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Arqueología: una ciencia democratizadora

Por María Ruiz del Árbol (CSIC)* y Mar Gulis

El objeto de estudio de la arqueología es toda la sociedad: de las personas poderosas a las más débiles, de las importantes a las excluidas, de las ancianas a las jóvenes. Es decir, la arqueología tiene una vocación global, ya que puede incluir a todas las personas que forman parte de las comunidades humanas, y en todos los territorios y épocas. Su campo de estudio es el mundo entero. Por ello se puede decir que la arqueología es una ciencia muy democrática.

En concreto, presta una especial atención a las minorías. Un ejemplo paradigmático es la arqueología de los grupos étnicos y culturales. En las últimas décadas, aborígenes australianos, inuit de Canadá, lapones de Noruega o comunidades indígenas americanas han reclamado los derechos de las tierras que pertenecieron a sus antepasados, según sugiere precisamente la arqueología. La investigación arqueológica ha contribuido a que diversos movimientos indígenas, en muchas ocasiones, hayan conseguido sus reivindicaciones, tales como que se respeten los lugares sagrados; se recupere el derecho a la propiedad de gran parte de sus antiguas tierras; o, en general, puedan conservar y gestionar su propio patrimonio cultural.

Vista de una aldea Wiwa en el Resguardo Gotsezhy (Sierra Nevada, Colombia). / María Ruiz del Árbol

Vista de una aldea Wiwa en el Resguardo Gotsezhy (Sierra Nevada, Colombia). / María Ruiz del Árbol

Todo esto evidencia que la arqueología juega un importante papel como herramienta para construir identidades, dotar de sentido a nuestras experiencias e, incluso, propiciar cambios sociales. Por eso mismo, la arqueología no puede limitarse a producir conocimiento del pasado. También debe vigilar de forma atenta y crítica cómo los conocimientos que produce son utilizados por la propia comunidad arqueológica y por agentes no-expertos como colectivos sociales, poderes políticos o medios de comunicación.

El uso partidista del pasado

El surgimiento histórico de la arqueología coincide con el de los nacionalismos europeos, y lógicamente existió una relación entre ambos procesos. Buena parte de la investigación arqueológica de entonces aspiraba a establecer la antigüedad de las culturas y fronteras nacionales. Así, el arqueólogo alemán Gustav Kossinna, referente fundamental en la construcción de la arqueología moderna, intentó demostrar que el pueblo “indogermano” había sido el inventor de los megalitos, la metalurgia o las lenguas indoeuropeas. Con ello quería establecer la preeminencia alemana en el alba de la civilización, justificación de toda la ideología nazi posterior.

El nacionalismo en arqueología se manifiesta hoy de muchas maneras. Algunas positivas, como la idea de que las y los descendientes de una determinada cultura tienen un mayor derecho que el resto a investigar e interpretar sus restos. Otras negativas, como la creación de identidades excluyentes sobre elementos del registro arqueológico. Estas identidades pueden incluso ser utilizadas como justificación para destruir restos arqueológicos, como ocurrió con los Budas de Bamiyan por parte de los talibanes en Afganistán o como sucede con la llamada “yihad arqueológica” en Siria y otros territorios de Oriente Medio.

Estatua de Buda antes y después de ser destruidas en marzo de 2001. / UNESCO. A Lezine

Estatua de Buda antes y después de ser destruidas en marzo de 2001. / UNESCO. A Lezine

En otros casos menos dramáticos, pero no menos importantes y reveladores, la alta valoración de algunos restos materiales del pasado conduce a la reclamación de esos restos por parte de gobiernos y ciudadanos. Es lo que ocurre, por ejemplo, con los frisos del Partenón conservados en el British Museum de Londres, que han motivado acciones políticas del gobierno de Atenas y manifestaciones de estudiantes griegos delante de las puertas del museo.

Estos hechos nos pueden hacer reflexionar sobre el papel del colonialismo en arqueología. Esta ciencia ha sido un instrumento de colonización y, más recientemente, de acción de la diplomacia occidental en sus territorios de interés. Sin embargo, el debate está servido, ya que los restos del pasado pertenecen a toda la humanidad, pues esta es única y nadie puede reclamar la propiedad o interpretación exclusiva de los mismos.

Las identidades y la interpretación sesgada de la historia

El caso de la antigua colonia inglesa de Rodesia, actual Zimbabue, es paradigmático en relación al tema de las identidades y la lectura tendenciosa del pasado. Las ruinas fortificadas del Gran Zimbabue muestran una organización social muy avanzada para una época contemporánea a nuestra Edad Media.

Las primeras interpretaciones, como la de Theodore Bent en 1890, atribuyeron los restos a los antiguos fenicios, creando la idea mítica de una cultura blanca aislada en la selva y rodeada por “los negros salvajes, incapaces de tales logros”, como queda reflejado en la novela Las minas del rey Salomón, de Rider Haggard. Estas ideas fueron las oficiales hasta 1980, cuando se cambia el nombre del país por el de Zimbabue. Más tarde, sin embargo, se produciría una nueva polémica, cuando se negó a los investigadores no africanos el derecho a interpretar los restos de los antiguos bantúes del centro y sur de África.

