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¿Cómo influyen los bosques en el clima?

Por J. Julio Camarero (CSIC)*

Seguramente has apreciado alguna vez cómo el clima afecta a los bosques cuando, tras una sequía, una nevada, una helada o una fuerte ola de calor, algunas especies de árboles y arbustos pierden vigor, crecen menos o incluso mueren. Quizá vienen a tu memoria las fuertes olas de calor del verano del 2022, la tormenta de nieve Filomena al inicio del 2021 o las sequías de los años 1994-1995, 2005 y 2016-2017. Los árboles toleran unos márgenes limitados de temperatura y humedad del suelo y del aire, por lo que pueden morir si se superan esos umbrales vitales como consecuencia de fenómenos climáticos extremos. Pero podemos darle la vuelta a la pregunta y plantearnos si la interacción clima-bosque sucede en los dos sentidos: ¿pueden los bosques cambiar el clima? Pues bien: la respuesta a este interrogante es afirmativa. Sabemos que los bosques pueden modificar (amortiguar o amplificar) los efectos del clima sobre la biosfera y que esas modificaciones cambian según las escalas espaciales y temporales a las que se observe esta interacción.

Nimbosilva o bosque mesófilo de montaña en la Reserva de la Biosfera El Triunfo, México. / Luis Felipe Rivera Lezama (mynaturephoto.com)

Los árboles almacenan grandes cantidades de agua y de carbono en sus tejidos, sobre todo en la madera, y conducen y transpiran mucha agua hacia la atmósfera. Esto explica que se hayan observado caídas en el caudal de los ríos en respuesta a los aumentos de la cobertura forestal a nivel de cuenca. Existen datos de este proceso en el Pirineo donde, como en el resto de la península, se ha producido un abandono del uso tradicional del territorio (cultivos, pastos, bosques) desde los años 60 del siglo pasado, cuando la mayoría de la población española emigró a núcleos urbanos. Ese abandono ha favorecido la expansión de la vegetación leñosa y propiciado que bosques y matorrales ocupen más territorio y retengan más agua, la llamada ‘agua verde’, a costa de reducir el caudal de los ríos, la llamada ‘agua azul’.

Hayedo y río (Cataluña). / Luis Felipe Rivera Lezama (mynaturephoto.com)

Pero tampoco podemos ignorar que al aumentar las temperaturas la vegetación transpira más y se evapora más agua. Ese aumento de temperaturas incrementa también la demanda de agua por parte de grandes usuarios como la agricultura, a veces centrada en cultivos que requieren mucha agua, y esto contribuye a que los caudales de los ríos y el nivel freático de los acuíferos desciendan. Por tanto, a escalas locales se ha comprobado cómo la reforestación conduce a un menor caudal de los ríos. Sin embargo, la historia cambia bastante a escalas espaciales más grandes.

Según la teoría de la bomba biótica, los bosques condensan la humedad y con ello impulsan los vientos y por tanto la distribución de la humedad en el planeta. (1) Si talamos los bosques tropicales, el mecanismo de la bomba biótica se altera y las precipitaciones se trasladan a la costa y en zonas tropicales (2). Según esta teoría los bosques extensos y diversos permiten captar y generar precipitación tierra adentro, especialmente cerca de la costa (3). / Irene Cuesta (CSIC)

Bomba biótica y bosques tropicales

A escalas regionales y continentales, gracias a un mecanismo llamado bomba biótica, la evapotranspiración de los bosques aumenta los flujos de humedad atrayendo más aire húmedo. Esta teoría defiende que los bosques atraen más precipitaciones desde el océano, tierra adentro, mientras generen suficiente humedad a nivel local. Fueron Anastassia Makarieva y Víctor Gorshkov, del Instituto de Física Nuclear de San Petersburgo (Rusia), quienes propusieron la hipótesis de la bomba biótica en 2006. Además, sugerían reforestar algunas zonas para hacerlas más húmedas aumentando así la precipitación y el caudal de los ríos. La bomba biótica explica en gran medida la existencia de las elevadas precipitaciones y los grandes bosques en las cuencas tropicales más extensas, como las de los ríos Amazonas y Congo. Por tanto, nos alerta sobre la posible relación no lineal entre deforestación y desertificación ya que, según esta teoría, una región o un continente que cruzara un determinado umbral de deforestación podría pasar muy rápidamente de condiciones húmedas a secas.

Bosque nublado en Cundinamarca, Colombia. / Juan Felipe Ramírez (Pexels.com)

También se observan grandes diferencias en la relación clima-bosque entre los distintos biomas forestales. Los bosques tropicales pueden mitigar más el calentamiento climático mediante el enfriamiento por evaporación que los bosques templados o boreales. Además, los bosques templados tienen una gran capacidad de captar dióxido de carbono de la atmósfera, reduciendo en parte el calentamiento climático causado por el efecto invernadero. Sin embargo, si el calentamiento climático favorece la expansión de bosques boreales en las regiones árticas favoreciendo su crecimiento y reproducción, la pérdida de superficie helada disminuirá el albedo (el porcentaje de radiación solar que cualquier superficie refleja), ya que los bosques reflejan menos radiación que la nieve y, en consecuencia, aumentarán las temperaturas en esas regiones frías. Además, gran parte del carbono terrestre se almacena en suelos y turberas de zonas frías, que podrían liberarlo si aumentan las temperaturas, con el consiguiente impacto sobre el efecto invernadero, generando más calentamiento a escala global.

