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Los servicios de ‘delivery’ en la Protohistoria: ¿cómo era el comercio sin Internet?

Por Guiomar Pulido-González* (CSIC)

Hoy en día, si tenemos dinero para comprar algo, sólo necesitamos coger nuestro móvil, buscarlo y encargarlo por Internet. La posibilidad de hacernos con cualquier objeto procedente del otro extremo del planeta nos parece un avance propio de nuestro tiempo. Sin embargo, es un error pensar que el mundo estrechamente interconectado en el que vivimos es un invento actual. Desde la Prehistoria los grupos humanos de territorios distantes han estado vinculados y han buscado el intercambio de recursos e ideas con otros grupos.

Vaso de cerámica jónica-milesia que representa al dios Aqueloo encontrado en la península ibérica (siglo VI – principios del siglo V a. C). / Museo de Arqueología de Cataluña, Girona.

Seguramente, una de las etapas más tempranas en las que este hecho es evidente es la época romana. En este momento, todo el continente europeo y la cuenca mediterránea quedaron conectados a través de una sofisticada red viaria. Pero esta situación es heredera de las conexiones establecidas a lo largo del periodo previo: la Protohistoria. En esta época anterior a la imposición romana (desde el siglo IX a.C. hasta el siglo III a.C. en la península ibérica) el mar Mediterráneo se convirtió en una autopista por la que circulaban mercancías y personas. Lo que actualmente hacen los servicios de Amazon y AliExpress en su momento lo hacían compañías de comerciantes con contactos en diversos puertos y núcleos interiores relevantes, que llevaban las importaciones allá donde las demandaban.

La península ibérica formó parte de esa tupida red de comunicaciones que la conectaba con los territorios al otro lado del mar: a sus costas llegaban productos procedentes de toda la cuenca mediterránea y, una vez allí, eran redistribuidos por el interior. Pero, teniendo en cuenta las enormes distancias que separaban unos lugares de otros y las dificultades para contactar con las personas que los habitaban, ¿cómo eran posibles estas comunicaciones?

Mapa de las principales rutas mediterráneas y algunas manufacturas representativas de los objetos que se comerciaban durante la Protohistoria

La importancia de tener contactos

En la Antigüedad, el tiempo para el comercio era la época estival, con mejores condiciones. En la movilidad comercial de la Protohistoria podemos diferenciar dos ámbitos: las rutas marítimas y las rutas interiores. Las rutas marinas eran más seguras y rápidas, ya que permitían transportar grandes cantidades de productos desde un punto a cualquier otro de la costa mediterránea. Además, la buena navegabilidad que presenta el Mediterráneo en primavera y verano facilitaba los desplazamientos.

No obstante, la logística se complicaba al descargar las mercancías en los puertos. Hay que tener en cuenta que en esta época las calzadas romanas todavía no se habían construido. Para desplazarse había que usar los pasos naturales de montaña, cruzando terrenos escarpados y transitando caminos de tierra por las llanuras. Y para ello, el mejor medio de transporte eran las mulas y los burros. Los caballos eran muy caros de mantener y los bueyes se empleaban sólo de manera ocasional porque eran mucho más lentos, a pesar de ser más fuertes.

Principales rutas comerciales de la península ibérica y cómo se articulaban a través de núcleos receptores (puntos negros) y redistribuidores (puntos blancos).

La siguiente incógnita es la red humana y comercial que posibilitó el movimiento de los productos por toda la península ibérica y el Mediterráneo. En un momento en el que los servicios de paquetería estaban lejos de ser imaginados, el sistema debía funcionar a través del tradicional “boca a boca”. Los contactos y amistades motivaban el movimiento de la mercancía y los intercambios entre diferentes núcleos.

Esta actividad generaba además una demanda y encargos de ciertos productos o materias. Un pedido no iba de un punto A a un punto B directamente, sino que debía pasar por una compleja red de intermediarios desde el lugar donde se producía la mercancía hasta donde se adquiría. Como reflejan las cartas comerciales de la época, que se han conservado gracias a que se realizaban sobre pequeñas láminas de plomo donde se registraban los intercambios, esta red se articulaba mediante el contacto de comerciantes de diversos núcleos, que establecían acuerdos, pagos a plazos, colaboraciones y recibían y reenviaban los cargamentos. De este modo, las distancias tan grandes que vemos en los mapas se acortaban gracias a la red humana.

