba con tesón su musculatura. Publicado por primera vez en 2021, el libro ha sido reeditado este año en acceso abierto con motivo de la celebración del Año Cajal.

Autorretrato de Ramón y Cajal realizado en su juventud.

Erudición sobre hormigas y rositas: acerca de los libros y las mujeres que los escriben*. ¿Qué diferencias hay entre la novela de alguien que se dedica en exclusiva a la escritura y la de alguien que tiene otro trabajo y cuida de su familia? En este ensayo publicado en abierto, la escritora y editora Elena Medel reflexiona acerca de cómo el género y la clase social inciden sobre la escritura. La autora aborda, sin esconder sus “costuras y contradicciones”, cuestiones como si existe o no la literatura femenina; y también dialoga sobre las circunstancias que rodean al hecho de escribir con escritoras de distintas épocas y procedencias, como Virginia Woolf, Gertrude Stein o Carmen Martín Gaite.

Los avances de la ciencia, para todos los públicos

La vida y su búsqueda más allá de la Tierra. ¿La vida extraterrestre será similar o muy distinta a la que conocemos en la Tierra? En este libro de divulgación, Ester Lázaro explica que hay “buenas razones” para creer en la vida extraterrestre, y defiende que probablemente será muy diferente a cómo la imaginamos. La investigadora del CSIC se pregunta qué características tendría que tener un objeto que halláramos fuera de la Tierra para ser considerado un ser vivo, y recorre algunos de los lugares del cosmos más prometedores para encontrar vida: Marte, las lunas de Júpiter o los exoplanetas situados en la zona de habitabilidad de sus respectivas estrellas.

Las moléculas que comemos. Azúcares, hidratos de carbono, fibra, grasas, minerales, proteínas y vitaminas son los componentes básicos de los alimentos, las moléculas que comemos. ¿Qué propiedades tienen? ¿Por qué son importantes para nuestro desarrollo y salud? ¿Cómo proporcionan a los alimentos sus diferentes aromas, colores, sabores y texturas? ¿Qué tipo de reacciones químicas se producen al cocinar? Esta guía didáctica coordinada por las investigadoras del CSIC Inmaculada Yruela e Isabel Varela responde a estas y otras preguntas sobre la alimentación y las moléculas presentes en nuestra dieta. El libro incluye sencillas explicaciones y una amplia variedad de experimentos y talleres que pueden hacerse tanto en la cocina de casa como en el colegio.

Cómo se meten ocho millones de especies en un planeta. ¿Por qué hay monos en Sudamérica? ¿Por qué en el ecuador hay más especies que en los polos? ¿Por qué se dice que hay ocho millones de especies diferentes en el planeta y no solo cien o cien millones? ¿Por qué la especie más competitiva no gana a todas las demás y vive sola dominando el mundo? Para responder estas preguntas, el investigador del CSIC Ignasi Bartomeus realiza un recorrido a través de la historia de la ecología, una disciplina nacida hace apenas 150 años. En este libro de la colección ¿Qué sabemos de? presenta las principales leyes que regulan las comunidades ecológicas y los cuatro mecanismos básicos que determinan los ecosistemas: la evolución, la dispersión, las regulaciones bióticas y abióticas y, por último, la suerte.

Un pasado muy presente

Tragedia en tres actos. Los juicios sumarísimos del franquismo*. Durante la guerra civil y la posguerra, más de medio millón de personas fueron sometidas a juicios sumarísimos: procedimientos regidos por la jurisdicción militar, carentes de garantías y en los que la mayoría de las sentencias supusieron condenas a muerte. El antropólogo de la UNED Alfonso M. Villalta Luna reconstruye la dinámica de estos procesos y las vivencias de sus protagonistas: los presos que desde el interior de la cárcel intentan escapar de la muerte, los militares que sobre el estrado buscan una condena en el consejo de guerra y los familiares y amigos, que realizan viajes y gestiones repletos de incertidumbres y adversidades con el fin de salvar la vida de sus seres queridos.

Consejo de guerra contra los supuestos integrantes de la llamada ‘Checa de Bellas Artes’. / Revista Semana.

La Escuadra de Asia. Entre 1795 y 1803, mientras el mundo entero está en guerra, una pequeña división es enviada a Filipinas para proteger los intereses españoles. Capitaneada por Ignacio María Álava, la Escuadra de Asia tendrá que hacer frente a una misión compleja y lidiar con huracanes, asaltos, incendios, persecuciones, engaños, corruptelas y rivalidades. El historiador Pablo Ortega-del-Cerro relata las hazañas y vicisitudes de la expedición y se adentra en un periodo especialmente convulso, caracterizado por la rivalidad militar y económica entre Gran Bretaña y España. Este episodio excepcional le permite observar el nacimiento de una nueva realidad global.