Nubes sobre bosque templado en el Bosque Nacional Tongass, Alaska. / Luis Felipe Rivera Lezama (mynaturephoto.com)

A nivel global, nuestro conocimiento de las interacciones entre atmósfera y biosfera proviene de modelos, pero nos faltan aún muchos datos para mejorar esas simulaciones y saber cómo interaccionan el clima y los bosques con los ciclos del carbono y del agua. Por ejemplo, no sabemos cómo los bosques boreales y tropicales responden a la sequía y al calentamiento climático en términos de crecimiento y retención de carbono. Necesitamos más investigación para mejorar esas predicciones en el contexto actual de calentamiento rápido.

Picogordo amarillo (‘Pheucticus chrysopeplus’) y bromelias bajo la lluvia, nimbosilva o bosque nuboso Reserva de la Biosfera El Triunfo, México. / Luis Felipe Rivera Lezama (mynaturephoto.com)

Todos los papeles que juegan los bosques como reguladores del clima a escalas locales, regionales y continentales, pueden verse comprometidos si la deforestación aumenta en algunas zonas, especialmente los bosques tropicales, o si extremos climáticos como las sequías reducen el crecimiento de los árboles y los hacen más vulnerables causando su muerte, como observamos en la cuenca Mediterránea y en bosques de todos los continentes.

Pinos rodenos o resineros (‘Pinus pinaster’) muertos en un bosque situado cerca de Miedes de Aragón (Zaragoza) tras la sequía de 2016-2017. En primer plano, las encinas (‘Quercus ilex’), árboles más bajos, apenas mostraron daños en sus copas. / Michele Colangelo

* J. Julio Camarero es investigador en el Instituto Pirenaico de Ecología (IPE) del CSIC.

**Ciencia para llevar agradece especialmente al fotógrafo Luis F. Rivera Lezama por su generosa colaboración con las imágenes que acompañan al texto.

Ciudad sin árboles: ¿merecemos un cielo sin estrellas?

Por Mariano Sánchez (CSIC)*

Partiendo de la premisa, demostrada por la ciencia y conocida por todo el mundo, de que la presencia de árboles en la ciudad es sanadora, ¿quién puede ir contra esos seres vivos hasta el punto de podarles las ramas periódicamente o incluso talarlos por un muéveme acá esa infraestructura o colgar las luces de Navidad?

Sin embargo, parece que todavía es necesario incidir en que los árboles, con su estructura de ramas y hojas, son un elemento saludable para las personas y otros seres vivos, como las aves que anidan en ellos.

Banco y árboles

Árboles para reducir las islas de calor

Los árboles en entornos urbanos suponen múltiples beneficios: atenúan el efecto isla de calor ofreciendo sombra y evaporando agua, lo que reduce la temperatura ambiente; aportan oxígeno y retienen la contaminación en sus hojas; secuestran carbono en sus ramas, troncos y raíces; sujetan el suelo con sus raíces, evitando avenidas de agua; incrementan la biodiversidad de aves y otras plantas asociadas; y embellecen los paseos con su cromatismo y sus flores.

Como muestra de lo primero, un estudio de modelización realizado con datos de 93 ciudades europeas estimó que un tercio de las muertes atribuibles a las islas de calor podrían evitarse si los árboles cubrieran el 30% del espacio urbano.

Por otro lado, la visión de árboles y vegetación desde las ventanas de hospitales acorta las estancias y mejora las curaciones, como lo confirman estudios realizados en Estados Unidos y cualquier persona que, durante la pandemia, se haya asomado a una ventana desde casa y haya tenido un árbol cerca.

La importancia de los árboles maduros y adaptados

Asimismo, no hay duda de que nos aportan más beneficios los árboles grandes y ya maduros, por su gran número de hojas, que los árboles jóvenes o de menor tamaño. De ahí que, en la medida de lo posible, se deban conservar en su integridad cuando se realizan obras o podas.

Cuando se habla de talar árboles y se añade la coletilla de “es que se van a plantar muchos más de los que había” -se trata de un remedo del conocido “lo que sale por lo que entra”-, hay muchos aspectos que no se tienen en cuenta.

Uno de los más destacables es el cultural y humano. Con la tala, se habrán perdido los beneficios y la historia de los 30 ó 50 años que vivieron los árboles en ese lugar, así como la relación que durante ese tiempo la ciudadanía estableció con ellos: los paseos con charla, la meditación, las palabras perdidas entre las hojas, las lecturas, las miradas y los recuerdos.

Además, en estos momentos en que, tanto en el Real Jardín Botánico del CSIC como en muchas calles y jardines de ciudades españolas, detectamos que algunas especies -como el castaño de indias (Aesculus hippocastanum), el tilo (Tilia platyphyllos), el arce (Acer pseudoplatanus)- están perdiendo vitalidad por el cambio de la pluviometría y de la humedad de la península ibérica, disponer de árboles maduros de 30 o más años, ya adaptados, es un privilegio al que no se puede renunciar.