Los pueblos de la península ibérica: ‘fashion victims’

Y, ¿qué compraban? Las importaciones mediterráneas que llegaban a la península ibérica procedían de diversos lugares alejados (Egipto, Túnez, Grecia o Italia). Gracias a la información aportada por la arqueología, a través de las cantidades de importaciones y su dispersión, podemos trazar las rutas comerciales que siguieron y saber qué productos estaban más de moda dependiendo del siglo. Así, sabemos que desde el siglo IX a.C. al VI a.C., lo que más se llevaba era lo “orientalizante”, es decir, elementos elaborados o con influencias del Mediterráneo Oriental. Por tanto, los objetos de lujo que se importaban eran joyas, marfiles y vajilla cerámica, que procedían de lo que actualmente es Chipre, Líbano, Siria y Egipto.

En el mundo íbero, la vajilla ática era un símbolo de riqueza y denotaba prestigio social. La crátera de campana era una de las piezas más prestigiosas y, probablemente, más costosas. / Museo de Arqueología de Cataluña, Girona.

Sin embargo, desde el siglo VI a.C. la zona oriental mediterránea entró en un momento de reajuste político y económico que motivó un cambio en los circuitos comerciales de la época. Principalmente Grecia tomó el testigo de foco comercial y productor de exportaciones; como ha ocurrido con China en la actualidad. Sus talleres cerámicos coparon el mercado desde mediados del siglo VI a.C. hasta mediados del siglo IV a.C. La vajilla procedente del Ática se convirtió en una de las importaciones más extendidas por toda la cuenca mediterránea, fenómeno al que la península ibérica no fue ajena.

Pero no todo pasaba de moda y era remplazado, sino que también existía una percepción parecida al actual concepto de “vintage” o “reliquia”. En contextos pertenecientes a esta segunda fase comercial se han encontrado objetos datados entre los siglos VII-VI a.C., como ungüentarios de perfume o elementos de marfil, lo que indica el valor añadido con el que se dotaba a esos objetos.

Placa de marfil perteneciente a la segunda fase comercial en la que se encontraron objetos datados entre los siglos VII-VI a.C

La dispersión de las importaciones nos ayuda a dibujar las rutas que habrían seguido los comerciantes, nos muestra los valles de los ríos y los corredores de las sierras que resultaron verdaderas autopistas por donde fluyeron las personas y las mercancías. Eran lugares muy lejanos unos de otros que quedaban comunicados por itinerarios de cientos de kilómetros y numerosos intermediarios que llevaron objetos e ideas por toda la cuenca mediterránea. Volviendo al punto de partida, esto demuestra que el mundo profundamente interconectado en el que vivimos no es un producto de la sociedad actual: los pedidos que hoy hacemos con el móvil, en época protohistórica podían conseguirse de igual modo, tan sólo con un buen mapa y una buena red de contactos.

*Guiomar Pulido-González es investigadora en el Instituto de Arqueología de Mérida del CSIC.

Así se vestían los iberos

Por Carmen Rueda Galán (CSIC) y Susana González Reyero (Universidad de Jaén)*

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Estas imágenes iberas del siglo III antes de nuestra era reflejan las diferencias en la vestimenta y el peinado en función de la edad de los personajes representados. / CSIC-Catarata.

Cada cultura tiene sus modas pero es curioso que tendencias de entre los siglos VI y I antes de nuestra era se hayan repetido en otras épocas y culturas. No tienen más que fijarse en cómo vestían los iberos. En entradas anteriores hemos visto cómo los iberos, esos pueblos que habitaron la Península Ibérica en la Antigüedad, representaban la muerte y la familia. Hoy veremos cómo su arte retrató un tipo de vestimenta y peinado para cada edad.

Los bebés fueron raramente representados, lo cual sugiere poco interés por la imagen social de la infancia. Cuando aparecen, lo hacen en santuarios y asociados a ritos de protección, ya que pertenecen a un grupo de edad frágil, sujeto a un alto índice de mortalidad. Tampoco suele haber interés en diferenciar su sexo, pero sí se muestran con vestidos propios de la edad: un tipo de tela que envuelve totalmente a la figura, para evitar posibles rasguños.

Cuando los niños y las niñas van creciendo su imagen se perfila poco a poco, integrada en prácticas sociales y rituales. Algunos rasgos definen ese ideal y uno de los más destacados es el pelo. La juventud se representa con un tipo de peinado que, una vez alcanzada la edad adulta, se abandona, incluso a veces dentro de un ritual. En algunas imágenes, niños y niñas se presentan con dos largas trenzas que les llegan al pecho y que acaban en dos bolas o aros.

