Por Noemí Guillem Planella (CSIC)*
Casi todo el mundo sabe que la vegetación terrestre capta dióxido de carbono de la atmósfera y nos devuelve oxígeno. Pero, sin duda, es menos conocido el papel de mares, océanos y ecosistemas costeros en la captación y retención de este compuesto, el que más contribuye al calentamiento global.
Árboles y plantas terrestres emplean CO2 para hacer la fotosíntesis y acumulan el carbono en forma de hojas, tallos y troncos, así como en los suelos. Este carbono que retienen se conoce como ‘carbono verde’. Las plantas acuáticas ―las que encontramos bajo el mar y en espacios costeros― hacen exactamente lo mismo. Captan CO2 y lo utilizan para realizar el proceso que les permite obtener energía. Guardan carbono en sus hojas, rizomas y raíces, y entierran cantidades importantes de este elemento en los sedimentos en que crecen. Es el llamado ‘carbono azul’.
![Investigador del CEAB trabaja en praderas de posidonia. / CEAB](https://cdnb.20m.es/sites/113/2024/07/Investigador-CEAB-CSIC-treballant-en-praderia-posidonia-620x414.jpg)
Investigador del CEAB trabaja en praderas de posidonia. / CEAB
Los ecosistemas que realizan esta función son conocidos como ‘ecosistemas de carbono azul’ y tienen la particularidad de retener durante miles de años el CO2 capturado. Esta familia de ecosistemas incluye:
- Las praderas o ‘bosques’ marinos: extensiones de plantas en los fondos costeros marinos como, por ejemplo, Posidonia oceanica, Zostera marina, Zostera noltii, Cymodocea nodosa o Halophila stipulacea.
- Las marismas: terrenos costeros muy llanos que permanecen inundados o se inundan periódicamente como consecuencia del flujo y reflujo de las mareas o de la filtración del agua del mar.
- Los manglares, que se encuentran en latitudes tropicales y subtropicales, en las desembocaduras al mar de ríos o arroyos. Las especies que los habitan son plantas y árboles acuáticos que resisten la alta salinidad de las aguas marinas que se mezclan con las dulces.
![Investigadores del CEAB-CSIC realizan trabajo de campo. / CEAB](https://cdnb.20m.es/sites/113/2024/07/Investigadores-CEAB-CSIC-realizando-investigacion-de-campo-620x348.jpg)
Investigadores del CEAB-CSIC realizan trabajo de campo. / CEAB
Sumideros naturales de carbono
Los ecosistemas de carbono azul cubren menos del 2% de la superficie de nuestro planeta, ya que han sido gravemente maltratados a lo largo de la historia ―y aun hoy en día― por los seres humanos. A pesar de ello, cumplen un importantísimo papel en el ciclo del carbono.
Miguel Ángel Mateo, investigador del CSIC en el Centro de Estudios Avanzados de Blanes (CEAB), explica por qué: “A pesar de su reducida extensión, capturan entre 300 y 800 millones de toneladas de CO2 cada año, es decir entre el 0,8 y el 2% del CO2 que los seres humanos emitimos anualmente. Es la mitad de todo el carbono orgánico enterrado por los océanos del planeta. Y, aún más importante, secuestran y retienen ese carbono de cientos a miles de años”.
El científico señala que los hábitats que forman estas plantas acuáticas son auténticos sumideros naturales de carbono: “aunque capturan el CO2 de forma más lenta que los bosques, son mucho más eficientes almacenándolo”. Esto es así porque los suelos de los ecosistemas de carbono azul están permanentemente cubiertos de agua, lo que hace que la materia se descomponga de forma mucho más lenta que la mayoría de los ecosistemas terrestres. “El ecosistema guarda ese carbono, y va almacenando más y más, todo el tiempo que se mantiene vivo y sano”, apunta el investigador. “Hemos llegado a datar depósitos de carbono azul de hasta 12.000 años de antigüedad”, añade.
![Miguel Ángel Mateo investiga en una pradera de posidonia. / CEAB](https://cdnb.20m.es/sites/113/2024/07/MA-Mateo-realizando-investigacion-de-campo-en-praderia-de-posidonia-620x465.jpg)
Miguel Ángel Mateo investiga en una pradera de posidonia. / CEAB
Ecosistemas amenazados
El carbono almacenado por estos ecosistemas equivale, como mínimo, a todo un año de las emisiones provocadas por los seres humanos. Sin embargo, “seguimos destruyendo estos valiosos ecosistemas”, lamenta Fernando Brun, investigador de la Universidad de Cádiz. “Se han desecado, hemos construido encima de ellos, se contaminan, se han arrasado con la pesca de arrastre, con el fondeo sin control de embarcaciones…”, enumera el especialista.
Los expertos calculan que el deterioro o la destrucción de estos espacios hacen que cada año se liberen unos 300 millones de toneladas de CO2. “Cuando destruimos uno de estos ecosistemas, el carbono que estaba almacenado se remineraliza y se devuelve a la biosfera, agravando el cambio climático”, explica Brun.
La necesidad y urgencia de preservar estos ecosistemas ha llevado a estos dos científicos a liderar el Grupo Español de Expertos en Ecosistemas de Carbono Azul (G3ECA), que reúne a profesionales de ámbitos diversos especializados en carbono azul. De reciente creación, el grupo no solo investiga y sensibiliza sobre la función de estos ecosistemas en el ciclo del carbono. También da a conocer otros de los servicios ecosistémicos que proporcionan.
Los especialistas recuerdan que la vegetación acuática es el primer eslabón de la cadena trófica, crea espacios claves para la biodiversidad ―son el hábitat o refugio de muchas especies―, filtran el agua eliminando contaminantes y protegen las costas de la erosión y de los fenómenos extremos, cada vez más frecuentes con el cambio climático. “Muchos beneficios que, a menudo, parecen que no se tienen en cuenta”, sentencian.
* Noemí Guillem Planella pertenece al equipo de comunicación del Centro de Estudios Avanzados de Blanes (CEAB-CSIC).