Plátano de paseo enorme

Mariano Sánchez (RJB-CSIC).

Mejor 50 árboles maduros que 250 jóvenes

En otras ocasiones, sobre todo cuando se habla de tala, se suele hablar de multiplicar la cifra de plantaciones en el espacio ya ocupado por esos árboles a los que se ha sentenciado. Se trata de la cuadratura del círculo; si antes cabían 50, ¿cómo es posible que se puedan plantar en ese mismo lugar 100 ó 250?

Se usan cifras liosas tratando de que sea equivalente cambiar 50 árboles de 50 años por 250 árboles de 10 años. Sin embargo, en arboricultura y para nuestra salud, las cifras y las matemáticas no funcionan de esa manera: 50 árboles grandes y maduros siempre serán mejor que 250 pequeños y jóvenes.

Al plantar árboles en las ciudades, hay que tener en cuenta que los ejemplares deben estar bien separados para que, de adultos, no se molesten. En este sentido, hay que aplicar el mismo razonamiento que se emplea con los vehículos y sus aparcamientos: ¿es que los autobuses pueden usar los aparcamientos de los coches o de las motos? Se ha de ser coherente con los conocimientos de la biología de los árboles y, si la especie es grande, la separación debe ser grande; si su porte es medio, el espacio deberá ser el de un coche; y, si es pequeño, de una moto.

Obras, talas y árboles

Por todo ello, al igual que se buscan soluciones técnicas para determinadas infraestructuras, deben buscarse también soluciones para las obras que afecten al arbolado. De ahí que toda obra que impacte en el arbolado urbano debería tener un informe de impacto obligatorio y vinculante.

Y en todo caso los ejemplares maduros deben permanecer porque suponen un futuro ganado frente a unos árboles jóvenes que no sabemos si se aclimatarán. En caso de que no lo hagan, habremos creado, donde no la había, una zona expuesta al sol, que no retiene la contaminación ni aporta frescor en los meses cada vez más tórridos del verano.

La palabra clave del futuro es CONSERVAR.

* Mariano Sánchez García es conservador del Real Jardín Botánico (RJB-CSIC).

Te contamos por qué son tímidos los árboles

Por Mar Gulis (CSIC)

Hace décadas apareció en la literatura científica el concepto de “timidez de los árboles” para referirse a un curioso fenómeno que se puede observar en los bosques: los árboles de la misma especie y, en ocasiones, de especies diferentes, mantienen sus copas a una distancia prudencial de los ejemplares adyacentes. Es decir, las copas de determinadas especies de árboles frondosos crecen dejando unos espacios o grietas, a modo de canales, entre sí y los otros ejemplares. Así, se desarrollan sin afectar (y casi sin tocar) al resto de individuos.

En una fotografía aérea presentada en la 17ª edición de FOTCIENCIA, su autor, Roberto Bueno Hernández, señala en el texto que la acompaña que aún no hay una explicación definitiva para esta curiosidad botánica. De hecho, hoy se tiende a pensar que quizá no hay una sola y única causa para la “timidez” de los árboles, sino que en cada especie en la que se da (pues no se da en todas), ese mecanismo adaptativo se desarrolla de diversas maneras y por razones diferentes. En este texto vamos a resumir las principales hipótesis que explican este fenómeno.

La imagen 'La timidez de los árboles' forma parte de la exposición y el catálogo de FOTCIENCIA17. / Roberto Bueno Hernández

La imagen ‘La timidez de los árboles’ forma parte de la exposición y el catálogo de FOTCIENCIA17 (CSIC-FECYT). / Roberto Bueno Hernández

  1. Hipótesis de la fricción o de la abrasión mecánica

Esta hipótesis fue presentada por el botánico australiano Maxwell Ralph Jacobs, quien por vez primera utilizó, en los años 50 del pasado siglo, la palabra “timidez” para referirse a esta manera en la que algunos árboles se retraen ante otros. Según su planteamiento, la abrasión o el roce que producen unas hojas contra otras cuando se ven azotadas por los vientos o las tormentas sería la causa de este fenómeno, pues se produciría una especie de “poda recíproca” debido a la fricción. Ahora bien, en la actualidad la comunidad científica baraja otro tipo de explicaciones que veremos a continuación.

  1. Hipótesis de los fotorreceptores

Los árboles, y las plantas en general, deben adaptarse a las condiciones de luz para sobrevivir y asegurar su fotosíntesis y desarrollo. A diferencia de los animales, las plantas no pueden trasladarse de lugar ante las condiciones adversas o en busca de ambientes que les sean más favorables, por lo que parece que han desarrollado mecanismos, a través de fotorreceptores o “sensores de luz”, mediante los cuales pueden detectar y sentir diferentes intensidades y longitudes de onda para optimizar su crecimiento. De este modo, tienen la posibilidad de minimizar los posibles daños por exceso o defecto de radiación adaptándose a las diferentes condiciones del entorno. Así, según esta explicación, la acción de los fotorreceptores haría que los brotes más cercanos al dosel arbóreo crecieran menos al acercarse a sus vecinos, pues es donde menos cantidad de luz recibirían.

El fenómeno de la "timidez de los árboles" se puede observar fundamentalmente en los bosques con especies de eucaliptos, pinos y hayas.