Pero la edad más representada en el imaginario ibero es la adulta. Vestido y peinado diferencian a los hombres y mujeres en su madurez. Por ejemplo, la mujer ibera viste largas túnicas de lino o de lana que en ocasiones van decoradas con cenefas pintadas o tejidas con hilo de color. La riqueza de la prenda depende del estatus social y de la funcionalidad del vestido. Las prendas se acompañan de velos y mantos, apoyados sobre el tocado. La diversidad de velos es amplia, como la de los tocados: diademas verticales o en aureola, cofias, turbantes redondos, etc. Los peinados son tan diversos que es difícil clasificarlos. Trenzas enrolladas en la cabeza, tirabuzones, pelo liso suelto, recogido bajo la nuca… Uno de los más característicos es el recogido por medio de rodetes a ambos lados de la cara, como el de la famosa Dama de Elche, y que nos recuerda formalmente al de la princesa Leia. Otro aspecto del atuendo femenino es la joyería: collares de todo tipo, pendientes (entre los que destacan los aros), brazaletes, anillos, pulseras, alfileres o broches.

El vestido más común para la imagen masculina es la túnica corta, ya sea de cuello en pico, cuello recto o acabada en recto o con vuelo, aunque los hombres también visten túnicas largas que podrían indicar la dignidad de la edad. Esta prenda suele ir acompañada de cinturones y, como en el caso de las mujeres, puede ir cubierta de un manto que presenta mucha variedad. Otros elementos que portan los hombres son los torques (collares rígidos) y los brazaletes. También se observan pendientes anulares, muy comunes en la imagen masculina como signo de rango, al igual que la tira cruzada. El peinado más común es la melena-casco o casquete con protección cervical, que a veces es el propio corte de pelo y en otros casos se trata de un ajustado casco de metal o cuero.  Otro peinado asociado a ritos concretos, como el matrimonio, es la tonsura, esa ‘calva’ de la coronilla muy habitual, por ejemplo, en los curas católicos.

Imagen de los ritos nupciales /CSIC-Catarata.

Imagen de los ritos nupciales iberos. / CSIC-Catarata.

Precisamente, una situación en la que la mujer y el hombre se presentan vestidos de igual forma y con los mismos atributos es el matrimonio. Ambos llevan un vestido lacio y fino, casi transparente, que deja ver algunos atributos del cuerpo.

La imagen adulta también se representa a través del desnudo. El desnudo ibero es funcional, en el sentido de que se entiende dentro de unos rituales concretos, relacionados con la fertilidad y la salud. Son muchas las imágenes de desnudos masculinos y femeninos con los atributos sexuales exagerados. Pero existen también imágenes en las que hombres y mujeres se representan exactamente igual.

No existen representaciones de la vejez explícita, algo que quizás se deba a que la esperanza de vida para la población ibérica estaba en torno a los 40 años.

 

*Susana González Reyero y Carmen Rueda Galán son investigadoras en el Instituto de Historia, Centro de Ciencias Humanas y Sociales, del CSIC, y la Universidad de Jaén, respectivamente. Para saber más, consulta el libro Imágenes de los iberos. Comunicar sin palabras en las sociedades de la antigua Iberia (CSICCatarata), del que son autoras.

 

¿Conoces Arbolapp? La app del CSIC para identificar árboles estrena web y añade 25 especies

Arbolapp

La app está diseñada para su uso en el medio natural, incluso en zonas donde no hay conexión a internet. / Eliezer Sánchez (CSIC).

Por Mar Gulis (CSIC)

Aquí van algunas preguntas para gente curiosa: ¿Sabías que las bolas de la Lotería Nacional están hechas con madera de boj? ¿Y que el palmito es la única palmera autóctona de la península? ¿O que hay un árbol que se llama espantalobos porque sus frutos suenan como un sonajero? Estas son algunas pinceladas de la nueva versión de Arbolapp, una aplicación dirigida a todas las personas que, al observar un árbol, se han preguntado de qué especie se trataba.

Si eres una de ellas, esta herramienta creada por el Real Jardín Botánico y el Área de Cultura Científica del CSIC, con apoyo de la FECYT, te resultará de utilidad. Diseñada para ayudar a los usuarios a identificar árboles silvestres de la Península Ibérica y las Islas Baleares, Arbolapp nació en noviembre de 2014 como una app gratuita para teléfonos móviles. Hoy, tras superar las 200.000 descargas, presenta una página web (www.arbolapp.es) que también permite reconocer árboles. De este modo, ya no hace falta tener un teléfono o una tablet para acceder a sus contenidos.