Vista del 'Gran Recinto' del Gran Zimbabwe, la colección de ruinas más grande del sur de África. El Imperio Gokomere floreció aquí desde el siglo XI d.C. hasta su colapso a principios del siglo XV d.C. / Ilustración de Janice Bell

Vista del ‘Gran Recinto’ del Gran Zimbabwe, la colección de ruinas más grande del sur de África. El Imperio Gokomere floreció aquí desde el siglo XI d.C. hasta su colapso a principios del siglo XV d.C. / Ilustración de Janice Bell

Un ejemplo más cercano es el de la casa de la calle Peironcely número 10, en Puente de Vallecas (Madrid), una casa humilde que sobrevivió a la Guerra Civil. Se dice que allí fue donde Endre Ernő Friedmann, bajo el alias de Robert Capa, ensayó, a finales de noviembre de 1936, sus primeros pasos como reportero capaz de cambiar la opinión pública. Sobre esa fachada de ladrillo destruida por el fuego enemigo fotografió a un grupo de niños que jugaban y sonreían entre los escombros.

Se trata de una imagen controvertida, pues el arqueólogo José Latova ha señalado que los niños fueron llevados a esa zona del frente a propósito. Sin embargo, la foto ha convertido la casa en un icono de la Guerra Civil y en un símbolo de la clase trabajadora, argumentos que legitiman su protección. De hecho, la casa ha contado con numerosas iniciativas para su conservación y en la actualidad forma parte del Catálogo de Elementos Protegidos de la Comunidad de Madrid.

Calle Peironcely, 10, en la actualidad. / Diario de Madrid

Calle Peironcely, 10, en la actualidad. / Diario de Madrid

Estos ejemplos ponen de manifiesto que la arqueología nos proporciona conocimientos históricos, pero también experiencias vitales: formas de sentir de forma diversa ese pasado. Los lugares con valor arqueológico, los museos y todas las actividades de difusión que giran en torno a ellos no tienen sentido sin las personas que los viven y los heredan.

*María Ruiz del Árbol Moro es historiadora y actual directora del Instituto de Historia del CSIC. Arqueología del espacio humanizado y su transferencia a la educación y gestión del patrimonio es su principal línea de investigación.

Los servicios de ‘delivery’ en la Protohistoria: ¿cómo era el comercio sin Internet?

Por Guiomar Pulido-González* (CSIC)

Hoy en día, si tenemos dinero para comprar algo, sólo necesitamos coger nuestro móvil, buscarlo y encargarlo por Internet. La posibilidad de hacernos con cualquier objeto procedente del otro extremo del planeta nos parece un avance propio de nuestro tiempo. Sin embargo, es un error pensar que el mundo estrechamente interconectado en el que vivimos es un invento actual. Desde la Prehistoria los grupos humanos de territorios distantes han estado vinculados y han buscado el intercambio de recursos e ideas con otros grupos.

Vaso de cerámica jónica-milesia que representa al dios Aqueloo encontrado en la península ibérica (siglo VI – principios del siglo V a. C). / Museo de Arqueología de Cataluña, Girona.

Seguramente, una de las etapas más tempranas en las que este hecho es evidente es la época romana. En este momento, todo el continente europeo y la cuenca mediterránea quedaron conectados a través de una sofisticada red viaria. Pero esta situación es heredera de las conexiones establecidas a lo largo del periodo previo: la Protohistoria. En esta época anterior a la imposición romana (desde el siglo IX a.C. hasta el siglo III a.C. en la península ibérica) el mar Mediterráneo se convirtió en una autopista por la que circulaban mercancías y personas. Lo que actualmente hacen los servicios de Amazon y AliExpress en su momento lo hacían compañías de comerciantes con contactos en diversos puertos y núcleos interiores relevantes, que llevaban las importaciones allá donde las demandaban.

La península ibérica formó parte de esa tupida red de comunicaciones que la conectaba con los territorios al otro lado del mar: a sus costas llegaban productos procedentes de toda la cuenca mediterránea y, una vez allí, eran redistribuidos por el interior. Pero, teniendo en cuenta las enormes distancias que separaban unos lugares de otros y las dificultades para contactar con las personas que los habitaban, ¿cómo eran posibles estas comunicaciones?

Mapa de las principales rutas mediterráneas y algunas manufacturas representativas de los objetos que se comerciaban durante la Protohistoria

La importancia de tener contactos

En la Antigüedad, el tiempo para el comercio era la época estival, con mejores condiciones. En la movilidad comercial de la Protohistoria podemos diferenciar dos ámbitos: las rutas marítimas y las rutas interiores. Las rutas marinas eran más seguras y rápidas, ya que permitían transportar grandes cantidades de productos desde un punto a cualquier otro de la costa mediterránea. Además, la buena navegabilidad que presenta el Mediterráneo en primavera y verano facilitaba los desplazamientos.

No obstante, la logística se complicaba al descargar las mercancías en los puertos. Hay que tener en cuenta que en esta época las calzadas romanas todavía no se habían construido. Para desplazarse había que usar los pasos naturales de montaña, cruzando terrenos escarpados y transitando caminos de tierra por las llanuras. Y para ello, el mejor medio de transporte eran las mulas y los burros. Los caballos eran muy caros de mantener y los bueyes se empleaban sólo de manera ocasional porque eran mucho más lentos, a pesar de ser más fuertes.

Principales rutas comerciales de la península ibérica y cómo se articulaban a través de núcleos receptores (puntos negros) y redistribuidores (puntos blancos).

La siguiente incógnita es la red humana y comercial que posibilitó el movimiento de los productos por toda la península ibérica y el Mediterráneo. En un momento en el que los servicios de paquetería estaban lejos de ser imaginados, el sistema debía funcionar a través del tradicional “boca a boca”. Los contactos y amistades motivaban el movimiento de la mercancía y los intercambios entre diferentes núcleos.