El fenómeno de la «timidez de los árboles» se puede observar fundamentalmente en bosques con especies de eucaliptos, pinos y hayas.

  1. Hipótesis de la alelopatía

La tercera explicación relaciona este fenómeno con la alelopatía, mecanismo por el cual los organismos cercanos, de una misma especie o de especies diferentes, se envían señales químicas. Estos compuestos bioquímicos, o aleloquímicos, pueden tener efectos (positivos o negativos) sobre su crecimiento, reproducción o incluso sobre su supervivencia. El envío de compuestos químicos entre árboles, generalmente de la misma especie (aunque no solo) supone algún tipo de comunicación entre ellos, como explicaban en una entrada anterior de este blog los investigadores Rafael Zas y Luis Sampedro, de la Misión Biológica de Galicia del CSIC. Según la científica forestal canadiense Suzanne Simard, esta “comunicación química de los árboles” se daría en mayor parte bajo tierra a través de las redes micorrizales (es decir, de la simbiosis entre los hongos y las raíces de los árboles y las plantas) y formaría parte de toda una compleja red de cooperación entre especies para asegurar el beneficio mutuo. Esto es, Simard plantea un escenario donde los árboles, más que competir, cooperan para su supervivencia, formando parte de una simbiosis mutualista. Actualmente, esta tercera hipótesis parece ser la más respaldada por la comunidad científica.

Aunque probablemente no haya una explicación única para la timidez de los árboles, es indudable que estamos ante un mecanismo adaptativo que puede hacernos ver los bosques con otros ojos; al margen de nuestros problemas humanos, incluso de nuestra timidez.

Tu ciudad no necesita más árboles

Por Mariano Sánchez García (CSIC)*

En 1785, el historiador Antonio Ponz describió en su libro Viajes por España los desfigurados olmos del Paseo del Prado de Madrid. Debido a podas inadecuadas, los árboles se asemejaban a patas de araña. Hoy, casi tres siglos después, vemos exactamente lo mismo en esta calle.

Las imágenes aéreas de muchas localidades españolas reflejan terrenos muy verdes, pero esta percepción no siempre es correcta. Si miramos de abajo a arriba los árboles que componen estas arboledas, comprobaremos que, en la mayoría de los casos, éstos presentan un estado bastante mejorable.

Paseo del Prado de Madrid, con los olmos a los que se refería Antonio Ponz.

Las palabras ‘árbol’ y ‘ciudad’ parecen estar rodeadas de polémica, bien porque los árboles se caen, se podan o se talan, o bien porque se plantan o dejan de plantarse, poniendo o quitando sombras, molestando el tránsito peatonal u obstaculizando la circulación de vehículos, etc. Terminar con estas discusiones pasa por desarrollar una correcta gestión, disponer en cada localidad de un plan director de sus arbolados y facilitar información al ciudadano. Veamos algunas claves a tener en cuenta.

Una de ellas es que la calidad y la cantidad casan mal cuando hablamos de árboles en las ciudades; en contra de lo que suele pensarse, hay que optar por la calidad. Un árbol debe tener el mayor número de hojas posible, ya que son las encargadas de filtrar el aire y aportar oxígeno. Pero si el número de árboles es excesivo, las ramas se rozarán y entrarán en las viviendas, lo que obligará a podar cada cierto tiempo. El año que se pode, el número de hojas será menor, y por tanto menor la calidad medioambiental. Además, los cortes terminan generando pudriciones en ramas y tronco, y con el tiempo esto se traduce en riesgo de caída de ramas. La solución no es plantar más, algo que agrava el problema futuro, sino gestionar y seleccionar bien la especie para retrasar o hacer innecesaria la poda. Es mejor plantar 30 árboles que crezcan bien, con muchas hojas y que no requieran mantenimiento, que plantar 60 que haya que podar.

Las alineaciones son otra de las claves. Es curioso ver que en todas las ciudades españolas la distancia entre árboles es siempre la misma, 4 o 5 metros, independientemente de la especie de la que se trate. Sin embargo, una especie puede tener 30 metros de diámetro de copa y otra solo 8. Por ejemplo, si entre una sófora y otra se precisan 8 metros para que éstas puedan desarrollarse correctamente, es fácil deducir que en una calle con sóforas plantadas a 4-5 metros de distancia entre sí, sobra el 50% de los árboles. Igual ocurre en el caso de una calle con plátanos. Si entre un ejemplar y otro debería haber al menos 12 metros de distancia, con este criterio de plantación nos sobra un 70%. Este dato es extrapolable a todo el arbolado urbano de alineación. Si parece que no sobran árboles en las ciudades, es porque se podan ramas periódicamente, y acabamos de comentar que estos cortes conllevan riesgo de caída de ramas. Tampoco se tiene en cuenta, al decidir qué especies se plantan, si una ciudad es fría o cálida, si se encuentra cerca del mar o es continental.

Una clave más: nunca se debe talar masivamente una arboleda. La retirada de los árboles ha de ser progresiva, debe realizarse durante varios años antes de que se produzcan daños, y estar sujeta a un plan de gestión. Un plátano de paseo puede llegar a vivir 400 años, pero en la ciudad vive en buen estado unos 140 años como máximo. Una alineación urbana de Ulmus pumila llega a la senectud a los 40-60 años de ser plantada (según la ciudad y las podas realizadas). Pasado este tiempo, hay que retirarla progresivamente.

