No han muerto, están llenando [+] los espacios.

Por Daniel Cortez Abreu (@doctokind)

 

Estoy indetectable, pero tengo la carga social por las nubes
Camila Arce (Argentina)

Supongo que el fantasma que recorre el activismo sobre el VIH y el sida es la creencia de que les artistas que hacen de este una pieza central de su obra han muerto o son cosa del pasado. Para el Norte Global, el VIH y el sida se insertan en una narrativa parcialmente ajena, como peligro acechante que ha calado en su propia cronología histórica que, no obstante, se mantiene enterrada hasta que los discursos de ciertos grupos, partidos políticos y organizaciones la “reavivan” alzando el estandarte del peligro social y biopolítico. Más allá de eso, hablar de la cotidianidad de lo que significa vivir con VIH y de sida con frecuencia sigue sin trascender a los medios de comunicación y si algo ha caracterizado a la historia del activismo del sida desde sus inicios ha sido el uso del arte para visibilizar y reivindicar el valor, la lucha y los derechos de las personas que viven con VIH. El artivismo – el arte como forma de activismo– es tan característico de la historia de la epidemia como los avances biomédicos. En ese sentido, tanto la prensa como la televisión fueron canales especialmente reclamados para visibilizar la acción callejera, aún durante el profundo silenciamiento tras el estallido de la epidemia en la década de los ochenta. Hoy en día el silencio que generalmente cubre al virus se mantiene perpetuado gracias a la ausencia crónica de este en las conversaciones y piezas informativas. Y resulta muy irónico cuando tomamos en cuenta que la infección, en muchos territorios con gran acceso a recursos biomédicos avanzados, ha alcanzado el paradigma de la cronicidad. El VIH en España es una infección crónica e intransmisible, siempre y cuando se garantice el acceso y la buena adherencia al tratamiento antirretroviral (TAR). Con la aparición de un tratamiento combinado de distintas moléculas que mostraron gran eficacia farmacológica durante los últimos años del siglo pasado, la situación de las personas con viven con VIH en España ha cambiado de manera radical desde entonces. Si bien la mejora de los tratamientos biomédicos es innegable, el cambio social se da lentamente. Y ya ni que decir de la narrativa imperante sobre el VIH y el sida, que en el Norte Global parece que ha quedado anclada en aquellos años. Incluso con el cambio de paradigma biomédico, que solo ha ocurrido en algunos territorios, les artivistas del VIH y del sida han desaparecido de la mirada pública y escasamente se recurre a elles para rescatarles como archivo histórico –cuando es posible–. Así, frecuente muchos historiadores, escritores, periodistas, guionistas, académicos, divulgadores y, en fin, un montón de personas que siguen asumiendo esa narrativa, son las que frecuentemente pretenden escribir nuestras historias, pero sin nosotres, son quienes esquivan la mirada y evitan compartir los mismos lugares donde nosotres también seguimos existiendo.

No obstante, tenemos la ventaja de contar con Internet como herramienta, en donde las redes sociales nos han permitido observar y acceder al contenido de lo que pasa en y desde distintas coordenadas geográficas en las que por cierto, el vivir con el VIH no es, ni una esencia, ni una experiencia unívoca ligada al deseo y las practicas sexuales, así como tampoco a la imagen hegemónica cisgay masculina y blanca. Allí no existe una narrativa, expresión o discurso lineal, concreto y único. Descubrimos una ventana que nos muestra a les artistas cuya obra tiene al VIH y al sida como temática principal y que siguen con más vida que nunca –con VIHda, como diríamos en ciertos espacios–. Sus producciones artísticas abordan narrativas mucho más amplias, complejas y rescatan la posibilidad de humanidad, con todas las contradicciones y dificultades que genera. Expresan múltiples discursos que se entiende como lo periférico, comparten en común el vivir en territorios del Sur Global o habitar cuerpos invisibilizados, son disidentes de la norma social y aunque están marcades por el estigma social del diagnóstico, también muestran las heridas que dejan otros. Todo lo anterior es lo que hace su producción artística tan valiosa.