Esta actividad generaba además una demanda y encargos de ciertos productos o materias. Un pedido no iba de un punto A a un punto B directamente, sino que debía pasar por una compleja red de intermediarios desde el lugar donde se producía la mercancía hasta donde se adquiría. Como reflejan las cartas comerciales de la época, que se han conservado gracias a que se realizaban sobre pequeñas láminas de plomo donde se registraban los intercambios, esta red se articulaba mediante el contacto de comerciantes de diversos núcleos, que establecían acuerdos, pagos a plazos, colaboraciones y recibían y reenviaban los cargamentos. De este modo, las distancias tan grandes que vemos en los mapas se acortaban gracias a la red humana.

Los pueblos de la península ibérica: ‘fashion victims’

Y, ¿qué compraban? Las importaciones mediterráneas que llegaban a la península ibérica procedían de diversos lugares alejados (Egipto, Túnez, Grecia o Italia). Gracias a la información aportada por la arqueología, a través de las cantidades de importaciones y su dispersión, podemos trazar las rutas comerciales que siguieron y saber qué productos estaban más de moda dependiendo del siglo. Así, sabemos que desde el siglo IX a.C. al VI a.C., lo que más se llevaba era lo “orientalizante”, es decir, elementos elaborados o con influencias del Mediterráneo Oriental. Por tanto, los objetos de lujo que se importaban eran joyas, marfiles y vajilla cerámica, que procedían de lo que actualmente es Chipre, Líbano, Siria y Egipto.

En el mundo íbero, la vajilla ática era un símbolo de riqueza y denotaba prestigio social. La crátera de campana era una de las piezas más prestigiosas y, probablemente, más costosas. / Museo de Arqueología de Cataluña, Girona.

Sin embargo, desde el siglo VI a.C. la zona oriental mediterránea entró en un momento de reajuste político y económico que motivó un cambio en los circuitos comerciales de la época. Principalmente Grecia tomó el testigo de foco comercial y productor de exportaciones; como ha ocurrido con China en la actualidad. Sus talleres cerámicos coparon el mercado desde mediados del siglo VI a.C. hasta mediados del siglo IV a.C. La vajilla procedente del Ática se convirtió en una de las importaciones más extendidas por toda la cuenca mediterránea, fenómeno al que la península ibérica no fue ajena.

Pero no todo pasaba de moda y era remplazado, sino que también existía una percepción parecida al actual concepto de “vintage” o “reliquia”. En contextos pertenecientes a esta segunda fase comercial se han encontrado objetos datados entre los siglos VII-VI a.C., como ungüentarios de perfume o elementos de marfil, lo que indica el valor añadido con el que se dotaba a esos objetos.

Placa de marfil perteneciente a la segunda fase comercial en la que se encontraron objetos datados entre los siglos VII-VI a.C

La dispersión de las importaciones nos ayuda a dibujar las rutas que habrían seguido los comerciantes, nos muestra los valles de los ríos y los corredores de las sierras que resultaron verdaderas autopistas por donde fluyeron las personas y las mercancías. Eran lugares muy lejanos unos de otros que quedaban comunicados por itinerarios de cientos de kilómetros y numerosos intermediarios que llevaron objetos e ideas por toda la cuenca mediterránea. Volviendo al punto de partida, esto demuestra que el mundo profundamente interconectado en el que vivimos no es un producto de la sociedad actual: los pedidos que hoy hacemos con el móvil, en época protohistórica podían conseguirse de igual modo, tan sólo con un buen mapa y una buena red de contactos.

*Guiomar Pulido-González es investigadora en el Instituto de Arqueología de Mérida del CSIC.

¿Eres capaz de ver violencia en esta escena medieval?

Por Antonio Ledesma (CSIC) *

A diferencia de lo que muchas personas piensan, la Edad Media no fue un período marcado solo por la violencia y la guerra, como da a entender la serie Juego de tronos. Sin embargo, en este post vamos a fijar la atención en los conflictos sociales de la época. Lo haremos de una forma muy particular: relacionándolos con los procesos constructivos. La historia del arte es una disciplina muy útil para abordar las manifestaciones culturales de un período histórico, pues, como afirma Paul Zanker, “el mundo de las imágenes (…) refleja el estado interno de una sociedad y permite obtener una idea de la escala de valores y de las proyecciones de los contemporáneos, aspectos que frecuentemente no se manifiestan en las fuentes literarias”.

Entre los años 1050-1300, en Europa se advierte una gran eclosión constructiva. “Parecía como si el mundo, queriendo sacudirse de sus sucios harapos, fuera a vestirse con el blanco manto de las iglesias”, escribió entonces el monje cluniacense Raúl Glaber, que vivió a comienzos del siglo XI. En esta época se desarrolló lo que se conoce como arte románico, estilo que predomina en el continente durante los siglos XI, XII e inicios del XIII, y cuyo peso en la construcción de la identidad cultural europea justifica, por ejemplo, su presencia en los billetes de diez euros.