Plátanos del Paseo del Prado plantados con la separación correcta / Mariano Sánchez  García

La solución a la disyuntiva calidad versus cantidad es sencilla. Cada ciudad, según su clima y otras características, debe establecer una normativa con las especies que pueden ser plantadas, donde se indique la distancia idónea entre un árbol y otro, según el ancho de la calle y de la acera, y se fijen unos criterios de plantación. Por ejemplo, la prohibición de plantar pinos o árboles de grandes copas en praderas sin sistemas específicos de plantación. Los árboles plantados en pradera reciben el abonado anual y el riego frecuente y superficial que el césped necesita, y esto genera raíces superficiales que compiten por el agua y los nutrientes del césped con el que cohabita. En el caso de perennifolios como pinos y cedros plantados en pradera, sus raíces se despegan ligeramente de la tierra cuando llueve. Si coincide que hace viento, sus copas oponen resistencia y, al estar las raíces ligeramente sueltas, se pueden despegar de la tierra con el peligro de que el árbol llegue a volcar.

En las ciudades podemos mantener el mismo número de árboles siempre que cambiemos algunas especies de gran tamaño por otras de tamaño medio o pequeño, como ocurre en Tokio. En cualquier caso, la retirada de ejemplares y la plantación de un menor número de árboles, o de árboles de otros tamaños, no suponen una merma en la calidad del aire de la ciudad. Al contrario: si se realizan con criterio, mejorarán la calidad medioambiental y la seguridad de los ciudadanos y reducirán el presupuesto de mantenimiento; pero, además, habrá menos podas, residuos, floraciones (reduciendo así brotes de alergias) y disfrutaremos de más sombra todos los años sin depender del ciclo de poda.

 

Mariano Sánchez García es conservador del Real Jardín Botánico (RJB-CSIC).

Estas vacaciones llévate la ciencia en el móvil con las apps del CSIC

Por Mar Gulis (CSIC)

Reconocer árboles que encuentres en la naturaleza, poner a prueba tus conocimientos científicos en un juego de preguntas y respuestas o participar en la lucha contra mosquitos que transmiten enfermedades. Las apps del CSIC te proponen diferentes formas de acercarte a la ciencia, aprender e incluso colaborar con proyectos de investigación a través de tu móvil o tablet. Estos días de descanso, tiempo libre y paseos por la naturaleza ofrecen una excelente oportunidad para descubrirlas. Aquí te presentamos cinco de ellas:

ArbolappArbolapp CanariasArbolapp Canarias. El verano es una época muy propicia para visitar espacios naturales. Si en tus excursiones no logras identificar los árboles que encuentras a tu paso, estas dos aplicaciones, que en conjunto suman ya cerca de 750.000 usuarios y usuarias, te serán de gran ayuda. Con Arbolapp podrás reconocer los árboles silvestres –es decir, los que crecen de forma natural– de la península ibérica y las Islas Baleares; y con Arbolapp Canarias, los del archipiélago canario. Para ello, tienes a tu disposición dos sistemas de búsqueda (guiada y abierta) y fichas de todas las especies autóctonas y las no autóctonas que se asilvestran con más frecuencia en cada territorio. Arbolapp y Arbolapp Canarias cuentan además con numerosas fotografías e ilustraciones que facilitan su uso y, una vez descargadas, no necesitan conexión a internet, por lo que podrás utilizarlas en lugares a los que no llegan los datos a través de la red móvil.

Hi Score SciemceHi Score Science. ¿Cómo hacer más entretenidos los largos viajes o las horas de la siesta, cuando el calor no deja más opción que refugiarse a la sombra? Con esta aplicación puedes alternar las lecturas veraniegas, los crucigramas o los juegos de cartas poniendo a prueba tus conocimientos científicos. “¿Cómo se llama el cambio de estado sólido a líquido? ¿Cuál es el metal más ligero de la tabla periódica? ¿Cuál es el pH normal de la sangre?” Hi Score Science es un juego de preguntas y respuestas sobre química y materiales elaboradas por personal investigador del CSIC al que puedes jugar por tu cuenta o en compañía. Si además estudias ESO o Bachillerato, podrás participar en concursos proponiendo nuevas preguntas para que se incluyan en la aplicación.

polinizappPolinizapp. En los tiempos muertos veraniegos también puedes ponerte en la piel de insectos polinizadores como la abeja, el abejorro o la mosca, y aprender de paso sobre la polinización, un proceso vital para la biodiversidad vegetal de nuestro planeta y para nuestra propia supervivencia. En este juego de simulación tendrás que obtener polen y néctar de las flores para conseguir alimento y generar semillas en distintos escenarios (montaña, ciudad, cultivos, etc.). Además, deberás hacer frente a amenazas varias, como especies invasoras, predadores y pesticidas, que podrán debilitarte o incluso causar tu muerte.