Además, tras la avalancha de usuarios pidiendo la inclusión de más especies, la aplicación se renueva con la incorporación de 25 árboles, entre los que se encuentran el boj, el brezo, el granado, la morera o la coscoja. Así, la app y la web cuentan a partir de ahora con un catálogo de 143 especies que pueblan bosques y demás hábitats naturales de nuestro territorio.

Espina de Cristo

La espina de Cristo (Pailirus spina-christi) es una de las nuevas especies incluidas en Arbolapp. / Felipe Castilla (RJB-CSIC).

Si aún no conoces Arbolapp, ten en cuenta un dato importante: cualquiera puede utilizar esta herramienta; no es necesario tener conocimientos de botánica para salir airoso y llegar hasta el árbol que se quiera reconocer. Para ello pueden usarse dos tipos de búsqueda: una guiada, en la que hay que escoger en sucesivas pantallas la alternativa que mejor describe el ejemplar que se quiere identificar; y otra abierta, que permite encontrar árboles por provincia, tipo de hoja, fruto, flor u otros criterios.

Para facilitar el recorrido, más de 300 ilustraciones acompañan los enunciados de las búsquedas y más de 500 fotografías muestran con detalle las hojas, flores, frutos y cortezas de las distintas especies.

Otro apunte: la app está diseñada para su uso en el medio natural, incluso en zonas donde no hay conexión a internet. Eso significa que una vez instalada sus contenidos y funciones son accesibles offline. Para descargar Arboalapp por primera vez en tu teléfono o tablet, accede a Play Store o Apple Store. Si ya la tenías instalada, no hace falta que hagas nada: la aplicación se actualizará automáticamente cuando el dispositivo se conecte a una red WIFI. En el caso de que esto no ocurra, puedes poner al día la app a través de los stores.

Del futuro próximo de Arbolapp solo podemos desvelar, de momento, que la aventura continúa con una nueva versión dedicada a los árboles canarios en la que ya estamos trabajando. ¡A finales de 2016 o comienzos de 2017 presentaremos Arbolapp Canarias!

 

Ositos ‘inmortales’ en la sierra de Madrid

Milnesium tardigradum

Imagen: Wikipedia

Por Mar Gulis

Han llegado a pisar incluso un plató de televisión por su capacidad de ‘resucitación’ y podrían inspirar una historia de terror a más de un guionista; sin embargo, los tardígrados, con un gran potencial para la investigación, todavía guardan muchos secretos para los científicos. Y no hay que irse muy lejos para toparse con ellos. En la Península Ibérica se han encontrado 131 especies distintas de tardígrados. De ellas, 48 se hallaron en la Sierra de Guadarrama, en Madrid. Pero, ¿qué son estos pequeños seres acuáticos de tamaño microscópico también conocidos con el tierno nombre de ‘ositos de agua’?

Tardígrado significa de paso lento. Su aspecto recuerda a un oso, son rechonchos y se mueven gateando sobre sus cuatro pares de patas acabadas en uñas afiladas. A diferencia de los osos, estos animales invertebrados son diminutos, miden entre 0,05mm y 2mm. Son capaces de vivir en cualquier entorno siempre que estén rodeados por una película, aunque sea mínima, de agua dulce o salada; y a cualquier altitud, desde el Himalaya hasta las fosas oceánicas; y latitud, desde ambos polos hasta el ecuador.

Tardígrado de la especie Echiniscus blumi hallado en la Sierra de Guadarrama / Noemí Guil

Nada se les resiste. En condiciones desfavorables, por ejemplo, por falta de agua o por congelación, entran en un estado de latencia denominado criptobiosis, que significa vida oculta. En este estado su metabolismo parece detenerse. Y así pueden sobrevivir durante años hasta que las condiciones les vuelven a ser favorables. Podrían sobrevivir a temperaturas extremas, en el vacío o a rayos X y ultravioleta 1.140 veces la dosis letal para los humanos. Pueden, incluso, sobrevivir en el espacio, resistiendo la ingravidez.

Su registro fósil aparece en el Cámbrico, con la explosión de filos animales (grupos de organismos) que hubo en ese período, siendo sus formas actuales muy parecidas a las de entonces. Sin embargo, pese a todo su potencial para la investigación y encontrarse en abundancia, los tardígrados, descubiertos a principios del siglo XVIII, han sido unos seres poco ‘queridos’ por la ciencia. Solo un puñado de investigadores los estudian en todo el mundo, y algunos de ellos habitan en el CSIC, en pleno estado de actividad… siempre que las condiciones no se vuelvan muy adversas.

 

Si quieres más ciencia para llevar sobre los tardígrados, visita la web de la investigadora del CSIC Noemí Guil: tardígrada.es