Ahora te animamos a observar una escena correspondiente a aquel momento:

Vista completa de la escena representada en el capitel del monasterio de San Pedro de Valdecal (Palencia). / © Javier M. - Proyecto Petrifying Wealth

Vista completa de la escena representada en el capitel del monasterio de San Pedro de Valdecal (Palencia). / © Javier M. – Proyecto Petrifying Wealth

Esta representación se encuentra en un capitel identificado entre los restos del monasterio de San Pedro de Valdecal, conjunto que se localizaba en tierras palentinas y del que hoy solo restan algunos vestigios y unos cuantos testimonios documentales. En palabras de Miguel Ángel García Guinea, el monasterio tuvo que ser “uno de los edificios desaparecidos más importantes del románico palentino”. El capitel, que se expone en la actualidad en el Museo Arqueológico Nacional (MAN), resulta excepcional por la escena que representa y por eso ha recibido la atención de especialistas renombrados, como García Guinea o Serafín Moralejo. Y tú, ¿qué ves? ¿Crees que hay violencia en esta, aparentemente, “inocente” escena?

En el proyecto Petrifying Wealth pensamos que sí. Hasta la fecha la imagen era considerada por la comunidad investigadora como una escena vinculada con el proceso constructivo, que representaba a porteadores de agua o de argamasa, materiales necesarios para la obra. Desde este punto de vista, el capitel de San Pedro de Valdecal reinterpretaría un capitel considerado como su referente: el que se encuentra en el interior de la iglesia del antiguo y afamado cenobio de San Martín de Frómista, también en Palencia, a casi 50 kilómetros de distancia en línea recta de Valdecal. Este referente repercutiría también en un capitel fracturado del interior de Santa Julián en Santillana del Mar, ya en tierras cántabras, donde la acción representada se ha vinculado más con la vendimia.

Sin embargo, en Valdecal los objetos y los gestos de los personajes representados plantean una lectura complementaria que dota a la pieza de especial interés y tiene enormes implicaciones, ya que añade un rasgo especial: la violencia. Es probable que este capitel constituya uno de los testimonios artísticos más singulares que reúne violencia y construcción.

Capitel del monasterio de San Pedro de Valdecal (Palencia) y detalle del mismo. © Museo Arqueológico Nacional.

Capitel del monasterio de San Pedro de Valdecal (Palencia) y detalle del mismo. / © Museo Arqueológico Nacional

Sumamente sintética y con varios destellos de gran virtuosismo técnico, la escena se compone por cuatro figuras en total, dos centrales y una en cada costado, todas masculinas y en edad juvenil. Los dos personajes del frente llevan una gran herrada a hombros e interactúan con sus contrarios en un tipo de acción que es familiar en la cultura visual popular gracias a los característicos belenes navideños, que suelen presentar tareas y disposiciones similares. No obstante, aquí el portador de la izquierda es golpeado en su espalda por un instrumento de disciplina que es agarrado con firmeza con las dos manos por el sujeto del costado; mientras que el portador de la derecha es tirado del cinturón por la figura del extremo derecho, que busca su control. El sojuzgado rehúye a su vez su autoridad colocando su mano izquierda sobre la muñeca del agresor, lo que genera una clara tensión entre ambos, a diferencia de lo que sucede con los otros dos sujetos. De este modo, se puede hablar de dominio y de una coacción nada sutil hacia los portadores (todo delata que siervos), por parte de los otros dos sujetos. Estos últimos, además, van calzados –al contrario que los porteadores, que llevan los pies desnudos– y presentan una mayor corpulencia, factores ambos que acentúan las diferencias sociales y su relación jerárquica.

Un caso singular en el que se identifica ‘construcción y violencia’

Durante los siglos que abarca este período se han documentado en contextos constructivos conflictos de diversa índole, en especial de carácter económico, si bien no siempre violentos. Sin embargo, en representaciones artísticas no se conocen más testimonios a nivel hispano que combinen constructio et violentia, aunque no hay que perder del horizonte el abultado número de testimonios existentes y la imposibilidad de reconocer todos. Para hacernos a la idea, solo la provincia de Palencia concentra el mayor número de monumentos románicos en toda Europa. Esta situación acentúa el interés de este ejemplar pétreo sin que se pueda hacer referencia a un unicum.

Pero, ¿por qué se eligió representar una escena de estas características y con qué objetivos? Es un interrogante difícil de responder, ya que se han perdido el contexto sociocultural del que emergió y la casi totalidad de las piezas del rompecabezas. Todo parece indicar que se trata de una escena de conflicto enmarcada en un ciclo laboral, tal vez en el contexto de una construcción, y que podría corresponder a una amonestación a la violencia ejercida por los que ostentaban el poder, pero su descontextualización impide poder concretar más. “Aún queda gran cantidad de no libres, de hombres y mujeres cuyo cuerpo pertenece a alguien que lo vende, que lo da, y a quien deben obedecer en todo”, afirma el historiador Georges Duby sobre la Europa del año mil. Según un testimonio documental, el monasterio ya estaría en construcción en el primer cuarto del siglo XII y para la obra esculpida se han barajado fechas entre fines del siglo XI y principios del XII. De ser así, construcción y representación podrían ser simultáneos cronológicamente, aunque no es posible aventurar mucho más.

En cualquier caso, con la escena de este capitel y la nueva lectura que podemos hacer de ella, nos encontramos ante un testimonio audaz y no muy corriente en el que coexisten violencia y construcción durante la Edad Media.

 

* Antonio Ledesma es investigador postdoctoral en el Instituto de Historia del Centro de Ciencias Humanas y Sociales del CSIC. Este caso de estudio de un conflicto social relacionado con el ámbito de la construcción se ha llevado a cabo gracias al proyecto ERC ‘Petrifying Wealth, dirigido por Ana Rodríguez. Una de las ideas motrices de este proyecto busca conocer las correspondencias y los límites entre conflictos sociales y la construcción edilicia en los diferentes territorios europeos durante el período 1050-1300.