Cartel del CSIC para la Feria del Libro 2023. / Irene Cuesta

Autofagia o cómo se elimina la basura de nuestras células

Por Laura Baños Carrión* (CSIC)

Desde que nos levantamos hasta que nos acostamos, los seres humanos generamos basura constantemente. Deshacernos de ella es un acto sencillo y cotidiano, y encontramos a pocos pasos de nuestras viviendas y trabajos algún contenedor donde poder tirarla.  Nuestras células también producen basura todo el tiempo, pero ¿cómo se deshacen de ella? El mecanismo que utilizan para mantenerse limpias es conocido como autofagia, un término que proviene del griego y que significa ‘’comerse a uno mismo’’.

La autofagia es la forma que tienen las células de mantenerse en condiciones óptimas y saludables, evitando que se acumulen productos de desecho que puedan afectar a su funcionalidad. Es un sistema de limpieza por el que, como si fueran una aspiradora, las células se tragan la suciedad, que en su caso serían todos aquellos componentes celulares y proteínas dañadas, que no funcionan correctamente o que simplemente ya no necesitan.

Un sistema de limpieza y reciclaje celular

En condiciones normales, este proceso ocurre a niveles basales, es decir, a unos niveles mínimos en los que se garantiza la calidad de la célula. Sin embargo, se ve incrementado ante situaciones de estrés o demanda energética. Sin oxígeno, la célula no tiene forma de obtener energía y por tanto la autofagia se ve incrementada para intentar ahorrar energía reutilizando componentes. Cuando escasean los nutrientes, se activa la autofagia y se forma una vesícula de doble membrana en el interior de la célula llamada autofagosoma. Es una especie de bolsa de basura celular que engloba los residuos (como las proteínas mal plegadas) y los envía a unos orgánulos celulares denominados lisosomas. En este momento, los lisosomas, gracias a su alto contenido en enzimas digestivas, son capaces de descomponer prácticamente cualquier tipo de material biológico en los pequeños elementos que lo forman.

Pero no hay nada que se desaproveche. Estas piezas descompuestas se convierten en nuevos componentes celulares que pueden volver a utilizarse. Por ejemplo, una proteína defectuosa se degradaría en aminoácidos, que pueden reutilizarse para formar una nueva proteína funcional en lugar de tener que ser sintetizados de cero, ahorrando así energía. Por lo tanto, la autofagia, además de ser un sistema de limpieza, también funciona como un sistema de reciclaje celular.

Existe un tipo de autofagia selectiva: la xenofagia. Detecta microorganismos que han entrado dentro de la célula, incluidos los virus y bacterias

Y todavía hay más. Existe un tipo de autofagia selectiva: la xenofagia, que detecta específicamente los microorganismos que han entrado dentro de la célula, incluidos los virus y bacterias, los engulle y los dirige a los autofagosomas para su posterior degradación. Es una forma de defensa frente a infecciones, eliminando los patógenos y activando a las células de nuestro sistema inmune. No obstante, algunos patógenos han aprendido a ‘hackear’ este sistema, utilizando los autofagosomas como sitios de replicación y/o proliferación.

¿Y si falla la autofagia?

Después de saber todo esto, parece que no podemos vivir sin autofagia. Y así es. Cuando este sistema no funciona correctamente, se acumula basura en las células, esto puede afectar a su funcionamiento y resultar muy perjudicial.  De hecho, se ha demostrado que cuando la autofagia está alterada (bien por inactivación o por hiperactivación) da lugar a algunas enfermedades neurodegenerativas, cardiovasculares, autoinmunes, metabólicas e incluso diversos tipos de cáncer.

La enfermedad de Lafora es un ejemplo en el que se produce un fallo en la autofagia, aunque en este caso dicha alteración no es la causa principal.  En el Instituto de Biomedicina de Valencia (IBV) del CSIC, investigamos esta enfermedad ultrarrara que apenas afecta a una persona cada millón de habitantes y que principalmente cursa con crisis epilépticas y neurodegeneración. Aparece en población infantil y juvenil y, desafortunadamente, provoca la muerte de los pacientes en apenas diez años desde la aparición de los primeros síntomas.