Mosquito alert

Mosquito Alert. Este proyecto de ciencia ciudadana conecta a ciudadanía, comunidad científica y personal gestor en salud pública y medio ambiente para luchar contra la expansión del mosquito tigre y el mosquito de la fiebre amarilla, dos especies invasoras que son vectores de enfermedades como zika, dengue o chikungunya. Con la aplicación de Mosquito Alert podrás avisar y enviar fotos si en alguno de tus paseos veraniegos encuentras alguna de estas especies o sus lugares de cría, y también validar fotos de otros participantes o ponerte en contacto con los responsables del proyecto. Gracias a esta iniciativa, ya se han registrado más de 10.000 observaciones de mosquito tigre en España y se ha detectado por primera vez la presencia en España de un nuevo mosquito invasor de origen asiático.

NatusferaNatusfera. La ciencia ciudadana también inspira este proyecto, que invita a cualquier persona con un móvil a tomar fotografías, recoger datos y geolocalizar los seres vivos que encuentre a su paso. Los datos son compartidos en la web de Natusfera, validados por los responsables y colaboradores de la iniciativa y posteriormente serán incluidos en la base de datos GBIF, la Infraestructura Mundial de Información en Biodiversidad, para que estén a disposición de toda la comunidad científica. En este proceso, si has subido una foto y no tienes claro de qué especie se trata, recibirás los comentarios y ayudas de otros participantes. Si te gusta observar y hacer fotos de otros seres vivos, no lo dudes: a partir de este verano puedes compartir tus imágenes con todo el mundo a través de Natusfera.

Todas estas aplicaciones, que pueden descargarse de forma completamente gratuita en Google Play y Apple Store, aúnan el rigor científico con un lenguaje sencillo y directo y son el fruto de la colaboración de centros del CSIC con otras entidades. En concreto, las cuatro primeras han recibido fondos de la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología, adscrita el Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades.

¿Conoces Arbolapp? La app del CSIC para identificar árboles estrena web y añade 25 especies

Arbolapp

La app está diseñada para su uso en el medio natural, incluso en zonas donde no hay conexión a internet. / Eliezer Sánchez (CSIC).

Por Mar Gulis (CSIC)

Aquí van algunas preguntas para gente curiosa: ¿Sabías que las bolas de la Lotería Nacional están hechas con madera de boj? ¿Y que el palmito es la única palmera autóctona de la península? ¿O que hay un árbol que se llama espantalobos porque sus frutos suenan como un sonajero? Estas son algunas pinceladas de la nueva versión de Arbolapp, una aplicación dirigida a todas las personas que, al observar un árbol, se han preguntado de qué especie se trataba.

Si eres una de ellas, esta herramienta creada por el Real Jardín Botánico y el Área de Cultura Científica del CSIC, con apoyo de la FECYT, te resultará de utilidad. Diseñada para ayudar a los usuarios a identificar árboles silvestres de la Península Ibérica y las Islas Baleares, Arbolapp nació en noviembre de 2014 como una app gratuita para teléfonos móviles. Hoy, tras superar las 200.000 descargas, presenta una página web (www.arbolapp.es) que también permite reconocer árboles. De este modo, ya no hace falta tener un teléfono o una tablet para acceder a sus contenidos.

Además, tras la avalancha de usuarios pidiendo la inclusión de más especies, la aplicación se renueva con la incorporación de 25 árboles, entre los que se encuentran el boj, el brezo, el granado, la morera o la coscoja. Así, la app y la web cuentan a partir de ahora con un catálogo de 143 especies que pueblan bosques y demás hábitats naturales de nuestro territorio.

Espina de Cristo

La espina de Cristo (Pailirus spina-christi) es una de las nuevas especies incluidas en Arbolapp. / Felipe Castilla (RJB-CSIC).

Si aún no conoces Arbolapp, ten en cuenta un dato importante: cualquiera puede utilizar esta herramienta; no es necesario tener conocimientos de botánica para salir airoso y llegar hasta el árbol que se quiera reconocer. Para ello pueden usarse dos tipos de búsqueda: una guiada, en la que hay que escoger en sucesivas pantallas la alternativa que mejor describe el ejemplar que se quiere identificar; y otra abierta, que permite encontrar árboles por provincia, tipo de hoja, fruto, flor u otros criterios.

Para facilitar el recorrido, más de 300 ilustraciones acompañan los enunciados de las búsquedas y más de 500 fotografías muestran con detalle las hojas, flores, frutos y cortezas de las distintas especies.

Otro apunte: la app está diseñada para su uso en el medio natural, incluso en zonas donde no hay conexión a internet. Eso significa que una vez instalada sus contenidos y funciones son accesibles offline. Para descargar Arboalapp por primera vez en tu teléfono o tablet, accede a Play Store o Apple Store. Si ya la tenías instalada, no hace falta que hagas nada: la aplicación se actualizará automáticamente cuando el dispositivo se conecte a una red WIFI. En el caso de que esto no ocurra, puedes poner al día la app a través de los stores.

Del futuro próximo de Arbolapp solo podemos desvelar, de momento, que la aventura continúa con una nueva versión dedicada a los árboles canarios en la que ya estamos trabajando. ¡A finales de 2016 o comienzos de 2017 presentaremos Arbolapp Canarias!

 

El lenguaje de los bosques: ¿se comunican los árboles entre sí?