Ocho civilizaciones africanas que todo el mundo debería conocer

Por Sirio Canós Donnay (CSIC)*

Durante muchos años, a África se le ha negado su papel en la historia de la humanidad. A pesar de su gran importancia, el pasado del continente africano es poco conocido más allá de por albergar los orígenes de nuestra especie y el Egipto faraónico. Afortunadamente, poco a poco vamos sabiendo más de los cientos de civilizaciones y culturas que han poblado la historia africana y de su papel fundamental en la historia global. Repasamos aquí algunas de ellas:

1. Kush (siglos X a. C.-IV d. C.)

Pirámides de Kush

Pirámides en el cementerio real de Mëroe. / Nina R (CC-BY-SA-2.0).

Cuando hablamos de pirámides, tendemos a pensar inmediatamente en Egipto. Sin embargo, el país con más pirámides del mundo no es Egipto, sino Sudán, que cuenta con más de 300, aunque de menor tamaño que las de su vecino septentrional. Muchas de estas pirámides se encuentran en el cementerio real de Mëroe (en la imagen), y albergan los restos de sus reinas y reyes.

2. Aksum (siglos I-X d. C.)

Imagen de estelas de Aksum

Estelas de Aksum, Etiopía. / Rod Waddington (CC-BY-SA-2.0).

Al sudeste de Mëroe, en la actual Etiopía, encontramos Aksum, la capital del imperio del mismo nombre, que se convirtió en el estado más poderoso de la región tras el declive de Kush. Sus enormes ruinas incluyen cientos de estelas de hasta 33 metros de altura, que representan edificios de hasta 13 pisos (con sus puertas y ventanas grabadas en la piedra) y fueron erigidas para conmemorar personajes notables y/o que se lo pudieran sufragar.

3. Tichitt Walata (siglos XX-V a. C.)

Ruinas de asentamientos de Tichitt Walata en la actual Mauritania. / Augustin F.C. Holl.

Al sur del Sáhara, en la actual Mauritania, encontramos las ruinas sorprendentemente bien conservadas de la civilización de Tichitt Walata. Sus enormes asentamientos de piedra seca de hasta 80 hectáreas ocupan un territorio de 200.000 kilómetros cuadrados, y datan de una época en la que no existía nada que se acercara ni remotamente a esa escala en Europa.

4. Jenne-Jeno (siglos III a. C.-IX d. C.)

Escultura de terracota ubicada en el Musée National du Mali

Imagen cedida por el Musée National du Mali.

Jenne-Jeno, en el actual Mali, fue una de las primeras ciudades al sur del Sáhara y una prueba de que es posible una ciudad sin necesidad de grandes jerarquías. En vez de organizarse en torno a un solo núcleo urbano dirigido por unas élites, sus habitantes se dividieron en barrios, cada uno sobre un montículo, separado del resto y ocupado por profesiones distintas (herreros, pescadores, alfareros), ninguno más rico o poderoso que los otros. Jenne-Jeno desarrolló además una tradición escultórica muy sofisticada (ver terracota en la imagen), de la que desgraciadamente sabemos poco debido al saqueo de muchas de sus piezas.

5. Costa Swahili (siglos X-XVI d. C.)

Restos de las mezquita de Kilwa Kisiwani

Restos de las mezquita de Kilwa Kisiwani. / Janetmpurdy (CC-BY-SA-2.0).

La costa oriental de África ha sido desde principios de nuestra era un nodo fundamental en las redes de comercio del Océano Índico, que conecta el interior del continente con Arabia, India y China. A partir del siglo X d. C., surgieron desde Somalia hasta Mozambique una serie de ciudades-estado costeras gobernadas por élites mercantiles swahilis, que se hicieron rápidamente con el control del comercio índico. Una de ellas fue Kilwa Kisiwani, en la actual Tanzania, que en el siglo XIV fue descrita por el viajante árabe Ibn Battuta como una de las ciudades más bellas y mejor construidas del mundo. Entre sus muchos edificios monumentales destacaba su mezquita (en la imagen), construida con roca de coral y decorada con bóvedas de porcelana china.

6. Gran Zimbabue (siglos VII-XV d. C.)

Torre cónica ubicada en el gran recinto de las ruinas de Gran Zimbabue. / Andrew Moore (CC-BY-SA-2.0).

Cuando los primeros europeos llegaron a Gran Zimbabue en el siglo XIX se quedaron tan impresionados con el tamaño y la arquitectura de sus ruinas que dijeron haber encontrado la capital de la Reina de Saba. Aunque la conexión bíblica es más que dudosa, Gran Zimbabue fue sin duda alguna un gran centro político y comercial, famoso por sus minas de oro. Es además el único yacimiento arqueológico que ha dado el nombre a un país y aparece en su bandera: el pájaro de su izquierda es una escultura que se encontró durante las excavaciones.

7. El imperio de Mali (siglos XIII-XVI d. C.)

Fragmento del Atlas Catalán (1375) atribuido al iluminador Cresques Abraham y conservado desde el mismo siglo XIV por la Biblioteca Real de Francia, actualmente la Bibliothèque National de France

Fragmento del Atlas Catalán (1375) atribuido al geógrafo, cartógrafo e ilustrador mallorquín Cresques Abraham, donde aparece el emperador de Mali ofreciendo una gran pepita de oro a un comerciante árabe. / Fuente: Bibliothèque National de France.