Aunque se piensa que la causa principal de la enfermedad es la acumulación de una forma anormal de glucógeno (la molécula donde el cuerpo almacena la glucosa para poder aprovecharla cuando tiene necesidad inmediata de obtener energía) en el cerebro y otros tejidos, existen alteraciones a otros niveles. Se han detectado fallos en la autofagia, pero todavía se desconocen los mecanismos moleculares por los que este proceso está desregulado en esta enfermedad.  La autofagia es un proceso muy controlado, a la vez que complejo, en el que participan muchas proteínas que hacen posible la formación de los autofagosomas y la posterior degradación lisosomal de los residuos celulares. Esto implica que la alteración de la autofagia puede venir por fallos a distintos niveles de control.

Al igual que la mayoría de las enfermedades raras, la enfermedad de Lafora no tiene cura. Existen más de 7.000 enfermedades raras y, a pesar de ser poco frecuentes, alrededor de 3 millones de personas en España padece alguna de ellas. Con la investigación, podremos conocer el mecanismo molecular y lograr tratamientos adecuados que permitan mejorar la calidad de vida de las personas afectadas e incluso ampliar su esperanza de vida y, quién sabe, quizá en un futuro poder curarla.

* Laura Baños Carrión es investigadora en el Instituto de Biomedicina de Valencia del CSIC.

Los servicios de ‘delivery’ en la Protohistoria: ¿cómo era el comercio sin Internet?

Por Guiomar Pulido-González* (CSIC)

Hoy en día, si tenemos dinero para comprar algo, sólo necesitamos coger nuestro móvil, buscarlo y encargarlo por Internet. La posibilidad de hacernos con cualquier objeto procedente del otro extremo del planeta nos parece un avance propio de nuestro tiempo. Sin embargo, es un error pensar que el mundo estrechamente interconectado en el que vivimos es un invento actual. Desde la Prehistoria los grupos humanos de territorios distantes han estado vinculados y han buscado el intercambio de recursos e ideas con otros grupos.

Vaso de cerámica jónica-milesia que representa al dios Aqueloo encontrado en la península ibérica (siglo VI – principios del siglo V a. C). / Museo de Arqueología de Cataluña, Girona.

Seguramente, una de las etapas más tempranas en las que este hecho es evidente es la época romana. En este momento, todo el continente europeo y la cuenca mediterránea quedaron conectados a través de una sofisticada red viaria. Pero esta situación es heredera de las conexiones establecidas a lo largo del periodo previo: la Protohistoria. En esta época anterior a la imposición romana (desde el siglo IX a.C. hasta el siglo III a.C. en la península ibérica) el mar Mediterráneo se convirtió en una autopista por la que circulaban mercancías y personas. Lo que actualmente hacen los servicios de Amazon y AliExpress en su momento lo hacían compañías de comerciantes con contactos en diversos puertos y núcleos interiores relevantes, que llevaban las importaciones allá donde las demandaban.

La península ibérica formó parte de esa tupida red de comunicaciones que la conectaba con los territorios al otro lado del mar: a sus costas llegaban productos procedentes de toda la cuenca mediterránea y, una vez allí, eran redistribuidos por el interior. Pero, teniendo en cuenta las enormes distancias que separaban unos lugares de otros y las dificultades para contactar con las personas que los habitaban, ¿cómo eran posibles estas comunicaciones?

Mapa de las principales rutas mediterráneas y algunas manufacturas representativas de los objetos que se comerciaban durante la Protohistoria

La importancia de tener contactos

En la Antigüedad, el tiempo para el comercio era la época estival, con mejores condiciones. En la movilidad comercial de la Protohistoria podemos diferenciar dos ámbitos: las rutas marítimas y las rutas interiores. Las rutas marinas eran más seguras y rápidas, ya que permitían transportar grandes cantidades de productos desde un punto a cualquier otro de la costa mediterránea. Además, la buena navegabilidad que presenta el Mediterráneo en primavera y verano facilitaba los desplazamientos.

No obstante, la logística se complicaba al descargar las mercancías en los puertos. Hay que tener en cuenta que en esta época las calzadas romanas todavía no se habían construido. Para desplazarse había que usar los pasos naturales de montaña, cruzando terrenos escarpados y transitando caminos de tierra por las llanuras. Y para ello, el mejor medio de transporte eran las mulas y los burros. Los caballos eran muy caros de mantener y los bueyes se empleaban sólo de manera ocasional porque eran mucho más lentos, a pesar de ser más fuertes.

Principales rutas comerciales de la península ibérica y cómo se articulaban a través de núcleos receptores (puntos negros) y redistribuidores (puntos blancos).