L. SampedroPor Rafael Zas y Luis Sampedro (CSIC)*R. Zas

Bajo la apariencia de paz y armonía de los bosques se esconde un mundo de intensas batallas por la supervivencia. A lo largo de su vida, los árboles sufren infinidad de ataques de organismos nocivos, como insectos, bacterias y hongos. Hasta hace poco tiempo la respuesta contra estos enemigos se veía como una reacción simple y pasiva. En cambio, hoy se sabe que los mecanismos de defensa de los árboles, como los de cualquier otra planta, son rápidos, activos e implican a otros elementos del ecosistema con los que los arboles establecen relaciones de diferente naturaleza.

Para hacer frente a las continuas agresiones, los árboles han desarrollado complejos y variados sistemas defensivos que pueden regular en función del riesgo de ataque y de las condiciones ambientales. Así, del mismo modo que el sistema inmune del ser humano responde ante situaciones de riesgo de infección o ataque, los árboles reaccionan para aumentar y producir más y nuevas defensas.

Los pinos jóvenes, por ejemplo, multiplican hasta cuatro veces el contenido de su resina, su principal sustancia defensiva, pocas horas después de ser atacados por el gorgojo del pino (Hylobius abietis). Este insecto come su corteza y el tejido conductor de nutrientes y causa enormes pérdidas en el sector forestal en toda Europa. Además, su ataque desencadena cambios morfológicos en el sistema de canales resiníferos que protegen al pino a medio y largo plazo. Los pinos pueden dejar de crecer y dedicar todos sus recursos a producir barreras químicas y físicas adecuando su anatomía y fisiología a la situación de riesgo.

Hylobios

El gorgojo del pino causa enormes pérdidas en el sector forestal en toda Europa.

Pero estas respuestas no son siempre iguales ya que dependen entre otros factores del enemigo que provoca el daño, de la intensidad de este y de los factores ambientales como la disponibilidad de luz, agua y nutrientes. Estudios recientes en este ámbito ponen de manifiesto que uno de los mecanismos defensivos más característicos son las alteraciones en la emisión de compuestos aromáticos a la atmósfera.

Multitud de compuestos orgánicos volátiles son continuamente liberados por las plantas y en particular por los árboles. Esta liberación la percibimos en el peculiar olor que desprende un pinar, un eucaliptal o un bosque de laureles. Pues bien, la alteración en la concentración o composición de estas mezclas de sustancias es un efectivo sistema de comunicación interno del propio árbol. De este modo, señala la presencia de un ataque a partes alejadas de este sin necesidad de recurrir al lento y costoso transporte a través del sistema vascular.

Y no solo eso: con estas variaciones en la emisión de volátiles, el ‘aroma a estrés’ de la planta es una pista de información fiable que logra atraer a otros organismos, como aves insectívoras e insectos depredadores y parasitoides de los herbívoros, que se alimentan de los enemigos del árbol y son por ello beneficiosos para él. Así consiguen indirectamente reducir la presión de sus atacantes, estableciendo una red de relaciones con otros habitantes del bosque que, como si de un lenguaje se tratase, interpretan los mensajes emitidos por los árboles.

Pero, ¿podrían otros árboles en la vecindad percibir este código particular de sustancias volátiles como señal de alarma y alto riesgo de ataque? De ser así, las plantas no atacadas al detectar los mensajes de alerta en los compuestos emitidos, podrían pre-activar su sistema inmunitario y prepararse para un posible ataque. En la actualidad las investigaciones en este campo se centran en despejar estas y otras incógnitas acerca de las diversas formas de comunicación entre las diferentes partes del mismo árbol, entre distintos árboles, entre árboles e insectos e incluso entre árboles y hongos beneficiosos. Se abre un complejo mundo de interacciones donde son muchos los organismos implicados que perciben o participan de este lenguaje de los bosques. Desde este punto de vista se puede decir que hemos entrado en la era de la comunicación de las plantas.

Vídeo documental El legunaje de los bosques. Ver en inglés o gallego.

 

* Rafael Zas y Luis Sampedro son investigadores del CSIC en el grupo de investigación XenForLab de la Misión Biológica de Galicia (Pontevedra).

Apps científicas que no te puedes perder

Por Mar Gulis

Identificar árboles y setas en tus paseos por el campo, colaborar con proyectos científicos recogiendo datos o visitar virtualmente centros de investigación emblemáticos… Estas son solo algunas de las posibilidades que te ofrecen las apps desarrolladas por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Te las presentamos a continuación, para que sepas cómo acercarte a la ciencia desde tu móvil o tablet.

Si te gusta la naturaleza no te puedes perder dos apps imprescindibles para ir de excursión: Arbolapp, que te permitirá reconocer árboles silvestres de un modo sencillo e intuitivo; y FungiNote, que te ayudará a identificar hongos y compartir tus fotos y hallazgos con otros usuarios y usuarias.

Tigatrapp y Arbolapp

Tigatrapp y Arbolapp son dos de las aplicaciones móviles del CSIC más populares.

Los contenidos de ambas han sido desarrollados por el Real Jardín Botánico del CSIC pensando en todo tipo de públicos. Arbolapp contiene fotografías, mapas de distribución y descripciones de 118 de especies de árboles silvestres de la Península Ibérica y las Islas Baleares. En sus fichas podrás encontrar diversas curiosidades, como que La Gioconda está pintada sobre una tabla de álamo o que en el Antiguo Egipto se usaban los frutos del almendro para ajusticiar a los criminales.