El imperio de Mali, del que se deriva el nombre del actual país, llegó a controlar gran parte del África occidental, desde la costa a Burkina Faso y de Mauritania a Sierra Leona. Su emperador más famoso, Mansa Musa (que aparece sentado en su trono en el mapamundi mallorquín de la imagen) ha sido reconocido como la persona más rica de la historia de la humanidad, muy por encima de Bill Gates y Jeff Bezos. Y no sin motivo: en su viaje a El Cairo en el año 1.324, llevó consigo tanto oro que devaluó el precio en la ciudad durante más de dos décadas.  En el mismo viaje, conoció al poeta y arquitecto granadino Abu Ishaq al-Sahili, al que se trajo de vuelta a Mali para que diseñara mezquitas y redecorara la sala del trono.

8. Benín (siglos VI d. C.-actualidad)

La ciudad de Benín en 1668 según el holandés Olfert Dapper.

La ciudad de Benín, en la actual Nigeria, desarrolló un sistema de murallas de más de 16.000 kilómetros de largo, el cual conectaba 500 asentamientos distintos sobre una superficie de 6.500 kilómetros cuadrados. Aunque poco conocidas, estas murallas son la segunda mayor estructura humana del mundo, solo por detrás de la Gran Muralla China.

 

* Sirio Canós Donnay es arqueóloga africanista e investigadora Marie Curie en el Instituto de Ciencias del Patrimonio (INCIPIT) del CSIC.

Dibujos animados, series, títeres… Más de 10 propuestas del CSIC para estos días sin cole

Por Mar Gulis (CSIC)

Faltan meses para que niñas y niños vuelvan al cole y recuperen sus rutinas. Mientras tanto, ¿qué hacer? ¿Cómo rellenar tantas horas de ocio? Muchos padres y madres llevan semanas haciéndose estas preguntas. Desde este blog os hemos contado los recursos y canales virtuales a los que podéis acceder para satisfacer vuestra curiosidad científica. Pero también queremos acercar la ciencia al público infantil. Aquí os damos algunas ideas para que la chavalada pueda entretenerse y aprender al mismo tiempo.

Distintos institutos del CSIC ponen a vuestra disposición materiales que combinan contenidos científicos con formatos atractivos para la gente menuda. Dibujos animados, todo tipo de audiovisuales con música e ilustraciones, marionetas, cortometrajes y hasta juegos online os esperan en varias webs vinculadas al CSIC y sus centros de investigación.

Si disponéis de ordenador u otro dispositivo y conexión a internet en casa, accederéis a un abanico de recursos para para que vuestros familiares más jóvenes aprendan de forma divertida sobre cambio climático, galaxias, arqueología o electromagnetismo, entre otros muchos temas. En este post os detallamos algunas opciones que encontraréis a golpe de click. Empezamos por las edades más tempranas:

Fragmento de 'Una aventura en la Prehistoria', de Kids.CSIC

Fragmento de ‘Una aventura en la Prehistoria’, de Kids.CSIC.

Dibujos, marionetas y medio marino (a partir de 3 años)

Para los más pequeños, el Instituto de Investigaciones Marinas cuenta con sus Kaleid@labs, una serie de vídeos cortos sonorizados solo con música donde se alternan ilustraciones, títeres realizados por estudiantes de Infantil y Primaria e imágenes de investigación del medio marino. De forma fluida y amena, y sin pasar por alto cuestiones duras de pelar como la contaminación o el calentamiento global, acercan a este público el complejo mundo de la práctica científica.

El mismo instituto también os lleva de paseo subacuático a recorrer la biodiversidad oceánica con su Safari submarino por aguas gallegas y aguas del mundo, igualmente conformado por música e imágenes. Además, en su página web #quedaNaCasa encontraréis muchos otros recursos y materiales didácticos.

Kaleid@labs

Portada de la serie Kaleid@labs, del IIM.

¡Que vivan los dibujos animados! (a partir de 4 años)

El CSIC dispone de un buen repertorio de dibujos animados con abundante contenido didáctico. Preparad las palomitas porque aquí os damos unas cuantas pistas:

Si queréis acercaros a las ciencias del cosmos, echad un vistazo a los dibujos animados del Instituto de Astrofísica de Andalucía (IAA), uno de los centros de CSIC dedicados a estudiar el universo. Sus cortometrajes animados contienen grandes dosis de ciencia y humor. Con ellos descubriréis cómo se originaron el Sol y las estrellas, aprenderéis más sobre las galaxias, entenderéis cómo empezó la vida en la Tierra y de qué está hecho el aire que respiramos. También podréis saber más sobre partículas y elementos químicos. La chavalada se familiarizará con conceptos como “zona de habitabilidad” o “contaminación lumínica”, y alucinará con el viaje que hace un fotón desde que sale del Sol hasta que alcanza la superficie de una planta.

Si os atrevéis con la física solar, no os perdáis la serie The QuEST de este mismo instituto, integrante del proyecto del Telescopio Solar Europeo (EST, en sus siglas en inglés). La serie explica los objetos de estudio de este nuevo telescopio solar a través de los astrónomos que los estudiaron por primera vez: Galileo Galilei, George Ellery Hale, Angelo Secchi o John and Mary Evershed. Podéis ver sus episodios online y descargarlos en distintos idiomas.

Imagen the The QuEST

Fragmento del capítulo ‘John and Mary Evershed de la serie The QuEST.