No es una casualidad que, justamente hace unos días, el artista Jorge Bordello (@jorgebordello) abordará está cuestión comentando en sus redes sociales que “en nuestra comunidad [de quienes viven con el VIH] hay personas ignoradas de manera sistémica: personas verticales, trans, migrantes, amas de casa y madres, trabajadoras sexuales, indígenas, afrodescendientes, infancias…” y agregaba de manera contundente “cada proyecto que les ignora por no tenerles en acceso inmediato vía correo es un proyecto que ensancha su brecha”. En su discurso Jorge expresa la inquietud y la molestia que genera, tal como me ha ocurrido personalmente desde hace tiempo, la visibilización del artivismo del VIH y del sida, e incluso de los diagnósticos en sí, como algo pasado, de artistas muertos o en penurias y contados por otras voces, como si no existieran. El mismo Bordello expone que incluso la institucionalidad de la gestión cultural genera espacios que parecen estar hegemónicamente controlados por personas que de manera consciente o inconsciente, niegan nuestro agenciamiento y nuestra capacidad para expresar y narrar nuestras historias. Y nada más alejado de la realidad…

Y es que, desde la ilustración digital, por ejemplo, es posible encontrar a artistes como Saúl de León (México) y Lucas Núñez (Chile) quienes expresan su realidad atravesada por los cuidados comunitarios, la temporalidad farmacológica, la racialización y lo no binario, reflejando la multiplicidad de nuestras vidas. Han coincidido en exposiciones junto a Rosana Linari, artista textil argentina, que desde el transfeminismo trastoca el lenguaje visual y lo vuelve bichoso a través de sus acertadas puntadas. Personalmente considero casi imprescindible revisar la obra y atender al discurso de Camila Arce, también artivista argentina, con un largo y nutrido recorrido sobre la vihda de las personas verticales –personas que han nacido con el VIH– cuya reivindicación constante sobre las infancias verticales, la crianza, la hegemonía sexual y el cuestionamiento de la seronorma es profundamente motivador. Incluso cuando nuevas formas del vivir con VIH se nos pretenden imponer, Camila reclama: estoy indetectable, pero tengo la carga social por las nubes en una de sus publicaciones de Instagram. Con esta forma tan contundente, también Juan Coronel, artivista marica expresa: “busco que mi obra se expanda como un virus que viene a destruir estigmas y corromper la moral” en un statement al que se accede a su perfil de Instagram, donde el rojo rutilante, los fármacos y la identidad marica son elementos clave de su producción visual. En Norteamérica es posible encontrar referentes jóvenes como Kia LaBeija, artista y activista vertical del VIH, quien incluso ha sido bailarina principal de la serie POSE de HBO y quien ha participado en una residencia artista en España en el marco de ARCOMadrid 2020.

Algunes han podido aprovechar las convocatorias de la Visual AIDS  (en inglés), que es mucho más que un archivo histórico potentísimo del artivismo del VIH y del sida, tanto en EE.UU como en el resto del mundo. Incluso en Europa pueden encontrarse grupos cuya producción artística contempla una narrativa más transversal y actual, como las del colectivo artístico italiano Conigli Bianchi  que incluye también a performers y cantantes, además de activistas, diseñadores e ilustradores. Volviendo a México, encontramos a la red Mueganxs de la que he hablado en otra ocasión.

Todes les artistas que se han mencionado cuestionan el paradigma de la cronicidad de la infección y van mucho más allá de la crítica al complejo médico industrial. Muestran al bicho, desde múltiples ángulos, reivindican la cura, reclaman la resistencia, los cuidados, la autopreservación, el placer, los cuerpos raros, manchados y marcados, la vida fuera del binarismo, un artivismo diverso y antirracista, que no deje a nadie fuera. Son narrativas alternas que nos dicen que vivir con VIH no es una experiencia ajena, sino inserta dentro de nuestra comunidad, agregada en nodos pero conectada en una amplio tejido social que inunda muchísimos cuerpos. Coincido en que les artivistas del VIH y del sida no han muerto: están llenando los espacios, pero… ¿a dónde, desde dónde y a quiénes ves tú?

Nota. A continuación, dejo una lista de los nombres de los perfiles de Instagram de les artistas y artivistas mencionades –sin orden específico–, para hacer posible el acceso y consulta de su obra:
Camila Arce (@sidiosa)
Jorge Bordello (@jorgebordello)
Rosana Linari (@ro_textil)
Saul de León (@sauldl)
Kia LaBeija (@goodnight_kia)
Mueganxs (@mueganxs)
Lucas Nuñez (@lucasnunezsv)
Juan Coronel (@ju4nc0r0nel)
Conigli Bianchi (@coniglibianchi)

 

‘La Cura’ (2022). Resina, arcilla y esmalte UV, del artista Juan Coronel. Fotografía de Guadalupe Fassi.

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