La siguiente incógnita es la red humana y comercial que posibilitó el movimiento de los productos por toda la península ibérica y el Mediterráneo. En un momento en el que los servicios de paquetería estaban lejos de ser imaginados, el sistema debía funcionar a través del tradicional “boca a boca”. Los contactos y amistades motivaban el movimiento de la mercancía y los intercambios entre diferentes núcleos.

Esta actividad generaba además una demanda y encargos de ciertos productos o materias. Un pedido no iba de un punto A a un punto B directamente, sino que debía pasar por una compleja red de intermediarios desde el lugar donde se producía la mercancía hasta donde se adquiría. Como reflejan las cartas comerciales de la época, que se han conservado gracias a que se realizaban sobre pequeñas láminas de plomo donde se registraban los intercambios, esta red se articulaba mediante el contacto de comerciantes de diversos núcleos, que establecían acuerdos, pagos a plazos, colaboraciones y recibían y reenviaban los cargamentos. De este modo, las distancias tan grandes que vemos en los mapas se acortaban gracias a la red humana.

Los pueblos de la península ibérica: ‘fashion victims’

Y, ¿qué compraban? Las importaciones mediterráneas que llegaban a la península ibérica procedían de diversos lugares alejados (Egipto, Túnez, Grecia o Italia). Gracias a la información aportada por la arqueología, a través de las cantidades de importaciones y su dispersión, podemos trazar las rutas comerciales que siguieron y saber qué productos estaban más de moda dependiendo del siglo. Así, sabemos que desde el siglo IX a.C. al VI a.C., lo que más se llevaba era lo “orientalizante”, es decir, elementos elaborados o con influencias del Mediterráneo Oriental. Por tanto, los objetos de lujo que se importaban eran joyas, marfiles y vajilla cerámica, que procedían de lo que actualmente es Chipre, Líbano, Siria y Egipto.

En el mundo íbero, la vajilla ática era un símbolo de riqueza y denotaba prestigio social. La crátera de campana era una de las piezas más prestigiosas y, probablemente, más costosas. / Museo de Arqueología de Cataluña, Girona.

Sin embargo, desde el siglo VI a.C. la zona oriental mediterránea entró en un momento de reajuste político y económico que motivó un cambio en los circuitos comerciales de la época. Principalmente Grecia tomó el testigo de foco comercial y productor de exportaciones; como ha ocurrido con China en la actualidad. Sus talleres cerámicos coparon el mercado desde mediados del siglo VI a.C. hasta mediados del siglo IV a.C. La vajilla procedente del Ática se convirtió en una de las importaciones más extendidas por toda la cuenca mediterránea, fenómeno al que la península ibérica no fue ajena.

Pero no todo pasaba de moda y era remplazado, sino que también existía una percepción parecida al actual concepto de “vintage” o “reliquia”. En contextos pertenecientes a esta segunda fase comercial se han encontrado objetos datados entre los siglos VII-VI a.C., como ungüentarios de perfume o elementos de marfil, lo que indica el valor añadido con el que se dotaba a esos objetos.

Placa de marfil perteneciente a la segunda fase comercial en la que se encontraron objetos datados entre los siglos VII-VI a.C

La dispersión de las importaciones nos ayuda a dibujar las rutas que habrían seguido los comerciantes, nos muestra los valles de los ríos y los corredores de las sierras que resultaron verdaderas autopistas por donde fluyeron las personas y las mercancías. Eran lugares muy lejanos unos de otros que quedaban comunicados por itinerarios de cientos de kilómetros y numerosos intermediarios que llevaron objetos e ideas por toda la cuenca mediterránea. Volviendo al punto de partida, esto demuestra que el mundo profundamente interconectado en el que vivimos no es un producto de la sociedad actual: los pedidos que hoy hacemos con el móvil, en época protohistórica podían conseguirse de igual modo, tan sólo con un buen mapa y una buena red de contactos.

*Guiomar Pulido-González es investigadora en el Instituto de Arqueología de Mérida del CSIC.

Cinéfila-mente: cómo el cine ha tratado el cerebro y las enfermedades mentales

Por Emilio Tejera (CSIC)*

 

Shakespeare liberó en La tempestad aquella mítica frase de “estamos hechos de la misma materia con la que se tejen los sueños”. Pero, de un siglo a esta parte, los “sueños” se fabrican sobre todo a partir de celuloide, luz, sonido y, últimamente, soporte digital. El cine siempre es un reflejo de la realidad y de su tiempo y, como tal, no podían faltar las referencias a nuestro cerebro y a las enfermedades mentales.