Seguimos con más dibujos animados. El CSIC en la Escuela, un programa orientado a impulsar la ciencia en las primeras etapas del aprendizaje, os ofrece cortometrajes que están acompañados de una guía para el docente y se enmarcan en diferentes itinerarios didácticos: ‘El mundo de las moléculas’, ‘La naturaleza de la luz’, ‘Electromagnetismo’, introducciones a la genética y a la arqueología, o la importancia de la transmisión del conocimiento para el avance de las sociedades. En sus historias remiten a nombres y anécdotas que confeccionan la historia de la ciencia, y en su página web Kids.CSIC cuentan con un apartado especial para biografías, además de incluir juegos y tests interactivos.

Fragmento de Los guisantes informan, de Kids.CSIC

Fragmento de ‘Los guisantes informan’, de Kids.CSIC.

También para pequeñas mentes inquietas, el Instituto de Agroquímicos y Tecnología de Alimentos (IATA) ha realizado una serie de animaciones con las que podéis aprender sobre las bacterias que viven en nuestro intestino, los virus o el gran problema de la contaminación por microplásticos.

Imagen de Los virus entéricos, de la serie de animaciones del IATA

Fragmento de ‘Los virus entéricos, de la serie de animaciones del IATA.

Para un poco más mayores (a partir de 7 años)

En la Unidad de Cultura Científica (UCC) del CSIC en Galicia, con la llegada de la cuarentena se pusieron manos a la obra para alimentar la curiosidad científica en estos días de confinamiento. Hablaron con el actor gallego Rony Flamingo y decidieron elaborar esta serie de Píldoras CSIC de conocimiento. De la mano de una divertida ristra de personajes y con referencias locales, estas píldoras os llevarán a los distintos ámbitos de investigación de los centros del CSIC en esta comunidad.

Imagen de Píldoras CSIC de conocimiento

Fragmento de ‘Palmira, domadora profesional (la domesticación vegetal), de la serie Píldoras CSIC de conocimiento de la UCC del CSIC en Galicia.

Si ha llegado el momento de dar un paso más, otra propuesta animada que no os podéis perder es Revoluciones matemáticas. La serie, que cuenta ya con dos temporadas de cuatro capítulos cada una, presenta la vida y obra de grandes matemáticos como Emmy Noether, Isaac Newton, Ada Lovelace, Henri Poincaré o Leonhard Euler, y explica algunos de los problemas que decidieron resolver a través de este lenguaje numérico y universal.

Imagen de Revoluciones matemáticas

Fragmento del capítulo ‘Ada Lovelace’, de la serie Revoluciones matemáticas.

También podéis ver los vídeos del grupo InDi de investigación y divulgación inclusiva de la Institución Milá y Fontanals (IMF), y conocer la iniciativa ‘La Prehistoria contada con marionetas’, o descubrir ‘Hechos y mitos de la Prehistoria’, que apuesta por una ciencia que también sea hecha por personas con discapacidad intelectual.

Si os gustan los espectáculos científicos, asomaos a la iniciativa Ciencia en Navidad, donde, entre otras cosas, podréis disfrutar de la obra de teatro ‘La radiante vida de Marie Curie’.

Portada de la obra de teatro La radiante vida de Marie Curie, dentro de los vídeos del programa Ciencia en Navidad

Portada de la obra de teatro ‘La radiante vida de Marie Curie, dentro de los vídeos del programa Ciencia en Navidad.

Y para mayores de 9 años que sientan atracción por la astrofísica y el universo, el Instituto de Astrofísica de Andalucía ofrece más alternativas: la serie de vídeos divulgativos Deconstruyendo la luz y, con un plus de creatividad, los videoblogs didácticos El diario secreto de Henrietta S. LeavittEl consultorio de Erasmus Cefeido y el Teslablog.

Finalmente, Climate Change. The FAQs, pensado para público a partir de 12 años, es un vídeo en el que científicas y científicos responden a diversas preguntas de estudiantes de Secundaria sobre las causas, las consecuencias y las posibles soluciones del cambio climático.

Si os quedáis con ganas de más, no os perdáis el amplio repertorio de videojuegos y juegos interactivos, recursos didácticos, convocatorias y experimentos creados por el CSIC para el público infantil y juvenil. Podéis encontrar una buena parte de ellos aquí.

Semana de la Ciencia del CSIC: cómo sobrevivir a un apocalipsis zombi o crear un microscopio con tu móvil

Por Mar Gulis (CSIC)

‘¿Cómo sobrevivir a un apocalipsis zombi con los métodos del Paleolítico?’. Este es el sugerente título del taller de arqueología experimental que forma parte de la programación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) en Galicia durante la Semana de la Ciencia. La actividad es solo una muestra de las más de 300 que el CSIC ha organizado a nivel nacional para este gran evento de divulgación. A través de los más de 70 centros de investigación que participan, la Semana de la Ciencia del CSIC, organizada con el apoyo de la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (FECYT), ofrecerá propuestas, gratuitas y dirigidas al público general sobre todas las áreas del conocimiento.

Semana de la CIenia 2015

Taller del IOSA del Instituto de Óptica del CSIC. /Juan Aballe. Cultura Científica CSIC.

Hoy, lunes 7 de noviembre, arranca esta cita anual en muchas comunidades autónomas. En la mayoría de ellas el evento se prolongará hasta finales de mes.