¿Qué hongo es ese? ¿Es venenoso? ¿En qué otros lugares crece? Preguntas como esta son las que trata de responder FungiNote, una guía de campo que incluye información e imágenes sobre 150 especies. Todas ellas están ilustradas con fotografías que, en muchos casos, se complementan con dibujos botánicos de finales del siglo XVIII, el siglo XIX y principios del XX.

Otras apps del CSIC invitan a la ciudadanía a involucrarse directamente en proyectos de investigación. Es el caso de Tigatrapp, una aplicación que permite participar en el estudio y seguimiento del mosquito tigre, especie invasora que está considerada potencial transmisor de enfermedades víricas tropicales, como el dengue y la chikungunya.

Desarrollada por el Laboratorio de Ecología del Movimiento del Centro de Estudios Avanzados de Blanes del CSIC, esta app te enseña a reconocer al mosquito tigre y te permite compartir fotografías y datos de localización de los ejemplares y lugares de cría que vayas localizando. También puedes participar en misiones puntuales propuestas por el equipo científico.

De ciencia ciudadana también se ocupa SeabirdsTagram. Si te dedicas a la pesca por profesión u afición y quieres colaborar en el estudio de las aves marinas del Mediterráneo, puedes utilizar esta app para enviar fotografías cada vez que encuentres un ejemplar accidentado en tus redes. Tus datos serán de enorme utilidad para que los científicos del Instituto Mediterráneo de Estudios Avanzados (CSIC-UIB) puedan estimar la tasa de mortalidad de aves amenazadas y evaluar el impacto de las capturas accidentales.

Otra opción es participar con tu móvil en el estudio del impacto del cambio climático en los encinares mediterráneos. A través de la app GeoODK, puedes evaluar el estado de los bosques de encinas que encuentres y enviar tu información a los investigadores del Museo Nacional de Ciencias Naturales.

Pero la cosa no queda aquí: si lo que quieres es hacer una visita virtual a los centros del CSIC con más historia y conocer los tesoros científicos que albergan en su interior, tienes a tu disposición las apps del Museo Nacional de Ciencias Naturales y del Real Jardín Botánico. Y si estás pensando visitar el Valle de Arán, no dudes en consultar Eth Holet, una aplicación en la que un duende mitológico te guiará por espacios naturales descritos por investigadores del CSIC. Por último, si lo tuyo es bucear en los restos del pasado, descárgate Arqueológicas, la versión para móviles del libro Arqueológicas: la razón perdida (Bellaterra, 2012), del investigador del CSIC Felipe Criado-Boado.

Te presentamos Arbolapp, una app gratuita para identificar árboles

FICHA ANDROIDok

Por Mar Gulis

¿Sabías que La Gioconda está pintada sobre una tabla de álamo? ¿O que los frutos del madroño contienen alcohol y su consumo excesivo puede provocar borracheras? ¿O que en el Antiguo Egipto se usaban los frutos del almendro para ajusticiar a los criminales? Estas son algunas de las curiosidades que recoge Arbolapp, una app con la que podrás identificar los árboles silvestres de la Península Ibérica y las Islas Baleares desde tu móvil. El lugar idóneo para utilizarla es el medio natural, así que si estás planeando una salida al campo, ahora tienes otro aliciente. Pero si no te mueves de casa, también puedes empezar a curiosear: Arbolapp ya se puede descargar gratuitamente en teléfonos Android o IOS.

Aunque su uso es muy intuitivo, vamos a dar algunas pistas. Esta app incluye información sobre 118 especies de árboles que pueblan bosques y demás hábitats naturales de la España peninsular, Portugal continental, Andorra y las Islas Baleares. A lo largo de 98 fichas encontrarás textos descriptivos, fotografías y curiosidades de arces, abedules, avellanos, higueras, fresnos, enebros, pinos, chopos… Además podrás acceder a mapas que te mostrarán en qué provincias está presente cada el árbol.

Para identificar una especie, puedes elegir entre dos tipos de búsqueda. Una guiada, en la que hay que escoger en sucesivas pantallas la alternativa que mejor describe el árbol que quieras reconocer; y otra abierta, que permite encontrar árboles por provincia, tipo de hoja, fruto, flor u otros criterios.

Fagus sylvatica, haya Felipe Castilla

Hojas de haya (Fagus sylvatica) / Felipe Castilla

Y si la botánica nunca ha sido tu punto fuerte, no te preocupes. Arbolapp está pensada para que cualquier usuario pueda manejarla, por eso utiliza un lenguaje asequible y cientos de fotografías y dibujos acompañan los textos para facilitar la comprensión. Eso sí, detrás de este proyecto está el trabajo de un equipo de personas pertenecientes al Área de Cultura Científica y al Real Jardín Botánico del CSIC, por lo que al afán divulgativo se une el rigor científico. Además, el proyecto ha sido cofinanciado por la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (FECYT).

Una cosa más: la app está disponible en Google play y App Store tanto en castellano como en inglés. También cuenta con una página web (www.arbolapp.es) donde encontrarás más información sobre su uso y contenidos. ¿Te animas a probarla?