Al principio, de manera tímida. Es difícil establecer cuál fue la primera película que trató sobre las dolencias mentales: en 1908 hay una adaptación de El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde, obra donde Stevenson quería reflejar la dualidad del ser humano, pero que siempre se ha visto como una metáfora de los mal llamados trastornos de personalidad múltiple (mejor denominarlo “trastorno de identidad disociativo”). No obstante, fue en 1914 cuando apareció The woman of mistery, probablemente la película más antigua que trata de manera específica esta patología, y de las primeras que utiliza la enfermedad mental como argumento principal.

Fotograma de la película muda El gabinete del doctor Caligari, dirigida por Robert Wiene en 1920

Sin embargo, será en los años cincuenta o sesenta cuando empiezan a exponerse los trastornos mentales con todo su dramatismo, y entramos en las consultas de psiquiatras y psicólogos, en ocasiones con diagnósticos, patologías o métodos de tratamiento que no forman parte de la clínica habitual. En cintas como De repente el último verano, Recuerda, Matar a un ruiseñor, Las tres caras de Eva, Psicosis o La extraña pareja aparecen personajes con trastornos mentales. En estas historias, en general, se refleja muy bien la perspectiva de la época, donde se observa a los pacientes desde fuera, en ocasiones con un halo de condescendencia, y la figura del médico ocupa un papel central.

Un cambio de orientación

Progresivamente, el foco se va desplazando hacia la persona que sufre el problema: si Alguien voló sobre el nido del cuco señalaba las críticas a los centros psiquiátricos (en parte con un punto de injusticia), las ficciones modernas tratan de ponerse en la piel de los y las pacientes y, de hecho, la reciente serie Fácil destaca la importancia de la autonomía y de que las personas afectadas —bien tratadas y asesoradas— sean libres de decidir, en la medida de lo posible, acerca de su destino. A lo largo de este tiempo, determinadas ficciones (Rainman con los trastornos del espectro autista; Una mente maravillosa con la esquizofrenia; Memento con la amnesia anterógrada; El indomable Will Hunting con las altas capacidades intelectuales) han puesto de moda determinadas dolencias y condiciones que han empezado a abundar con profusión en el cine, y hasta han influido en la forma de presentación de estos trastornos y, por supuesto, en nuestra forma de tratar a quienes los padecen.

Las películas y series no siempre han sido rigurosas al tratar los problemas mentales: muchas veces se tergiversan o mezclan enfermedades, se simplifican las causas, los diagnósticos se hacen con un simple vistazo, los tratamientos duran días (en vez de años) y los pacientes se curan espontáneamente, a veces, por un golpe en la cabeza o por un impulso voluntario, fenómenos que por supuesto no suelen acaecer con mucha frecuencia. También se ha exagerado la asociación entre enfermedad mental y violencia hacia otras personas, cuando lo más común que los pacientes atenten contra sí mismos.

En ocasiones, le pedimos demasiado al cine: el film Adam reflejaba tan bien el síndrome de Asperger que se criticó que el protagonista fuera un paciente excesivamente “arquetípico”; en cambio, al personaje de Jack Nicholson en Mejor imposible se le reprochó que manifestara un carácter desagradable, que no tiene por qué estar asociado a los pacientes con trastorno obsesivo-compulsivo.

Al final, es difícil que una sola película resuma por completo un trastorno mental, igual que un solo paciente no puede representar a todo un colectivo. Cada persona es única, con sus particularidades y vivencias, algo que ya empiezan a reflejar las obras de ficción recientes, donde la enfermedad mental es un hecho normal que se cura o con el que en ocasiones se convive, que le puede ocurrir a cualquiera y para el cual siempre se puede pedir ayuda por parte de profesionales. Y que, a menudo, tiene su origen no tanto en quienes la sufren como en el entorno con el que nos ha tocado lidiar.

Carrie (1976) tiene el poder de la telequinesis, pero muchos de sus problemas proceden de la ansiedad que le provoca el bullying ejercido por sus compañeros de clase

 

Últimamente, en la sociedad se destaca mucho la importancia de la salud mental, y con razón: ojalá esto sirva para que cada vez haya más medios disponibles (incluyendo la todavía en desarrollo filmoterapia, que emplea el cine para ayudar a los pacientes). Al fin y al cabo, como suele decirse, la salud de una sociedad se define por cómo esta trata a sus enfermos. Y nos conviene que esta película, más que ninguna otra, acabe bien.

 

* Emilio Tejera es médico y bioquímico; trabaja como responsable de la Unidad de Biología Molecular y como miembro del área de Cultura Científica del Instituto Cajal (CSIC). Una expansión de este artículo en formato charla, puede encontrarse aquí.