La Casa de la Ciencia de Sevilla presenta ‘¡Conoce tu oído!’, una actividad en la que los participantes visitarán la exposición ‘Inaudito, la aventura de oír’ y podrán hacerse un test auditivo gratuito con un especialista; mientras que en Aragón múltiples talleres interactivos permitirán reconocer cereales (Estación Experimental Aula Dei) o conocer el proceso de captura y almacenamiento de CO2 (Instituto de Carboquímica). Con el mismo formato de charlas y talleres podremos conocer las bacterias que comemos en ‘Ciencia en la mesa’, con investigadores del Instituto de Productos Lácteos de Asturias, o descubrir las islas del archipiélago canario ya sumergidas y las que se están formando (Instituto de Productos Naturales y Agrobiología). channa-166896_960_720

La Semana de la Ciencia del CSIC también juega con otros formatos, como las exposiciones. La biblioteca del Observatorio del Ebro acogerá una muestra de mapas antiguos, mientras que ‘Sketching científico’ exhibirá dibujos basados en el trabajo de los científicos y científicas del Centro de Investigación en Agrigenómica, ambas en Cataluña. El hall de la sede central del CSIC acogerá por su parte la exposición, ‘Excreta: una exposición (in)odora, (in)colora e (in)sípida’, realizada por el Museo Nacional de Ciencias Naturales en colaboración del Área de Cultura Científica del CSIC.

También se podrá disfrutar de degustaciones de aceite, café y chocolate, con el Instituto de Ciencia y Tecnología de Alimentos y Nutrición (Madrid), realizar rutas científicas como la del Risco de las Cuevas de Perales de Tajuña, organizada por el Instituto de Geociencias o disfrutar del teatro científico con espectáculos como ‘Tu nombre me sabe a ciencia’, del grupo TeatrIEM.

Teatro científico

Escena del grupo de teatro científico TeatrIEM.

Una parte de la programación se enmarcará asimismo en el Año Internacional de las Legumbres, conmemoración que se está celebrando durante 2016. Talleres como ‘Del campo a la cocina’, del Instituto de Productos Naturales y Agrobiología (Tenerife), o ‘El rincón de las legumbres’, propuesta de la Misión Biológica de Galicia (Pontevedra), servirán para dar a conocer las propiedades nutritivas de las leguminosas. También habrá concursos, cuentos y exposiciones con las legumbres como protagonistas.

Para más información, la página web de la Semana de la Ciencia y la Tecnología en el CSIC, recopila toda la programación, que se puede consultar por fecha, localidad, centro, palabra clave o tipo de actividad (en algunas actividades es necesario realizar reserva).

Viaje a Batallones, un tesoro paleontológico a 50 km de Madrid

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Por Xiomara Cantera (CSIC)*

Rinocerontes, tortugas gigantes, osos, jirafas, hienas, caballos, tigres dientes de sable, rapaces… A menos de 50 km de Madrid hay un completo registro fósil de la fauna de esta zona durante el Mioceno que cientos de investigadores llevan estudiando 25 años. Es el yacimiento de El Cerro de los Batallones, un tesoro de la paleontología mundial que tuve la oportunidad de visitar recientemente.

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Jorge Morales, paleontólogo del MNCN-CSIC / MNCN

La primera impresión que tuve al llegar a Batallones, una joya paleontológica que comprende 10 yacimientos, fue que allí no había nada que ver. Afortunadamente me guiaban el investigador del Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN-CSIC)  y director de la excavación, Jorge Morales, y Manuel Hernández, investigador de la Universidad Complutense de Madrid que trabaja en las excavaciones desde 1991, que tuvieron la paciencia necesaria para describir cada fósil. De pronto aquel hueco de tierra seca se transformó y fueron apareciendo los restos de un antílope, la cabeza de un antecesor del  caballo, el tórax de una jirafa…

El área que circunda los diferentes yacimientos está formada por sepiolita, un mineral con gran capacidad para absorber la humedad. Aunque es conocida su aplicación como arena para gatos, también se utiliza como absorbente industrial y aislante térmico. De hecho fue una empresa dedicada a la extracción de este mineral, la que fortuitamente encontró los primeros fósiles en una de sus prospecciones en 1991. Desde entonces un equipo multidisciplinar de paleontólogos, geólogos y antropólogos desentierra restos, estudia sus características, los clasifica y establece correlaciones entre las diferentes especies. Después, los principales hallazgos son depositados en el Museo Nacional de Ciencias Naturales del CSIC para su restauración.

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Varias investigadoras trabajan en uno de los yacimientos que integran Batallones / MNCN

En otro de los yacimientos parecía que los paleontólogos estaban llegando al final de la excavación: habían extraído fósiles de tortugas gigantes, tigres dientes de sable, osos y muchas más especies. Escuchar a Jorge y Manuel era como ir encendiendo luces en una galería que permanecía a oscuras. Con sus explicaciones resultaba fácil imaginar una sima donde los animales fueron quedando atrapados. Después, una combinación de procesos ecológicos y geológicos de sedimentación y fosilización permitió que miles de restos pertenecientes a centenares de animales se mantuvieran hasta hoy casi intactos.

Gracias al relato de los dos investigadores, Torrejón de Velasco, el municipio del sur de Madrid donde se ubican los yacimientos, se transformó para mí en un libro abierto que habla de una región que hace casi 10 millones de años tenía un aspecto muy distinto. Entonces el cerro de los Batallones era un lugar poblado por grandes mamíferos y una densa cobertura vegetal. Y es que el trabajo de cientos de personas está aportando información excepcional sobre especies que apenas se conocían en el registro fósil mundial.

 

* Xiomara Cantera trabaja en el área de comunicación del mismo centro y dirige la revista NaturalMente.